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sábado, 11 de septiembre de 2021
6 al 12 de SEPTIEMBRE
Otra semana de pocas lecturas, pero bueno, ustedes ya saben… Mucho trabajo, complicaciones, la sanata de siempre. Y también saben que si quieren leer mucho más, se pueden descargar la Comiqueando Digital nº3 en https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y disfrutar horas y horas de artículos, secciones, columnas y contenidos audiovisuales exclusivos.
Hoy tengo para reseñar dos libros antiguos, y arranco con el Vol.2 de Yugurta, editado en España en 1981, pero realizado por Jean-Luc Vernal y Hermann mucho antes, a fines de los años ´60 para la revista Tintin. Este es el último tomo que dibuja Hermann, pero la serie continuará 14 álbumes más, que no creo que lea nunca.
Esta segunda entrega no se separa en nada de la anterior (ver reseña del 21/08/21), pero a mí me atrapó bastante menos, se me hizo más pesada. Me encantó ver a Hermann romper varias veces la grilla de las cuatro tiras por página, para lucirse con viñetas más grandes. Pero si bien visualmente este álbum es más poderoso que el anterior, el relato me resultó más previsible y menos emocionante. Por ahí porque ya conocía a los personajes y a la situación, y la verdad que lo único que podía sacudir ese estado de cosas que planteaba Vernal en el Vol.1 era la confrontación directa entre Yugurta y el Imperio Romano… cosa que sucede, pero de modo intermitente, con escaramuzas, más que con una guerra posta. En el medio, en el tira y afloje entre el orgulloso príncipe númida y los corruptos senadores romanos, la trama se hace protocolar, muy conversada al pedo. Ojo, me parece loable que en una historieta juvenil el guionista se juegue a explicar el “lado B” de los conflictos bélicos, la trama de ambición, poder y codicia que casi no deja espacio para la epopeya. El tema es que no lo hace con la fluidez ni con la pericia que la situación (a mi juicio) requería.
Así que me sorprendí “pidiendo la hora” varias veces. Me quedo con el Vol.1, como testimonio de lo más cercano que encontré a un “Year One” del maestro Hermann, y si bien acá el dibujo está un poquito mejor, no me resultó una lectura para nada imprescindible ni algo que se deba recomendar enfáticamente a los fans del maestro belga que siguen este blog.
Me vengo a Argentina, año 1989, porque felizmente conseguí el libro que más me calentaba de los que me faltan de la colección de Grandes Humoristas Argentinos que publicó Hyspamérica en aquellos días hiperinflacionarios. “No le veo la gracia” recopila una enorme cantidad de chistes de una sola viñeta y unas poquitas historietas de una sola página del maestro Manuel Peirotti, más conocido como Peiró.
A diferencia de otros libros de esta colección en la que se agrupaba material de distintas épocas, que nos permitían ver distintos estadíos en la evolución del autor, el de Peiró ofrece un contenido muy, muy homogéneo. No hay un solo chiste que te haga suponer “esto es mucho más antiguo que el resto, esto es de los inicios de la carrera de Peiró”, o cosas por el estilo. Si te dicen que Peiró dibujó todos estos chistes en el mismo año, te lo creés, tranquilo. Obviamente no es así: el material está realizado a lo largo de (aventuro yo) toda la década del ´80. Pero arranca en un nivel altísimo y se mantiene así, durante todo el libro.
Son casi 160 páginas, algunas con un solo chiste, otras con cuatro chistes, o sea que la cantidad de gags es brutal. Y la efectividad, altísima. Me reí fuerte muchas veces. Lógicamente, algunos chistes hoy atrasan un poco (por ejemplo, los del cuarentón pusilánime que la juega de pirata para “escaparle” o para burlar a una esposa gigantesca y con cara de déspota, ya quedaron muy atrás), pero no son muchos. Tampoco hay una gran cantidad de chistes anclados a una coyuntura que hoy no se entienda: en general casi todos los temas de los que se reía Peiró en los ´80 hoy siguen bastante vigentes (para bien y para mal). Y donde mejores resultados obtiene el cordobés es en el humor negro, macabro, filoso, con exquisita mala leche. Esos chistes, y los que juegan a extremar por medio del grotesco las miserias económicas y morales de los argentinos, me causaron mucha gracia.
Por supuesto que aunque no me hubiese reído nunca en todo el libro, igual lo recomendaría, por la calidad desorbitada de los dibujos. Peiró es un dibujante perfecto, dueño de un trazo preciso, personal, brillante, que le permite descollar tanto en el humor gráfico como en historietas de corte más dramático. Su manejo de las manchas, las arrugas de la ropa, los detalles que observa y reproduce, las expresiones de las caras, el trabajo en fondos y objetos… todo está muy por encima de la media de los típicos cuadritos que cuentan un chiste en una única viñeta. Si tenés Córdoba Blues (y si no, compralo hoy mismo), ya tenés la mitad más aventurera del Peiró más grosso, que fue el de los ´80. Y con No le veo la gracia, completarías la otra mitad, la mitad más volcada al humor. No te digo que cierro ahí, porque faltan recopilar varias historietas humorísticas realizadas por el ídolo en los ´80. Pero con estos dos libros, me armé un combo devastador.
Nada más, por hoy. Será hasta el finde que viene. Gracias por el aguante.
jueves, 13 de diciembre de 2018
JUEVES CON TORMENTA
El clima en Buenos Aires
está espantoso, y seguramente mejorará a partir del sábado, cuando yo esté en
Catamarca, en Colossus Com, el último evento lejos de Capital al que voy a
asistir este año. Pero vamos a las lecturas recientes.
Allá por el 14/09/14, me
tocó leer un recopilatorio de historias cortas del maestro Peiró. Recomiendo
repasar esa reseña, en la que yo me quedaba con ganas de tener un libro más
voluminoso, que reuniera todas, o la mayor cantidad posible, de aquellas breves
gemas con las que el autor cordobés nos deleitara sobre todo en la década de
los ´80. Bueno, ese libro finalmente cobró forma y se llama Córdoba Blues.
Además de las ya comentadas Historia de Ana, El Chino y la Rusa, Dos Pájaros,
El “Cueros”, Historia de Amor y Río, Piloto, Gracias Señor Nuys, Militancia,
Ringside y la historia que da título a este libro, Córdoba Blues incluye 12
historietas más donde, una vez más, vemos un nivel de dibujo fuera de escala,
guiones no del todo parejos y de vez en cuando algún titubeo en la narrativa.
Creo que de las 12
historias que no estaban en Tinta Mortal, la que más me gustó fue Señuelo. Y la
que menos, Mate Cosido (escrita por Sergio Almendro) porque cuenta en 12
páginas una historia que daba tranquilamente para 20 y fuerza a Peiró a meter
muchas viñetas por página, a veces muy cargadas de texto. Y me gustaron
bastante las historietas en las que Peiró se vuelca (con distinto grado de
disimulo) a la sátira política, a brindar un testimonio desde una óptica
farsesca de lo que sucedía allá por 1983, cuando la dictadura se acercaba a su
fin y la política volvía a ocupar un lugar central en la agenda de los
argentinos. La Gran Carrera y Opera son las más explícitas (de hecho en la
segunda aparecen levemente caricaturizados Alfonsín, Luder y Lorenzo Miguel,
entre otros); Carnaval (la historieta mejor dibujada del tomo) revela la
adhesión de Peiró a la infausta “teoría de los dos demonios” y a otras
posiciones afines a la Unión Cínica Radical; y la menos salpicada por la
coyuntura, Sensibilidad, es un chiste largo, de un humor negro, corrosivo y muy
eficaz.
Ni hace falta decir que el
combo global, con las 21 historietas, resulta irresistible para cualquiera que
sueñe con armarse una buena biblioteca de historieta argentina. Si ya tenías
Tinta Mortal, regalalo o tiralo a la mierda. Porque seguro que si lo leíste te
hiciste fan de Peiró y quedaste pidiendo más a los alaridos. Y Córdoba Blues te
da esa dosis extra de esa gloria gráfica llamada Peiró, encima con una calidad
de edición ampliamente superior.
Salto a España, donde en
2015 se publica el Vol.51 de Spirou y Fantasio, un álbum de 2010 titulado La
Amenaza de los Zorketes. Acá ya tenemos al frente de la icónica serie a la
dupla integrada por Fabien Vehlmann y Yoann, que la habían roto en aquel álbum
no canónico que vimos allá por el 06/08/15. Guarda: acá Yoann baja un cambio,
se ajusta un poco más al estilo de André Franquin y mete menos rasgos
“exógenos” a la estética clásica de Spirou. Lo bueno es que le queda perfecto,
todo se ve como una versión fresca y moderna de un comic de Franquin, con esa
expresividad, ese dinamismo, ese vértigo, y la paleta del inmenso Hubert
apuntalando al dibujante con originalidad y jerarquía.
El guión de Vehlmann
también me remitió en el acto a las aventuras de la gloriosa etapa de Franquin,
con un enroscado plan del siempre impredecible Zorglub que afecta a toda la
localidad de Champignac y obliga a nuestros héroes a afilar su ingenio y su
bravura a límites insospechados. Básicamente, Vehlmann nos cuenta una de
zombies, pero muy bien disfrazada para que no desentone en este universo
festivo, colorido y apto para todo público. Y saca mucho provecho de la
historia previa de los personajes, con guiños (no siempre sutiles) a cosas que
vimos en álbumes de décadas y autores anteriores.
La Amenaza de los Zorketes
es un álbum literalmente ATR, en el que el relato agarra desde temprano una
velocidad frenética, sin descuidar el humor y el desarrollo de personajes. Un
delirio fascinante, trepidante y lleno de momentos de alto impacto visual, que
además deja abiertas un montón de puntas argumentales para resolver en el
Vol.52, al cual prometo entrarle muy pronto.
Si estás por Catamarca o
aledaños, acercate a Colossus Com durante el finde, y si no, bancá que el
martes estoy de nuevo por acá, casi seguro con material leído y listo para ser
reseñado.
Etiquetas:
Fabien Vehlmann,
Peiró,
Spirou y Fantasio,
Yoann
domingo, 14 de septiembre de 2014
14/09: TINTA MORTAL
Este libro se parece al de ayer en su planteo básico: recuperar historias cortas de los ´80 de un historietista de la mega-San Puta, pero con poca producción. Con dos diferencias fundamentales: 1) el criterio bastante discutible de limitar este librito a 96 páginas hizo que se quedaran afuera varias historias de Peiró de esta misma época y 2) no lo podemos poner en la biblioteca al lado de las novelas gráficas, álbumes o “historias largas” de Peiró, porque Peiró no tiene historias largas. Sólo estos breves relatos, muchísimas tiras diarias y muchísimos chistes de una sóla viñeta. En eso, Peiró se parece bastante a Crist: es un historietista prodigioso, un dibujante de altísimo impacto, con un trazo personalísimo, una identidad avasallante, y poco volumen en materia de narrativa secuencial. Por eso hubiese estado buenísimo (y no habría sido tan complicado) compilar en un único tomo TODAS las historietas cortas de este monstruo cordobés, al que el prólogo del maestro (ni hace falta nombrarlo) define acertadamente como “ uno de los secretos mejor guardados de la historia grande de la historieta argentina”.
Si hablamos de Peiró hablamos de personajes recontra-expresivos, de expresiones faciales zarpadas, de un grado de detalle imposible en autos, armas, fondos, vestimenta, peinados y rostros. Hablamos de un claroscuro fuerte, perfectamente condimentado con millones de rayitas microscópicas logradas con un plumín tan minucioso e incisivo que bien podría ser un escalpelo. En la construcción de la secuencia, Peiró tiene (o tenía en los ´80) algunos momentos de zozobra, de inconsistencias en el fluir del relato, y algunos momentos de gloria memorables como el de la anteúltima página de Historia de Ana, donde se ve la mano de un gran narrador visual. Pero veamos qué onda los guiones…
El primero, Córdoba Blues, gambetea bien el obstáculo de la escasa extensión con el recurso de la anécdota (casi el chiste largo), centrada en un personaje muy bien delineado. La segunda historia, Dos Pájaros, transita sin sobresaltos una fórmula muy utilizada en cientos de relatos, y si bien no sorprende por su originalidad, logra ponerte nervioso por la intensidad, la crueldad y el voltaje erótico de casi todas las escenas. Seguimos con El Cuero, donde Peiró se zarpa con la puesta en página y logra planificaciones majestuosas… que no logran levantar un guión flojo, pensado como excusa (creo yo) para que el cordobés dibujara tres o cuatro cosas que tenía ganas de dibujar.
Historia de Amor y Río es una historia compacta, muy jugada al impacto visual de la machaca, que bien podría integrarse a una obra más larga, como una peripecia más en una aventura más compleja. Historia de Ana es otra historia tremenda, pasional, descontrolada, trágica, y con un final perfecto. Una cátedra en 9 páginas. La breve El Chino y la Rusa trabaja con el recurso de narrar en paralelo dos secuencias que transcurren en tiempos distintos. Hay que ser muy bueno para que te salga un truco así y a Peiró le sale fenómeno. La historia más larga, Gracias Señor Nuys, tiene 12 páginas y abre con una viñeta que me recordó mucho a Enki Bilal. Es una historia muy atrapante, donde es obvio que se va a resolver todo recién en la última viñeta, y la resolución es irónica e impredecible.
Militancia parte de una idea muy buena, pero el desarrollo no está a la altura. Cuando Peiró muestra su juego, cuando pega el zarpazo, faltan tres viñetas para el final y el volantazo es tan potente que pareciera que las ocho páginas anteriores fueron… nada, una excusa para estirar. Vamos con la desopilante Piloto, gran historieta de humor negro al borde del delirio, también con una vuelta de tuerca zarpada al final, que funciona maravillosamente bien porque Peiró nunca se tomó en serio lo que nos estaba contando. Y terminamos con otra joyita de la sordidez, la mala leche y la ironía: la tensa, la caliente, la grotesca, la shockeante Ringside. Papa muy fina.
Y sí, es una mierda que hayan quedado afuera historietas tan buenas como estas, pero lo que hay es de un nivel interesantísimo. Y por supuesto hay que agradecer a full la posibilidad de tener en libro (y no en antologías de hace 30 años) estos laburazos de una bessstia del Noveno Arte como es Peiró. Ojalá el capo cordobés vuelva en algún momento a producir material con esta onda.
Si hablamos de Peiró hablamos de personajes recontra-expresivos, de expresiones faciales zarpadas, de un grado de detalle imposible en autos, armas, fondos, vestimenta, peinados y rostros. Hablamos de un claroscuro fuerte, perfectamente condimentado con millones de rayitas microscópicas logradas con un plumín tan minucioso e incisivo que bien podría ser un escalpelo. En la construcción de la secuencia, Peiró tiene (o tenía en los ´80) algunos momentos de zozobra, de inconsistencias en el fluir del relato, y algunos momentos de gloria memorables como el de la anteúltima página de Historia de Ana, donde se ve la mano de un gran narrador visual. Pero veamos qué onda los guiones…
El primero, Córdoba Blues, gambetea bien el obstáculo de la escasa extensión con el recurso de la anécdota (casi el chiste largo), centrada en un personaje muy bien delineado. La segunda historia, Dos Pájaros, transita sin sobresaltos una fórmula muy utilizada en cientos de relatos, y si bien no sorprende por su originalidad, logra ponerte nervioso por la intensidad, la crueldad y el voltaje erótico de casi todas las escenas. Seguimos con El Cuero, donde Peiró se zarpa con la puesta en página y logra planificaciones majestuosas… que no logran levantar un guión flojo, pensado como excusa (creo yo) para que el cordobés dibujara tres o cuatro cosas que tenía ganas de dibujar.
Historia de Amor y Río es una historia compacta, muy jugada al impacto visual de la machaca, que bien podría integrarse a una obra más larga, como una peripecia más en una aventura más compleja. Historia de Ana es otra historia tremenda, pasional, descontrolada, trágica, y con un final perfecto. Una cátedra en 9 páginas. La breve El Chino y la Rusa trabaja con el recurso de narrar en paralelo dos secuencias que transcurren en tiempos distintos. Hay que ser muy bueno para que te salga un truco así y a Peiró le sale fenómeno. La historia más larga, Gracias Señor Nuys, tiene 12 páginas y abre con una viñeta que me recordó mucho a Enki Bilal. Es una historia muy atrapante, donde es obvio que se va a resolver todo recién en la última viñeta, y la resolución es irónica e impredecible.
Militancia parte de una idea muy buena, pero el desarrollo no está a la altura. Cuando Peiró muestra su juego, cuando pega el zarpazo, faltan tres viñetas para el final y el volantazo es tan potente que pareciera que las ocho páginas anteriores fueron… nada, una excusa para estirar. Vamos con la desopilante Piloto, gran historieta de humor negro al borde del delirio, también con una vuelta de tuerca zarpada al final, que funciona maravillosamente bien porque Peiró nunca se tomó en serio lo que nos estaba contando. Y terminamos con otra joyita de la sordidez, la mala leche y la ironía: la tensa, la caliente, la grotesca, la shockeante Ringside. Papa muy fina.
Y sí, es una mierda que hayan quedado afuera historietas tan buenas como estas, pero lo que hay es de un nivel interesantísimo. Y por supuesto hay que agradecer a full la posibilidad de tener en libro (y no en antologías de hace 30 años) estos laburazos de una bessstia del Noveno Arte como es Peiró. Ojalá el capo cordobés vuelva en algún momento a producir material con esta onda.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
03/ 11: PRIMER MUNDO
Este es el horrendo juego de Qué Grosso vs. Qué Garcha. A ver…
Qué Grosso que se edite un libro de Peiró, un prócer absoluto, uno de los mejores dibujantes argentinos de todos los tiempos, un monstruo asesino de infinito talento injustamente desconocido por la gran masa del pueblo comiquero, pero con más de 35 años de inmejorable calidad a sus espaldas.
Qué Garcha que el libro lo haya tenido que editar él mismo, porque las editoriales no le dan pelota.
Qué Garcha que en vez de sus alucinantes historias cortas para Fierro o Heavy Metal se hayan recopilado tiras y chistes que hace el ídolo para un diario cordobés.
Qué Grosso ver a Peiró a color! Desde la época de Hortensia uno lo asociaba al blanco y negro, pero a color es un zarrrrpado, demasiado bueno para ser real.
Qué Grossos son lo chistes de una sóla viñeta (en blanco, negro y grises) con los que abre el libro. Algunos me arrancaron carcajadas.
Qué Garcha que es la tira Primer Mundo, que ocupa casi todo el tomo. O en realidad no es una garcha, pero sí algo que funciona mal a varios niveles. Por un lado, es una tira de humor radial. Casi ninguno de los gags necesita ser dibujado. Ni por un genio como Peiró ni por un humorista gráfico más limitado (ponele Sendra, por decir algo). Típico chiste de los protagonizados por el amargo jubilado Don Cosme:
Un tipo: La escacez de monedas que hay hace que sea difícil darle vuelto al comprador, Don Cosme…
Don Cosme: Lo que son las cosas, m´hijo… En mi caso, con la falta de billetes, se me hace difícil pagarle al vendedor.
El chiste está bueno, pero ¿hace falta dibujarlo? No. ¿Hace falta desarrollarlo en una secuencia de tres viñetas? Tampoco. Sendra o Rudy y Daniel Paz podrían plasmar el mismo chiste en un sólo dibujo, con sólo acomodar bien los globitos de diálogo.
Peiró está conciente de que sus chistes son difíciles de convertir en secuencia de viñetas. Por eso casi siempre pela este artificio: La primera viñeta muestra un primer plano de Don Cosme y su interlocutor, la tercera casi siempre es un primer plano de Don Cosme solo, muchas veces de espaldas al lector. Y el cuadro del medio es una orgía: nos muestra de lejos un vehículo viejo y destartalado (puede ser un auto, un flete, un bondi, una moto, una bici, un jeep) que pega un salto porque agarra un pozo, un bache, o una loma de burro. En el sacudón saltan partes del vehículo (bulones, resortes, cachos de paragolpes) y la gente que va a bordo, generalmente tipos con pinta de crotos, a veces acompañados de señoras (gordas) y/o animales, mientras un perro corre y ladra junto al vehículo.
Esas viñetas tienen un laburo impresionante (de observación, de representación y de efecto cómico) y cada una merece ser un poster. Pero no, son apenas la viñeta del medio de una secuencia de tres, secuencia a la que rompen por completo, porque en estos dibujos no vemos ni a Don Cosme ni a ninguno de los personajes de la tira. Y además se ven invadidas por cachitos del texto, al que Peiró deshilacha entre los tres cuadros, cuando –ya lo dijimos- podría entrar todo en uno.
Después podemos discutir acerca de cómo la tira trata los temas políticos y sociales (abundan los palos a Menem, que de hecho protagoniza varias tiras alucinantes, se encara con desesperanza y angustia la crisis de 2001-2002 y se mira con desconfianza la gestión de Kirchner y de Cristina y a la política en general), y por supuesto lamentaremos el fuerte anclaje de la misma con momentos y coyunturas que –a la hora de leer el libro- nos resultan un poco lejanas en el tiempo, y a los que no vivimos en Córdoba, también en el espacio, porque muchos chistes hacen referencia a intendentes y gobernadores a los que conocemos apenas de nombre.
Pero lo fundamental, lo que más tira para atrás, es ver a un capo de la narrativa, a un dibujante sublime y salvaje, metido en algo tan munícipe, rutinario e innecesario como dibujar humor radial. Peiró encuentra espacios para la trangresión y sorprende con dibujos monstruosos (esas naves espaciales!), pero en un contexto en el que desaprovecha por completo su inmensa jerarquía como historietista. Un reencuentro agridulce con un ídolo de la infancia y la adolescencia al que hacía rato que le había perdido el rastro…
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