Mirá este elenco de autores: Peter David, Paul Dini, Kyle Baker, John Byrne, Walt Simonson, Bill Sienkiewicz, Matt Wagner, Chris Sprouse, David Lapham, John Paul Leon, Colin Wilson, Stan Sakai... Darwyn Cooke en las portadas... y podría seguir, eh? ¿A qué iba? Ah, sí: ves este elenco de artistas y te tirás de cabeza, mal. Ahí hay más asesinos seriales que en aquella convención que imaginó Neil Gaiman para un arco de Sandman. Y todos trabajan sobre Rocketeer, un personaje con pocas historietas realizadas por su autor (el muy querido y tempranamente fallecido Dave Stevens) pero de innegable atractivo, tanto por su ambientación, como por su impronta visual y la de su co-protagonista, la bomba vintage Betty Page. Sin embargo, una vez que entrás a recorrer la antología, te gana la sensación de que este equipazo está yendo para atrás, de que nadie pone acá los mismos huevos que en otros trabajos suyos, como si la onda fuera cumplir con el encargo del coordinador (el respetadísimo Scott Dunbier) y sacárselo de encima rapidito. Por supuesto, con algunas excepciones. Veamos qué sale del repaso puntual de las historietas de ocho páginas que integran el libro.
Arranca Marc Guggenheim con una historia linda, emotiva, basada en el dilema de qué es ser un héroe. Lo acompaña el virtuoso Sandy Plunkett, en un estilo perfectamente clonado del de Dave Stevens, realmente hermoso. La segunda también está de buena para arriba: el Gordo David y Bill “Dios” Sienkiewicz proponen reversionar al Rocketeer en clave de Looney Tunes y sale The Ducketeer, un homenaje zarpado y desopilante a ambas cosas: los cortos animados de la Warner y el personaje de Stevens. La de Stan Sakai es una aventurita muy menor, que se salva por el guiño geek del final, cuando el autor nos “sugiere” que los sucesos que nos narra transcurren en Smallville, en la granja de Ma y Pa Kent. Nada, un chiste largo.
La siguiente la escribe Tom Taylor y es otra aventura menor, contra nazis genéricos, sin gusto a nada. El dibujo del ídolo neozelandés Colin Wilson es el único atractivo. Todo empeora de la mano de Paul Dini y Bill Morrison, que proponen otra peripecia menor en clave de comedia, poco graciosa y con un dibujo por debajo del promedio. Walt Simonson escribe otra historia chiquita, de escasa trascendencia, con un par de diálogos lindos, afilados. Dibuja el glorioso John Paul Leon, pero sin dejar la vida, tranquilo.
Dave Lapham le escapa a la aventura para contar una breve slice of life en la que prima el tono romántico. Un embole, bah. Y Chris Sprouse la dibuja también con menos onda que la que le vemos en otras obras. La de Kyle Baker es otra anécdota cuasi-pavota, que se salva por la mala leche de algunos diálogos y por supuesto por el dibujo, que es monumental. Acá tenemos a un grosso que deja la vida, sin mezquinar absolutamente nada. Matt Wagner imagina un mundo futuro en el que Rocketeer fue un ícono fundamental de la cultura, en una no-historia aburrida, sosa, sin conflicto y sin emoción. Dibuja con muchísimas pilas Eric Canete.
El maestro Simonson reaparece, ahora como dibujante de la historia escrita por su esposa Louise. El guión es malísimo y el dibujo está lejos del mejor nivel del prócer. La de David Mandel es una bizarreada sin pies ni cabeza, bien dibujada pero completamente innecesaria. Y cierra otro mito viviente, el gran John Byrne, que deja la vida en cada viñeta y plantea un argumento atractivo, con tensión y emociones, pero bastante apoyado en una coincidencia medio inverosímil.
Después hay unos pin-ups hermosos, una biografía de Dave Stevens, y no mucho más. El balance no es desolador ni mucho menos. Pero al lado de lo que uno espera cuando lo ametrallan con esa lista de autores, la verdad es que este libro te deja con gusto a poco. Si sos MUY fan del Rocketeer, supongo que ya lo tenés. Y si sos completista A MUERTE y querés tener TODAS las historietas de Baker, Sienkiewicz o algún otro ídolo absoluto de los que mojan en la antología, recomiendo buscar la revistita en la que aparecen las 8 páginas de tu autor fetiche, para no fumarte todo el libro.
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jueves, 5 de diciembre de 2013
miércoles, 12 de junio de 2013
12/ 06: ROCKETEER ADVENTURES Vol.1
Hacía bastante que no me tocaba una antología, no? Y muchísimo que no le entraba a un comic yanki de los últimos años.
Esta antología de 2011 está muy buena. A los cráneos de IDW se les ocurrió relanzar a Rocketeer, la serie que creara el finado Dave Stevens allá por 1981 y que explotara muy poquito, más allá de que tuvo un largometraje bancado por Disney. Sin Stevens de por medio, la mejor opción resultó una antología, con historias cortas (ocho páginas) a cargo de grandes luminarias del mainstream actual, con portadas de Alex Ross y toda la fanfarria. Veamos cómo les fue.
Arranca un muy inspirado John Cassaday que escribe y dibuja tan pegado al estilo de Stevens (capo absoluto de la línea clásica y elegante) que hay que mirar varias veces los créditos para no creer que es el maestro que volvió del más allá. Excelente trabajo del “Facha”, aunque no se luzca su impronta personal. Michael Allred, en cambio, le pone todas las fichas a su impronta personal, siempre fresca y atractiva. Lástima el guión, que no aporta nada, a pesar de estar muy imbricado (con perdón de la palabra) a la segunda saga grossa de Stevens, Cliff´s New York Adventure. Al maestro Kurt Busiek le toca bailar con la más linda: en su historieta (bellísimamente dibujada por Michael Kaluta), casi no aparece Rocketeer y todo se basa en su novia, la sensual y aguerrida Betty. Por ahí no es una joya, pero está muy bien escrita y dibujada.
La historia que más me gustó, la que por temática, ejecución y subtextos más arrima al calificativo de “joya” es la de Mark Waid y Chris Weston (otro que oculta su impronta para “disfrazarse” de Dave Stevens). Son ocho paginitas, nada más, que a Waid le alcanzan para contar una linda historia y para bajar línea acerca de “el pecado original”, es decir, el empome sistemático de las editoriales a los chicos que crearon a los superhéroes más grossos allá por fines de los años ´30. La de Darwyn Cooke es la única de 7 páginas y el guión es muy menor. De todos modos, al estar tan bien dibujada, no importa un carajo el guión. Importa la magia gráfica del canadiense, que levanta un vuelo alucinante. El ignoto Lowell Francis firma un guión lindo, intenso, con jueguitos entre texto e imagen que remiten a Alan Moore. Lo acompaña el siempre grosso Gene Ha, con muchas pilas y más fondos que de costumbre.
Otra que se sube al podio es la de Ryan Sook (¿lo tenías como guionista?), una aventura chiquita, sencilla, muy redonda y muy emotiva, con magníficos dibujos. Joe Lansdale y Bruce Timm no ofrecen una historieta, sino un cuento ilustrado. No me interesó como para leerlo, me colgué con los fastuosos dibujos de Timm. Otro guionista ignoto, Jonathan Ross, firma un guión digno, entretenido, al que el gran Tommy Lee Edwards no le encuentra la vuelta. Pareciera requerir más de 8 páginas... no sé bien por qué se entorpece el relato con el correr de las viñetas... Lo cierto es que no funciona como debería.
Dave Gibbons y Scott Hampton forman dupla para otra historia chiquita y linda, sin mayores pretensiones y sin mayor trascendencia, tampoco, más allá de la solvencia de ambos próceres. El guión de Joe Pruett es el más zarpado, el más al límite, el que nos cuenta en poquísimas páginas una secuencia que bien podría haber sido el climax de una saga grossa de Rocketeer. Lo acompaña un Tony Harris excelente, que abandona el vicio de meter fotos a mansalva y dibuja en un estilo muy orgánico, casi al filo de la caricatura, muy hermoso y con una narrativa infalible. Y cierra una dupla de grossos sub-valorados, John Arcudi y Brendan McCarthy, con otra historia que daba para mucho más, con un peligro heavy, una villana que pedía a gritos más desarrollo y una buena idea desaprovechada por la obligación de rematarla en 8 páginas. McCarthy está muy controlado, no pela en ningún momento su estética extrema, al filo del delirio, y aún así, tirándose a menos, demuestra su insoslayable talento como dibujante y narrador.
El promedio da muy alto, el reencuentro con Cliff Secord, su novia, su perro y su amigo Peevy fue muy grato, la edición es majestuosa y el problema es uno sólo: los precios que le pone IDW a sus lujosas publicaciones. Si lo ves a un precio accesible (como me pasó a mí), no lo dudes. Si no, que la sigan chupando.
Esta antología de 2011 está muy buena. A los cráneos de IDW se les ocurrió relanzar a Rocketeer, la serie que creara el finado Dave Stevens allá por 1981 y que explotara muy poquito, más allá de que tuvo un largometraje bancado por Disney. Sin Stevens de por medio, la mejor opción resultó una antología, con historias cortas (ocho páginas) a cargo de grandes luminarias del mainstream actual, con portadas de Alex Ross y toda la fanfarria. Veamos cómo les fue.
Arranca un muy inspirado John Cassaday que escribe y dibuja tan pegado al estilo de Stevens (capo absoluto de la línea clásica y elegante) que hay que mirar varias veces los créditos para no creer que es el maestro que volvió del más allá. Excelente trabajo del “Facha”, aunque no se luzca su impronta personal. Michael Allred, en cambio, le pone todas las fichas a su impronta personal, siempre fresca y atractiva. Lástima el guión, que no aporta nada, a pesar de estar muy imbricado (con perdón de la palabra) a la segunda saga grossa de Stevens, Cliff´s New York Adventure. Al maestro Kurt Busiek le toca bailar con la más linda: en su historieta (bellísimamente dibujada por Michael Kaluta), casi no aparece Rocketeer y todo se basa en su novia, la sensual y aguerrida Betty. Por ahí no es una joya, pero está muy bien escrita y dibujada.
La historia que más me gustó, la que por temática, ejecución y subtextos más arrima al calificativo de “joya” es la de Mark Waid y Chris Weston (otro que oculta su impronta para “disfrazarse” de Dave Stevens). Son ocho paginitas, nada más, que a Waid le alcanzan para contar una linda historia y para bajar línea acerca de “el pecado original”, es decir, el empome sistemático de las editoriales a los chicos que crearon a los superhéroes más grossos allá por fines de los años ´30. La de Darwyn Cooke es la única de 7 páginas y el guión es muy menor. De todos modos, al estar tan bien dibujada, no importa un carajo el guión. Importa la magia gráfica del canadiense, que levanta un vuelo alucinante. El ignoto Lowell Francis firma un guión lindo, intenso, con jueguitos entre texto e imagen que remiten a Alan Moore. Lo acompaña el siempre grosso Gene Ha, con muchas pilas y más fondos que de costumbre.
Otra que se sube al podio es la de Ryan Sook (¿lo tenías como guionista?), una aventura chiquita, sencilla, muy redonda y muy emotiva, con magníficos dibujos. Joe Lansdale y Bruce Timm no ofrecen una historieta, sino un cuento ilustrado. No me interesó como para leerlo, me colgué con los fastuosos dibujos de Timm. Otro guionista ignoto, Jonathan Ross, firma un guión digno, entretenido, al que el gran Tommy Lee Edwards no le encuentra la vuelta. Pareciera requerir más de 8 páginas... no sé bien por qué se entorpece el relato con el correr de las viñetas... Lo cierto es que no funciona como debería.
Dave Gibbons y Scott Hampton forman dupla para otra historia chiquita y linda, sin mayores pretensiones y sin mayor trascendencia, tampoco, más allá de la solvencia de ambos próceres. El guión de Joe Pruett es el más zarpado, el más al límite, el que nos cuenta en poquísimas páginas una secuencia que bien podría haber sido el climax de una saga grossa de Rocketeer. Lo acompaña un Tony Harris excelente, que abandona el vicio de meter fotos a mansalva y dibuja en un estilo muy orgánico, casi al filo de la caricatura, muy hermoso y con una narrativa infalible. Y cierra una dupla de grossos sub-valorados, John Arcudi y Brendan McCarthy, con otra historia que daba para mucho más, con un peligro heavy, una villana que pedía a gritos más desarrollo y una buena idea desaprovechada por la obligación de rematarla en 8 páginas. McCarthy está muy controlado, no pela en ningún momento su estética extrema, al filo del delirio, y aún así, tirándose a menos, demuestra su insoslayable talento como dibujante y narrador.
El promedio da muy alto, el reencuentro con Cliff Secord, su novia, su perro y su amigo Peevy fue muy grato, la edición es majestuosa y el problema es uno sólo: los precios que le pone IDW a sus lujosas publicaciones. Si lo ves a un precio accesible (como me pasó a mí), no lo dudes. Si no, que la sigan chupando.
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