el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 3 de mayo de 2019

THE SANDMAN: OVERTURE

Uno de los momentos más álgidos en la larga historia de este blog fue aquel final de 2015 en el que reseñé los 10 tomos de The Sandman, a razón de uno por día durante 10 días consecutivos. Un poco por eso le dedico a Overture una reseña para ella sola, sin mezclarla con el otro librito que estuve leyendo en estos días.
Para empezar, se trata de un libro de 224 páginas en el que sólo 156 son de historieta. El resto es un interminable compendio de carátulas, prólogos, entrevistas a los autores, bocetos, portadas alternativas, el letrista y el colorista que te explican el backstage de sus respectivos trabajos… Todo el relleno imaginable, está en esta edición. Algunas de estas cositas están buenísimas, para qué engañarnos. Y entiendo que me tenés que justificar un PVP de u$ 20, en parte para que Overture cueste lo mismo que los 10 TPBs de la saga original. Pero 68 páginas de relleno es un abuso, en serio.
Y eso no es lo más grave. Lo que más ruido me hizo es que la esencia de la historia, el núcleo de la trama, el momento en el que realmente Morpheus enfrenta el conflicto en cuestión y avanza hacia su resolución, está condensado en menos de 45 páginas, ubicadas al final de la obra. Hasta llegar a ese punto, Neil Gaiman nos pasea por un montón de situaciones menores, establece conflictos más chiquitos, desgasta un poco a Morpheus al ponerlo (por primera vez en mucho tiempo) en una especie de peligro de muy difícil solución… pero pasadita la mitad del quinto episodio desactiva el peligro y Dream, baqueteado y todo, entra a la recta final de la historia. Una recta final espectacular, redondísima… que hace bastante intrascendente todo lo que habíamos leído hasta ese punto.
¿Qué hay de atractivo en toda esa extensa franela previa? Primero, lo que ya mencioné: creíamos que nunca iba a aparecer una amenaza que obligara a Morpheus a pelar sus poderes a pleno para combatirla, pero Gaiman nos cerró el orto. La amenaza apareció y es la que anima en buena medida todo el tramo “tranqui” de Overture. También vemos al padre y la madre de Dream, y la interacción de ambos con el orgulloso y taciturno Rey del Sueño. Vemos también a todos los Endless (y al Corinthian, y a Lucien, y a Merv, y a varios personajes más), pero están básicamente al pedo. Quizás lo más atractivo sea la gran cantidad de guiños que tira Overture al que ya sabe lo que va a pasar después. La saga termina (y esto no es un spoiler) con Dream capturado en el sótano de Roderick Burguess (a quien Gaiman no nombra en esta obra), o sea que es como un Vol.0 de Sandman, que tiene mucho más sentido si se lee DESPUES de los Vol.1-10 y de Endless Nights. Gaiman juega  mucho con eso, con sembrar pistas de plots o secuencias que “luego” veremos en Preludes & Nocturnes, The Doll´s House, Season of Mists… y el lector que ya sabe todo lo que va a pasar las disfruta a full. Y bueno, obviamente hay parábolas, historias dentro de la historia que los personajes se cuentan unos a otros, diálogos magníficos y bloques de texto de alto vuelo, en los que se ve con claridad que no estamos ante el típico escritor de comic-books que saca con fritas tres o cuatro series mensuales todos los putos meses hasta que se le rostizan las neuronas.
¿Y por qué está bueno que Overture dure casi 100 páginas más de lo que podría haber durado si Gaiman fuera al grano y no descomprimiera brutalmente el relato? Porque todas esas páginas las dibuja J.H. Williams, en el que sin dudas es el mejor trabajo de su deslumbrante carrera. Acá el ídolo no sólo cambia todo el tiempo de grilla: también cambia el grafismo. Tiene secuencias en las que parece Frank Quitely, en otras parece P. Craig Russell, en otras el dibujo animado de Yellow Submarine, en otras Moebius, en otras Alex Ross, por momentos parece un ilustrador de fantasía medieval, sobre el final tira un homenaje hermoso a Sam Kieth y Kelley Jones, aparecen personajes que parecen diseñados por Jack Kirby, otros que parecen inspirados en historietas de la 2000 A.D. o la Métal Hurlant… un desconche visual como pocas veces se vio en el Noveno Arte. Y encima de todas estas referencias, guiños, homenajes y/o choreos, está el estilo del propio J.H. Williams, que se complementa perfecto con los colores de Dave Stewart y que alcanza un nivel imposible, pensado para devastar sistemas solares enteros.
The Sandman: Overture tiene aventura a escala sideral, fantasía, introspección, incluso ciencia-ficción (que es algo que Gaiman hace poco), algún toque mínimo de comedia, infinito fan service para el lector de la saga clásica, momentos en los que la estructura del relato parece medio un western, o un policial, por momentos el drama familiar amenaza con comerse a la trama, por momentos decís “metele pata, que me duermo”, por momentos el ritmo se vuelve casi frenético y te lleva puesto… Claramente es un comic raro, dentro de la cosmogonía de Sandman y dentro de la obra de Gaiman, en general. Pero no huele a estafa, a “esquilmemos a estos giles con cualquier verdura que quedó ahí, pudriéndose al sol desde 1996 cuando terminó Sandman”. Huele a obra sumamente ambiciosa, muy personal, con mucho amor por Morpheus, su historia y su mundo (y sus fans) y sobre todo con unos dibujos que están más allá de cualquier exégesis, a parsecs de lo que se ve normalmente en los (pocos) comics que publicó Vertigo en estos últimos cinco o seis años. Ya sólo por el laburo de J.H. Williams recontra-vale la pena sumar este broli a tu colección.
Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, acá en el blog.

   

jueves, 17 de diciembre de 2015

17/12: SIGUE LA SANDMANIA

Se me terminaron los 10 tomos del mega-clásico de Neil Gaiman y –lógicamente- me quedaron algunas cositas en el tintero.
1. Qué bestia Dave McKean. Esas portadas son gloriosas y el trabajo, la dedicación y el talento que le puso al diseño de cada uno de los libros es apabullante. Hay un broli que trae todas las portadas, llamado Dust Covers, en el que McKean dibuja una historia breve, llamada The Last Sandman Story. No está buena, no corresponde putear porque no la incluyeron en estos 10 TPBs (aunque sí en los Omnibus). Una pena, porque durante años soñamos con una historieta de Sandman dibujada por McKean.
2. Genio de la vida Todd Klein. Cuando empezó Sandman, Klein ya estaba consagrado como letrista y hasta tenía una chapita “de culto” como guionista. Pero cuando empieza a trabajar en esta serie, pega un salto cualitativo brutal y la rompe como nadie lo había hecho antes en eso de darles tipografías distintas a los diálogos de los distintos personajes y a laburar en serio el diseño de los globos y los bloques de texto. Klein se cansó de ganar premios gracias a su labor en Sandman, y los tiene más que merecidos.
3. Parte del atractivo de Sandman pasa por algo que mencioné poco en las reseñas, que es su inagotable universo de referencias literarias. Gaiman leyó mucha más literatura que el guionista de comics promedio y eso se nota en cosas muy evidentes (el rol de William Shakespeare, la estructura de Worlds´End, clonada de los Canterbury Tales, etc.) y en otras más sutiles. Si tenés amigos fans de la literatura y reacios a leer comics, este es un gran ariete para derribar prejuicios.
4. Matthew el cuervo y Barnabas el perro. Los amo, quiero que les den su propia serie regular. Me pareció fascinante lo que hizo Gaiman con estos dos personajes. Uno más terrenal, más cabeza, el otro más sofisticado, más sarcástico. Pero entre los dos se afanan cada vez que aparecen los mejores diálogos de la serie.
5. Me pareció rarísimo lo que hace Gaiman con Destruction. Es un tipo (ponele) que toma las decisiones contrarias a las de cualquier otro personaje copado de los comics: se caga en la responsabilidad para tener más libertad, y renuncia a un sitial de inmenso poder para sumergirse en el anonimato y que no le rompan las pelotas. Lo más loco es que Gaiman no sólo no lo juzga, sino que parece bancar estas decisiones.
6. Fuera de los tres Endless varones (para mí Desire es mujer), qué mal la pasan en esta serie los varones. Hector Hall termina casi ridiculizado, Hal (el ex de Barbie) resulta ser un pelotudo, Roderick Burgess, Dr. Destiny, Richard Madoc y George (de A Game of You) son villanos irredimibles, Alex Burgess es patético, Cluracan es un hedonista rosquero, Shakespeare sufre mucho más de lo que goza, Orpheus (pobrecito) no pega una… El único que zafa y que por momentos la pasa bien es Hob Gadling.
7. Una de las cosas más lindas que tiene Sandman es que (a diferencia de Watchmen, por ejemplo) abre universo para todos lados. Se te acaban los diez tomos y tenés un montón de opciones más para seguir leyendo historias en la misma línea, con el propio Morpheus, con los otros Endless, con un montón de los personajes secundarios… No todo lo escribe Neil Gaiman y no todo es glorioso, obviamente. Pero de esta saga de 10 tomos salieron por lo menos otras 10 obras MUY interesantes.
8. Imposible mensurar lo que hizo Sandman a los efectos de imponer el concepto de “historieta de autor adentro del mainstream”. Y cuando debilitó (porque “rompió” sería exagerado) sus vínculos con el mainstream, se convirtió en la piedra fundacional nada menos que de Vertigo, el sello que más hizo por inocularle el virus de la historieta de autor a los miles y miles de lectores que hasta ese momento sólo consumían comic-books clásicos de DC o Marvel.
9. En esa época, en los hiper-verduleros ´90s, Sandman fue una trinchera en la que se resistió grosso contra el comic obvio, adocenado y descerebrado. Y sucedió un milagro: de la trinchera (que suele ser un pozo inmundo en el medio de la mugre en el que la gente sangra, vomita, se mea, se caga y una vez muerta se empieza a pudrir) empezaron a brotar flores. La poesía le ganó a la vulgaridad y se impuso como un referente que trascendió a su época, a los géneros en los que incursionó, al formato en el que se publicó e incluso a sus autores, porque seamos sinceros: ¿quién carajo se acuerda hoy de Mike Dringenberg?
10. Gracias a todos por haber puesto a esta saga de posts entre los más leídos de la (ya muy larga) historia del blog. Estos últimos días hemos tenido record de visitas y si bien a mí me chupa un huevo cuánta gente entra a leer el blog, cabe agradecer cuando son tantos. Mañana vuelven las reseñas, ya en el último tramo de la recta final.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

16/12: THE SANDMAN Vol.10

Ultimo tomo de Sandman y la verdad que arrancó muy mal, logró ponerme muy nervioso: 14 páginas de prólogos, carátulas y boludeces hasta llegar al momento en que arranca la historieta. Gimme a fuckin´break.
Los tres episodios centrales de The Wake son un experimento muy raro de Neil Gaiman: una historia sin conflicto. No pasa nada y la trama ni se calienta en crearnos la ilusión de que va a pasar algo. Lo más parecido a una “tensión” es la expectativa del nuevo Dream por conocer a sus hermanos. El resto es un largo adios al protagonista de los nueve TPBs anteriores, donde aparecen (poquísimas escenas cada uno) varios personajes secundarios de los que conocimos a lo largo de la saga. Incluso, antes de apagar la luz e irse a la mierda, Gaiman se acuerda de que Sandman era parte del Universo DC y mete cameos de Superman, Batman, Martian Manhunter y Darkseid. Y de otros personajes místicos de DC más cercanos a Vertigo, claro.
Hay muchas secuencias maravillosas en estos tres episodios sin conflictos, pero yo me quedo con dos: el discurso de Thessaly en el funeral (donde levanta toneladas de chapa) y esa escena en la que Lyta Hall se reencuentra con Daniel, que tiene una fuerza y una emotividad que me sacudieron todo por dentro. Y hablando de chapa, ya venía muy arriba en los tomos anteriores, pero lo que pela en The Wake el querido cuervo Matthew no tiene nombre. Parece un disparate, pero al final es el personaje con el que más identificado me sentí.
Hay algo más bizarro que agregar tres episodios de The Wake a modo de epílogo de lo que sucedió en The Kindly Ones, y es que la propia The Wake tenga su epílogo. En realidad es chamuyo, es una historia post-funeral de Morpheus, en la que el protagonista es otro personaje al que aprendí a amar: Hob Gadling. Acá sí hay un conflicto, chiquito pero conflicto. Y un tono muy distendido, cero solemne, con espacio para chistes finos y guarangos, de enorme efectividad. Por supuesto no hacían falta 22 páginas para desarrollar lo que Gaiman desarrolla en este unitario, pero lo disfruté mucho.
Vamos con un unitario más, el del sabio japonés. La idea está buena, los textos tienen un vuelo poético muy notable, hay pequeñas cositas que hacen impredecible a la trama y el final es fuerte, tiene esa definición muy concreta de por qué pasó lo que pasó: “Everything changes, but nothing is truly lost”. Si durara ocho páginas menos, estaríamos hablando de un punto altísimo en la saga de Sandman.
Y nos queda el último episodio, The Tempest, centrado en la última obra de teatro que escribe William Shakespeare a instancias de Morpheus. La verdad es que, hasta el punto en que ambos se encuentran cara a cara, la historia me interesó poco. Después empieza a levantar y termina muy arriba, con grandes reflexiones acerca de los sueños, las historias, la forma en que el artista trasciende a su época y otros temas que, por su propia profundidad, muy rara vez son tocados en un comic. Son 38 páginas, una bestialidad. Esto mismo en 24, era majestuoso.
The Tempest nos trae de vuelta al virtuoso Charles Vess, que esta vess se colorea a sí mismo, con hermosos resultados. El dibujo se ve muy fluido, muy puesto al servicio del relato, y esos homenajes a Bone me emocionaron y me arrancaron sonrisas. El unitario del sabio japonés está ilustrado por el gran Jon J Muth, en un estilo raro, experimental, trabajando con recursos gráficos que no tienen que ver con su inmenso talento como artista plástico. Y los cuatro episodios de The Wake marcan el regreso de otro que alguna vez jugó de suplente: Michael Zulli. Este es prácticamente otro Zulli. La tecnología le permite entregar los dibujos sin entintar, con un acabado muy firme y a la vez muy generoso en detalles y texturas. Ahí salteamos el paso de los entintadores, que muchas veces tropiezan cuando el dibujante pone tanta línea en cada dibujo. Y la responsabilidad del colorista es enorme, pero me saco el sombrero ante Daniel Vozzo, que evidentemente entendió al toque lo que quería hacer Zulli y lo complementó con sutileza y jerarquía. Me animaría a decir que nunca volvimos a ver a Michael Zulli en este nivel… pero creo que en Seekers into the Mystery volvió a cosechar otra parva de laureles.
Y se acabó la Sandmarathon. Diez días, diez tomos, miles de páginas. Mañana, un epiloguito. Si Gaiman te metió un tomo entero de epílogo, yo también tengo derecho. Felices sueños.

martes, 15 de diciembre de 2015

15/12: THE SANDMAN Vol.9

Ah, The Kindly Ones… qué cosa más linda. Anoche un amigo me decía “The Kindly Ones es el Tetris, donde empiezan a caer todas las fichas y se termina de armar una cosa bien maciza, que cierra por todos lados”. Tengo algo para criticarle a Neil Gaiman (como siempre) y es el ritmo tremendamente lento al que avanza la saga. De hecho, en los primeros ocho episodios pasan poquísimas cosas: la inmensa mayoría es… contemplación, charlas, escenas tranqui, desarrollo de personajes secundarios… Era obvio que acá no había ningún apuro, por eso The Kindly Ones dura 13 capítulos, que encima se publicaron en el momento en que DC (o Vertigo) ya había blanqueado que era imposible que Sandman mantuviera la periodicidad mensual. O sea que los que la leímos originalmente en revistitas tardamos cerca de dos años en enterarnos cómo catzo terminaba este ambicioso arco argumental. Un suplicio.
Lo que más me gustó de la saga es una de las sub-tramas: la de Rose Walker en la mansión donde estuvo cautivo Dream, donde Gaiman retoma puntas argumentales de la primera saga (con el regreso de Alex Burguess y su “amigo” Paul) y de The Doll´s House. Lo que menos me gustó es que buena parte del bolonki se arma porque Lyta Hall cree que Morpheus le robó a su hijo, pero en realidad se lo robaron dos villanos (no los voy a nombrar) que dicen trabajar para alguien más. Y nunca nos enteramos para quién. Y después hay cosas que están medio al pedo. Todas esas escenas de Delirium y Destiny, las escenas de Lucifer… están muy bien escritas, los diálogos son formidables, pero no suman casi nada.
La resolución también me gustó mucho. Es triste, es anticlimática, tiene un giro totalmente inesperado (lo que pasa con Daniel) y está todo el tiempo impregnado de ese fatalismo, de esa cosa trágica y a la vez inevitable. Además hay por lo menos una secuencia en la que Morpheus, príncipe de los pechos fríos, demuestra tener algo de sangre en las venas y protagoniza un par de momentos tensos, vibrantes, donde (por primera vez desde aquel combate con el Dr. Destiny) sentís que se puede llegar a desencadenar la hiper-machaca. Por supuesto la machaca no llegará nunca. Pero sí la sangre, las muertes y el fin.
Esta saga se trata (me parece) de aceptar que los cambios son inevitables. Que uno, aunque sea a nivel inconsciente, siempre hace cosas para que el status quo tiemble. Y que cuando te mandás el moco, no tiene sentido tratar de escaparle al castigo. Cuando Dream se decide a pelear, ya sabe que no tiene chances. Lo hace “pour la gallerie”, con el resultado adverso ya clavado, ya inamovible. Por momentos pensé que iba a hinchar incondicionalmente por él y después me sorprendí disfrutando con un cierto morbo de su estrepitosa derrota de local. No tengo muy claro por qué. Ah, y acá nos enteramos también quién era la minita por la que Morpheus sufría como una quinceañera enamorada al principio de Brief Lives. Gran pase de magia de Gaiman, certero e impredecible.
A lo largo de casi todas sus páginas, The Kindly Ones se engalana con los maravillosos dibujos del maestro Marc Hempel. Muy a gusto en las grillas de 6 y 9 cuadros por página, Hempel tiene un control molecular de la narrativa. Pero además maneja el claroscuro de taquito y te sorprende con un montón de recursos gráficos que le permiten lograr mucho con la línea, la mancha y poco más. Conozco gente a la que no le cierra Hempel (por lo menos en un título serio, al borde de lo solemne, como era Sandman) porque les parece que su estilo es muy caricaturesco, casi humorístico. Yo lo re-banco, en esta y en todas. Acá Hempel coquetea con el grotesco, con lo caricaturesco, pero también mete épica, mete poesía, retrata con precisión las escenas de la vida cotidiana, acierta siempre con el lenguaje corporal de los personajes y sabe darle plasticidad y frescura a las extensas secuencias en las que sólo vemos gente que habla. Un laburazo de esta bestia, hoy bastante alejada del medio.
Los episodios que no llega a dibujar Hempel los cubren Glyn Dillon (muy correcto), Dean Ormston (siempre muy arriba) y el glorioso Teddy Kristiansen, que deja la vida . También hay algunas paginitas de Charles Vess (demasiado virtuosismo para mi gusto) y el tomo abre con un breve unitario pensado para presentarte a Dream y sus personajes secundarios, dibujado como la hiper-concha de Dios por un inspiradísimo Kevin Nowlan. No tengo dudas de que este es el TPB de Sandman mejor dibujado de los 10, por lo menos para mi gusto.
Y se acaba. Después de este mega-masacote de 320 páginas queda un sólo tomo más, un epílogo a lo que vimos hasta ahora, y será el punto final para este clásico de Neil Gaiman que se la re-banca leído 20 ó 25 años después. Mañana, la última parada en este viaje por The Dreaming.

lunes, 14 de diciembre de 2015

14/12: THE SANDMAN Vol.8

Me acuerdo lo que puteamos a Worlds´ End mientras salía. Más que a Cavallo, creo que la puteamos. Esta era la traición, la puñalada trapera de un Neil Gaiman que nos tenía agarrados de la… garganta con los sucesos del final de Brief Lives y que, en vez de ponerse a explorar las consecuencias de esos sucesos, pateaba la pelota a la tribuna y “hacía tiempo” con otra seguidilla de unitarios prácticamente sin conexión con la saga central. Leídos todos de un saque en un libro (y con la tranquilidad de que en un rato arranco a leer The Kindly Ones) odié un poco menos a estas historias, pero no lo suficiente como para olvidar aquellos meses y meses de putearlas. Repasemos…
La consigna de Worlds´ End es que en cada episodio un personaje distinto cuenta una historia. Antes y después, los parroquianos de la posada charlan entre ellos, escabian y meten comentarios diversos. El primer episodio narra la llegada a Worlds´ End de Brant Tucker, un tipo común que vendría a ser algo así como el protagonista del arco argumental. La historia que narra Mister Gaheris es la más breve, y está dibujada por Alec Stevens, un autor muy raro que por momentos pela técnicas de las que usaba el Viejo Breccia en su etapa más experimental. La historia es atractiva, bastante borgeana, pero es muy difícil de seguir porque Stevens se hace el vanguardista con la narrativa y la puesta en página y entorpece totalmente la lectura.
La segunda historia está narrada por Cluracan, a quien ya conocíamos de Season of Mists. Es una aventura menor, con un rol bastante copado para Morpheus, y por momentos muy atiborrada de viñetas y de texto para que entre todo en 22 páginas. El dibujo de John Watkiss, bastante del montón.
La tercera es la única historia en la que no aparece ninguno de los Endless. El co-protagonista es el glorioso Hob Gadling y la historia gira en torno a la enésima chica que se hace pasar por varón para poder trabajar de grumete en un barco. Es algo que ya leímos 1000 veces, pero muy bien contado, con hermosos diálogos y buenos dibujos de Michael Zulli.
La cuarta es una genialidad. Morpheus aparece poco y al pedo, pero lo que hace Gaiman con Prez, aquel oscuro personaje creado por Joe Simon en los ´70, es una maravilla. Política y sueños, la esencia del American Dream, mezclados en una aventura perfectamente ambientada en los ´70 y ´80 y con unos dibujos alucinantes de Mike Allred, que recién empezaba pero ya era grossísimo.
La quinta presenta a Petrefax, un personaje que llegará a tener su propia miniserie, y que nunca me interesó en lo más mínimo. La historia adolesce de un marcado exceso de texto, y el dibujo de Shea Anton Pensa no está demasiado inspirado. La aparición de Destruction la levanta un poco sobre el final, pero no es gran cosa.
Y el último episodio indaga un poco más en cómo funciona la posada, cómo llegaron hasta ahí Brant Tucker y Charlene Mooney, cómo y por qué se narran las historias que se narran… hasta que en un momento aparece en el cielo una especie de cortejo fúnebre de Dream, narrado de modo muy ambiguo, como para dejarte manija para el siguiente arco argumental.
Casi todo el sexto episodio, y las secuencias de apertura y cierre de los primeros cinco, están dibujadas por Bryan Talbot, al que de nuevo se le nota bastante el cortocircuito con las tintas de Mark Buckingham. No es un mal trabajo y si te ponés a buscar detenidamente los personajes que aparecen en los fondos, te cagás de risa. Pero me queda claro que tanto Talbot como Buckingham pueden dar más.
En fin, a pesar de algunos logros e incluso algunas glorias, no puedo dejar de pensar en Worlds´ End como un arco argumental de relleno. Si no querés o no podés comprarte los 10 libros de Sandman, este es el que podés dejar afuera tranquilamente sin perderte nada importante.

domingo, 13 de diciembre de 2015

13/12: THE SANDMAN Vol.7

Este tomo de Sandman pasa a la historia por ser el primero que tiene un sólo dibujante de punta a punta: la alucinante Jill Thompson se fumó ella solita (con el entintador Vince Locke) todas estas páginas sin pedir nunca el cambio.
También en algún momento de Brief Lives se forma el sello Vertigo y Sandman (que estaba en un gran momento a nivel ventas, cerca de los 50.000 ejemplares por número, y se cansaba de ganar premios) no se hace cargo en lo más mínimo. La historia sigue como si nada, sin siquiera una recapitualción de lo sucedido hasta el momento, y el único cambio visible es el loguito de Vertigo en la portada.
Brief Lives es una historia 100% de los Endless. Es la exploración a fondo de uno de los grandes conflictos en la eterna historia de esta familia: la partida de Destruction, que un día (300 años antes de esta saga) se cansa del jueguito, se corta solo y deja que la destrucción siga su curso sin meter mano en los asuntos de los humanos ni en los de sus hermanos. Acá Neil Gaiman indaga en qué es ser un Endless, en su función en el universo, en los vínculos entre ellos, en las reglas (a veces implícitas) que delimitan los reinos de unos y otros. Y además de resolver (en cierto modo) aquel conficto con tres siglos de antigüedad, nos tira sutiles pistas acerca de otros, y nos ofrece un remate devastador: Lo que Dream no hizo inducido al engaño por Desire (matar a Rose Walker, nieta de un Endless) lo hará por voluntad propia, sin desconocer las consecuencias: a pedido de su hijo Orpheus, el Rey Sueño terminará con su desafortunada vida. Derramar sangre de Endless tiene un costo altísimo y Dream se resigna a pagarlo sólo para darle el gusto a Delirium de encontrar a Destruction. Está bueno como punto de quiebre para dar pie al final de la saga, pero pensado fríamente, es un Disparate. La explicación pasa porque Dream está horriblemente bajoneado por una relación sentimental que terminó muy mal, con el taciturno monarca abandonado por una chica que le destrozó el corazón, y que (por ahora) Gaiman no nos dice quién es.
Esta es una saga que avanza muy lento, a un ritmo exasperante (me acuerdo la tortura que era leer Brief Lives mes a mes en revistitas y me quiero clavar clavos abajo de las uñas, que debe doler menos) y que está brutalmente estirada. Son más de 215 páginas para contar algo que se podría haber liquidado sin ningún drama en 100. Pero claro, Gaiman te rellena con jerarquía, con excelentes diálogos, con mucho desarrollo para personajes menores (en este tomo empieza a cobrar chapa el gran Mervyn Pumpkinhead) y con un truco que refinaría años más tarde en la novela American Gods: fragmentos de la vida de dioses, ángeles y demás inmortales que eligen (o les toca) integrarse a la gente común y vivir vidas más o menos ordinarias. De punta a punta hay escenas mudas alucinantes, bloques de texto devastadores y –como siempre- una sobredosis de ideas y de “historias dentro de la historia” que aportan muchísimo a ese perfil de obra compleja, sofisticada y de fuerte impronta autoral.
El trabajo de Jill Thompson es realmente muy bueno, a pesar de que las tintas de Vince Locke tapan bastante algunos rasgos de su estilo. Pero claro, si Jill dibujaba Y entintaba todas estas páginas, Brief Lives todavía estaba saliendo. Lo más atractivo, entonces, resulta ser la narrativa, en la que Thompson muestra una solidez admirable. Acá ya estamos en 1993, cuando en EEUU (y tecnología mediante) ya se podía colorear comics sin estropearlos, así que no creo que este tomo haya requerido una “cirugía mayor sin anestesia” para que se viera lo bien que se ve en esta edición.
En síntesis (y a contramano de varios comentarios acá en el blog que señalaban a esta saga como una favorita), me parece que Brief Lives es más relevante que buena. Obviamente tiene muchísimos momentos estremecedores, cómicos, tiernos, shockeantes… pero tiene ese Pecado Original que es durar el doble de lo que (para mi gusto) tenía que durar. Tanta manija le dieron a Gaiman con esa “pátina literaria” que veían en Sandman, que para esta altura de la serie el guionista ya no escribía arcos argumentales: escribía novelas, de esas grandotas, que no tienen ningún apuro por llegar al final. Eso es lo que –repito, para mí- empaña un poco los muchos logros de Brief Lives.

sábado, 12 de diciembre de 2015

12/12: THE SANDMAN Vol.6

Esta vez la hicieron bien y se armó un tomo de historias autoconclusivas que no quedó escuálido como el Vol.3, sino bien pulentoso. Vamos a recorrerlo.
Arrancamos con la breve Fear of Falling, una aventura casi “de autoayuda”, pero con un desarrollo atractivo y excelentes diálogos. Los dibujos son del maestro Kent Williams, no en su estilo pictórico, sino en ese más gráfico en el que se basa (por ejemplo) Michael Gaydos.
Después viene el unitario del emperador de los EEUU, una historia divertida, por momentos profunda, basada en hechos reales. Neil Gaiman aprovecha para mezclar esta trama con algo que ya es un clásico: la rivalidad entre Dream y Desire. Acá aparecen casi todos los Endless y el gran Shawn McManus nos regala a una Delirium magníficamente dibujada (por primera vez).
El siguiente unitario transcurre en Francia, en la época del Terror (como aquel álbum medio en joda que vimos el 20/04/15). La protagonista es Lady Johanna Constantine, la antecesora del querido John, cuya primera aparición fue (en un rol muy chiquito) en aquel unitario centrado en Hob Gadling que vimos en el Vol.2. Esta es la primera aventura solista de Johanna, quien llegará a protagonizar su propia miniserie (la vimos el 15/05/12). Y entre tantas cabezas separadas de sus cuerpos, se destacará una, la de Orpheus, en la que será la primera aparición del desafortunado hijo de Morpheus. Los dibujos son de un correcto Stan Woch, sin pifias ni aciertos destacables.
La siguiente historia es buenísima, pero tiene un problema fundamental: no tiene un choto que ver con la saga de Sandman, los Endless y todo lo que venía narrando Gaiman hasta acá. Aparecen un toque Lucien y el propio Dream, pero en una secuencia que tranquilamente se podría haber omitido sin alterar en lo más mínimo la trama. El dibujante es el cuasi-ignoto Duncan Eagleson, bastante interesante.
August, el unitario ambientado en el Imperio Romano y protagonizado por el emperador Augusto, tiene el mismo problema: Morpheus aparece poco, y casi al pedo. Pero la historia es GENIAL, los diálogos son impresionantes, hay escenas tremendas (es la primera vez que DC publica un comic donde dos hombres tienen sexo anal) y una labor brillante en la interpretación de una figura histórica. El dibujo es del glorioso Bryan Talbot, que dejó la vida en cada viñeta y nos obsequió uno de los mejores trabajos de su carrera.
Soft Places, la historia protagonizada por Marco Polo, es de lo más flojo del tomo. Aparece bastante Fiddler´s Green y un toque Morpheus, hay un mensaje lindo, poético, pero no mucho más. El dibujo de John Watkiss aporta poco, también.
El unitario más extenso es The Song of Orpheus, en el que Gaiman repasa los eventos más importantes en la trágica vida del hijo de Morpheus, por supuesto tomando como base la mitlogía griega. Acá reaparece Calliope y vemos la primera aparición de Destruction, el miembro de la familia Endless que todavía no había dado el presente en la serie. Esta vez Talbot sólo entrega lápices y de las tintas se encarga otro capo, Mark Buckingham. Sin embargo los estilos no terminan de cuajar y el resultado no arrima ni por puta al nivel devastador de August.
El siguiente unitario le da espacio a los personajes secundarios: Lyta y Daniel, Cain y Abel, Matthew, Eve… Gaiman refuerza un poquito el background de cada uno y sienta las bases de lo que más tarde será la serie regular de The Dreaming. Jill Thompson hace su debut como dibujante del “Sandmanverse” y ya en el arranque impacta fuerte con su versión infantil de los Endless, que derivará en uno de los tantos spin-offs de esta serie.
Y terminamos con la famosa Ramadan, la que fuera en su momento el n°50 de Sandman. Es una historia realmente hermosa, profunda, con diálogos alucinantes, un remate final terrible… pero está MUY estirada. Son 32 páginas y podrían haber sido 20. Lo bueno de que haya más páginas es que podemos disfrutar de más dibujos y más puestas imaginadas por un P. Craig Rusell inspiradísimo, también en un nivel cercano al de lo mejor de su carrera. A nivel visual esto es MAJESTUOSO.
Salvo contadas excepciones, estos unitarios nos muestran a Gaiman “haciendo tiempo” para aprovechar el éxito de la serie, o ampliando el universo de personajes y conceptos, para más adelante retomarlos y profundizar en algunos de ellos. Por supuesto, mi aplauso para cada historia es mayor cuanto más fuerte es su vínculo con la saga central.

viernes, 11 de diciembre de 2015

11/12: THE SANDMAN Vol.5

Este es uno de los tomos raros de Sandman, de esos que te hacen decir varias veces “what the fuck..?!”. Con la hinchada rendida a sus pies después de Season of Mists, Neil Gaiman emprende un arco argumental MUY atípico, muy personal… y aún así muy importante para la obra vista como algo global, como un tapiz armado con historias que, de algún modo, terminan por ensamblarse.
Acá ya no hay vínculos con el DCU. Aparecen Superman y Bizarro, pero son personajes de las historietas que lee una de las chicas, y se llaman Hyperman y Weirdzo. La historia transcurre en el plano real y en el plano de los sueños de Barbie, la verdadera protagonista de A Game of You, quien apareció en un rol muy chiquito en The Doll´s House. El resto del elenco del plano “real” está compuesto por mujeres: Wanda (es travesti y está a una operación de ser mujer), Thessaly (cuyo protagonismo crecerá más adelante y llegará a tener su propia miniserie, reseñada el 20/05/12) y la pareja integrada por Hazel y Foxglove, a quienes volveremos a ver en la segunda miniserie de Death (reseñada el 12/02/15).
¿De qué se trata la historia? De muchas cosas. De la búsqueda de la propia identidad, de lo que dejamos atrás cuando crecemos (los sueños, nada menos), de la solidaridad, del mundo femenino… Acá hay simbolismos, metáforas y paralelismos entre esa especie de “quest” en el mundo de los sueños y ciertas cosas que pasan en el mundo real. El rol de Morpheus es mínimo hasta casi el final de la saga, cuando toma cartas en el asunto y protagoniza una escena muy bien lograda.
Por enésima vez, lo vemos a Gaiman jugar con esa trinidad Bruja-Madre-Doncella, esas tres mujeres que no son siempre las mismas, pero que están presentes en los distintos tramos de Sandman, en roles que también van mutando. Y después de un arco repleto de dioses, ángeles y demonios, A Game of You vuelve a explorar las vidas de gente común, a contarnos la realidad tal como la veía Gaiman en 1992. Así es como se suma un elemento que hasta ahora prácticamente no había aparecido, que es la bajada de línea social. El inglés se da el lujo de opinar acerca de algunos aspectos urticantes de la sociedad yanki y la verdad que es una muy buena incorporación.
Otro hallazgo digno de ser subrayado: acá Gaiman y DC empiezan a darse cuenta de lo bien que funcionan los tomos recopilatorios de Sandman en las librerías y toman decisiones acertadas respecto de eso. Esta vez, los episodios unitarios que se publicaron entre Season of Mists y A Game of You se los guaradron para un tomo que sólo recopila historias cortas (lo veremos mañana) y el 100% de este TPB está compuesto por la saga principal.
Por el lado del dibujo también tenemos una grata novedad, que es el desembarco de Shawn McManus como dibujante titular de A Game of You. Esto nos permite hablar de un excelente diseño de personajes, de un trabajo impactante en los fondos, de una narrativa impecable, de una línea que va sin problemas de la comedia costumbrista a la fantasía épica, o de lo onírico a lo terrorífico. Excelente trabajo del siempre efectivo y versátil McManus, que reaparecerá en el Vol.6. El episodio que no dibuja el titular lo cubre Colleen Doran, mucho mejor que en la historia de Element Girl, más cerca del estilo con el que todos la identificamos y en el que tan bien se desempeña. Y después hay algunas secuencias en las que entra a apagar el incendio de las fechas de entrega el maestro británico Bryan Talbot, quien también dirá “presente” en el tomo que tengo para reseñar mañana.
Pensada en un nivel muy íntimo, desarrollada en su mayoría dentro de los sueños de un personaje a priori bastante menor, A Game of You tiene la suficiente cantidad de ideas, interacciones, diálogos e insinuaciones como para que quieras ser parte del juego y disfrutarlo a full. Me imagino que si sos mujer te debe emocionar mil veces más, pero incluso para los varones acá hay muchos momentos fuertes.

jueves, 10 de diciembre de 2015

10/12: THE SANDMAN Vol.4

Y acá es donde Neil Gaiman se consagra, donde Sandman deja de ser “el hitazo de culto” y se convierte en esa lectura fundamental, en ese comic por el que los fans nos apuñalábamos unos a otros, que se terminaba de leer y se comentaba fervientemente con los amigos y conocidos que lo compraban, muchos años antes de que existieran las redes sociales.
Season of Mists es un pico altísimo, que llega a donde muy pocos comic books mensuales habían llegado en 1990-91. Acá hay literatura, mitología, poesía, comic de terror, de superhéroes, personajes y temas de la Biblia, romance, rosca política, drama familiar… Es increíble como con dos o tres movidas maestras Season of Mists te da vuelta el tablero. Leída con mala leche, en esta saga no suceden tantas cosas. Hechos realmente relevantes, habrá dos o tres. Sin embargo, con ese esqueleto, Gaiman se tira a una saga extensa a la que complementa de modo magnífico con diálogos, con desarrollo de personajes (especialmente del propio Morpheus), con la introducción de ideas y conceptos nuevos, y sobre todo con el sembradío de puntas argumentales.
Esto creo que es lo más notorio. Season of Mists se convirtió por mérito propio en un manantial inagotable de ideas y líneas argumentales en las que abrevarían durante muchísimos años no sólo el propio Gaiman, sino todos los autores que jugaron con el “Universo Sandman” en miniseries, especiales y series regulares como The Dreaming y Lucifer. Pocas veces se vio algo así, una “saga madre” tan generosa a la hora de gestar y alimentar secuelas.
Y fijate cómo me cuidé de no usar nunca la palabra “epopeya”. Neil Gaiman nos hace comer varias veces el amague de que “acá se pudre todo y estalla la hiper-machaca entre seres de poder infinito” y sin embargo la hiper-machaca no llega nunca. La acción es mínima y está desenfatizada. Acá están las pruebas que hacían falta para convencerse de que Sandman no era “ese tipo de comic” sino una cosa distinta, muy difícil de meter en la misma bolsa con las otras series que publicaba DC.
Hablando de DC, los vínculos con el DCU siguen ahí. No sé si el cambio de régimen en el Infierno (del Triunvirato al reinado “solista” de Lucifer) se desarrolló en otra serie, o si Gaiman le pegó un sacudón subrepticio al status quo para que este le resultara más funcional a su historia. Pero mientras te preguntás eso, el ídolo te tira referencias a la Justice Society y te hace aparecer a los Lords of Order y Chaos para el delirio de la hinchada.
En materia de dibujantes, Mike Dringenberg se despide de la serie con el prólogo y el epílogo de esta saga. Te diría que el prólogo fue su mejor trabajo en Sandman si no fuera porque la cara de Delirium está invariablemente mal dibujada en todas las viñetas en las que aparece. El resto, muy bien. Y en el epílogo tiene la mala suerte de que lo entinte George Pratt, que es un monstruo, pero que no era ni en pedo un entintador compatible con el estilo de Dringenberg. En el medio de la saga hay un unitario medio descolguetti, también lleno de ideas que se explorarán más adelante, dibujado por el glorioso Matt Wagner. Y todo el resto del tomo va a parar a las habilidosas manos de un Kelley Jones muy inspirado, que deja la vida en cada página. La combinación entre un guión pausado, protocolar, muy de obra de teatro, con un dibujo zarpado, potente, expresionista y siempre al filo del grotesco, funciona asombrosamente bien. Jones tampoco volverá a visitar los pagos del Rey Sueño, pero su paso por esta serie aún hoy está entre lo más destacado de su extensa carrera.
Como Néstor hace doce años y medio, Gaiman vino a proponernos un Sueño. Y en Season of Mists el sueño se hizo realidad: miles y miles de lectores (algunos con el gusto ya educado por Swamp Thing, Miracleman, o alguna otra gema ochentosa del Mago de Northampton) se volcaron con fervor a una serie única, irrepetible, cósmica en su alcance e íntima en su idiosincracia. Si Moore plantó las semillas de lo que más tarde sería Vertigo, acá es donde ese experimento empieza a florecer, a mostrar las verdaderas posibilidades de lo que en esa época se llamaba “dark fantasy” y de un comic de autor (más o menos) integrado al mainstream. Gloria eterna para Season of Mists.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

09/12: THE SANDMAN Vol.3

Este es el TPB pobretón de la colección de Sandman, el que recopila apenas cuatro episodios de aquella mítica serie regular y al que le tuvieron que meter páginas y páginas de relleno para que no quedara más flaquito que una modelo adolescente con bulimia y anorexia. Odio cuando hacen eso. Si tenés sólo 96 páginas de historieta, o sacás de algún lado más historietas (acá podría haber sumado ese unitario que tan descolgado resultaba en medio de The Doll´s House) o hacés un libro 104 páginas y lo cobrás barato. No. Acá sí o sí cada tomo tenía que valer u$ 20 y para que no sientas que te están cagando demasiado, te meten miles de extras, entre ellos un guión PERFECTO del compañero Neil Gaiman.
Es el guión del primer unitario del tomo, Calliope. Me animo a decir que Calliope es el punto más alto al que puede llegar un guionista cuando decide clavar un episodio autoconclusivo en medio de una serie regular. La trama es brillante, el conflicto está perfectamente planteado, el “villano” está tan bien delineado que hasta en un punto te cae bien, la conexión para que Morpheus tome cartas en el asunto es absolutamente coherente, e incluso le sirve a Gaiman para tirar pistas del pasado del taciturno protagonista. Y como si eso fuera poco, en esas viñetas en las que Richard Madoc pierde el control, el Gran Neil se da el lujo de tirar a la marchanta decenas de ideas, varias de las cuales podrían haber abastecido a una o dos series regulares durante años y años. Un lujazo.
El segundo unitario también es tremendo, punzante, conmovedor hasta lo más íntimo. Es el famoso “ponete en el lugar del otro” llevado a un extremo fantástico y cautivante.
El tercero es complejísimo. Acá el guionista indaga un poco más en el vínculo entre Morpheus y William Shakespeare, apenas insinuado en el unitario de Hob Gadling. La narrativa es arriesgada, con tres cosas que suceden al mismo tiempo, en dos planos de realidad distintos. Pero lo más importante será la entrada en escena de los personajes de Faerie, el reino de las hadas y los elfos, personajes que tienen bastante más protagonismo que el propio Sandman en esta historia y que seguirán presentes en esta saga incluso por afuera de esta serie. Si sos fan de Shakespeare con este unitario TE MORIS.
Y el último es el más flojo. Sirve para que Gaiman deje en claro algo de lo que después se va a arrepentir, que es que la saga de Sandman, por intrincada y sofisticada que sea, sigue anclada dentro del Universo DC. El planteo tiene fuerza, los diálogos entre Death y Element Girl son ingeniosos, pero la historia en sí es aburrida, no daba ni a palos para tantas páginas.
Vamos con los dibujantes y empiezo de atrás para adelante. En la historia de Element Girl tenemos a Coleen Doran, que altera bastante su estilo para esconder su impronta más limpita y más cute. Tiene como aliado a Malcolm Jones III, un entintador especialista en aportar una sana cuota de oscuridad y desprolijidad. El resultado es bastante convincente.
El unitario de A Midsummer Night´s Dream tiene como dibujante al maestro Charles Vess, como siempre muy cuidadoso en los detalles, en la reconstrucción histórica de trajes y carruajes. A mí Vess me resulta un poquito frío, excepto cuando dibuja muy libre, pensando en blanco y negro y con viñetas grandotas, en las que no tiene tanta presión para ceñirse a las indicaciones de un guionista. Pero este laburo es muy lindo, se nota que se cebó a full con el guión y entabló una gran relación con Gaiman, que continuará más adelante.
Y los dos unitarios restantes tienen (junto a esos guiones gloriosos) los excelentes dibujos de Kelley Jones, un sacado que a mí me gusta mucho por los climas que conjura y por lo que transmite desde el dibujo. Es obvio que Jones no puede dibujar los mismos rasgos faciales dos viñetas seguidas, por eso sus personajes cambian de cara todo el tiempo, como las actrices de Hollywood adictas a las cirugías. Pero me parece que Jones tiene la mezcla justa de realismo y bizarreada dark, al filo del espanto, que esta serie necesitaba.
Resumiendo: pocas páginas, pocas historietas, pero muchos logros de un Neil Gaiman que se daba cuenta del prestigio que estaba cosechando esta serie, de su status de “hitazo de culto”, y empezaba a suponer que DC la iba a bancar a largo plazo aunque (todavía) no vendiera fortunas.

martes, 8 de diciembre de 2015

08/12: THE SANDMAN Vol.2

Segundo tomo del clásico de Neil Gaiman y esto se pone aún más raro. Bajo el rótulo de “The Doll´s House” e incluso con número de capítulo, como si TODO fuera parte de un mismo arco argumental, se recopilan seis episodios que efectivamente componen una saga y además dos unitarios totalmente descolgados, sin la menor conexión con nada, que bien podrían estar en cualquier otro TPB. Empezamos por ahí.
Primero, el unitario de Nada, narrado como un relato folklórico de una tribu africana, donde Gaiman nos cuenta básicamente que Morpheus es inflexible en materia de amores. Este autoconclusivo está dibujado por Mike Dringenberg, así que tiene un parentesco visual con el resto del tomo. Pero más adelante, disfrazado de “capítulo cuatro” de The Doll´s House, hay otro unitario, el de Hob Gadling, que ni siquiera lo dibuja Dringenberg (estaba a full preparando el número siguiente, que era doble) y que tampoco tiene el menor contacto a nivel argumental con el resto de la saga. Es un unitario repleto de ideas interesantísimas y diálogos gloriosos, pero ¿qué hace ahí?. Nunca lo entendí.
O sea que, dejando de lado a los infiltrados, The Doll´s House se compone de seis capítulos, uno de ellos doble. Y es una saga complejísima, que deja ver una elaboración muy cuidadosa por parte de Gaiman. A priori, pareciera que el foco de la historia es descubrir el paradero de cuatro habitantes importantes del Dreaming (Brute y Glob, el Corinthian y Fiddler´s Green), quienes durante la ausencia del Rey Sueño se fueron a la mierda. Morpheus va a dar con cada uno de ellos, pero finalmente eso no es lo más importante. The Doll´s House también retoma a Unity Kincaid, un personaje menor del arco anterior, y la explora a fondo. Los nietos de Unity se llevan buena parte del protagonismo, y casi seguro los veremos volver más adelante. Pero eso tampoco es lo más importante. Muy de keruza, sin hacerlo muy explícito y sin la menor estridencia, Gaiman plantea en The Doll´s House el conflicto central de la serie: todo lo que sucede resulta ser una maniobra encubierta de Desire, cuyo objetivo es que su hermano Dream derrame sangre de un familiar suyo, lo cual lo condenaría a ser boleta… forever. Esta vez no lo logra, pero lo va a volver a intentar.
En el medio tenemos cosas loquísimas y geniales como esa extensa secuencia en la Convención de Asesinos Seriales (podría haber sido una graphic novel aparte, ya que el vínculo con el resto de la saga no est TAN fuerte) y la reformulación de Hector y Lyta Hall, dos personajes a los que Gaiman rescata de la por entonces recién cancelada Infinity Inc.. Si bien en este tomo los lazos con el resto del DCU no son tan firmes como en el anterior, Gaiman no renuncia a jugar con esos chiches heredados de otros autores. Y otra cosa muy loca es la construcción de los personajes secundarios que rodean a Rose Walker (la nieta de Unity) durante su estadía en La Casa de Muñecas. Ahí hay ideas atractivas y desarrollo como para una segunda serie regular y sí, a algunos de esos personajes los volveremos a encontrar más adelante.
El dibujo de Mike Dringenberg sigue pendulando entre el preciocismo y la desprolijidad, entre el realismo fotográfico y el grotesco… y uno empieza a sospechar que parte del mérito y/o la culpa le corresponde al entintador, Malcolm Jones III. ¿Por qué? Porque en el otro episodio que no dibuja Dringenberg tenemos el debut de Chris Bachalo, y visualmente se parece más a Dringenberg que a lo que poquísimos meses más tarde le veríamos hacer en Shade the Changing Man. Obviamente el canadiense es mejor que Dringenberg, pero la mano del entintador hace que esto se note sólo en algunos pasajes del episodio. Finalmente el unitario “infiltrado” en el que Gaiman nos presenta al maestro Hob Gadling está dibujado por Michael Zulli, bien, tranqui, con un muy buen trabajo en los fondos y en la reconstrucción de los distintos períodos históricos por los que transita el guión.
Establecido el personaje de Morpheus y recuperado el control de su reino, sus “aventuras” empiezan realmente acá, en The Doll´s House, un arco en el que Gaiman cosecha mucho de lo sembrado en los primeros números y además abre puertas a futuro con la jerarquía de un auténtico grande del guión. Quizás un poquito enroscada, con muchas páginas que no se relacionan con la trama central sino con historias paralelas, The Doll´s House sigue siendo una saga realmente hipnótica, llena de sorpresas, conceptos alucinantes y escenas memorables.

lunes, 7 de diciembre de 2015

07/12: THE SANDMAN Vol.1

Vamos con otra bizarreada: 10 días, 10 reseñas, una para cada tomo de Sandman, el clásico de Neil Gaiman que arrancó como un título raro de DC y se convirtió en uno de los Padres Fundadores de Vertigo.
Empezamos (como no podía ser de otra manera) por Preludes y Nocturnes, que es el principio, la primera saga, esa que al propio Gaiman no le termina de cerrar aún hoy. Yo, sinceramente, no le veo grandes problemas. Quizás ese número con Mister Miracle y J´onn J´onzz quedó medio descolgado. Había que conectar a Morpheus con el rubí del Dr. Destiny de alguna manera y –a la luz de la resolución de esa punta argumental- quizás mezclar a Sandman con la Justice League (encima en la época en que era en joda) no fue la decisión más afortunada. El resto funciona muy bien, sobre todo si pensamos que era la primera vez que este muchacho inglés escribía una serie regular para una editorial de EEUU.
El primer episodio se hace un poco largo, pero la verdad es que siembra no sólo para la saga que vemos en este TPB, sino incluso para sagas posteriores, así que hay que bancarlo. Después vienen esos episodios de exploración, en los que Morpheus va a tratar de recuperar primero sus poderes, después sus objetos y en el medio, a tratar de darse cuenta de cómo viene la mano, de cómo le conviene reinsertarse en un universo que cambió bastante durante su ausencia.
¿Los picos más altos? Obviamente el duelo con el demonio Choronzon y, ya más cerca del final, la extensa secuencia del Dr. Destiny y los parroquianos de aquel bar a los que le va a hacer vivir horas inolvidables. El combate (por así decirlo) entre Dream y el villano no es particularmente emocionante y sienta un precedente importante: acá la cosa no pasa por la machaca. De hecho, esta será la última vez que Sandman se enfrente a un supervillano en el sentido tradicional del término. El plan de Gaiman para esta serie era claramente otro.
Al término de este primer arco argumental tenemos un unitario, el n°8, al que ya nos encontramos en otro libro, reseñado el 12/02/15. No me quiero repetir, así que recomiendo releer ese parrafito en la citada reseña.
El dibujo arranca raro, de la mano de un Sam Kieth que tampoco había dibujado nunca una ongoing para una editorial grande, y que se luce sobre todo en los efectos de iluminación y en los riesgos que asume en la puesta en página. El propio Kieth narró que los guiones de Gaiman le resultaban complejísimos y pesadillescos, y tras entregar el n°3, pidió el cambio. Finalmente dibujó hasta el n°5 y entró en su reemplazo un dibujante todavía menos conocido, Mike Dringenberg. Sin esa impronta medio cartoony de Kieth, Dringenberg también era un dibujante raro, que oscilaba entre un estilo más visceral, más grotesco, más salvaje y uno más careta, más pendiente del realismo fotográfico. Y además se tiraba MUY para atrás a la hora de dibujar fondos. Pero entre tantos saltos al vacío, dudas y desprolijidades, hay algo maravilloso que es menester rescatar: esta colección de TPBs ofrece todo el material recoloreado. Olvidate de ese color de los ´80 que te lesionaba las retinas, que se te tiraba a las canillas como Orión (el de Boca, no el de New Genesis) saliendo de abajo del arco. Ahora este comic, otrora hundido en el fango por culpa de un colorista de lesa humanidad, se ve infinitamente mejor.
Y así arrancaba Sandman, con la humilde pretensión de hacerse un lugarcito en el sector dark-místico-tétrico del Universo DC, a fuerza sobre todo de ideas innovadoras que exceden ampliamente el género del terror fantástico. Ya desde este primer arco, lo que mejor le sale a Gaiman es combinar seres poderosos envueltos en trasfondos mitológicos y ancestrales, con gente común, enroscada en la miseria, en la berretada y en la intrascendencia de todos los días. De acá en más, esa impronta se va a potenciar hasta elevar a Sandman a ese status de clásico del que goza aún hoy.

jueves, 12 de febrero de 2015

12/ 02: DEATH

Este voluminoso TPB trae todo material que ya había leído y del que me acordaba poco.
Primero, la primera aparición de Death, en aquel recordado n°8 de Sandman, de 1989. Leído hoy, es aburridísimo. Son un montón de páginas en las que Dream recapitula lo que sucedió en el primer arco de su serie, charlan entre ellos, Death lo bardea, vemos a qué se dedica esta señorita, y al final pasa algo chiquito, lindo, que cierra prolijamente el unitario. El dibujo es de Mike Driggenberg, bastante cumplidor aunque sin nada brillante para destacar. El choreo de fotos en vez de fondos es muy evidente, los rasgos faciales de los protagonistas cambian de una viñeta a otra… en fin. Mejor recordemos a esta historieta por el impacto que causó cuando salió.
Vamos con otro unitario clásico de la revista de Sandman, el del n°20, en el que Neil Gaiman desempolva a Element Girl, un personaje que no aparecía desde los ´60. Es una historia emotiva, ganchera… pero que no daba ni ahí para 24 páginas. En 12 se podía contar lo mismo. El dibujo de Colleen Doran se luce poco porque la tapa mucho el entintador, que le da un cariz más oscuro, más grotesco. Donde brilla Doran es en la narrativa, que está impecable. Eso y los diálogos son lo mejor del unitario.
La primera miniserie de Death (The High Cost of Living) tiene unos dibujos de Chris Bachalo gloriosos. Y un gran problema: el argumento es la nada misma. Aburrido, lento, repleto de diálogos que están buenos pero que no sirven para que avance la trama… Menos mal que es corta, si no, sería soporífera. Lo más interesante es la caracterización y el concepto limado de que, una vez cada tanto, Death puede vivir un día como si fuera una mortal más. Ese es el toque mágico de Gaiman. Lo demás es un slice of life con pretensiones, o una aventura sobrenatural con serios problemas de ritmo.
La segunda miniserie (The Time of Your Life) es mil veces mejor. Gaiman prácticamente no se esfuerza en ocultar que no es una historia de Death, sino de Foxglove y Hazel, con la hermana de Dream en un rol muy secundario. Leída así, es una historia copadísima, profunda, con momentos inolvidables, diálogos magníficos y certeras reflexiones acerca del amor, la fama, la lealtad, las ambiciones y anhelos de la gente, etc.. Papa muy fina, que lamentablemente no cuenta en su último episodio con un Bachalo que acá estaba realizando el que para mi gusto es el mejor trabajo de su carrera. Dibujo impecable, narrativa muy mejorada respecto de la mini anterior, todo 10 puntos. Y la termina Mark Buckingham, que ya era muy bueno, pero no estaba a ese nivel de Bachalo tocado por la varita mágica.
También hay tres unitarios que no salieron en la revista de Sandman: el que dibuja Jeff Jones (poco antes de convertirse en Catherine) es puro humo, pura forma y cero fondo, cero narrativa, cero sustancia. El que dibuja Bachalo (con motivo del ataque a las Torres Gemelas) está muy bien escrito, lástima que el dibujo vaya tan para atrás. Este ya es el estilo actual de Bachalo, más caricaturesco, más minimalista, con mucho menos énfasis en la narrativa. No es choto, pero comparado con The Time of Your Life, deja gusto a poco. Y después está el que dibuja P. Craig Russell, una historia de 22 páginas que se pone interesante en la página 17. El final es excelente, pero Gaiman se toma demasiado tiempo para presentar a los personajes y los conflictos, con lo cual todo se estira al pedo. El dibujo de Russell, inobjetable, con sus dos estilos bien marcados (el más limpito y menos realista, y el más oscuro y más cercano a un Dave Gibbons, ponele) y una narrativa muy cuidada.
Después vienen las ilustraciones de la Death Gallery (no hacía falta, pero bue… la verdad que hay muchas hermosas) y como broche de oro, la breve no-aventura en la que Death habla del SIDA, enseña a ponerse el forro para coger y baja línea acerca de la discriminación que sufrían (allá por 1993) los enfermos de HIV. Esto es una joya extraña, en la que Gaiman peló unos huevos muy notables, y en la que los dibujos del maestro Dave McKean no están pensados para hacernos caer la mandíbula al piso (como casi siempre), sino para acompañar a los textos, que son brillantes.
Mucho de esto ya lo tenía en otros libros o revistas, pero me llamó la atención el recopilatorio, lo vi barato, y como me faltaba una de las dos miniseries, me lo compré. Me parece que de todo lo que ofrece este tomo, lo único que te pongo en el podio a competir con las mejores obras de Gaiman es The Time of Your Life. El resto es lindo, está bien, es mejor que casi todo lo que se publicaba en la época en que salió, pero tiene sus fallas, sus inconsistencias, o cositas que un monstruo como Neil Gaiman podría haber hecho mejor. Y si sos fan de Chris Bachalo, también lo podés comprar por los dibujos.

domingo, 6 de marzo de 2011

06/ 03: THE BEST AMERICAN COMICS 2010


Como todos los años, me sumerjo en esta antología lujosamente editada para enterarme qué están leyendo los yankis de paladar más refinado, esos snobs anti-COGA que creen que cualquier cosa en la que aparezca un superhéroe contagia enfermedades venéreas. ¿Y con qué me encuentro? Con que la primera de las 25 historietas elegidas es un comic de superhéroes… encima editado por Marvel! ¿Qué pasó acá? ¿Se volvieron todos locos? No. El comic elegido es un capítulo de Omega the Unknown, re-imaginado por el escritor Jonathan Lethem y dibujado por un capo indie, Farel Darlymple, y el prócer underground Gary Panter. O sea que casi no se parece a un comic de superhéroes. Y el otro dato fundamental: el coordinador de esta antología, encargado de la selección final del material, este año fue Neil Gaiman, que algo sabe de re-imaginar viejos superhéroes.
Para las 24 historietas restantes, Gaiman va más a lo seguro, o sea, a los íconos del comic indie americano: está Robert Crumb (con un fragmento de su Génesis), está Peter Bagge, está Ben Katchor, hay dos historietas de Chris Ware (una cortita y un largo extracto de una de sus novelas gráficas), están los Hermanos Hernández (con un episodio de Citizen Rex, de Mario y Beto)… y por supuesto hay un extracto de Asterios Polyp, la fundamental novela gráfica de David Mazzucchelli. Nada de eso sorprende en lo más mínimo, más allá de lo buenas que están las historietas.
Gaiman también puso de titulares a autores que todavía no son íconos, pero que en los últimos años lograron un merecido reconocimiento, como James Kochalka (con tiras “cómicas” autobiográficas que no me movieron un pelo), Bryan Lee O´Malley (con un cachito de Scott Pilgrim), Dean Haspiel (con un fragmento de una novela gráfica), Josh Neufeld (idem) y Lili Carré, abonada hace años a esta antología, también con un capítulo de una obra extensa. Fijate cómo el viraje del comic a la librería, y a las obras más largas y ambiciosas, le complica la vida a los encargados de armar antologías: antes sobraban las historias cortas, ahora te re-cagan al llenarte el libro de cachos de historias largas. Hoy, este libro más que una antología es un catálogo, son trailers de las novelas gráficas que te vas a querer comprar. Lo mismo que le criticamos a la Fierro, con el agravante de que el mes que viene no te editan otro fragmento de las historias que te muestran.
Y como siempre, me encontré con autores que no conocía y me gustaron mucho. Fred Chao cuenta una muy buena historia, con personajes muy bien trabajados y mucho ritmo. Le falta ajustar un poquito el dibujo, sacarse de encima ciertas influencias de “dibujante cool y fan del manga” y apostar más para el lado de Jason Lutes. Pero promete a full. Theo Ellsworth me mató con una historia redondísima, originalísima por donde se la mire. Su dibujo viene de la línea noventosa de Brian Chippendale y sus amigos, pero Ellsworth no huele a clon, sino más bien a potencial genio. Y la historieta que más me llegó fue la de Michael Cho, que en realidad es casi un artículo periodístico contado en formato de comic, medio al estilo de los míticos Big Books, pero con una puesta en página más jugada y con un dibujo sobrio, realista, de gran solidez y gran belleza. Y también me gustaron mucho el argumento y los personajes de la historieta de Derf, pero tiene fallas en el guión y el dibujo es un poco precario, demasiado pegado al indie de fines de los ´80, y a la vez lejos de la solvencia de los grandes autores de esa movida.
Y bueno, mojó Marvel en este sectario festival del anti-mainstream. Como conté la vez pasada, en 2008 había quedado elegida Batman: Year 100 (de Paul Pope) y DC no autorizó la publicación de un fragmento, pero en 2010 Marvel se copó y –con la complicidad del glorioso Neil Gaiman- rompió una especie de Muro de Berlín. Fuera de eso, que es casi anecdótico, The Best American Comics conserva su atractivo como repaso anual por lo más notable de la producción que no se publica ni en los diarios ni en las editoriales más fuertes del circuito comiquero. Por suerte, por afuera de esas áreas se sigue generando historieta de gran nivel.

jueves, 7 de octubre de 2010

07/ 10: THE BOOKS OF MAGIC


Me cuesta leer objetivamente (o algo así) a Neil Gaiman. No sé por qué. Por ahí es porque es uno de los pocos autores mega-consagrados con los que uno compartió, además de entrevistas o conferencias en eventos, salidas, comidas, aventuras, viajes y hasta una habitación de hotel durante varias noches. Y muchas charlas y muchas risas, porque Gaiman es un tipo muy gracioso. Algún día escribiré mi biografía y habrá un capítulo para las peripecias que me tocó vivir junto a Neil en la Patagonia, algunas de las cuales él narró en su momento en su blog…
Pero ahora es momento de reseñar esta obra, la cual había leído una sóla vez: hace 20 años, cuando salió serializada en cuatro libritos prestige. La verdad es que envejeció bien. De todos los trucos que pela Gaiman (capo de la prestidigitación comiquera, si los hay) el único que ya no sorprende es ese tono con el cual todo el tiempo se mencionan hechos y personajes sin llamarlos por su nombre, ese show de las referencias veladas a eventos y momentos en la historia del Universo DC (acordate que en 1990 no existía Vertigo) que en aquel entonces era novedoso y hoy no, hoy parece una estupidez de geek vergonzante. Pero hace 20 años, que Boston Brand tuviera un rol destacado en una saga y nunca apareciera en su típico traje rojo y nadie le dijera “Deadman” era grosso. O que Zatanna blanqueara casi de keruza un viejo romance con John Constantine te emocionaba a full.
The Books of Magic, más que narrativo, es descriptivo. Cuatro tipos curtidos en las artes místicas van a llevar a Tim Hunter (un púber británico al que le ven uña de buen hechicero) a recorrer la historia desde su inicio hasta el final de los tiempos, y en el mismo pack turístico, un paseíto por las dimensiones ocultas adyacentes a la nuestra. La onda es presentar más o menos ordenadamente todo el abanico místico del Universo DC, y Tim Hunter es medio la excusa. De hecho, después de esta saga nadie volverá usarlo durante tres larguísimos años. Pero Gaiman aprovecha para sembrar a futuro y le mete unas cuantas cositas atractivas al personaje, incluso sin saber que lo iba a poder retomar en Children´s Crusade.
El otro concepto de The Books of Magic que se retomará años más tarde (aunque con mal tino y peores resultados) es el de la Trenchcoat Brigade, un no-grupo integrado por los cuatro veteranos de la magia que guían a Tim en su viaje iniciático. Dos de ellos muy grossos (Constantine y el siempre amargo Phantom Stranger) y los otros dos, personajes que hasta 1990 acumulaban poquísimas apariciones y casi ningún fan: Doctor Occult (un eterno tercerón que la remaba desde la Golden Age) y Mister E, un ignoto y sacado ocultista ciego, rescatado por Gaiman del más absoluto olvido. Lógicamente, el personaje menos conocido resulta siempre el más toqueteable por los guionistas y así es como Mister E será el único de los “consagrados” que se vea más o menos alterado por los sucesos de este libro que –repito- son mínimos, porque la onda no es para nada narrar una epopeya, sino más bien cartografiar un sector semi-inexplorado del DCU.
Los cuatro dibujantes elegidos comparten un estilo pictórico, pero no mucho más. John Bolton es el más completo, Scott Hampton es el que dibuja las expresiones faciales más creíbles, Charles Vess es el que narra mejor y Paul Johnson, que es el que dibuja “menos bien”, es el que más y mejor se zarpa a la hora de jugar con las viñetas y la puesta en página. El guión de Gaiman les da a los cuatro la oportunidad de brillar, con splash pages (ideales para artistas con estilos tan proclives a la ilustración) y con climas y situaciones que cualquier dibujante quisiera plasmar (el infierno, el fin del universo, mundos de hadas y duendes, la caída de Atlantis, etc.). Les cobra peaje, obviamente, porque todos los episodios tienen su buena dosis de cabecitas que hablan, y en 1990 en los comics se hablaba más que ahora, sobre todo en un libro que se proponía explicar un montón de cosas. Pero los cuatro jinetes se la bancan con mucho decoro y le ponen huevo también a las secuencias llenas de diálogo y con cero acción. La peor parte se la lleva Hampton, que casi no dibuja otra cosa, pero lo hace con mucha onda y le pone mucha humanidad, mucha carnadura a las legiones de magos que le toca dibujar.
Esto no se parece demasiado a las otras obras de Gaiman y no se le puede decir ni mu al fan de Gaiman que la pasa por alto. Pero si te gusta el DCU, o los personajes místicos en general, esto es sumamente power, por lo que pasa en limpio, por lo que siembra a futuro y porque además son casi 200 páginas muy bien escritas y muy bien dibujadas. No es poco.