Uno de los momentos más
álgidos en la larga historia de este blog fue aquel final de 2015 en el que
reseñé los 10 tomos de The Sandman, a razón de uno por día durante 10 días
consecutivos. Un poco por eso le dedico a Overture una reseña para ella sola,
sin mezclarla con el otro librito que estuve leyendo en estos días.
Para empezar, se trata de
un libro de 224 páginas en el que sólo 156 son de historieta. El resto es un
interminable compendio de carátulas, prólogos, entrevistas a los autores,
bocetos, portadas alternativas, el letrista y el colorista que te explican el
backstage de sus respectivos trabajos… Todo el relleno imaginable, está en esta
edición. Algunas de estas cositas están buenísimas, para qué engañarnos. Y
entiendo que me tenés que justificar un PVP de u$ 20, en parte para que
Overture cueste lo mismo que los 10 TPBs de la saga original. Pero 68 páginas
de relleno es un abuso, en serio.
Y eso no es lo más grave.
Lo que más ruido me hizo es que la esencia de la historia, el núcleo de la
trama, el momento en el que realmente Morpheus enfrenta el conflicto en
cuestión y avanza hacia su resolución, está condensado en menos de 45 páginas,
ubicadas al final de la obra. Hasta llegar a ese punto, Neil Gaiman nos pasea
por un montón de situaciones menores, establece conflictos más chiquitos,
desgasta un poco a Morpheus al ponerlo (por primera vez en mucho tiempo) en una
especie de peligro de muy difícil solución… pero pasadita la mitad del quinto
episodio desactiva el peligro y Dream, baqueteado y todo, entra a la recta
final de la historia. Una recta final espectacular, redondísima… que hace
bastante intrascendente todo lo que habíamos leído hasta ese punto.
¿Qué hay de atractivo en
toda esa extensa franela previa? Primero, lo que ya mencioné: creíamos que
nunca iba a aparecer una amenaza que obligara a Morpheus a pelar sus poderes a
pleno para combatirla, pero Gaiman nos cerró el orto. La amenaza apareció y es
la que anima en buena medida todo el tramo “tranqui” de Overture. También vemos
al padre y la madre de Dream, y la interacción de ambos con el orgulloso y
taciturno Rey del Sueño. Vemos también a todos los Endless (y al Corinthian, y
a Lucien, y a Merv, y a varios personajes más), pero están básicamente al pedo.
Quizás lo más atractivo sea la gran cantidad de guiños que tira Overture al que
ya sabe lo que va a pasar después. La saga termina (y esto no es un spoiler)
con Dream capturado en el sótano de Roderick Burguess (a quien Gaiman no nombra
en esta obra), o sea que es como un Vol.0 de Sandman, que tiene mucho más
sentido si se lee DESPUES de los Vol.1-10 y de Endless Nights. Gaiman
juega mucho con eso, con sembrar
pistas de plots o secuencias que “luego” veremos en Preludes & Nocturnes,
The Doll´s House, Season of Mists… y el lector que ya sabe todo lo que va a
pasar las disfruta a full. Y bueno, obviamente hay parábolas, historias dentro
de la historia que los personajes se cuentan unos a otros, diálogos magníficos
y bloques de texto de alto vuelo, en los que se ve con claridad que no estamos
ante el típico escritor de comic-books que saca con fritas tres o cuatro series
mensuales todos los putos meses hasta que se le rostizan las neuronas.
¿Y por qué está bueno que
Overture dure casi 100 páginas más de lo que podría haber durado si Gaiman
fuera al grano y no descomprimiera brutalmente el relato? Porque todas esas
páginas las dibuja J.H. Williams, en el que sin dudas es el mejor trabajo de su
deslumbrante carrera. Acá el ídolo no sólo cambia todo el tiempo de grilla:
también cambia el grafismo. Tiene secuencias en las que parece Frank Quitely,
en otras parece P. Craig Russell, en otras el dibujo animado de Yellow
Submarine, en otras Moebius, en otras Alex Ross, por momentos parece un
ilustrador de fantasía medieval, sobre el final tira un homenaje hermoso a Sam
Kieth y Kelley Jones, aparecen personajes que parecen diseñados por Jack Kirby,
otros que parecen inspirados en historietas de la 2000 A.D. o la Métal Hurlant…
un desconche visual como pocas veces se vio en el Noveno Arte. Y encima de
todas estas referencias, guiños, homenajes y/o choreos, está el estilo del
propio J.H. Williams, que se complementa perfecto con los colores de Dave
Stewart y que alcanza un nivel imposible, pensado para devastar sistemas
solares enteros.
The Sandman: Overture
tiene aventura a escala sideral, fantasía, introspección, incluso
ciencia-ficción (que es algo que Gaiman hace poco), algún toque mínimo de
comedia, infinito fan service para el lector de la saga clásica, momentos en
los que la estructura del relato parece medio un western, o un policial, por
momentos el drama familiar amenaza con comerse a la trama, por momentos decís “metele
pata, que me duermo”, por momentos el ritmo se vuelve casi frenético y te lleva
puesto… Claramente es un comic raro, dentro de la cosmogonía de Sandman y
dentro de la obra de Gaiman, en general. Pero no huele a estafa, a “esquilmemos
a estos giles con cualquier verdura que quedó ahí, pudriéndose al sol desde 1996
cuando terminó Sandman”. Huele a obra sumamente ambiciosa, muy personal, con
mucho amor por Morpheus, su historia y su mundo (y sus fans) y sobre todo con unos dibujos
que están más allá de cualquier exégesis, a parsecs de lo que se ve normalmente
en los (pocos) comics que publicó Vertigo en estos últimos cinco o seis años. Ya
sólo por el laburo de J.H. Williams recontra-vale la pena sumar este broli a tu
colección.
Gracias por el aguante y
nos reencontramos pronto, acá en el blog.