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domingo, 9 de octubre de 2011
09/ 10: KRYPTONITA
Desde que empecé este blog, y por lógicas cuestiones de tiempo, mi relación con las otras artes cambió bastante. Al cine directamente renuncié. Desde Enero de 2010 hasta hoy fui tres veces al cine y, fuera de eso, habré visto otras… ocho películas, en micros o aviones, nunca en mi casa ni en casas de amigos. Con la literatura, en cambio, me cuesta más dejarla y siempre termino por hacerme un huequito para leer alguna novela, aunque sea de a cachitos, en los subtes o los bondis. Hoy, una novela se coló en un blog de comics…
A Leonardo Oyola lo conocí por su novela Siete y el Tigre Harapiento, un policial urbano, lumpen y 100% argento, que tiene no pocas referencias al álbum homónimo, fundamental en la discografía de Duran Duran (Seven and the Raggedy Tiger, 1983). Después leí otra novela suya, Santería, y más tarde me enteré de que Oyola es muy amigo de mi amigo y referente Max Aguirre. Max me contó acerca de la pasión de Oyola por el rock & pop de los ´80, de sus hábitos noctámbulos y hasta me enumeró la lista de boliches que solía frecuentar, tan parecida a la de los que frecuento yo, que seguramente nos habremos cruzado mil veces. Pero nunca nos conocimos personalmente, ni por mail, ni nada.
Imaginate mi sorpresa cuando me compro su libro nuevo y resulta ser 100% comiquero. Kryptonita es un Elseworlds, en el que la navecita kryptoniana no cae en Kansas, sino en una villa del partido de La Matanza, cerca de Isidro Casanova, en 1970. Adoptado por una pareja local, el bebé kryptoniano crece hasta convertirse en Pinino, alias Nafta Súper, alias “el Super”, capo de una banda de chorros famosa en toda La Matanza. Súper tiene una ese en el pecho, una cicatriz escarada. Y muchos poderes, sobre todo cuando pega el sol. Su novia se llama Lu, su principal enemigo, el Pelado. Incluso murió peleando contra un monstruo blindado en un tremendo combate fechado, oh casualidad, el 13 de Noviembre de 1992 (el día que salió a la venta la Superman n° 75). El monstruo era un GEO, un comando policial sangriento, y ambos parecieron morir, pero ambos volvieron de la muerte.
La banda de Nafta Súper está integrada por el Señor de la Noche (el más hábil y el único que no usa armas de fuego), Juan Raro (que se hace invisible, tiene poderes mentales y se paraliza frente al fuego), Lady Di (una travesti con estrellas tatuadas en todo el cuerpo), Ráfaga (el rápido de la banda, con buzo y capucha rojos), el Faisán (un morocho grandote con un anillo verde que emite energía) y la Cuñataí Güirá, una chica paraguaya con alas tatuadas en la espalda. Además de esta especie de Justice League Villa, tenemos a un tipo pelirrojo, con un mechón blanco, que recita un conjuro y se transforma en un demonio de piel amarilla y capa azul, que habla en rima. Y si los buscás muy finito, también están el Joker, la Reina Hipólita, Lana Lang… un montón.
Obviamente, Oyola hizo los deberes. Pero lo más loco es que ninguno de estos personajes se come la historia. Lo más cercano a un protagonista es un médico de guardia del Hospital Paroissien, donde transcurre el grueso de la trama. El autor interrumpe esta trama en los momentos justos para contarnos el pasado, las vidas de estos tipos y minas, y todas tienen guiños a las vidas de otros personajes que seguramente conocés. Además de nutrirse de la mitología heroica de DC, Oyola aprovecha a full el contexto histórico: Nafta Súper “nace” en 1970 y crece en los ´80. Eso le da al autor la chance de insertar con gran criterio miles de referencias ochentosas, desde Carozo y Narizota hasta Alphaville y Modern Talking, la novela está llena de referencias a la cultura popular de los ´80 y –en menor medida- los ´90. Y como en sus trabajos anteriores, Oyola sorprende con su manejo y comprensión de los códigos de las villas, de los barrios pobres del Conurbano, que son fundamentales en esta trama de aguante y marginalidad.
Kryptonita te propone, además de una mirada nueva sobre el clásico tema de “superhéroes en el mundo real”, un relato ágil, intenso, con bastante humor, acción, y esa sensación melancólica, esa ficha que le va cayendo a Nafta Super y que le dice que él está ahí, pero no es de ahí, no es lógico que esté ahí, y mientras esté ahí, su vida y la de sus seres queridos va a ser un kilombo atrás de otro. No sé cómo le pegará Kryptonita al lector que no caza las analogías, pero a mí, con el correr de las páginas, se me fue haciendo cada vez más difícil no imaginarme al mundo que pinta Oyola dibujado por Dan Jurgens. Y decí que debe ser casi imposible de traducir, que si no me encantaría que la leyeran los guionistas yankis que escriben a Superman o la JLA, a ver qué opinan…
Etiquetas:
Argentina,
Leonardo Oyola,
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