Bueno, llegué hace un rato de Córdoba y me recibió la clásica Buenos Aires de otoño, fresquita, lluviosa, con el tránsito colapsado y las 15 radios del Grupo Clarín repitiendo las mismas mentiras. Por suerte entre aeropuertos y aviones tuve tiempo de leer un par de libros, así que tengo material para reseñar.
Arranco en EEUU, en 2013, cuando Dark Horse publica Kiss Me, Satan!, una saguita de acción y terror que me sedujo porque la encontré en oferta y está dibujada por el cordobés Juan Ferreyra, que me tiene entre sus fans desde que militaba en el under, allá por la segunda mitad de los ´90. El argumento de Victor Gischler (de oscuro pasado en Marvel) ofrece ángeles, demonios, licántropos, brujas, hechiceros, zombies, ninjas, ninjas zombies… un flor de bolonki de elementos sobrenaturales puestos al servicio de una trama de acción, con persecuciones, tiroteos, peleas de todo tipo, garches, runfla entre mafiosos y demás escenas de alto impacto.
Por suerte, Girschler evade unos cuantos lugares comunes y logra que esta combinación, además de ser pochoclera y estridente, tenga originalidad y frescura como para sorprender al lector que ya se devoró muchas aventuras parecidas. La machaca sobrenatural está bien condimentada con el trasfondo mafioso, con una trama romántica, con un buen aprovechamiento de la decisión de ambientar la historia en New Orleans y con algunos toques introspectivos que le sirven a Gischler para darle onda a los personajes, incluso a algunos secundarios. O sea que, como comic de entretenimiento sin mayores pretensiones, Kiss Me, Satan! funciona muy bien y garantiza una lectura ágil, ganchera, muy entretenida.
El dibujo de Juan Ferreyra es excelente, con altos niveles de salvajada, figuras muy dinámicas, deformidades bien puestas, personajes muy expresivos magníficamente diseñados, un ritmo de palo-y-palo en la planificación de las secuencias, y sobre todo un laburo alucinante en el color (rubro en el que Juan contó con la colaboración de Eduardo, su papá). El color de los Ferreyra le prende fuego a la página, está hiper-sincronizado con los climas que requiere el guión y tiene ese toque único de genialidad, de experimentación loca que llegó a muy buen puerto. Si sos de los que descubrieron a Ferreyra a partir de su desembarco en DC, o a través de Colder, tirate un cachito más para atrás y descubrí este gran trabajo del ídolo cordobés.
Salto a Uruguay, a 2016, cuando aparece Parto de Nalgas, el bizarro team-up entre Gustavo Sala y el guionista, blogger, conductor de radio y tele, escritor y co-protagonista de la recordada saga de New York acá en el blog, mi amigo Ignacio Alcuri. Con un guión escrito a cuatro manos y muy buenos dibujos de Sala, Parto de Nalgas es un delirio fascinante, una novela gráfica cuyo argumento reproduce la lógica de los sueños, en los que se suceden una atrás de otras escenas muy locas, casi sin explicación y casi sin un hilo conductor. Y claro, además del divague, acá hay muchos chistes. Chistes pavotes, chistes groseros, chistes absurdos, chistes políticamente incorrectos casi al límite, juegos de palabras, reflexiones graciosas tipo stand-up comedy… un repertorio amplio, ecléctico, generoso, para todos los gustos.
Así, entre seres de caca, pandas con síndrome de down, gorilas gigantes, monstruos bizarros, vergas gigantes y la inevitable aparición de famosos de toda calaña (de Gardel y el Papa Francisco a Moria Casán y Gary Coleman), un marplatense y un uruguayo viajan por el mundo, surcan el cosmos, recorren distintas dimensiones y viven la aventura más estrambótica de sus vidas. Algunos chistes funcionan mejor si pescás ciertas referencias muy puntuales (a las canciones de Jaime Roos, o los comics de Stan Lee, o los hábitos sexuales de Woody Allen), pero en general la risa está garantizada aunque no entiendas nada y creas que Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano son grandes periodistas.
La obra tiene más de 80 páginas, bastante texto y bastantes volantazos impredecibles, con lo cual no recomiendo leerla toda de un saque, sino meterle un par de pausas, como para intercalar otras lecturas y que la gracia de Parto de Nalgas se mantenga fresca y sorprendente. En Argentina el libro nunca se distribuyó, así que tenés que tener bastante ojete para conseguirlo, o enviar sicarios a que lo busquen del otro lado del charco. Parto de Nalgas lleva un paso más allá la sana costumbre de estos últimos años de las colaboraciones entre autores de Argentina y Uruguay y lo hace de la mano de dos genios malignos del humor. Así que hay que tenerlo, cueste lo que cueste. Y vamo´arriba la celeste.
Nos reencontramos por acá ni bien tenga más libros leídos.
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lunes, 10 de abril de 2017
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