el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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sábado, 22 de noviembre de 2014

22/11: ALL-STAR WESTERN Vol.3

Tercer tomo de esta serie que venía disfrutando bastante y que, por supuesto, DC ya canceló.
En este tomo tenemos tres cosas muy distintas entre sí. En primer lugar, el número 0 de la colección en el que Jimmy Palmiotti y Justin Gray nos recuentan el origen de Jonah Hex, con algunos toques interesantes respecto del origen “clásico” (el de Michael Fleisher y Gray Morrow), que consisten en darle más sustancia al padre de Jonah y a uno de los apaches que se crían con él. Esto está muy bien, son 20 páginas muy logradas.
Después tenemos una saga que nos lleva de nuevo a esta Gotham City de fines del Siglo XIX, en la que Hex tiene al Dr. Amadeus Arkham como compañero de aventuras. Y acá la cosa derrapa un poco, porque los guionistas tienen UNA idea muy buena, para diluir entre 80 páginas. El planteo es atractivo: el Dr. Jeckyll llega a Gotham y empieza a comercializar la fórmula que lo transforma en Mr. Hyde. Esto genera una epidemia de “hydes”, de gente que se saca y comete crímenes violentos y atroces. Para empeorarla, el propio Mr. Hyde, un antropófago macabro, sádico, violador de cualquier cosa que tenga agujeros y además hiper-fuerte, retiene el 100% del intelecto de Jeckyll gracias a un componente que agrega a la fórmula, pero que no le habilita a la gilada: un pequeño diamante negro. El enganche entre el famoso relato de Robert Louis Stevenson y Eclipso es una gran idea, pero la aventura no está buena.
¿Qué puede hacer Hex contra esta amenaza? Nada. Cobra de lo lindo y se pasa páginas enteras en silla de ruedas. ¿Y Arkham? Menos. Toma la poción y se vuelve loco. ¿Y qué rol cumple The Barbary Ghost, la justiciera oriental que Palmiotti y Gray nos presentaron en una historia corta del Vol.1? Ninguno, apenas sirve para rellenar páginas con escenas de machaca totalmente innecesaria y para mostrar carne a rolete, porque Moritat la dibuja mucho más voluptuosa y con menos ropa que Phil Winslade en aquel unitario. Así es como a mitad de la saga esta chica desaparece, junto con Tallulah Black, de modo totalmente desprolijo, sin contribuir en lo más mínimo al desarrollo de la trama. El balance general no es un desastre, pero la verdad que la idea daba para mucho más.
El dibujo de Moritat está mejor que en el tomo anterior. Se ve que se acostumbró a sacar rápido 20 páginas con un nivel aceptable, o consiguió buenos asistentes. Hay logros en los primeros planos, en viñetas que combinan personajes de cuerpo entero con fondos bien trabajados y en las splash pages, que son todas espectaculares. La doble splash page de Barbary Ghost en el Chinatown es casi gloriosa. Y las peleas están muy bien coreografiadas, la narrativa es dinámica (incluso con Jonah postrado y fuera de la acción), así que si hay alguna tirada a chanta es mínima y muy perdonable.
Y me queda para el postre lo mejor: una breve novela gráfica de 40 páginas en la que Gray, Palmiotti y el ya mencionado Phil Winslade nos presentan a una nueva versión de Tomahawk, que no tiene nada que ver con la clásica. Esta es una historia tremenda, de enorme fuerza dramática, donde además los guionistas y el dibujante se lucen con el rigor histórico en la ambientación. Todo transcurre a fines del Siglo XVIII, con los EEUU recién independizados de Inglaterra y envueltos en un conflicto grosso contra las tribus aborígenes que no quieren entregarle a los yankis los territorios que los ingleses les concedieron. Es una historia de honor, de coraje y también de runflas y traiciones, en la que Gray y Palmiotti no se guardan nada: por el contrario, hacen notable hincapié en las mentiras y las masacres con las que el ilustre presidente George Washington les birló sus tierras a los aborígenes. A juzgar por lo que muestra esta historieta, al lado de Washington, nuestro General Roca parece Mahatma Ghandi. Y en la última te tiro el ancho de espadas: ¡Phil Winslade se colorea a sí mismo! Esto le da al dibujo un vuelo exquisito, como de álbum europeo, con un cuidado en los climas y una exhuberancia en los paisajes realmente conmovedores. Majestuoso laburo de Winslade, que además la pilotea para que no se hagan densas las páginas en las que hay mucho texto.
Ya sé que comprar un libro de u$ 17 por las últimas 40 páginas es un delirio. Pero te aseguro que la historia de Tomahawk es una genialidad absoluta, y si a eso le sumamos el atractivo número 0, el buen desempeño de Moritat a lo largo de casi toda la saga central y varias portadas de Ariel Olivetti para enmarcar y colgar en un museo, nos queda un broli con bastantes méritos para llevarse nuestros pesitos. Habrá más All-Star Western en el blog, el año que viene.

sábado, 11 de mayo de 2013

11/ 05: HOWARD THE DUCK

Y un día, Steve Gerber volvió a escribir a Howard the Duck. Fue en 2002, más de 20 años después de que Jim Shooter (por entonces jefe de coordinadores de Marvel) lo echara del título que el propio Gerber había lanzado, por una disputa que tenía que ver con los atrasos en los pagos al propio Gerber y a los dibujantes que colaboraban con él en la tira diaria del pato cascarrabias. El guionista cantaría “quiero retruco” y en 1981 iniciaría acciones legales contra Marvel, reclamando la propiedad intelectual sobre el personaje. Por supuesto, nunca le dieron nada, ni siquiera cuando se estrenó aquel infausto largometraje de 1986. El duelo Gerber vs. Marvel fue largo, duro y encarnizado, quizás el primero en poner sobre el tapete un tema que en 1981 casi no se debatía, que es el de los abusos a los que las grandes editoriales someten a sus colaboradores. Pero claro, en 2002 Shooter ya no era ni un mal recuerdo, y Bill Jemas y Joe Quesada (los artífices de la Tercera Era de Oro de Marvel), siempre proclives a negociar con la mejor onda hacia los autores, lograron lo imposible: una nueva saga de Howard the Duck escrita por Gerber, ahora en el sello MAX, que le ofrecía al guionista total libertad para meterse con temas jodidos y salpicar la historia de sexo, puteadas, gore, sátira política pasada de rosca... lo que venga.
Gerber respondió con una obra maestra: maligna y delirante, la mini de 2002 no deja títere con cabeza. Arranca con una deconstrucción impiadosa del fenómeno de las boys bands, sigue con una perversa parodia a Witchblade, destripa a los personajes más importantes de Vertigo (se mete hasta con Nevada, creada por el propio Gerber), reversiona el primer arco de Preacher pero cambiando a Oprah Winfrey (a la que hace mierda) por Jesse Custer y a Sigmund Freud por el Saint of Killers, y remata la saga en el mejor episodio, el sexto y último, en el que nos ofrece un extenso soliloquio a cargo de Dios, que responde a todas las preguntas de Howard de un modo que sólo se le puede ocurrir a un genio.
En el medio hay mínimas peripecias, la infaltable lucha contra el Dr. Bong, bizarras transformaciones de Howard (que se pasa media saga convertido en ratón, quizás para salpicar al otro ícono de Disney) y pequeños amagues de encontrarle a la saga un rumbo más aventurero. Son amagues, nomás. A Gerber no le interesa meter a Howard y Beverly en una epopeya, sino usarlos para hablar de lo que él tiene ganas y repartir palos para donde se le canta. Y reparte con tanta mala leche y tanto humor, que se gana enseguida la complicidad de los lectores. Incluso cuando gasta a John Constantine o a Spider Jerusalem (ídolos indiscutibles por los que me cago a trompadas con quien sea), Gerber te arranca una risa cómplice. De todos modos, lo grosso, lo definitivo, lo que deja chiquito a todo lo demás, lo que trasciende la sátira, la joda y el mero entretenimiento es el episodio final: Si en toda su carrera Gerber hubiese escrito sólo las 18 páginas con las que cierra esta saga, también debería ser considerado un monstruo, un autor fundamental. Posta, creo que el día que encuentre un comic de Marvel con 18 páginas mejor escritas que estas, largo la historieta y me pongo a estudiar oboe o abro una remisería en Rafael Calzada.
Para dibujar esta joya de la transgresión y la desmesura, Gerber contó con el siempre excelente Phil Winslade, quien lo había acompañado en Nevada, ahora con el plus de que el propio Winslade entinta sus lápices. Hay un episodio en el que lo reemplaza Glenn Fabry, que para mi gusto no es tan bueno (haciendo historieta, como portadista es un crack) pero se nota poco. El trabajo de Winslade es magistral de punta a punta y explota cuando cobran más peso en la trama los personajes supraterrenales (ángeles, demonios, dioses, etc.). En los dos últimos episodios están las secuencias más inspiradas, más impactantes de un tomo que a nivel visual es realmente glorioso.
Allá por Septiembre de 2010, yo hablaba maravillas de la mini de Howard the Duck escrita por Ty Templeton. Nada, está muy bien. Pero al lado de la de Gerber es muy menor. Y no sólo porque no tiene sexo ni puteadas. Acá el creador del pato de Cleveland se despedía de su personaje de un modo tan sublime, tan zarpado y tan increíble, que casi ni daba para seguirlo. Nunca leí Hard Time, el siguiente trabajo de Gerber y quizás el último realmente importante antes de su muerte, ocurrida en 2008. Cebado como me dejó este libro, no te sorprendas si capturo y reseño Hard Time en las próximas semanas...