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miércoles, 19 de abril de 2023
PERDÓN POR LA DEMORA...
Pero los cambios de clima me tienen muy congestionado, y cuando no puedo respirar por la nariz no puedo dormir, y cuando no puedo dormir no puedo pensar y mucho menos escribir. Así es como tengo pendientes de reseña dos libritos que terminé hace varios días... y bueno, ahora que estoy un poquito mejor vamos a tratar de sacarlas adelante.
En general, cuando uno piensa en adaptaciones al comic de Los Tres Mosqueteros, piensa en la versión de José Luis Salinas de los años ´40, no? Pero hay otra: a principios de los ´60, el maestro Arturo del Castillo (nacido en 1925 en Chile y radicado en Argentina desde 1948 hasta su muerte, en 1992) hizo la misma que hacían todos los grandes dibujantes que se habían consagrado trabajando con H.G. Oesterheld en las revistas de la editorial Frontera: empieza a colaborar con editoriales del Reino Unido, donde la paga era mucho mejor. Entre otras obras, Del Castillo realiza entre 1961 y 1964 la adaptación del famoso folletín de Alexandre Dumas, en entregas de dos páginas semanales, sobre guiones de Leonard Matthews y Ted Holmes. Esto arranca en la revista Film Fun y luego continúa en otras cabeceras de la editorial Fleetway, de esas que en los ´60 gozaban de una enorme popularidad.
Matthews y Holmes se inscriben en la tendencia del máximo respeto a la obra literaria que adaptan, y así es como, en el intento por volcar en la página la mayor cantidad posible del texto original, pueblan las páginas del comic con una cantidad ingente de palabras, al punto de llenar cuadros enteros solo con texto. Recién en el tramo final (cuando adaptan El Hombre de la Máscara de Hierro) aparece una que otra secuencia en la que el dibujo se encarga de llevar adelante la acción. En casi todo el libro, el dibujo ilustra apenas un cachito de lo que explicita el texto, lo cual lo hace redundante. Si tratás de leer solo los textos, sin mirar los dibujos, se entiende todo perfectamente. Y si optás por lo contrario, vas a ver que dibujos y diálogos no alcanzan para comprender la historia... si no la conocías. La verdad que no soy el más indicado para hacer el experimento porque leí estas aventuras varias veces en la infancia y todo el tiempo sabía lo que estaba por pasar, porque -misteriosamente- me las acordaba.
O sea que estamos ante un libro duro de leer pero muy hermoso de mirar. Acá vemos a un Del Castillo que aprovecha a full el formato de página vertical, casi siempre de seis viñetas o menos, para desplegar una cantidad de recursos gráficos que obviamente no podía mostrar en las revistas chiquitas de Frontera. El resultado no tiene punto de comparación. Solo sería justo comparar esto con los primeros trabajos de Arturo en la Skorpio, cuando estaba muy bien pago y colaboraba con guionistas del carajo en su género favorito, que siempre fue el western. Todo el resto de la obra del chileno-argento queda muy, muy atrás de la magia que tira en Los Tres Mosqueteros. Acá está realmente en estado de gracia, en la cresta de la ola del estilo académico realista, con casi nada que envidiarle a Harold Foster. El rigor histórico, la plasticidad de los personajes, los caballos, los fondos, el festival de texturas, esos grises aplicados con tramas mecánicas que aparecen en el segundo tramo, esos detalles, esa cosa barroca que más tarde perfeccionaría Gary Gianni, esa sensación de épica que asociamos con Antonio Hernández Palacios... Lo mejor de ese estilo hiper-clásico está acá, en la pluma de Arturo Del Castillo y alcanza y sobra para recomendar la adquisición y estudio meticuloso de este álbum, muy bien editado en Chile por Acción Comics.
Me voy a Estados Unidos, año 2003, cuando se publica una miniserie tremenda, que originalmente se pensó para estar fuera de la continuidad oficial y luego alguien tuvo la lucidez de incorporarla al canon de la editorial. Captain America: Truth narra básicamente el via crucis de Isaiah Bradley (muy bien sintetizado en la miniserie televisiva de Falcon/ Winter Soldier), un soldado afroamericano al que le inyectan un prototipo del suero del Super-Soldado y se convierte en un Captain America paralelo, que también peleará en la Segunda Guerra Mundial.
El guion de Robert Morales es de una crudeza difícil de digerir en un comic mainstream. La mala leche, la oscuridad, la crueldad, las atrocidades a las que las propias fuerzas armadas yankis someten a Isaiah y sus compañeros, casi hacen que Adolf Hitler funcione como una amenaza menor. La mentira, el engaño, la manipulación que padecen estos soldados y sus familiares, el mal trato justificado solo en el color de su piel, son cosas que te desgarran el alma mientras leés el comic... que además es totalmente adictivo. Es casi imposible soltar el libro una vez que lo empezás a leer.
Truth es un comic adulto, profundo, jugado, muy violento, con momentos estremecedores, revelaciones shockeantes y emociones fuertes. Un Lado B del Year One del Capi America que, a menos que seas racista, te va a resultar desolador en más de un pasaje. Y si conocías de oído la historia de "el Capitán América negro al que lo cagaron como de arriba de un puente" por la serie de TV, o por menciones que se hacen en otras historietas (pienso por ejemplo en Young Avengers, donde uno de los protagonistas es el nieto de Isaiah) acá vas a encontrar esa idea totalmente zarpada y revolucionaria explicada y desarrollada en detalle en un guion muy ágil y muy conmovedor.
El dibujo... la verdad que me descolocó la decisión de ponerlo en manos de Kyle Baker. Okey, era lógico que lo dibujara un autor afroamericano, pero ¿Baker? ¿Con ese trazo exagerado, caricaturesco, que por momentos dibuja a los personajes como en un corto de Ren & Stimpy? Lógicamente ahí se produce un choque entre lo oscuro del guion y lo alegre, lo desprejuiciado del dibujo, que por momentos va a 160 km/h, pero para el otro lado. Baker abusa un poco de los primeros planos, propone un laburo con el color que lo exime de dibujar fondos en la gran mayoría de las viñetas, y cuando los dibuja generalmente los simplifica a una línea casi minimalista. Pero tiene dos grandes ventajas: es un crack a la hora de retratar la machaca y sus personajes son tremendamente expresivos. En un comic donde parte de la gracia es transmitirle al lector las emociones que viven los personajes, esa habilidad sobrehumana de Baker resulta fundamental. Igual es raro, eh? Todo el tiempo te preguntás cómo se vería Truth dibujado en un estilo más tradicional, ponele el de Denys Cowan, a quien ya lo vimos romper todo en una historia del Capi ambientada en la Segunda Guerra. Como fan incondicional de Kyle Baker le aplaudo hasta las tiradas a chanta, y por haber charlado bastante con él me doy cuenta lo que le habrá costado dibujar esas secuencias más realistas, con soldados, vehículos y armas que se tienen que ver verosímiles y respetuosos de la anatomía, la perspectiva, la iluminación y la documentación. Cosas que para cualquier dibujante del mainstream son el pan nuestro de cada día, pero para este genio no, porque lo suyo es lo otro. La desmesura, la comedia, la locura.
Banco mucho a Truth como un gran retoque de continuidad, una idea que detona un montón de ideas más, y se anima a mostrar lo garca que puede ser el bando que pasó a la historia como el de "los buenos", en una historia sin concesiones. Es un relato tan potente que hasta se banca que Morales y Baker por momentos quieran plasmarlo de maneras totalmente divergentes.
Y hasta acá llegamos. Si estás en La Plata, venite este jueves a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, que voy a estar dando una charla sobre traducción de historietas, por supuesto con entrada gratuita. Si no, nos reencontraremos en unos días acá en el blog.
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Kyle Baker,
Robert Morales
domingo, 30 de diciembre de 2018
ULTIMAS LECTURAS DEL AÑO
Se termina el año y vengo leyendo bastante poco, estos últimos días.
Tengo empezado un libro y terminados dos, bastante cortitos. Veamos con qué me
encontré.
Allá por Junio de 2014, cuando reseñé los libritos de la colección
Todo Clemente, me faltó el Vol.17, que no venía en el lote que conseguí en
oferta en aquel entonces. El otro día lo encontré a $ 25 en una mesa de saldos
de Corrientes, y aproveché para completar la colección.
Todo el material de este librito corresponde al tramo final de
Clemente (2010-2012) y por supuesto son tiras que yo no había leído nunca. De
hecho, me costó entender una de las ideas más bizarras de Caloi: a lo largo de
muchísimas tiras, co-existen el Jacinto adolescente (el del piercing y el pelo
de colores) con el Jacinto bebé, el del chupete y los charquitos de meo. Yo
pensaba que eran dos personajes distintos, no entendía que eran el mismo,
desdoblado en dos. Muy loco todo.
Acá, fuera de una secuencia de Clemente y la Mulatona repleta de chistes
bastante básicos acerca del físico exhuberante de la morocha, tenemos una
selección de chistes bastante meta-comiquera. En el primer segmento, Clemente
se entera de que lo que dice y piensa aparece escrito en globos, que la gente
puede leer. Y un personaje anónimo le explica las distintas formas y
significados que pueden tener los globos en la historieta. Más adelante,
Clemente le enseña a Jacinto las onomatopeyas que todo personaje de historieta
debe conocer. Y en el tramo final, ya sin Clemente, los dos Jacintos rediseñan
la tira para darle un look más joven y transgresor… con impredecibles
resultados.
Este tramo final es increíble desde lo gráfico, porque le da a Caloi y
a su colorista (y pareja) María Verónica Ramírez la posibilidad de cambiar totalmente
de estilo. Por un lado, abandonan los fondos sobrios en favor de una
estridencia punk muy lograda, y por el otro Caloi rompe con su línea prolija y
redondita para irse a un trazo más rústico, como si dibujara directamente con
el mouse. Hasta la tipografía muta, para hacerse intencionalmente más
desprolija, más cercana a una pintada callejera.
Y lo más importante: el humor. Acá encontré unos cuantos chistes muy
buenos, basados en este estudio de la dinámica del comic hecho desde adentro, y
por supuesto también en el esgrima verbal entre personajes que no paran de
tirar juegos de palabras ingeniosos (el famoso “humor radial”). Seguimos
extrañando a Clemente, incluso los que no lo leíamos ni en pedo todos los días
en ese diario nefasto en el que aparecía.
Salto a EEUU, año 2016, cuando se publica Captain America: White,
hasta hoy la última colaboración entre Jeph Loeb y Tim Sale, una dupla
prácticamente insumergible. Como ya lo hicieran con Hulk, Daredevil y
Spider-Man, Loeb y Sale nos llevan mediante flashbacks a los primeros años de
actividad del héroe, o sea a la Segunda Guerra Mundial, cuando había muchos (y
muy malos) villanos nazis para machacar. El argumento en sí no es gran cosa, la
verdad. Lo que más me atrapó pasa por otro lado.
Así como Hulk lloraba por Betty Ross, Daredevil por Karen Page y
Spidey por Gwen Stacy, el Capitán llora por… Bucky. El amor perdido en este
caso es un varón, un chico seis o siete años menor que Steve Rogers con quien
entabla una relación muy estrecha… pero no romántica. Loeb desliza algún
comentario jocoso acerca de un posible amor carnal entre Steve y Bucky, pero la
historia va para otro lado, para el lado de un amor fraternal. Imaginate:
atravesás codo a codo con tu mejor amigo cuatro años de una guerra tremenda,
jugándote la vida a cada minuto y compartiendo emociones extremas de esas que
te conmueven hasta el tuétano. Bueno, eso les pasa a Bucky y Steve cuando uno
tiene 15 años y el otro 21. Y se terminan amando, posta.
Y lo más lindo: Loeb nos cuenta que Steve llega a los 21-22 años
siendo virgen (el título no es casual: blanco es el color de la virginidad)
porque claro, 15 minutos antes de convertirse en el Capitán, era un alfeñique
de 45 kilos al que las minas no se le acercaban ni por accidente. Ahora es un
chongazo tremendo y todas le tiran onda, pero la inexperiencia le juega en
contra y hasta el propio Bucky la tiene más clara que él en materia de
relaciones con el sexo opuesto. Sin dudas Loeb sale muy bien parado en el
intento de darles profundidad y complejidad a personajes que en los ´40 eran
absolutamente sosos y unidimensionales. Y en esto incluyo también a Nick Fury,
que se lleva varios de los mejores diálogos de una obra donde los buenos
diálogos abundan muchísimo.
El dibujo de Sale está bien, un poco pasado de rosca para mi gusto,
pero con momentos muy hermosos y con unos colores de Dave Stewart que lo
levantan muchísimo. ¿Podemos poner a White al nivel de Yellow, Gray o Blue? No,
ni ahí. Pero eso no significa que esté mal, ni que no ofrezca un lindo combo de
machaca + emotividad.
Feliz fin de año para todos y nos reencontramos en 2019, acá en el
blog.
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Tim Sale
miércoles, 20 de junio de 2018
FERIADO MUNDIAL
Como tantos, aprovecho el feriado para clavarme una seguidilla hardcore de partidos mundialistas. Y entre uno y otro, me tomo un ratito para escribir las reseñas de dos libros que me bajé en estos últimos días.
El tercer tomo del Captain America de Dan Jurgens es seguramente el mejor dibujado de los tres. No solamente porque el propio Jurgens le pone más pilas a su faceta de dibujante, sino porque entre los invitados hay colaboraciones fastuosas de capos como Kevin Maguire, Igor Kordey, Stuart Immonen, Lee Moder y la nunca bien ponderada dupla de mis amigos Juan Bobillo y Marcelo Sosa. También hay unas páginas de Darryl Banks (nunca entre mis favoritos) y del uruguayo Ignacio Calero, a quien vemos en un intento de clonar la estética de Travis Charest, que resulta doblemente frustrante: primero porque uno sabe que Calero tiene con qué aspirar a mucho más, y segundo porque el resultado de la clonación no es demasiado convincente. Con muchas más altas que bajas, el apartado visual de este tomo es muy notable, con una buena cantidad de imágenes icónicas, secuencias de alto impacto y páginas memorables.
Los guiones… y bueno… Jurgens tiene una sóla idea copada (una aventura contra el Red Skull y el Hate Monger) y la estira sin compasión para que dure varios episodios, cuando la podría haber liquidado en 40-44 páginas. Después te calza un Annual que va muy lento, repleto de flashbacks a la época en que los Invaders luchaban contra los nazis, un numerito muy tranqui donde se resuelve el triángulo con Sharon Carter y Connie Ferrari, y después ese extraño (y hoy cuasi-mítico) nº50, que arranca con una historia muda (acá Jurgens saca a relucir su chapa de gran narrador gráfico) y sigue con varias historias cortas, a cargo del propio Jurgens e ilustres invitados. En una de esas historias, sin decir “agua va” y sin enfrentarse a ningún villano pulenta, el Capi muere, y el libro cierra con un funeral muy bien escrito por el maestro Evan Dorkin. En este tramo que funciona como antología de relatos breves, están los mejores guiones del libro. Y sí, obviamente Steve Rogers volverá de la muerte (varias veces) y a esta serie le seguirán otras. No me acuerdo si me quedan libros del Capi en la pila de las lecturas pendientes, pero sé que eventualmente me tengo que comprar los TPBs de la etapa más reciente de Mark Waid y Chris Samnee. Por ahora, me despido acá de este ícono marveliano que tantas alegrías nos dio.
Me vengo a Argentina, a 2017, cuando se edita Asian Store Junkies, un recopilatorio de historias cortas escritas y dibujadas por Berliac para la revista Vice. Son ocho comedias cortitas, protagonizadas por dos pibes cuyos nombres desconocemos, dibujadas en ese estilo que nos remite al manga alternativo de los ´60 y que tan bien maneja el autor de Sadbøi.
Entre homenajes a Osamu Tezuka y Akira Toriyama y gastes a Simon Hanselmann, Kim Jong-un y Donald Trump, las historias van de la típica comedia costumbrista de “jóvenes a la deriva” a delirios épicos con ribetes alucinógenos. Berliac juega con la adicción que produce una sustancia llamada MSG, presente en un montón de alimentos y comercializada masivamente en supermercados, y la utiliza como motor de estas breves historias en las que también baja línea acerca del consumismo acrítico, el racismo y la violencia.
Si no esperás una obra profunda, relevante y filosa (como lo fue Sadbøi, con la que Berliac dejó muy alta su propia vara), Asian Store Junkies seguro te va a atrapar por el lado del humor, del desparpajo, de esa combinación entre un dibujo muy cuidado, muy pensado, y una sensación de desenfreno, de “me chupa todo un huevo” que le suma mucha onda a estas comedias limadas.
Y nada más, por ahora. Mañana espero retomar mi ritmo normal de lectura, para volver a postear pronto, acá en el blog.
El tercer tomo del Captain America de Dan Jurgens es seguramente el mejor dibujado de los tres. No solamente porque el propio Jurgens le pone más pilas a su faceta de dibujante, sino porque entre los invitados hay colaboraciones fastuosas de capos como Kevin Maguire, Igor Kordey, Stuart Immonen, Lee Moder y la nunca bien ponderada dupla de mis amigos Juan Bobillo y Marcelo Sosa. También hay unas páginas de Darryl Banks (nunca entre mis favoritos) y del uruguayo Ignacio Calero, a quien vemos en un intento de clonar la estética de Travis Charest, que resulta doblemente frustrante: primero porque uno sabe que Calero tiene con qué aspirar a mucho más, y segundo porque el resultado de la clonación no es demasiado convincente. Con muchas más altas que bajas, el apartado visual de este tomo es muy notable, con una buena cantidad de imágenes icónicas, secuencias de alto impacto y páginas memorables.
Los guiones… y bueno… Jurgens tiene una sóla idea copada (una aventura contra el Red Skull y el Hate Monger) y la estira sin compasión para que dure varios episodios, cuando la podría haber liquidado en 40-44 páginas. Después te calza un Annual que va muy lento, repleto de flashbacks a la época en que los Invaders luchaban contra los nazis, un numerito muy tranqui donde se resuelve el triángulo con Sharon Carter y Connie Ferrari, y después ese extraño (y hoy cuasi-mítico) nº50, que arranca con una historia muda (acá Jurgens saca a relucir su chapa de gran narrador gráfico) y sigue con varias historias cortas, a cargo del propio Jurgens e ilustres invitados. En una de esas historias, sin decir “agua va” y sin enfrentarse a ningún villano pulenta, el Capi muere, y el libro cierra con un funeral muy bien escrito por el maestro Evan Dorkin. En este tramo que funciona como antología de relatos breves, están los mejores guiones del libro. Y sí, obviamente Steve Rogers volverá de la muerte (varias veces) y a esta serie le seguirán otras. No me acuerdo si me quedan libros del Capi en la pila de las lecturas pendientes, pero sé que eventualmente me tengo que comprar los TPBs de la etapa más reciente de Mark Waid y Chris Samnee. Por ahora, me despido acá de este ícono marveliano que tantas alegrías nos dio.
Me vengo a Argentina, a 2017, cuando se edita Asian Store Junkies, un recopilatorio de historias cortas escritas y dibujadas por Berliac para la revista Vice. Son ocho comedias cortitas, protagonizadas por dos pibes cuyos nombres desconocemos, dibujadas en ese estilo que nos remite al manga alternativo de los ´60 y que tan bien maneja el autor de Sadbøi.
Entre homenajes a Osamu Tezuka y Akira Toriyama y gastes a Simon Hanselmann, Kim Jong-un y Donald Trump, las historias van de la típica comedia costumbrista de “jóvenes a la deriva” a delirios épicos con ribetes alucinógenos. Berliac juega con la adicción que produce una sustancia llamada MSG, presente en un montón de alimentos y comercializada masivamente en supermercados, y la utiliza como motor de estas breves historias en las que también baja línea acerca del consumismo acrítico, el racismo y la violencia.
Si no esperás una obra profunda, relevante y filosa (como lo fue Sadbøi, con la que Berliac dejó muy alta su propia vara), Asian Store Junkies seguro te va a atrapar por el lado del humor, del desparpajo, de esa combinación entre un dibujo muy cuidado, muy pensado, y una sensación de desenfreno, de “me chupa todo un huevo” que le suma mucha onda a estas comedias limadas.
Y nada más, por ahora. Mañana espero retomar mi ritmo normal de lectura, para volver a postear pronto, acá en el blog.
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Dan Jurgens
jueves, 31 de mayo de 2018
SE NOS VA MAYO
Ultimo día de un mes en el que tuvimos mucha actividad, acá en el blog. Y bueno, sigo avanzando con las lecturas.
Arranco con el segundo TPB de los que recopilan la etapa de Dan Jurgens al frente de Captain America, con nada menos que 10 números de la serie regular y un Annual. Un exceso, prácticamente. Encima el propio Jurgens dibuja todo excepto el Annual y un episodio de lo mensuales, o sea que acá tenemos literales cientos de páginas dibujadas por el hombre que mató a Superman. La faz gráfica de Captain America está muy basada en lo que a Jurgens más le gusta dibujar: la figura humana en acción. Y como él mismo es el guionista, se acomoda las historias para que todas le abran la puerta a la machaca, a esa especie de danza de cuerpos musculosos que a Jurgens tanto le divierte coreografiar. Esto no lo exime de –cada tanto- mandarse alguna pifia en la anatomía, algún escorzo demasiado extremo que termina por verse torpe o bizarro. Pero en general, Jurgens combina espectacularidad con solidez y muestra ser un digno alumno de sus maestros, Neal Adams y Mike Grell. Los dos dibujantes invitados (Dave Ross y Greg Scott) al lado de Jurgens pasan vergüenza, así, sin alicientes.
Los guiones… la verdad que te tiene que gustar mucho el Capi, o la historieta de machaca palo-y-palo. Como ya comenté, Jurgens se esfuerza para que nunca le falte protagonismo a las peleas físicas que tanto le gusta dibujar. En un episodio, un supuesto villano va a juicio, el Capi está seguro de que es culpable y la abogada que lo defiende es la novia de Steve Rogers. Yo dije “Ah, bien, un conflicto de índole ética, un dilema que no se resuelve con piñas”… Bueno, a Jurgens se le ocurre una forma de resolverlo con piñas. Y patadas. Y ese escudo mágico que el Capi parece controlar con la mente. Lo más interesante es el manejo de los sub-plots, un rubro en el que este autor ya dio sobradas muestras de solvencia. Jurgens entiende muy claramente el aspecto serial del comic de superhéroes y lo manipula con mucha inteligencia para hacerlo jugar a su favor, todo el tiempo y con notables resultados. Me queda pendiente el tercer tomo, para entrarle en Junio.
Salto a 2017, a Rosario, donde el Área de Diversidad Sexual de dicha ciudad publicó en un hermoso libro a las historietas ganadoras de un concurso de Historieta LGBTI, elegidas por un jurado en el que participaron Mariela Acevedo, Diego Trerotola y el glorioso Max Cachimba. Veamos qué material eligieron:
Arrancamos muy arriba, con una historieta de Sukermercado que, con un mínimo ajuste para redondear mejor el final, se podría publicar tranquilamente en cualquier antología grossa de cualquier país del mundo. El dibujo, el color y la narrativa son excelentes, posta. Le sigue Natalia Novia, una dibujante con un trazo barroco, sobrecargado, muy sugestivo, muy atractivo. Lamentablemente perpetúa este estigma tan frecuente en las historietistas de vanguardia de hoy en día, que es no dejar espacios (o zanjas) entre las viñetas, lo cual hace que no se entienda cuándo termina un cuadrito y cuándo empieza el de al lado. Ese truquito, el de apoyar una viñeta sobre la otra sin dejar un espacio, háganlo cuando estén MUY cancheras, chicas. No en sus primeras 100 ó 200 páginas de historieta, porque es MUY difícil hacerlo bien.
Lo de Maia Debowicz y Lucas Fauno Gutiérrez tiene buenos textos, buenos dibujos y una muy buena idea. La puesta en página (sin zanjas, sin viñetas… ¡y sin fondos!) es muy rara, pero no está mal. Muy buena también la de Román Suvriano, una historieta muy profesional, sobria, bien trabajada. Quiero ver más material de este autor, al que nunca había oído nombrar. Lo de Júlia Barata no me cerró por ningún lado: el guión es la nada misma, la narrativa no existe, el dibujo no me gusta y el rotulado es espantoso.
Julia Mamone y María Ibarra nos ofrecen otra historieta con excelente dibujo, un color exquisito y una decisión arriesgada (bancar siempre la grilla de tres viñetas widescreen) que les sale muy bien. El argumento, más o menos. El texto trata de contar una historia, pero al integrarse con el dibujo esta se disuelve un poco, y todo queda en la bajada de línea militante. La Watson, otra autora incomprensible, con una narrativa confusa y un dibujo muy poco inspirado. Rescato sólo la secuencia de la última página.
Otro trabajo muy sólido es el de Gaspar Aguirre, un autor que evidentemente viene del campo de la ilustración, pero que entiende muy bien cómo funciona el lenguaje del comic y para qué sirve. Cuenta conmigo para comprar sus próximas historietas. La de Nacha Vollenweider no me gustó ni como panfleto, ni como historieta. Para mi sorpresa, no me gustó ni siquiera el dibujo, un rubro en el que Nacha suele romperla. Ese mamarracho espantoso que en la portada del libro se ve tan mal está extraído de la última historieta del tomo, la de Gonzalo Agüero, que en realidad está muy bien. El tema que toca es fuerte, la historia está bien contada, el dibujo (incluso con esa técnica bastante extrema) es muy atractivo… nada que objetarle.
El balance me da bastante favorable, como para recomendar esta antología a cualquiera que se interese por historietas que traten temas vinculados a la diversidad sexual.
Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
Arranco con el segundo TPB de los que recopilan la etapa de Dan Jurgens al frente de Captain America, con nada menos que 10 números de la serie regular y un Annual. Un exceso, prácticamente. Encima el propio Jurgens dibuja todo excepto el Annual y un episodio de lo mensuales, o sea que acá tenemos literales cientos de páginas dibujadas por el hombre que mató a Superman. La faz gráfica de Captain America está muy basada en lo que a Jurgens más le gusta dibujar: la figura humana en acción. Y como él mismo es el guionista, se acomoda las historias para que todas le abran la puerta a la machaca, a esa especie de danza de cuerpos musculosos que a Jurgens tanto le divierte coreografiar. Esto no lo exime de –cada tanto- mandarse alguna pifia en la anatomía, algún escorzo demasiado extremo que termina por verse torpe o bizarro. Pero en general, Jurgens combina espectacularidad con solidez y muestra ser un digno alumno de sus maestros, Neal Adams y Mike Grell. Los dos dibujantes invitados (Dave Ross y Greg Scott) al lado de Jurgens pasan vergüenza, así, sin alicientes.
Los guiones… la verdad que te tiene que gustar mucho el Capi, o la historieta de machaca palo-y-palo. Como ya comenté, Jurgens se esfuerza para que nunca le falte protagonismo a las peleas físicas que tanto le gusta dibujar. En un episodio, un supuesto villano va a juicio, el Capi está seguro de que es culpable y la abogada que lo defiende es la novia de Steve Rogers. Yo dije “Ah, bien, un conflicto de índole ética, un dilema que no se resuelve con piñas”… Bueno, a Jurgens se le ocurre una forma de resolverlo con piñas. Y patadas. Y ese escudo mágico que el Capi parece controlar con la mente. Lo más interesante es el manejo de los sub-plots, un rubro en el que este autor ya dio sobradas muestras de solvencia. Jurgens entiende muy claramente el aspecto serial del comic de superhéroes y lo manipula con mucha inteligencia para hacerlo jugar a su favor, todo el tiempo y con notables resultados. Me queda pendiente el tercer tomo, para entrarle en Junio.
Salto a 2017, a Rosario, donde el Área de Diversidad Sexual de dicha ciudad publicó en un hermoso libro a las historietas ganadoras de un concurso de Historieta LGBTI, elegidas por un jurado en el que participaron Mariela Acevedo, Diego Trerotola y el glorioso Max Cachimba. Veamos qué material eligieron:
Arrancamos muy arriba, con una historieta de Sukermercado que, con un mínimo ajuste para redondear mejor el final, se podría publicar tranquilamente en cualquier antología grossa de cualquier país del mundo. El dibujo, el color y la narrativa son excelentes, posta. Le sigue Natalia Novia, una dibujante con un trazo barroco, sobrecargado, muy sugestivo, muy atractivo. Lamentablemente perpetúa este estigma tan frecuente en las historietistas de vanguardia de hoy en día, que es no dejar espacios (o zanjas) entre las viñetas, lo cual hace que no se entienda cuándo termina un cuadrito y cuándo empieza el de al lado. Ese truquito, el de apoyar una viñeta sobre la otra sin dejar un espacio, háganlo cuando estén MUY cancheras, chicas. No en sus primeras 100 ó 200 páginas de historieta, porque es MUY difícil hacerlo bien.
Lo de Maia Debowicz y Lucas Fauno Gutiérrez tiene buenos textos, buenos dibujos y una muy buena idea. La puesta en página (sin zanjas, sin viñetas… ¡y sin fondos!) es muy rara, pero no está mal. Muy buena también la de Román Suvriano, una historieta muy profesional, sobria, bien trabajada. Quiero ver más material de este autor, al que nunca había oído nombrar. Lo de Júlia Barata no me cerró por ningún lado: el guión es la nada misma, la narrativa no existe, el dibujo no me gusta y el rotulado es espantoso.
Julia Mamone y María Ibarra nos ofrecen otra historieta con excelente dibujo, un color exquisito y una decisión arriesgada (bancar siempre la grilla de tres viñetas widescreen) que les sale muy bien. El argumento, más o menos. El texto trata de contar una historia, pero al integrarse con el dibujo esta se disuelve un poco, y todo queda en la bajada de línea militante. La Watson, otra autora incomprensible, con una narrativa confusa y un dibujo muy poco inspirado. Rescato sólo la secuencia de la última página.
Otro trabajo muy sólido es el de Gaspar Aguirre, un autor que evidentemente viene del campo de la ilustración, pero que entiende muy bien cómo funciona el lenguaje del comic y para qué sirve. Cuenta conmigo para comprar sus próximas historietas. La de Nacha Vollenweider no me gustó ni como panfleto, ni como historieta. Para mi sorpresa, no me gustó ni siquiera el dibujo, un rubro en el que Nacha suele romperla. Ese mamarracho espantoso que en la portada del libro se ve tan mal está extraído de la última historieta del tomo, la de Gonzalo Agüero, que en realidad está muy bien. El tema que toca es fuerte, la historia está bien contada, el dibujo (incluso con esa técnica bastante extrema) es muy atractivo… nada que objetarle.
El balance me da bastante favorable, como para recomendar esta antología a cualquiera que se interese por historietas que traten temas vinculados a la diversidad sexual.
Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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Captain America,
Dan Jurgens,
Historieta LGBTI
miércoles, 9 de mayo de 2018
TRASNOCHE DE SUPERHEROES
Hacía bastante que no leía comics de superhéroes, no? Bueno, hoy voy con dos.
Arranco a principios del 2000, cuando Dan Jurgens se hace cargo de los guiones de Captain America para iniciar una etapa bastante interesante, luego republicada en tres tomos. El Vol.1 empieza con dos sagas dibujadas por Andy Kubert, en un estilo estridente, pasado de rosca, más al palo incluso que en aquella etapa de Ka-Zar que vimos hace un tiempo. Por suerte el esfuerzo de Kubert por impactar todo el tiempo al lector no se convierte en un obstáculo para que la narrativa fluya, pero en un punto se contrapone un poco con estos primeros guiones de Jurgens que son muy clásicos. Las dos sagas que dibuja Kubert (una con Falcon contra el Hate Monger y una con Ka-Zar contra el Count Nefaria) me dejaron gusto a poco, pero me parece que tiene más que ver con los guiones de Jurgens que con los dibujos de Kubert. Aún así, a lo largo de ambos arcos, Jurgens se ganó mi confianza con los subplots: el de Sharon Carter, el de Protocide y el de Connie Ferrari, el nuevo interés romántico del Capitán.
En el anteúltimo episodio de este TPB, el primero dibujado por el propio Jurgens, el plot de Protocide cobra protagonismo y cuando parece que el autor se va a concentrar en eso, tenemos un último episodio que derrapa, que agarra para otro lado y termina siendo bastante mediocre. Lo mejor del TPB, paradójicamente, es un unitario en el que Jurgens desactiva un rato los subplots para contarnos una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Es un episodio bien clásico, simple, efectivo, atemporal, a años luz de la mayoría de los comics que surgían del mainstream en el 2000, muy jugado a la emoción y dibujado como los dioses por el gran Jerry Ordway.
A partir del Vol.2, vamos a tener a Jurgens como autor integral en casi todos los episodios, y no, ni en pedo Captain America va a llegar al nivel que en esta misma época Jurgens nos regaló en Thor. Pero con la saga de Protocide y otras aventuras (que leí hace mil años y ahora no me acuerdo), y con los dibujos siempre decentes del hombre que boleteó a Superman, esta serie va a mantener una calidad más que aceptable (creo), desde un enfoque bastante tradicional, bien superheroico, sin saltos al vacío, lo cual en esa época no era poco.
Allá por el 24/11/15, me tocó leer el Vol.1 de Jellykid y me pareció muy flojito a nivel guión. Hoy, con 117 páginas más leídas, no sé si Franco Viglino mejoró como guionista, o si me pareció mejor porque entré esperando menos. Un aspecto en el que definitivamente este tomo sumó puntos es el de las escenas de acción, que en el Vol.1 escaseaban bastante. Estos episodios se acercan un poco más al típico comic de superhéroes apuntados al público adolescente, en lo bueno y en lo malo. Si no fuera porque los personajes se tratan de vos, uno se podría convencer de que Jellykid es un comic yanki, al que se olvidaron de ponerle color.
Viglino está absolutamente afianzado en su estilo gráfico y no falla nunca en la narrativa. Cuenta la historia con buen ritmo, sabe meter las pausas, sabe dónde y cómo impactar. Le falta simplemente ser mejor guionista, o formar dupla con un guionista un poco más curtido. Eso va a potenciar a Jellykid, a despegarlo de las fórmulas más obvias, más trilladas, a darle antagonistas, conflictos, personajes secundarios y diálogos más originales, más frescos, más atractivos.
Por supuesto me doy cuenta de que Jellykid es un comic apuntado a chicos de 12 a 15 ó 16 años, lectores en su mayoría neófitos, que seguramente no compararán la labor de Viglino con la de los grandes maestros (clásicos o vanguardistas) del comic de superhéroes. Pero uno que leyó, que conoce más o menos cómo funciona el género, le encuentra a Jellykid esa falla: la falta de originalidad, de riesgo, de ganas de dejar una marca en la historieta ya sea argentina o global. Claramente a nivel visual, Viglino tiene con qué imponer un estilo. Sería un golazo que a nivel argumental pudiera levantar el mismo vuelo (o alcanzar la misma profundidad, ya que buena parte de las aventuras transcurren bajo el agua).
Volvemos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
Arranco a principios del 2000, cuando Dan Jurgens se hace cargo de los guiones de Captain America para iniciar una etapa bastante interesante, luego republicada en tres tomos. El Vol.1 empieza con dos sagas dibujadas por Andy Kubert, en un estilo estridente, pasado de rosca, más al palo incluso que en aquella etapa de Ka-Zar que vimos hace un tiempo. Por suerte el esfuerzo de Kubert por impactar todo el tiempo al lector no se convierte en un obstáculo para que la narrativa fluya, pero en un punto se contrapone un poco con estos primeros guiones de Jurgens que son muy clásicos. Las dos sagas que dibuja Kubert (una con Falcon contra el Hate Monger y una con Ka-Zar contra el Count Nefaria) me dejaron gusto a poco, pero me parece que tiene más que ver con los guiones de Jurgens que con los dibujos de Kubert. Aún así, a lo largo de ambos arcos, Jurgens se ganó mi confianza con los subplots: el de Sharon Carter, el de Protocide y el de Connie Ferrari, el nuevo interés romántico del Capitán.
En el anteúltimo episodio de este TPB, el primero dibujado por el propio Jurgens, el plot de Protocide cobra protagonismo y cuando parece que el autor se va a concentrar en eso, tenemos un último episodio que derrapa, que agarra para otro lado y termina siendo bastante mediocre. Lo mejor del TPB, paradójicamente, es un unitario en el que Jurgens desactiva un rato los subplots para contarnos una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Es un episodio bien clásico, simple, efectivo, atemporal, a años luz de la mayoría de los comics que surgían del mainstream en el 2000, muy jugado a la emoción y dibujado como los dioses por el gran Jerry Ordway.
A partir del Vol.2, vamos a tener a Jurgens como autor integral en casi todos los episodios, y no, ni en pedo Captain America va a llegar al nivel que en esta misma época Jurgens nos regaló en Thor. Pero con la saga de Protocide y otras aventuras (que leí hace mil años y ahora no me acuerdo), y con los dibujos siempre decentes del hombre que boleteó a Superman, esta serie va a mantener una calidad más que aceptable (creo), desde un enfoque bastante tradicional, bien superheroico, sin saltos al vacío, lo cual en esa época no era poco.
Allá por el 24/11/15, me tocó leer el Vol.1 de Jellykid y me pareció muy flojito a nivel guión. Hoy, con 117 páginas más leídas, no sé si Franco Viglino mejoró como guionista, o si me pareció mejor porque entré esperando menos. Un aspecto en el que definitivamente este tomo sumó puntos es el de las escenas de acción, que en el Vol.1 escaseaban bastante. Estos episodios se acercan un poco más al típico comic de superhéroes apuntados al público adolescente, en lo bueno y en lo malo. Si no fuera porque los personajes se tratan de vos, uno se podría convencer de que Jellykid es un comic yanki, al que se olvidaron de ponerle color.
Viglino está absolutamente afianzado en su estilo gráfico y no falla nunca en la narrativa. Cuenta la historia con buen ritmo, sabe meter las pausas, sabe dónde y cómo impactar. Le falta simplemente ser mejor guionista, o formar dupla con un guionista un poco más curtido. Eso va a potenciar a Jellykid, a despegarlo de las fórmulas más obvias, más trilladas, a darle antagonistas, conflictos, personajes secundarios y diálogos más originales, más frescos, más atractivos.
Por supuesto me doy cuenta de que Jellykid es un comic apuntado a chicos de 12 a 15 ó 16 años, lectores en su mayoría neófitos, que seguramente no compararán la labor de Viglino con la de los grandes maestros (clásicos o vanguardistas) del comic de superhéroes. Pero uno que leyó, que conoce más o menos cómo funciona el género, le encuentra a Jellykid esa falla: la falta de originalidad, de riesgo, de ganas de dejar una marca en la historieta ya sea argentina o global. Claramente a nivel visual, Viglino tiene con qué imponer un estilo. Sería un golazo que a nivel argumental pudiera levantar el mismo vuelo (o alcanzar la misma profundidad, ya que buena parte de las aventuras transcurren bajo el agua).
Volvemos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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martes, 3 de mayo de 2016
CAPTAIN AMERICA: CIVIL WAR
Gran película. La verdad que fueron 148 minutos disfrutables de punta a punta. Otro gran acierto de Marvel, que la recontra-pegó al confiarle a los hermanos Anthony y Joe Russo la secuela a la muy notable Winter Soldier.
El título es medio mentiroso. Sí, al igual que en la famosa miniserie de Mark Millar, las autoridades “terrenales” tratan de supeditar a los Avengers a una especie de control o supervisión, y algunos aceptan y otros no. Pero el conflicto grosso no pasa tanto por ahí, sino por el Winter Soldier. Y enseguida nos tenemos que remitir al TPB que comentamos allá por el 04/04/13. En aquella saga, Ed Brubaker nos planteaba hasta qué punto el Winter Soldier es responsable de las atrocidades que cometió cuando su mente estaba controlada por los capos del espionaje soviético. ¿Merece Bucky ser castigado, o lo más lógico es considerarlo una víctima? Básicamente de eso se trata esta película y el hecho de que los guionistas abreven mucho más en el Captain America de Brubaker que en la Civil War de Millar es –sin dudas- una excelente noticia.
Pero además esta es una película de desarrollo de personajes, la que se anima a ir más lejos que ninguna otra en la indagación de las personalidades y las motivaciones de los Avengers. Porque no están ni Thor ni Hulk, pero esta es una peli de los Avengers. Y es realmente meritorio lo que hacen Christopher Markus y Stephen McFeely para sumarle profundidad a Scarlet Witch, Vision, Falcon, Hawkeye y el resto. Obviamente hay machaca a granel, pero lo más importante es eso: el desarrollo de personajes.
Por el lado de los recién llegados, Ant-Man la rompe, Spider-Man promete muchísimo y Black Panther pela una chapa infinita y es uno de los personajes más trabajados y mejor tratados por los guionistas. Además equilibra un poco la balanza para el lado de la seriedad, porque Ant-Man, Spidey, Tony Stark y Falcon te vuelven loco tirando chistes en todo momento, incluso cuando la mano se pone muy heavy.
Otro logro importante de la película es que banca la consigna hasta el final. No está la escena en la que el Capi y Iron Man recuerdan que los dos tenían un hamster llamado “Stinky” y deciden dejar de pelear para formar equipo contra el villano (ya vamos con él). Acá la guerra a la que hace alusión el título va a fondo y no hay chances de una reconciliación. Cuando parece que eso puede llegar a darse, el guión pega un giro magnífico e impredecible y la grieta entre Steve y Tony se vuelve a profundizar.
Y eso es en buena medida mérito del villano. Un villano al que le queda muy grande el nombre. Si sos fan de Marvel, escuchás ese nombre y se te hiela la sangre. Acá ese nombre lo porta un Juan Carlos Nadie que quizás más adelante haga méritos para estar a la altura, pero por ahora es eso: un tipo común, con la suficiente astucia y los suficientes recursos como para lograr algo que pocos villanos lograron: llevar a los Avengers al borde de la extinción por un bolonki zarpado entre ellos.
La película tiene un ritmo increíble, grandes peleas, diálogos brillantes, efectos especiales de la hiper-concha de Dios, flashbacks tremendos, cultivo de plots a futuro y sobre todo un dilema moral espeso, un conflicto que va más allá de Buenos contra Malos (o contra otros Buenos), que obviamente no se puede resolver a las trompadas, sino mediante la reflexión y el esfuerzo por ponerse en el lugar del otro. Por ahí alguno criticará que el protagonismo está muy repartido entre varios personajes y no recae tanto en el Capi América como el título parece indicar. Y un poco de razón tiene. Si la peli se titulaba Avengers: Civil War también valía, aunque claro, no están ni Hulk ni Thor.
Pero detalles al margen, es una película entretenidísima, vibrante, emotiva, que saca muchísimo provecho de todo lo bueno que Marvel Studios supo construir a lo largo de estos últimos ocho años y que –como varias de sus antecesoras- te deja pidiendo más. Salís del cine y vas derecho a internet a chequear por enésima vez el cronograma de estrenos, para ver cuánto falta para reencontrarnos con Iron Man, Ant-Man, Black Panther o el que sea que tenga la oportunidad de retomar en una próxima película alguna de las muchas puntas que abre esta.
Ah, como pasa (felizmente) cada vez que se estrena una película ambientada en este gigantesco tapiz conocido como el Universo Cinemático de Marvel, si no viste las anteriores te vas a encontrar con 85.000 cosas que no vas a entender. Y con otras 85.000 que, aunque no hayas visto nada y no sepas una chota de los personajes de Marvel, te van a emocionar.
El título es medio mentiroso. Sí, al igual que en la famosa miniserie de Mark Millar, las autoridades “terrenales” tratan de supeditar a los Avengers a una especie de control o supervisión, y algunos aceptan y otros no. Pero el conflicto grosso no pasa tanto por ahí, sino por el Winter Soldier. Y enseguida nos tenemos que remitir al TPB que comentamos allá por el 04/04/13. En aquella saga, Ed Brubaker nos planteaba hasta qué punto el Winter Soldier es responsable de las atrocidades que cometió cuando su mente estaba controlada por los capos del espionaje soviético. ¿Merece Bucky ser castigado, o lo más lógico es considerarlo una víctima? Básicamente de eso se trata esta película y el hecho de que los guionistas abreven mucho más en el Captain America de Brubaker que en la Civil War de Millar es –sin dudas- una excelente noticia.
Pero además esta es una película de desarrollo de personajes, la que se anima a ir más lejos que ninguna otra en la indagación de las personalidades y las motivaciones de los Avengers. Porque no están ni Thor ni Hulk, pero esta es una peli de los Avengers. Y es realmente meritorio lo que hacen Christopher Markus y Stephen McFeely para sumarle profundidad a Scarlet Witch, Vision, Falcon, Hawkeye y el resto. Obviamente hay machaca a granel, pero lo más importante es eso: el desarrollo de personajes.
Por el lado de los recién llegados, Ant-Man la rompe, Spider-Man promete muchísimo y Black Panther pela una chapa infinita y es uno de los personajes más trabajados y mejor tratados por los guionistas. Además equilibra un poco la balanza para el lado de la seriedad, porque Ant-Man, Spidey, Tony Stark y Falcon te vuelven loco tirando chistes en todo momento, incluso cuando la mano se pone muy heavy.
Otro logro importante de la película es que banca la consigna hasta el final. No está la escena en la que el Capi y Iron Man recuerdan que los dos tenían un hamster llamado “Stinky” y deciden dejar de pelear para formar equipo contra el villano (ya vamos con él). Acá la guerra a la que hace alusión el título va a fondo y no hay chances de una reconciliación. Cuando parece que eso puede llegar a darse, el guión pega un giro magnífico e impredecible y la grieta entre Steve y Tony se vuelve a profundizar.
Y eso es en buena medida mérito del villano. Un villano al que le queda muy grande el nombre. Si sos fan de Marvel, escuchás ese nombre y se te hiela la sangre. Acá ese nombre lo porta un Juan Carlos Nadie que quizás más adelante haga méritos para estar a la altura, pero por ahora es eso: un tipo común, con la suficiente astucia y los suficientes recursos como para lograr algo que pocos villanos lograron: llevar a los Avengers al borde de la extinción por un bolonki zarpado entre ellos.
La película tiene un ritmo increíble, grandes peleas, diálogos brillantes, efectos especiales de la hiper-concha de Dios, flashbacks tremendos, cultivo de plots a futuro y sobre todo un dilema moral espeso, un conflicto que va más allá de Buenos contra Malos (o contra otros Buenos), que obviamente no se puede resolver a las trompadas, sino mediante la reflexión y el esfuerzo por ponerse en el lugar del otro. Por ahí alguno criticará que el protagonismo está muy repartido entre varios personajes y no recae tanto en el Capi América como el título parece indicar. Y un poco de razón tiene. Si la peli se titulaba Avengers: Civil War también valía, aunque claro, no están ni Hulk ni Thor.
Pero detalles al margen, es una película entretenidísima, vibrante, emotiva, que saca muchísimo provecho de todo lo bueno que Marvel Studios supo construir a lo largo de estos últimos ocho años y que –como varias de sus antecesoras- te deja pidiendo más. Salís del cine y vas derecho a internet a chequear por enésima vez el cronograma de estrenos, para ver cuánto falta para reencontrarnos con Iron Man, Ant-Man, Black Panther o el que sea que tenga la oportunidad de retomar en una próxima película alguna de las muchas puntas que abre esta.
Ah, como pasa (felizmente) cada vez que se estrena una película ambientada en este gigantesco tapiz conocido como el Universo Cinemático de Marvel, si no viste las anteriores te vas a encontrar con 85.000 cosas que no vas a entender. Y con otras 85.000 que, aunque no hayas visto nada y no sepas una chota de los personajes de Marvel, te van a emocionar.
lunes, 6 de abril de 2015
06/ 04: CAPTAIN AMERICA Vol.4
Esta es una saguita totalmente autoconclusiva que se publicó en la época en la que la revista del Captain America formó parte de la línea Marvel Knights. En poco más de 90 páginas, Dave Gibbons y Lee Weeks nos invitan a visitar una realidad paralela (un Elseworlds, si estuviéramos en DC) en la que el Capi despierta de su letargo en los años ´60 para encontrarse con que los nazis ganaron la Segunda Guerra Mundial y llevan casi 20 años de supremacía indiscutida en el mundo entero. La acción se sitúa en Nueva Berlin (ex-Nueva York), donde el Red Skull montó la capital de este Tercer Reich y donde hace años se cocina a fuego lento una resistencia sostenida por hombres y mujeres comunes, sin superpoderes ni tecnología como para hacerle el aguante al poderío nazi.
Obviamente el Capi va a inclinar la balanza en favor de los rebeldes y de eso se trata la historia: de cómo el héroe se convierte en la inspiración para que la resistencia triunfe. El principal hallazgo de Gibbons es el equilibrio que encuentra en estas páginas. Hay mucho de descripción, de exploración de este nuevo y extraño status quo socio-político, muchos personajes que presentar y, por ende, bastantes secuencias muy habladas. Y al mismo tiempo, no escasea para nada la acción: hay persecuciones, explosiones, tiros, kilombo y peleas para todos los gustos. El plan de los malos es interesante y ambicioso, y reserva roles destacados para el Barón Von Strucker y el Victor Von Doom de este universo alternativo.
¿Y los buenos? Obviamente los capos de la resistencia son todos muchachos que nos suenan de algún lado, aunque acá no tengan poderes: Reed Richards, Hank Pym, Sue Storm, Luke Cage, Ben Grimm y un largo etcétera. Los giros más interesantes dentro de este elenco tienen que ver con Tony Stark (que hasta último momento parece estar colaborando con los opresores) y Bucky, que no sólo no murió sobre el final de la Segunda Guerra, sino que ahora es el líder de la resistencia, respetado por todos principalmente por haber combatido tantas veces al lado del Capitán.
El hueco grosso del argumento está al principio. Los que encuentran a Steve Rogers congelado, flotando por ahí en suspensión animada, son los nazis. ¿Por qué carajo no lo matan en el acto, cuando todavía está dormido, o cuando recién se despierta y todavía “no hace pie” en esta realidad que lo shockea? No hay una explicación lógica. El Red Skull intenta primero co-optarlo para su bando, con promesas de poder, riquezas y placeres… al Capitán América, justamente. Una idiotez mayúscula, que por supuesto el villano pagará carísimo. Y los impactos más fuertes están, lógicamente, al final, porque al ser un Elseworlds, Gibbons no tiene la obligación de llevar la historia a un final feliz, ni de dejar vivos a todos los buenos. No quiero contar nada del desenlace, pero no es para nada el esperado, ni el obvio, y aún así está muy bien.
Al frente del dibujo lo tenemos al siempre eficiente Lee Weeks, muy bien complementado con las tintas del maestro Tom Palmer. El estilo de Weeks es ideal para el comic de superhéroes actual, porque mezcla rasgos bien brutales, de dibujantes bien “raw power” tipo Jack Kirby o John Romita Jr., con rasgos más elegantes, de dibujantes más climáticos, más realistas, tipo Steve Epting o Paul Gulacy. No te digo que el combo funcione siempre, porque hay veces que o Weeks o Palmer la pifian en alguna expresión facial. Pero está esa narrativa intensa, que te involucra a full en la historia y que realza la violencia de las peleas y las explosiones, y también está lo otro: los recursos más finos para darle ritmo a las escenas de cabecitas que hablan. Lo más logrado, me parece, es lo que pela Weeks cuando juega a imaginarse a Nueva York convertida en capital del régimen nazi. Ahí realmente deja la vida (y saca a relucir un increíble manejo de la arquitectura) en unas tomas memorables.
La verdad que esta no es una historia de esas que te cambian la vida ni mucho menos, y encima viene justo después de una seguidilla de tres TPBs del Capi que conviene olvidar rápido. Aún así, si sos fan de los Elseworlds (o los What If…?) seguro te va a atrapar. Se lee rápido, tiene buenos momentos y el TPB trae como complemento el capítulo de los ´60 en el que Stan y Jack contaban por primera vez el origen del Red Skull (recoloreado para el ojete, pero bue…). Hace bastante tiempo que no lo veo a Gibbons escribiendo guiones para otros dibujantes, pero acá el dibujante de Watchmen lo hizo realmente bien. No te digo como en World´s Finest, pero bien. Y si te gusta Lee Weeks (del que tengo otro TPB para leer en unos meses), acá lo vas a ver muy afilado. Ahora que la serie actual del Capi no me atrae en lo más mínimo, re-da para completar sagas viejas, de épocas a las que en su momento no les di bola pero pueden tener alguna gema semi-oculta.
Obviamente el Capi va a inclinar la balanza en favor de los rebeldes y de eso se trata la historia: de cómo el héroe se convierte en la inspiración para que la resistencia triunfe. El principal hallazgo de Gibbons es el equilibrio que encuentra en estas páginas. Hay mucho de descripción, de exploración de este nuevo y extraño status quo socio-político, muchos personajes que presentar y, por ende, bastantes secuencias muy habladas. Y al mismo tiempo, no escasea para nada la acción: hay persecuciones, explosiones, tiros, kilombo y peleas para todos los gustos. El plan de los malos es interesante y ambicioso, y reserva roles destacados para el Barón Von Strucker y el Victor Von Doom de este universo alternativo.
¿Y los buenos? Obviamente los capos de la resistencia son todos muchachos que nos suenan de algún lado, aunque acá no tengan poderes: Reed Richards, Hank Pym, Sue Storm, Luke Cage, Ben Grimm y un largo etcétera. Los giros más interesantes dentro de este elenco tienen que ver con Tony Stark (que hasta último momento parece estar colaborando con los opresores) y Bucky, que no sólo no murió sobre el final de la Segunda Guerra, sino que ahora es el líder de la resistencia, respetado por todos principalmente por haber combatido tantas veces al lado del Capitán.
El hueco grosso del argumento está al principio. Los que encuentran a Steve Rogers congelado, flotando por ahí en suspensión animada, son los nazis. ¿Por qué carajo no lo matan en el acto, cuando todavía está dormido, o cuando recién se despierta y todavía “no hace pie” en esta realidad que lo shockea? No hay una explicación lógica. El Red Skull intenta primero co-optarlo para su bando, con promesas de poder, riquezas y placeres… al Capitán América, justamente. Una idiotez mayúscula, que por supuesto el villano pagará carísimo. Y los impactos más fuertes están, lógicamente, al final, porque al ser un Elseworlds, Gibbons no tiene la obligación de llevar la historia a un final feliz, ni de dejar vivos a todos los buenos. No quiero contar nada del desenlace, pero no es para nada el esperado, ni el obvio, y aún así está muy bien.
Al frente del dibujo lo tenemos al siempre eficiente Lee Weeks, muy bien complementado con las tintas del maestro Tom Palmer. El estilo de Weeks es ideal para el comic de superhéroes actual, porque mezcla rasgos bien brutales, de dibujantes bien “raw power” tipo Jack Kirby o John Romita Jr., con rasgos más elegantes, de dibujantes más climáticos, más realistas, tipo Steve Epting o Paul Gulacy. No te digo que el combo funcione siempre, porque hay veces que o Weeks o Palmer la pifian en alguna expresión facial. Pero está esa narrativa intensa, que te involucra a full en la historia y que realza la violencia de las peleas y las explosiones, y también está lo otro: los recursos más finos para darle ritmo a las escenas de cabecitas que hablan. Lo más logrado, me parece, es lo que pela Weeks cuando juega a imaginarse a Nueva York convertida en capital del régimen nazi. Ahí realmente deja la vida (y saca a relucir un increíble manejo de la arquitectura) en unas tomas memorables.
La verdad que esta no es una historia de esas que te cambian la vida ni mucho menos, y encima viene justo después de una seguidilla de tres TPBs del Capi que conviene olvidar rápido. Aún así, si sos fan de los Elseworlds (o los What If…?) seguro te va a atrapar. Se lee rápido, tiene buenos momentos y el TPB trae como complemento el capítulo de los ´60 en el que Stan y Jack contaban por primera vez el origen del Red Skull (recoloreado para el ojete, pero bue…). Hace bastante tiempo que no lo veo a Gibbons escribiendo guiones para otros dibujantes, pero acá el dibujante de Watchmen lo hizo realmente bien. No te digo como en World´s Finest, pero bien. Y si te gusta Lee Weeks (del que tengo otro TPB para leer en unos meses), acá lo vas a ver muy afilado. Ahora que la serie actual del Capi no me atrae en lo más mínimo, re-da para completar sagas viejas, de épocas a las que en su momento no les di bola pero pueden tener alguna gema semi-oculta.
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lunes, 4 de agosto de 2014
04/08: CAPTAIN AMERICA & BUCKY Vol.2
Segundo y último tomo de esta serie, que luego de este arco argumental se convertirá en una sucesión de miniseries en las que el Capi América compartirá protagonismo con distintos héroes y heroínas, guiado por distintos autores, ninguno demasiado relevante.
La saga central de este tomo se desprende de un What If…? escrito por Roy Thomas en 1977, que con buen criterio se reproduce en el libro. Es una aventura autoconclusiva que transcurre en una realidad alternativa, en la que los Invaders no se separan tras la Segunda Guerra Mundial. Por el contrario, suman a un nuevo Capitán América y un nuevo Bucky (los originales supuestamente estaban muertos), a algunos héroes más, y se enfrentan a varias amenazas de la posguerra. El villano es un poderoso androide llamado Adam II, diseñado por el Profesor Horton, y con la capacidad y los recursos para crear nuevos androides, con los que planea reemplazar a hombres clave de la política. Los Invaders impedirán que Adam II suplante con un androide a un joven John F. Kennedy, pero en la lucha morirá este Capi América sustituto, también conocido como Spirit of ´76. Fin.
Ahora a Ed Brubaker y James Asmus se les ocurre tomar esa historia, implantarla en la realidad posta, y darle una secuela ambientada en el presente. El pibe que reemplazó a Bucky en los ´40 ahora es un viejo choto, pero volverá a la acción junto a Steve Rogers y a Jim Harper (la Antorcha Humana original, otra creación del Profe Horton) para tratar de detener un nuevo plan maestro de Adam II, ahora más poderoso y más malo que en el What If…?. Esta vez, la historia no bordea la bizarreada, sino que está contada en un tono oscuro, dramático, con muchas más pretensiones de realismo. Y la verdad es que los méritos se quedan en el muy buen nivel de los diálogos. El resto es un aventura menor, sostenida en un villano fácil, obvio, al que casi no hay que laburar, porque está clarísimo que al final lo van a hacer boleta y va a volver a convertirse en un personaje oscuro, olvidado, al que sólo recordarán los fans más extremos, los verdaderos arqueólogos de back issues.
Pero bueno, Marvel tiene estas cosas… Te zambullís en un pilón de viejos números de What If…?, encontrás uno en el que aparecen personajes que hoy tienen revista propia, y con mínimos ajustes, de aquellas 32 paginitas setentosas sacás una saga nueva de 100 páginas. Lo que hicieron Asmus y Brubaker es tan fácil que casi da bronca, pero tampoco se puede decir que la historia esté mal. Se basa en consignas muy traídas de los pelos, es bastante predecible, hace un poco de trampa (porque el Bucky posta no aparece) y tiene mucho más impacto que sustancia. En síntesis, sólo se la recomiendo a los completistas que quieran tener TODO lo que escribió Ed Brubaker durante sus largos años en las series del Capi. O a los hardcore fans de los Invaders, que quizás haya alguno.
El dibujo del arco central está a cargo del enorme Francesco Francavilla, coloreado por sí mismo, como me gusta a mí. El tano se luce con su manejo del claroscuro, juega a full con la puesta en página, pone en práctica un montón de trucos de narrativa tomados del cine y le da un power bien crudo, bien jodido a las violentas escenas de acción. Quizás este no sea su mejor trabajo, pero igual es impecable.
Y hablando de power bien crudo, la historieta de los Invaders de 1977 está dibujada por el legendario maestro Frank Robbins, ya mayor, ya lejos de su mejor momento, pero al que todavía le sobraban ideas y fuerza para contar buenas secuencias de acción y machaca. Visto hoy, el Robbins de fines de los ´70 nos parece medio grotesco, medio granguiñolesco; y eso no habla mal de Robbins, sino de nosotros, que de alguna manera nos fuimos sofisticando y hoy ya no nos cierra mucho esa polenta, ese trazo vigoroso, ese pincel que se llevaba al mundo por delante y que caracterizaba a este narrador quintaesencial, al que mucho recomiendo, sobre todo en su tira para los diarios (Johnny Hazard) y en sus trabajos para DC de principios de los ´70.
Me faltan varios meses para volver a leer comics del Capi América, pero hay más. Siempre hay más.
La saga central de este tomo se desprende de un What If…? escrito por Roy Thomas en 1977, que con buen criterio se reproduce en el libro. Es una aventura autoconclusiva que transcurre en una realidad alternativa, en la que los Invaders no se separan tras la Segunda Guerra Mundial. Por el contrario, suman a un nuevo Capitán América y un nuevo Bucky (los originales supuestamente estaban muertos), a algunos héroes más, y se enfrentan a varias amenazas de la posguerra. El villano es un poderoso androide llamado Adam II, diseñado por el Profesor Horton, y con la capacidad y los recursos para crear nuevos androides, con los que planea reemplazar a hombres clave de la política. Los Invaders impedirán que Adam II suplante con un androide a un joven John F. Kennedy, pero en la lucha morirá este Capi América sustituto, también conocido como Spirit of ´76. Fin.
Ahora a Ed Brubaker y James Asmus se les ocurre tomar esa historia, implantarla en la realidad posta, y darle una secuela ambientada en el presente. El pibe que reemplazó a Bucky en los ´40 ahora es un viejo choto, pero volverá a la acción junto a Steve Rogers y a Jim Harper (la Antorcha Humana original, otra creación del Profe Horton) para tratar de detener un nuevo plan maestro de Adam II, ahora más poderoso y más malo que en el What If…?. Esta vez, la historia no bordea la bizarreada, sino que está contada en un tono oscuro, dramático, con muchas más pretensiones de realismo. Y la verdad es que los méritos se quedan en el muy buen nivel de los diálogos. El resto es un aventura menor, sostenida en un villano fácil, obvio, al que casi no hay que laburar, porque está clarísimo que al final lo van a hacer boleta y va a volver a convertirse en un personaje oscuro, olvidado, al que sólo recordarán los fans más extremos, los verdaderos arqueólogos de back issues.
Pero bueno, Marvel tiene estas cosas… Te zambullís en un pilón de viejos números de What If…?, encontrás uno en el que aparecen personajes que hoy tienen revista propia, y con mínimos ajustes, de aquellas 32 paginitas setentosas sacás una saga nueva de 100 páginas. Lo que hicieron Asmus y Brubaker es tan fácil que casi da bronca, pero tampoco se puede decir que la historia esté mal. Se basa en consignas muy traídas de los pelos, es bastante predecible, hace un poco de trampa (porque el Bucky posta no aparece) y tiene mucho más impacto que sustancia. En síntesis, sólo se la recomiendo a los completistas que quieran tener TODO lo que escribió Ed Brubaker durante sus largos años en las series del Capi. O a los hardcore fans de los Invaders, que quizás haya alguno.
El dibujo del arco central está a cargo del enorme Francesco Francavilla, coloreado por sí mismo, como me gusta a mí. El tano se luce con su manejo del claroscuro, juega a full con la puesta en página, pone en práctica un montón de trucos de narrativa tomados del cine y le da un power bien crudo, bien jodido a las violentas escenas de acción. Quizás este no sea su mejor trabajo, pero igual es impecable.
Y hablando de power bien crudo, la historieta de los Invaders de 1977 está dibujada por el legendario maestro Frank Robbins, ya mayor, ya lejos de su mejor momento, pero al que todavía le sobraban ideas y fuerza para contar buenas secuencias de acción y machaca. Visto hoy, el Robbins de fines de los ´70 nos parece medio grotesco, medio granguiñolesco; y eso no habla mal de Robbins, sino de nosotros, que de alguna manera nos fuimos sofisticando y hoy ya no nos cierra mucho esa polenta, ese trazo vigoroso, ese pincel que se llevaba al mundo por delante y que caracterizaba a este narrador quintaesencial, al que mucho recomiendo, sobre todo en su tira para los diarios (Johnny Hazard) y en sus trabajos para DC de principios de los ´70.
Me faltan varios meses para volver a leer comics del Capi América, pero hay más. Siempre hay más.
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domingo, 20 de julio de 2014
20/ 07: CAPTAIN AMERICA & BUCKY Vol.1
Estamos en 2011, el Capi América vuelve al cine de la mano de un largometraje muy promocionado, y para festejarlo, se lanza un nuevo título del héroe que arranca desde el número 1. Pero la revista clásica, la que heredara su numeración de Tales of Suspense, no cierra, sino que sigue su curso ahora convertida en Captain America & Bucky, para luego darle cabida a team-ups del Capi con otros personajes.
Este primer arco argumental se titula The Life Story of Bucky Barnes y nos cuenta exactamente eso: la vida de Bucky, desde que tiene ocho o nueve años hasta el presente. Ahora pareciera normal ser fan de Bucky, cebarse con sus aventuras como Winter Soldier, etc. Pero unos años atrás, antes de que a Ed Brubaker se le ocurriera la forma de hacerlo volver, Bucky era un personaje recontra-menor, oscurísimo, al cual la gran mayoría de los fans conocíamos por flashbacks, porque nadie en su sano juicio quería leer las historietas del Capi de la Golden Age. Ahora, con Bucky de nuevo en acción y guiado con mano maestra por un autor que logró darle onda, identidad y conflictos atractivos como para que muchos nos copemos con el personaje (al punto de bancarlo cuando reemplazó a Steve Rogers como Captain America), es un buen momento para meternos con su pasado, a echar luz sobre un montón de puntos oscuros.
¿Cómo quedó huérfano Bucky? ¿Quiénes eran sus padres? ¿Era hijo único? ¿Cómo logró que los milicos le permitieran convertirse en sidekick del Capitán? ¿Qué hacía un pibe de 16 años descargando ametralladoras contra los nazis? ¿Cómo era su relación con los otros integrantes de los Invaders? ¿Cómo afectan a un chico tan joven los horrores de la guerra? ¿Cómo funcionaba el control mental que le hicieron los soviéticos cuando lo convirtieron en Winter Soldier? ¿De dónde viene la onda con Black Widow? Claramente hay mucho para indagar y de eso se tratan estas cinco historias autoconclusivas que escribe el maestro Brubaker junto a Marc Andreyko.
Se me dirá que la retro-continuidad es una tarea sencilla, que alcanza con detectar y rellenar los baches en las historias de los personajes, con algún guiño astuto al lector erudito. Y en parte es cierto. Lo jodido, el verdadero desafío, es lograr que los lectores nos copemos con el Bucky borreguito tanto como nos copamos con el Winter Soldier, lo cual no es fácil, porque… es Bucky! Un personaje a priori chatísimo, el enésimo Robin del Nacional B. Sin embargo, Brubaker y Andreyko se calzan el overol y dejan la vida en estas cinco historias para darle verdadera sustancia, verdadera carnadura al sidekick del Capi, que sale de acá convertido en un héroe grosso, al que entendemos, respetamos y admiramos. Por supuesto, esta “terapia intensiva” para darle relieve a Bucky significa un rol muy secundario para el Capi, que sólo figura de modo prominente en el título y en un par de portadas. Pero bueno, el Capi ya estaba perfectamente definido, exhaustivamente explorado, y Bucky no.
El dibujo está a cargo del gran Chris Samnee y es excelente. Muy bien apoyado por la paleta de Bettie Breitweiser, Samnee trabaja con un claroscuro intenso, sugestivo, muy al servicio de los climas. Como siempre, se luce en las expresiones faciales, se mata en los fondos (que probablemente estén basados en fotos, pero no se nota) y sorprende con una narrativa ágil, sumamente atractiva. Una vez más, cierro el libro convencido de que, si lo dejan, si no lo encorsetan ni lo ahuyentan con las restricciones típicas del mainstream yanki, Samnee puede llegar muy, muy alto. Sin dudas es un autor con un enorme potencial, al que quizás, dentro de unas décadas, se lo pueda considerar una especie de nuevo Will Eisner.
Si sos fan del Winter Soldier, tirate de cabeza sobre este libro. Si seguís al Capi América de Brubaker también, pero sabiendo que el Capi aparece poco. Si te gustan las historias modernas que le pegan giros interesantes a los héroes de la Golden Age, no lo dudes un segundo. Y si sos fan de Chris Samnee, tampoco. Prometo entrarle pronto al otro tomo de esta serie que tengo por ahí.
Este primer arco argumental se titula The Life Story of Bucky Barnes y nos cuenta exactamente eso: la vida de Bucky, desde que tiene ocho o nueve años hasta el presente. Ahora pareciera normal ser fan de Bucky, cebarse con sus aventuras como Winter Soldier, etc. Pero unos años atrás, antes de que a Ed Brubaker se le ocurriera la forma de hacerlo volver, Bucky era un personaje recontra-menor, oscurísimo, al cual la gran mayoría de los fans conocíamos por flashbacks, porque nadie en su sano juicio quería leer las historietas del Capi de la Golden Age. Ahora, con Bucky de nuevo en acción y guiado con mano maestra por un autor que logró darle onda, identidad y conflictos atractivos como para que muchos nos copemos con el personaje (al punto de bancarlo cuando reemplazó a Steve Rogers como Captain America), es un buen momento para meternos con su pasado, a echar luz sobre un montón de puntos oscuros.
¿Cómo quedó huérfano Bucky? ¿Quiénes eran sus padres? ¿Era hijo único? ¿Cómo logró que los milicos le permitieran convertirse en sidekick del Capitán? ¿Qué hacía un pibe de 16 años descargando ametralladoras contra los nazis? ¿Cómo era su relación con los otros integrantes de los Invaders? ¿Cómo afectan a un chico tan joven los horrores de la guerra? ¿Cómo funcionaba el control mental que le hicieron los soviéticos cuando lo convirtieron en Winter Soldier? ¿De dónde viene la onda con Black Widow? Claramente hay mucho para indagar y de eso se tratan estas cinco historias autoconclusivas que escribe el maestro Brubaker junto a Marc Andreyko.
Se me dirá que la retro-continuidad es una tarea sencilla, que alcanza con detectar y rellenar los baches en las historias de los personajes, con algún guiño astuto al lector erudito. Y en parte es cierto. Lo jodido, el verdadero desafío, es lograr que los lectores nos copemos con el Bucky borreguito tanto como nos copamos con el Winter Soldier, lo cual no es fácil, porque… es Bucky! Un personaje a priori chatísimo, el enésimo Robin del Nacional B. Sin embargo, Brubaker y Andreyko se calzan el overol y dejan la vida en estas cinco historias para darle verdadera sustancia, verdadera carnadura al sidekick del Capi, que sale de acá convertido en un héroe grosso, al que entendemos, respetamos y admiramos. Por supuesto, esta “terapia intensiva” para darle relieve a Bucky significa un rol muy secundario para el Capi, que sólo figura de modo prominente en el título y en un par de portadas. Pero bueno, el Capi ya estaba perfectamente definido, exhaustivamente explorado, y Bucky no.
El dibujo está a cargo del gran Chris Samnee y es excelente. Muy bien apoyado por la paleta de Bettie Breitweiser, Samnee trabaja con un claroscuro intenso, sugestivo, muy al servicio de los climas. Como siempre, se luce en las expresiones faciales, se mata en los fondos (que probablemente estén basados en fotos, pero no se nota) y sorprende con una narrativa ágil, sumamente atractiva. Una vez más, cierro el libro convencido de que, si lo dejan, si no lo encorsetan ni lo ahuyentan con las restricciones típicas del mainstream yanki, Samnee puede llegar muy, muy alto. Sin dudas es un autor con un enorme potencial, al que quizás, dentro de unas décadas, se lo pueda considerar una especie de nuevo Will Eisner.
Si sos fan del Winter Soldier, tirate de cabeza sobre este libro. Si seguís al Capi América de Brubaker también, pero sabiendo que el Capi aparece poco. Si te gustan las historias modernas que le pegan giros interesantes a los héroes de la Golden Age, no lo dudes un segundo. Y si sos fan de Chris Samnee, tampoco. Prometo entrarle pronto al otro tomo de esta serie que tengo por ahí.
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jueves, 10 de julio de 2014
10/ 07: CAPTAIN AMERICA: PRISONER OF WAR
Este es un momento muy loco y muy raro para leer Captain America, porque justo coincide con el momento en que NO HAY un Captain America. Steve Rogers es el Super Soldier, capo máximo de SHIELD y del resto de las fuerzas de seguridad de los EEUU, y Bucky está preso en Siberia, condenado por los malditos rusos para los que trabajó involuntariamente durante décadas. Este tomo, además, podría considerarse “el final” de la primera y extensa etapa de Ed Brubaker al frente de esta serie.
Arrancamos con una historia tomada de aquel zarpado número 616, el del festejo de los 70 años del Capi. Tiene sólo 16 páginas (muy bien dibujadas por Ed McGuiness) y es la típica historia de “recapitulación”, la que pasa en limpio lo más importante en la larga historia del personaje, pensada sobre todo para los que se enganchan con él por primera vez. Por supuesto condimentada con el dilema de Rogers, que se debate entre volver o no volver a la máscara y el escudo. Ya vuelvo con lo que va a ser la saga central de este tomo, pero primero quiero repasar el resto de las historias cortas de esa antología-aniversario.
El maestro Howard Chaykin escribe y dibuja una de 14 páginas que tiene un solo giro interesante. El resto es bastante predecible, se ajusta bastante a la fórmula clásica, y si la aplaudimos es por algunos diálogos y por el trabajo de Chaykin al frente de la faz gráfica, que es espectacular, con un excelente laburo para convertir la referencia fotográfica en fondos sin que parezca choreo, y con los maravillosos colores de Edgar Delgado. La de Cullen Bunn y Jason Latour no me dijo demasiado y, de nuevo, se puede rescatar por el dibujo, que está muy bien. El ídolo británico Paul Grist forma equipo con un tal Mike Benson, para una historia ambientada en la Segunda Guerra, bastante sosa a pesar de las apariciones de los Invaders y el Baron Blood. El dibujo de Grist no baja nunca de los 10 puntos, pero contrasta bastante con el clima que el guionista le quiere dar al relato. Por ahí quedaba mejor dibujado en otro estilo. En apenas 12 páginas, me sorprendió muy gratamente Frank Tieri, con un guión sencillamente brillante. El dibujo de Paul Azaceta acompaña sin desentonar, pero no tiene ni en pedo la genialidad del guión. Y cierro con otra ambientada en la guerra, un team-up con Union Jack bastante anodino, con machaca contra los nazis y no mucho más. El dibujante, Pepe Larraz (¿será pariente de José Ramón Larraz?), es un clon muy digno de Carlos Pacheco, al que le puede ir bien.
Y ahora sí, vamos al núcleo el asunto, a un arco titulado Gulag, que ocupa la mayor parte de este libro. Son unas 110 páginas en las que Brubaker se centra en la ordalía de Bucky, preso en una cárcel tremenda en plena Siberia, y en los esfuerzos de sus amigos por ayudarlo a liberarse sin crear un incidente internacional. Steve, como miembro del gobierno de los EEUU, tiene las manos atadas y está forzado a cumplir un rol menor, que de hecho debiera ocupar menos páginas de las que ocupa. Y la que finalmente investigará, juntará armas y coraje y diseñará el plan para sacar a Bucky del infierno, será Black Widow, acá con infinita chapa. Mientras llegan en su auxilio, Bucky cobrará y repartirá de lo lindo, en secuencias terriblemente violentas, al punto de que resulte completamente inverosímil que el otrora sidekick del Capi llegue vivo al final de la historia. Gulag es una saga sórdida, mugrienta, sanguinaria, enchastrada por roscas espurias, traiciones y algunas de las peleas más truculentas que recuerdo haber visto en un comic de mainstream.
La mayoría de las páginas están a cargo de un Butch Guice muy inspirado, muy realista, muy dark, con un gran manejo de la referencia fotográfica y muchos hallazgos en la puesta en página. También hay unas cuantas páginas (sobre todo las que transcurren en EEUU) dibujadas por el gran Chris Samnee y un puñado (no llegan a 25) a cargo de Mike Deodato, que no está ni lejos de su peor nivel, pero sigue sin gustarme.
¿Una serie del Capi América en la que NADIE es el Capi América? Pinta interesantísimo. Pero claro, estamos en 2011, poco antes de la primera película del Capi y era obvio que para coincidir con el estreno, se venía un relanzamiento de la serie, que terminó por convertirse en TRES: una ambientada en la Segunda Guerra Mundial (CA & Bucky) y dos en el presente, Captain America y Winter Soldier. En el arranque, el maestro Brubaker tomó las riendas de las tres, y después las fue dejando en otras manos menos competentes. Con discutible criterio, yo elegí seguir comprando CA & Bucky, de la que ya tengo los dos recopilatorios que me interesan. Después, sin Brubaker y con otros personajes invitados, que te la compre Garompo.
Arrancamos con una historia tomada de aquel zarpado número 616, el del festejo de los 70 años del Capi. Tiene sólo 16 páginas (muy bien dibujadas por Ed McGuiness) y es la típica historia de “recapitulación”, la que pasa en limpio lo más importante en la larga historia del personaje, pensada sobre todo para los que se enganchan con él por primera vez. Por supuesto condimentada con el dilema de Rogers, que se debate entre volver o no volver a la máscara y el escudo. Ya vuelvo con lo que va a ser la saga central de este tomo, pero primero quiero repasar el resto de las historias cortas de esa antología-aniversario.
El maestro Howard Chaykin escribe y dibuja una de 14 páginas que tiene un solo giro interesante. El resto es bastante predecible, se ajusta bastante a la fórmula clásica, y si la aplaudimos es por algunos diálogos y por el trabajo de Chaykin al frente de la faz gráfica, que es espectacular, con un excelente laburo para convertir la referencia fotográfica en fondos sin que parezca choreo, y con los maravillosos colores de Edgar Delgado. La de Cullen Bunn y Jason Latour no me dijo demasiado y, de nuevo, se puede rescatar por el dibujo, que está muy bien. El ídolo británico Paul Grist forma equipo con un tal Mike Benson, para una historia ambientada en la Segunda Guerra, bastante sosa a pesar de las apariciones de los Invaders y el Baron Blood. El dibujo de Grist no baja nunca de los 10 puntos, pero contrasta bastante con el clima que el guionista le quiere dar al relato. Por ahí quedaba mejor dibujado en otro estilo. En apenas 12 páginas, me sorprendió muy gratamente Frank Tieri, con un guión sencillamente brillante. El dibujo de Paul Azaceta acompaña sin desentonar, pero no tiene ni en pedo la genialidad del guión. Y cierro con otra ambientada en la guerra, un team-up con Union Jack bastante anodino, con machaca contra los nazis y no mucho más. El dibujante, Pepe Larraz (¿será pariente de José Ramón Larraz?), es un clon muy digno de Carlos Pacheco, al que le puede ir bien.
Y ahora sí, vamos al núcleo el asunto, a un arco titulado Gulag, que ocupa la mayor parte de este libro. Son unas 110 páginas en las que Brubaker se centra en la ordalía de Bucky, preso en una cárcel tremenda en plena Siberia, y en los esfuerzos de sus amigos por ayudarlo a liberarse sin crear un incidente internacional. Steve, como miembro del gobierno de los EEUU, tiene las manos atadas y está forzado a cumplir un rol menor, que de hecho debiera ocupar menos páginas de las que ocupa. Y la que finalmente investigará, juntará armas y coraje y diseñará el plan para sacar a Bucky del infierno, será Black Widow, acá con infinita chapa. Mientras llegan en su auxilio, Bucky cobrará y repartirá de lo lindo, en secuencias terriblemente violentas, al punto de que resulte completamente inverosímil que el otrora sidekick del Capi llegue vivo al final de la historia. Gulag es una saga sórdida, mugrienta, sanguinaria, enchastrada por roscas espurias, traiciones y algunas de las peleas más truculentas que recuerdo haber visto en un comic de mainstream.
La mayoría de las páginas están a cargo de un Butch Guice muy inspirado, muy realista, muy dark, con un gran manejo de la referencia fotográfica y muchos hallazgos en la puesta en página. También hay unas cuantas páginas (sobre todo las que transcurren en EEUU) dibujadas por el gran Chris Samnee y un puñado (no llegan a 25) a cargo de Mike Deodato, que no está ni lejos de su peor nivel, pero sigue sin gustarme.
¿Una serie del Capi América en la que NADIE es el Capi América? Pinta interesantísimo. Pero claro, estamos en 2011, poco antes de la primera película del Capi y era obvio que para coincidir con el estreno, se venía un relanzamiento de la serie, que terminó por convertirse en TRES: una ambientada en la Segunda Guerra Mundial (CA & Bucky) y dos en el presente, Captain America y Winter Soldier. En el arranque, el maestro Brubaker tomó las riendas de las tres, y después las fue dejando en otras manos menos competentes. Con discutible criterio, yo elegí seguir comprando CA & Bucky, de la que ya tengo los dos recopilatorios que me interesan. Después, sin Brubaker y con otros personajes invitados, que te la compre Garompo.
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martes, 25 de marzo de 2014
25/ 03: CAPTAIN AMERICA: THE WINTER SOLDIER
Primera vez en el año que me clavo 136 minutos en un cine y la verdad es que valió mucho la pena. El nuevo largometraje del Capi América me gustó más que el anterior y no sé si no te la pongo en el primer puesto entre todas las pelis “solistas” de héroes de Marvel.
La referencia al Winter Soldier en el título enseguida nos hace pensar en la gloriosa etapa del comic escrita por Ed Brubaker, y hacia ahí ponen la proa los directores Anthony y Joe Russo. Estamos frente a una peli de acción y espionaje, con muchos puntos en común con los comics de Brubaker. En primer lugar, el tema de abrir el juego, de no centrarse sólo en Steve Rogers. En ese sentido, está muy bien lograda la incorporación al elenco de Falcon, hay mucho Black Widow (está claro que no le piensan dar su propia película, por eso la idea es que tenga mucha chapa en las de los otros) y mucho Nick Fury, que se lleva algunas de las mejores escenas. Por supuesto hay peleas, explosiones, y algo que en el cine se luce más que en los comics, que son las persecuciones con vehículos.
Sin contar nada del guión, creo que lo más interesante es que en esta aventura el Capi aprende que los buenos a veces se tienen que ensuciar, que no es todo tan blanco y negro. De hecho, todos los héroes están manchados con sangre. Todos fueron soldados que pelearon en alguna guerra, o espías que participaron de turbias operaciones encubiertas. Cualquier cosa menos nenes de pecho. Como en todas las pelis de Marvel, hay diálogos muy ingeniosos y unos cuantos chistes muy efectivos, aunque acá la cosa jamás derrapa para el lado de la joda. Sin ser tan solemne como la primera del Capi, esta película no se olvida nunca de ser, ante todo, dramática. Los hallazgos de los guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely son varios, pero yo me quedo con la idea que se les ocurrió para hacer volver a HYDRA (y al maestro Arnim Zola!) y los huevos para plantear un final con consecuencias MUY grossas a futuro. Lo más flojo es el “villano encubierto”, que sufre el Síndrome de Ozymandias: nunca me sorprendió que fuera malo, porque nunca le creí que fuera bueno.
Los guiños comiqueros son muchos. Por supuesto se mencionan al pasar a los otros miembros de los Avengers, pero además hay referencias al Doctor Strange, hay una reinterpretación rara pero respetuosa de Batroc (villano clásico del Capi), y entre los créditos, una secuencia que presenta a un villano y dos personajes que acá pintan como malos, pero sabemos que en algún punto se van a pasar al bando de los buenos. No los nombro para no spoilear, pero creo que la mayoría sospecha de quiénes se trata. Ah, y si la mirás MUY finito, hay una referencia al personaje de Samuel Jackson... en Pulp Fiction! No sé a quién se le ocurrió meter eso, pero es una genialidad.
Y después hay boludeces para irritar a los comiqueros, como el hecho de que los héroes peleen DEMASIADO sin los uniformes, o que el Capi pierda el escudo, o lo tire a la marchanta y siempre aparezca un escudo nuevo, que no se sabe bien de dónde carajo sale. Está clarísimo que en el universo fílmico el escudo NO es único e ireemplazable, y si bien no es algo ilógico, le resta mucha emoción y mucho impacto a las escenas en las que el Capi se separa de su emblemático objeto. Pero son boludeces. Puestos a indignarnos por giladas, es mucho más indignante la cantidad de balas que se disparan sin que nadie salga herido.
Captain America: The Winter Soldier es una película con muchísimo ritmo, un argumento enroscado, para nada obvio, muy bien condimentado con dilemas morales jodidos, peleas espectaculares, diálogos afilados, un par de actuaciones muy notables (con medalla de oro para Samuel Jackson) y esa grandilocuencia, ese “a todo o nada” tan típico del blockbuster hollywoodense. Si disfrutaste los comics del Capi cuando los escribía Brubaker, no creo que la vayas a pasar mal. Y si seguís con devoción religiosa toda la saga fílmica de los héroes de Marvel, seguro te va a emocionar. No sé cuántas pelis faltan para Avengers 2, pero yo estoy muy cebado esperando Captain America 3.
La referencia al Winter Soldier en el título enseguida nos hace pensar en la gloriosa etapa del comic escrita por Ed Brubaker, y hacia ahí ponen la proa los directores Anthony y Joe Russo. Estamos frente a una peli de acción y espionaje, con muchos puntos en común con los comics de Brubaker. En primer lugar, el tema de abrir el juego, de no centrarse sólo en Steve Rogers. En ese sentido, está muy bien lograda la incorporación al elenco de Falcon, hay mucho Black Widow (está claro que no le piensan dar su propia película, por eso la idea es que tenga mucha chapa en las de los otros) y mucho Nick Fury, que se lleva algunas de las mejores escenas. Por supuesto hay peleas, explosiones, y algo que en el cine se luce más que en los comics, que son las persecuciones con vehículos.
Sin contar nada del guión, creo que lo más interesante es que en esta aventura el Capi aprende que los buenos a veces se tienen que ensuciar, que no es todo tan blanco y negro. De hecho, todos los héroes están manchados con sangre. Todos fueron soldados que pelearon en alguna guerra, o espías que participaron de turbias operaciones encubiertas. Cualquier cosa menos nenes de pecho. Como en todas las pelis de Marvel, hay diálogos muy ingeniosos y unos cuantos chistes muy efectivos, aunque acá la cosa jamás derrapa para el lado de la joda. Sin ser tan solemne como la primera del Capi, esta película no se olvida nunca de ser, ante todo, dramática. Los hallazgos de los guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely son varios, pero yo me quedo con la idea que se les ocurrió para hacer volver a HYDRA (y al maestro Arnim Zola!) y los huevos para plantear un final con consecuencias MUY grossas a futuro. Lo más flojo es el “villano encubierto”, que sufre el Síndrome de Ozymandias: nunca me sorprendió que fuera malo, porque nunca le creí que fuera bueno.
Los guiños comiqueros son muchos. Por supuesto se mencionan al pasar a los otros miembros de los Avengers, pero además hay referencias al Doctor Strange, hay una reinterpretación rara pero respetuosa de Batroc (villano clásico del Capi), y entre los créditos, una secuencia que presenta a un villano y dos personajes que acá pintan como malos, pero sabemos que en algún punto se van a pasar al bando de los buenos. No los nombro para no spoilear, pero creo que la mayoría sospecha de quiénes se trata. Ah, y si la mirás MUY finito, hay una referencia al personaje de Samuel Jackson... en Pulp Fiction! No sé a quién se le ocurrió meter eso, pero es una genialidad.
Y después hay boludeces para irritar a los comiqueros, como el hecho de que los héroes peleen DEMASIADO sin los uniformes, o que el Capi pierda el escudo, o lo tire a la marchanta y siempre aparezca un escudo nuevo, que no se sabe bien de dónde carajo sale. Está clarísimo que en el universo fílmico el escudo NO es único e ireemplazable, y si bien no es algo ilógico, le resta mucha emoción y mucho impacto a las escenas en las que el Capi se separa de su emblemático objeto. Pero son boludeces. Puestos a indignarnos por giladas, es mucho más indignante la cantidad de balas que se disparan sin que nadie salga herido.
Captain America: The Winter Soldier es una película con muchísimo ritmo, un argumento enroscado, para nada obvio, muy bien condimentado con dilemas morales jodidos, peleas espectaculares, diálogos afilados, un par de actuaciones muy notables (con medalla de oro para Samuel Jackson) y esa grandilocuencia, ese “a todo o nada” tan típico del blockbuster hollywoodense. Si disfrutaste los comics del Capi cuando los escribía Brubaker, no creo que la vayas a pasar mal. Y si seguís con devoción religiosa toda la saga fílmica de los héroes de Marvel, seguro te va a emocionar. No sé cuántas pelis faltan para Avengers 2, pero yo estoy muy cebado esperando Captain America 3.
jueves, 4 de abril de 2013
04/ 04: THE TRIAL OF CAPTAIN AMERICA
Ah, bueno... Acá estaba la pulenta. Olvidémonos rápidamente del tomo anterior. Una vez que leés este, el tomo anterior se convierte en la nada misma, un ínfimo footnote en la historia, apenas ese segundo en el que alguien aprieta el gatillo para activar algo. Lo grosso pasa todo acá, en un tomo al nivel de lo mejor que escribió Ed Brubaker en sus muchísimos años al frente de Captain America.
El secreto no es más secreto. Ya todo el mundo sabe que bajo la máscara del Capitán está Bucky Barnes, quien durante la Guerra Fría fuera un implacable asesino al servicio de la Unión Soviética, responsable de crímenes escabrosos. Bucky está casi tranquilo: sabe que su mente había sido borrada primero y controlada después por los rusos y que nada de lo que hizo fue por su propia voluntad. Pero lo hizo con su cuerpo, con su habilidad. Y por eso se entrega a las autoridades para que lo juzguen. Esto desata un mega-circo mediático impresionante, donde los opinólogos de los noticieros se dedican a crucificar públicamente a Bucky y el único que lo defiende es Steve Rogers, ahora Comandante en Jefe de todas la fuerzas de seguridad de los EEUU y mano derecha del presidente Barack Obama. “A los medios no les interesa la verdad, sólo el rating”, sentencia Rogers en una escena monumental.
Para complicar más las cosas, Sin (la demencial hija del Red Skull) se fuga del manicomio y arma una arriesgada movida para forzar a Bucky a escapar de la policía y volver a la acción, cosa que el ex-compañerito del Capi logrará con la ayuda de... no te lo puedo contar. No son sus amigos de siempre, Falcon y Black Widow. Ni su abogada en el juicio, Bernie Rosenthal, un personaje creado en la breve etapa de Roger Stern y John Byrne (ver reseña del 19/04/11) como interés romántico de Steve, al que Brubaker rescató del pilón de los back issues. Con el plot de Sin, el guionista logra mechar excelentes escenas de acción en el medio de episodios repletos de cabecitas que hablan en oficinas y juzgados. Que igual son un deleite, porque los diálogos son formidables y porque todo el tiempo Brubaker le saca filo al dilema moral de Bucky, a sus ganas de hacer lo correcto, a su carrera de obstáculos hacia la redención. Sumémosle el ingrediente de los medios de comunicación, las reacciones de los Vengadores que no sabían nada del pasado de Bucky, el glorioso regreso del Profesor Faustus y un giro inesperado en el final, y tenemos una saga realmente memorable. Y con un epílogo raro, en el que reaparece un Nick Fury (que llevaba varios tomos alejado de esta serie) más rosquero y manipulador que nunca.
Por el lado del dibujo, de nuevo tenemos en casi todo el tomo a Butch Guice, en su estilo más oscuro, más realista, con muchísima referencia fotográfica (no hay un sólo fondo que no sea una foto mínimamente retocada) y cada tanto, algún homenaje a Jack Kirby medio descolgado. Acá Guice comparte tareas con Stefano Gaudiano, que viene más del palo de Michael Lark, otro maestro de la línea realista, dark y de la onda “ni en pedo te dibujo un fondo”. Por suerte a Guice lo dejan zarparse en las peleas, donde ahí sí, la anatomía explota, se descontrola, y esto parece más un comic que una fotonovela. En el primer episodio está de invitado el astro español Daniel Acuña, que también es bastante Juan Carlos Flicker, pero la recontra pilotea con su personalísima forma de colorear, que le suma muchísima onda a los dibujos. Y el epílogo le tocó a Mitch Breitweiser (que algo había mojado en el tomo anterior), un dibujante correcto, que no descolla pero que por lo menos dibuja mucho más de lo que afana de fotos. También, es otro dibujante de trazo adusto, de pinceladas fuertes, onda Lark, David Ajá, o el Lee Weeks más suelto, más salvaje.
Es un lástima (por no decir un bochorno) que toda esta movida que arma Brubaker en este tomo (y que supongo que se terminará de cristalizar en el próximo) para que Steve Rogers vuelva a ser el único y legítimo Capitán América, responda no a una necesidad del guionista, sino a una imposición de la editorial, pensada para acompañar el lanzamiento de una película. Si la saga no estuviera tan, pero tan bien escrita, me darían ganas de rebolear el TPB a la mierda y no leer nunca más un comic del Capi. Por suerte, con Bucky, con Steve o con cualquier croto que se ponga la capuchita con la “A”, mientras esté Brubaker, hay garantía de grandes historias. Ese disfrute le gana a la indignación por el manoseo editorial y por eso le hago el aguante a esta serie.
El secreto no es más secreto. Ya todo el mundo sabe que bajo la máscara del Capitán está Bucky Barnes, quien durante la Guerra Fría fuera un implacable asesino al servicio de la Unión Soviética, responsable de crímenes escabrosos. Bucky está casi tranquilo: sabe que su mente había sido borrada primero y controlada después por los rusos y que nada de lo que hizo fue por su propia voluntad. Pero lo hizo con su cuerpo, con su habilidad. Y por eso se entrega a las autoridades para que lo juzguen. Esto desata un mega-circo mediático impresionante, donde los opinólogos de los noticieros se dedican a crucificar públicamente a Bucky y el único que lo defiende es Steve Rogers, ahora Comandante en Jefe de todas la fuerzas de seguridad de los EEUU y mano derecha del presidente Barack Obama. “A los medios no les interesa la verdad, sólo el rating”, sentencia Rogers en una escena monumental.
Para complicar más las cosas, Sin (la demencial hija del Red Skull) se fuga del manicomio y arma una arriesgada movida para forzar a Bucky a escapar de la policía y volver a la acción, cosa que el ex-compañerito del Capi logrará con la ayuda de... no te lo puedo contar. No son sus amigos de siempre, Falcon y Black Widow. Ni su abogada en el juicio, Bernie Rosenthal, un personaje creado en la breve etapa de Roger Stern y John Byrne (ver reseña del 19/04/11) como interés romántico de Steve, al que Brubaker rescató del pilón de los back issues. Con el plot de Sin, el guionista logra mechar excelentes escenas de acción en el medio de episodios repletos de cabecitas que hablan en oficinas y juzgados. Que igual son un deleite, porque los diálogos son formidables y porque todo el tiempo Brubaker le saca filo al dilema moral de Bucky, a sus ganas de hacer lo correcto, a su carrera de obstáculos hacia la redención. Sumémosle el ingrediente de los medios de comunicación, las reacciones de los Vengadores que no sabían nada del pasado de Bucky, el glorioso regreso del Profesor Faustus y un giro inesperado en el final, y tenemos una saga realmente memorable. Y con un epílogo raro, en el que reaparece un Nick Fury (que llevaba varios tomos alejado de esta serie) más rosquero y manipulador que nunca.
Por el lado del dibujo, de nuevo tenemos en casi todo el tomo a Butch Guice, en su estilo más oscuro, más realista, con muchísima referencia fotográfica (no hay un sólo fondo que no sea una foto mínimamente retocada) y cada tanto, algún homenaje a Jack Kirby medio descolgado. Acá Guice comparte tareas con Stefano Gaudiano, que viene más del palo de Michael Lark, otro maestro de la línea realista, dark y de la onda “ni en pedo te dibujo un fondo”. Por suerte a Guice lo dejan zarparse en las peleas, donde ahí sí, la anatomía explota, se descontrola, y esto parece más un comic que una fotonovela. En el primer episodio está de invitado el astro español Daniel Acuña, que también es bastante Juan Carlos Flicker, pero la recontra pilotea con su personalísima forma de colorear, que le suma muchísima onda a los dibujos. Y el epílogo le tocó a Mitch Breitweiser (que algo había mojado en el tomo anterior), un dibujante correcto, que no descolla pero que por lo menos dibuja mucho más de lo que afana de fotos. También, es otro dibujante de trazo adusto, de pinceladas fuertes, onda Lark, David Ajá, o el Lee Weeks más suelto, más salvaje.
Es un lástima (por no decir un bochorno) que toda esta movida que arma Brubaker en este tomo (y que supongo que se terminará de cristalizar en el próximo) para que Steve Rogers vuelva a ser el único y legítimo Capitán América, responda no a una necesidad del guionista, sino a una imposición de la editorial, pensada para acompañar el lanzamiento de una película. Si la saga no estuviera tan, pero tan bien escrita, me darían ganas de rebolear el TPB a la mierda y no leer nunca más un comic del Capi. Por suerte, con Bucky, con Steve o con cualquier croto que se ponga la capuchita con la “A”, mientras esté Brubaker, hay garantía de grandes historias. Ese disfrute le gana a la indignación por el manoseo editorial y por eso le hago el aguante a esta serie.
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domingo, 24 de marzo de 2013
24/ 03: CAPTAIN AMERICA: NO ESCAPE
Si seguís hace un tiempo este blog, tal vez recuerdes que cuando terminé de leer Two Americas, decidí bajarme de esta serie, a la que venía bancando desde el primer TPB. Pero la carne es débil y los dos tomos siguientes me tiraron onda desde una mesa de ofertas de la NYCC, así que incentivado por los precios ridículamente bajos, dije “adentro”.
No Escape está muy estirado. Es todo una larguísima previa a lo que va a pasar en el TPB siguiente. Está claro que alguien en Marvel, quizás el propio Ed Brubaker (guionista de la serie desde sus inicios), no se sentía cómodo con este status quo en el que co-existían dos Capitanes América, y lo que hace esta saga es poner en marcha un cambio en ese status quo. Básicamente, lo que sucede en No Escape es que el secreto de Bucky se hace público: ahora el mundo entero sabe que este nuevo Captain America en realidad es el pibe que fuera compañerito del Capi durante la Segunda Guerra Mundial, y lo más heavy: que durante años fue un temible operario del recontra-espionaje al servicio de la Unión Soviética, responsable de indecibles masacres y crímenes de lesa humanidad durante la Guerra Fría. Ese secreto, que le carcomía las entrañas a Bucky, ahora explota en los medios y el ex-Winter Soldier tendrá que tomar una decisión crucial... obviamente en el próximo TPB.
En este, la revelación de la identidad del nuevo Capi está adornada con muchísimas escenas de violencia innecesaria. A Brubaker se le ocurre que es más dramático, o más efectista, que Bucky sepa quién le cagó la vida y que durante muuuchas páginas confronte con este personaje. Que no es otro que el Barón Zemo, hijo de aquel nazi hijo de puta que un día de 1941 se volvió a su casa con la chapa de haber matado a Bucky y haber mandado al freezer (casi literalmente) al Capitán. El Capi fue descongelado hace mil años por los Avengers y ahora, al descubrir que Bucky tampoco murió, el Zemo Junior (el de los Thunderbolts, ese que alguna vez coqueteó con hacerse bueno) se pone como meta destruir al ex-sidekick. ¿Por qué? Ahí es donde falla el guión. La motivación del villano no está bien explicada, parece que la gracia era ver a Bucky combatir con alguien durante varios números mientras el mundo se entera de su pasado como sicario de los sucios comunistas.
Como siempre, Brubaker zafa con los diálogos. Steve Rogers, Falcon, Black Widow, el propio Bucky y hasta los villanos tienen secuencias tranqui, sin machaca ni estridencia, en la que los diálogos cobran mucha importancia y ahí sí, el guionista no falla jamás un disparo. Para esta altura de la serie, Brubaker ya tenía un conocimiento detalladísimo de todos estos personajes y ya los vemos actuar como seres humanos de verdad, más allá de los poderes, los trajecitos ajustados y la propensión a revolear patadas.
Lo que hace Butch Guice en el dibujo es muy loco. En algunas secuencias, es el Guice al que recuerdan los seguidores de esta serie, ese de estilo oscuro, realista, bastante cerca de lo que hacía Steve Epting. Pero en este arco, Guice se zarpa y empieza a meter homenajes a otros dibujantes que pasaron por las aventuras del Captain America. Tiene un par de páginas definitivamente inspiradas por Jim Steranko, secuencias que recuerdan a Gene Colan y unas cuantas páginas (especialmente las de combate contra villanos) muy en la línea de Sal Buscema. Para que la cosa se vea más caótica y más esquizofrénica, Guice sufre a tres o cuatro entintadores distintos, de los cuales algunos entenderán el truquito de los homenajes y otros no. Por supuesto, más allá de los cambios de estilo, seguirán llamándonos la atención el buen manejo de la figura humana en movimiento (el fuerte de Guice) y la proliferación de fotos mínimamente retocadas en los fondos. Eso no cambia nunca, y produce un “efecto máscara” muy loco, sobre todo en las escenas en las que Guice homenajea a Sal Buscema y dibuja de modo simple, poco realista y casi tosco, como lo hacía el hermano menor de John. Ves esos fondos mega-reales mezclados con esos dibujos granguiñolescos y decís “acá hay alguien fumando cosas raras”. Yo ya compré al Guice más dark y más realista, así que las secuencias que más disfruté fueron esas.
¿Para qué sirvió todo este tomo? Para que Bucky acepte (aunque sea por las malas) que se tiene que hacer cargo de su pasado, de todas las atrocidades que se mandó mientras estuvo controlado por los rusos. Si no, no hay redención posible. O sea que, a su manera, este es un comic de Memoria, Verdad y Justicia, ideal para un día como hoy. Me queda un TPB más del Capi, al que prometo entrarle pronto.
No Escape está muy estirado. Es todo una larguísima previa a lo que va a pasar en el TPB siguiente. Está claro que alguien en Marvel, quizás el propio Ed Brubaker (guionista de la serie desde sus inicios), no se sentía cómodo con este status quo en el que co-existían dos Capitanes América, y lo que hace esta saga es poner en marcha un cambio en ese status quo. Básicamente, lo que sucede en No Escape es que el secreto de Bucky se hace público: ahora el mundo entero sabe que este nuevo Captain America en realidad es el pibe que fuera compañerito del Capi durante la Segunda Guerra Mundial, y lo más heavy: que durante años fue un temible operario del recontra-espionaje al servicio de la Unión Soviética, responsable de indecibles masacres y crímenes de lesa humanidad durante la Guerra Fría. Ese secreto, que le carcomía las entrañas a Bucky, ahora explota en los medios y el ex-Winter Soldier tendrá que tomar una decisión crucial... obviamente en el próximo TPB.
En este, la revelación de la identidad del nuevo Capi está adornada con muchísimas escenas de violencia innecesaria. A Brubaker se le ocurre que es más dramático, o más efectista, que Bucky sepa quién le cagó la vida y que durante muuuchas páginas confronte con este personaje. Que no es otro que el Barón Zemo, hijo de aquel nazi hijo de puta que un día de 1941 se volvió a su casa con la chapa de haber matado a Bucky y haber mandado al freezer (casi literalmente) al Capitán. El Capi fue descongelado hace mil años por los Avengers y ahora, al descubrir que Bucky tampoco murió, el Zemo Junior (el de los Thunderbolts, ese que alguna vez coqueteó con hacerse bueno) se pone como meta destruir al ex-sidekick. ¿Por qué? Ahí es donde falla el guión. La motivación del villano no está bien explicada, parece que la gracia era ver a Bucky combatir con alguien durante varios números mientras el mundo se entera de su pasado como sicario de los sucios comunistas.
Como siempre, Brubaker zafa con los diálogos. Steve Rogers, Falcon, Black Widow, el propio Bucky y hasta los villanos tienen secuencias tranqui, sin machaca ni estridencia, en la que los diálogos cobran mucha importancia y ahí sí, el guionista no falla jamás un disparo. Para esta altura de la serie, Brubaker ya tenía un conocimiento detalladísimo de todos estos personajes y ya los vemos actuar como seres humanos de verdad, más allá de los poderes, los trajecitos ajustados y la propensión a revolear patadas.
Lo que hace Butch Guice en el dibujo es muy loco. En algunas secuencias, es el Guice al que recuerdan los seguidores de esta serie, ese de estilo oscuro, realista, bastante cerca de lo que hacía Steve Epting. Pero en este arco, Guice se zarpa y empieza a meter homenajes a otros dibujantes que pasaron por las aventuras del Captain America. Tiene un par de páginas definitivamente inspiradas por Jim Steranko, secuencias que recuerdan a Gene Colan y unas cuantas páginas (especialmente las de combate contra villanos) muy en la línea de Sal Buscema. Para que la cosa se vea más caótica y más esquizofrénica, Guice sufre a tres o cuatro entintadores distintos, de los cuales algunos entenderán el truquito de los homenajes y otros no. Por supuesto, más allá de los cambios de estilo, seguirán llamándonos la atención el buen manejo de la figura humana en movimiento (el fuerte de Guice) y la proliferación de fotos mínimamente retocadas en los fondos. Eso no cambia nunca, y produce un “efecto máscara” muy loco, sobre todo en las escenas en las que Guice homenajea a Sal Buscema y dibuja de modo simple, poco realista y casi tosco, como lo hacía el hermano menor de John. Ves esos fondos mega-reales mezclados con esos dibujos granguiñolescos y decís “acá hay alguien fumando cosas raras”. Yo ya compré al Guice más dark y más realista, así que las secuencias que más disfruté fueron esas.
¿Para qué sirvió todo este tomo? Para que Bucky acepte (aunque sea por las malas) que se tiene que hacer cargo de su pasado, de todas las atrocidades que se mandó mientras estuvo controlado por los rusos. Si no, no hay redención posible. O sea que, a su manera, este es un comic de Memoria, Verdad y Justicia, ideal para un día como hoy. Me queda un TPB más del Capi, al que prometo entrarle pronto.
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domingo, 21 de agosto de 2011
21/ 08: CAPTAIN AMERICA, LA PELICULA
Esta vez me invitaron al preestreno, pero yo estaba hasta el ojete en la Feria del Libro Infantil y no pude ir. Por eso terminé por garpar la entrada como cualquier hijo del vecino, un viernes a la tarde en que paseaba sin ningún apuro por un shopping muy loco de Lima. Estaba bajoneado, porque esa mañana me había enterado del fallecimiento del maestro Solano López y dije “bueno, por ahí dos horas de machaca superheroica me alegran el día”. La cola más larga era para Green Lantern (que se había estrenado en Perú el día anterior), pero yo le aposté al Capi, porque a mis amigos que la habían visto en Buenos Aires les había gustado mucho.
A mí me gustó, pero no me volvió muy loco. No sé por qué, por ahí fue más fuerte el bajón por la muerte de Solano… Pero la peli me entretuvo con lo justo. Se me hizo un poquito larga (124 minutos no es moco de pavo) y me pareció muy extrema la decisión de los guionistas de ambientarla TODA en la Segunda Guerra Mundial. Por ahí me hubiese cerrado más un miti-miti, o un 70/30, pero lo que a mí más me gusta del Capi (que es el desafasaje entre sus gustos, su educación y sus valores y la época en la que le toca vivir cuando lo descongelan) prácticamente no se ve.
Lo de bancar toda la peli en la Segunda Guerra Mundial sirve para darle mucho sentido al origen, para explicar todo de modo absolutamente coherente, sin bizarreadas ni saltos al vacío. Está muy bien, pero ¿sirve? ¿Habrá una segunda peli en la que vuelvan Red Skull, Arnim Zola, o el mismo Bucky? ¿O los Howling Commandos? Me parece que no, que esto es un prólogo a la peli de Avengers, y en Avengers van a volver –con suerte- el Capi, HYDRA y el cubo cósmico (al que nunca se nombra de esa manera). La ambientación de los ´40 está muy lograda, es cierto, y los guionistas hasta se dan el lujo de convertir en personajes copados y con toda la onda al Dr. Erskine (gran labor de Stanley Tucci) y a Peggy Carter (interpretada por Hayley Atwell), que eran personajes recontra-menores, creados medio al voleo para algún flashback.
Pero (y acá hay que pasar factura heavy) hacen una de más: de pronto, los nazis NO son los villanos! Con una bizarra maniobra, Red Skull se corta solo (bah, con HYDRA y Arnim Zola) y pasa a ser más malo que Hitler. De hecho, HYDRA quiere destruir no sólo las grandes ciudades de EEUU, sino incluso Berlín. Paremos un cacho, muchachos… Entiendo que Alemania sea un buen mercado para vender entradas y merchandising de la peli, pero mandar a Hitler a la B, perdiendo la promoción contra el Skull, en la primera peli, es un poco mucho.
Ese es el único elemento choto del guión. El resto, está bien. Cambian mucho la relación entre el Capi y Bucky, meten a presión a Howard Stark (el papá de Iron Man), le dan bastante bola a la historia de amor, no nombran al Barón Zemo ni tiene nada que ver en la misión final del Capi en los ´40, no explican de dónde carajo salió el vibranium del escudo, meten en la Segunda Guerra armas futuristas re-zarpadas, pero funciona.
Con esas herramientas, y con buenas actuaciones de un elenco en el que brillan Tommy Lee Jones, el ya mencionado Stanley Tucci y Toby Jones, el director Joe Johnston se pone al frente de una peli intensa, con pocos chistes, con muchísima acción y con la dificultad de tener que fluctuar entre el género bélico, el espionaje, la acción, el romance y hasta el musical. Por suerte, en ningún momento derrapa hacia el delirio ni hacia el embole. Y aún así, me faltó algo. No sé bien qué. Por ahí esa sensación de maravilla de “Wow, boludo, no puedo creer lo que estoy viendo!” que mencionaba cuando reseñé la peli de Thor. Acá no hay sobresaltos, tal vez por eso que decía antes, de que están todas las fichas jugadas a des-bizarrear el origen del Capi y a explicar cómo corno un héroe de los ´40 llega jovencito y pulenta a nuestros días, para ponerse al frente del grupete que se viene armando hace ya varias pelis de Marvel. Y les sale todo tan prolijo que no queda mucho margen para la sorpresa.
Pareciera que no falta mucho para que Chris Evans (ex-Human Torch) vuelva a rebolear el escudo en la pantalla grande y junto al resto de los Avengers. Hasta entonces, creo que no hay en carpeta otras pelis de Marvel, por lo menos de las que comparten continuidad, lo cual es bastante razonable. Veremos qué pasa cuando se estrene Avengers, la peli con más precuelas de la historia.
martes, 19 de abril de 2011
19/ 04: CAPTAIN AMERICA: WAR & REMEMBRANCE
Ahora que me bajé del tren de la serie actual, me dediqué a indagar en la larga historia del Capi América en busca de alguna etapa o saga grossa, que valiera la pena leer. Encontré dos: por un lado estos nueve números de 1979-80 y por el otro, la etapa de J.M. DeMatteis, que abarca (con varias interrupciones) los números 261 al 300 y que injustamente no está reeditada en libro.
Pero vamos a lo de Roger Stern y John Byrne, que es lo que se puede conseguir casi sin dificultad. Estos numeritos del Capi (247 al 255) no son exactamente majestuosos. Son buenos comics de superhéroes de hace 30 años. Tienen una chapa descomunal simplemente porque entre que Steve Englehart deja al Capi (allá por 1975) y que Stern y Byrne llegan al rescate, la serie es un bofe sin pies ni cabeza, como tantas otras series de la Verdul Age que no se entendía por qué se publicaban ni mucho menos por qué se vendían. Y sí, me juego: la etapa de Jack Kirby forma parte del bofe sin pies ni cabeza. Listo, lo dije.
Stern y Byrne apagan el incendio con solvencia, con clase, como cuando Caruso Lombardi vino a Racing a salvarnos del descenso y nos dejó quintos en la tabla. Los tres primeros números, además de dos villanos obvios tienen un villano encubierto que manipula toda la situación, y un par de pinceladas muy interesantes que definen la relación del Capi con Nick Fury en particular y con SHIELD en general. También desde el arranque está la sana intención de darle bola a Steve Rogers por afuera de su identidad heroica y de rodearlo de un elenco de secundarios atractivo. En tres números, vimos mucho más de lo que habían hecho todos los guionistas post-Englehart.
Después hay que destacar dos saguitas de dos episodios: la de Mr. Hyde y Batroc, repleta de machaca, sirve para entender que una cosa es ser villano y otra ser un genocida hijo de puta. Y la del Baron Blood en Inglaterra logra, por un lado, recrear la mística de los Invaders y, por el otro, mostrarnos algo que en 1980 no era frecuente: el Capitán América, héroe de héroes y símbolo patrio inmaculado, a veces también mata. Okey, mata a un vampiro totalmente sacado, más maligno que Rodríguez Larreta. Pero lo mata de verdad, como unos años después Superman mataría a los genocidas de la Zona Fantasma en esa saga que forzaría la partida de Byrne de la serie.
Pero por ahí lo más celebrado de esta etapa sean los unitarios. El que cierra el libro es un festejo de los 40 años del personaje y los autores lo aprovechan para pasar el limpio el origen del Capi, desarrollar algunos puntos y barrer bajo la alfombra otros que tienen que ver con la niñez, la juventud y el experimento que le cambió la vida a Rogers. Esta es, en una palabra, la primera aparición del origen moderno del Capi. Y además, como a Byrne lo dejan entintar sus propios lápices, es -lejos- el episodio de mayor atractivo visual. El otro unitario se hizo para celebrar los 250 números de la serie (que arrancó como Tales of Suspense) y tiene la consigna más ganchera de la historia: el Capi se postula para presidente de los EEUU. Obviamente sabés desde el primer momento que no, que se va a bajar de la candidatura (como tantos otros menos patriotas que él), pero lo grosso es eso, es esperar el momento y ver cómo, con qué discurso, bajando qué línea, el símbolo patrio le explica a las masas que lo suyo no es gobernar sino cagarse a trompadas con los villanos. Imaginate si se postulaba… Nos salvábamos de Reagan! Ah, no… cierto que esto es Marvel, no la realidad.. Perdón…
Me toca hablar del dibujo, pero creo que ni hace falta. Estamos hablando de comics de superhéroes dibujados por John Byrne en los ´80, o sea, está todo recontra-bien. Ni siquiera jode que lo entinte Joe Rubinstein, cuyo trazo tiene poco que ver con el del ídolo. El Byrne de esta época era un tsunami que se llevaba todo puesto, una máquina de laburar que generaba bocha de páginas por mes, con una calidad muy superior a la de la media de sus colegas. Byrne acá colaboraba con Stern en los guiones, o sea que es también responsable de que esta etapa –sin ser una gloria irrepetible- funcione como un relojito a la hora de combinar acción, emociones, desarrollo de personajes, revelaciones asombrosas y un ritmo atrapante, con espacio incluso para tirar temas importantes y dejarte pensando. Un clásico con aguante, de una época en la que leer mainstream era más riesgoso que engancharse hoy con un manga de Ivrea.
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lunes, 31 de enero de 2011
31/ 01: CAPTAIN AMERICA: TWO AMERICAS
Sin leer Reborn, me jugué a saltar de Road to Reborn a este arco, que es inmediatamente posterior al del regreso de Steve Rogers. De hecho, acá está el especial donde se explica quién va a ser el Capi, ahora que Rogers está de vuelta. Un unitario que está muy bueno, pero que la lógica indicaba recopilar junto a la saga de Reborn, no con Two Americas, que es donde Ed Brubaker retoma plots que le quedaron colgados de Road to Reborn.
Evidentemente, Brubaker trajo a Steve Rogers de vuelta porque alguien muy arriba en la cadena empresarial le puso un chumbo en la cabeza y le dijo “Lo resucitás YA, que se viene la peli”. El guionista –se nota muchísimo- se siente mucho más cómodo cuando le toca escribir a James Buchanan Barnes, más conocido como Bucky, el Winter Soldier, o el Capitán América que apareció cuando palmó el otro. Por suerte, negoció una salida decorosa: Rogers revoleará el escudo en los diversos títulos de Avengers y Bucky en la serie mensual, a la que Marvel rápidamente rodeó de 153.000 miniseries protagonizadas por Steve Rogers, en una movida no muy distinta de la que hizo DC con Batman cuando volvió Bruce Wayne.
Two Americas, de todos modos, no está entre las mejores historias de este sidekick ascendido a Capitán. Hay mucha acción, espionaje, suspenso, grandes diálogos, muy buena interacción con Falcon (a esta altura, imprescindible en la estructura de la serie), pero la trama en sí es medio pelotuda. El villano (el Capitán América de la década del ´50) está demasiado desquiciado, con lo cual se desaprovecha, cae demasiado rápido en la caricatura, en el grotesco. El tipo baja línea política pesada acerca de la decadencia de los EEUU, pero el debate ideológico nunca se llega a cristalizar, porque de pronto al tipo este le interesa más matar gente que propagar su forma de ver las cosas. Por momentos lo vemos como un estratega genial, un tipo cerebral, casi perturbador en su frialdad para el cálculo, y de golpe derrapa hacia el típico matón con delirios de grandeza que cree que cualquier conflicto se resuelve mediante un estallido de violencia. Y todo esto en una cantidad de páginas relativamente escasa, de lo cual se infiere que buena parte del protagonismo de la saga recae en este “Capi malo”, como lo llama irónicamente Bucky. Por supuesto, cuando los buenos le ganan, el cuerpo no aparece y queda abierta la rendija por la que puede llegar a volver la próxima vez que haga falta.
El dibujo tampoco está a la altura de los mejores momentos de la era Brubaker. El brasileño Luke Ross no es malo, pero tampoco excelente. Cuando lo entinta Butch Guice zafa muy bien, y hasta parece que el lápiz fuera de Guice. Pero cuando lo entinta Rick Magyar (otrora grosso, hoy descendido a la B Metropolitana), salen a la luz todo tipo de falencias. El one-shot con el que abre el tomo ofrece a la dupla con los roles cambiados: Guice dibuja y Ross entinta. Y el resultado es muy bueno, más allá de la exagerada dependencia de la referencia fotográfica. Acá es donde aparecen las secuencias mejor armadas, y hasta una doble página digna de Jim Steranko.
Me parece que me bajo acá, nomás. Ya son más de cinco años, doce TPBs (si alguna vez me compro Reborn, si no once), y obviamente el impacto ya no es el mismo. Será momento de ver qué onda las distintas miniseries que están saliendo, y darle una chance (cuando se recopilen) a las que tengan mejor pinta. O esperar a que en la serie regular vuelva a aparecer un arco argumental con el power de los primeros años de Brubaker al frente de la serie. No le cierro la puerta definitivamente, porque a lo largo de los años me quedó clarísimo que el Capi es un personaje de enorme potencial para protagonizar buenas historias. Pero hasta acá llega mi adhesión incondicional a la serie central del ícono americano que en poquitas semanas festeja su 70° Aniversario.
lunes, 27 de diciembre de 2010
27/ 12: CAPTAIN AMERICA/ BLACK PANTHER: FLAGS OF OUR FATHERS
Esta es otra de las miniseries con autores interesantes y poquísima difusión que nos ofreció Marvel durante el 2010. En general, cuando en el mainstream yanki les dejan a los autores negros encarar proyectos con total libertad, suelen aparecer comics bravos, con mucha carga política. Flags of our Fathers, escrita por Reginald Hudlin y dibujada por Denys Cowan, tiene su bajada de línea (obviamente centrada en el tema racial) pero la oculta bastante bien bajo una trama que por momentos amaga con ser bélica, pero que a la hora de los bifes termina por ser muy superheroica.
El planteo está muy bueno: en la Segunda Guerra Mundial, Hitler se entera de la existencia del vibranium y manda a sus tropas a invadir Wakanda para apoderarse del preciado mineral. Para hacerle el aguante a un despliegue impresionante de villanos nazis, viajan a la nación africana un joven Capitán América (en una de sus primeras misiones, con el traje y el escudo originales) y los Howling Commandos liderados por el Sargento Nick Fury. Por supuesto, una vez en Wakanda se topan con el rey/ guerrero, Black Panther (el abuelo de T´Challa), y una vez limadas las asperezas y soslayadas las desconfianzas propias de tratar con emascarados de otra raza, otra cultura y otro continente, entre todos le dan masa a los esbirros del Führer.
Reginald Hudlin, guionista de la revista de Black Panther durante varios años, hizo los deberes. El tipo hace gala de un vasto conocimiento de la sociedad, la política y la cultura de Wakanda y hasta nos muestra las peleas de dos niños, T´Chaka y su hermano S´yan (padre y tío respectivamente de nuestra pantera favorita), que años más tarde serán fruto de muchas desgracias para la próspera nación. Cuando juega con la continuidad del Capi, me parece que la pifia. Estoy casi seguro de que otros guionistas ya nos habían contado cómo y dónde perdió Steve Rogers el escudo original. Lo que creo que no se sabía es de dónde carajo salió el vibranium que se usó para el segundo (y definitivo) escudo. Acá Hudlin nos lo da a entender con astucia y sutileza.
Por el lado de los Howling Commandos, Hudlin se concentra en Gabe Jones, el soldado de raza negra que peleó junto a Fury en la época en que la integración racial estaba muy lejos. De pronto, los yankis se ven jugando de visitante en un país donde los “negros salvajes e inferiores” pelan avances tecnológicos y sociales impensados para Occidente, y eso obviamente le hace un click en el bocho a Gabe. Los nazis están ahí para proferir los términos más ofensivos para con los negros, y el Capi para demostrar que en el EEUU ideal la diferencia entre blancos y negros no existe ni como tema de conversación. Pero en la sociedad yanki de los ´40 el tema existía y era espinoso, y Hudlin se hace cargo de eso con buen tino y mucha inteligencia.
Por el lado del dibujo, acá lo tenemos al gran Denys Cowan, un poco afectado por el hecho de tener tres entintadores (con el que mejor se entiende es con Klaus Janson) y un poco sobre-excitado, muy cebado por darle espectacularidad pochoclera (kirbyana, incluso) a todas las secuencias, hasta a aquellas que no lo requieren. Pero el dibujo es muy correcto, con gran dinamismo y –al igual que el guión- sin titubeos a la hora de la violencia, la sangre y el gore. Cowan, venerado por siempre a partir de su labor en The Question, tiene fama de galán irresistible (de hecho, trabajó también como modelo), de Guacho Winner que se llevó a la cama a cuanta mina le pareció atractiva, y las malas lenguas dicen que los coordinadores le dan trabajo y le pagan bien para asegurarse de que no ventile nombres ni detalles. Si esto fuera así, y el tipo tuviera el laburo garantizado más allá de la calidad de las páginas que entrega, no se explica el esfuerzo y la pasión que se nota en las mejores páginas de esta saga. La viñeta-página del primer episodio en la que el Capi irrumpe para ayudar a los Howling, o la secuencia en la que el White Gorilla masacra a un puñado de wakandanos con sus propias manos, son sencillamente memorables.
Blancos, negros, arios y hasta un hijo de puta con el cráneo rojo se dieron de lo lindo en esta mini, una vez más con el vibranium en juego. Si querés leer una aventura distinta, intensa, sangrienta y con guiños para los eruditos en materia de historia marveliana, entrale con confianza.
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miércoles, 26 de mayo de 2010
26/ 05: CAPTAIN AMERICA: ROAD TO REBORN
Esta es la única serie regular de Marvel con la que estoy 100% al día. Recopilatorio que sale, recopilatorio que me encargo ni bien lo veo en el Previews. O sea que todavía no leí Reborn, que es donde varios amigos y colegas me han dicho que Ed Brubaker meó un par de hectolitros afuera del tarro y la serie sufrió un éxodo masivo de lectores que le bajaron la persiana indignados.
Cuando la lea comentaré qué me pareció, pero mientras tanto sigo disfrutando a lo pavote de lo previo, de los 50 números de esta serie que a partir del n°600 retomó la numeración de la original, la que venía de Tales of Suspense. La verdad es que el aporte de Brubaker a la mitología del Capi es definitivo. Hoy es, cómodamente, el guionista más identificado con el longevo personaje de Stan Lee para acá, por encima de próceres como Steve Englehart, Roger Stern, Mark Waid, o de Mark Gruenwald, cuya etapa tiene menos fans que la leucemia, pero se la bancó diez años ininterrumpidos al frente de la serie. Brubaker le encontró la vuelta al Capi, de eso no caben dudas. El regreso de Bucky, que presentado de cualquier otra forma habría desencadenado un tsunami de puteadas, merece ser ovacionado de pie. Y ni hablar de la forma en que el guionista trató al ex-compañerito del héroe, tanto en su rol de Winter Soldier como cuando le tocó vestirse de símbolo patrio tras la escalofriante muerte de Steve Rogers.
Prácticamente nada en esta serie tiene desperdicio. El equilibrio entre acción e introspección es brillante. Los constantes flashbacks al pasado de los personajes son emotivos y reveladores, nunca un relleno intrascendente. Los villanos resultan creíbles y verdaderamente amenazantes, no una manga de freaks y payasos con cero chances de ganarle a los buenos. Y los héroes reciben un tratamiento de lujo. Nunca hubo un guionista que escribiera tan bien a Falcon, Sharon Carter, Black Widow y Bucky. Más adelante, cuando empiezan a aparecer seguido Nick Fury, Iron Man y Hawkeye, Brubaker también los maneja de taquito, y los pone en escenas tensas, les hace decir cosas jodidas, los enriquece a ellos y al conflicto que los enfrenta (digamos que de Civil War para acá las cosas con Iron Man no están 10 puntos) con pinceladas sutiles y de enorme categoría.
Este tomo en particular es de pretemporada. Es obvio que el status de la serie se está por modificar radicalmente y Brubaker dedica estas historias a pasar en limpio lo que venimos leyendo desde que arrancó. Primero con un texto (maravillosamente ilustrado por Marcos Martín) que resume toda la historia del Capi. Después, con un numerazo centrado en Sharon Carter y otro unitario notable, protagonizado por Bucky Barnes (estos dos dibujados por el brasileño Luke Ross). Después viene el extra-large n°600, que gira en torno al primer aniversario de la muerte de Steve Rogers y nos muestra cómo lo viven distintos personajes. Acá a Brubaker lo acompañan bestias como el legendario Howard Chaykin o los ascendentes David Aja y Rafael Albuquerque, y además hay secuencias escritas por otros dos grossos, los ya veteranos Stern y Waid, ambos con buenos dibujantes. Y de ahí nos vamos a Reborn, cuyo TPB espero ansioso.
Pero antes de que termine este tomo, tenemos otro número doble, el 601, en el que se publica aquel Annual que iba a salir en 2006 y no salió, ese en el que Brubaker formaba equipo con el maestro de los maestros, el inmortal Gene Colan. Colan, quien dibujara bocha de números gloriosos a fines de los ´60, se reencontró con el Capi (y Bucky) en un flashback a la Segunda Guerra Mundial lleno de pesadillescos vampiros y truculentas decapitaciones, en una historieta MUY heavy y MUY jodida. Colan tiene hoy 83 años, así que no le pidas que suba a cabecear todos los centros… Es más, ni siquiera le pidas que entinte. Acá vemos su dibujo a lápiz, muy bien coloreado, y si bien no está tan afilado como en sus años mozos, se lo sigue disfrutando por su solidez y su excelente despliegue narrativo.
Si realmente lo que viene después es una bosta inmunda e irrespetuosa, este será el último tomo del Capi que calce en mi biblioteca. De ser así, no tengo dudas de que será un broche de oro, un canto del cisne, una despedida lujosa y a todo culo, con Cerati descorchando champán frente a una multitud al grito de “Gracias… totales!”.
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