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lunes, 21 de agosto de 2023
FERIADO CON RESEÑAS
Sigo sin ver la peli de Blue Beetle (por ahí mañana), pero tengo un par de libritos para reseñar, ambos bastante recientes.
En 2021, el Fondo de Cultura Económica publicó en México Junius Maltby y las Praderas del Cielo, un trabajo del maestro Ricardo Peláez Goycochea. Poco conocido en Argentina, Ricardo Peláez es uno de los más grossos historietistas surgidos en Méxicio en los últimos 30 años. La historieta consta de apenas 42 páginas, en las que Peláez reversiona un capítulo de Las Praderas del Cielo, una novela de John Steinbeck que yo, que soy un burro en materia de literatura estadounidense, desconocía.
Es un relato precioso, exquisito, que me recontra llegó. Me sentí interpelado, me emocionó, me cerró por todos lados. No sé si es el relato ideal para convertirlo en historieta, porque no ofrece mucho más que diálogos y silencios, pero el lápiz de Peláez le insufla una onda increíble a los personajes y a los paisajes, con lo cual no se echa para nada de menos la falta de acción, o de trama aventurera, o romántica. ¿De qué se trata? Básicamente del amor por la cultura, y cómo el mismo se puede canalizar por fuera del sistema. O de LOS sistemas, porque Steinbeck habla tanto del sistema productivo como del sistema educativo. Arte y cultura, inteligencia y erudición, florecen en esta obra de manera silvestre, sin fronteras ni restricciones, de la mano de un personaje fascinante como es Junius Maltby. Y claro, en algún momento se encuentran con la mirada del afuera, esa que prioriza el aspecto, la prolijidad o la disciplina por sobre la creatividad y el conocimiento. Por ahí pasa el conflicto, que no está muy enfatizado, ni pasa nunca a mayores, pero está planteado con mucha inteligencia y además muy bien resuelto.
El trabajo de Peláez es una maravilla. El armado de las secuencias es magnífico, el trazo es preciso, con mayor expresividad en los personajes y mayor realismo en los fondos, que son un despelote. La forma de plantear los flashbacks, el manejo de los tiempos con viñetas mudas, una variedad de grillas que van de la splash page a la Gran Watchmen y demás recursos entran en juego para llevar adelante una narración gráfica impecable, plena de belleza y emoción.
Si no conocías a Ricardo Peláez Goycochea o si ya eras fan, el resultado es el mismo: vas a cerrar el libro puteando porque se terminó. Es inevitable, uno siempre quiere más páginas de este monstruo, y más cuando elige para adaptar una historia tan hermosa. La edición no es todo lo buena que a uno le gustaría (principalmente porque para un álbum de 48 páginas, seis páginas sin historieta es demasiado) pero tampoco es bochornosa. Esto está impreso en México y llegó a Argentina en pocas cantidades, pero se consigue en algunas comiquerías. Incluso lo vi en algún stand en la Crack Bang Boom. Obviamente lo recomiendo muchísimo.
Me voy a 2022, cuando Dark Horse publica Motherbridge, una novela gráfica escrita por George Mann (que venía del palo de la literatura) y dibujada por la talentosa Aleta Vidal, amiga e ídola argentina con unos cuantos años de notable trayectoria a cuestas. Esta es la clásica distopía en la que la sociedad avanzó hacia un estado totalitario (o algo así) que dejó afuera a un montón de gente y se cagó por completo en la naturaleza y el medio ambiente. Ahora, a través de la protagonista, Hayley Wells, la naturaleza va a volver con todo, a reclamar lo que es suyo y a asestarle un golpe letal al gobierno despótico y represor. La idea está bien, el desarrollo de personajes es interesante, hay un buen elenco de secundarios, la historia tiene un ritmo consistente, no está ni estirada ni comprimida, pero tiene un problema fundamental: en la cuarta página ya me di cuenta cómo iba a terminar. Mann plantea el conflicto de forma tan obvia, que no hay muchas alternativas. La historia va a ir para ese lado, sí o sí, y en todo caso, si queda margen para la sorpresa, serán sorpresas menores que tienen que ver con el ritmo al que avanza la trama, o pequeños detalles que involucran a los personajes secundarios. Eso me frustró bastante, porque me gusta más que las resoluciones no sean las obvias, y si se hace muy evidente cómo se van a resolver los conflictos, que sea más cerca de la última página, no en la cuarta o la quinta.
Por suerte todo esto está dibujado por una Aleta Vidal muy inspirada, que deja la vida en el lápiz, la tinta y el color (el rotulado está a cargo de otro grosso argentino, Mauro Mantella). Aleta se adapta al toque a la forma de narrar del típico comic yanki, le pone mucha expresividad a los rostros, impacta cuando hay que impactar y conmueve cuando hay que conmover. Y no se tira a chanta en las páginas en las que los profusos diálogos de Mann amenazan con comerse las viñetas enteras. Lo más atractivo es ver a Aleta dibujar a los personajes femeninos y las plantas, en esas escenas en las que la vegetación se descontrola y cobra un protagonismo inusitado. Ahí nuestra compatriota te hace sentir de modo muy real toda esa magia, con un lucimiento espectacular en la puesta en página y en el color, que es una belleza. Sin dudas el aspecto visual de Motherbridge amerita pegarle un vistazo a la obra, si bien el guion peca de predecible.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, no sé si con nuevas reseñas de libros o con la crítica de la peli de Blue Beetle. Gracias por el aguante.
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Aleta Vidal,
George Mann,
Ricardo Peláez Goycochea
lunes, 4 de noviembre de 2019
RESEÑAS DE LUNES
Retomo las reseñas, ahora
en la cuenta regresiva rumbo a la San Luis Comic Con, donde voy a estar este
viernes, sábado y domingo junto a una cantidad inverosímil de artistas de
primer nivel.
Tenía pendiente el Vol.2
de Spinnerette, ese comic que tuvo bastante éxito en la web y en Argentina se
publicó en libro a través de OVNI. El principal cambio respecto del Vol.1 (ver
reseña del 24/10/19) está en el dibujo, porque apenas empezado este tomo, Rocío
Zucchi reemplaza a Walter Gómez al frente de lápices y tintas. La impronta de
Zucchi es menos grotesca que la de Gómez, logra un equilibrio más sutil entre
rasgos superficiales que nos remiten al shonen y una narrativa típica de comic
de superhéroes, y además se va menos al carajo a la hora de dibujar la anatomía
de las mujeres, las sexualiza un poco menos. Indagando un poco más, logré
confirmar que esto que acá vemos impreso en blanco, negro y grises
originalmente se publicó a todo color, y que la tarea de colorear el comic
recayó en el siempre eficaz Exequiel Fernández Roel, que en el libro aparece
acreditado como “Grises”. En realidad, alguien de OVNI se encargó de “traducir”
a grises las páginas coloreadas por Exequiel, con resultados no del todo
satisfactorios. Por momentos, todas esas tonalidades de gris crean un “efecto
empaste” que desluce un poco el dibujo fresco, dinámico y a la vez muy
detallado de Zucchi.
Y el guión…
lamentablemente es tan flojito como el del Vol.1. El amigo Krazy Krow (oriundo
de Corea del Sur) descuida bastante el tono de comedia que había logrado en el
inicio de la serie, que ahora vira rápidamente hacia una machaca violenta,
oscura y peligrosa contra un villano muy hijo de puta (oh, casualidad, nacido
en Corea del Norte), como si pasaras de leer… Moon Girl & Devil Dinosaur a
leer Punisher, así, de un sacudón. La trama romántica tampoco tiene peso, y de
hecho el propio personaje protagonista se diluye un poco, ya que Krazy Krow
abre mucho el juego a los compañeros y enemigos de Spinnerette. Posta, no hay
mucho más por afuera de la batalla contra el maligno Coronel Glass. La vez
pasada no lo mencioné, pero la traducción está a cargo de Mauro Mantella, quien
se ganó mi respeto y admiración… como guionista. La traducción, en cambio,
tiene varias inconsistencias y una cantidad alarmante de frases que suenan muy
mal al oído argentino, algo que se resuelve con el simple ejercicio de leer los
diálogos en voz alta. Esperaba mucho más de Mantella, sinceramente.
Tengo entendido que hay
más episodios de Spinnerette dando vueltas por la web, pero a) OVNI no los
publicó y b) la serie no me enganchó como para ponerme a buscarlos. Así que
hasta acá llego con este personaje. Ojalá alguien (OVNI, Ivrea, Magoya)
publique pronto algún comic dibujado por Rocío Zucchi con un guión sólido y
copado. Me resisto a ver a esta talentosa autora desperdiciando su talento en
proyectos tan poco trascendentes como este.
Y cierro con un
lanzamiento reciente, Héroes en el Aula, una historieta para chicos escrita por
David Rodríguez (Deivid, para los amigos) y dibujada por Aleta Vidal. Es una
historia breve (48 páginas) donde Deivid trata de contar una historia
entretenida y de delinear con onda y cariño a los… ocho personajes
protagónicos. Y no, lamentablemente no le alcanzan las páginas para todo eso.
Sobre todo porque, por encima de la trama, Héroes en el Aula se juega entera al
mensaje que quiere transmitir: un mensaje relevante, sumamente positivo, en
contra del bullying y la discriminación en las escuelas. Deivid cumple con
creces la misión de bajar esta línea, pero –para mi gusto- no llega a
complementarla con una historia tan potente como el mensaje y los valores que transmite.
Seguramente los chicos menores de 11 ó 12 años que compren el libro no van a
tener las objeciones que tengo yo a la hora de engancharme con lo que narra
Deivid, y lo van a disfrutar muchísimo y hasta se van a sentir identificados
con mucho de lo que pasa en estas páginas.
Al margen de esto, Héroes
en el Aula tiene su principal atractivo en el dibujo de Aleta Vidal, que acá
entrega el que probablemente sea el mejor trabajo de su carrera. Desde la
planificación de la página hasta el color, toda la faz gráfica de este comic es
espectacular. La línea sintética y amistosa, el diseño de los personajes, la
composición de los cuadros, las expresiones faciales, el lenguaje corporal de
los chicos, los fondos, la acción. Se nota el compromiso, la pasión, la onda
que le puso Aleta a cada viñeta, a cada secuencia. Imposible hojear este
librito sin sentir la necesidad imperiosa de atesorarlo por siempre. No tengo
dudas de que el año que viene más de una maestra de escuela primaria le va a
pedir a todos sus alumnos que lean, estudien y debatan en clase Héroes en el
Aula.
Y nada más, por hoy. Tengo
por delante unos días medio enkilombados, así que no sé si llegaré a postear en
el blog antes del viaje a San Luis. Vamos a intentarlo, obvio, pero puede
fallar.
Ah, otra cosa: nadie
respondió nada acerca de la posibilidad de festejar con un evento los 10 años
del blog. ¿Qué onda? ¿Armamos algo, o no hay quorum?
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Spinnerette
sábado, 21 de febrero de 2015
21/ 02: 21 EXPERIMENTOS CORTITOS
Cualquier libro que reúna 21 historias cortas de un mismo autor resulta -a priori- atractivo, porque seguro que en 21 historias vas a ver distintas técnicas gráficas, distintas formas de pensar la puesta en página, o distintas temáticas. Y seguro que, entre 21 relatos, algún buen guión se tiene que colar. Ahora, cuando ves que el libro tiene sólo 56 páginas de historieta para repartir entre 21 historias, empezás a rezar para que se trate de un autor que entienda el formato, que sepa jugar en espacios reducidos y plantear ideas atractivas en muy pocas viñetas. Por suerte, Aleta Vidal (con quien ya nos cruzamos el 13/06/14) trabaja con muchísimo criterio el formato de la historieta cortísima y ofrece algunas joyitas breves, mezcladas con otras ideas que –en tan poco espacio- no terminan de cuajar, o apenas llegan a esbozarse.
Lo de las distintas temáticas se ve clarísimo: las cuatro primeras historias tienen que ver con hadas, brujas, vampiros y zombies, temas en los que Aleta se mueve con mucha soltura, porque le dan la posibilidad de jugar con convenciones de un género que los lectores nos sabemos de memoria. Ahí alcanza con meter un giro, un elemento imprevisto, y ya está, ya tenés una linda historia de tres o cuatro páginas.
Después vienen historias brevísimas, de una o dos viñetas, cositas muy cortas, de una sola página, como la exquisita (y autobiográfica) Durmiendo a Benjamín. Las hadas y los elfos vuelven en la atractiva El Viaje, donde Aleta juega con la puesta en página y la composición. Y dos muy extrañas: Alicia y el Conejo y Caperucita y los Lobos, en las que Aleta y sus dos co-guionistas (sí, hay tres guionistas para una historieta de tres páginas) juegan a mezclar elementos de los famosos cuentos con la vida real, en un cóctel surrealista, bastante extraño.
La mejor historia, lejos, es La Nietita, escrita por Valentina Vidal, una de las hermanas de Aleta. Por la calidad y la cantidad de los textos, pareciera tratarse de un cuento al que Aleta le agregó imágenes para convertirla en una historieta, ganchera y perturbadora como pocas. Y la verdad que le salió muy bien. De las historias más “románticas”, me gustó bastante De Idas y Vueltas. Y por supuesto la impactante Diez Años De…, ambas escritas por Hernán Carreras.
De todos modos, lo más interesante del libro es el dibujo de Aleta. O en realidad LOS dibujos, porque a lo largo de estas páginas la vemos jugar, siempre dentro de un estilo con base realista, en varios registros distintos, y probar un montón de variantes, tanto en el grafismo como en el tratamiento del color. A veces opta por una impronta más pictórica, más similar a la de Benjamin (el chino, no el hijo de Aleta), y a veces se vuelca hacia una estética más básica, con colores planos y texturas aplicadas en el photoshop. Pero hay muchas exploraciones, muchas búsquedas, y sería arduo enumerar todas las variantes técnicas y estéticas que ensaya Aleta en estas historias.
Lo importante es notar cómo la autora se divierte, cómo disfruta en este juego que consiste en probar cosas raras, tanto en las historias como en la forma de plasmarlas gráficamente. Lo más flojo, algunos signos de puntuación que en algunas historias no están o están mal puestos. El balance general, sin embargo, es muy positivo: si bien no hay un relato complejo, con ambiciones tanto en el armado de la trama como en el desarrollo de personajes, hay unas cuantas buenas ideas y sobre todo, muchas excusas para que Vidal despliegue todo lo que sabe hacer en materia de puesta en página, climas, dibujo de figura humana, expresiones faciales y técnicas de color. Como en todos estos rubros el trabajo es sobresaliente, me animo a recomendarle enfáticamente este libro a los que ya son fans de Aleta Vidal y a los que todavía no descubrieron a esta interesantísima exponente de la historieta argentina actual.
Lo de las distintas temáticas se ve clarísimo: las cuatro primeras historias tienen que ver con hadas, brujas, vampiros y zombies, temas en los que Aleta se mueve con mucha soltura, porque le dan la posibilidad de jugar con convenciones de un género que los lectores nos sabemos de memoria. Ahí alcanza con meter un giro, un elemento imprevisto, y ya está, ya tenés una linda historia de tres o cuatro páginas.
Después vienen historias brevísimas, de una o dos viñetas, cositas muy cortas, de una sola página, como la exquisita (y autobiográfica) Durmiendo a Benjamín. Las hadas y los elfos vuelven en la atractiva El Viaje, donde Aleta juega con la puesta en página y la composición. Y dos muy extrañas: Alicia y el Conejo y Caperucita y los Lobos, en las que Aleta y sus dos co-guionistas (sí, hay tres guionistas para una historieta de tres páginas) juegan a mezclar elementos de los famosos cuentos con la vida real, en un cóctel surrealista, bastante extraño.
La mejor historia, lejos, es La Nietita, escrita por Valentina Vidal, una de las hermanas de Aleta. Por la calidad y la cantidad de los textos, pareciera tratarse de un cuento al que Aleta le agregó imágenes para convertirla en una historieta, ganchera y perturbadora como pocas. Y la verdad que le salió muy bien. De las historias más “románticas”, me gustó bastante De Idas y Vueltas. Y por supuesto la impactante Diez Años De…, ambas escritas por Hernán Carreras.
De todos modos, lo más interesante del libro es el dibujo de Aleta. O en realidad LOS dibujos, porque a lo largo de estas páginas la vemos jugar, siempre dentro de un estilo con base realista, en varios registros distintos, y probar un montón de variantes, tanto en el grafismo como en el tratamiento del color. A veces opta por una impronta más pictórica, más similar a la de Benjamin (el chino, no el hijo de Aleta), y a veces se vuelca hacia una estética más básica, con colores planos y texturas aplicadas en el photoshop. Pero hay muchas exploraciones, muchas búsquedas, y sería arduo enumerar todas las variantes técnicas y estéticas que ensaya Aleta en estas historias.
Lo importante es notar cómo la autora se divierte, cómo disfruta en este juego que consiste en probar cosas raras, tanto en las historias como en la forma de plasmarlas gráficamente. Lo más flojo, algunos signos de puntuación que en algunas historias no están o están mal puestos. El balance general, sin embargo, es muy positivo: si bien no hay un relato complejo, con ambiciones tanto en el armado de la trama como en el desarrollo de personajes, hay unas cuantas buenas ideas y sobre todo, muchas excusas para que Vidal despliegue todo lo que sabe hacer en materia de puesta en página, climas, dibujo de figura humana, expresiones faciales y técnicas de color. Como en todos estos rubros el trabajo es sobresaliente, me animo a recomendarle enfáticamente este libro a los que ya son fans de Aleta Vidal y a los que todavía no descubrieron a esta interesantísima exponente de la historieta argentina actual.
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Aleta Vidal,
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Argentina
viernes, 13 de junio de 2014
13/ 06: 11 DIAS
Esta brevísima novela gráfica (“nouvelle graphique”, diría un francés) es la primera historieta larga (44 páginas) que encontré dibujada por Aleta Vidal, a quien conocía por sus historias cortas para Comiqueando o La Murciélaga. Esta vez el guionista es Sage, un autor que debuta con esta obra, y que no es otro que Sebastián Lonegro, marido de Aleta en la vida real.
11 Días propone una trama de ciencia-ficción espesa e incómoda, ambientada con habilidad en el presente. Una extraña enfermedad, una reacción torpe y facha por parte de las autoridades, la muerte que te alcanza en sólo 11 días, el miedo y la represión. Y del otro lado, los sueños, el aguante, la resistencia, el amor. Parece complicado. De hecho, cuando llevaba leídas... 15 páginas me convencí de que era imposible cerrar toda la trama en sólo 44 páginas. Y sin embargo, Sage lo consigue sin apelar a un final abrupto, ni a un deus ex machina berreta.
Obviamente, para plantear y resolver todo esto en tan pocas páginas, la obra adopta un ritmo que casi no da tregua. Todo el tiempo pasan cosas importantes y no hay margen para descomprimir el relato ni para colgarse con nada que no sea esencial para el desarrollo de la historia. Aún así, Sage encuentra la forma de indagar bastante en lo que sucede y de darle lindos toques de caracterización a los cuatro personajes principales. Los malos quedan un poco relegados, pero de todos modos sus motivaciones son muy claras y su plan está perfectamente explicado. El in crescendo dramático funciona, el contra-plan de los buenos no depende de casualidades traídas de los pelos y el final... no es para nada el que te esperás, y aún así es muy satisfactorio.
No me quiero extender mucho en el tema del guión, primero porque se trata de una obra breve y segundo para no spoilear ninguno de los momentos que están pensados para sorprendernos. La verdad es que, con poquita ambición y mucho empeño, salió un guión redondísimo, que no parece escrito por alguien que hacía sus primeras armas en este oficio (o por lo menos en este medio, porque Sage trabaja en desarrollo de videojuegos y seguramente en ese ámbito debe armar historias, crear personajes, etc.).
El dibujo de Aleta Vidal, por su parte, es cumplidor y acompaña correctamente al guión. No vi en estas páginas el nivel de virtuosismo que mostró Aleta en sus historias cortas, quizás porque acá no hay color (sólo grisados, muy bien aplicados en el photoshop), quizás porque los globos ocupan mucho lugar para contener textos que por momentos eclipsan un poco al dibujo, o quizás porque le dedicó menos tiempo a cada página. El resultado es bastante bueno, pero al tratarse de una artista que ya mostró capacidades muy superiores, deja un cierto regusto amargo.
Y no mucho más. Ojalá esta pareja vuelva a reunirse para una nueva obra en este estilo, arriesgada, original, con una fuerte impronta autoral, y ojalá ambos dejen todo en cada viñeta.
11 Días propone una trama de ciencia-ficción espesa e incómoda, ambientada con habilidad en el presente. Una extraña enfermedad, una reacción torpe y facha por parte de las autoridades, la muerte que te alcanza en sólo 11 días, el miedo y la represión. Y del otro lado, los sueños, el aguante, la resistencia, el amor. Parece complicado. De hecho, cuando llevaba leídas... 15 páginas me convencí de que era imposible cerrar toda la trama en sólo 44 páginas. Y sin embargo, Sage lo consigue sin apelar a un final abrupto, ni a un deus ex machina berreta.
Obviamente, para plantear y resolver todo esto en tan pocas páginas, la obra adopta un ritmo que casi no da tregua. Todo el tiempo pasan cosas importantes y no hay margen para descomprimir el relato ni para colgarse con nada que no sea esencial para el desarrollo de la historia. Aún así, Sage encuentra la forma de indagar bastante en lo que sucede y de darle lindos toques de caracterización a los cuatro personajes principales. Los malos quedan un poco relegados, pero de todos modos sus motivaciones son muy claras y su plan está perfectamente explicado. El in crescendo dramático funciona, el contra-plan de los buenos no depende de casualidades traídas de los pelos y el final... no es para nada el que te esperás, y aún así es muy satisfactorio.
No me quiero extender mucho en el tema del guión, primero porque se trata de una obra breve y segundo para no spoilear ninguno de los momentos que están pensados para sorprendernos. La verdad es que, con poquita ambición y mucho empeño, salió un guión redondísimo, que no parece escrito por alguien que hacía sus primeras armas en este oficio (o por lo menos en este medio, porque Sage trabaja en desarrollo de videojuegos y seguramente en ese ámbito debe armar historias, crear personajes, etc.).
El dibujo de Aleta Vidal, por su parte, es cumplidor y acompaña correctamente al guión. No vi en estas páginas el nivel de virtuosismo que mostró Aleta en sus historias cortas, quizás porque acá no hay color (sólo grisados, muy bien aplicados en el photoshop), quizás porque los globos ocupan mucho lugar para contener textos que por momentos eclipsan un poco al dibujo, o quizás porque le dedicó menos tiempo a cada página. El resultado es bastante bueno, pero al tratarse de una artista que ya mostró capacidades muy superiores, deja un cierto regusto amargo.
Y no mucho más. Ojalá esta pareja vuelva a reunirse para una nueva obra en este estilo, arriesgada, original, con una fuerte impronta autoral, y ojalá ambos dejen todo en cada viñeta.
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