Otro domingo eterno, sin
futbol, sin nada mínimamente interesante para entretenerse que no sea leer
comics. Aprovecho para ponerme al día con las reseñas (escritas así nomás, sin
demasiado entusiasmo) de un par de libritos que tengo leídos.
Ya vot por el Vol.17 del
coleccionable de Nippur y estoy en una meseta que se estira hasta el infinito,
como la cuareterna. Otra vez un montón de episodios autoconclusivos en los que
la saga del personaje no avanza hacia ningún lado, con Robin Wood clavando unos
bloques de texto hermosos en aventuras muy cercanas a la Nada Misma, siempre
con Sergio Mulko a cargo de las historietas en blanco y negro, y Ricardo
Villagrán a cargo de las historietas a todo color.
Entre los seis episodios
de este tomo, encontré un sólo guion brillante, con un planteo y un desarrollo
realmente gancheros, con sorpresa (de hecho Robin tira el as de espadas en la
última frase del último bloque de texto), con un cierto vuelo, con una ironía
fina, resuelta con mucha clase. El resto, más de lo mismo. Hay una que es
básicamente un paso de comedia, un relato que se podría haber publicado en la
serie Mi Novia y Yo, cuyo efecto humorístico se disuelve cuando Wood y Mulko
se proponen contarla en diez páginas en vez de... cuatro. Y después está “El
Gran Torneo”, una historia muy bien dibujada por Villagrán, que arranca muy
arriba, sigue muy arriba y al final termina por defraudar, porque el argumento
resulta ser apenas una excusa para contarnos por enésima vez lo grosso que es
Nippur, y lo imposible que es vencerlo en combate, sea contra quien sea, y
aunque vengan de a cuatro. Las otras tres historias no tienen mérito ni para
justificar una mención, más allá de mi constante admiración por la elegancia y
la jerarquía que le pone Villagrán a la faz gráfica. Te querés matar cuando lo
vez dibujar esas páginas con 12 viñetas microscópicas, pero cada tanto te clava
una de esas splash-pages realmente fastuosas, como para ponerles un marquito y
exhibirlas en cualquier museo como las altas obras de arte que son.
Sigo adelante, a ver si la
cosa en algún momento cambia y si Wood encuentra la forma de volver a
engancharme con una serie que –como ya dije alguna vez- tenía todo para ser
gloriosa y en la práctica resulta entre predecible y embolante.
Salto a EEUU, año 2016,
cuando Becky Cloonan, la gran dibujante italiana, se pone la pilcha de
guionista para escribir nada menos que una nueva serie del inagotable Punisher,
un personaje que acumula números 1 como Brasil acumula enfermos de coronavirus.
En este primer TPB, Cloonan se toma seis episodios para contar una historia que
en los ´80 era una novela gráfica de 60 páginas (como mucho) y que, sin ser
brillante, tiene algunos puntos a favor. Por un lado, la intención de
desarrollar nuevos enemigos para Punisher (en general, le han durado muy poco),
por el otro el énfasis en un personaje secundario bastante interesante (la
agente Ortiz), y por el otro la posibilidad de encarar la aventura desde una
óptica “adulta”, en el sentido de que las puteadas son muchas y están
mínimamente camufladas y la violencia es MUCHISIMA y está absolutamente
enfatizada, a niveles muy escabrosos, sin nada que envidiarle a las sagas de
Punisher en el sello MAX (que creo que no existe max). Mucha acción, muchos
tiros, muchos cuchillazos, muchas explosiones, mutilaciones, sangre, drogas,
que no alcanzan para ocultar que la trama se podría haber contado en muchas
menos páginas. Y ese último flashback a una operación militar yanki en Medio
Oriente está totalmente de más.
Lo lindo es que todo el
tomo está dibujado por un mismo artista, en este caso a cargo de lápices y
tintas, como era su costumbre. Me refiero al recordado maestro Steve Dillon,
que va a tener la mala idea de morirse muy poco después, sin completar el
segundo arco argumental de esta serie. Si leíste Preacher, o el Punisher de
Garth Ennis, ya sabés que a Dillon le gusta la violencia a quemarropa, bien
extrema, con gente que explota en mil pedazos, tiros en la jeta, estallidos de
sangre y esas cosas tan hermosas, tan agradables de ver. Su Punisher es un tipo
jodido de verdad, que mete temor sólo con verle la cara, y la acción por ahí no
es lo que mejor le sale, pero en general la resuelve con oficio, sin pifias.
Acá además se lo ve muy compenetrado con el tema fondos, armas y vehículos, sin
hacer copy-paste de fotos. El color en general se acopla bastante bien a los
trazos de este prolífico dibujante británico que –sin saberlo- nos estaba
obsequiando las últimas páginas de su ilustre carrera.
No la pasé mal, para nada,
me entretuve un lindo rato, pero esperaba una vuelta de tuerca más. Otro
enfoque, otra sensibilidad, algún giro menos obvio, menos tradicional. Me
encontré con una más de tiros, mala leche, sangre y machaca, como tantas otras aventuras
de Punisher, que pierden impacto y emoción a medida que te vas convenciendo de
que siempre, corra los riesgos que corra, se enfrente a lo que se enfrente,
Frank Castle va a salir entero y va a volver a embestir contra el crimen
organizado sin importar los costos. El hecho de que queden para el Vol.2 muy pocas
páginas de Dillon tampoco me da mucho estímulo para leer los dos TPBs que le
siguen a este, y que no tengo.
Suficiente por hoy. Buena
semana y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.