el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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sábado, 13 de febrero de 2021

7 al 13 de FEBRERO

Otro sábado, y otro rato para repasar las lecturas de la semana. Empiezo con Fantastic Four 1234, una miniserie publicada por Marvel hace exactamente 20 años, cuando el glorioso cuarteto festejaba sus primeros 40 años de publicación. El guion de Grant Morrison es bastante decente, sin ser maravilloso ni mucho menos. Lo mejor que tiene es la chapa que le da a Reed Richards y sobre todo la calidad de los diálogos, que es impresionante. Podés leer todo el comic tapando los dibujos, y siempre te vas a dar cuenta por los diálogos si el que habla es Reed, Doom, Ben o Namor. El argumento en sí es más promisorio que bueno. El plan del Dr. Doom, que Morrison te trata de vender como el más audaz y genial de la historia de este icónico villano, es en el fondo bastante ramplón, aunque me gusta cómo eligió torturar al querido Ben Grimm. Lo bueno que tiene este aspecto de la trama es que subraya (una vez más, por si alguno todavía no lo entendió) que el único y verdadero Super Clásico del Universo Marvel es Reed vs. Doom, y que al lado de esta pica, todas las demás son Excursionistas vs. Defensores de Belgrano. Y ya en el terreno de la conjetura, me dio la sensación (por el rol lamentable que le otorga en la miniserie) que Morrison coincide conmigo y con la mayoría de los fans de los Fantastic Four en que Johnny es el personaje menos interesante, y que si lo sacás de ecuación, el resultado no varía demasiado. Por el lado del dibujo tenemos a Jae Lee, en un estilo bastante similar al que le vimos en la miniserie de Inhumans (ver reseña del 21/05/16), un estilo vistoso, original (atrás quedó esa etapa aciaga en la que Lee le copiaba páginas enteras a Leo Manco) y acompañado de un atractivo despliegue a la hora de la puesta en página. Y por supuesto, con el típico problema de Lee, que es cierta torpeza en la narrativa, en parte producto de esas figuras estáticas que siempre parecen no estar en movimiento, sino posando para un cuadro o una escultura. Entre que el estilo de Morrison es bastante menos obvio que eld el guionista promedio, y estos desaciertos de Lee que le restan claridad y fluidez al relato, seguro que te vas a encontrar con alguna secuencia en la que te vas a preguntar qué carajo está pasando. Aún así, Fantastic Four 1234 no es para nada un mal comic, porque hay un par de ideas grossas, imágenes potentes y esos diálogos y bloques de texto sumamente logrados. Si sos fan del cuarteto, o del siempre inquieto demiurgo escocés, este es un lindo librito para sumar a tu biblioteca.
El humor gráfico está de fiesta porque se empieza a recopilar en libros el chiste que Alejandra Lunik publica todos los días en la contratapa del diario La Nación. Bajo el título genérico de Andá a Lavar los Platos, la talentosa historietista e ilustradora demuestra que también la tiene muy clara a la hora de hacer humor. O por lo menos lo que hoy se entiende como humor, esa búsqueda de la sonrisa cómplice, o de la reflexión piola, que con los años se llevó a “los chistes del diario” hacia un terreno bastante distinto de aquel humor de cuando éramos chicos, que tenía como única meta hacer reir. Lunik tira, de vez en cuando, algún misil de esos que te hacen estallar de risa, pero son los menos. En general, te atrapa con la habilidad para buscarle un costado humorístico a situaciones cotidianas, mediante diálogos sencillos y un gran poder de observación. Los temas que aparecen una y otra vez en Andá a Lavar los Platos son la inestabilidad de las relaciones afectivas, la injerencia de las redes sociales y la tecnología en nuestras vidas y la dinámica entre mujeres y varones, por supuesto desde una óptica feminista. Entre una legión de minitas enamoradizas, más alguna chica separada que tiene que criar a una hija, la creación de Lunik que más me sorprendió es una anciana que ya cruzó la barrera de los 80 y que tiene una forma de vincularse a las problemáticas de la tira totalmente distinta a la de las mujeres más jóvenes. Me encantó porque me pareció un personaje muy real, muy genuino, escrito desde el cariño pero además desde una especie de comnocimiento “real” de lo que es ser una vieja de 80, lo cual es muy meritorio para una autora que todavía no llegó a los 50. Imposible no nombrar a Maitena si hablamos de viñetas humorísticas creadas por mujeres para el diario La Nación y sí, otro gran mérito de Lunik es haber logrado que dejemos de extrañar las épocas en las que todos los días nos encontrábamos en el diario con las Mujeres Alteradas. A diferencia de Maitena, la impronta visual de Lunik tiene mucho que ver con la línea clara clásica: es fan del efecto máscara (ese que consiste en dibujar a fondos y objetos con rasgos mucho más realistas que los que se utilizan para los personajes) y con su trazo finito despliega una prolijidad apabullante, un poder de síntesis brillante y rostros de gran expresividad, todo realzado por un excelente trabajo con el color. O sea que aunque no te interese el humor gráfico (o el tipo de humor gráfico que cultiva Lunik), esto te puede atrapar por el lado del dibujo, que es realmente superlativo. Visualmente, Lunik no tiene nada que envidiarle a ningún dibujante (o dibujanta) de los que publican viñetas diarias a nivel global.
Finalmente, después de muchos años, me volví a internar en el mundo bizarro y crepuscular de Hideshi Hino, para viajar junto al Circo de Monstruos y vivir de la mano de estos freaks estos siete relatos originalmente publicados en 2009 en Japón. Del dibujo de Hino ya ni tiene sentido hablar, porque mantiene ese nivel increíble de las obras anteriores suyas que vimos alguna vez en este espacio. Es uno de esos tipos que indudablemente hacen lo que quieren con el dibujo, y suben todo el tiempo la apuesta para llevar a la página imágenes, ideas y sensaciones cada vez más extremas, en un estilo que por su complejidad y el grado de destreza técnica que requiere, es imposible de imitar. Y después, en todo caso, se puede discutir si los guiones son mejores o peores, si logra llevar a buen puerto los relatos que encara, o si las ideas se le deshilachan por el camino. Circo de Monstruos tiene un poco de todo: ideas geniales cuyo desarrollo no está a la altura de la premisa, historias que se quedan en el mero impacto y no llegan a profundizar, personajes atractivos que crecen de modo asombroso hasta darse de lleno contra un final abrupto… y por supuesto alguna historia ya bastante remanida, que cualquiera con mucha historieta de terror a cuestas ya sabe cómo va a terminar. Pero entre las atracciones del circo también hay un par de relatos muy sólidos, muy emotivos, bien desarrollados, en los que nada (ni la violencia fuera de control ni la ternura que generan algunos de estos freaks) eclipsan los aciertos de Hino a la hora de construir estos dramas bizarros y retorcidos. De todos modos, cuando el dibujo y la narrativa alcanzan niveles tan sublimes como los que alcanza Hino en este libro, no hace falta que en las 228 páginas haya genialidades en materia de guion. Con que no salgamos convencidos de que el autor le está faltando el respeto a nuestra inteligencia, alcanza y sobra para atesorar el libro y hasta para recomendarlo, por lo menos a los fanáticos del terror, y de este exponente fundamental, ineludible, que tiene ese género en Hideshi Hino. Nada más por hoy. Nos reencontramos el finde que viene, con nuevas reseñas acá en el blog.

domingo, 5 de septiembre de 2010

05/ 09: EL HIJO DEL DIABLO


Vengo con mala racha… Para hoy elegí un manga de Hideshi Hino, uno de mis ídolos, un grande de grandeza abismal, y me encuentro con una historia que no está al nivel de las obras maestras de este monstruo nacido en Manchuria, con más de 40 años de trayectoria (y gloria) a sus espaldas.
En El Hijo del Diablo aparecen todos los tópicos habituales en la obra de Hino: la obsesión, la locura, el horror que se genera en el seno de la familia, el freak descastado al que todos temen, la sangre, las mutilaciones, los paisajes suburbanos enchastrados de contaminación, mugre y desesperanza, el colegio como ámbito de competencia desaforada y pérdida de la ingenuidad infantil, los cadáveres a medio resucitar… todo lo que ya vimos en historietas definitivas, joyas inmejorables como La Serpiente Roja o Panorama Infernal (por nombrar sólo un par), está también acá, y encima dibujado como la hiper-concha de Dios.
Pero falta algo, la historia no termina de cuajar. Hasta la mitad, va derecho: el Doctor Emma, desesperado por la muerte de su hijito, se hunde en el pantano de los crímenes más aberrantes para volverlo a la vida, con resultados… discutibles. Daio resucita, pero ahora es un monstruo fuera de control, una mezcla entre Drácula y Frankenstein, pero en el cuerpo de un nene de nueve años. Obviamente, la policía investiga a Emma y a medida que Daio apila víctimas, la investigación se convierte en acoso. Y cuando la situación del Doctor Emma y su hijo se hace insostenible, Hino pega un volantazo y la historia en vez de terminar, vuelve a empezar pero dejando de lado varios de los elementos más atractivos de esta primera mitad. La segunda parte no tiene menos sangre ni menos tripas que la primera, pero la mala leche se disuelve en un océano de ternura freak, casi digna de Tim Burton.
Finalmente, Hino recurre al banco de suplentes y mete en la ecuación dos elementos que habitualmente no aparecen en su obra: la ambientación histórica en el período feudal (con referencias a mitos y leyendas tradicionales al estilo Shigeru Mizuki) y la explicación sobrenatural de los fenómenos y deformaciones que nos muestra. Por supuesto que en obras como Oninbo ya habíamos visto su versión del Infierno y de un montón de criaturas demoníacas. Pero acá eso va a fondo en el último tramo de la obra y desentona a full con la ambientación urbana, la investigación policial y demás. A Hino le gusta lo sobrenatural, está claro, lo que no está claro es el criterio con el cual introduce ese aspecto en una historia que –dentro del género del terror- iba para otro lado.
El dibujo del maestro está al impresionante nivel de siempre. Intenso, grotesco, recontra-expresivo, con unos cross-hatchings que te hielan la sangre, con unos detalles alucinantes en fondos, monstruos, cadáveres y cloacas y una ambientación histórica creíble y bizarra a la vez. Por supuesto, y fiel a su estilo, Hino despliega en esta saga ese ritmo frenético, más acelerado que el del comic occidental promedio, con el cual acumula las atrocidades, las exacerba, y a la vez logra que la repulsión que causan sea menor , que tanto exceso se lea más como una humorada que como algo realmente terrorífico. No hace falta aclarar que en lo único que se parece Hino a un mangaka convencional es en que sus obras se leen de derecha a izquierda. En todo lo demás, esto es único e irrepetible, como un matrimonio engendrado en el infierno entre Mizuki o Tatsumi y lo más salvaje del underground norteamericano de los ´60.
Y bueno, no se puede ganar todos los partidos. Esta vez, con los titulares y todo, Hino saca apenas un empate, y porque el dibujo es monumental. El argumento obviamente no se sostenía 250 páginas y así es como los golpes de timón y los giros limados terminaron por llevarlo a un resultado que no es precisamente del nivel al que nos tiene acostumbrados el ídolo.

martes, 20 de abril de 2010

20/ 04: LULLABIES FROM HELL


Lo más interesante y extraño de la extensa obra de este monstruo maldito del manga (nacido por casualidad en Manchuria) no es tanto la cantidad (se calcula que tiene editados en Japón unos 180 tomos, entre novelas gráficas y recopilatorios de historias cortas) sino cómo se repiten los temas. Hino machaca fuerte sobre cuatro o cinco ejes temáticos, que aparecen una y otra vez. El más importante es “No te aproveches del distinto, del minusválido, del freak, porque se va a vengar y no te va a gustar”. Pero también está el axioma “Ningún muerto está definitivamente muerto”. Y el más interesante “El verdadero horror reside en la familia”. La mayoría de las historias tienen como protagonistas a niños (en especial uno llamado Hideshi, vaya a saber por qué), pero también hay mangas protagonizados por adolescentes, adultos y hasta fetos y gatos. ¡Ah! !Y los cuervos! !No nos olvidemos de los cuervos! La obra de Hino está llena de cuervos, y cada vez que aparecen, se pudre todo. Su ámbito preferido es el suburbio, el barrio alejado del centro en el que nunca faltan los basurales y los riachos con agua contaminada por las fábricas.
Lullabies from Hell (editado por Dark Horse) ofrece cuatro historias cortas. A Lullaby from Hell es la más tranqui de todas y tiene que ver, como tantas otras, con la infancia. Acá ya aparece un tema fetiche de Hino, que es el freak marginado, y las impactantes imágenes de torturas y descuartizamientos que tantas veces volverás a ver si te hacés fan de este hijo de puta.
Le sigue la escabrosa Unusual Fetus, en la que una pareja “normal” da luz a un bebé mutante, con rasgos de saurio. Otra vez, del seno de la familia arranca una historia plagada de atrocidades, con cierta melancolía timburtoniana, como para bajar medio cambio entre tanta muerte y tanta obsesión.
Luego sigue la extensa Train of Terror, una historieta a pura tensión, llena de vértigo y acción. La mayoría de la misma transcurre en una zona crepuscular, a mitad de camino entre la realidad y la alucinación, y sí, hay muertes terribles y unas serpientes monstruosas, pero es más un thriller psicológico pasado de rosca que un comic de terror.
Y para terminar, el clásico Zoroku no Kibyo (La Extraña Enfermedad de Zoroku). Este fue el primer éxito de Hino, publicado en 1969, cuando tenía 23 años. Le dedicó un año entero a esas 39 páginas, de las cuales descartó innumerables versiones preliminares, y el esfuerzo dio como resultado que, luego de ser rebotada por varias antologías para jóvenes y adultos, se publicara –paradójicamente- en una revista infantil. Con Zoroku, Hino se convirtió de la noche a la mañana en un capo absoluto del manga de terror, un género en ese entonces poco explorado, donde brillaban el maestro Shigeru Mizuki y Kazuo Umezu, el Stephen King japonés. Zoroku no Kibyo es un relato mágico y por momentos enternecedor, con un freak discriminado como protagonista, ambientación histórica (algo que no volveremos a ver en obras posteriores) y una colección de purulencias, podredumbres e inmundicias, que sí volveremos a ver muchas veces en muchísimos trabajos del ídolo.
Del cuento de hadas putrefacto a las masacres más truculentas, las historias de Hino tienen siempre esa impronta bizarra, pasada de rosca, alucinante, perturbadora y hasta medio under, que produce un efecto hipnótico y adictivo. Leés una y cagaste, vas a querer todas. Su dibujo es sobrecargado, por momentos casi barroco, y completamente expresionista: TODO se deforma para enfatizar las atmósferas y los estados de ánimo de estas criaturas siempre propensas a la mutación. Hino tiene un control molecular de la acción y de los tiempos del relato. Jamás una historia suya se hace aburrida o estirada, sino más bien, por el contrario, uno a veces quiere que se termine rápido para poder respirar aliviado y volver a una realidad un poco menos desaforada. Animate a descubrir a este auténtico genio del Noveno Arte, pero sabiendo que Hideshi Hino, más que un mangaka, es un viaje de ida.