Diez años tarde, me tocó leer esta precuela a Top 10 escrita por Alan Moore y dibujada por Gene Ha, esta vez sin la colaboración de Zander Cannon. The Forty-Niners (si bien está claramente dividida en cuatro capítulos) se publicó como novela gráfica, así, de un saque, sin pre-publicación en comic-books, y gracias a esa sabia decisión Ha se pudo tomar todo el tiempo del mundo para dibujarla él solito.
El resultado es nada menos que el mejor trabajo en la carrera de Gene Ha. Visualmente este comic es hermoso, es una exquisitez, un clásico inmediato. Buena parte del mérito le corresponde a Art Lyon, un colorista al que yo no conocía y que me sorprendió por su técnica (tremendamente europea) y por lo bien que se complementa con el dibujo de Ha. Los apuntes biográficos que vienen al final del libro nos revelan que en este trabajo fue asistido por su esposa Ellen, que es artista plástica. Y la labor de Ha es realmente magnífica: la dedicación que se ve en los fondos, el ingenio para crear una ciudad del futuro tal como se imaginaba que sería el futuro en 1949, la acción, las expresiones faciales, los diseños de los trajes de los “science-heroes”, la reconstrucción histórica de esa posguerra atravesada por una miríada de elementos fantásticos, que a su vez esconden referencias a comics, novelas y seriales cinematográficos de aquella época… todo está cuidadísimo. Y lo más loco: no sé cómo hacen Ha y Lyon, pero todas estas proezas visuales, toda esta fiesta para los ojos, no nos impide engancharnos con la historia, sino todo lo contrario: está 100% puesta al servicio de la narración.
En cuanto a la historia en sí, me parece que le faltó un poquito de fuerza. Digo, al conflicto central entre buenos y malos. El resto está perfecto: básicamente, lo que hace en esta graphic novel el Mago de Northampton es retro-injertarle un origen a Neopolis, la ciudad donde transcurre Top 10. Es un Top 10: Year One, en el que vemos cómo, por qué y quiénes apuestan por el desarrollo de Neopolis y cómo empieza a cobrar forma la fuerza policial que la va a patrullar, a la que 50 años después veremos (en la Top 10 original) funcionar al máximo de sus capacidades. El foco grosso está puesto en esos elementos y en una historia de amor entre un chico de 16 años y un señor de 30, muy bien llevada, sin morbo ni impactos baratos.
Obviamente, si tenés fresca la Top 10 original vas a pescar un montón de guiños puestos por Moore de forma totalmente deliberada. Repasá la saga original y seguro que cualquier personaje que en 1999 viste con más de 60 años, acá aparece joven. Héroes, villanos, personajes secundarios, lugares, todo el universo Top 10 acá se ve reflejado 50 años antes de la saga más conocida. Y la genialidad más sutil quizás sea el hecho de que en esta precuela casi no hay superhéroes (o science-heroes). Los que hay son veteranos que tuvieron su período de gloria en la Segunda Guerra Mundial, y ese tema sobrevuela bastante la novela gráfica: ¿qué hacemos con estos tipos y minas con superpoderes a los que ya se les terminó la época de esplendor? Esto me parece brillante porque es una prueba más de lo mucho que Moore tiene estudiada la historia del comic yanki. En 1949, buena parte de aquel primer boom inicial de los superhéroes se había ido a la B y en los kioscos sólo resistían unos pocos sobrevivientes, ya lejos de la hegemonía de la primera mitad de la década. Eso se ve (no en primer plano, sino hilando un poquito más fino) en The Forty-Niners y me encanta como apunte meta-textual.
De todos modos, no te quiero mentir: The Forty-Niners no está ni ahí entre las mejores obras del Mago, y si no sos fan de Top 10 lo más probable es que no te logre atrapar. Si te prendiste fuego con Top 10 y querés más, ahí sí, entrale con confianza que la vas a pasar bomba. Si sos completista y querés tener todas las obras de Alan Moore, también, se recontra-justifica comprarla, porque el Mago no tiene muchas obras ambientadas en ese período histórico, rara vez escribe precuelas de sus obras y creo que nunca había contado una historia de amor entre varones. Y si sos de los que compran comics por los dibujos, salí ya a matar, a robar, a tirar gas pimienta por la manga de estadios de futbol, pero no dejes pasar The Forty-Niners, porque lo que hicieron acá Gene Ha y Art Lyon es una cátedra definitiva, que te va a obligar a cambiarte la ropa interior varias veces en sólo 96 páginas.
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viernes, 22 de mayo de 2015
lunes, 26 de enero de 2015
26/ 01: TOP 10 Vol.2
De nuevo me encuentro con un montón de situaciones que no recordaba en lo más mínimo, pese a haber leído esta serie en su momento cuando salió en revistitas. Creo que me cebaba demasiado mirando los fondos para descubrir a los personajes conocidos (del comic, la animación y las películas) que hacen cameos en Top 10, mínimamente camuflados para que parezcan ciudadanos de esta increíble Neopolis. Eso es un lindo entretenimiento, pero la verdad es que las tramas que urde Alan Moore en este segundo tomo son tan atractivas que se puede dejar el jueguito para una segunda lectura.
Estos cinco episodios finales me gustaron más que los primeros, por varios motivos: ya estaban presentados los personajes y la dinámica entre ellos, con lo cual hay más espacio para que pasen cosas. Y encima pasan MUCHAS cosas, algunas realmente relevantes. Hay revelaciones impactantes, sacudones fuertes que cambian grosso el status quo de la serie, puntas que Moore apenas explora, ideas tiradas a la marchanta con la generosidad de los grandes, y mucho oficio para que cada episodio plantee y resuelva una trama, más allá de que los cinco episodios están entrelazados y hay que leerlos sí o sí en este orden.
Si (como a mí) te hacía ruido que el Mago escribiera un comic en el que los canas son los buenos, quedate tranquilo. Como decíamos la vez pasada, el autor no se mofa ni de la policía ni de los superhéroes, pero en este tomo queda claro que no renunció a sus banderas anti-autoritarias y a su habitual discurso contra los poderes establecidos. Después de un primer tomo en el que los canas de Top 10 se enfrentaban a monstruos y villanos dentro de todo convencionales, esta vez las amenazas más complicadas resultan provenir de las altas esferas del poder, aunque no quiero dar muchos datos para no spoilear. Y las amenazas menores están muy bien logradas en términos de originalidad y de intensidad dramática. El primer episodio del tomo (el más unitario de todos) en el que Peregrine explora las consecuencias de una teleportación doble y simultánea con nefastas consecuencias para los viajeros, parece una historia sencilla, casi una anécdota menor en el contexto general de la trama; pero Moore le pone tanta humanidad, hace que el lector sienta todo tan real, tan vívido, que termina por ser una historia de esas que te marcan y no te podés olvidar nunca (a menos que seas un enfermo como yo, que la leí hace 15 años y sólo me acordaba el cameo de Dream y Nightmare).
Otra consecuencia derivada de que los personajes ya estaban presentados es que ahora sí, no necesitamos a Toybox para que nos introduzca en este mundo. Eso le permite al Mago intensificar el muy logrado reparto de protagonismo entre todo su elenco, e incluso ampliarlo para darle bola a personajes que en el Vol.1 casi no figuraban, para presentar a un personaje nuevo muy interesante (Joe Pi, una especie de robot de los Shogun Warriors) y para indagar un poco más en la personalidad y las motivaciones de los villanos. Por ahí pasa el principal upgrade entre este tomo y el anterior.
El dibujo, en cambio, no presenta mayores cambios. La dupla conformada por Gene Ha y Zander Cannon está muy afianzada y resuelve con solvencia desafíos muy jodidos que les impone el guión. Las escenas de acción, las escenas de diálogo, esas tomas panorámicas repletas de detalles microscópicos y geniales (que algunos –supongo- se le habrán ocurrido a los dibujantes), todo está impecable. Y en el episodio en el que King Peacock viaja a la realidad alternativa en la que nunca cayó el Imperio Romano, Ha y Cannon dan cátedra de arquitectura, vestuario y demás rubros que tienen que ver con una recreación de época absolutamente brillante, porque además del rigor histórico está el juego de los superpoderes, que involucra a héroes, a personajes mitológicos y –ya que estamos- a Astérix y Obélix.
Banco muchísimo a Top 10, me fue ganando de a poco y ya la considero fundamental. Me queda para leer más adelante la precuela, y prometo más Alan Moore muy pronto, acá en el blog.
Estos cinco episodios finales me gustaron más que los primeros, por varios motivos: ya estaban presentados los personajes y la dinámica entre ellos, con lo cual hay más espacio para que pasen cosas. Y encima pasan MUCHAS cosas, algunas realmente relevantes. Hay revelaciones impactantes, sacudones fuertes que cambian grosso el status quo de la serie, puntas que Moore apenas explora, ideas tiradas a la marchanta con la generosidad de los grandes, y mucho oficio para que cada episodio plantee y resuelva una trama, más allá de que los cinco episodios están entrelazados y hay que leerlos sí o sí en este orden.
Si (como a mí) te hacía ruido que el Mago escribiera un comic en el que los canas son los buenos, quedate tranquilo. Como decíamos la vez pasada, el autor no se mofa ni de la policía ni de los superhéroes, pero en este tomo queda claro que no renunció a sus banderas anti-autoritarias y a su habitual discurso contra los poderes establecidos. Después de un primer tomo en el que los canas de Top 10 se enfrentaban a monstruos y villanos dentro de todo convencionales, esta vez las amenazas más complicadas resultan provenir de las altas esferas del poder, aunque no quiero dar muchos datos para no spoilear. Y las amenazas menores están muy bien logradas en términos de originalidad y de intensidad dramática. El primer episodio del tomo (el más unitario de todos) en el que Peregrine explora las consecuencias de una teleportación doble y simultánea con nefastas consecuencias para los viajeros, parece una historia sencilla, casi una anécdota menor en el contexto general de la trama; pero Moore le pone tanta humanidad, hace que el lector sienta todo tan real, tan vívido, que termina por ser una historia de esas que te marcan y no te podés olvidar nunca (a menos que seas un enfermo como yo, que la leí hace 15 años y sólo me acordaba el cameo de Dream y Nightmare).
Otra consecuencia derivada de que los personajes ya estaban presentados es que ahora sí, no necesitamos a Toybox para que nos introduzca en este mundo. Eso le permite al Mago intensificar el muy logrado reparto de protagonismo entre todo su elenco, e incluso ampliarlo para darle bola a personajes que en el Vol.1 casi no figuraban, para presentar a un personaje nuevo muy interesante (Joe Pi, una especie de robot de los Shogun Warriors) y para indagar un poco más en la personalidad y las motivaciones de los villanos. Por ahí pasa el principal upgrade entre este tomo y el anterior.
El dibujo, en cambio, no presenta mayores cambios. La dupla conformada por Gene Ha y Zander Cannon está muy afianzada y resuelve con solvencia desafíos muy jodidos que les impone el guión. Las escenas de acción, las escenas de diálogo, esas tomas panorámicas repletas de detalles microscópicos y geniales (que algunos –supongo- se le habrán ocurrido a los dibujantes), todo está impecable. Y en el episodio en el que King Peacock viaja a la realidad alternativa en la que nunca cayó el Imperio Romano, Ha y Cannon dan cátedra de arquitectura, vestuario y demás rubros que tienen que ver con una recreación de época absolutamente brillante, porque además del rigor histórico está el juego de los superpoderes, que involucra a héroes, a personajes mitológicos y –ya que estamos- a Astérix y Obélix.
Banco muchísimo a Top 10, me fue ganando de a poco y ya la considero fundamental. Me queda para leer más adelante la precuela, y prometo más Alan Moore muy pronto, acá en el blog.
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martes, 20 de enero de 2015
20/ 01: TOP 10 Vol.1
¡Qué poco me acordaba de lo que pasa en estos siete episodios de Top 10! Los leí en revistita a medida que fueron saliendo, en el ´99-2000 y, de alguna manera, los eliminé del rígido. Mis recuerdos de Top 10 eran muy vagos, y tenían que ver con algunos personajes, seguramente los que aparecen en Smax the Barbarian (reseñada el 19/06/14), y –ya más difusos- con una historia corta que leí allá por 2009 en una antología de ABC, creo que llamada A-Z. De todo lo que pasaba en estas 168 páginas, no me acordaba absolutamente nada. O sea que fue como si las hubiese leído por primera vez.
¿Con qué me encontré? Con una idea MUY zarpada. Esto es una especie de Powers al cuadrado. Si la idea de Brian Michael Bendis era mostrarte cómo funciona un “policial de procedimientos” en un mundo donde existen algunos superhéroes, la de Alan Moore te la revolea afuera del estadio: Top 10 propone un “policial de procedimientos” en un mundo donde TODOS tienen superpoderes: los canas, los delincuentes, el personal administrativo, los taxistas, los nenes, los viejitos, las amas de casa, las putas, los perros, gatos y ratones… ¿Cómo es la vida de un policía en una ciudad atestada de capas, músculos, alienígenas, clones, gente que viaja por el tiempo o entre dimensiones, mega-científicos que desarrollan hiper-artefactos, etc.? La respuesta es muy ganchera y definitivamente asombrosa.
Me acuerdo que, en la comparación con Promethea o The League of Extraordinary Gentlemen, Top 10 era una serie livianita, tranqui, casi pasatista. Bueno, pasatista las pelotas. Esto exige MUCHISIMO del lector. A Moore se le ocurre la idea disparatada de tener una serie con 10 ó 12 protagonistas, y todos aparecen todo el tiempo. Se cruzan, se ayudan, discuten, se tiran onda, se pasan facturas viejas… todo el tiempo tenemos escenas que contribuyen a establecer la personalidad de estos tipos y minas y la forma en la que se relacionan entre ellos. A veces son las escenas tranqui, entre despelote y despelote, y a veces se acumulan tantos despelotes que estos diálogos, estas escenas de caracterización se dan DENTRO del marco de las investigaciones, o persecuciones, o interrogatorios, o arrestos. Y si bien el Mago recurre al viejo truco de “veamos cómo funciona esto a través de los ojos de un personaje nuevo, que recién empieza a integrarse a este ecosistema”, no inclina mucho la balanza en favor de Robin Slinger, sino que el protagonismo está muy bien repartido entre todos los miembros de este vasto elenco.
Repleto de personajes, repleto de diálogos (algunos muy graciosos), repleto de información visual, repleto de sucesos impactantes, como para tener en vilo a todos los agentes de esta central de policía, repleto de datos acerca de la ciudad en la que transcurren las historias, Top 10 es un comic decididamente sobrecargado, que requiere muchos más minutos de lectura que cualquier otro de esa misma época. Con las ideas que tira Moore en un sólo episodio de 24 páginas, cualquier otro guionista te escribe un año de una serie regular. Y lo más loco es que, si hacés el esfuerzo de prestarle atención a TODO lo que pasa, Top 10 te recompensa ampliamente, porque te divierte, te shockea, te hace reir, te engancha en la comedia costumbrista entre los policías, te intriga con los casos que resuelven y hasta te dan ganas de mudarte (unas horas, no sé si aguantaría mucho más) a esta fascinante Neopolis.
En estos excesos de virtuosismo, de detalles, de elementos que entran en juego en la serie, tiene mucho que ver Gene Ha, el excelente dibujante dueño de un estilo muy realista, muy elegante, pero con el twist bizarro justo para una serie en la que TODO sale de lo común. Ha no se banca ni loco 24 páginas por mes (calculo que cada dos meses tampoco), por eso delega el trabajo de plantar las páginas y ubicar a los personajes en las viñetas a Zander Cannon, el dibujante de Smax the Barbarian. De la simbiosis entre ambos sale un comic con una muy buena dinámica, con una puesta en página tradicional pero variada, con un repertorio amplio de recursos a la hora de planificar las secuencias. Y un laburo de locos en el diseño de edificios, paisajes, vehículos y sobre todo trajes, porque acá cada habitante de Neopolis tiene su propio look, como los superhéroes de cualquier editorial.
Mucho para leer y mucho para mirar, entonces, en una serie sumamente interesante por muchos motivos. Quizás el más notorio sea que se trata de un comic sobre policías en un mundo de superhéroes y Alan Moore parece no estar jugando a ironizar acerca de los unos ni de los otros. Olvidate de la mala leche de un Marshal Law (por citar una obra en la que se manejan ideas similares): de alguna manera, el Mago se las ingenió para que el lector se divierta con los super-canas, no a costa de ellos. Habrá más Top 10 muy pronto, acá en el blog.
¿Con qué me encontré? Con una idea MUY zarpada. Esto es una especie de Powers al cuadrado. Si la idea de Brian Michael Bendis era mostrarte cómo funciona un “policial de procedimientos” en un mundo donde existen algunos superhéroes, la de Alan Moore te la revolea afuera del estadio: Top 10 propone un “policial de procedimientos” en un mundo donde TODOS tienen superpoderes: los canas, los delincuentes, el personal administrativo, los taxistas, los nenes, los viejitos, las amas de casa, las putas, los perros, gatos y ratones… ¿Cómo es la vida de un policía en una ciudad atestada de capas, músculos, alienígenas, clones, gente que viaja por el tiempo o entre dimensiones, mega-científicos que desarrollan hiper-artefactos, etc.? La respuesta es muy ganchera y definitivamente asombrosa.
Me acuerdo que, en la comparación con Promethea o The League of Extraordinary Gentlemen, Top 10 era una serie livianita, tranqui, casi pasatista. Bueno, pasatista las pelotas. Esto exige MUCHISIMO del lector. A Moore se le ocurre la idea disparatada de tener una serie con 10 ó 12 protagonistas, y todos aparecen todo el tiempo. Se cruzan, se ayudan, discuten, se tiran onda, se pasan facturas viejas… todo el tiempo tenemos escenas que contribuyen a establecer la personalidad de estos tipos y minas y la forma en la que se relacionan entre ellos. A veces son las escenas tranqui, entre despelote y despelote, y a veces se acumulan tantos despelotes que estos diálogos, estas escenas de caracterización se dan DENTRO del marco de las investigaciones, o persecuciones, o interrogatorios, o arrestos. Y si bien el Mago recurre al viejo truco de “veamos cómo funciona esto a través de los ojos de un personaje nuevo, que recién empieza a integrarse a este ecosistema”, no inclina mucho la balanza en favor de Robin Slinger, sino que el protagonismo está muy bien repartido entre todos los miembros de este vasto elenco.
Repleto de personajes, repleto de diálogos (algunos muy graciosos), repleto de información visual, repleto de sucesos impactantes, como para tener en vilo a todos los agentes de esta central de policía, repleto de datos acerca de la ciudad en la que transcurren las historias, Top 10 es un comic decididamente sobrecargado, que requiere muchos más minutos de lectura que cualquier otro de esa misma época. Con las ideas que tira Moore en un sólo episodio de 24 páginas, cualquier otro guionista te escribe un año de una serie regular. Y lo más loco es que, si hacés el esfuerzo de prestarle atención a TODO lo que pasa, Top 10 te recompensa ampliamente, porque te divierte, te shockea, te hace reir, te engancha en la comedia costumbrista entre los policías, te intriga con los casos que resuelven y hasta te dan ganas de mudarte (unas horas, no sé si aguantaría mucho más) a esta fascinante Neopolis.
En estos excesos de virtuosismo, de detalles, de elementos que entran en juego en la serie, tiene mucho que ver Gene Ha, el excelente dibujante dueño de un estilo muy realista, muy elegante, pero con el twist bizarro justo para una serie en la que TODO sale de lo común. Ha no se banca ni loco 24 páginas por mes (calculo que cada dos meses tampoco), por eso delega el trabajo de plantar las páginas y ubicar a los personajes en las viñetas a Zander Cannon, el dibujante de Smax the Barbarian. De la simbiosis entre ambos sale un comic con una muy buena dinámica, con una puesta en página tradicional pero variada, con un repertorio amplio de recursos a la hora de planificar las secuencias. Y un laburo de locos en el diseño de edificios, paisajes, vehículos y sobre todo trajes, porque acá cada habitante de Neopolis tiene su propio look, como los superhéroes de cualquier editorial.
Mucho para leer y mucho para mirar, entonces, en una serie sumamente interesante por muchos motivos. Quizás el más notorio sea que se trata de un comic sobre policías en un mundo de superhéroes y Alan Moore parece no estar jugando a ironizar acerca de los unos ni de los otros. Olvidate de la mala leche de un Marshal Law (por citar una obra en la que se manejan ideas similares): de alguna manera, el Mago se las ingenió para que el lector se divierta con los super-canas, no a costa de ellos. Habrá más Top 10 muy pronto, acá en el blog.
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domingo, 4 de enero de 2015
04/ 01: FABLES Vol.18
El 09/12/14 cerraba la reseña del Vol.17 de Fables con la promesa de aguantar hasta 2015 para leer el siguiente tomo y la verdad que me costó cumplirla, porque quedé re-manija, atrapado en un momento increíble de la serie que escribe Bill Willingham, dibuja Mark Buckingham y se está por terminar de editar en EEUU.
Por segundo tomo consecutivo, Willingham concentra la trama en los hijos de Blancanieves y Bigby Wolf, y esta vez deja poco margen para todos los demás. De los otros dos hilos argumentales que veníamos viendo, uno desaparece por completo (el de Bufkin como líder de la revolución en Oz) y el otro (el del regreso a Fabletown tras la derrota de Mister Dark) apenas avanza, en las poquísimas páginas que le dedica el guionista. En realidad, cuando esto se publicó en revistitas, la historia de Bufkin apareció a modo de back-ups, de a tres o cuatro páginas por episodio, y supongo que eso se habrá recopilado en el Vol.19. Pero acá es TODO de los cachorros.
La saga larga, Cubs in Toyland, es una cátedra de imaginación y además de riesgo. Las cosas que le hace hacer Willingham a los protagonistas (Therese y Darien) y a los villanos son absolutamente extremas, muy zarpadas si pensamos que son chicos que todavía no tienen nueve años. Quizás lo mejor que tiene Cubs in Toyland sea que es casi una novela gráfica autoconclusiva, que –salvo por pequeños detalles que no son decisivos en la trama- se podría leer sin tener la más puta idea de que estos chicos son hijos de Bigby y Snow White y sin haber leído jamás un comic de Fables. Y además pasan cosas muy grossas, de las que no hay vuelta atrás. Seguramente el próximo tomo (que todavía no compré) explorará a fondo las consecuencias de lo que sucede en esta saga. O quizás no, viste cómo es Willingham… Por ahí cuelga a estos personajes un par de tomos para dedicarse a abrir o cerrar puntas por otro lado. Pero ya dio sobradas muestras de que acá se indaga SIEMPRE en las consecuencias de lo que se nos muestra, tarde o temprano, caiga quien caiga.
No quiero contar nada del argumento, porque es realmente muy fuerte, muy impactante, y no quiero que un spoiler le reste sorpresas cuando te sientes a leerlo. De hecho, para mi gusto la portada de este tomo cuenta DEMASIADO del argumento, mirá lo que te digo… Como postre, cuando se termina Cubs in Toyland, Willingham nos ofrece The Destiny Game, una maravillosa historia repleta de ideas alucinantes, que abre puntas a rolete (y quizás le aporta data al origen de Bigby Wolf), protagonizada por Ambrose (otro de los hijos de la extraña pareja) y –esto es una novedad- ambientada muchos años en el futuro, cuando este nene gordito y nerd es un cuarentón gordito, nerd y con una chapa infinita. Nunca leí que le preguntaran a Willingham con qué personaje de Fables se identifica, pero ya está, ya sé que si no responde “Ambrose” está chamuyando. Además de potenciar enormemente a este personaje, The Destiny Game incorpora también a los mitos artúricos, creaciones a las que DC le sacó mucho el jugo a lo largo de las décadas, pero que en Fables todavía no habían aparecido.
Por si no alcanzara con los magníficos diálogos, los brillantes bloques de texto, la acción, la rosca y los volantazos impredecibles, The Destiny Game tiene como atractivo extra los dibujos del maestro Gene Ha. Muy preocupado por el realismo, con un gran manejo de la referencia fotográfica, Ha deja la vida en cada viñeta, pone fuerte a la hora de graficar las escenas de acción y conjura unos climas memorables. Son apenas 34 páginas, pero las pongo entre lo mejor de la (no tan abultada) producción del co-creador de Top Ten. Y en todos los episodios de Cubs in Toyland lo tenemos al imbatible Mark Buckingham en otro trabajo increíble, que nos lo muestra afiladísimo en las expresiones faciales y zarpadísimo a la hora de imaginar un mundo que se parece poco al de los típicos cuentos de hadas. Es un placer, posta, ver cómo un tipo tan talentoso se queda tantos años al frente de una serie a la que le aporta todo lo bueno que había hecho hasta ese momento y mucho, muchísimo más.
Y no tengo más tomos de Fables sin leer. ¡Miento! Tengo el Vol.2 de Fairest, al que le voy a entrar este mes. Veremos, entonces, cuando retomamos la lectura de esta serie hipnótica y fascinante. Ojalá sea un paréntesis breve, pero tengo tantas series con las que tengo que avanzar, que no puedo prometer(me) nada.
Por segundo tomo consecutivo, Willingham concentra la trama en los hijos de Blancanieves y Bigby Wolf, y esta vez deja poco margen para todos los demás. De los otros dos hilos argumentales que veníamos viendo, uno desaparece por completo (el de Bufkin como líder de la revolución en Oz) y el otro (el del regreso a Fabletown tras la derrota de Mister Dark) apenas avanza, en las poquísimas páginas que le dedica el guionista. En realidad, cuando esto se publicó en revistitas, la historia de Bufkin apareció a modo de back-ups, de a tres o cuatro páginas por episodio, y supongo que eso se habrá recopilado en el Vol.19. Pero acá es TODO de los cachorros.
La saga larga, Cubs in Toyland, es una cátedra de imaginación y además de riesgo. Las cosas que le hace hacer Willingham a los protagonistas (Therese y Darien) y a los villanos son absolutamente extremas, muy zarpadas si pensamos que son chicos que todavía no tienen nueve años. Quizás lo mejor que tiene Cubs in Toyland sea que es casi una novela gráfica autoconclusiva, que –salvo por pequeños detalles que no son decisivos en la trama- se podría leer sin tener la más puta idea de que estos chicos son hijos de Bigby y Snow White y sin haber leído jamás un comic de Fables. Y además pasan cosas muy grossas, de las que no hay vuelta atrás. Seguramente el próximo tomo (que todavía no compré) explorará a fondo las consecuencias de lo que sucede en esta saga. O quizás no, viste cómo es Willingham… Por ahí cuelga a estos personajes un par de tomos para dedicarse a abrir o cerrar puntas por otro lado. Pero ya dio sobradas muestras de que acá se indaga SIEMPRE en las consecuencias de lo que se nos muestra, tarde o temprano, caiga quien caiga.
No quiero contar nada del argumento, porque es realmente muy fuerte, muy impactante, y no quiero que un spoiler le reste sorpresas cuando te sientes a leerlo. De hecho, para mi gusto la portada de este tomo cuenta DEMASIADO del argumento, mirá lo que te digo… Como postre, cuando se termina Cubs in Toyland, Willingham nos ofrece The Destiny Game, una maravillosa historia repleta de ideas alucinantes, que abre puntas a rolete (y quizás le aporta data al origen de Bigby Wolf), protagonizada por Ambrose (otro de los hijos de la extraña pareja) y –esto es una novedad- ambientada muchos años en el futuro, cuando este nene gordito y nerd es un cuarentón gordito, nerd y con una chapa infinita. Nunca leí que le preguntaran a Willingham con qué personaje de Fables se identifica, pero ya está, ya sé que si no responde “Ambrose” está chamuyando. Además de potenciar enormemente a este personaje, The Destiny Game incorpora también a los mitos artúricos, creaciones a las que DC le sacó mucho el jugo a lo largo de las décadas, pero que en Fables todavía no habían aparecido.
Por si no alcanzara con los magníficos diálogos, los brillantes bloques de texto, la acción, la rosca y los volantazos impredecibles, The Destiny Game tiene como atractivo extra los dibujos del maestro Gene Ha. Muy preocupado por el realismo, con un gran manejo de la referencia fotográfica, Ha deja la vida en cada viñeta, pone fuerte a la hora de graficar las escenas de acción y conjura unos climas memorables. Son apenas 34 páginas, pero las pongo entre lo mejor de la (no tan abultada) producción del co-creador de Top Ten. Y en todos los episodios de Cubs in Toyland lo tenemos al imbatible Mark Buckingham en otro trabajo increíble, que nos lo muestra afiladísimo en las expresiones faciales y zarpadísimo a la hora de imaginar un mundo que se parece poco al de los típicos cuentos de hadas. Es un placer, posta, ver cómo un tipo tan talentoso se queda tantos años al frente de una serie a la que le aporta todo lo bueno que había hecho hasta ese momento y mucho, muchísimo más.
Y no tengo más tomos de Fables sin leer. ¡Miento! Tengo el Vol.2 de Fairest, al que le voy a entrar este mes. Veremos, entonces, cuando retomamos la lectura de esta serie hipnótica y fascinante. Ojalá sea un paréntesis breve, pero tengo tantas series con las que tengo que avanzar, que no puedo prometer(me) nada.
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