el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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miércoles, 1 de noviembre de 2017

VAMOS POR LA HAZAÑA

Bueno, la quimera de los 100 posts en el año no está tan lejos. Hay que ponerle a Noviembre y Diciembre el mismo huevo que a Octubre, y listo. Ahí vamos.
Arranco con el Vol.5 de All-Star Western, anteúltimo en esta interesantísima etapa de las aventuras de Jonah Hex. La vez pasada (en realidad hace mil años, el 30/09/15) lo dejamos al ídolo varado en el Siglo XXI, internado nada menos que en el Arkham Asylum, justo él que había compartido tantas andanzas con Amadeus Arkham a fines del Siglo XIX. Aquella vez había quedado un tanto disconforme con los guiones de Jimmy Palmiotti y Justin Gray, pero esta vez este rubro levantó muchísimo. Hex vuelve al Siglo XIX cinco páginas antes del final del libro, o sea que tenemos MUCHOS episodios en el presente, y los guionistas aprovechan a fondo la oportunidad para 1) hacer interactuar a Jonah con varios personajes del DCU actual, no sólo con Batman, que sería el obvio; 2) machacar con el tema de las armas y la violencia, tomando posición firme contra esta locura yanki de que cualquiera puede tener chumbos. Gray y Palmiotti acentúan el contraste entre el Siglo XIX, donde realmente no era ilógico que los tipos fueran calzados a todas partes, y el presente, en el que realmente eso no tiene el más mínimo sentido. Bien ahí la bajada de línea, sobre todo en un comic que debería tener entre sus lectores a muchos fans del gatillo fácil; 3) profundizar más el desarrollo de Hex como personaje, su psiquis, sus sentimientos, su forma de vincularse con los demás; y 4) pegarle un sacudón tremendo al personaje, al eliminar la cicatriz que lo identifica y que –uno sospecha- volverá de alguna manera en el próximo tomo.
Además hay mucha acción, buenos diálogos, una aparición exquisita de Swamp Thing y John Constantine , un guiño a las miniseries que hizo Timothy Truman para Vertigo, y no hay páginas desperdiciadas en esos back-ups que no aportaban demasiado. El dibujo de Moritat tiene, cada tanto, una de esas viñetas perfectas, con encuadres, texturas, expresiones o composiciones dignas de un dibujante de primer nivel. Pero cada tanto. Lo normal son páginas en las que el dibujante se pone metas más humildes, más tranqui. No está mal, cuando se decide a esmerarse en los fondos realmente la rompe, y en general los coloristas lo complementan bastante bien. De todos modos, no puedo evitar imaginarme qué haría Moritat si pudiera dibujar… 64 páginas por año. Yo creo que serían 64 páginas devastadoras. Me falta el Vol.6, espero conseguirlo en 2018 y leerlo en 2019.
Vamos con otra referencia a reseñas de 2015, más precisa-
mente a la del 15/06/15, cuando yo compartía mi primera experiencia leyendo un comic de Juampa Camarda. Ahora me tocó leer el breve Guía para el Fracaso, un librito que recopila una historieta de 2014-15, a la que Camarda le agregó una más cortita, realizada en 2017. Mejoras en el dibujo, veo pocas. Y todas en la última historieta, la de 2017. En general, se sigue notando bastante que a Camarda le cuesta dibujar los objetos y le da bastante paja dibujar los fondos. Pero en esas últimas 16 páginas, se lo ve mucho más afianzado en el manejo de la línea, una línea prolija, “amistosa”, muy plástica y muy funcional al tipo de historias que cuenta el autor. O sea que hay amplias chances de que en su próximo trabajo veamos nuevos pasos en la evolución de esta joven promesa.
Y felizmente, a lo largo de todo Guía para el Fracaso vemos una clarísima mejoría en lo que ya estaba muy bueno en Arroba Numeral, que son los guiones. Camarda maneja muy, pero muy bien ese registro costumbrista, con diálogos irónicos y 100% reales, silencios clavados en los momentos justos, y un tono de sitcom perfectamente logrado, con un talento infrecuente para el timing, tan importante en este tipo de relatos.
Guía para el Fracaso no está pensada para arrancarte carcajadas, sino que (fiel al espíritu low-fi de Arroba Numeral) busca hacerte sonreir, lograr que te identifiques con alguno de los personajes (obviamente yo me sentí reflejado en el gordo Tito), y por ahí, medio de keruza, invitarte a reflexionar sobre la forma en la que nos vinculamos en estos tiempos del Facebook, YouTube, el Watssap y la PlayStation. A mí me cerró por todos lados, la pasé muy bien. Banco mucho a Juampa Camarda y espero ansioso su próximo trabajo.
Antes que me olvide, este mes voy a estar en muchos eventos:
El 3 y el 4 en Viñetas Sueltas, en la Manzana de las Luces.
Del 10 al 12, en la San Luis Comic Con, en el complejo Arenas de la Punta.
El 18 en la Feria del Libro de Vicente López (a menos que llueva).
Y el 25 y 26 en La Costa Comic Con, en Santa Teresita.
¡Nos vemos por ahí!

miércoles, 30 de septiembre de 2015

30/09: ALL-STAR WESTERN Vol.4

Empecé el mes con un comic de DC y lo termino de la misma manera. Tengo las cifras de Septiembre de la Distri, pero me las guardo para mañana.
Este cuarto tomo de All-Star Western ya no está ni cerca del nivel que veíamos en la serie de Jonah Hex antes del reboot. Por supuesto que el problema no es la caracterización: Jimmy Palmiotti y Justin Gray conocen a la perfección al personaje y en ese sentido no derrapan nunca. El problema, en este caso, son las historias en sí.
El tomo arranca con una aventura en dos partes: un tremendo brote de cólera azota a esta Gotham City de fines del Siglo XIX y en el medio está el siempre peligroso Vandal Savage. Hasta ahí, todo bien. Pero el villano va a perder los estribos por una minita (casualmente la esposa de Alan Wayne, antepasado del Wayne que todos conocemos) y Hex lo va a derrotar de un modo muy simplista, muy fácil, para nada acorde con la chapa y el nivel de poder de Vandal Savage.
Después, casi sin explicación, Hex abandonará Gotham (y a su adláter, el Dr. Amadeus Arkham) para volver al Lejano Oeste, donde se topará con una banda de criminales depravados y malignos, a los que confrontará con la ayuda de… ¡Booster Gold! ¿Qué carajo hace ahí Booster Gold? No hay una explicación coherente. Lo cierto es que el viajero temporal está bien tratado por Palmiotti y Gray y el contrapunto entre el héroe limpito y copado y el cazador de recompensas jodido y mugriento está bien logrado. La aventura, en cambio, se cae a pedazos, y cuando los guionistas se hacen cargo de que no la van a poder resolver, pegan un volantazo muy loco: Hex cae en un vórtice temporal y aparece en la Gotham del presente (o de un futuro muy cercano) y tras una pelea con Batwing termina encerrado en el Arkham Asylum. Fin. Quizás en el próximo tomo Gray y Palmiotti se dignen a explicarnos qué carajo está pasando, qué es lo que causa que los personajes se desplacen en el tiempo y el espacio. O no. Igual me dejaron cebado, los guachos… me quiero enterar ya cómo zafa Hex de esta y cómo vuelve al Siglo XIX.
Como complemento, tenemos una aventura protagonizada por el StormWatch del Siglo XIX, totalmente insostenible. Obvia, intrascendente, con poca exploración en los personajes… La verdad que podía no estar y no pasaba nada. Está toda dibujada por Staz Johnson, un dibujante del montón, que por momentos parece Val Semeiks bien entintado y por momentos parece García López dibujando con el pie izquierdo. No llega a ser horrendo (entre otras cosas porque el entintado es realmente sólido), pero no tiene nada interesante para aportar.
Todas las páginas dedicadas a Jonah Hex están dibujadas por Moritat, a quien ya le queda poco de esa impronta finoli, de dibujante europeo que se quemó las pestañas estudiando a Jean Giraud. Con tal de bancar el ritmo de 20 páginas al mes, Moritat se deforma, se simplifica, se convierte en un obrero más del lápiz y –sin ser choto ni mucho menos- renuncia a muchos de los rasgos más interesantes de su estilo. De los que conserva, el que más me gusta es esa solvencia para narrar de lejos, infrecuente en el comic pochoclero de DC. Bastante a menudo, Moritat tira la cámara para atrás y nos regala unas panorámicas de Gotham escalofriantes, obviamente logradas en base a referencias fotográficas o ilustraciones de dibujantes del Siglo XIX, pero todo muy bien integrado a su grafismo, en parte por mérito propio y en parte por mérito de los coloristas. En esas tomas “de lejos”, Moritat se mata en los detalles: multitudes perfectamente dibujadas, con cuidado infinitesimal en peinados, trajes, vehículos… Es casi entendible que cada tanto el dibujante pida llevarse a Hex al Oeste, donde hay que dibujar menos gente, menos edificios, menos carruajes, menos todo. Y la última página, esa splash de Hex encerrado en la celda acolchada, es gloriosa: parece dibujada por Berni Wrightson en su mejor época. O sea que, mal que mal, esto se ve bien, no hay manchas en la faz gráfica, más allá de que uno sabe que, con más tiempo, Moritat podría resolver todo mucho mejor.
Creo que me faltan… dos libros y completo todo Jonah Hex de Gray y Palmiotti. Vamos menos fanatizados que antes, pero vamos…

lunes, 29 de junio de 2015

29/ 06: JONAH HEX: LEAD POISONING

Ahora sí, último tomito de los que recopilan la serie de Jonah Hex que arrancó en 2005 y que llegó milagrosamente hasta el reboot de 2011. Esta es la serie capaz de convertir en hardcore fans del personaje incluso a aquellos que nunca en su vida le hayan dado la más mínima bola. Jimmy Palmiotti y Justin Gray, respestuosos al mango de las bases del personaje sentadas en los ´70, encontraron la forma de reimaginar un Jonah Hex en perfecta sintonía con lo que uno espera de un antihéroe en el Siglo XXI.
Este tomo es de los más interesantes, de esos que ofrecen mucha variedad: cuatro unitarios y una historia narrada en dos episodios. Son historias que pueden ser leídas en cualquier orden, sin el lastre de la continuidad o de ese “efecto serial” que requiere de un montón de lecturas previas para entender o disfrutar cada relato. Vamos a repasarlas una por una.
La primera no es gran cosa. Parece un artificio creado por Gray y Palmiotti para presentarnos a tres chicas, tres artistas de circo a las que las circunstancias convierten en cazadoras de recompensas, que creo que nunca volvieron a aparecer. El rol de Hex es menor y lo que hace entretenido al episodio es el tono de comedia, presente en varias de las historias que dibuja (como los dioses) el maestro Jordi Bernet. No me voy a extender en esta reseña con loas para el prócer catalán, porque su trabajo acá no se diferencia para nada de otros trabajos ya reseñados acá en el blog. Dicho esto paso al segundo unitario, también dibujado por Bernet, que es sencillamente fastuoso. Tenso, enroscado, con sorpresas shockeantes, con un manejo de los flashbacks brillante y con un nivel de mala leche que te corroe el alma.
El siguiente episodio también es autoconclusivo y con dibujante español, en este caso el increíble Rafa Garrés. El guión está muy bueno; de hecho, los tres personajes con los que interactúa Hex en este unitario tienen pasta para convertirse en secundarios recurrentes si Hex se quedara muchos números en el pueblito de Blackburn… algo que en esta serie Gray y Palmiotti se cuidaron mucho de no hacer. Pero lo más asombroso es el dibujo de Garrés. Debajo de ese color rarísimo, con todas las páginas engamadas en tonos de marrones y ocres, aparece un dibujo alucinante, en el que parecen enfiestarse obscenamente todos los yeites clásicos del maestro Antonio Hernández Palacios (uno que de western la manyaba lunga) y todas las tropelías expresionistas de Richard Corben, esas deformidades setentosas, siempre al filo del terror y del grotesco. Son páginas visualmente hipnóticas, con tanto para disfrutar en el dibujo que hasta corrés el riesgo de desengancharte de la trama.
El cuarto y último unitario, también con Bernet al frente de la faz gráfica, parece un cover de un episodio de Torpedo 1936, de esos en los que Bernet y Sánchez Abulí nos tiraban flashbacks a la cruenta infancia de Luca Torelli. Con ese mismo recurso, Gray y Palmiott logran otra pequeña gema de la mala leche, con un agregado que las historias de Torpedo rara vez tenían: unas secuencias mudas poderosísimas.
Y cierro con la aventura en dos partes, Sawbones, que es más impactante que buena. El principal atractivo de esta historia es ver al villano cometer actos de increíble crueldad, una guachada aberrante atrás de otra, hasta dejarte al borde del vómito. El resto es muy obvio. Gracias a su aguante sobrehumano y alguna casualidad medio forzada, Hex va a sobrevivir a todo (como siempre) y no va a parar hasta tener la oportunidad de vengarse, con métodos tan despiadados como los del villano. Fin. Por suerte, para darle a algo tan básico una cierta pátina de sofisticación, están los dibujos de David Michael Beck. Beck (a quien ya vimos en otros unitarios de esta serie) es un dibujante de estilo muy clásico, con una técnica de coloreado casi pictórica y muchos recursos para que ese realismo tan acentuado no transmita la sensación fría y chota de estar mirando fotos apenas retocadas. Por ahí no es un experto a la hora de diseñar la puesta en página, ni llama mucho la atención con la composición de las viñetas, pero el dibujo, el color, los recursos que pela para resolver la iluminación de las escenas, están muy bien.
Bueno, listo. Ya leí completa esta gran serie. Me faltan un par de TPBs para llegar al final de All-Star Western, y después sólo quedará esperar que DC publique un par de Showcases más con viejas aventuras de Jonah Hex en blanco y negro. No estoy tan desesperado como para salir a comprar ese material en revistitas… pero no me tienten.

jueves, 14 de mayo de 2015

14/ 05: JONAH HEX: GUNS OF VENGEANCE

Vuelvo a galopar los polvorientos caminos del Far West de la mano de este personaje que me encanta, esta vez con aventuras de 2006, cuando la serie que escribían Jimmy Palmiotti y Justin Gray todavía era una novedad a la que nadie le auguraba la extensión y la chapa que finalmente tuvo.
Ninguna de estas seis historias aspiran a ese nivel de genialidad que vamos a ver en los TPBs posteriores, cuando los guionistas terminen de depurar la fórmula. Y sin embargo, son seis buenas historias, en las que quedan claros el aguante, la obstinación, incluso la integridad de este justiciero cruel e implacable con quienes lo merecen. Jonah Hex mata gente sin remordimientos, es cierto. Pero no a cualquiera. Hex le baja los cargadores a los corruptos, asesinos, abusadores, estafadores, violadores, o a la gente que trata de manipularlo para algún fin siniestro. En un mundo donde ya mandaba la guita y casi todos hacían cualquier cosa por un billete, Hex demuestra varias veces que la guita no es su prioridad. Caza criminales por las recompensas, es cierto, pero no se vende a cualquier garca que lo quiera comprar. Muchas veces renuncia a buenas sumas de dinero para defender a inocentes, a chicos, a mujeres (algunas lo garcan, obviamente), y no tiene problemas en enfrentarse a esos sheriiffs y jueces que no mueven un dedo para investigar y castigar delitos cuando las víctimas son negros o indios.
O sea que, si buceás en este océano de sangre y mala leche, vas a encontrar algo así como una ética. Hex pelea sucio, putea, se pone en pedo, es promiscuo, violento, su higiene personal deja bastante que desear y sus chumbos rara vez llegan a enfriarse, de tan seguido que los dispara. Y sin embargo es lo más parecido a un héroe que vamos a ver en estas historias, teñidas de una sordidez absolutamente hipnótica. La anteúltima historia de este tomo inaugura una tradición que Gray y Palmiotti bancarán hasta el final, que es la de tener como invitados a otros personajes que tuvieron su chapita cuando DC publicaba varios westerns. El elegido es El Diablo, un personaje con una base sobrenatural que sin embargo encaja bien en estas historias 100% “realistas”, donde lo único realmente inexplicable es el aguante de Hex.
Esta primera época de la revista del caripela se caracterizaba también por la rotación permamente de los dibujantes. Acá, en seis episodios tenemos a siete lápices distintos, lo cual es una animalada. Veamos cómo les fue. La primera historia la dibuja el brazuca Luke Ross, demasiado pendiente de la referencia fotográfica, para mi gusto. La segunda la empieza un tal Dylan Teague (a quien no conocía), en un estilo lindo, como si fuera un Tim Truman un poquito más depurado, menos mugriento. Pero no llega a terminarla y lo reemplaza el correcto Val Semeiks, al que le toca ponerse al hombro una magnífica secuencia muda.
Para la tercera historia tenemos al dibujante que co-creó a Jonah allá por mediados de los ´70, el maestro filipino Tony DeZuñiga. Muy buen laburo del veterano dibujante, afiladísimo en los detalles, las texturas y la narrativa, y además el que mejor se complementó con los colores de Rob Schwager. Phil Noto, como siempre, se colorea a sí mismo, y lo hace muy bien, logra una identidad muy propia, muy linda. El dibujo en sí es un poco pecho frío, pero la narrativa está muy bien y en general se la banca.
David Michael Beck, un ilustrador con poca historieta a cuestas, sorprende con su trazo hiper-realista, supongo que también muy basado en fotos, pero de enorme vuelo y plasticidad. Toma algunas decisiones que no me gustan en el diseño de la página (esas viñetas casi triangulares), pero logra un resultado asombroso, también muy bien ensamblado con el colorista. Y para el final, el siempre grosso Paul Gulacy, en un despliegue maravilloso de personajes, paisajes, caballos, armas… el maestro dibuja todo bien. Lo único choto es que basa las caras de Hex en fotos de Clint Eastwood y las de la minita que aparece en fotos de Anne Hathaway. No es algo que necesite una bestia como Gulacy para que sus dibujos se vean bien.
Y sí, habrá más Jonah Hex acá en el blog. Me falta leer un tomo de los de Gary y Palmiotti y dos o tres de los de All-Star Western, la serie que protagonizó mi cazarrecompensas favorito a partir de 2011 cuando se rebooteó toda la línea de DC.

sábado, 22 de noviembre de 2014

22/11: ALL-STAR WESTERN Vol.3

Tercer tomo de esta serie que venía disfrutando bastante y que, por supuesto, DC ya canceló.
En este tomo tenemos tres cosas muy distintas entre sí. En primer lugar, el número 0 de la colección en el que Jimmy Palmiotti y Justin Gray nos recuentan el origen de Jonah Hex, con algunos toques interesantes respecto del origen “clásico” (el de Michael Fleisher y Gray Morrow), que consisten en darle más sustancia al padre de Jonah y a uno de los apaches que se crían con él. Esto está muy bien, son 20 páginas muy logradas.
Después tenemos una saga que nos lleva de nuevo a esta Gotham City de fines del Siglo XIX, en la que Hex tiene al Dr. Amadeus Arkham como compañero de aventuras. Y acá la cosa derrapa un poco, porque los guionistas tienen UNA idea muy buena, para diluir entre 80 páginas. El planteo es atractivo: el Dr. Jeckyll llega a Gotham y empieza a comercializar la fórmula que lo transforma en Mr. Hyde. Esto genera una epidemia de “hydes”, de gente que se saca y comete crímenes violentos y atroces. Para empeorarla, el propio Mr. Hyde, un antropófago macabro, sádico, violador de cualquier cosa que tenga agujeros y además hiper-fuerte, retiene el 100% del intelecto de Jeckyll gracias a un componente que agrega a la fórmula, pero que no le habilita a la gilada: un pequeño diamante negro. El enganche entre el famoso relato de Robert Louis Stevenson y Eclipso es una gran idea, pero la aventura no está buena.
¿Qué puede hacer Hex contra esta amenaza? Nada. Cobra de lo lindo y se pasa páginas enteras en silla de ruedas. ¿Y Arkham? Menos. Toma la poción y se vuelve loco. ¿Y qué rol cumple The Barbary Ghost, la justiciera oriental que Palmiotti y Gray nos presentaron en una historia corta del Vol.1? Ninguno, apenas sirve para rellenar páginas con escenas de machaca totalmente innecesaria y para mostrar carne a rolete, porque Moritat la dibuja mucho más voluptuosa y con menos ropa que Phil Winslade en aquel unitario. Así es como a mitad de la saga esta chica desaparece, junto con Tallulah Black, de modo totalmente desprolijo, sin contribuir en lo más mínimo al desarrollo de la trama. El balance general no es un desastre, pero la verdad que la idea daba para mucho más.
El dibujo de Moritat está mejor que en el tomo anterior. Se ve que se acostumbró a sacar rápido 20 páginas con un nivel aceptable, o consiguió buenos asistentes. Hay logros en los primeros planos, en viñetas que combinan personajes de cuerpo entero con fondos bien trabajados y en las splash pages, que son todas espectaculares. La doble splash page de Barbary Ghost en el Chinatown es casi gloriosa. Y las peleas están muy bien coreografiadas, la narrativa es dinámica (incluso con Jonah postrado y fuera de la acción), así que si hay alguna tirada a chanta es mínima y muy perdonable.
Y me queda para el postre lo mejor: una breve novela gráfica de 40 páginas en la que Gray, Palmiotti y el ya mencionado Phil Winslade nos presentan a una nueva versión de Tomahawk, que no tiene nada que ver con la clásica. Esta es una historia tremenda, de enorme fuerza dramática, donde además los guionistas y el dibujante se lucen con el rigor histórico en la ambientación. Todo transcurre a fines del Siglo XVIII, con los EEUU recién independizados de Inglaterra y envueltos en un conflicto grosso contra las tribus aborígenes que no quieren entregarle a los yankis los territorios que los ingleses les concedieron. Es una historia de honor, de coraje y también de runflas y traiciones, en la que Gray y Palmiotti no se guardan nada: por el contrario, hacen notable hincapié en las mentiras y las masacres con las que el ilustre presidente George Washington les birló sus tierras a los aborígenes. A juzgar por lo que muestra esta historieta, al lado de Washington, nuestro General Roca parece Mahatma Ghandi. Y en la última te tiro el ancho de espadas: ¡Phil Winslade se colorea a sí mismo! Esto le da al dibujo un vuelo exquisito, como de álbum europeo, con un cuidado en los climas y una exhuberancia en los paisajes realmente conmovedores. Majestuoso laburo de Winslade, que además la pilotea para que no se hagan densas las páginas en las que hay mucho texto.
Ya sé que comprar un libro de u$ 17 por las últimas 40 páginas es un delirio. Pero te aseguro que la historia de Tomahawk es una genialidad absoluta, y si a eso le sumamos el atractivo número 0, el buen desempeño de Moritat a lo largo de casi toda la saga central y varias portadas de Ariel Olivetti para enmarcar y colgar en un museo, nos queda un broli con bastantes méritos para llevarse nuestros pesitos. Habrá más All-Star Western en el blog, el año que viene.

domingo, 30 de marzo de 2014

30/ 03: ALL-STAR WESTERN Vol.2

Este TPB está dividido de forma muy marcada en dos arcos argumentales. Desde que arranca y hasta pasadita la mitad del tercer episodio, Jimmy Palmiotti y Justin Gray nos cuentan qué pasa cuando Jonah Hex, Amadeus Arkham, Nighthawk y Cinnamon confluyen en New Orleans para parar a una camarilla maligna y xenófoba que lleva adelante un plan para masacrar a los inmigrantes que llegan a través del puerto. Y desde el tramo final del tercer episodio hasta donde termina el sexto, la historia gira en torno a dos sectas criminales que competirán por el control clandestino de la Gotham City de la década de 1880. Por un lado, los seguidores de la Biblia del Crimen (a los que ya vimos en una saga de Batwoman escrita por Greg Rucka), y por el otro los miembros de la Corte de los Búhos, que justo estaban protagonizando una saga en la revista de Batman escrita por Scott Snyder.
Ninguno de los dos arcos son la Octava Maravilla, pero tampoco se puede decir que estén mal. Son historias muy orientadas a la acción, narradas con ritmo y eficacia, matizadas con personajes atractivos, a los que se nota que Gray y Palmiotti quieren explorar a fondo. De hecho, le permiten a Arkham ser él quien narre en primera persona los bloques de texto. Como siempre, llama la atención cómo los malos nunca le bajan un par de cargadores a Hex cuando lo capturan, o cuando el caripela lleva las de perder. De alguna manera, siempre zafa, siempre da vuelta la torta y siempre se va ganador.
En el arquito de New Orleans (y en una aventura que continúa a lo largo de tres back-ups), la dupla juega fuerte a darle chapa a Nighthawk y Cinnamon, la pareja de justicieros que (por lo menos en la continuidad anterior) eran reencarnaciones del Príncipe Khufu y su esposa. Y cuando la acción se traslada de nuevo a Gotham, la serie padece el efecto Volver al Futuro III. Si viste aquel peliculón, seguramente recordarás que la inmensa mayoría de los personajes que aparecían en el Hill Valley de 1885 eran los ancestros de los personajes de 1985. En la Gotham de 1880 y pico pasa lo mismo, con el agravante de que es una ciudad ENORME, no un pueblito del orto que recién se está poblando. Gray y Palmiotti no se conforman con darle un rol destacado a quien fundará el Arkham Asylum: también participan los ancestros de Bruce Wayne, Selina Kyle, Oswald Cobblepot y hasta de Jason Bard. Esto no entorpece el desarrollo de las tramas ni la caracterización de los personajes, sino que simplemente erosiona el verosímil.
Por el lado del dibujo, el compañero Moritat se bancó la ordalía de dibujar 12 números seguidos, algo por lo que –al menos yo- no apostaba un centavo. ¿A qué costo? Al de sacrificar ese estilo tan lindo que tenía, en el que se veía y se disfrutaba la sana influencia de Jean Giraud. Este Moritat no retiene casi nada del estilo del maestro. Se tuvo que ir de esa estética hacia otra más rudimentaria, en la que puede dibujar casi a mano alzada, a los efectos de sacarse de encima más rápido las 20 páginas que componen cada entrega. Casi sin fondos, con viñetas resueltas casi con palotes, con primeros planos dibujados con trazo grueso, con poco detalle y algunas sutilezas que sobreviven básicamente en los rostros femeninos, Moritat se convirtió en otro dibujante, correcto y dinámico en la narrativa, pero muy dependiente de que el colorista le levante páginas en las que se nota demasiado el apuro.
En los back-ups, la historia más larga está a cargo del correcto Patrick Scherberger, la de 16 páginas se la dieron a un irreconocible Scott Kolins (ahora más cercano a un clon berreta de Mike Mignola), y la más cortita, la que sólo dura 8 páginas, se engalana con el talento y la categoría de José Luis García López, maestro de los maestros del cual siempre queremos ver más.
Esta etapa de All-Star Western no es chota, para nada. De hecho es un entretenimiento dignísimo, con algunos momentos de gran intensidad, pensados para engancharte y que la pases bien. Sin embargo, por ahora no logra ni por accidente cebarme como me cebaban aquellos unitarios tremendos, esos que se podían leer en cualquier orden, en los que Hex impartía justicia con una truculencia escalofriante, y que encima a veces tenían dibujos de Jordi Bernet y otros maestros de ese nivel (o casi).

sábado, 28 de diciembre de 2013

28/ 12: ALL-STAR WESTERN Vol.1

Este es un título de los New 52 que no me generó la menor desconfianza porque, claro, era la continuación directa de Jonah Hex, la serie que más me interesaba de las que llegaron al momento del reboot. Sin embargo, al leerlo me encuentro con que, si bien la presencia de Justin Gray y Jimmy Palmiotti garantiza una continuidad con lo que a mí me gustaba, hay tres cambios muy notables.
El primero es casi cosmético: Jonah Hex, el cazarrecompensas más jodido del Oeste, ahora opera en el Este. Justo cuando la revista incorpora la palabra “western” a su nombre. Y no en cualquier ciudad. Ahora un Hex un poquito más maduro desensilla en una joven Gotham City, un dato que Gray y Palmiotti aprovecharán para vincular sutilmente a esta revista con las muchas series de Batman y demás justicieros de Gotham.
El segundo es más llamativo. En vez de tener a Jordi Bernet como dibujante principal y un amplio elenco de invitados rotativos, All-Star Western opta por un único dibujante, y así es como Moritat tiene que pisar el acelerador a fondo para cumplir con las entregas de los seis episodios que incluye este TPB. Moritat es una gran opción para dibujar esta seríe, porque es un estudioso de la obra de Jean Giraud, un referente definitivo para todo lo que sea comic de cowboys o cualquier otro comic ambientado en EEUU en la segunda mitad del Siglo XIX. La cagada es que, al ritmo de 20 páginas por mes, Moritat no llega a reproducir la magia de Giraud y termina por bajar su nivel, hasta hacerse casi irreconocible. Sobre el final no vemos ni por accidente los hallazgos que pela el dibujante en el primer episodio y si se hace tolerable es por la categoría que pela el colorista Gabriel Bautista, que entiende perfecto lo que Moritat está tratando de hacer, e incluso lo que no logra hacer por tener que dibujar a los pedos.
Y el tercer cambio es el más radical. Lo mejor que tenía la revista de Jonah Hex era que estaba compuesta casi exclusivamente por episodios autoconclusivos, historias breves, que en muchos casos podían leerse en cualquier orden y aún así entenderse sin ninguna dificultad. Bueno, eso quedó atrás. Ahora la revista nos invita a seguir una saga con un continuariola infinito, en la que cada arco o línea argumental empalma con otra, de modo que siempre haya cosas pendientes para que Hex resuelva en un futuro episodio. Esta vez, está todo bien estructurado. La llegada de Hex a Gotham, los primeros casos que le toca resolver, el vínculo con el Dr. Amadeus Arkham, la trama de corrupción que empieza a quedar expuesta... Ojalá los guionistas puedan bancar esta forma de narrar a lo largo de varios TPBs.
Por ahora, lo mejor es cómo se adapta Hex al nuevo entorno, cosa que Gray y Palmiotti utilizan para bajar una línea sutil acerca del progreso y sus costos para la gente común, que –en grotesco contraste con la “prosperidad” de la pujante Gotham- la pasa bastante mal. Y lo más choto es la pérdida del realismo. Veníamos bien, con un grim´n gritty denso, shockeante, lindo, y de pronto sobre el final, cuando Hex cae en lo que años más tarde será la Baticueva, nos encontramos con que se tiene que enfrentar a... un murciélago de más de tres metros de altura. Y encima le gana fácil. Esto en el Oeste no pasaba....
El TPB incluye también los back-ups de All-Star Western, que son dos, ambos escritos por Gray y Palmiotti. Por un lado, una nueva versión de El Diablo que no me interesó en lo más mínimo, y que se salva por los dibujos del maestro Bernet, que no podía faltar. Y por el otro, un personaje nuevo, Barbary Ghost, una chica oriental que va a impartir justicia en San Francisco. Sin ser una genialidad, esta tiene un guión clásico y muy sólido, mientras que Phil Winslade cumple muy decorosamente en la faz gráfica, incluso sin dejar el 100% de lo que puede hacer este virtuoso británico.
En síntesis, All-Star Western se parece poco a la revista de Jonah Hex, pero por ahora está muy interesante, por momentos muy bien dibujada, y -lo más importante- sigue fiel a la esencia truculenta y perturbadora que Jimmy Palmiotti y Justin Gray supieron imprimirle a la caripela más fulera del Oeste.

miércoles, 3 de julio de 2013

03/ 07: JONAH HEX: COUNTING CORPSES

Cumplo con algo que tenía pendiente, que es la reseña (la última, por un largo tiempo) de un TPB de Jonah Hex. De los 11 tomos que recopilan la serie pre-reboot me falta uno sólo, pero no sé cuándo lo conseguiré, así que ya me mando derecho a All-Star Western. Una vez más, los infaltables Justin Gray y Jimmy Palmiotti dejaron la vida en seis historias autoconclusivas del cazarrecompensas más jodido del Lejano Oeste. Veamos cómo les fue.
La primera es una historia dura, áspera, no brillante, pero importante, porque los guionistas la usan para explicar (de modo no muy evidente) que a Hex nunca le falta plata y que si sigue su carrera de cazarrecompensas es porque lo lleva en la sangre. Dibuja el maestro Paul Gulacy en un gran nivel, con la extensas secuencias mudas perfectamente orquestadas que ya son su marca de fábrica.
La segunda es la más extensa: 38 páginas dibujadas por el insuperable Darwyn Cooke. Se me dirá que el dibujo de Cooke es demasiado limpito y alegre para una serie tan sórdida como esta. Y sí, algo de eso hay. Pero el canadiense se la re-banca. Adopta sombreados que nos remiten a los de Russ Heath, algunas expresiones faciales más próximas a las de Bernet y pone toda su destreza narrativa al servicio de un guión tremendo, descorazonador, de irredimible crueldad.
La tercera no es mala, pero sin dudas es menor. La típica historia de traiciones, codicia y lujuria, con el único condimento atractivo de que el tipo decidido a matar por el amor hacia una mina es un cura. El resto, ya lo vimos mil veces. Dibuja el veterano Dick Giordano (no mucho antes de su muerte, con lo cual tal vez este sea su último trabajo publicado), que siempre fue mejor entintador que dibujante. Acá el trabajo del prócer ya evidenciaba muchas limitaciones, a tal punto que, si hacés el esfuerzo de imaginarte estas páginas en blanco y negro, vas a ver que el colorista hizo milagros para que Giordano no quedara al borde del papelón.
La quinta es otra historia trillada, condimentada con mucha mala leche, lo cual la hace llevadera. El dibujo es muy raro: está a cargo de Bill Tucci, el que en los ´90 dibujaba a Shi, una bad girl mal choreada de las minas de Marc Silvestri, esas de gambas larguísimas, capaces de extrañas contorsiones para que en todas las viñetas les viéramos el orto y las tetas. Pero no se parece en nada a eso. Acá Tucci se juega todo al color y ofrece un trazo más etéreo y más orgánico, muy realista en algunas cosas, muy grotesco en otras (la anatomía por momentos es cualquiera) y con un acabado finoli, tipo Gary Gianni o Mike Kaluta. Muy raro.
Y dejé para el final la cuarta y la sexta, en la que Gray y Palmiotti se reencuentran con el ídolo, con el artista que más números dibujó de esta serie, y con el que la dupla de guionistas se sintieron más a gusto: el maestro catalán Jordi Bernet. Las historias con Bernet son las realmente canónicas, las que definen la biografía (ficticia, obvio) de Jonah Hex. Acá se hacen cargo de que tuvo un hijo con una mujer que luego lo dejó, acá reaparecen personajes de aventuras anteriores... acá es donde realmente esto parece una ongoing y no un rejunte de historias descolgadas. Una de las dos historias con Bernet es suspenso puro: páginas y páginas de tensión, cada vez más enroscada, más al límite. Y en la otra, Hex es casi un personaje secundario: todo pasa por un plan brillante de Starman, el asesino serial de sheriffs, para cargarse a varios representantes de la ley, uno más corrupto que el otro. Esta historia sorprende por la gran cantidad de viñetas que dibuja Bernet en cada página. Posta, parece un álbum francés. Por supuesto, el maestro se luce como siempre.
Cuchillazos, tiros, mutilaciones, torturas, violaciones, robos y muertes de bebés, incendios de casas con gente adentro, decenas de cadáveres podridos en fosas comunes... Si todas esas cosas no te hacen salir corriendo a lanzar, y si te bancás que el protagonista zafe siempre de los peligros más extremos casi sin despeinarse, esta serie de Jonah Hex te va a hacer pasar grandes momentos. Esto es grim´n gritty de alto impacto y adornado por la magia de talentos como Bernet, Gulacy y Cooke, que –si leés mainstream yanki lo sabés- no aparecen todos los días en todas las revistas, ni mucho menos.

miércoles, 19 de junio de 2013

19/ 06: JONAH HEX: LUCK RUNS OUT

Una vez más, me voy al Lejano Oeste (Merlo, Paso Del Rey, esa onda...) a encontrarme con el cazarrecompensas más jodido de aquel violento Siglo XIX. Por suerte me esperan dos viejos amigos, Justin Gray y Jimmy Palmiotti, que no sólo no faltaron a ninguna cita en esta serie, sino que se mantuvieron al frente de la misma (ahora llamada All-Star Western) después del reboot de 2011. Ya llegarán las reseñas de ASW. Por ahora, lo que hay son seis numeritos de Jonah Hex, todos autoconclusivos, como me gustan a mí.
Aprovecho que se pueden leer en cualquier orden para empezar por el segundo, dibujado como la San Puta por el imparable italiano Giuseppe Camuncoli. Es una historia tan cruel, tan perversa y truculenta, que casi se va del western para enrolarse en el género del terror. Ni los guionistas ni el dibujante dan tregua, son 22 páginas tremendas, con una tensión asfixiante, en la que cada tres cuadritos decís “No! No podés! Pará un poco, animal!”. Una maravilla, sólo para lectores con mucho aguante.
La tercera ilustra perfectamente la compleja ética de Jonah Hex, su particular manera de entender “los códigos” del cazarrecompensas. Es otra historia redondísima, con más de un giro impredecible y un final perfecto. Por si le faltara algo, el maestro Jordi Bernet la realza con sus dibujos, siempre más caricaturescos que los del dibujante yanki promedio, aunque sin sacrificar filo ni sordidez.
La cuarta es bastante asquerosa, no sólo porque el dibujo de John Higgins no está a la altura, sino porque el argumento es macabro al pedo. Acá vemos a Jonah irse al carajo, humillar y torturar a un tipo que –equivocado y todo- sólo buscaba venganza. Y Jonah ha cometido auténticas atrocidades con tal de obtener venganza, con lo cual no se entiende bien por qué se le planta con tanta furia a este desgraciado. Y así como digo que el dibujo de Higgins no me gusta, es menester subrayar que la secuencia muda de las seis primeras páginas es una cátedra de narrativa, una parada dificilísima de la que el inglés salió más que airoso.
En la siguiente historia tenemos una vez más al español Rafa Garrés, habitual colaborador de esta serie, con su estilo raro, complejo para la lectura. Garrés combina un color clásico, muy logrado, elegante y de alto impacto, con un estilo de dibujo medio enroscado, una versión de Giraud o Hernández Palacios mezclados con esteroides y LSD. El resultado es hermoso a la vista, aunque complicado a la hora de seguir con fluidez el relato. Por suerte el guión no es de los mejores, se queda bastante en la machaca sanguinolienta.
El tomo cierra con una historia excelente, que arranca en tragedia y termina en una comedia fascinante, una vez más apoyada en la versatilidad y la expresividad del dibujo de Bernet. La tragedia de las primeras páginas tienen que ver con la historia del propio Hex, con el canon establecido por Gray y Palmiotti a lo largo de su años al frente del personaje. Un flashback nos resume la relación entre Hex y Mei Ling, el nacimiento de su hijo Jason y la huida de la mujer y el bebito, que sume al caracortada en una profunda depresión, regada con hectolitros de alcohol. Incluso destruído por la pena y el escabio, Hex acabará con la banda de Lucky Dave en una historia magníficamente resuelta.
Y dejé para el final a la primera, porque no sólo es canónica, sino que es crepuscular. El protagonista es un Hex ya veterano (cincuentaimuchos o sesentaipocos), que se encuentra cara a caripela horrenda con su hijo Jason, ya un adulto. Las primeras 14 páginas son chamuyo, no aportan nada. Pero las últimas 8 son emoción en estado puro, una sóla escena vibrante, de gran intensidad, en la que Gray y Palmiotti dejan la vida. Lamentablemente, el dibujante elegido es un Russ Heath ya muy viejito, al que le cuesta un huevo darle onda a lo que dibuja. Se nota el esfuerzo, la lucha de Heath para que las cosas que imagina en su cabeza aparezcan plasmadas en el papel, pero el fracaso es tan evidente como descorazonador. Una lástima enorme, por la calidad del guión y por la infinita chapa que los fans más veteranos le reconocemos a este maestro de intachable trayectoria, que en sus últimos años agarró trabajos en los que le fue imposible brindarse al máximo. Esta historia, con un dibujante más afilado, era un clásico instantáneo.
Una vez más, el balance del tomo da positivo. Me queda sin leer un TP más de la serie anterior y después sí, arranco con All-Star Western. Aguante Jonah Hex.

jueves, 12 de julio de 2012

12/ 07: JONAH HEX: BURY ME IN HELL

Llegamos al final, nomás. La gran serie de Jonah Hex iniciada en 2005 se terminó en el 2011, para dar pie al reboot de toda la línea editorial de DC. Cambió mil veces de dibujante (de hecho no tenía dibujante titular, sino dibujantes frecuentes) pero todo, absolutamente todo lo que pudimos leer a lo largo de 70 entregas mensuales fue escrito a cuatro manos por Justin Gray y Jimmy Palmiotti. La dupla arrancó con la idea correcta y la bancó hasta el final: este era un comic 100% de autor, pero dentro del mainstream de DC (o casi, porque nunca tuvo crossovers ni nada de esas boludeces con las que suelen contaminar incluso a muchos títulos que no están ambientados en el presente).
El último tomo tiene dos hallazgos más: mantenerse lejos de las historias extensas (que no fueron precisamente el fuerte de esta colección) y recopilar nada menos que 10 episodios de un saque. Ya sólo por eso, sería un TPB poco menos que fundamental. Pero además está el último episodio, el n° 70, que es un cierre perfecto, absolutamente brillante. Si después de esas 20 páginas nunca jamás se vuelve a escribir otra historieta de Hex, está todo más que bien. Ese fue el auténtico broche de oro, la despedida triunfal, en la que Gray y Palmiotti responden las preguntas que cualquier fan de esta serie seguro se hizo mil veces y elevan al personaje al status icónico que –me parece a mí- le corresponde. El dibujo decae a mitad de camino, porque arranca con muchas pilas Ryan Sook, pero no llega a terminar el capítulo y las últimas páginas se las dan a Diego Olmos. Igual es una joya.
El episodio que dibuja Eduardo Risso no tiene un guionazo, pero se disfruta a pleno porque vemos al león de Leones dibujar cosas que nunca antes había dibujado: el combate entre un hombre y un pulpo, un circo de freaks al estilo de la película de Tod Browning... y cowboys! ¿Cuándo había dibujado cowboys el maestro Risso? Creo que nunca.
A Nelson, en cambio, le tocó un guión notable, pero no estuvo a la altura de las circunstancias. Se nota demasiado que estamos ante un dibujante mediocre, al que dibujar decentemente le cuesta un huevo y la mitad del otro. La impactante Fiona Staples fue bendecida con otro guión zarpado, maligno y perturbador, muy bien dibujado aunque con algunos excesos en materia de referencia fotográfica. El amigo español Rafa Garrés (a quien conocí compartiendo pieza en un hostel de San Diego) se pasa un poco de vanguardista: opta por un estilo muy intrincado, muy raro, una mezcla indescifrable entre Shawn McManus, Alex Niño y Mick McMahon, con un color tipo historieta clásica española de Antonio Hernández Palacios, y el resultado es una cosa que no se termina de entender, a tal punto que ni llegás a engancharte con lo que narra el guión. Y el otro invitado de lujo es el canadiense Jeff Lemire, prócer del anti-virtuosismo, que la rompe en otras 20 páginas memorables, en las que el guión de la dupla levanta un vuelo soberbio y el creador de Sweet Tooth responde con su expresionismo agreste y visceral.
Los cuatro episodios restantes están a cargo de lo más parecido a un dibujante titular que tuvo la serie, el prócer catalán Jordi Bernet. No tiene mucho sentido volver a hablar maravillas de este monstruo. Alcanza con hacer clic en la etiqueta y ver lo que ya opinamos de sus trabajos anteriores. Sí vale la pena señalar que en las historias que dibuja Bernet, Gray y Palmiotti “ablandan un cachito” a Jonah Hex. Hay más comedia, no baja la cantidad de muertes escabrosas, pero sí se filtra un rayito de esperanza, en escenas en las que Hex parece un poco menos hijo de puta y un poco más redimible. De los cuatro guiones que dibuja el catalán, el primero se pasa de gracioso, el segundo es tremendamente escalofriante, el tercero tiene una tensión magnífica y un giro final alucinante y el cuarto es apenas interesante. Lo único impresionante son las excusas por las que los enemigos de Hex no lo hacen boleta cuando tienen la oportunidad...
Y bueno, la serie se termina acá (después de 11 libros de dignos para arriba) pero la historia de Hex, al estar integrada a una industria que necesita seguir facturando, sigue en la revista All-Star Western, cuyos TPBs me pediré ni bien me los ofrezcan, simplemente porque Gray y Palmiotti siguen llevando las riendas de la caripela más fulera del Oeste, aunque ahora se haya mudado al Este.

viernes, 15 de julio de 2011

15/ 07: JONAH HEX: TALL TALES


Nuevo recopilatorio de este prócer de la mala leche y, felizmente, es uno de esos tomos que sólo incluye historias autoconclusivas. Ese es, sin dudas, el formato en el que mejor se desenvuelven los guionistas Justin Gray y Jimmy Palmiotti, y además está bueno porque permite la rotación de dibujantes, que es algo que siempre enriquece la lectura. Si en una saga de siete episodios me metés seis dibujantes, te voy a buscar con antorchas y esos tenedores gigantes con los que los aldeanos perseguían a Frankenstein. Ahora, si me recopilás siete episodios unitarios, sin conexión entre sí, y me ponés seis dibujantes distintos, está todo más que bien. Además, como el único que dibuja dos historias es Jordi Bernet, los otros cinco podrían ser una manga de muertos de hambre, y aún así el tomo resultaría atractivo. Pero repasemos de a uno los unitarios, a ver qué onda.
El primero es de una crueldad inusitada, y está muy bien resuelto. Acá los malos tiran a un pendejito atado como un matambre a un saloon en llamas, para que muera quemado. Y muere! Imaginate la turrada que les va a hacer Hex a esos tipos para vengar la muerte del borreguito. El dibujo es del ya veterano filipino Vicente Alcázar, lejos de su buen nivel de los ´70. Lo que mejor dibuja son las caras de las mujeres, pero se las afana a Eduaro Barreto. Así no vale.
Le sigue una historia muy breve, casi un chiste largo, en la que se luce Phil Winslade, con unos dibujos majestuosos, con un laburo de plumín casi alcateniano. Y luego, otra historia de apenas 8 páginas, ambientada en la juventud de Jonah, muy, muy grossa. Acá el dibujante es C.P. Smith, un Juan Carlos Flicker que tiene una obra muy buena con Peter Milligan, The Programme.
Y llega Bernet, nomás, para dibujar una historia muy rara, en la que Hex es más mítico que humano y que termina con las apariciones de todos los personajes de DC que alguna vez cabalgaron por el lejano Oeste. Por supuesto, nuestro mal llevado protagonista les pintará la cara a todos. La trama mejor armada por Gray y Palmiotti es la del próximo unitario, bien dibujado por Giancarlo Caracuzzo, a quien jamás había oido nombrar. Caracuzzo dibuja mejor cuanto más de cerca lo dejan enfocar la acción, y si bien todavía le falta, se nota que aprendió mucho de varios autores muy buenos.
Volvemos con el prócer catalán para la anteúltima historia del tomo, que tiene momentos gloriosos, pero que está armada básicamente para presentar a dos nuevos antagonistas que eventualmente volverán a confrontar con el cowboy más fulero del Oeste: Bob Doyle y lo más parecido a un super-villano que vimos hasta ahora en esta serie, el Gray Ghost (nada que ver con el de Batman Animated).
Y cerramos con otra historia en la que el villano queda vivo y jura vengarse de nuestro antihéroe. Es un episodio menor, con algunos diálogos copados, y con el detalle de que el dibujante es Brian Stelfreeze, un maestro del claroscuro que acá nos detona las retinas con su grafismo arriesgado, su excelente puesta en página y con esa secuencia de 10 páginas bajo una lluvia torrencial, que te pone los pelos de punta. Creo que desde la primera Sin City que no veía a un dibujante convertir a la lluvia en un elemento gráfico con tanto peso, y menos de un modo tan original como el que pela Stelfreeze.
No sé si lo dije alguna vez, pero esta serie de Jonah Hex difícilmente te cambie la vida. Aún así, se disfruta plenamente, incluso si no sos fan del western. Palmiotti y Gray manejan a la perfección a un personaje jodido, áspero, y lo meten en historias fuertes, siempre al límite de lo publicable en un comic de DC. No sólo es milagroso que un comic de cowboys acumule más de 60 números sin ser cancelado. También es milagroso que ningún imbécil de traje y corbata haya salido a censurar estas historias, donde la violencia suele ser muy gráfica y muy escabrosa, y donde los valores que habitualmente encarnan los héroes, acá no los encarna nadie. Ojalá no la estropeen con el relanzamiento y la mudanza de Hex a los pagos de la Gotham decimonónica…

martes, 2 de noviembre de 2010

02/ 11: JONAH HEX: ONLY THE GOOD DIE YOUNG


¿Viste esa gente desagradable a la que nombrás hablando de otra cosa y de pronto se te aparece? Bueno, ayer nombré a Hex en relación con el Saint of Killers y acá está, asomando su horrenda caripela… Este TPB es anterior al último que comentamos, pero no hay forma de darse cuenta sin leer la letrita microscópica con la que te indican qué números recopila cada tomo. La gracia de Jonah Hex es que las historias pueden ser leídas en cualquier orden y para subrayar esa infrecuente e invaluable virtud, DC no le pone números a los tomos recopilatorios.
Las escabrosas tropelías del antihéroe más jodido del Oeste arrancan con una saguita en dos partes, pero que cierra una trama importante al final del primer episodio. Y en el segundo, lo que quedaba por resolver se resuelve de modo absolutamente… definitivo. Estos dos episodios y el cuarto, que argumentalmente es el más choto (pero tiene unos diálogos espectaculares y enfrenta a Hex nada menos que con Thomas Edison), están dibujados por Phil Noto, un artista bastante raro. El tipo tiene un estilo realista, pero un trazo muy simple, casi de boceto, y una línea muy clarita, por momentos muy finoli. Podría parecer pecho frío, pero salva las papas cuando él mismo colorea las páginas. Ahí juega con las texturas y con miles de truquitos del photoshop y logra darle vida y climas y hasta polenta a ese dibujo que por momentos parece de un clon desganado de Sean Phillips (aunque con unas minitas demasiado lindas para ser reales). No es un genio, pero cumple con creces.
La sexta y última historia no es mala, pero desentona completamente con el resto del tomo. Se trata de un thriller sobrenatural, en el que Hex (y Bat Lash) tienen roles secundarios y todo pasa por El Diablo, un personaje de tono 100% fantástico, que rompe con el esquema realista y sórdido de la serie. También, los diálogos son tan buenos que poco importa la trama, pero a uno le gusta más cuando Justin Gray y Jimmy Palmiotti se juegan por otro tipo de historias. El dibujante de este último episodio es el ignoto David Michael Beck, el enésimo dibujante demasiado realista, con pretensiones de ser el nuevo Alex Ross, con excesiva dependencia de la referencia fotográfica (Juan Carlos Flicker, bah) y un tratamiento del color acertado, lindo, atractivo, que lo salva de irse al descenso directo.
Las dos historias restantes son Jonah Hex puro, sin adulterar, son la fórmula que consagró a esta serie tan atípica y le permitió durar mucho más allá de los ocho o doce números que duran este tipo de series en DC. Acá vemos nuevas cátedras de mala leche, escenas de una violencia desgarradora, pensadas para helarle la sangre al lector más curtido. Palmiotti y Gray trabajan acá con su socio perfecto, el prócer catalán Jordi Bernet, y con Rob Schwager, un colorista que entiende muy bien a este maestro del claroscuro. Bernet no falla un sólo disparo y dibuja como nadie a este Hex despiadado, vengativo, inmisericorde, último estandarte de códigos en extinción, movido a veces por el dinero y otras por la mera sed de revancha contra alguno que mea demasiado afuera del tarro. El oeste de Bernet es sucio, áspero y 100% creíble. Sus indios son indios, no blancos pelilargos pintados de rojo, y sus minitas hacen que las de Phil Noto parezcan villanos de Dick Tracy. Creo que desde que murió Hugo Pratt, nadie le gana a Bernet a la hora de dibujar la violencia. Sus tiros y sus trompadas hieren más que los de cualquier otro y sus secuencias mudas crean una tensión que se puede cortar con un hacha.
Por supuesto, esto no es tan realista como el Western de Van Hamme y Rosinski, simplemente porque acá hay algo así como un héroe, un tipo que –más allá de la gravedad de los peligros que enfrente- tiene que sobrevivir hasta el final de la aventura. Y de la próxima, y de la próxima y de las 12 que va a vivir el año que viene a razón de una por mes. O sea que ver a Hex hecho crosta, a merced de los lobos, los buitres, 130 indios alzados, 562 forajidos armados hasta la chota o las barras bravas de Chacarita, Nueva Chicago y Excursio ya no produce la reacción de “Ah, se pudrió todo, de esta no zafa”, sino la de “Bue, veamos cómo zafa de esta también”. Porque como los héroes clásicos (a los que no se parece nada) Hex está pensado para no morir y para no evolucionar. En eso, es casi un cowboy de Columba, casi un Jackaroe. En todo lo demás, el Hex de Gray y Palmiotti no tiene nada que ver con nada. Bueno, sí, con el Saint of Killers…

miércoles, 21 de julio de 2010

21/ 07: JONAH HEX: THE SIX GUN WAR


Bueno, lo confieso: de todo lo que edita DC con el sello de DC, la única serie que sigo al día, y de la que me pido los TPBs ni bien se anuncian en el Previews, es Jonah Hex. Eso tiene una sóla explicación, y son los grandes unitarios que casi todos los meses pelan Justin Gray y Jimmy Palmiotti. En apenas 22 paginitas, la dupla pergeña todos los meses historias redonditas, no muy ambiciosas, que casi siempre se pueden leer en cualquier orden (como los álbumes de Lucky Luke), en la que vemos a Jonah infligir sus atroces métodos de justicia a algún asesino, violador, explotador o avechucho pasado de rosca.
Tan buenos están los guiones, tan fuerte pega este western sórdido y malalechístico, que hasta me hacen olvidar de que Jonah Hex es un personaje insostenible. A ver, supuestamente es un tipo normal, sin poderes, pero capítulo tras capítulo lo vemos recibir trompadas, cuchillazos, balazos, fierros al rojo vivo… y Hex siempre logra convertir el dolor en odio y el odio en la fuerza que lo hace levantarse del piso, y hasta del ataúd, para procurarse por milésima vez un chumbo, un caballo y un hijo de puta más al que boletear. Hex no tiene amigos, no se enamora, no tiene miedo, ni reparos, ni hambre, ni sueño, ni ambiciones desmedidas de chapa, poder o fortuna. Entonces, ¿qué es? ¿Es realmente un tipo normal, o es un demonio, o una fuerza de la naturaleza, o qué? Es un mecanismo, un recurso, un coñemu unidimensional, tipo Judge Dredd, que se desenvuelve mejor en historias breves, simples, sin lugar para demasiados matices.
The Six Gun War ejemplifica con claridad que las sagas largas no son el fuerte de Gray-Palmiotti. En sus 132 páginas, Jonah zafa de tantos peligros tan extremos, que leído todo de una resulta un poco trucho. Además, para subrayar que esta saga es grossa y distinta, Hex no cumple el rol de depredador, sino que a lo largo de casi toda la trama es la presa. Quentin Turnbull (lo más parecido a un villano recurrente que tiene la serie) se decide a borrar la horrenda jeta de Hex de la faz de la Tierra, y juega todos sus cartuchos para lograrlo. Nuestro no-héroe se rodea (casi a pesar suyo) de tres estrellas invitadas: Tallulah Black (una especie versión femenina de Hex), el ídolo Bat Lash (poco aprovechado) y la versión clásica de El Diablo (nada que ver con lo que vimos en la saga de Azzarello y Zezelj). Todo muy épico, muy grandilocuente y muy largo, pero ¿a dónde vamos? ¿Turnbull mata a Hex? No. ¿Hex mata a Turnbull? No. ¿Muere algún personaje importante? Mmmnah, apenas El Papagayo, un villano de segunda línea. ¿Se trata de una historia chota, o sin sentido? No, para nada. Es atractiva, tiene momentos muy power y, sin ser fundamental, es una buena aventura de Hex. ¿Hacían falta 132 páginas para contar esta historia? Ni a palos.
En la faz gráfica tenemos al italiano Cristiano Cucina, bien, digno, para nada desubicado en una serie por la que pasaron monstruos sagrados como Jordi Bernet, Darwyn Cooke y J.H. Williams III. No creo que Cucina nunca aspire siquiera a ser un Número Uno, pero como dibujante cumplidor, como tipo que se banca decorosamente dibujar cosas difíciles y complicadas (cientos de tipos a caballos, páginas de 10 cuadros, orgías de sangre, etc.), sin duda esta saga lo pone en el mapa.
The Six Gun War, entonces, es un extenso y escabroso canto a la violencia, la venganza y la crueldad. Nos la quieren vender como la mega-saga de Jonah Hex, pero la verdad es que es tan distinta a lo que habitualmente vemos en esta serie, que es más lo que desentona que lo que aporta. Por suerte, la revista del cowboy más fulero del Oeste suele estar compuesta mayoritariamente por números unitarios, que suelen ser muy, muy sólidos, tanto que el resto de los TPBs se le pueden recomendar incluso a los que no se copan en lo más mínimo con el western.