el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 1 de noviembre de 2024

VIERNES CON CALOR

Le quedan dos meses al año, y al blog le quedarán... no más de 12 ó 13 entradas, porque ya arrancó la vorágine del nº10 de Comiqueando Digital, que me va a consumir muchísimas horas y me va a obligar a leer menos historietas que estos últimos días, en los que venía pisteando como un campeón. Pero bueno, ¿quién te dice? Por ahí arrimamos a las 95 entradas en el año, que no está mal. El otro día comenté un libro de Alfonso López y hoy voy por más. Esta vez se trata de Silencios: La Juventud del Capitán Trueno, y como suele suceder cuando las historias que se le ocurren son más dramáticas y menos humorísticas, López forma equipo con Pepe Gálvez, reconocido crítico y guionista español. Juntos, Alfonso y Pepe van a homenajear al Capitán Trueno, el legendario personaje creado en 1956 por el maestro Víctor Mora y el muy competente Ambrós, que en 2006 (cuando se publica el álbum) cumplía 50 años. La idea rompedora que se les ocurre a Gálvez y López es contar una precuela, una historia ambientada siete años antes del año 1191, que es donde Mora situaba las primeras aventuras del héroe. El Capitán Trueno es aquí Guillem de Empúries, un muchacho joven que ya es capitán pero todavía no recibió ese apodo. Junto a su eterno compañero Goliath, vivirán una historia que sacará un enorme provecho de la época histórica en la que está situada, ese último cuarto del Siglo XII en el que la Península Ibérica era un conglomerado de pequeños reinos en los que convivían (no siempre en los mejores términos) cristianos, judíos y musulmanes. A diferencia de la mayoría de las aventuras del Capitán Trueno (o por lo menos del puñado que leí yo), Silencios no apunta a la epopeya, ni a las grandes batallas entre ejércitos. Se parece más a un misterio "policial", a un caso en el que los protagonistas tienen que encontrar pistas, testigos, pruebas, que les permitan impedir la injusta ejecución de Abú Yusuf, un musulmán amigo de los cristianos. El guion está llevado de un modo pausado, realista, sin volantazos ni aceleres raros, y Gálvez se toma el trabajo de pensar una resolución lógica y satisfactoria para el conflicto. Esto le requiere implementar en muchas páginas la grilla de nueve cuadros (la Gran Watchmen), sobre todo en las escenas de mucho diálogo, pero el relato nunca se hace tedioso, en parte porque el dibujo de López le agrega climas, emoción y un gran despliegue de ángulos y enfoques. En apenas 50 páginas, López y Gálvez concretan un excelente álbum, con los personajes clásicos, pero vistos a través de otra óptica, más moderna y más "con los pies en la tierra". Parece una contradicción contar una historia mucho más realista que las de Víctor Mora, con un dibujante mucho menos realista que Ambrós, pero el trabajo de López es realmente formidable. Ese pincel se prende fuego para regalarnos paisajes, rostros, expresiones corporales, escenas de acción y demás imágenes memorables, siempre con una puesta en página clásica y sobria. Muy recomendable, tanto para los fans del Capitán Trueno, como para los que siguen la maravillosa trayectoria de Alfonso López, con y sin la loable complicidad de Pepe Gálvez.
La Cosa Perdida, del glorioso australiano Shaun Tan, es más un "libro álbum" que un comic... pero no deja de ser un relato contado con imágenes pictóricas y de otros tipos yuxtapuestas en secuencia deliberada, así que no hay que forzar mucho el reglamento para considerarlo un comic. Raro, atípico, pero comic al fin. Raro en lo formal, no? En la cantidad de texto (muy poquito) en relación a la cantidad de páginas y al tamaño (enorme) de casi todas las imágenes. En ese sentido, se parece a un libro de cuentos infantiles, esos con imágenes grandotas y textos muy sintéticos. Y está bien, en cierto modo La Cosa Perdida es un cuento simple, lineal, con moraleja y con mucho atractivo para los lectores más chiquitos. A mí, como lector adulto y acostumbrado a otra proporción entre texto e imagen, el relato me atrapó, me divirtió, me pareció muy bien llevado. Me encontré con un Tan muy distinto al que recordaba de The Arrival, más luminoso, menos claustrofóbico, con más recursos ahí, en el filo entre la gráfica y la plástica. Me gusta también la línea que baja, como construye/ retrata ese mundo burocrático y aburrido, y sí, obviamente flasheo con estas 32 páginas convertidas en una historieta "tradicional" de siete u ocho páginas, cada una con seis o siete viñetas... en las que el maravilloso dibujo de Tan se luciría mucho menos. Lo único que me dejó un sabor amargo es que la edición argentina respeta una traducción española donde los personajes se tratan de "vosotros", y usan palabras que en Argentina no usamos ("periódico" en vez de "diario", "bolígrafo" en vez de "birome", "mola" en vez de "copado", etc.). No les costaba nada retocar un poquito la traducción para que el texto se leyera un poco menos español y un poco más argentino... o traducir directo del inglés al castellano rioplatense, que es lo que -para mi gusto- funciona mejor. El resto, realmente impecable. Un libro precioso, una edición de gran calidad, a la altura del talento de un autor que -muy a mi pesar- encontró un público enorme en un territorio bastante alejado de la novela gráfica, y se va a quedar ahí, no va a volver para este lado. Lo importante es que Shaun Tan siga poniendo sus increíbles dibujos al servicio de relatos atractivos, y en ese sentido, La Cosa Perdida es una nueva joya en su corona. Nada más, por hoy. Nos reencontramos acá en el blog ni bien tenga más libros para reseñar. Gracias y hasta entonces.

lunes, 14 de octubre de 2024

LECTURAS DE LUNES

Tengo dos libros leídos y un ratito para redactar reseñas, y eso hay que festejarlo.
Empiezo con Freaks´Amour, un comic originalmente serializado en 1992, en Dark Horse. Me compré el TPB 1) porque me impactó la portada de Charles Burns, 2) porque dibuja Phil Hester y 3) porque estaba muy barato. Pero no tenía idea dónde me estaba metiendo. No sabía que se trataba de la adaptación al comic de una novela de Tom De Haven, ni conocía a Dana Marie Andra (autora de la adaptación, cuando era varón y se llamaba Mark Burbey). Me encontré con una obra que tiene unas pretensiones inmensas, pero a la que le veo varios problemas. El primero, el más conspicuo, es que le sobran personajes. Hay momentos en los que la trama se enrosca demasiado, precisamente porque Andra respetó demasiado al texto original y no se animó a podar un poco el elenco de la novela, que es numeroso y rico, pero que a los efectos de la narración en este otro medio, hubiese convenido acotar. Freaks´Amour es una historieta larga, densa, retorcida, que se anima a hundirse en las ciénagas de la corrupción y la mala leche. Los personajes buscan dos cosas: dejar de ser freaks, es decir, cambiar de apariencia, sacarse de encima un cuerpo, una piel y unos rasgos faciales que los perturban (y acá entra en juego el paralelismo con la disforia de género que hizo que el guionista que adaptó la novela en los ´90 ahora sea mujer); y ganar guita del modo más fácil posible, lo que le abre la puerta a la corrupción los negocios turbios y demás elementos típicos de un relato de género negro en el que hay aprietes, traiciones y muertes. En general, todo avanza a un ritmo muy lento, lastrado por escenas que tienen poco peso en la trama, mucho texto y -lo que ya señalé- demasiados personajes. Pero no es un desastre, no vayas a creer. La atmósfera de corrupción, desolación y abandono post-detonación de la bomba que causa las mutaciones está muy bien lograda. Varios de los personajes alcanzan una complejidad y una carnadura que no habrían alcanzado si la novela en vez de 150 páginas tuviera 50 ó 70. El conflicto central se diluye bastante entre tantas páginas, pero es fuerte y hasta conmovedor. Entonces siempre aparece algo que te da ganas de quedarte, de seguir leyendo un poco más, de enroscarte en los aspectos más sórdidos de las vidas de Grinner y Reeni. Y claro, además está el dibujo de Hester, entintado como los dioses por Ande Parks. No es el Hester más reconocible, ya que acá el ídolo todavía no muestra los rasgos más definitivos de su estilo. Por momentos, ese uso extremo del claroscuro me remitió más a un Ted McKeever, o a un Kelley Jones, y la aplicación de los grises me hizo acordar todo el tiempo a Guy Davis. En las entrevistas de la época, Hester afirma haber realizado este trabajo bajo una tremenda influencia de José Muñoz, fascinado por el trabajo de nuestro compatriota en Alack Sinner. Pero cuando entrás en Freaks´Amour, queda claro que Muñoz aparece poco, de vez en cuando, y hasta te diría que lo de Hester se parece más a Keith Giffen tratando de copiar a Muñoz que al propio Muñoz. Me hubiese encantado que Freaks´Amour me gustara más de lo que me gustó, porque es algo distinto, jugado, atrevido, rupturista. No pudo ser. Me gustó hasta cierto punto, le encontré unas cuantas cosas copadas, y otras que me hicieron ruido, o que directamente me hicieron pensar "che, esto no está bien hecho"... A veces pasa.
Me voy a España, año 2007, para encontrarme con una breve gema del maestro catalán Alfonso López. Estraperlo y Tranvía es el título de esta maravilla de apenas 42 páginas, en las que López trae de vuelta a La Familia Ulises, personajes desarrollados por Marino Benejam y Joaquín Buigas en los años ´50, en las páginas de la revista TBO. En aquel entonces, Ulises Higueruelo y su familia protagonizaban breves historietas en clave de comedia costumbrista, en las que apenas si se mencionaba muy solapadamente lo que sucedía en el mundo real, es decir, en la España regida con mano de hierro por la dictadura de Francisco Franco. Para este regreso, López mete dos cambios: uno es la mayor extensión de la aventura, que le agrega complejidad a la mera comedia de enredos; y el otro es el papel preponderante que tiene en Estraperlo y Tranvía la coyuntura sociopolítica de España en 1952. El resultado es un comic excelente, que no requiere conocer previamente a los personajes clásicos (ni a las estrellas invitadas como Doña Urraca, o Carpanta) y que cumple con creces el objetivo de entretener, sin renunciar a una bajada de línea sutil y aguda acerca de la época elegida por el autor para ambientar la obra. Estamos en una España que de a poco abandona el rígido control del comercio, y el racionamiento de alimentos y demás bienes de primera necesidad, para abrirse gradualmente a un esquema más típicamente capitalista del Siglo XX, es decir, a una sociedad de libre mercado. Y la trama transcurre en ese momento en el que esta nueva "modernidad" coexiste con elementos tan decimonónicos como el desmesurado poder de los militares y la iglesia. Se nota que a López le encanta el período, que lo estudió y que su erudición no se limita a incorporar (en roles chiquitos) a otros personajes que aparecían en la misma época en otras historietas de la revista TBO. Bastante de lo que hace López en este álbum lo va a volver a hacer (mejor, porque tendrá más páginas para desarrollar cada idea) en El Solar, un trabajo que vimos en este espacio el 16/12/19. Recomiendo repasar esa reseña, así no me hace falta reiterar todo ese párrafo en el que hablo maravillas de la labor del autor a la hora de ponerle imágenes a la historia. Subsanado el tema dibujo, y al tratarse de una historia breve, en cuyo argumento no tiene sentido ahondar, no tengo mucho más para agregar, excepto que Estraperlo y Tranvía me hizo muy feliz. Y más feliz aún me hace mirar la pila de los libros pendientes de lectura y ver que hay uno o dos más de Alfonso López, para que nunca falte material de este genio, ni en mi biblioteca, ni acá en el blog. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas.

sábado, 15 de abril de 2023

HOY, TRES RESEÑAS

Cuando por fin encontré un rato para sentarme a escribir reseñas, son tres los libros ya leídos que se me acumularon. En el año 2000, el diario barcelonés El Periódico publicó a lo largo de 44 días en pleno verano boreal una tira doble (el formato que hoy utiliza Gaturro en La Nación) llamada Paula, para la cual se volvieron a juntar el guionista Xavier Roca y el genial dibujante Alfonso López, que ya habían trabajado juntos en series como Alex Cunillera (Ático Tercera). Todo el material que realizó la dupla a lo largo de ese verano reapareció en un lujoso libro de tapa dura en 2005 y yo tuve la suerte de conseguirlo el año pasado. Paula es una tira muy breve pero realmente brillante. Los autores hacen gala de un humor ácido, al hueso, que satiriza sin piedad a adolescentes (Paula tiene 18 años) y adultos, que anticipa los niveles zarpados de alienación que nos van a producir los celulares y los videojuegos, y que -sobre todo- juega con la precariedad laboral que aflige a los jóvenes españoles hace ya varias décadas. Trabajos espantosos donde los patrones te explotan sin piedad, te rajan sin indemnización cuando se les da la gana y tenés menos gratificaciones que juntando estiércol con la boca en un chiquero. Pero los pibes y pibas se quieren pagar el escabio, las salidas con chongos o los estudios, entonces van y laburan mil horas por chaucha y palito en pleno verano, en una Barcelona vital, dinámica, llena de opciones para divertirse (si las podés pagar, claro). También hay un gran elenco de personajes secundarios, amigas, padres, un noviecito... pero el tema central es ese: ya no somos nenes, tenemos que generar un ingreso a como dé lugar y las opciones son estas, una más horrenda y frustrante que la otra. Y todas pagan igual de mal. Algunas tiras te invitan más a reflexionar que a cagarte de risa, pero el tono de comedia está muy bien logrado y Roca tiene la pericia suficiente para no jugarse todas las fichas al remate en la viñeta final: a lo largo de cada uno de los breves relatos hay varios chistes en los diálogos, que funcionan muy bien. Y claro, lo que hace a Paula una lectura indispensable es el dibujo de Alfonso López, un autor al que banco a muerte y al que le compro cualquier cosa, porque lo considero uno de los más grandes historietistas que están vivos y trabajando en la actualidad. Ese pulso vital que exhibe la ciudad, ese tono de comedia, y muchos logros más que pueden apreciarse en estas 44 tiras llegan de la mano del trazo fluido, sintético y recontra-expresivo de López. Esas pinceladas sueltas, que cambian de grosor sobre la marcha y te hacen acordar todo el tiempo a Yves Chaland son apenas una de las características del inigualable dibujo de este genio. López tira unas perspectivas increíbles, unos personajes que actúan y se mueven con una gracia irrepetible y un tratamiento del color precioso (o dos, porque en las pocas entregas en las que el chiste consiste en una única viñeta, Alfonso ensaya una técnica mucho más pictórica, que le sale perfecto). No sé si esto será fácil de conseguir hoy en día, pero yo lo encontré acá, en Buenos Aires, juntando polvo en el depósito de una distribuidora. Lo recomiendo muchísimo a los fans de la comedia costumbrista y la sátira social. Y sigo militando para que más gente se haga fan de Alfonso López, capo total.
Che, ¿puede ser que el Vol.7 de Saga sea el mejor de la serie? No sé, pero creo que hasta ahora fue el que más me gustó. Acá me encuentro con Brian K. Vaughan y Fiona Staples afiladísimos, recontra asentados cada uno en su estilo, y además con la sana intención de narrar una historia de seis episodios que, si bien es parte de una serie larguísima, funciona muy bien como arco autoconclusivo, y hasta se lo podés dar a alguien que jamás leyó Saga. Hay algún que otro sub-plot que viene de arrastre de tomos anteriores, pero el núcleo de la trama está perfectamente presentado, desarrollado y resuelto en estas páginas. A lo largo de esta trepidante aventura llena de acción, tiros, espadazos, machaca y muertes tremendas de personajes a los que uno llegó a querer fuerte, Vaughan explora el tema de los refugiados políticos, de esa gente que tiene la mala suerte de vivir en un territorio que lleva décadas en medio de una guerra, y depende de la ayuda externa para sobrevivir. No hace falta irse "a long, long time ago, to a galaxy far away" para encontrar ejemplos, y Vaughan no oculta en ningún momento que está usando a estos bichos alienígenas para hablar de conflictos de los que sufren todos los días africanos, palestinos, haitianos, etc.. La crisis humanitaria generada por las guerras está en primer plano y Marko, Alana y su familia se ven interpelados por el dolor y las carencias de quienes la sufren en carne propia... mientras sigue el acoso por parte de los perseguidores que los quieren liquidar. Con todo esto y con unos diálogos magníficos, se arma un Vol.7 apasionante, tenso como el tiempo suplementario de la final contra Francia, con golpes al corazón del lector, desarrollo para un montón de personajes (principales y secundarios) y un trabajo descollante de Staples en el dibujo y el color. Tengo un tomo más de Saga en la pila de los pendientes, que ojalá esté a este mismo nivel, porque la verdad que con este tomo la pasé bárbaro. Esto es ciencia ficción de la buena, con mucho huevo, mucho corazón, sexo, puteadas, bajada de línea siempre para el lado correcto y unos dibujos de la hiper-concha de Dios. Un lujo.
Y vamos con otra saga, La Saga de los Distintos, cuya tercera entrega se titula "Reptil en el Reino de las Aves" y cuenta básicamente eso. En su trabajo más reciente (editado a fines de 2022), el inmenso Chanti nos cuenta qué pasó con la víbora a la que la gran tormenta que sacudió a Animalia desplazó a una tierra desconocida, habitada por todo tipo de pájaros. La víbora será confundida con un gusano amarillo extra-large y -lo más importante- utilizada con fines políticos por un gobierno que se da cuenta de los beneficios de tener engañada a la población. -Pará, ¿no es un comic para chicos?. Sí, pero Chanti apuesta fuerte y crea una historia acerca del oscurantismo, el engaño y la manipulación de la verdad por parte de los poderosos para expandir su poder. Un relato de una profundidad asombrosa, ágil, conmovedor y potente como pocos. El dibujo sintético, prolijito y amistoso de Chanti te puede descolocar y hacerte creer que vas a leer algo 100% humorístico, o pueril, o incluso pavote. Nada que ver. Reptil en el Reino de las Aves, además de ese dibujo exquisito y ese despliegue fascinante en la puesta en página y el armado de las secuencias, es una historieta para pensar, para abrirle la cabeza a los más chicos desde temprano. ¿Qué es la verdad? ¿La que nos baja quién? ¿Y a ese quién se la revela? ¿Y si en realidad es mentira? ¿Y si en realidad es todo una farsa para someter, excluir o discriminar a muchos en beneficio de unos pocos que quieren todo para ellos? Chanti se mete a fondo con eso: el choque entre especies tan distintas como la víbora y el cóndor es apenas una excusa para contar el choque entre relato y realidad, entre lo que los poderosos quieren que creamos y lo que efectivamente sucede. El resultado es un álbum breve (50 páginas de historieta) pero intenso, emotivo y atrevido en el mejor sentido posible: el de enseñarle a los chicos a cuestionar el discurso hegemónico. Nunca había leído La Saga de los Distintos, pero ahora la quiero completar. Si todos los álbumes son así, habría que ponerlos como lectura obligatoria en todas las escuelas del país. Y esto es todo por hoy. Nos reencontramos la semana que viene, con nuevas reseñas acá en el blog.

lunes, 16 de diciembre de 2019

UN LUNES MAS

Para la muchachada que usa Facebook, ya está armado el evento del festejo de los 10 años del blog, en https://www.facebook.com/events/457494788292385/. Ahí se puede poner “asistiré”, “me interesa”, o “no asistiré”, así voy calculando más o menos cuánta gente puede llegar a aparecer el 28/12 en Sector 2814. Mientras tanto, comparto un par de reseñas más.
Finalmente leí el primer y único tomo que compré de JoJo´s Bizarre Adventure, este manga de Hirohiko Araki iniciado hace más de 30 años, que aún se sigue publicando en Japón. Es un tomo bien gordito, de unas 300 páginas, que reúne la primera parte de la saga inicial, titulada Phantom Blood, cuyo argumento es… una seguidilla de excusas bastante patéticas para mostrarnos a muchachones musculosos cagándose a trompadas. Esto se salva sólo porque hay un intento por indagar un poco en la mente de los dos protagonistas (JoJo y Dio) y explicar bastante bien sus motivaciones. Todo el resto, apesta. Abundan los lugares comunes, la ambientación histórica (Inglaterra, fines del Siglo XIX) no está bien aprovechada, los personajes secundarios son irrelevantes (zafa uno sólo, el papá de Dio), en 300 páginas aparece una sola mujer y tiene menos de 10 líneas de diálogo, el elemento fantástico (una máscara ritual azteca con zarpados poderes) aporta más confusión que espectacularidad o impacto… La verdad que me tuve que esforzar para llegar al final de un relato que hizo muchos méritos para que lo colgara en la página 150.
En cuanto al dibujo, me consta que más adelante Araki va a mejorar ostensiblemente y a encontrar una impronta visual mucho más personal y atractiva. Lo que se ve acá está muy bien para un mangaka que daba sus primeros pasos, pero –de nuevo- me pareció muy remanido, muy poco original. La anatomía está exagerada, como en los mangas de Tetsuo Hara, y las caras son una versión un poquito más “cute” (o más aputazada) de las caras de Hara o de cualquier otro mangaka típico de los ´80. Hay larguísimas secuencias sin un mísero fondo (cuando aparecen están muy bien) y quizás los puntos más destacados sean las líneas cinéticas y el gore, que cuando irrumpe en escena lleva al dibujo de Araki por carriles menos transitados, menos obvios.
Dicen por ahí que JoJo´s Bizarre Adventure es un gusto que se adquiere con el correr de los tomos. En mi caso, no creo que eso suceda simplemente por el precio de cada libro y el espacio que ocupa en el estante. Prefiero guardar ese lugar y esa guita para algo que me convenza más desde el primer día.
Por otro lado, me cuesta encontrar palabras que expresen lo feliz que fui leyendo El Solar, la novela gráfica de Alfonso López publicada por La Cúpula en 2016. Se trata de una comedia con espías y conjuras internacionales, ambientada en Barcelona en 1947, cuando la dictadura de Franco regía con mano durísima un páis devastado por la Guerra Civil, sumido en el oscurantismo, el atraso, la miseria y el hambre. A diferencia de Araki, López le saca un jugo delicioso a la época que elige para contar esta historia, a tal punto que no se podría contar en otra ambientación. El personaje central (Pepe Gazuza) es carismático, espontáneo y con la combinación justa de ingenuidad y picardía. Los diálogos están repletos de chistes y juegos de palabras muy graciosos y la forma que encuentra López para contar en son de joda hechos dramáticos es sencillamente brillante.
A la hora de poblar esta Barcelona precarizada con personajes de distintos estratos sociales, López recurre a imágenes que nos remiten de inmediato a las historietas españolas de aquella época: Carpanta, las hermanas Gilda, la Familia Ulises… Pero no se queda en la mímesis: su grafismo es suelto, vibrante, de una plasticidad increíble. Y el color es alucinante, recontra idóneo para crear climas, y parece puesto con pinceladas brutales, como buscando intencionalmente una sensación de desprolijidad. Pero se ensambla tan bien con el dibujo, lo levanta tanto, que resulta una herramienta narrativa más, en manos de un autor que de narrativa sabe muchísimo.
De verdad, si te gusta la historieta española, vas a amar El Solar (o cualquier otra obra de Alfonso López). Si (como a mí) te causa gracia el humor basado en las carencias, en la crotada, la berretada y la miseria, te vas a reir un montón. Y si te interesa el tema de cómo vivía la gente común bajo el régimen franquista en los tremendos años ´40, acá vas a encontrar un testimonio muy bien investigado, interpretado en clave de comedia –es cierto- pero con el rigor necesario para explicar muchísimas cosas, entre ellas por qué tantos españoles se cansaron de cagarse de hambre en el Viejo Continente y se vinieron a nuestro país, donde en 1947 la situación socio-económica era muy, muy distinta. Ah, y por fin me enteré a qué hacía referencia Joaquín Sabina en el temazo "Así estoy yo sin ti" cuando decía "Negro como los ángeles de Machin". 

Aguante Alfonso López y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 11 de mayo de 2018

TRIPLETE DE VIERNES

¿Lo peor ya pasó? Una mentira más del felino doméstico. Lo peor se viene ahora. Agarrate fuerte, porque va a doler. Por suerte tengo un buen canuto de comics para que no falte lectura en los tiempos aciagos que se avecinan.
Arranco con el Vol.2 (jamás vi el Vol.1) de Orgasmos Cotidianos, una serie humorística escrita por Xavier Costa y dibujada por Alfonso López que se publicaba en El Jueves, supongo que a fines de los ´80 porque el recopilatorio es de 1991. Casi todas las historietas tienen dos o tres páginas (hay también de una y de cuatro, pero son poquitas) y giran en torno a situaciones casi verosímiles de la vida cotidiana, en las que el sexo tiene un rol preponderante. Cuernos, orgasmos, disfunciones eréctiles, perversiones bizarras, confusiones típicas de comedia en las que alguien se termina empomando a la persona incorrecta… Distintos recursos con los que juega Costa para generar comicidad, casi siempre con buenos resultados.
Pero la verdad es que los argumentos quedan relegados a un irrelevante cuarto o quinto plano, porque Alfonso López pela en estas páginas un virtuosismo gráfico devastador. Son comedias de tetas, pija y culo, podrías tirarte un poco a chanta, total la gilada se va a divertir igual… No, olvidate. López va al frente como una topadora, hace subir a los laterales, manda a cabecear al arquero, te tira con toda su artillería y logra que esta colección de historietas menores, de tono pasatista, se vuelva indispensable para todos los que somos fans de este increíble artista. Dibujo, color, narrativa, TODO es perfecto en Orgasmos Cotidianos. Una cátedra de buen gusto, de criterio estético, de expresividad, de plasticidad, de generosidad gráfica, a cargo de un genio del lápiz y el pincel, que además se supera a sí mismo en lo que tiene que ver con la observación de los detalles: ropa, peinados, autos, calles, muebles… López logra que todos estos elementos que vemos todos los días en la realidad, cobren en sus páginas una dimensión nueva, absolutamente fascinante. Un exceso de talento, posta.
Salto a Chile, donde en 2016 se publica la segunda aventura de Celeste Buenaventura (la primera la vimos el 21/04/14). Esta vez la novedad es que el guión de Marco Rauch no lo dibuja Gonzalo Martínez sino otro virtuoso fuera de serie (y seguidor de este blog) de apellido López: Rodrigo López, de quien también vimos varios trabajos en reseñas anteriores. No me parece copado comparar el trabajo de Rodrigo con el de Gonzalo, sino más bien subrayar su gran calidad gráfica, su pasmosa solvencia narrativa y la facilidad con la que López simplifica un poco su trazo para hacerlo más accesible a los lectores y lectoras más jóvenes, que son el público al que apunta Celeste Buenaventura.
En la reseña del Vol.1, yo decía que Rauch ponía en juego una cantidad increíble de personajes tomados de la mitología trasandina, sin guardarse nada para la secuela. Y claramente me equivoqué, porque en esta segunda entrega, el elenco de personajes de raíz mítica o tomado de leyendas populares chilenas, se vuelve a engrosar. Se nota que a Rauch lo apasiona el tema de los mitos y leyendas de su país, y felizmente encontró la forma de integrar todos esos elementos a una aventura simple, lineal, con la complejidad justa para cautivar al público adolescente que se copa con Harry Potter, por ejemplo. Para mi gusto, le falta un poquito más de chispa a los diálogos, aunque probablemente eso se deba a que lo estoy leyendo en un país que está al lado de Chile, pero donde se habla muy, muy distinto. Ojalá haya más aventuras de Celeste Buenaventura, y ojalá las dibuje todas Rodrigo López, que está en un momento extraordinario.
Y termino en Argentina, en 2017, con otro virtuoso del dibujo, Pedro Mancini. El nuevo trabajo de Mancini (titulado Detrás del Ruido) nos propone internarnos en la infancia de William S. Burroughs, mítico escritor del cual confieso no haber leído un puto párrafo. Pedro, en cambio, demuestra ser un fan exhaustivo del autor y haber consumido no sólo sus obras, sino incluso una buena cantidad de entrevistas, en las que Burroughs revela detalles de su niñez.
El libro tiene un solo problema: se lee demasiado rápido. Lo empezás en la estación Juramento y lo terminás antes de llegar a Scalabrini Ortiz. Esto es producto de la decisión del autor de narrar con la mínima cantidad de texto posible, con diálogos muy escuetos y silencios muy extensos, que obviamente resultan fundamentales para la atmósfera que quiere conjurar Mancini. Los cuatro primeros relatos son una especia de Little Nemo in Slumberland versión freak, retorcida y bizarra. El pequeño Bill recorre parajes surreales (magníficamente dibujados), a veces dormido, a veces drogado y a veces simplemente fruto de su cuelgue natural. Y en algún momento, el trip se termina y vuelve al plano de la realidad, a interactuar con familiares a los que Mancini no les da mayor relieve.
A partir de la quinta historia, se terminan esos paseos oníricos pero la bizarreada continúa, y se hace más psicológica, en un punto más perturbadora. La máscara (elemento muy frecuente en las historias iniciáticas como esta) le agrega una capa de profundidad a la desconexión del personaje con el mundo que lo rodea; una desconexión que Mancini exacerba a tal punto que uno ya considera al joven Bill un ser humano totalmente anormal, incapaz de insertarse en la sociedad ni como escritor rupturista ni en ninguna otra función.
Me imagino que a los fans de Burroughs esto les debe parecer fascinante. Yo, en cambio, hice lo mismo que hago cada vez que no logro conectar con los guiones: me dejé llevar por el clima y disfruté a lo bestia de la faz gráfica, en la que Mancini no se guarda nada de su impronta ni de su magia.
Volvemos pronto, con nuevas reseñas, no sé si de comics o de Deadpool 2, cuya función de prensa tengo agendada para el lunes.

miércoles, 3 de octubre de 2012

03/ 10: LA SAGA DE CHAVES

Hoy seguro me morfo otro “Cero Comentarios”, pero bue... Son los riesgos de leer a Alfonso López. Cuando leés a Alfonso López hay una sensación extra, por afuera de lo que cuenta la historieta, que es algo así como sentir que el autor hizo este trabajo sólo para vos, que uno es el único lector de las obras de este genio catalán. Posta, creo que conozco a un sólo fan de Alfonso López. Lo cual es tan bizarro como injusto, porque se trata de uno de los autores más originales, completos y solventes que tiene la siempre atractiva historieta española.
En esta oportunidad, López trabajó sobre un argumento del inmenso Manel Fontdevila, pero fue él quien le dio forma al guión, definió a los personajes y creó la impronta visual de esta novela gráfica breve, pero riquísima. Leocadio Chaves es un inmigrante mexicano que labura de jardinero en Beverly Hills. Un día se le ocurre la peregrina idea de construir en su jardín un pequeño mausoleo en el que conservar los restos de sus antepasados muertos. Para eso, decide viajar a Pátzcuaro, su ciudad natal, donde desenterrará a sus ancestros, los cargará en una camioneta que no es suya y tratará de pasarlos por la frontera que separa a El Paso (EEUU) de Ciudad Juárez (México). Por supuesto, semejante disparate no será fácil de concretar.
Chaves, su hijo Jimmy (que vive en México y trafica inmigrantes centroamericanos a EEUU) y su yerno Freddy (dueño de la camioneta y del hotelucho donde trabaja la hija de Leocadio) se verán envueltos en frenéticas peripecias, un poco fogoneadas por la extraña obsesión de Leocadio con repatriar a su muertos y un poco por toda la situación de corrupción y marginalidad que se vive en las cuidades fronterizas, donde Cielo e Infierno parecen estar a sólo una valla de distancia.
Alfonso López trabaja mucho sobre varios aspectos de la cultura de los inmigrantes mexicanos, principalmente la voluntad de ascenso social dentro de un contexto adverso y el apego a tradiciones que los yankis no entienden (los luchadores enmascarados, el Día de los Muertos, el rol siempre postergado de la mujer, etc.). Cuando se mete con los mexicanos que viven en México, López es mucho más despiadado y los retrata como criaturas venales, de bajísimo nivel cultural, siempre propensas a la vagancia o a la corruptela barata, al chiquitaje. Por supuesto, López no presenta esta mirada como objetiva. Lo suyo –claramente- no es un comic testimonial ni documental, sino una aventura con ribetes grotescos, cargada de una fina mala leche que –obviamente- también salpica para el lado de los yankis, que aparecen poco y en roles absolutamente deleznables.
El resultado es un comic definitivamente entretenido, con momentos desopilantes, momentos tensos, muy buenos diálogos y todo potenciado por el dibujo y el color, dos rubros en los que López se sigue superando a sí mismo, obra tras obra. Su trazo suelto, fluído, de gran dinamismo, encuentra su mejor vehículo en algo que no sé si es carbonilla o un lápiz de mina muy gruesa, cuya textura se ve perfectamente en la página, como si en vez de pasarlo a tinta, López lo resaltara a full en el photoshop. Imaginate una mezcla muy zarpada entre Oswal y Marcos Vergara, sin entintar. Por ahí más o menos transita López, apoyado en un tratamiento del color magnífico, que –de nuevo- no sé si son acuarelas posta o una técnica digital que imita las pinceladas de la acuarela. En ambos casos el trabajo del autor es prodigioso y logra unos climas espectaculares. En las carátulas que separan los capítulos, López se manda unas ilustraciones de página completa, generalmente centradas en paisajes, donde se va al carajo y más allá. Que el trazo simple, rápido y a veces nervioso no nos distraiga de lo importante: este tipo exhibe una sabiduría a la hora de dibujar a la que pocos pueden aspirar.
No sé si La Saga de Chaves te cambia la vida. Por ahí no. Pero es una historia atrapante, con un mensaje fuerte y con unos dibujos de la mega-San Puta. O como diría un mexicano, “padríiiisimos”.