el blog de reseñas de Andrés Accorsi
Mostrando entradas con la etiqueta Jerome Opeña. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jerome Opeña. Mostrar todas las entradas

lunes, 27 de enero de 2025

UNA SEMANA MÁS

Ya no falta nada para la emisión especial de Agenda Abierta de este miércoles a las 22:30 hs.. No te quedes afuera, que junto a los amigos de Sonido Bragueta, vamos a brindar un espectáculo lamentable, de esos que rara vez se olvidan. Y encima gratis. En cuanto a las lecturas, me copó descubrir que -tal como afirmaba un lector del blog en los comentarios- el Vol.4 de Seven to Eternity es el último. Porque habría sido un garrón que se estirara con peripecias pedorras, y porque acá Rick Remender se propone cerrar todas las puntas abiertas y lo logra. En el global de la obra, varios de los personajes secundarios están completamente de adorno. Son pocos los que realmente tienen un peso en lo que efectivamente sucede. Pero el desarrollo de los dos protagonistas (Adam y el Mud King) es realmente magistral, ejemplar, y hay varios antagonistas y algún que otro secundario (Katie, la hija de Adam) que sí se destacan dentro de la trama que llega a su desenlace en estas páginas. No quiero revelar nada acerca del final, pero sí contar que tiene un par de giros muy zarpados, muy crueles, y muchos momentos repletos de tensión. Hasta el último minuto, Remender y Jerome Opeña siguen poblando a este mundo con criaturas imposibles, en locaciones alucinantes. El nivel de fantasía e imaginación no decae nunca, el filo de los diálogos tampoco, y en este tomo en particular, la dosis de machaca es particularmente alta y estremecedoramente gráfica. Si a esto le sumamos el despliegue visual que propone Opeña, y la inverosímil paleta de colores de Matt Hollingsworth, tenemos un cierre muy arriba, para una serie que hizo un montón de méritos para que los fans la amemos y la atesoremos. Yo no la pongo en el Olimpo, porque leí cosas de Remender que me gustaron más, pero sin dudas hay un antes y un después de Seven to Eternity en la carrera de Jerome Opeña. El dibujante sale de esta aventura totalmente encumbrado como uno de los máximos capos de la epopeya fantástica. De acá en más, puede dibujar lo que quiera, que un montón de gente se lo va a comprar. Si quiere escribir sus propios guiones está todo bien, si quiere dibujar 40 páginas por año lo vamos a bancar, y si quiere adaptar al comic la vida de la monja del convento de su pueblo, se lo vamos a comprar. Es lo menos que podemos hacer después de la magia y el talento que nos regaló en esta serie este filipino criado en Taiwan. No te digo que me pongo a rastrear hacia atrás todos los trabajos que hizo para Marvel en años anteriores, porque 1) algunos los leí y los guiones eran penosos y 2) en esa etapa Opeña todavía no estaba tan canchero en la narrativa como en Seven to Eternity. Pero sin dudas estoy atento a lo que produzca de acá en más.
En general, cuando se editan libros de obra dispersa, se los arma en torno a algún dibujante. Por eso es tan importante que exista Sueltos, un voluminoso tomo dedicado a reunir las historias cortas que a lo largo de los años Rodolfo Santullo desparramó por ahí junto a un gran listado de dibujantes. Hay que decir que a muchos los tocó con la varita mágica: antes de colaborar con Santullo eran dibujantes promisorios y hoy son autores totalmente afianzados en el mercado internacional. El libro arranca con unas cuantas historias cortas dibujadas por Guillermo Hansz, uno de los colaboradores más frecuentes de Santullo. Ahí me reencontré con una historieta que apareció en la antología que vimos el 05/08/23, y con otras tres muy buenas que nunca había leído: ¿Quién Mató al Trébol?, Hubiera Sido una Buena Historia y la fundamental Jinetes en la Tormenta. Después tenemos una sección donde se agrupan las historias dibujadas por Matías Bergara, entre las que destaco La Trinchera (originalmente publicada en un número de Comiqueando) y la maravillosa Mi Reino por un Caballo, donde Bergara demuestra una ductilidad y una jerarquía poco frecuentes. Los trabajos junto a Richard Ortiz, si bien están muy bien dibujados, no quedaron entre mis favoritos. Y la historieta dibujada por los Silva Bros me pareció tremenda, muy impactante. Supongo que pega más fuerte cuanto más conocés la historia uruguaya, pero está buenísima. De las dos que dibuja Leo Sandler me gusto bastante la segunda. Tanto la de Pato Delpeche como la de Jok están muy buenas. Con Dante Ginevra hay dos muy cortitas, de una sola página, ambas dibujadas como los dioses. La de Facundo Percio ya la habíamos publicado en un número de Comiqueando y es una auténtica gema. Junto a Roberto Goiriz, Santullo vuelve a la Guerra de la Triple Alianza, que se nota que es un hecho histórico que le genera un gran interés. Junto a Gabriel Ciccariello, el guionista ensaya una de misterio más rara, más ¿sobrenatural?, pero lamentablemente no me pude enganchar ni con la trama ni con los dibujos. Recuerdo haber leído en la recordada revista Términus las dos historias con las que cierra Sueltos, ambas dibujadas a un nivel impresionante por Damián Couceiro. Son historietas complejas, difíciles de dibujar, pero el rosarino (hoy encumbrado en Marvel) se la recontra-bancó. Y dejo para el final la historia más larga (19 páginas), que es la que más me gustó: La Ilustre Fregona, dibujada por Lisandro Estherren, que aparece también en el libro que vimos acá un lejano 31/08/14, y que esta vez me atrapó y me cerró mucho más. Si no estuviera basada en un relato de Miguel de Cervantes, le diría a Rodolfo "Bo, ese argumento re da para adaptarlo a novela"... Y el dibujo de Estherren también la rompe toda. Comedia y drama, relatos históricos y ciencia ficción, mitos urbanos y mitos griegos, misterios, distopías y fumanchereadas varias son algunos de los terrenos en los que Rodolfo Santullo se mueve con aplomo a la hora de urdir sus historias cortas. Esta compilación no es exhaustiva (casi todas las historias cortas que hizo con Jok, por ejemplo, aparecen en el libro de la misma editorial que vimos el 14/02/20), pero es sumamente disfrutable por la notable calidad de las historias del uruguayo nacido en México, y por la gran variedad de estilos gráficos que nos ofrecen los 13 dibujantes que participan entre los cuales -como habrás notado- hay varios monstruos de esos que no fallan nunca. Y hasta acá llegamos. Sigo adelante con las lecturas, para volver a escribir reseñas a la brevedad. Gracias por estar ahí y hasta pronto.

martes, 14 de enero de 2025

MARTES A TODO COLOR

Hoy tengo para reseñar dos libros cortitos, así que probablemente las reseñas también sean breves. El Vol.3 de Seven to Eternity no presenta muchas novedades respecto de lo que vimos en los tomos anteriores de esta ambiciosa saga de Rick Remender y Jerome Opeña. Lo más notable es que cobra espesor el dilema moral, los límites que Adam Osidis no pensaba cruzar y ahora -de hecho- cruza. Esa línea divisoria tan clara, que decía que Adam era el héroe y Garils el villano, se empieza a desvanecer a medida que ambos sobreviven juntos a ordalías y peripecias imposibles, en las que deben ayudarse el uno al otro, y sobre todo confiar ciegamente en quien hasta hace 10 minutos era el enemigo a aniquilar. Esto está muy bien llevado y le agrega al relato el interés que le restan todas esas batallas al pedo y esas supuestas situaciones límite de las que sabés que Adam va a zafar, de alguna manera. Lo otro que jerarquiza a esta tercera entrega de manera notoria es que Opeña dibuja los cuatro episodios que recopila el TPB. La verdad que leer 100 páginas seguidas dibujadas por este monstruo es un privilegio. Opeña deja la vida en el diseño de personajes, criaturas y escenarios, en las escenas donde los personajes conversan y en las que estalla la acción y se va todo al carajo. Tiene el yeite de resolver con siluetas negras las viñetas donde un personaje atraviesa a otro con una espada, lanza o lo que sea, para no dibujar gore... y está bien... El atractivo de Seven to Eternity no pasa por ahí. La violencia está, y es muy gráfica, pero por ahí no hacen falta las tripas y los chinchulines. Y creo que nada más para subrayar. Me queda pendiente de lectura el Vol.4, y me faltaría conseguir los tres últimos TPBs para completar la serie. Ya llegaremos.
Me vengo a Argentina, año 2024, cuando Loco Rabia publica Antídoto, una obra de Alejandro Farías y Marcos Vergara, que se realizó a un ritmo muy lento, entre 2016 y 2021. Es paradójico, tragicómico o simplemente absurdo que ellos hayan tardado cinco años en terminar estas 130 páginas y yo las haya leído en menos de 20 minutos. Pero bueno, son páginas chiquitas, ninguna tiene más de cinco viñetas, y Farías es un guionista que sabe "callarse la boca" y narrar con poco texto. La trama, además, es ideal para ser contada a un ritmo ágil, vertiginoso, sin colgarse en reflexiones profundas ni en complejas explicaciones de lo que está sucediendo. Antídoto es, básicamente, una aventura fuera de control. Un kilombo de acción y carcajadas, sumamente disfrutable y -lo mejor- sumamente impredecible. Acá también están desdibujadas las fronteras entre buenos y malos: en el fragor del despelote cualquiera puede terminar aliado con cualquiera. Hay un solo personaje que es inequívocamente malo, y es el que mejor parado queda al final. La vorágine de los combates, mezclada con las alucinaciones que producen los hongos psicotrópicos que consumen Apo y Nejo, hacen que los planes de los distintos jugadores vuelen por el aire, y finalmente a nadie le salen las cosas tal como las había pensado. El más perjudicado, pobre, es Toga, quizás el personaje más altruista y más noble, aunque no necesariamente el más querible. El dibujo de Vergara se sube sin ningún problema al torbellino de acción que propone el guion de Farías, y nos ofrece personajes muy expresivos, de gran plasticidad, capaces de movimientos rápidos, extremos. Al igual que Seven to Eternity, todo esto sucede en un mundo imaginario, en el que Marcos tiene la posibilidad de inventar TODO: la arquitectura, la fauna, los autos, las armas... no solo los personajes, que ya de por sí son un deleite. El dibujo es conciso, dinámico, generoso en texturas pero a su vez muy apto para ser coloreado. Y la paleta que usa Marcos es estridente como la aventura, con colores fuertes que prácticamente definen a los personajes. Me divertí muchísimo esos 20 minutos que me duró Antídoto, y obviamente quisiera leer nuevas tropelías de estos personajes ambientadas en este mundo loco y atrapante que inventaron Farías y Vergara. Si te gustan las aventuras al palo, con mucho humor y un ritmo frenético, con buenos diálogos, peleas electrizantes y personajes entrañables (y un poquito despreciables, también), tirate de cabeza, que la vas a pasar bárbaro. Nada más, por hoy. Como siempre, ni bien tenga más libros leídos se vendrán las correspondientes reseñas. Y si querés leer mucho más, te esperamos con un numerazo de la Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/. Gracias y hasta pronto!

sábado, 28 de diciembre de 2024

MAGIA A TODO COLOR

Antes que nada, mil gracias a tod@s l@s que pasaron por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y se descargaron la nueva Comiqueando Digital. Dejamos el alma en un número recontra ambicioso (el más zarpado de la historia de Comiqueando) y está buenísimo que del otro lado la respuesta sea tan positiva. Vamos a Francia, año 2011, para encontrarnos con el gran Tony Sandoval, formidable historietista mexicano radicado hace décadas en la Ciudad Luz. Doomboy es una novela gráfica atípica, primero por su formato (a los franceses no los seduce mucho el formato apaisado, que acá tenemos totalmente naturalizado gracias a Mafalda, Patoruzú, El Eternauta y tantos otros clásicos), después porque -si bien se entiende perfectamente por sí sola- tiene puntitas que la vinculan al universo de Nocturno (ver reseñas del 20/07/10 y el 17/03/11), y finalmente porque tiene como núcleo argumental algo que es muy difícil de hacer funcionar bien en la historieta: el sonido. Sí, en un medio donde el sonido está más ausente que la dignidad en los diputados radicales, Sandoval se anima a contar una historia sobre un músico, su guitarra y las cosas que lo llevan a encontrar un sonido nuevo, revolucionario, que va a subyugar a una audiencia que no sabe quién es, ni dónde está, ni cómo escuchar más canciones suyas. A contramano del resto de los músicos, D busca el anonimato y adopta la identidad de Doomboy para tocar en un pueblito perdido de la costa, ante solo dos espectadores: su perrita Elsy y su amigo Sepelium. Pero de alguna manera, esas sesiones van a quedar registradas y cada vez más gente las va a escuchar, de modo que la leyenda de Doomboy va a crecer hasta llegar a la propia gente de la que D quería escaparse. Una historia que arranca áspera, violenta, con muchos conflictos, va a edificar a lo largo del segundo acto una calma bucólica, un paréntesis en el que D solo puede confrontar con el pasado de una chica que amó y que ya no está entre los vivos. Su guitarra, su dolor y el paisaje agreste se van a combinar para crear este sonido nuevo, un choque entre las tormentas que azotan la costa y las que arrasan dentro del alma del protagonista. Y para el final, cuando la mascarada de D quede expuesta, volverán la violencia, las piñas, los guitarrazos por la cabeza y tras esa tormenta final, una nueva calma, en la que la vida de los protagonistas se reacomoda, aunque no como ellos lo planearon. Con la música en el centro de la escena, Doomboy es una historia de búsqueda personal, con momentos introspectivos muy hermosos, diálogos muy reales, personajes muy queribles, conflictos muy humanos. Lo único sobrehumano es el dibujo de Sandoval, que en varias secuencias despega del slice of life y te acribilla con una impronta entre épica y poética, que no se puede creer. Ese sonido único, que Doomboy logra con su guitarra y le parte el cráneo a quienes lo escuchan, está graficado por el autor de una manera fascinante, con técnicas que tienen más que ver con la ilustración fantástica. El resultado es de una belleza indescriptible. Incluso si leíste varias obras de Tony Sandoval, esto te va a sorprender y a emocionar fuerte. No te digo que Doomboy es una maravilla del Noveno Arte, pero casi.
Hace ya muchos años, el 14/07/20, vimos en este espacio el Vol.1 de Seven to Eternity, la serie de Rick Remender y Jerome Opeña. Y nunca más le di pelota, porque no tenía los tomos posteriores. Ahora conseguí varios, así que vamos a avanzar en el viaje por este mundo de fantasía, ciencia ficción y conceptos extraños. Por supuesto me costó recordar qué carajo había pasado en el tomo anterior, pero bueno, es la vejez. De nuevo me sorprendió la ambición y la complejidad del world-building que tiene esta serie, y de nuevo me caí de culo con el dibujo de Opeña, que es tremendo. El nivel de detalle, la variedad en los enfoques, la composición de las viñetas... todo me resultó increíblemente atractivo, en buena medida gracias al descomunal trabajo de un colorista de primer nivel como es Matt Hollingsworth. En las primeras páginas, antes de que empiece la historieta, se nos revela que dos de los cinco episodios que componen este TPB no están dibujados por Opeña. Imaginate mis puteadas. Pero llegué a ese segmento del libro y me encontré con James Harren, un dibujante que -sin parecerse a Opeña- me resultó excelente. Harren es una bestia, una mezcla entre Olivier Coipel y David Rubín, con cositas de Jean-Claude Mézieres y el mejor Brett Blevins. Cuando vuelve Opeña, la felicidad es total, pero cuando no está, la verdad que la pasé bárbaro gracias a este "suplente" de gran jerarquía. La aventura en sí me resultó menos atractiva. Se nota mucho que lo que le interesa a Remender es explorar y desarrollar a fondo a estos personajes (principalmente a Adam Osidis y el Mud King) y tiene que inventar peripecias fumadas para que el viaje que ambos deben realizar juntos no llegue a destino, para que no se le terminen las escenas de diálogos entre ellos. Los secundarios están bien, y como no son parte de una franquicia intocable, Remender se puede dar el lujo de hacerlos boleta cuando no le sirven más. Pero Adam y su prisionero son personajes cuidadísimos, que tienen conversaciones profundas, reveladoras, realmente jugadas. Incluso dibujadas por Opeña, si esas charlas ocuparan todo el libro, sería medio un embole, por eso está bueno que haya acción, peligros, traiciones y demás. De paso, abrimos grandotes los ojos para tratar de asimilar la magia que tira el dibujante cuando le toca mostrarnos paisajes, edificios, criaturas y armas que solo pueden funcionar en este universo. Seven to Eternity lleva al extremo el concepto de la aventura de héroes y villanos con poderes, un extremo que solo tiene lógica en un mundo controlado 100% por una dupla autoral que es dueña de los personajes y puede hacer con ellos lo que se les dé la gana. Y si esta inexistencia de límites repercute en una extensión desmesurada de la saga (tengo entendido que son siete TPBs), los diálogos que escribe Remender y los dibujos de Opeña están ahí para que la llama no se apague y la sensación de maravilla no decaiga. Este segundo TPB tiene más páginas de historieta que el primero, lo cual es un avance, y entre el "relleno" tenemos hermosos bocetos de Opeña y portadas alternativas de capos como Rafael Albuquerque, Tradd Moore, Farel Dalrymple y los propios Harren y Opeña. Visualmente esto es impactante y finoli de punta a punta. Nada más, por hoy. Espero meter un posteo más antes de que termine el año, siempre en la cuenta regresiva hacia el 15º aniversario del blog (que es este miércoles) y el posteo nº 3000 (este es el 2992). Gracias y hasta pronto.

martes, 14 de julio de 2020

SEVEN TO ETERNITY Vol.1

Tarde pero seguro, le di una oportunidad a esta serie lanzada en 2016, una creación del prolífico Rick Remender junto a un dibujante espectacular, pero que de prolífico no tiene nada, como es Jerome Opeña.
Seven to Eternity nos mete en un mundo de fantasía y ciencia-ficción bastante oscura, bastante distópica, y a la vez muy original. Más allá de que te atrape mucho o poco el conflicto central, el mundo que plantean Remender y Opeña resulta muy atractivo y te dan ganas de explorarlo a fondo. Los autores le dedican muchísimo espacio al world-building, y a veces se van de mambo en extensas explicaciones acerca de cosas que sucedieron en el pasado, o acerca de las distintas razas y culturas que co-existen en este plano de realidad. Pero todo suma para que el lector se involucre con todo este estado de cosas que Adam Osidis y sus aliados van a tratar de cambiar.
A partir de la mitad del tomo (que abarca apenas cuatro comic-books y muchas páginas de relleno que podrían haberse obviado), cobran bastante protagonismo varios personajes con superpoderes. ¿Qué es esto? ¿Un arco argumental que sobró de cuando Remender escribía Uncanny X-Force o Uncanny Avengers, disfrazado para que no parezca un comic de Marvel? No lo descarto. En una de esas el God of Whispers originalmente era… Red Skull con el cerebro de Charles Xavier, o Apocalypse, o alguno otro villano de la Casa de las Ideas, y Remender –para no descartar una idea que claramente resulta interesante- armó todo este gigantesco decorado que nunca jamás habíamos visto en ningún comic de superhéroes. Si es así, es un capo, porque todos los elementos que pasan por el costado del argumento central son originales y están muy bien elaborados.
Por suerte hay bastante más que machaca entre estos cuasi-superhéroes y este carismático villano (y su adláter, que también es grossísimo). Hay profecías, dilemas morales, desarrollo de varios personajes y buenos diálogos. Para un primer tomo con apenas 92 páginas de historieta, este primer tramo de Seven to Eternity está muy bien. Cumple, entretiene y muestra una puntita de ideas más complejas o más profundas, que hace que uno tenga ganas de leer lo que viene después.
Por supuesto, todo esto es la nada misma frente a la posibilidad de disfrutar más de 90 páginas (y varias portadas) dibujadas por Jerome Opeña. Desde las escenas más grandilocuentes de combates entre monstruos, demonios y bichos varios hasta las secuencias intimistas, de vínculos familiares, en cada fuckin´cuadrito se ve a un dibujante superdotado, a un animalito de una raza que tiene algún punto de contacto con la de Carlos Gómez, mezclado con algo de Olivier Coipel, algo de Dustin Weaver, algo del Moebius más cercano a la línea clara y algo también de Arthur Ranson, por qué no. Un dibujante sumamente clásico, pero con un timing narrativo impresionante, un despliegue mortífero a la hora de dibujar acción, una atención por los detalles que te deja petrificado y una imaginación sin límites a la hora de imaginar a las bizarras criaturas que pueblan este mundo. Si el guión tuviera menos sustento que esas marchas donde la gente sale a linchar periodistas para defender la libertad de prensa, también habría que comprar Seven to Eternity simplemente por la magia que tiran Opeña y el lujoso colorista Matt Hollingsworth. Dudo mucho que esta serie salga con algún tipo de periodicidad, pero si ese es el precio a pagar para tener en todos los números a Opeña en este nivel, sigue siendo muy barato.
No me quiero extender mucho más sanateando, ni spoileando elementos importantes del argumento. Simplemente recomiendo Seven to Eternity a los fans de la aventura fantástica, del dibujo realista y de las epopeyas crepusculares, violentas, oscuras, de esas en las que nada ni nadie garantiza un final feliz para los protagonistas. No es la Gema Absoluta que marca el antes y el después de nuestras vidas, pero está muy bien escrita y dibujada como la hiper-concha de Dios por un distinto.
Nada más por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto.