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martes, 15 de febrero de 2022
ESSENTIAL DOCTOR STRANGE Vol.3
Este tomo recopila los primeros 29 números de la serie de Doctor Strange que arranca a mediados de los ´70 y llega (muy lento, porque siempre fue bimestral) hasta el año ´87 u ´88. Es material que tenía en revistitas y había leído probablemente a fines de los ´90, pero entre que soy fan de los Essentials y que algunos de esos números levantaron mucho su cotización, decidí canjearlos por otra cosa y pasarme al broli en blanco y negro. En una de esas, en algún momento hago lo mismo con las revistitas que vienen en el cuarto Essential, que es el último que llegó a publicar Marvel antes de discontinuar ese glorioso formato.
No sé si disfruté mucho más que la primera vez al releer todo este material. La primera vez era todo muy nuevo y muy flashero, porque yo no me imaginaba que Stephen Strange se podía convertir en un personaje con chapa cósmica, lo veía más para vencer a hechiceros malos, u otros villanos místicos. Esta vez, que ya sabía dónde me estaba metiendo, por ahí me pareció que a esta etapa le falta eso: más conflictos grossos contra villanos. El chamuyo metafísico llevado a niveles cósmicos está bueno al principio, pero después cansa un poco.
Lo mejor del tomo son los primeros 18 números, los que escribe Steve Englehart y están organizados como tres cuasi-novelas de seis episodios. Como ahora, que con cualquier idea chota te hacen seis números, pero acá en cada número hay un montón de ideas, y en el sexto como que todo cierra mejor. El tercer arco es el más desprolijo, porque en el medio se mezcla el crossover con Tomb of Dracula, que está muy bien orquestado (por Marv Wolfman, que era guionista de ToD y coordinador de la revista del Tordo), pero básicamente Englehart cuenta tres historias extensas, repletas de peligros a todo o nada para el facultativo, Clea y Wong. Después Wolfman empieza a escribir Doctor Strange y se decanta por aventuras más breves, de dos episodios, ninguna brillante y una (la del Bicentenario de la independencia de EEUU) francamente chota. Jim Starlin aporta una trilogía limadísima, con volteretas impredecibles para el Ancient One y más entidades cósmicas de las humanamente digeribles, y en los tres últimos episodios del tomo lo tenemos a un primerizo Roger Stern que primero resuelve lo que Starlin deja medio colgado y finalmente aporta un unitario de escasísima trascendencia. Faltan bastantes números para que esta serie recupere la jerarquía de sus inicios, y eso sucede ya entrado el cuarto Essential.
En cuanto a los dibujantes, acá nos damos todos los lujos. Primero, el incomparable Frank Brunner, desaforado, ido al hiper-carajo, con unas tintas magníficas de Dick Giordano. Esto en blanco y negro es una orgía de emociones, magia en estado puro. Brunner dibuja apenas seis números (y muchas portadas) y después vuelve un ídolo, un dibujante fundamental para esta serie: el maestro Gene Colan, probablemente el dibujante de esta época que más se beneficia del paso de color a blanco y negro. Y encima con otro entintador de lujo, el imbatible Tom Palmer. Cuando se va Colan tenemos un numerito bien dibujado por Alfredo Alcalá, un annual a cargo de un primerizo P. Craig Russell (muy bueno, pero se superará ampliamente a sí mismo cuando haga una remake de esa historia en los ´90), tres números en los que Tom Sutton deja la vida y las tintas de Ernie Chan lo levantan como si tuviera la capa de levitación del Tordo, y para todo lo demás tenemos al magistral Rudy Nebres. A veces como dibujante y entintador, a veces solo como entintador de Jim Starlin y en un episodio hasta lo ponen a entintar al fiambre de Al Milgrom. En todos los casos, se impone la línea elegante, generosa, frondosa del sublime artista filipino. Y cuando lo dejan ser él quien plasma el relato en la página, Nebres pela un despliegue visual que no tiene nada que envidiarle a las genialidades que nos ofrecieran Brunner y Colan.
Con ese nivel de dibujantes (que, como siempre digo, se disfrutan mucho más sin los colores espantosos de los comic books de los ´70), las historias podrían ser un aborto talidómico y aún así me animaría a recomendar el libro. Pero encima la mayoría de las historias son de dignas para arriba y hay muchos momentos que los fans de Strange atesoramos por siempre. Te tiene que gustar la sanata mística, mezclada con la sanata cósmica. Y bancarte a un protagonista frío, distante, que no hace el menor esfuerzo para que los lectores lo quieran, más allá del de salvar una y otra vez al universo entero, o a la realidad misma. Si eso te cierra, este trip a los ´70 te va a resultar cautivante y memorable. Y si no, siempre está la etapa clásica de Stan Lee y Steve Ditko, o la ochentosa de Roger Stern, que se ganaron en buena ley el status de hitos en la rica historia comiquera de Marvel.
Gracias por la magia y que el Vishanti esté con ustedes,
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