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martes, 6 de julio de 2010
06/ 07: EL DIABLO
Este es un típico comic con trampa. ¿Por qué? Porque en ningún momento los autores tienen la más mínima intención de contar una historia de El Diablo. Ni del Diablo “clásico” (el que protagonizaba back-ups en los comics de cowboys de DC en los ´70 y ´80), ni del de Gerard Jones (ese más superheroico de fines de los ´80). Ni siquiera se proponen crear a un nuevo Diablo, un “Ultimate Diablo”, o una versión vertiguesca del Diablo tradicional. Como pasó con House of Secrets o The Witching Hour, simplemente los autores tomaron prestada una marca que DC tenía juntando mugre en el pilón de los títulos en desuso y lo utilizaron para contar una historia totalmente nueva y personal. Y lo bien que hicieron.
Esta saga de El Diablo es un western tremendo, demoledor, desbordante de sordidez y mala leche como sólo Brian Azzarello, guionista maligno si los hay, podía concebir. Es la historia de Moses Stone, un ex-cazarrecompensas devenido sheriff a quien el pasado vuelve a buscar para saldar cuentas pendientes. El Diablo cumple esa función: la de arrastrar a Stone hacia atrás, hacia su pueblo natal, hacia todo aquello que hizo y que dejó muerto y sepultado, dispuesto a no volver a oir hablar de todo eso nunca más. No puedo contar mucho más para no spoilear, porque realmente en el último episodio Azzarello pega un par de volantazos zarpadísimos, que cambian la forma en que uno lee la historieta e interpreta el guión. Releer esto sabiendo cómo va a terminar tiene menos onda que ver El Sexto Sentido sabiendo que Bruce Willis está muerto desde el principio de la peli.
Se puede agregar que este reencuentro de Moses Stone con su pasado está regado de sangre, violencia y truculencia a niveles escabrosos. Hasta los diálogos son filosos, tajantes, hirientes. Todo está tan llevado al extremo del grim´n gritty que al lado de El Diablo cualquier western de Hollywood parece Las Vacas Vaqueras. Además de la violencia llama la atención otro logro de Azzarello, que es el manejo de los personajes secundarios. El Diablo por ahí sobra (incluso cuando el comic lleva su nombre), pero sin Paw Paw, Cal, Kirby o Ruth, esta historia de verdad, memoria y justicia tendría mucha menos fuerza. Y por supuesto, el andamiaje que sostiene todo eso es un misterio muy bien llevado, con algunos visos sobrenaturales, pero muy verosímil y sobre todo resuelto de un modo totalmente original e inesperado, con la clase de los grandes.
Por si faltara algo, los dibujos son obra del monumental croata Danijel Zezelj, eternamente puteado por los lectores yankis y venerado por los críticos y por sus colegas. Zezelj pone un poquito menos que en sus trabajos para blanco y negro, porque sabe (y teme) que vendrá un colorista del montón y lo pasará por encima sin el menor reparo, sin calentarse demasiado por entender la magia que el croata logra crear a través de su manejo del claroscuro. Pero incluso sin dar el 100% de lo que sabe hacer, este aventajado alumno de Alberto Breccia pela una animalada atrás de otra. Por momentos parece el Enrique Breccia de principios de los ´70, el de La Vida del Che, El Regreso, o Argelia 1959. También tiene momentos que recuerdan a Sergio Toppi, pero en el plantado de las figuras y la composición de las viñetas, no en el acabado, porque a nivel superficie, Zezelj es mil veces menos sutil y elegante que Toppi.
El guión parece escrito a pedido de Zezelj, fanático de la violencia, los caballos y las locaciones desérticas que le permiten dibujar pocos fondos. Igual cuando el relato nos lleva por los pueblos del lejano oeste, el croata se arremanga y nos deleita con unos saloons, unas cárceles y unas calles magníficas, pero se lo ve más cómodo cuando soluciona el tema con una montañita y tres cactus chotos. Lo cierto es que el particularísimo grafismo del dibujante se acopla perfectamente al planteo del guión, y cuando eso sucede, miles de detalles pasan a no importar un carajo.
Impredecible y escalofriante por donde se lo mire, El Diablo es una prueba contundente de que no hay géneros perimidos: simplemente hay que encontrar los autores idóneos para sacarles jugo. Azzarello y Zezelj dijeron presente y durante 90 páginas el western volvió a brillar.
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Brian Azzarello,
Danijel Zezelj,
El Diablo,
Vertigo
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