Si algún día te pasa lo mismo que a mí, o sea, si te hacés MUY fan de Jiro Taniguchi y empezás a revolver cielo y tierra para conseguir todas sus obras, tarde o temprano vas a caer en Enemigo (no es una traducción, se llama así en todos los idiomas), el manga que el ídolo publicó entre Diciembre de 1984 y Abril de 1985 en la revista Play Comic. Yo conseguí a buen precio la edición francesa (una belleza) y caí. Pero no es mucho lo que tengo para decir a favor de Enemigo.
Lo mejor que tiene este manga es la narrativa. Taniguchi le pone garra, ritmo, logra un acierto atrás de otro en un registro (el del comic de acción y aventuras) que claramente no es el que más le interesa. Ojo, sin innovar desde lo formal: no creas que acá vas a ver las fascinantes piruetas narrativas que le vimos hacer en Hotel Harbour View (otro clásico ochentoso del maestro, bien de género) porque no vas a ver nada ni remotamente parecido. Esto es mainstream, bien lineal, bien cabeza. Una locomotora que avanza a gran velocidad por una senda que jamás se ramifica. Ni siquiera la veremos detenerse: la historieta termina un cuadrito después de que el bueno mata al malo. Hay un par de esos momentos pachorros, de contemplación de la naturaleza, que tanto le gustan a Taniguchi, pero lo que predomina es la sensación de “palo y palo” tan clásica de las películas de acción yankis de los ´80.
De hecho, si no fuera porque el tipo al que tiene que rescatar Kenichi es su propio hermano, esta podría ser tranquilamente una misión de Rambo: jungla centroamericana, guerrilleros armados hasta la chota, comandos pulentosos entrenados por los yankis para combatir en Vietnam, una mini-intriga político-empresarial para darle un trasfondo creíble a la epopeya, y ya está. O también podría ser una misión de Golgo 13, porque Kenichi además de matar gente a lo pavote, se comporta como el clásico macho recio, frío e implacable, del que se enamoran las minas y al que hasta sus rivales admiran por su chapa y su eficacia. Como en Golgo 13, el guión no tiene subtextos ni sorpresas: los malos son los malos, los buenos son los buenos y al traidor lo ves venir a 15 kilómetros. Nada se da vuelta ni se resignifica a último momento, todo está todo el tiempo bajo el control de un personaje monolítico, al que ningún sacudón logra desestabilizar. Es gekiga clásico, sí. Pero también es un embole. Por suerte el guión no se lo podemos endilgar a nuestro Jiro favorito, sino a M.A.T., sigla que reúne a tres guionistas que eligieron (con buen tino) el anonimato y cuyas identidades se desconocen aún hoy, casi 30 años después de la aparición de Enemigo.
El dibujo es bien típico de este período de Taniguchi: oscuro, realista al mango, con más detalles que en su período posterior (esto es apenas un año anterior a La Epoca de Botchan, pero parece hecho un siglo antes), con la influencia marcadísima de Vittorio Giardino y Attilio Micheluzzi, que en aquel entonces trabajaban en historietas policiales también muy realistas y muy jugadas al claroscuro. Lo menos europeo que tiene Enemigo es el manejo (sublime) de las tramas mecánicas y las líneas cinéticas. Fuera de eso, esto es comic europeo, caprichosamente protagonizado por un japonés (que bien podría haber sido yanki, francés o argentino). Como siempre, Taniguchi mete mucha referencia fotográfica, aunque acá todavía no está tan bien integrada a su grafismo como en sus trabajos posteriores. Y donde sí está cancherísimo es en el uso del color: ya sea en unas poquitas páginas del manga o en las ilustraciones que complementan a esta edición, el ídolo te masacra con una paleta bien francesa, tipo François Schuiten, repleta de magia, sutileza y magníficos trucos de iluminación.
Esto es sólo para MUY fanáticos. Si amás al Taniguchi parsimonioso, el de las historias urbanas en las que la gente camina por los parques hablando huevadas durante miles de páginas en las que no pasa nada, esto te va a parecer alienígena. Si amás al Taniguchi más extremo, el de los héroes recios que escalan montañas o edificios, o se enfrentan a animales salvajes en paisajes agrestes, por ahí te cierra un poquito más, aunque el dibujo no sea tan genuino, tan respetuoso del estilo que el propio maestro forjó. Y si lo que más te gusta son los guiones, agarrá para otro lado, porque en la jungla de Enemigo acechan la chatura, la violencia innecesaria y el pochoclo en mal estado típicos de las películas mediocres de Chuck Norris, Schwarzenegger y Stallone.
Mostrando entradas con la etiqueta Enemigo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Enemigo. Mostrar todas las entradas
lunes, 8 de julio de 2013
Suscribirse a:
Entradas (Atom)