el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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miércoles, 30 de marzo de 2011

30/ 03: S.C.I. SPY


Después de Six From Sirius y Slash Maraud, ¿cómo resistirse a otra saga de ciencia-ficción de Doug Moench y Paul Gulacy? No sé, pero cuando salió originalmente (en Vertigo) casi todos se resistieron y la saga pasó bastante desapercibida. Por suerte, los autores retuvieron los derechos y ahora Image recopiló la miniserie en un hermoso TPB, que con un poco de suerte venderá mejor que las revistitas.
De todos modos, es medio injusto comparar a S.C.I. Spy con aquellos clásicos ochentosos por un simple motivo: No hay forma humana de que hoy en día Gulacy dibuje como en aquel entonces. Hoy el dibujo del ídolo no sólo atrasa un poco (ya no están de moda los discípulos de Steranko, Russ Heath y Dan Adkins), sino que además perdió fuerza y hasta algo de su identidad. En las caras del protagonista por momentos parecen colarse trazos de Jordi Bernet, que no quedan lindos mezclados con el estilo Gulacy. Y la minita por momentos quiere parecerse a las chicas de los típicos comics noventosos de Image y eso tampoco garpa, para nada. Aún lejos de los 9 puntos habituales, Gulacy nos regala en este libro un montón de secuencias extraordinarias, muy bien planificadas y ejecutadas. No es el Gulacy al que veneramos los fans de Master of Kung-Fu, pero sigue siendo un capo de la narrativa, el dibujo realista de aventuras y la ciencia-ficción.
Al maestro Moench, en cambio, se lo ve afilado como en los buenos tiempos. Su protagonista, Sebastian Starchild, es el típico héroe ochentoso: canchero, rebelde, medio arisco, siempre propenso a cuestionar las órdenes de sus superiores, pero copado, buen tipo, sin miedo a jugarse la vida mil veces para salvar a medio universo, sin pedir nada a cambio. La trama recontra-funciona. Tiene acción a patadas, conspiraciones, intrigas, espionaje, piñas, rayos, genocidios, chistes, garches, persecuciones, giros impredecibles, villanos todavía capaces de pelear por la redención, planes de uno y otro bando bastante lógicos… Lo único que no termina de cerrar, el único factor 100% inverosímil, es la cantidad de peligros de los que zafan los buenos casi sin despeinarse. Posta, a Starchild le falta untar las tostadas con anthrax, nomás. Es el único riesgo que no corre a lo largo de estas casi 150 páginas plagadas de peligros imposibles y trampas hiper-mortales. Moench se cuida bastante de mostrarnos que los agentes de S.C.I., incluso los que no tienen implantes robóticos, cuentan con una tecnología mega-avanzada y super-pulenta que es casi siempre la que le permite a Starchild salir ileso de los mil y un kilombos en los que se mete. Pero igual es mucho.
La tecnología juega un rol importantísimo en la saga, y si no sos fan de la ciencia-ficción te podés llegar a aburrir con tanto tecno-chamuyo. Pero es parte de lo que hace tan atractivo al mundo en el que se desarrolla la aventura. Además, si sos fan de la ciencia-ficción, lo vas a amar, porque Moench se mete con un montón de tópicos clásicos sin regurgitar ninguno: nano-bots, invasiones alienígenas, bebés criogenizados, implantes robóticos, clones infinitos, androides, wormholes y agujeros negros, y hasta una inteligencia humana transplantada a una hiper-computadora capaz de controlar a las fuerzas de seguridad de media galaxia. Esto es un verdadero festival de la ciencia-ficción, con ideas como para dos largometrajes de Star Trek o tres álbumes de Valérian.
S.C.I. Spy es un comic de entretenimiento, sin más pretensiones que las de divertirnos y hacernos flashear un rato. Pero es un muy buen comic de entretenimiento y si te gustan las historias de espionaje con naves espaciales y alienígenas, le vas a levantar un monumento a estos dos próceres que trabajan juntos desde los ´70 y muy rara vez defraudan.