miércoles, 30 de septiembre de 2020
NIPPUR DE LAGASH Vol.24
Me tocó un tomo raro de Nippur, porque tiene siete historietas a cargo de un mismo equipo creativo, algo que hacía mucho que no pasaba. Es todo material de 1976 y 1977, cuando Nippur aparecía una sola vez por mes, siempre en la revista D´Artagnan, a veces a todo color y a veces en blanco y negro. Todos los guiones están a cargo de Robin Wood y Ricardo Ferrari, mientras que el único dibujante es Jorge Zaffino, a quien vemos crecer enormemente a lo largo del tomo. Ya vimos que en sus inicios Jorge era una especie de versión agreste, desangelada, cruda de Ricardo Villagrán. Acá sigue en esa tónica, todavía muy lejos del Zaffino icónico, de ese estilo personal, reconocible, tan imitado por las hordas de dibujantes a las que influenció esta bestia del claroscuro. En estas historias se da una constante rara: las que son a todo color tienen menos viñetas por página que las que son en blanco y negro. La última historia a color (La Serpiente de la Vida y la Muerte) es la que menos cuadros tiene, y donde el trazo de Zaffino más se acerca al de Villagrán, donde mejor le sale la mímesis de la impronta gráfica de su maestro. Y última historia en blanco y negro (La Puerta) tiene una página de 13 cuadros, seguida de una de 16 y seguida de una de ¡17 cuadros! Bah, más estampillas que cuadros. Son viñetas microscópicas, repletas de texto, en las que Zaffino apenas logra meter un mínimo dibujito para rellenar los milímetros que no ocupan las letras. Un disparate absoluto, luego compensado por un par de páginas de acción, con muchos menos cuadros y menos texto, en las que Zaffino hace gala de un dinamismo, una fuerza y un nivel de salvajada que el elegante trazo de Villagrán nunca tuvo. Esas dos páginas de La Puerta son las mejor dibujadas de todo un tomo donde el nivel es alto y asciende mucho entre la primera página y la última.
¿Y qué onda los guiones? El primero es predecible, pero no está mal. Tiene su ingenio. El segundo es un embole, sin el menor atractivo. El tercero es la clásica fórmula de Nippur, respetada a rajatabla: o sea, una aventura correcta, sin sobresaltos, por momentos excedida en cantidad de texto. El cuarto también es bien tradicional, la enésima confrontación entre el errante y un monarca soberbio, despiadado y demasiado confiado en su propia chapa. Y para cerrar el tomo, tenemos tres aventuras en las que entran en juego elementos sobrenaturales. Wood y Ferrari dejan de lado el realismo y el cuidado por la ambientación histórica para meter a Nippur en historias en las que tendría más sentido un personaje de perfil ocultista, tipo Martin Hel. En la primera aparece un guerrero inmortal, que busca infructuosamente la muerte. En la segunda el sumerio se mete en un templo prohibido donde los esqueletos cobran vida y pasan todo tipo de cosas inexplicables. Y finalmente en La Puerta los guionistas narran una especie de thriller psicológico en el que una violencia sobrenatural enloquece a los personajes. O no, es ese episodio de las tres páginas llenas de cuadritos ínfimos que explotan de texto, así que en un punto fui expulsado de la lectura y por ahí hay otra explicación para lo que sucede, en alguna de las viñetas a las que no pude entrar.
A todo esto, en estas siete entregas no se menciona nada de la misión original de Nippur, ni a su Lagash natal, ni a ninguno de los personajes aparecidos en las historias anteriores. Son simplemente aventuras autoconclusivas que aparecieron en este orden como podrían haber aparecido en cualquier otro. No horribles ni infumables, pero sí bastante intrascendentes. Ojalá en el próximo tomo me encuentre con mejores guiones.
Nada más, por hoy. Cerramos otro mes de reseñas y nos reencontramos pronto, acá en el blog.
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domingo, 27 de septiembre de 2020
MULTIPLE WARHEADS Vol.2
Hace unos cuantos años, el 06/01/15, yo cerraba la reseña del primer tomo de Multiple Warheads con la frase “No sé si hay un Vol.2 de esta serie, pero si salió, trataré de entrarle cuanto antes”. Me tomé mi tiempo, pero finalmente cayó en mis manos ese dichoso Vol.2
Y me gustó un poco menos que el Vol.1, porque ya no juega el factor sorpresa. Ya sabía con qué me iba a encontrar, ya sabía a qué juega este marciano llamado Brandon Graham, cuáles son las reglas que gobiernan el idiosincrático universo de Multiple Warheads. O sea que, al no estar entre desconcertado y fascinado por todos esos caprichos lewiscarrollescos del autor, me concentré más en la acción que Graham propone para Sexica y Nikoli (los protagonistas de la serie) y me encontré con lo mismo que la vez pasada, pero más rápido. Me choqué a más velocidad y más de frente con esta forma atípica que tiene Graham de plantear y desarrollar los conflictos y me convencí más de que, como historieta de aventuras, Multiple Warheads tiene más problemas que Medio Oriente. También me molestó menos, porque –de nuevo- ya sabía dónde me estaba metiendo.
El resto, va por los mismos carriles que el Vol.1: Sexica se embarca en una misión arriesgada junto a Bruno y Kitchen Sink (muchachos acostumbrados a negocios de dudosa profilaxis) mientras que Nikoli cae en la aventura medio de rebote, como consecuencia de sus ganas de explorar un poco más este mundo bizarro y lleno de sorpresas. La excusa para que al final todos los personajes confluyan en un mismo lugar no está ni remotamente buena, pero era eso o mandarlo a Nikoli muchas páginas al banco de suplentes. No hay una intención de Graham de potenciar el impacto dramático de los momentos más jodidos de la acción, ni de presentar las peripecias desde una mirada épica. Si el lector percibe lo que sucede como grandioso, es porque el dibujo, el despliegue gráfico que le pone Graham a algunas escenas puntuales, lo lleva para ese lado.
Casi todo lo que más me gustó en el Vol.1 también reaparece acá: faltan sólo los chistes subidos de tono (esos que giraban alrededor de la pija de lobo que Nikoli tiene implantada entre sus piernas), pero están los otros chistes, los juegos de palabras absurdos, los detalles microscópicos, ese clima alucinado en el que puede pasar cualquier cosa, esa especie de Unión Soviética distorsionada que sirve de decorado para las andanzas de los protagonistas, con todos esos lugares, criaturas, costumbres y objetos tremendamente bizarros… Por momentos parece una historieta de Moebius por la que desfilan personajes de Max Cachimba, tipo esas teteras con pies y ojos que le gusta dibujar al ídolo rosarino. A ese nivel de deformidad mental está Brandon Graham, y de esos desbordes de su imaginación se nutre a full Multiple Warheads.
El dibujo mantiene ese nivel descomunal del tomo anterior. La línea clara, expresiva, que todo el tiempo (sobre todo en fondos y paisajes) me remitió a Moebius, la onda psicodélica (que por momentos nos lleva al underground yanki de fines de los ´60), las formas redondeadas, la paleta de colores perfectamente acompasada al relato, muchos logros en los rostros de los personajes (que es donde menos influencias se le ven a Graham), todo realmente muy lindo, muy bien dibujado. La narrativa también ofrece un menú muy amplio, con muchas decisiones locas a la hora de armar las secuencias y mostrar desde paisajes majestuosos hasta chistes que se desarrollan en las márgenes de las viñetas, apretaditos, como los que metía Sergio Aragonés en las páginas de MAD. La idea de tratar a los globos de diálogo como elementos físicos, con los que los personajes pueden interactuar y convertir en distintas cosas, sin duda es la más arriesgada de las muchas ideas excelentes que despliega Graham en estas páginas.
O sea que si le entraste al Vol.1 y te gustó, no tengo dudas de que el Vol.2 también te va a gustar. Si el Vol.1 no te gustó, o te pareció “meh”, ni te gastes. Este es un comic extraño, pensado para seducir a algunos y dejar medio en pelotas a otros, sobre todo por esto de la forma que tiene el autor de plasmar la faceta aventurera de sus relatos. En todo lo demás (el world-building, el desarrollo de personajes, los diálogos, los dibujos, etc.) me parece que Multiple Warheads sigue siendo una opción realmente convincente, original y cautivante.
Nada más, por hoy. Estoy leyendo un tomito de Nippur que espero terminar y reseñar pronto, acá en el blog.
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jueves, 24 de septiembre de 2020
AL DESPERTAR
Krysthopher Woods es el estrafalario pseudónimo de un dibujante argentino, con sede en el conurbano bonaerense, a quien yo no conocía hasta hoy. Me sedujo rápidamente, con la portada de este librito, que me convenció de inmediato de que adentro me iba a encontrar con un buen clon de Liniers. Adentro me encontré con otra cosa: tanto el color (exquisito) como esas texturitas linierescas aparecen sólo en la portada, y en las páginas interiores Woods propone otra estética, una línea clara, muy sintética, en un punto similar a la de la uruguaya Maco, pero con tonalidades de gris muy bien aplicadas. Ojo: me gustan más Maco y Liniers que Woods, pero por tratarse de una ópera prima, esto está muy bien, se nota que hay una senda trazada y que el autor se esfuerza por ir mejorando a medida que la recorre.
Al Despertar combina viñetas humorísticas con breves historietas de dos o cuatro viñetas. A veces el humor es más reflexivo, otras veces se nota más la búsqueda de la complicidad del lector en alguna observación de la vida cotidiana y no muy frecuentemente, aparecen chistes en el sentido más clásico, de esos que te hacen reir. Es un buen equilibrio, que le permite a Woods no estar todo el tiempo jugado a provocar la risa del lector, sino que además lo puede ir “haciendo amigo” de los personajes, sumándolo a esta acogedora intimidad que comparten la protagonista y su gato. Al Despertar es una especie de Lado B de Genio y Figura, la tira de Max Aguirre que aparece todos los días en La Nación, también protagonizada por un dibujante y su gata, que dialogan, reflexionan o deliran sobre distintos temas casi siempre puertas adentro. Acá el gato es macho y la humana es hembra, una dibujante gay cuyo nombre desconocemos, bastante insegura en su faceta laboral y tirando a desastrosa en sus vínculos sentimentales.
El principal logro de Woods es que en pocas viñetas nos convence de que es lo más normal del mundo que una persona y su mascota charlen como uno charla habitualmente con amigos o hermanos, con gastes, consejos, momentos más tiernos y momentos más guarros. El rol más raro es (obviamente) el de Michi, que a veces actúa como gato (ronronea, hincha las bolas para que le den de comer, hace caca en las piedritas, etc.) y a veces como ser humano que sube historias a Instagram, ceba mate, lee libros o se preocupa por las finanzas de su dueña. En ese péndulo está lo más atractivo de Al Despertar, lo que la despega bastante de otras historietas costumbristas de “dueño y mascota”. En algún punto, Woods se da cuenta de que puede necesitar abrir un poco la tira para no asfixiar al lector con tanto enrosque entre sólo dos personajes, y hace aparecer a algún gato amigo de Michi o a alguna noviecita de su dueña, pero los mantiene lejos de los roles protagónicos. De hecho, casi no les habilita líneas de diálogo.
No me quiero extender mucho en el texto porque –como se podrá apreciar- algo pasó con la interfaz de Blogger y ahora lo que uno escribe en distintos párrafos, aparece todo junto, sin separación, como si fuera un bloque monolítico de texto que –lógicamente- se hace mucho más engorroso a la hora de la lectura. De hecho, cualquiera que haya llegado hasta acá es mi ídolo. Yo no me banco esta cantidad de frases sin un punto aparte, ni en pedo.
Me falta sólo recomendar Al Despertar a los fans del humor gráfico tranqui, intimista, sin estridencias, con mucho espacio para la reflexión, con una mirada de jóvenes del Siglo XXI acerca de los vínculos y la vida cotidiana. No es la recontra-gema del infinito, no te desarmás de la risa, el dibujo está lejos todavía de la gloria, pero tiene encanto, buenas ideas, buenos diálogos y un montón de detalles con los que te vas a sentir identificado, o reconfortado. Muy buen primer paso en la trayectoria de un nuevo referente del humor gráfico al que conviene seguir de cerca.
Ahora sí, nada más. Gracias por tanto, perdón por tan poco y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.
lunes, 21 de septiembre de 2020
THE CHRONICLES OF KULL Vol.1
Sí, ya sé, con Nippur tengo cubierta la dosis de muchachones musculosos con escasa vestimenta que se cagan a espadazos. Pero bueno, este es el último libro que me queda sin leer de los muchos que me compré hace casi tres años en EEUU, y no lo quiero postergar más, pobre.
En la época en que tuvo los derechos para publicar el material de Conan, Dark Horse se jugó también por reeditar Kull the Conqueror, otra serie basada en relatos de Robert E. Howard que produjo Marvel a principios de los ´70 (y según me dicen, una de las poquísimas historietas de Marvel que nunca fue publicada en España, donde La Casa de las Ideas es religión hace décadas). Siempre digo que Conan me interesa poco y nada, y que son pocos los autores capaces de hacerme comprar un comic de Conan. A partir de hoy lo mismo se aplica a Kull, pero hace tres años este tomo me llamó la atención porque estaba muy barato, porque no había leído nada de este personaje y porque tiene unos dibujantes del mega-carajo.
El tomo arranca con una historia corta dibujada por Berni Wrightson en un nivel sublime, aunque masacrado por un colorista que merece morir en cana. Después tenemos un episodio más extenso dibujado por Ross Andru en un gran nivel, con unas tintas gloriosas del incomparable Wally Wood. Y todo el resto del tomo, casi 200 páginas más, están a cargo de los hermanos Severin. Marie se ocupa del plantado, del armado de las secuencias, y John le pone al dibujo de personajes y fondos esa elegancia, esa solidez, esa impronta tan pulida. John Severin es un dibujante que está en las antípodas del típico dibujante de Marvel de los ´70, cuando todos seguían (hasta donde les daba el talento) la huella de Jack Kirby. Un tipo de un talento descomunal, un ilustre continuador de la línea más clásica, más académica, más de Harold Foster y Alex Raymond. O sea que visualmente, Kull te ofrecía algo que ningún otro comic de Marvel de esa época te podía ofrecer. Y sí, a los hermanos Severin también los hacen mierda los coloristas, pero un poco menos, y sobre todo en los últimos episodios que incluye este tomo. Por supuesto que esto mismo publicado en blanco y negro se vería muchísimo, pero MUCHISIMO mejor.
En materia de guiones, la verdad que esperaba un poco más. No mucho, porque –como ya dije- en general la ficción tal como la entendía Robert E. Howard no me llega ni me identifica. Pero por ahí Roy Thomas, o Gerry Conway (que toma las riendas de la serie cuando Thomas es ascendido a Jefe de Coordinadores) se jugaban con algo distinto, más loco, más impredecible. No pudo ser. Se queda todo en la machaca con monstruos y villanos con poderes fantásticos, apenas sazonada con un poquito de intriga palaciega. No hay desarrollo de personajes, los secundarios tienen poquísimo relieve, las mujeres son adornos, los villanos son chatos, Kull le gana a amenazas infinitamente poderosas de modos imposibles… Nada para destacar, realmente. El último episodio creo que fue el que más me gustó. Es largo y violento al pedo, pero sobre el final aparece esa humanidad casi oesterheldiana que Robin Wood le puso a las mejores aventuras de Nippur.
El resto, sólo tiene sentido para maravillarse con los dibujos. Ah, y otra cosa loquísima: en todos estos combates tremendos, donde se cagan a espadazos, hachazos, flechazos y cuchillazos… ¡no se ve sangre! El único monstruo que sangra es uno al que Kull destroza bajo el agua, y ahí sí, el colorista tiñe de un color magentoso la escena subacuática. Pero todo el resto de las matanzas (que son muchísimas) son limpitas. Se matan todos contra todos sin salpicar una gota de sangre, que aparece sólo en el filo de la espada de Kull cuando ya terminó de combatir. Otra cosa que me sorprendió es ver a Thulsa Doom como enemigo recurrente Kull. Para mí, que soy un ignorante en materia de la mitología de Howard, Thulsa Doom era un enemigo de Conan; de hecho es el malo de la peli de los ´80, con Arnold Schwarzenegger, que recuerdo haber visto en el cine hace mil años. Ahora me entero que no, que Thulsa Doom siempre fue enemigo de Kull y recién en 1991 Roy Thomas lo hizo aparecer en la Era Hyboriana como antagonista de Conan. ¿Por qué eligieron como villano para la peli de Conan a un enemigo de Kull? No se me ocurre ninguna respuesta coherente.
Bueno, todos los días se aprende algo nuevo. Y cada tanto, una lectura como esta me recuerda por qué no soy fan del género de espada y brujería en su vertiente “bárbaros pasados de testosterona que vociferan los nombres de sus dioses mientras reparten espadazos”. Kull the Conqueror tiene el atractivo irresistible de los dibujos de los hermanos Severin, pero si algún día veo baratas las revistitas, me compro dos o tres y hago guita el TPB. No necesito toooodas estas páginas de aventuras poco consistentes para disfrutar de la magia de Marie y John. Y si sale un tomo en blanco y negro con este material, obviamente me vuelven a seducir.
Hasta acá llegamos, por hoy. Pasen una primavera recontra comiquera y vuelvan pronto por acá, que en unos días habrá nuevas reseñas.
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viernes, 18 de septiembre de 2020
POLAR: LA CAIDA DEL KAISER
Hoy me toca reseñar el tomo final de esta maravillosa serie de Víctor Santos, que vendría a ser la quinta aventura y el Vol.4, porque hay un Vol.0, que es la historieta que vimos el 10/02/12. La Caída del Kaiser viene después de Ojo por Ojo (la vimos el 25/07/18) y está planteada como el final de la saga del Black Kaiser por motivos que no pienso spoilear. Al igual que las tres aventuras anteriores, esta fue pensada por Víctor Santos para ser serializada en un sitio web, por eso está editada en formato apaisado.
También como las entregas anteriores, Santos trabaja toda la novela en blanco, negro, grises y rojos, a veces plenos, a veces con tramas mecánicas y a veces sin la línea negra para definir los contornos. Si seguís hace un tiempo este blog, sabés que yo soy MUY fan de los autores que se van al carajo con el manejo del claroscuro extremo, y claramente Santos es uno de esos. Acá hay verdaderas animaladas visuales, en las que el valenciano tira contrastes absolutos y composiciones jugadísimas a los efectos de impactarnos con su técnica visceral y fascinante. Esta vez suma el truquito (perfectamente integrado a su grafismo) de la trama mecánica, que se ve intencionalmente antigua, se nota que Santos busca reproducir el efecto que los dibujantes de los ´80 lograban con el letraset. Con las tramas de puntos digitales, Santos incorpora también algunos degradés, para compensar las áreas blancas que le quedan en algunas viñetas y crear la ilusión de que hay fondos que en realidad no están. Y además hay fondos realmente exquisitos, puestos con criterio y elegancia para apuntalar la que quizás sea la más realista de las historias de Black Kaiser. Como siempre, el estilo extremo de Santos tiene resabios del Frank Miller de Sin City, pero también hay cosas de Rafael Grampá, de Darwyn Cooke, de Paul Grist, de Matt Wagner, algún detalle que me hizo acordar a Eduardo Risso… Me queda claro que a Santos le gustan los autores que, además, de hacer magia con el claroscuro, la rompen en la narrativa. Y eso es lo más alucinante que tiene La Caída del Kaiser. La forma en que Santos piensa y vuelca en la página el relato gráfico, el armado de las secuencias para generar ritmo, suspenso, climas, y obviamente para shockear al lector en esos momentos en los que la trama explota en un pandemonium vertigionoso que salpica violencia y muerte.
¿Por qué La Caída del Kaiser me pareció incluso mejor que Ojo por Ojo? Primero porque tiene diálogos. Bastantes más que otras obras de Santos. El Kaiser es un personaje naturalmente parco, de pocas palabras, pero en esta historia la interacción con los personajes secundarios lo lleva a hablar un poco más, y en esas escenas que se apoyan en los diálogos, el autor nos regala muy buenos momentos. Y después, me pegó fuerte La Caída… porque es una historia crepuscular, en la que el protagonista ya no es el guacho-winner que resuelve todo sin despeinarse, sino un viejo bastante baqueteado que vive en Miami y que está alejado de la vida de chumbos, espionaje y misiones suicidas. La aventura y la violencia lo van a venir a buscar a su casa y el Kaiser va a tener que dejar todo en la cancha, esforzarse al límite de lo que su anciano cuerpo le permite, para llegar vivo al final de la obra. Y para ese final, Santos nos reserva una sorpresa más, un giro final sumamente emotivo, tenso, potente, casi poético.
La Caída del Kaiser es mucho más que un comic de machaca, tiros y sangre. No es el enésimo remedo de Kill Bill o de Sin City. Es un thriller de alto impacto y de altísimo vuelo, que te hipnotiza en la primera viñeta y te suelta recién en la última, para dejarte en un estado de conmoción que pocas historietas logran producir en los lectores muy curtidos. Lo malo: dudo mucho que Santos nos cuente nuevas aventuras de este personaje. Lo bueno: Black Kaiser se despide muy arriba, con la mejor de sus historias y con un pico en la notable carrera artística de este autor prolífico y en constante evolución que es Víctor Santos. Si no te causan rechazo la sangre, los tiroteos donde vuelan cachos de cráneo y las luchas de gente que se atraviesa con cuchillos, katanas y destornilladores, acá vas a encontrar un comic realmente maravilloso, del que dificilmente te puedas olvidar una vez que llegás al final.
Nada más por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
martes, 15 de septiembre de 2020
GUTS
Esta novela gráfica fue la historieta en lengua inglesa más vendida en 2019, ganó el Premio Eisner a Mejor Historieta para Chicos de ese año, y su autora fue galardonada como Mejor Historietista, también de 2019, por su labor en esta obra. Por si faltara algo, se editó recientemente en nuestro país (con el título de "Coraje") y también está vendiendo muy, pero muy bien.
Es una historia acerca de cómo los miedos e inseguridades se pueden somatizar y afectarte a nivel físico, protagonizada por la propia autora, Raina Telgemeier, cuando tenía 10 u 11 años. Como en casi todas las obras de Raina, buena parte de lo que sucede tiene que ver con la salud (mental o corporal) y para eso la autora suele contar con el asesoramiento de profesionales, médicos y psicólogos, para no mandar fruta y que los padres que compran estas historietas para sus hijos encuentren un andamiaje sólido para sostener la historia que cuenta Raina y la línea que baja. Eso está muy cuidado: los vómitos y las diarreas no están ahí para causar gracia, ni para impactar, sino que todo tiene un sentido en el marco del aprendizaje de la joven protagonista, que busca dominar sus ataques de miedo y angustia.
Me imagino que para una nena de 10 años esto debe ser muy lindo, muy emotivo, se deben sentir muy identificadas con lo que cuenta Raina, que es todo muy real y a la vez muy accesible. Yo esperaba un poco más del argumento, para ser honestos. Hace un par de años me tocó leer Ghosts (ver reseña del 04/11/18) y ahí me encontré, además del slice of life y la mirada muy real y muy emotiva a la vida de una chica con una enfermedad muy jodida, una historia con elementos fantásticos presentados de manera muy atractiva, más allá de que estuviera apuntada al público infantil y uno ya tenga edad como para ser abuelo. Guts, en cambio, vuelve a la onda de las primeras novelas gráficas de Telgemeier, en las que no había elementos fantásticos y todos los conflictos pasaban por los vínculos entre personas reales, en general adolescentes. Para mi gusto, Ghosts era un upgrade respecto de esa fórmula, porque introducía con éxito el elemento fantástico. Desde ese punto de vista (sesgado, por supuesto), Guts es un pasito para atrás y quizás por eso me dejó gusto a poco.
Incluso en el apartado gráfico, Raina no repite esas proezas que hacía en Ghosts cuando te clavaba en el ángulo esas splash pages fascinantes, con unos paisajes increíbles. La ambientación de Guts es más ordinaria, no está esa invitación a vivir como algo mágico o estimulante el entorno en el que se mueven los personajes, sino más bien lo contrario: el paisaje suburbano (y hogareño) es frío, desangelado, y contribuye a esa sensación de chatura y -en algunos pasajes- de opresión. En el dibujo de fondos y personajes, Telgemeier vuelve a brillar en ese estilo sintético, claro, con esos detalles que le dan realismo a la imagen sin saturarla de información y con su excelente manejo de las expresiones corporales y faciales. Raina sigue en la senda de Bill Watterson, su principal referente, pero también muestra cositas de otros artistas como Stan Sakai, John Stanley, y hasta por momentos me hizo acordar mucho a Maco, la autora uruguaya, cuyas obras (supongo) Raina no leyó nunca en su vida. Como siempre, donde más se luce Telgemeier es en la narrativa, en ese flujo absolutamente natural y envolvente que tienen sus secuencias, ideal para enganchar a los lectores más chicos. A diferencia de la mayoría de los autores que hoy piensan al comic en términos de “novela gráfica”, Raina juega fuerte con el lenguaje icónico de la historieta: las onomatopeyas, los globos con distintas formas para expresar distintas formas de hablar (o pensar), e incluso diálogos y silencios traducidos a dibujos con gran jerarquía y con cero posibilidades de desorientar al lector no muy curtido en la lectura de historietas.
Repito, entonces, que si bien a mí no me llegó tanto como Ghosts, me doy cuenta de que Guts es un muy buen trabajo, con la fuerza y la sensibilidad adecuadas para que millones de chicos y chicas se sientan muy identificados, la pasen muy bien y tengan a su disposición nuevas herramientas para ganarle a sus miedos e inseguridades. No tengo dudas de que Raina Telgemeier se merece la corona de Best Seller (que comparte con Dav Pilkey, el otro monstruo de las novelas gráficas infantiles que tiene Estados Unidos) ni de que sus historietas son un excelente punto de entrada para sumarle nuevos lectores a nuestro medio favorito. Estamos hablando de una autora que, con 43 años, encontró no sólo un público gigantesco, sino también una voz única, un estilo perfectamente idóneo para contar estas historias chiquitas, casi íntimas, en las que se ven reflejados muchísimos aspectos de la vida cotidiana de los chicos y adolescentes. Eso solo ya constituye una hazaña. Si además dibujás tan bien como ella, el éxito comercial y el reconocimiento de la crítica son actos de justicia que no tiene sentido cuestionar.
Nada más, por hoy. Sigo leyendo el material que tengo pendiente, para que no falten reseñas acá en el blog.
sábado, 12 de septiembre de 2020
NIPPUR DE LAGASH Vol.23
Otro tomo del coleccionable de Nippur, esta vez con sólo seis historietas y con bastantes novedades en materia del elenco de autores. Vamos a ver con qué nos encontramos.
La primera historieta, con dibujos de Sergio Milko en blanco y negro, es bien de fórmula, bien inscripta en el “más de lo mismo”. Millones de viñetas por página, textos kilométricos y un argumento que no suma ni resta. En la segunda historia, Robin Wood trae de regreso a Aneleh y Oiram, para una aventura flojita, muy predecible, a la que le falta fuerza, a tal punto que Nippur podría tranquilamente no estar y la trama sería prácticamente la misma. Dibuja una vez más Mulko, de nuevo con pocas ganas, ahora masacrado por unos coloristas que merecen morir en un penal de máxima seguridad.
La tercera historia es rara: tarda en arrancar, pero una vez que lo hace se pone MUY buena. Acá Robin presenta una nueva locación, repleta de posibilidades para un montón de nuevas aventuras, y a todo un grupo de personajes secundarios con muchísimo potencial. Te imaginarás qué pasó con todo ese potencial: jamás nadie lo aprovechó. Acá pasan un montón de cosas que para el siguiente episodio (y todos los que vendrán después) no se vuelven a nombrar, como si nunca hubieran sucedido. Un disparate. Esta aventura tiene el atractivo de estar muy bien dibujada por Ricardo Villagrán, que regresa después de un paréntesis en el que su estilo se soltó un poco más de la referencia fotográfica y ganó en plasticidad y dinamismo. Las splash pages son alucinantes, ricas en detalles y con unas composiciones magníficas.Y el resto de la historieta está muy bien, no padece la pandemia de páginas con 12 ó 13 viñetas microscópicas. Una pena que la serie no haya continuado en esta línea.
El siguiente episodio tampoco tiene páginas llenas de cuadritos ínfimos en los que los textos sepultan a los dibujos, pero ya no está Ricardo Villagrán, sino su hermano Enrique, que firmaba como “Gómez Sierra”. Obviamente está muy lejos del nivel de Ricardo, aunque sin errores groseros. El guión de Wood, de nuevo muy predecible, sin ninguna sorpresa ni giros interesantes. Seguimos con “Gómez Sierra” también en la cuarta historia, que presenta otra novedad: Ricardo Ferrari (quien compartía estudio con los hermanos Villagrán) aparece como co-guionista. ¿Qué supongo yo que sucedió? Que Robin no llegaba a mandar guiones completos y le dictaba a Ferrari (sospecho que por teléfono) un argumento muy básico para que el hoy encumbrado profesor de zoología lo desarrollara y le diera forma de guion. La verdad que la primera colaboración entre estos dos grossos no arroja resultados demasiado convincentes, y el dibujo tampoco ayuda.
Y en la sexta y última historia, también tenemos una novedad: el guion de Ferrari y Wood no lo dibuja ninguno de los hermanos Villagrán, sino un adolescente que los asistía en el estudio. Un pibe muy jovencito destinado a ser un capo: nada menos que Jorge Zaffino, en su debut como profesional que firmaba con su nombre. No es un gran debut, porque Zaffino tiene muchos problemas con la narrativa, arma las secuencias de un modo medio confuso, repite mucho algunos enfoques y dibuja tratando de imitar al Ricardo Villagrán de principios de los ´70, lo cual consigue sólo parcialmente. La historieta está en blanco y negro, y no, acá no se ve ninguna de las técnicas con las que Zaffino se va a convertir (años más tarde) en un monstruo sagrado del blanco y negro. La trama no es tan obvia como otras, pero tampoco es nada del otro mundo. Una vez más, hay que conformarse con la altísima calidad de la prosa que aparece en los bloques de texto, porque desarrollo de personajes, subtextos interesantes o construcción de plots a futuro sigue sin haber.
Muchas novedades en apenas seis historietas, pero sin un correlato real a nivel artístico. Veremos con qué me encuentro en el siguiente tomo. Mientras tanto, a seguir atentos, que en cualquier momento nos reencontramos con nuevas reseñas, acá en el blog. Gracias totales.
miércoles, 9 de septiembre de 2020
SOLANIN
Me compré este manga en 2009, cuando se editó en EEUU, sin saber con qué me iba a encontrar, ni tener la menor idea de quién era Inio Asano. No había muchas referencias en ese momento, porque no tenía otros mangas publicados fuera de Japón. Pero algo me interesó como para timbearle los mangos que valía la edición de Viz. Lo leí ni bien me llegó y el resultado está a la vista: llevo once años predicando la palabra de Asano, comprando todas las obras que le publican en Occidente y recomendándolo a full a los lectores que quieren leer otro tipo de manga. Hace un par de años dejé de hinchar las bolas para que se empezara a publicar en Argentina, porque felizmente alguien en Ivrea se enamoró como me enamoré yo de las obras de este monstruo, y empezaron a salir ediciones nacionales de las obras del ídolo con bastante regularidad. Cuando se anunció la edición de Solanin con extras que en 2009 no existían, no dudé en hacer guita el libro de Viz y comprarme el de Ivrea. Y con la excusa de tener en la mano una nueva edición y algunos contenidos que nunca había visto, me lancé a releer este clásico contemporáneo que tan feliz me había hecho años atrás.
Sí, no tengo problema en admitirlo: ese nivel de dibujo que en 2009 me había impactado y parecido glorioso, hoy lo comparo con los trabajos más recientes de Asano y me resulta bastante precario. Comparado con comics de otra gente, sigue siendo genial, pero los saltos que pegó este autor de Solanin para acá son tantos y tan brutales, que hoy a nivel gráfico esta obra quedó muy atrás de las más actuales. La brecha se nota grosso en este capítulo extra que incluye la edición argentina, donde vemos dibujos de Asano unos 10 años posteriores a los del grueso del tomo, y ahí está todo dicho. El libro te permite ver esa evolución tremenda con sólo pasar de una página a la siguiente. Te imaginás como se vería todo este librazo dibujado así, con la calidad del Asano más actual, y lo empapás todo con baba.
El guion me volvió a parecer excelente, pero esta vez me quedó más claro que antes que Asano empezó el manga sin saber cómo iba a terminar. La historia fluye de modo muy natural, muy parecido a como pasan las cosas en el mundo real, y todo me hace sospechar que no había un plan muy definido, sino que el autor dejó que los personajes se desarrollaran e impulsaran la trama hacia adelante sin demasiado rigor, sin demasiado cálculo. Digo yo, eh? No se me ocurren motivos para darle al personaje de Taneda el protagonismo que le da Asano en la primera mitad de la obra, si ya estaba decidido lo que le va a pasar a Taneda y cuál va a ser su función en el argumento durante la segunda mitad. De todos modos, esto queda opacado por el desarrollo de Meiko, sin dudas el personaje principal, al que Asano le asigna el rol de llevar adelante el grueso de la trama, de ponerse al hombro la historia y de convertir a sus sentimientos en el eje sobre el cual van a girar casi todas las situaciones que tendrán lugar en Solanin.
Y de nuevo lo que más me gustó fue la onda, la forma en que Asano recorre el fértil terreno del costumbrismo. Este es un manga que saca materias primas para construir su relato de cosas tan palpables, tan cotidianas como son los sueños de los jóvenes, sus inseguridades, sus pasiones, sus boludeces de todos los días, las cosas que dejan atrás cuando (sienten que) maduran, las reglas impuestas por la sociedad que aceptan, las que se pasan por el orto… En 2009 yo nunca había leído un manga así, quizás por eso este me llegó con tanta fuerza. Aún hoy, es difícil igualar a Solanin en este rubro, el del abordaje del slice of life sin caer en lo autorreferencial, ni en el drama por el drama mismo, ni en el grotesco, ni en el panfleto con pretensiones.
Aprovecho que ahora hay edición nacional fácil de encontrar para volver a recomendar enfáticamente Solanin. Mangas como este le hacen mucho bien a la industria, generan mejores lectores y mejores personas.
Nada más, por hoy. Aguante Inio Asano y la seguimos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
domingo, 6 de septiembre de 2020
CRIST… ICA DE LA RAZON PURA
Ya me falta un tomito menos para tener todos los que me interesan de la mítica colección de Grandes Humoristas Argentinos publicada por Hyspamérica a fines de los ´80. El último que logré sumar a mi biblioteca es el de Crist, un libro que tarda en arrancar (el primer chiste aparece recién en la página 13) y que termina con SEIS páginas en blanco, como si el autor no tuviera más material digno de ser recopilado en libro. Por suerte en el medio hay 140 páginas de las cuales casi todas tienen chistes, y algunas tienen varios. Después discutimos si está bueno que aparezcan chistes de 35 tamaños distintos, algunos recontra-ampliados y otros reducidos a su mínima expresión. Pero me gusta que el material esté elegido con un criterio amplio: hay muchos gag panels de los que Crist realiza aún hoy para la contratapa de Clarín, mezclados con un montón de otros chistes que aparecían en revistas como Hum® u Hortensia, entre otras revistas. La producción de Crist que se ve reflejada en este libro es (a ojo de buen cubero) la de fines de los ´70 y el período 1980-87, una época en la que el maestro cordobés también incursionó en el campo de las historietas, que por suerte ya tengo en el libro reseñado el 27/01/14.
Varias cosas me llamaron la atención: Primero, que se eligieran para la recopilación unos cuantos chistes muy vinculados a la coyuntura de su momento, en los que Crist hacía humor con Ronald Reagan, Mikhail Gorbachev, o con películas que se estrenaron hace 35 años y hoy poca gente recuerda. Segundo, que la inmensa mayoría de los chistes no requieren del dibujo para lograr el efecto cómico que busca Crist. Los hay más graciosos y menos graciosos, pero lo más loco es que el humor que predomina es el que los humoristas gráficos llaman “humor radial”, es decir, chistes que podrían ser leídos por radio, sin la más mínima apoyatura de la imagen, sin perder su comicidad. Realmente son muy pocos los chistes en los que la gracia surge de la contraposición o de de la dinámica que se establece entre el texto y el dibujo. Esperaba que hubieran muchos más.
En cuanto al nivel de comicidad, encontré pocos chistes que me hicieran reir fuerte. La mayoría son (como es la norma dentro del “humor radial”) juegos de palabras ingeniosos, puestos en función de reflexiones, de ideas que postula Crist, desde una mirada en general bastante pesimista, de la vida, de la política, de la economía, de la sociedad, del progreso científico, etc.. Hay mucha filosofía en estos diálogos amañados, enroscados para arrancarle una sonrisa al lector. Evidentemente detrás del humorista hay un tipo preocupado, pensante, observador. No infalible, porque también tiene chistes que no son muy eficaces y otros que hoy serían impublicables, como el que dice “Yo creo que el animal transmisor del SIDA debe ser la Pantera Rosa”. Pero en su mayoría, las reflexiones de Crist van para el lado del deterioro económico, de la hipocresía de los políticos, de la ambiciones imperialistas de las grandes potencias, del choque entre culturas, de la alienación que padecen los artistas… Todos temas bastante más complejos que los clásicos chistes que aparecen en cualquier página de humor de cualquier diario.
Y dejo para el final lo más lindo, lo más brutal, lo más fascinante, que es el dibujo de Crist. Acá lo vemos experimentar con no menos de seis técnicas distintas, modificar totalmente su trazo, refinar el rotulado a niveles imposibles… La evolución nos la tenemos que imaginar, porque los chistes no están publicados en el orden en que fueron dibujados, sino que en una misma página conviven viñetas de épocas distintas, que parecen dibujadas por distintas personas. Así, conviven codo a codo trabajos de un Crist más genérico, más pegado a la estética típica del humor gráfico argentino de los ´70, con material en el que el cordobés ya se caga en todo y despliega rasgos estilísticos absolutamente propios, de esos que nadie puede reproducir sin convertirse en “un clon choto de Crist”. En todos los estilos, con todas las técnicas, tanto cuando juega al minimalismo como cuando sobrecarga las imágenes con detalles o texturas microscópicas, Crist impacta con su dominio del grafismo, su expresividad, su soltura y su inmensa libertad para hacer lo que se le cantara, sin ninguna restricción. Hace ya unos cuantos años que en la contratapa de Clarín los chistes de Crist aparecen coloreados, pero toda esta extensa etapa de blanco y negro (que se aprecia también en el hermoso librito La Tintaesencia de Crist, publicado en 1993 por Ediciones de la Flor) es asombrosa, por los riesgos y sobre todo por los logros que exhibe el autor. Aunque desaparecieran todos los textos de este libro (y junto con ellos, el 99% de los chistes) re da para tenerlo sólo para disfrutar de los dibujos, que son brillantes.
Nada más por hoy. A seguir leyendo historietas, y atenti que en cualquier momento nos reencontramos con nuevas reseñas acá en el blog.
jueves, 3 de septiembre de 2020
THE WRETCH Vol.1
¡Volvieron los superhéroes! Bue, más o menos… The Wretch (el desgraciado, sería en castellano) es un personaje con poderes que pelea del lado de la gente necesitada. Pongámosle que –por la magnitud de las amenazas a las que enfrenta- se lo puede considerar un superhéroe. Es un bicho raro, de todos modos. No habla, no tiene rasgos faciales y sólo se expresa con los ojos. No sabemos cuáles son sus poderes, ni su origen, ni qué hace cuando no está en acción contra monstruos y amenazas varias. Estamos hablando de un personaje bastante atípico, pensado sobre todo para que su creador narre más o menos lo que se le da la gana. Y además estamos hablando de una obra personal, arriesgada y fascinante del maestro Phil Hester, un historietista descomunal, que en esta época (año 1997) estaba en un momento fenomenal.
Las seis historietas que componen el tomo tienen guiones de calidad bastante disímiles, pero no hay ninguno definitivamente horrendo. Los más flojitos (los dos primeros) se la bancan con decoro, y de ahí en más, Hester pega saltos muy notables en su eficacia como guionista, apoyado sobre todo en sus virtudes como narrador. El último episodio, donde el autor se dedica sobre todo a homenajear a Jack Kirby, no está a la altura de los tres mejores, pero también es atractivo. Y probablemente el mejor de los seis sea el quinto, donde Hester juega a meterse en la cabeza de cinco adolescentes de escuela secundaria y pela momentos dignos de un guionista grosso, con 20 años de trayectoria a sus espaldas. Posta, si me decís que esas 23 páginas las escribió Neil Gaiman, o Grant Morrison, te lo re-creo.
La del tributo a Kirby también desentona por el lado de la grandilocuencia. Hester estaba desarrollando a The Wretch como un héroe de barrio, que se ocupaba de amenazas no mundanas, pero sí munícipes, circunscriptas a la calle y la gente común, por debjao del radar de la policía y los medios de comunicación. Por ese lado venían in crescendo los hallazgos del autor, por ahí se venía edificando la leyenda de este personaje al que –por motivos que no logro descifrar- hoy poca gente conoce o recuerda. También esa última historia es la única que no tiene un subtexto social, un mensaje sutil acerca de temas referidos a la desigualdad entre ricos y pobres, o a la discriminación en sus distintas (y funestas) formas. En las cinco anteriores, Hester se las rebusca para bajar línea de modo para nada estridente pero sí disfrutable.
Y si hablamos de disfrutar, lo que seguramente hará que quieras comprar este libro y que lo disfrutes como lo disfruté yo, va a ser el dibujo. Más allá de su devastador talento como narrador, más allá de los logros que le vimos en varios de los guiones de este tomo (e incluso en el que reseñamos aquel lejano 07/11/10, que contenía historias más antiguas), el ancho de espadas de este autor es el alucinante impacto que produce su dibujo. Fuera de la mímica de Kirby (que le sale perfecto), Hester tiene un estilo perfectamente definido, basado en un manejo espectacular del claroscuro. Masas negras, espacios blancos y chau, no hace falta nada más para que la magia de Hester brille en la página con todo su esplendor. Tener como protagonista a un personaje que no habla le sirve al autor para prodigarse en secuencias mudas, también de altísimo impacto, donde se lucen como nunca los cambios de enfoque, la planificación del relato gráfico y la fuerza de ese trazo generalmente bien grueso, bastante a contramano de lo que estaba de moda en el mainstream yanki de fines de los ´90.
Me dieron ganas de buscar y releer las revistitas con el material anterior de The Wretch, de cuando la publicaba Caliber y Hester le metía muchos más detalles al diseño del personaje. Esto, en cambio, es un recopilatorio de la serie que publicaba Slave Labor, y tengo entendido que en total son tres TPBs. Ojalá algún día consiga baratos los otros dos.
Nada más, por hoy. Mañana es 4 de Septiembre, Día de la Historieta, y no puedo menos que desearles que lo pasen muy bien, rodeados de infinitas viñetas. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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