Hoy de nuevo estoy con poco tiempo, así que me viene bien reseñar un libro que me da poco margen para explayarme, porque sigue a grandes rasgos los lineamientos que ya vimos la semana pasada, cuando me tocó reseñar el Vol.1.
Ni me caliento en hablar del dibujo, porque va por el mismo cauce que la vez pasada: Roger Langridge se aguanta las ganas de llenar todo con tramitas y texturitas, para darle espacio al colorista (Matthew Wilson), que lo complementa muy bien. El resto, la solvencia pasmosa de siempre, marca de fábrica del genio neozelandés.
El guión avanza hacia su resolución a paso firme y cada vez se ve más clara la posibilidad de que un personaje misérrimo y ventajero al mango como W.J. Walrus encuentre en el heroismo el camino hacia la redención. Una vez más, la aventura se puebla de chistes muy efectivos, y de apariciones en roles menores de otras criaturas tomadas libremente de los relatos de Lewis Carroll: el gato de Cheshire, el ciempiés, el sombrerero loco, Humpty Dumpty... un montón. El único personaje que no me termina de entusiasmar, que me parece que tiene que estar, pero que a la larga aporta muy poco, es Gryphon, el sicario enviado por los villanos para traer de vuelta al palacio a los hijitos del Rey. Gryphon fracasa en sus misiones de un modo patético, al estilo de los villanos de los dibujos animados, que intentan mil veces y mil veces pierden, y la verdad es que llega un punto en que no se justifica interrumpir la historia de la morsa, el carpintero y los herederos al trono para mostrarnos el enésimo plan de un antagonista que ya no mete miedo ni por error. Pero bueno, los tropiezos de Gryphon están plasmados por Langridge en un tono bastante cómico, y esta es una historieta pensada para enganchar también a los chicos, así que quizás no esté tan mal.
Banco a full a Snarked!, porque es una aventura entretenida, atrapante, delirante y muy graciosa. Me queda por leer el último tomo, seguramente para la semana que viene.
sábado, 31 de mayo de 2014
viernes, 30 de mayo de 2014
30/ 05: TODO CLEMENTE Vol.1-4
Esta es una colección de 17 tomitos que editó Clarín a principios de 2013, unos meses después de la muerte de Caloi. Yo conseguí 16 de los 17 tomitos (en una mesa de saldos de la calle Corrientes) y no me da para reseñarlos uno por uno, así que los voy a agrupar en cuatro tandas de cuatro.
Obviamente, la primera tanda gana por afano. En estos cuatro libritos hay unas 570 tiras elegidas entre la producción de 1973 y 1977. Es decir que está prácticamente cubierta TODA la Edad de Oro de Clemente. De todos los personajes importantes de la tira el único que no aparece es la Mulatona (que vendrá más adelante) y el resto, ya esta todo acá: Bartolo, Mimí, Jacinto, personajes ocasionales como Farsán y las hormiguitis, las aventuras a bordo del tranvía, el encuentro de hinchadas en el Clem´s Clú, la batalla de los papelitos... En menos de cinco años, Caloi armó de la nada una tira y la pobló con un mundo totalmente propio, repleto de criaturas e ideas fascinantes. Más adelante, la realidad argentina le ganaría terreno a esta realidad paralela, a este mundo ilógico, surrealista, muchas veces poético, que plasma Caloi. Y así será como la tira perderá su magia y se convertirá en una más, quizás más cerca de la gente, pero lejos de la gloria. Por ahora, en esta primera etapa, la realidad de Clemente intersecta con la nuestra en un par de puntos: la pasión futbolera y el amor por Buenos Aires. Ambos temas están muy presentes en la tira, especialmente en la primera etapa, la que tiene a Bartolo en un rol destacado. Y Caloi los aborda desde una óptica muy novedosa, muy delirante, no son los típicos chistes costumbristas que salían en los ´50 en la Rico Tipo.
La tira y el personaje cambian muy rápido. Sobre el final del Vol.4, estamos frente a algo que se parece poco a lo que vimos al principio del Vol.1. Clemente monopoliza el protagonismo, cambia su fisonomía, deja de lado la gran mayoría de las faltas de ortografía, tiene novia, tiene un hijo... Obviamente a Caloi no se le pasaba por la cabeza que la tira podría durar casi 40 años; si no, hubiese hecho estos cambios a un ritmo mucho más lento. Dentro de todo, los volantazos no se sienten tan bruscos, porque desde el primer día la consigna de esta tira fue muy libre: estaba claro que podía pasar cualquier cosa y que el autor se proponía ir y venir por distintos tipos de humor, desde el juego de palabras obvio hasta un cierto clima nostálgico y tanguero, empapado de un surrealismo muy efectivo, y un lirismo de barrio muy atractivo. Caloi jugaba mucho con el meta-chiste, con la idea de que los personajes se saben protagonistas de una historieta, e incluso se metía con el tema de la espacialidad, de las viñetas yuxtapuestas, es decir, con la gramática misma del comic. Todo le servía al autor para abrir puertas hacia el humor y hacia ese sano “vale todo”, que me parece el rasgo más saliente de esta etapa.
En materia de dibujo, en estas tiras le he visto hacer a Caloi miles de cosas que nunca antes había visto en una tira diaria. Casi ninguna la volví a ver después. Acá teníamos fondos laburadísimos, angulaciones imposibles, variaciones en el grosor de la línea, climas e iluminaciones recontra-laburados, distintos grados de realismo (en un momento aparece una mano gigante, dibujada en estilo académico, perfecto), tramados, cross-hatchings, experimentos de estilo con homenajes a varios pintores y dibujantes, y sí, también tiras MUY minimalistas, sin fondos, sin variación de enfoques, en las que simplemente tenemos a Clemente realizando alguna pantomima con mucha plasticidad, pero sin indicios de ese virtuosismo con el que tantas veces nos asombró Caloi. Con el correr de los años, ese virtuosismo se exiliaría definitivamente de la tira, para encontrar asilo en las planchas dominicales que el autor realizaba para Clarín. Acá, todavía se veía todos los días la magia de un dibujante realmente superdotado.
En algún momento, Clemente dejó de ser un personaje de historieta para convertirse en un ícono popular. Paradójicamente, me parece que eso coincide con el momento en que la tira deja de maravillar y pasa a enrolarse en el “más de lo mismo”. La lectura de los tomitos posteriores me va a ayudar a reafirmar o a refutar eso que hasta ahora es apenas una sensación.
Obviamente, la primera tanda gana por afano. En estos cuatro libritos hay unas 570 tiras elegidas entre la producción de 1973 y 1977. Es decir que está prácticamente cubierta TODA la Edad de Oro de Clemente. De todos los personajes importantes de la tira el único que no aparece es la Mulatona (que vendrá más adelante) y el resto, ya esta todo acá: Bartolo, Mimí, Jacinto, personajes ocasionales como Farsán y las hormiguitis, las aventuras a bordo del tranvía, el encuentro de hinchadas en el Clem´s Clú, la batalla de los papelitos... En menos de cinco años, Caloi armó de la nada una tira y la pobló con un mundo totalmente propio, repleto de criaturas e ideas fascinantes. Más adelante, la realidad argentina le ganaría terreno a esta realidad paralela, a este mundo ilógico, surrealista, muchas veces poético, que plasma Caloi. Y así será como la tira perderá su magia y se convertirá en una más, quizás más cerca de la gente, pero lejos de la gloria. Por ahora, en esta primera etapa, la realidad de Clemente intersecta con la nuestra en un par de puntos: la pasión futbolera y el amor por Buenos Aires. Ambos temas están muy presentes en la tira, especialmente en la primera etapa, la que tiene a Bartolo en un rol destacado. Y Caloi los aborda desde una óptica muy novedosa, muy delirante, no son los típicos chistes costumbristas que salían en los ´50 en la Rico Tipo.
La tira y el personaje cambian muy rápido. Sobre el final del Vol.4, estamos frente a algo que se parece poco a lo que vimos al principio del Vol.1. Clemente monopoliza el protagonismo, cambia su fisonomía, deja de lado la gran mayoría de las faltas de ortografía, tiene novia, tiene un hijo... Obviamente a Caloi no se le pasaba por la cabeza que la tira podría durar casi 40 años; si no, hubiese hecho estos cambios a un ritmo mucho más lento. Dentro de todo, los volantazos no se sienten tan bruscos, porque desde el primer día la consigna de esta tira fue muy libre: estaba claro que podía pasar cualquier cosa y que el autor se proponía ir y venir por distintos tipos de humor, desde el juego de palabras obvio hasta un cierto clima nostálgico y tanguero, empapado de un surrealismo muy efectivo, y un lirismo de barrio muy atractivo. Caloi jugaba mucho con el meta-chiste, con la idea de que los personajes se saben protagonistas de una historieta, e incluso se metía con el tema de la espacialidad, de las viñetas yuxtapuestas, es decir, con la gramática misma del comic. Todo le servía al autor para abrir puertas hacia el humor y hacia ese sano “vale todo”, que me parece el rasgo más saliente de esta etapa.
En materia de dibujo, en estas tiras le he visto hacer a Caloi miles de cosas que nunca antes había visto en una tira diaria. Casi ninguna la volví a ver después. Acá teníamos fondos laburadísimos, angulaciones imposibles, variaciones en el grosor de la línea, climas e iluminaciones recontra-laburados, distintos grados de realismo (en un momento aparece una mano gigante, dibujada en estilo académico, perfecto), tramados, cross-hatchings, experimentos de estilo con homenajes a varios pintores y dibujantes, y sí, también tiras MUY minimalistas, sin fondos, sin variación de enfoques, en las que simplemente tenemos a Clemente realizando alguna pantomima con mucha plasticidad, pero sin indicios de ese virtuosismo con el que tantas veces nos asombró Caloi. Con el correr de los años, ese virtuosismo se exiliaría definitivamente de la tira, para encontrar asilo en las planchas dominicales que el autor realizaba para Clarín. Acá, todavía se veía todos los días la magia de un dibujante realmente superdotado.
En algún momento, Clemente dejó de ser un personaje de historieta para convertirse en un ícono popular. Paradójicamente, me parece que eso coincide con el momento en que la tira deja de maravillar y pasa a enrolarse en el “más de lo mismo”. La lectura de los tomitos posteriores me va a ayudar a reafirmar o a refutar eso que hasta ahora es apenas una sensación.
jueves, 29 de mayo de 2014
29/ 05: FANTASTIC FOUR Vol.1
Esta es la tercera vez en lo que va del blog que reseño un “Fantastic Four Vol.1”. Ya vimos toda la etapa de Mark Waid, toda la etapa de Jonathan Hickman, y ahora es el momento de ver qué hace Matt Fraction con el cuarteto más grosso de Marvel. Bah, en realidad con LOS cuartetos, porque el guionista relanza al mismo tiempo Fantastic Four y FF, dos grupos distintos, que vivirán aventuras en paralelo, unos en el espacio exterior jamás explorado y otros prácticamente acá nomás, en la Nueva York del Universo Marvel que tan familiar nos resulta. Este primer tomo compila los tres primeros números de ambas series y arranca con una historia cortita, muy linda, protagonizada por Ant-Man (Scott Lang) y tomada de la antología Marvel NOW! Point One.
Básicamente, en Fantastic Four vamos a ver lo siguiente: a Reed se le ocurre irse de viaje a explorar lugares nuevos del cosmos, junto a Sue, Ben, Johnny, Franklin y Valeria. El viaje va a durar un año, pero como pueden viajar por el tiempo, van a regresar a Nueva York cuatro minutos después de que se fueron. Por supuesto, algo va a salir mal y no van a regresar cuatro minutos después.
Para cuidar al edificio Baxter y a los chicos de la FF durante esos cuatro minutos, los titulares arman un grupo de cuatro suplentes. Sí, un nuevo grupo de Fantastic Four pensado para durar sólo cuatro minutos. Genialidades de Reed que conviene no cuestionar demasiado... Así se juntan Ant-Man, Medusa, She-Hulk y Darla, la novia de Johnny, a la que le ponen un traje de los que usaba Ben cuando perdió sus poderes, para convertirla en Miss Thing. Y bueno, menos mal que estaban estos cuatro suplentes, porque los cuatro titulares no vuelven en el momento previsto y, lógicamente, tanto los chicos de la FF como los incansables villanos de siempre van a traerles problemas.
Estas primeras aventuras transcurren en paralelo y después ya no. Ya vendrán tomos que cuentan sólo las aventuras cósmicas de los Fantastic Four y las aventuras terrestres de los FF. ¿Y están buenas las aventuras? Por ahora se vio muy poco. Más de medio tomo se centra en la decisión de Reed de emprender este viaje (tiene un motivo personal importante, pero no lo quiero spoilear, porque es la mejor idea que presenta Fraction en este inicio de colección) y en el armado y presentación del grupo suplente. Después, el equipo titular tendrá UNA breve aventura en el espacio y el suplente UNA machaca vibrante, muy divertida, contra Mole Man, en las cercanías del edificio Baxter. Y un episodio en el que se abre un misterio atractivo, con la llegada de un Johnny viejo y hecho mierda, que dice venir de un futuro donde el resto del equipo titular fue boleta. Ahí se lucen los diálogos de Fraction, pero no la trama en sí, que está apenas insinuada.
En cuanto a los dibujos, en Fantastic Four tenemos a Mark Bagley con muchas pilas, tratando de imitar a Alan Davis y, como lo entinta Mark Farmer y lo colorea Paul Mounts (habituales adláteres de Davis), le sale bastante bien. Olvidate de ese Bagley que sacaba con fritas las páginas de Trinity, por ejemplo. A este se le notan las ganas de laburar, de dejar una marca en una serie que –intuyo- lo apasiona. Y en FF (y en el unitario de Ant-Man) tenemos al maestro, al ídolo, al genio Mike Allred, también con muchas ganas, quizás con algún fondo que debería estar y no está, o resuelto medio a los pedos, pero con la onda y el virtuosismo intactos. A Allred también se le nota que se divertía mucho con esta serie, y como siempre, llama la atención lo bien que se complementa con la paleta de su esposa y colorista titular, Laura Allred.
La etapa de Matt Fraction al frente de estas series fue muy breve, apenas 16 episodios de cada colección, lo cual es un incentivo para bancarla hasta el final. Eso y la calidad de los dibujos, obvio: muy competentes en Fantastic Four y de un nivel alucinante, muy infrecuente en los comics mensuales de mainstream, en FF. Habrá más cuartetazo, en los próximos meses.
Básicamente, en Fantastic Four vamos a ver lo siguiente: a Reed se le ocurre irse de viaje a explorar lugares nuevos del cosmos, junto a Sue, Ben, Johnny, Franklin y Valeria. El viaje va a durar un año, pero como pueden viajar por el tiempo, van a regresar a Nueva York cuatro minutos después de que se fueron. Por supuesto, algo va a salir mal y no van a regresar cuatro minutos después.
Para cuidar al edificio Baxter y a los chicos de la FF durante esos cuatro minutos, los titulares arman un grupo de cuatro suplentes. Sí, un nuevo grupo de Fantastic Four pensado para durar sólo cuatro minutos. Genialidades de Reed que conviene no cuestionar demasiado... Así se juntan Ant-Man, Medusa, She-Hulk y Darla, la novia de Johnny, a la que le ponen un traje de los que usaba Ben cuando perdió sus poderes, para convertirla en Miss Thing. Y bueno, menos mal que estaban estos cuatro suplentes, porque los cuatro titulares no vuelven en el momento previsto y, lógicamente, tanto los chicos de la FF como los incansables villanos de siempre van a traerles problemas.
Estas primeras aventuras transcurren en paralelo y después ya no. Ya vendrán tomos que cuentan sólo las aventuras cósmicas de los Fantastic Four y las aventuras terrestres de los FF. ¿Y están buenas las aventuras? Por ahora se vio muy poco. Más de medio tomo se centra en la decisión de Reed de emprender este viaje (tiene un motivo personal importante, pero no lo quiero spoilear, porque es la mejor idea que presenta Fraction en este inicio de colección) y en el armado y presentación del grupo suplente. Después, el equipo titular tendrá UNA breve aventura en el espacio y el suplente UNA machaca vibrante, muy divertida, contra Mole Man, en las cercanías del edificio Baxter. Y un episodio en el que se abre un misterio atractivo, con la llegada de un Johnny viejo y hecho mierda, que dice venir de un futuro donde el resto del equipo titular fue boleta. Ahí se lucen los diálogos de Fraction, pero no la trama en sí, que está apenas insinuada.
En cuanto a los dibujos, en Fantastic Four tenemos a Mark Bagley con muchas pilas, tratando de imitar a Alan Davis y, como lo entinta Mark Farmer y lo colorea Paul Mounts (habituales adláteres de Davis), le sale bastante bien. Olvidate de ese Bagley que sacaba con fritas las páginas de Trinity, por ejemplo. A este se le notan las ganas de laburar, de dejar una marca en una serie que –intuyo- lo apasiona. Y en FF (y en el unitario de Ant-Man) tenemos al maestro, al ídolo, al genio Mike Allred, también con muchas ganas, quizás con algún fondo que debería estar y no está, o resuelto medio a los pedos, pero con la onda y el virtuosismo intactos. A Allred también se le nota que se divertía mucho con esta serie, y como siempre, llama la atención lo bien que se complementa con la paleta de su esposa y colorista titular, Laura Allred.
La etapa de Matt Fraction al frente de estas series fue muy breve, apenas 16 episodios de cada colección, lo cual es un incentivo para bancarla hasta el final. Eso y la calidad de los dibujos, obvio: muy competentes en Fantastic Four y de un nivel alucinante, muy infrecuente en los comics mensuales de mainstream, en FF. Habrá más cuartetazo, en los próximos meses.
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miércoles, 28 de mayo de 2014
28/ 05: VAPOR
Hoy tardísimo, pero bue... surgieron compromisos inesperados.
Esta es la última novela gráfica de Max y la primera que se edita en Argentina. Me encanta que se edite historieta española en nuestro país, sin embargo no me cierra que no se la traduzca al “argentino”. En España, cuando se publican obras de autores argentinos, les suelen meter mucha mano a los diálogos y a llenarlos de localismos propios de la Madre Patria. Acá habría que hacer lo mismo. No clonar la edición española así como viene, sino meterle mano a los diálogos para argentinizarlos. Creo que eso es lo único que no me maravilló de Vapor, el gusto agridulce de estar leyendo una edición argentina repleta de localismos de otro país.
El resto fue puro disfrute, porque la verdad que acá Max saltó (de nuevo) al vacío y el experimento le salió demasiado bien. Muy básicamente y para no spoilear (porque la idea es que, si te interesa mínimamente, banques con tu compra la edición argentina), Vapor cuenta la historia de Nicodemo, un tipo del que no sabemos casi nada, excepto que se cansó de la civilización y se fue a vivir solo a un desierto. A no hacer nada, a meditar, a comer, beber y bañarse muy de vez en cuando. En ese vacío, en esa nada, Nicodemo espera encontrar alguna verdad, o al menos alguna respuesta. Claro que la falta de comida y bebida y la exposición al sol lo van a hacer ver... cosas raras y pronto se empezará a desdibujar la frontera entre lo que Nicodemo realmente vive y lo que alucina.
Con acertado criterio, Max no dejará pasar demasiadas páginas para rodear a Nick de otros personajes, reales o imaginarios, con los que el aspirante a anacoreta podrá dialogar y de ahí saldrán las mejores secuencias del tomo. Y cuando uno cree que ya le “tomó el tiempo” a la obra, que ya entendió cómo está planteada la estructura dramática y supone que Max no se va a mover mucho de ahí, el catalán pega un volantazo brillante y a 10 páginas del final arma y resuelve un conflicto a una escala mucho mayor que los que habíamos visto hasta el momento. Con lo cual la novela se vuelve otra vez impredecible, como si en vez de en la página 101 estuviéramos en la 2.
El desierto y las alucinaciones le permiten a Max crear algo que a los historietistas en general les encanta: un mundo donde la lógica funciona distinto, donde las reglas son otras y pasan cosas rarísimas en un contexto de fingida normalidad. Eso que inventó hace más de 100 años George Herriman en Krazy Kat, sigue vivo en Max, y de hecho acá hay algún homenaje bastante explícito a la inmortal historieta de Herriman. En pocas páginas, Max le da entidad a un mundo ensimismado, bizarro, de una falsa simplicidad. Ese mundo le impone el clima a la obra, tanto que Nicodemo se ve sumergido en él tan rápido y de modo tan definitivo, que si Max quisiera mostrarnos un flashback a la vida del protagonista previa a su llegada al desierto, nos parecería un desubique mayúsculo, casi una atrocidad.
Hasta la página... 16, uno sospecha que Max decidió ambientar esta historieta en un desierto para no dibujar fondos y terminarla más rápido. Pero pronto (y gradualmente) empiezan a aparecer escenarios más y más elaborados, cosas cada vez más difíciles de dibujar y ya en el último tramo de la obra (cuando nos acercamos a la página 90, más o menos) lo tenemos al catalán dibujándose la vida, en secuencias que le exigen un tremendo despliegue de efectos gráficos, todos solucionados con tinta, plumín, pincel y talento. A lo largo de toda la obra, además, tenemos un trabajo formidable en el lenguaje gestual de los personajes: rostros y cuerpos de increíble expresividad, en constante movimiento, que se contraponen brutalmente a la quietud y la escacez de los decorados. Y todo en un blanco y negro puro, sin tonalidades, perfectamente equilibrados.
Vapor es una hermosa historieta, que te intriga, te inquieta, por momentos te hace vibrar al ritmo de una acción atípica (pero acción al fin) y al final te deja pensando. Son muchos los logros de Max en esta obra y muchos los huevos del sello Musaraña, que apostó a editar esta joyita en nuestro país. Ojalá haya muchos más sellos decididos a traernos buenas ediciones locales de las grandes obras del comic europeo.
Esta es la última novela gráfica de Max y la primera que se edita en Argentina. Me encanta que se edite historieta española en nuestro país, sin embargo no me cierra que no se la traduzca al “argentino”. En España, cuando se publican obras de autores argentinos, les suelen meter mucha mano a los diálogos y a llenarlos de localismos propios de la Madre Patria. Acá habría que hacer lo mismo. No clonar la edición española así como viene, sino meterle mano a los diálogos para argentinizarlos. Creo que eso es lo único que no me maravilló de Vapor, el gusto agridulce de estar leyendo una edición argentina repleta de localismos de otro país.
El resto fue puro disfrute, porque la verdad que acá Max saltó (de nuevo) al vacío y el experimento le salió demasiado bien. Muy básicamente y para no spoilear (porque la idea es que, si te interesa mínimamente, banques con tu compra la edición argentina), Vapor cuenta la historia de Nicodemo, un tipo del que no sabemos casi nada, excepto que se cansó de la civilización y se fue a vivir solo a un desierto. A no hacer nada, a meditar, a comer, beber y bañarse muy de vez en cuando. En ese vacío, en esa nada, Nicodemo espera encontrar alguna verdad, o al menos alguna respuesta. Claro que la falta de comida y bebida y la exposición al sol lo van a hacer ver... cosas raras y pronto se empezará a desdibujar la frontera entre lo que Nicodemo realmente vive y lo que alucina.
Con acertado criterio, Max no dejará pasar demasiadas páginas para rodear a Nick de otros personajes, reales o imaginarios, con los que el aspirante a anacoreta podrá dialogar y de ahí saldrán las mejores secuencias del tomo. Y cuando uno cree que ya le “tomó el tiempo” a la obra, que ya entendió cómo está planteada la estructura dramática y supone que Max no se va a mover mucho de ahí, el catalán pega un volantazo brillante y a 10 páginas del final arma y resuelve un conflicto a una escala mucho mayor que los que habíamos visto hasta el momento. Con lo cual la novela se vuelve otra vez impredecible, como si en vez de en la página 101 estuviéramos en la 2.
El desierto y las alucinaciones le permiten a Max crear algo que a los historietistas en general les encanta: un mundo donde la lógica funciona distinto, donde las reglas son otras y pasan cosas rarísimas en un contexto de fingida normalidad. Eso que inventó hace más de 100 años George Herriman en Krazy Kat, sigue vivo en Max, y de hecho acá hay algún homenaje bastante explícito a la inmortal historieta de Herriman. En pocas páginas, Max le da entidad a un mundo ensimismado, bizarro, de una falsa simplicidad. Ese mundo le impone el clima a la obra, tanto que Nicodemo se ve sumergido en él tan rápido y de modo tan definitivo, que si Max quisiera mostrarnos un flashback a la vida del protagonista previa a su llegada al desierto, nos parecería un desubique mayúsculo, casi una atrocidad.
Hasta la página... 16, uno sospecha que Max decidió ambientar esta historieta en un desierto para no dibujar fondos y terminarla más rápido. Pero pronto (y gradualmente) empiezan a aparecer escenarios más y más elaborados, cosas cada vez más difíciles de dibujar y ya en el último tramo de la obra (cuando nos acercamos a la página 90, más o menos) lo tenemos al catalán dibujándose la vida, en secuencias que le exigen un tremendo despliegue de efectos gráficos, todos solucionados con tinta, plumín, pincel y talento. A lo largo de toda la obra, además, tenemos un trabajo formidable en el lenguaje gestual de los personajes: rostros y cuerpos de increíble expresividad, en constante movimiento, que se contraponen brutalmente a la quietud y la escacez de los decorados. Y todo en un blanco y negro puro, sin tonalidades, perfectamente equilibrados.
Vapor es una hermosa historieta, que te intriga, te inquieta, por momentos te hace vibrar al ritmo de una acción atípica (pero acción al fin) y al final te deja pensando. Son muchos los logros de Max en esta obra y muchos los huevos del sello Musaraña, que apostó a editar esta joyita en nuestro país. Ojalá haya muchos más sellos decididos a traernos buenas ediciones locales de las grandes obras del comic europeo.
martes, 27 de mayo de 2014
27/ 05: CREEPY PRESENTS RICHARD CORBEN
Cada tanto uno se da gustos caros. Este es un lujoso hardcover de u$ 30 (para nada disparatado, si pensamos que trae 350 páginas, en excelente papel) que recopila TODAS las historietas realizadas por el maestro Richard Corben para las revistas Creepy e Eerie, durante la década del ´70. Yo ya tenía el hardcover anterior, el que editó Heavy Metal en el 2000 (creo), que hoy tiene fama de Santo Grial inconseguible. Pero este le gana por varios cuerpos. Primero, no es una selección, sino que está TODO, las 40 historietas de Corben y todas las portadas que realizó para esas dos clásicas antologías de terror de la Warren. Segundo, acá hay un cuidado por la calidad de las reproducciones muy superior, con historietas escaneadas de los originales de Corben, historietas que en su momento salieron en blanco y negro coloreadas para esta edición, e historietas mal impresas en su momento a las que el maestro José Villarrubia les retocó el color para que se vean espléndidas. Esto es muy importante, porque (creo que no hace falta subrayarlo) Corben estaba MUY adelantado a su época en materia de color, y las técnicas de impresión de aquel entonces no lograban hacerle justicia al material que entregaba el maestro, por lo menos en las editoriales de EEUU. Y tercero, en el libro de Heavy Metal alguien se zarpó tapando pezones y oscureciendo algunas viñetas para camuflar los desnudos frontales, que acá están perfectamente respetados. Ojo, no son historietas porno, ni casi nunca giran en torno al garche o a la posibilidad del garche. Pero en los ´70 era toda una apuesta publicar historietas de aventuras y terror con tetas al aire, y me parece que no daba para ocultarlas.
Los guiones rompen bastante la fórmula de las antologías setentosas “de misterio” que editaba DC y que vimos varias veces acá en el blog. En las revistas de Warren, además de tetas, había decapitaciones, canibalismo, licántropos, vampiros, zombies, momias, posesiones satánicas y un clima más sacado, menos finoli, en el que la violencia tenía un rol mucho más importante. Además (y en una de esas, de keruza), algunos guionistas bajaban línea acerca del fanatismo religioso, la ambición desmedida de las mega-corporaciones, la inminencia de un desastre ecológico y el deterioro del tejido social en las grandes urbes, de pronto asoladas por asesinos seriales y otros monstruos “de la vida real”. También hay versiones de cuentos clásicos de Edgar Allan Poe (adaptados por Rich Margopoulos) y relatos sumamente pasatistas, con machaca y gore, pero en un clima más bien festivo. En total en el libro hay trabajos de 16 guionistas, entre los que destaco a Bruce Jones, Doug Moench, Greg Potter, Jan Strnad, Nicola Cuti y Gerry Boudreau, autor de Anti-Christmas, una de las dos mejores historias del tomo (la otra es In Deep, de Bruce Jones).
El dibujo de Corben varía mucho de historia a historia. Se trata de 40 historietas realizadas entre 1970 y 1982, un período largo, en el que el estilo del ídolo cambió mucho, muchas veces. En el mix tenemos trabajos más líricos, trabajos más grotescos, historietas en las que Corben juega más a los climas, o más al impacto crudo, cosas que parecen dibujadas a los pedos, a mano alzada, y otras que tienen un laburo que te hiela la sangre. Acá vemos a Corben experimentar con aguadas, con tramas mecánicas, con masas de gris pleno, con el aerógrafo, historietas en las que se ve el lápiz s¡n entintar, con una increíble variedad de texturas, y por supuesto muchas genialidades en materia de color, que es donde el Gigante se sentía más cómodo y donde realmente demostraba ser un distinto. Como en toda antología, en Creepy no faltaba el guionista al que le daban pocas páginas y compensaba metiendo unos masacotes de texto infinitos. Corben tiene que pilotear desde la narrativa varias historias a las que le sobra BOCHA de texto, y casi siempre sale bien parado. Lo más flojo es lo que padecen todas las obras del maestro de esta etapa: las caras de los personajes, que rara vez se parecen de una viñeta a otra. Sin embargo, Corben se mataba en los rasgos faciales, y quizás por eso los personajes solían quedarle un toque cabezones. En fin, detalles que hacían único a este monstruo, siempre difícil de encasillar.
Si sos fan de Corben, seguro escuchaste hablar maravillas de sus coqueteos con el terror setentoso en las revistas de Warren. El día que te decidas a tener todo ese material en un sólo broli, perfecto por donde se lo mire, entrale sin dudas a esta maravilla editada como los dioses (o las criaturas lovecraftianas) por Dark Horse.
Los guiones rompen bastante la fórmula de las antologías setentosas “de misterio” que editaba DC y que vimos varias veces acá en el blog. En las revistas de Warren, además de tetas, había decapitaciones, canibalismo, licántropos, vampiros, zombies, momias, posesiones satánicas y un clima más sacado, menos finoli, en el que la violencia tenía un rol mucho más importante. Además (y en una de esas, de keruza), algunos guionistas bajaban línea acerca del fanatismo religioso, la ambición desmedida de las mega-corporaciones, la inminencia de un desastre ecológico y el deterioro del tejido social en las grandes urbes, de pronto asoladas por asesinos seriales y otros monstruos “de la vida real”. También hay versiones de cuentos clásicos de Edgar Allan Poe (adaptados por Rich Margopoulos) y relatos sumamente pasatistas, con machaca y gore, pero en un clima más bien festivo. En total en el libro hay trabajos de 16 guionistas, entre los que destaco a Bruce Jones, Doug Moench, Greg Potter, Jan Strnad, Nicola Cuti y Gerry Boudreau, autor de Anti-Christmas, una de las dos mejores historias del tomo (la otra es In Deep, de Bruce Jones).
El dibujo de Corben varía mucho de historia a historia. Se trata de 40 historietas realizadas entre 1970 y 1982, un período largo, en el que el estilo del ídolo cambió mucho, muchas veces. En el mix tenemos trabajos más líricos, trabajos más grotescos, historietas en las que Corben juega más a los climas, o más al impacto crudo, cosas que parecen dibujadas a los pedos, a mano alzada, y otras que tienen un laburo que te hiela la sangre. Acá vemos a Corben experimentar con aguadas, con tramas mecánicas, con masas de gris pleno, con el aerógrafo, historietas en las que se ve el lápiz s¡n entintar, con una increíble variedad de texturas, y por supuesto muchas genialidades en materia de color, que es donde el Gigante se sentía más cómodo y donde realmente demostraba ser un distinto. Como en toda antología, en Creepy no faltaba el guionista al que le daban pocas páginas y compensaba metiendo unos masacotes de texto infinitos. Corben tiene que pilotear desde la narrativa varias historias a las que le sobra BOCHA de texto, y casi siempre sale bien parado. Lo más flojo es lo que padecen todas las obras del maestro de esta etapa: las caras de los personajes, que rara vez se parecen de una viñeta a otra. Sin embargo, Corben se mataba en los rasgos faciales, y quizás por eso los personajes solían quedarle un toque cabezones. En fin, detalles que hacían único a este monstruo, siempre difícil de encasillar.
Si sos fan de Corben, seguro escuchaste hablar maravillas de sus coqueteos con el terror setentoso en las revistas de Warren. El día que te decidas a tener todo ese material en un sólo broli, perfecto por donde se lo mire, entrale sin dudas a esta maravilla editada como los dioses (o las criaturas lovecraftianas) por Dark Horse.
lunes, 26 de mayo de 2014
26/ 05: LEGION
Leí esta breve novela gráfica hace varios años, cuando la editó Ivrea, y ahora tengo la edición nueva, la que sacó OVNI a fines de 2013. No sé con cuál quedarme, ya me decidiré.
Legión tiene un problema fundamental: uno ya leyó las obras posteriores de Salvador Sanz (me falta el Vol.2 de Angela Della Morte, que está ahí, en el aguante, y espero leer antes de fin de año) y sabe que lo que viene después es mejor. Legión no está mal, en absoluto, pero al lado de Nocturno, por ejemplo, pierde por bastante margen. ¿Qué es lo que más tira abajo a Legión? En la edición original, yo hubiese respondido “los diálogos”, que no sonaban muy reales y desentonaban bastante con el clima general de la obra. En esta nueva edición, me da la sensación de que Salva retocó bastante los diálogos, porque ahora me gustaron, me resultaron muy acordes para lo que nos narra la historia.
¿Y ahora? ¿Qué es lo que menos me convence? La extensión. La idea está buenísima, el desarrollo es atrapante, intenso, shockeante... Pero la historia dura apenas 44 páginas y termina de un modo bastante abrupto, justo en un momento interesantísimo de la trama. Esta era una idea que necesitaba... mínimo 20 páginas más, para que Sanz pudiera elaborar algo así como un “tercer acto”, que es lo que parece faltarle a la obra. No pretendo un final limpito, donde todo se explique minuciosamente, ganen los buenos y el pibe se transe a la minita. Pero el guión pide a gritos más desarrollo del conflicto (aunque los buenos no tengan chance de ganar) o una indagación más a fondo en esta nueva realidad que cambió totalmente tras el triunfo de la Legión. Puestos a chorear, hasta se bancaría una secuela, una segunda parte con otras 44 páginas.
El dibujo, sin ser mejor que el de las obras más recientes de Salva, es excelente. Sobre todo si pensamos que era la primera vez que veíamos a este autor encarar un relato extenso sin serializar, y la primera vez que lo veíamos incursionar en el color. Todo lo que nos gusta del dibujo de Sanz, todo lo que lo convirtió en uno de los autores más populares y a la vez más prestigiosos del continente, ya se ve claramente en Legión: el realismo en personajes y decorados, la imaginación descontrolada en las criaturas fantásticas, la acción fuerte, sin concesiones, bien condimentada con sangre y gore, esos climas densos, ominosos, la atención por los detalles en vestimenta, peinados, objetos de la vida cotidiana... acá, por suerte, no falta nada.
La narrativa está cuidadísima, con algunos recursos bien cinematográficos y otros 100% comiqueros, unos ángulos raros, muy bien elegidos, hay unas persecuciones electrizantes (algo difícil de hacer en historieta)... incluso el jueguito de que algunas secuencias tengan color y otras no responde a una decisión narrativa.
Si sos fan de Salva y querés tener todas sus obras, esta sin dudas es la más rara, porque es la que no salió ni en la Catzole ni en la Fierro. Cortita y todo, Legión es una muy buena primera incursión de este monstruo en el mundo de la novela gráfica. Me parece justo bancarla por eso, y porque es el paso previo y necesario para los magníficos trabajos que brotaron en los últimos años de la pluma de este ejemplo de aplomo, de dedicación, de imaginación y de talento llamado Salvador Sanz.
Legión tiene un problema fundamental: uno ya leyó las obras posteriores de Salvador Sanz (me falta el Vol.2 de Angela Della Morte, que está ahí, en el aguante, y espero leer antes de fin de año) y sabe que lo que viene después es mejor. Legión no está mal, en absoluto, pero al lado de Nocturno, por ejemplo, pierde por bastante margen. ¿Qué es lo que más tira abajo a Legión? En la edición original, yo hubiese respondido “los diálogos”, que no sonaban muy reales y desentonaban bastante con el clima general de la obra. En esta nueva edición, me da la sensación de que Salva retocó bastante los diálogos, porque ahora me gustaron, me resultaron muy acordes para lo que nos narra la historia.
¿Y ahora? ¿Qué es lo que menos me convence? La extensión. La idea está buenísima, el desarrollo es atrapante, intenso, shockeante... Pero la historia dura apenas 44 páginas y termina de un modo bastante abrupto, justo en un momento interesantísimo de la trama. Esta era una idea que necesitaba... mínimo 20 páginas más, para que Sanz pudiera elaborar algo así como un “tercer acto”, que es lo que parece faltarle a la obra. No pretendo un final limpito, donde todo se explique minuciosamente, ganen los buenos y el pibe se transe a la minita. Pero el guión pide a gritos más desarrollo del conflicto (aunque los buenos no tengan chance de ganar) o una indagación más a fondo en esta nueva realidad que cambió totalmente tras el triunfo de la Legión. Puestos a chorear, hasta se bancaría una secuela, una segunda parte con otras 44 páginas.
El dibujo, sin ser mejor que el de las obras más recientes de Salva, es excelente. Sobre todo si pensamos que era la primera vez que veíamos a este autor encarar un relato extenso sin serializar, y la primera vez que lo veíamos incursionar en el color. Todo lo que nos gusta del dibujo de Sanz, todo lo que lo convirtió en uno de los autores más populares y a la vez más prestigiosos del continente, ya se ve claramente en Legión: el realismo en personajes y decorados, la imaginación descontrolada en las criaturas fantásticas, la acción fuerte, sin concesiones, bien condimentada con sangre y gore, esos climas densos, ominosos, la atención por los detalles en vestimenta, peinados, objetos de la vida cotidiana... acá, por suerte, no falta nada.
La narrativa está cuidadísima, con algunos recursos bien cinematográficos y otros 100% comiqueros, unos ángulos raros, muy bien elegidos, hay unas persecuciones electrizantes (algo difícil de hacer en historieta)... incluso el jueguito de que algunas secuencias tengan color y otras no responde a una decisión narrativa.
Si sos fan de Salva y querés tener todas sus obras, esta sin dudas es la más rara, porque es la que no salió ni en la Catzole ni en la Fierro. Cortita y todo, Legión es una muy buena primera incursión de este monstruo en el mundo de la novela gráfica. Me parece justo bancarla por eso, y porque es el paso previo y necesario para los magníficos trabajos que brotaron en los últimos años de la pluma de este ejemplo de aplomo, de dedicación, de imaginación y de talento llamado Salvador Sanz.
domingo, 25 de mayo de 2014
25/ 05: WONDER WOMAN: THE BLUE AMAZON
Entre las tantas pelotudeces que le vimos hacer a Dan DiDio en los años que lleva al frente de DC (creo que ya son más de 10, la década perdida), una de las más obtusas fue haberle puesto fin a la línea Elseworlds. Por supuesto, bajo ese rótulo aparecieron muchas historietas francamente excecrables, pero también fue un ámbito propicio y generoso para el surgimiento de papa fina, o de comics quizás imperfectos, pero que tenían el atractivo de ver a autores muy grossos hacer lo que se les diera la gana con los personajes de DC. Así, de arranque, me vienen a la mente Alan Davis, Howard Chaykin, Michael Lark, Mark Millar, Paul Pope, Dan Brereton, Paul Gulacy, García López, Mike Mignola... muchos nombres de los que no se ven habitualmente en las series regulares de DC y que sí mojaban cada tanto en los Elseworlds.
Entre los Elseworlds más raros está la trilogía que termina en The Blue Amazon. Acá, los guionistas Randy y Jean-Marc Lofficier (a los que conocimos en los ´80 como “el matrimonio que traducía al inglés las historietas de Moebius para que las publicara Epic”) deforman los argumentos de varias películas clásicas del cine expresionista alemán para mezclarlos con una versión también muy distorsionada del DCU. El primer librito fue Superman: Metropolis, el segundo Batman: Nosferatu, y este (de 2003) no se mete con una sóla película, sino con dos: The Blue Angel y Dr. Mabuse, the Gambler. En algún momento se habló de un cuarto libro, en el que aparecerían versiones de los cuatro miembros clásicos de la JLA a los que hasta ahora no mencionamos, pero eso nunca se concretó. Y hubiese sido bastante raro, sobre todo porque The Blue Amazon funciona muy bien como un final de trilogía.
El mérito principal del guión es ese: nos presenta de cero a tres personajes (Diana, Cheetah y el Dr. Psykho), arma una trama en la que los tres tienen espacio para destacarse, y además logra insertar esa trama en el contexto mayor, con roles destacados para el Nosferatu y el Super-Man a los que nos habían presentado en los tomitos anteriores. Para que todo funcione, para que la mitología de las amazonas pueda amalgamarse con esta trama mayor que tiene como eje a la ciudad de Metropolis, los guionistas necesitan clavar en la mitad del tomo un extenso flashback, que se morfa 10 de las 64 páginas que tiene la obra. Por suerte, nunca se hace denso ni obvio, sino que está lleno de revelaciones interesantes y condimentado con una dosis justa de machaca.
La trama del “presente” tampoco se empantana nunca. No tiene demasiados diálogos (sí unos cuantos bloques de texto muy atractivos, con bastante vuelo) y está llevada con un ritmo ágil, mucho más orientado a la acción que cualquier película clásica alemana, y condimentada con crueldades, atrocidades y actos de violencia (física y emocional) realmente escabrosos. Vos sabés que, con Superman y Wonder Woman en el paquete, es casi imposible que ganen los malos, pero igual la runfla se hace tan espesa (y la mano negra de Lutor se siente tanto, incluso dos tomos después de su muerte) que más de una vez el pronóstico se hace bastante desalentador.
Lo que se ve espléndido de punta a punta es el dibujo del maestro Ted McKeever, muy bien interpretado y potenciado por el colorista Chris Chuckry. No es fácil colorear a McKeever, y menos cuando la consigna de “homenajear al cine expresionista alemán” te obliga a acotar la paleta. El clima de la obra, la gran cantidad de freaks y deformes varios que aparecen, la buena dosis de acción y violencia, le brindan a McKeever muchas oportunidades de lucimiento, que el ídolo no desaprovecha jamás. Su única limitación es que, si uno le cree a los bloques de texto, Diana es una mina de una belleza inigualable, que te deja helado con sólo mirarle los ojos. Y McKeever es un genio, pero no le pidas que dibuje minas hermosas, porque le cuesta un huevo. Es más fácil encontrar hinchas de Tristán Suárez en Bulgaria que minas hermosas dibujadas por McKeever. En general, su fuerte es lo otro, esa onda retorcida, de personajes contrahechos, grotescos, que heredó del Viejo Breccia. Ni siquiera cuando realmente se esfuerza, le sale un rostro de Diana que vos digas “ah, sí, esta es la mina perfecta que me describen los bloques de texto”. Pero bueno, es McKeever y lo banco a muerte.
Si nunca leíste Metropolis y Nosferatu, no se te ocurra empezar por acá. La trilogía debe ser leída en orden, porque si no, se entiende la mitad. De hecho, este es el tomito más difícil de encontrar, así que las chances de que empieces por el final son muy pocas. No estaría mal un recopilatorio de los tres prestiges en un sólo libro, así te sumergís de un saque en esta extraña versión del DCU (denominada por los especialistas Tierra-1927) creada entre películas mudas de los años ´20 y comics de todos los tiempos por los esposos Lofficier y el incomparable Ted McKeever.
Entre los Elseworlds más raros está la trilogía que termina en The Blue Amazon. Acá, los guionistas Randy y Jean-Marc Lofficier (a los que conocimos en los ´80 como “el matrimonio que traducía al inglés las historietas de Moebius para que las publicara Epic”) deforman los argumentos de varias películas clásicas del cine expresionista alemán para mezclarlos con una versión también muy distorsionada del DCU. El primer librito fue Superman: Metropolis, el segundo Batman: Nosferatu, y este (de 2003) no se mete con una sóla película, sino con dos: The Blue Angel y Dr. Mabuse, the Gambler. En algún momento se habló de un cuarto libro, en el que aparecerían versiones de los cuatro miembros clásicos de la JLA a los que hasta ahora no mencionamos, pero eso nunca se concretó. Y hubiese sido bastante raro, sobre todo porque The Blue Amazon funciona muy bien como un final de trilogía.
El mérito principal del guión es ese: nos presenta de cero a tres personajes (Diana, Cheetah y el Dr. Psykho), arma una trama en la que los tres tienen espacio para destacarse, y además logra insertar esa trama en el contexto mayor, con roles destacados para el Nosferatu y el Super-Man a los que nos habían presentado en los tomitos anteriores. Para que todo funcione, para que la mitología de las amazonas pueda amalgamarse con esta trama mayor que tiene como eje a la ciudad de Metropolis, los guionistas necesitan clavar en la mitad del tomo un extenso flashback, que se morfa 10 de las 64 páginas que tiene la obra. Por suerte, nunca se hace denso ni obvio, sino que está lleno de revelaciones interesantes y condimentado con una dosis justa de machaca.
La trama del “presente” tampoco se empantana nunca. No tiene demasiados diálogos (sí unos cuantos bloques de texto muy atractivos, con bastante vuelo) y está llevada con un ritmo ágil, mucho más orientado a la acción que cualquier película clásica alemana, y condimentada con crueldades, atrocidades y actos de violencia (física y emocional) realmente escabrosos. Vos sabés que, con Superman y Wonder Woman en el paquete, es casi imposible que ganen los malos, pero igual la runfla se hace tan espesa (y la mano negra de Lutor se siente tanto, incluso dos tomos después de su muerte) que más de una vez el pronóstico se hace bastante desalentador.
Lo que se ve espléndido de punta a punta es el dibujo del maestro Ted McKeever, muy bien interpretado y potenciado por el colorista Chris Chuckry. No es fácil colorear a McKeever, y menos cuando la consigna de “homenajear al cine expresionista alemán” te obliga a acotar la paleta. El clima de la obra, la gran cantidad de freaks y deformes varios que aparecen, la buena dosis de acción y violencia, le brindan a McKeever muchas oportunidades de lucimiento, que el ídolo no desaprovecha jamás. Su única limitación es que, si uno le cree a los bloques de texto, Diana es una mina de una belleza inigualable, que te deja helado con sólo mirarle los ojos. Y McKeever es un genio, pero no le pidas que dibuje minas hermosas, porque le cuesta un huevo. Es más fácil encontrar hinchas de Tristán Suárez en Bulgaria que minas hermosas dibujadas por McKeever. En general, su fuerte es lo otro, esa onda retorcida, de personajes contrahechos, grotescos, que heredó del Viejo Breccia. Ni siquiera cuando realmente se esfuerza, le sale un rostro de Diana que vos digas “ah, sí, esta es la mina perfecta que me describen los bloques de texto”. Pero bueno, es McKeever y lo banco a muerte.
Si nunca leíste Metropolis y Nosferatu, no se te ocurra empezar por acá. La trilogía debe ser leída en orden, porque si no, se entiende la mitad. De hecho, este es el tomito más difícil de encontrar, así que las chances de que empieces por el final son muy pocas. No estaría mal un recopilatorio de los tres prestiges en un sólo libro, así te sumergís de un saque en esta extraña versión del DCU (denominada por los especialistas Tierra-1927) creada entre películas mudas de los años ´20 y comics de todos los tiempos por los esposos Lofficier y el incomparable Ted McKeever.
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sábado, 24 de mayo de 2014
24/ 05: INSPECTEUR MORONI Vol.3
Ultimo tomo de esta serie en la que el maestro canadiense Guy Delisle se encargó de mostrarnos el lado absurdo y los rincones más miserables del típico policial “de procedimiento”.
Después de la no-aventura de la vez pasada, Delisle vuelve a apostar a un relato intenso, vertiginoso, con tiros, persecuciones y muchísimas escenas en exteriores. Y le sale el mejor de los tres guiones que escribió para el Inspecteur Moroni. El único problema que tiene es que algunas páginas están muy sobrecargadas de diálogo. Está compensado con muchas y muy buenas secuencias mudas, pero visualmente, me pasó que llegué a algunas páginas, vi la cantidad de texto que había y sólo atiné a cerrar el libro para retomar la lectura un rato más tarde.
Delisle se encuentra con mucho para explicar, porque mete a un personaje que prácticamente convierte a Moroni en secundario, y necesita contranos quién es y por qué hace lo que hace. El personaje de Eugéne Puthoff es complejo, con varias aristas atractivas, y Delisle se propone explorarlo a fondo. Para eso lo tiene que dejar hablar mucho, de su pasado, de su guerra secreta contra una corporación maligna y de una conspiración a gran escala que –en una de esas- incluye a los mismísimos alienígenas. ¿Víctima o victimario? ¿Trastornado o visionario? El canadiense nos da los elementos para que nosotros mismos juzguemos a Eugéne. Y si Moroni se convierte en secundario, Vanceslas, la madre del inspector y sus jefes y compañeros de la policía aparecen muy, muy poquito, en roles muy pequeños, pero casi siempre logran aportar buenos toques de humor/ patetismo a la trama central.
Decía que este es el mejor de los guiones de esta serie, y seguro se debe a que es el que logra el equilibrio más fino entre una aventura frenética, un buen desarrollo de personajes y, por supuesto, el humor. En ese sentido lo emparento bastante con Snarked!, la joyita de Roger Langridge que me tocó comentar ayer. La sátira a la cana y sus procedimientos sigue ahí, en un primer plano, pero además Delisle se anima a hablar –siempre desde la joda, nunca desde el púlpito- de otros temas importantes, que tienen que ver con la tensión constante entre la preservación del medio ambiente y la rosca empresarial a gran escala. La verdad, un lujo.
A diferencia de los dos primeros álbumes, que salieron con pocos meses de distancia, Le Syndrome de Stockholm salió dos años después de su antecesor. Quizás por eso se nota un poquito más la evolución del dibujo de Guy Delisle, que transita hacia un trazo más suelto, más plástico, menos frío, menos calculado, más expresivo. Entre esa leve mutación del grafismo y el uso del color, esto se ve todavía más distinto de las obras autobiográficas del autor que los otros tomos del Inspecteur Moroni. Posta, hay que esforzarse para ver en este trabajo rasgos gráficos que emparenten a este Delisle con el que nos contó sus viajes por Shenzhen, Birmania, Pyongyang o Jerusalén. Claramente el estilo que pela el autor en estos álbumes de Moroni es mucho más ganchero, más comercial, si se quiere, aunque sin renunciar a una fuerte impronta personal.
Repito lo que dije la vez pasada: creo que esta serie nunca se tradujo al castellano y me parece bastante injusto, no sólo porque me imagino que Delisle ya tiene una cantidad importante de fans incondicionales, que le comprarían de una estos álbumes e incluso otros mil veces peores, sino porque se trata de historietas de excelente calidad, accesibles no a los chicos pero sí a los adolescentes, muy bien escritas y brillantemente dibujadas. Y ahora sí, creo que hasta el año que viene no rompo más las bolas con Guy Delisle, que ya amenazaba con convertirse en otro autor fetiche de este blog.
Después de la no-aventura de la vez pasada, Delisle vuelve a apostar a un relato intenso, vertiginoso, con tiros, persecuciones y muchísimas escenas en exteriores. Y le sale el mejor de los tres guiones que escribió para el Inspecteur Moroni. El único problema que tiene es que algunas páginas están muy sobrecargadas de diálogo. Está compensado con muchas y muy buenas secuencias mudas, pero visualmente, me pasó que llegué a algunas páginas, vi la cantidad de texto que había y sólo atiné a cerrar el libro para retomar la lectura un rato más tarde.
Delisle se encuentra con mucho para explicar, porque mete a un personaje que prácticamente convierte a Moroni en secundario, y necesita contranos quién es y por qué hace lo que hace. El personaje de Eugéne Puthoff es complejo, con varias aristas atractivas, y Delisle se propone explorarlo a fondo. Para eso lo tiene que dejar hablar mucho, de su pasado, de su guerra secreta contra una corporación maligna y de una conspiración a gran escala que –en una de esas- incluye a los mismísimos alienígenas. ¿Víctima o victimario? ¿Trastornado o visionario? El canadiense nos da los elementos para que nosotros mismos juzguemos a Eugéne. Y si Moroni se convierte en secundario, Vanceslas, la madre del inspector y sus jefes y compañeros de la policía aparecen muy, muy poquito, en roles muy pequeños, pero casi siempre logran aportar buenos toques de humor/ patetismo a la trama central.
Decía que este es el mejor de los guiones de esta serie, y seguro se debe a que es el que logra el equilibrio más fino entre una aventura frenética, un buen desarrollo de personajes y, por supuesto, el humor. En ese sentido lo emparento bastante con Snarked!, la joyita de Roger Langridge que me tocó comentar ayer. La sátira a la cana y sus procedimientos sigue ahí, en un primer plano, pero además Delisle se anima a hablar –siempre desde la joda, nunca desde el púlpito- de otros temas importantes, que tienen que ver con la tensión constante entre la preservación del medio ambiente y la rosca empresarial a gran escala. La verdad, un lujo.
A diferencia de los dos primeros álbumes, que salieron con pocos meses de distancia, Le Syndrome de Stockholm salió dos años después de su antecesor. Quizás por eso se nota un poquito más la evolución del dibujo de Guy Delisle, que transita hacia un trazo más suelto, más plástico, menos frío, menos calculado, más expresivo. Entre esa leve mutación del grafismo y el uso del color, esto se ve todavía más distinto de las obras autobiográficas del autor que los otros tomos del Inspecteur Moroni. Posta, hay que esforzarse para ver en este trabajo rasgos gráficos que emparenten a este Delisle con el que nos contó sus viajes por Shenzhen, Birmania, Pyongyang o Jerusalén. Claramente el estilo que pela el autor en estos álbumes de Moroni es mucho más ganchero, más comercial, si se quiere, aunque sin renunciar a una fuerte impronta personal.
Repito lo que dije la vez pasada: creo que esta serie nunca se tradujo al castellano y me parece bastante injusto, no sólo porque me imagino que Delisle ya tiene una cantidad importante de fans incondicionales, que le comprarían de una estos álbumes e incluso otros mil veces peores, sino porque se trata de historietas de excelente calidad, accesibles no a los chicos pero sí a los adolescentes, muy bien escritas y brillantemente dibujadas. Y ahora sí, creo que hasta el año que viene no rompo más las bolas con Guy Delisle, que ya amenazaba con convertirse en otro autor fetiche de este blog.
viernes, 23 de mayo de 2014
23/ 05: SNARKED! Vol.1
Ayer los teníamos a Trillo y Breccia metiéndole mano a los cuentos de hadas clásicos, los que llegaron a nosotros a través de los libros de los Hermanos Grimm, o de las películas de Disney, y hoy tenemos algo más o menos en ese estilo. En Snarked!, el genio neozelandés Roger Langridge se apodera de dos personajes de Lewis Carroll, que aparecen en uno de los libros de Alicia, y en la película de Disney basada en Alice in Wonderland y su secuela, Through the Looking Glass. Se trata de la morsa y el carpintero, ahora convertidos por Langridge en el carismático e inescrupuloso Wilburforce J. Walrus y su inepto adláter, el carpintero Clyde McDunk.
El entorno que elige Langridge para las aventuras, sin embargo, no se aferra tanto al de los relatos de Carroll. En todo caso, mezcla ciertos elementos de surrealismo o de absurdo con un contexto más afín al de los cuentos de hadas más clásicos, aunque todavía no aparecieron las hadas. Sí tenemos, en este primer tomo, un rey en peligro, una princesa que debe rescatarlo y una conjura puertas adentro del palacio, liderada por avechuchescos personajes que quieren sacar provecho de la ausencia del monarca. En el medio hay unas criaturas extrañas, los snark, cuya sola mención aterroriza a los moradores de este reino. Seguramente pronto habrá un flashback que nos explique qué onda con estos pseudo-dragones que tanto pánico causan.
Si bien esto está repleto de chistes de todo tipo, el ritmo es claramente aventurero. Hay una epopeya en ciernes y Langridge apuesta a envolvernos en esta trama y a que alucinemos viendo cómo un personaje cínico y amoral (Walrus) termina por asumir un rol heroico y a jugarse el pellejo en una gesta peligrosa, pero no por eso poco disparatada. El equilibrio está logradísimo: aventuras, humor y desarrollo de personajes se amalgaman en las dosis justas. Y lo más interesante: al igual que los comics de los Muppets, esto es bien para todo público. Lo pueden leer los chicos, entender todo y cebarse a full, y lo pueden leer los grandes sin sentir que te están contando un cuentito para nenes de segundo grado o para subnormales incapaces de seguir tramas más complejas. Lo único que se me ocurre para criticarle al guión es que, si comprás sólo este primer tomo, te deja totalmente en pelotas. Snarked! es una saga narrada en tres libros y me da la sensación de que si no leés los tres, no se entiende nada. Lo cual, por otro lado, habla de la complejidad y la ambición de la historia que propone Langridge.
El dibujo del ídolo está al mismo nivel que vimos en los comics de los Muppets. Está claro que, cuando trabaja con un colorista (en este caso Rachelle Rosenberg), Langridge no pone toda la carne al asador, sino que trata de dejar un margen para que se luzca también su partenaire. Muchos de los efectos que el neozelandés suele resolver con texturas y tramas surgidas de su pincel mágico, acá están resueltos con la paleta digital de Rosenberg. De todos modos, hay páginas pletóricas de detalles microscópicos, en las que Langridge se zarpa tanto en la composición de las escenas como en el acabado del dibujo, y seguramente Rosenberg sufrió para colorear cada cosita mínima como sufre Tom Luth cada vez que tiene que colorear un comic de Groo. El diseño de los personajes es dinámico, amistoso, con una nena que parece exiliada de Peanuts y una mezcla rara entre personajes humanos y animales antropomórficos, algunos con ciertos rasgos similares a los que vimos en los comics de los Muppets. Como siempre, tenemos los excelentes fondos y las hermosas onomatopeyas que nunca faltan en los comics de esta bestia.
Tengo para leer pronto el Vol.2 y es probable que me lo liquide antes de fin de mes, porque este primer tomo de Snarked! me dejó muy cebado. Una vez más, garpó apostar por una obra de este verdadero genio del Noveno Arte nacido en Nueva Zelanda, radicado en Inglaterra y llamado Roger Langridge. Gracias BOOM! por editar esta papita tan fina.
El entorno que elige Langridge para las aventuras, sin embargo, no se aferra tanto al de los relatos de Carroll. En todo caso, mezcla ciertos elementos de surrealismo o de absurdo con un contexto más afín al de los cuentos de hadas más clásicos, aunque todavía no aparecieron las hadas. Sí tenemos, en este primer tomo, un rey en peligro, una princesa que debe rescatarlo y una conjura puertas adentro del palacio, liderada por avechuchescos personajes que quieren sacar provecho de la ausencia del monarca. En el medio hay unas criaturas extrañas, los snark, cuya sola mención aterroriza a los moradores de este reino. Seguramente pronto habrá un flashback que nos explique qué onda con estos pseudo-dragones que tanto pánico causan.
Si bien esto está repleto de chistes de todo tipo, el ritmo es claramente aventurero. Hay una epopeya en ciernes y Langridge apuesta a envolvernos en esta trama y a que alucinemos viendo cómo un personaje cínico y amoral (Walrus) termina por asumir un rol heroico y a jugarse el pellejo en una gesta peligrosa, pero no por eso poco disparatada. El equilibrio está logradísimo: aventuras, humor y desarrollo de personajes se amalgaman en las dosis justas. Y lo más interesante: al igual que los comics de los Muppets, esto es bien para todo público. Lo pueden leer los chicos, entender todo y cebarse a full, y lo pueden leer los grandes sin sentir que te están contando un cuentito para nenes de segundo grado o para subnormales incapaces de seguir tramas más complejas. Lo único que se me ocurre para criticarle al guión es que, si comprás sólo este primer tomo, te deja totalmente en pelotas. Snarked! es una saga narrada en tres libros y me da la sensación de que si no leés los tres, no se entiende nada. Lo cual, por otro lado, habla de la complejidad y la ambición de la historia que propone Langridge.
El dibujo del ídolo está al mismo nivel que vimos en los comics de los Muppets. Está claro que, cuando trabaja con un colorista (en este caso Rachelle Rosenberg), Langridge no pone toda la carne al asador, sino que trata de dejar un margen para que se luzca también su partenaire. Muchos de los efectos que el neozelandés suele resolver con texturas y tramas surgidas de su pincel mágico, acá están resueltos con la paleta digital de Rosenberg. De todos modos, hay páginas pletóricas de detalles microscópicos, en las que Langridge se zarpa tanto en la composición de las escenas como en el acabado del dibujo, y seguramente Rosenberg sufrió para colorear cada cosita mínima como sufre Tom Luth cada vez que tiene que colorear un comic de Groo. El diseño de los personajes es dinámico, amistoso, con una nena que parece exiliada de Peanuts y una mezcla rara entre personajes humanos y animales antropomórficos, algunos con ciertos rasgos similares a los que vimos en los comics de los Muppets. Como siempre, tenemos los excelentes fondos y las hermosas onomatopeyas que nunca faltan en los comics de esta bestia.
Tengo para leer pronto el Vol.2 y es probable que me lo liquide antes de fin de mes, porque este primer tomo de Snarked! me dejó muy cebado. Una vez más, garpó apostar por una obra de este verdadero genio del Noveno Arte nacido en Nueva Zelanda, radicado en Inglaterra y llamado Roger Langridge. Gracias BOOM! por editar esta papita tan fina.
jueves, 22 de mayo de 2014
22/ 05: HABIA OTRA VEZ...
Por fin se recopilaron en nuestro país estas cinco historietas breves, realizadas entre 1979 y 1980 por Alberto Breccia y Carlos Trillo. Hasta hace poco, este material estaba inédito en nuestro país, o perdido dentro de antologías inconseguibles, de hace más de 30 años.
Acá hay dos historietas rarísimas, realmente alienígenas. La de Caperucita Roja, escrita por el propio Breccia, ambienta el clásico cuento en un suburbio de Buenos Aires y cambia tanto a los personajes que Caperucita termina como vedette en un teatro de revistas con olor a prostíbulo. Acá casi no se ve el trazo del Viejo Breccia, en ninguno de sus estilos. Toda la faceta gráfica está lograda con papeles recortados, con muy pocas líneas y manchas puestas por el autor sobre los mismos. Es un trabajo rarísimo, por momentos muy crudo (como los primeros capítulos de South Park) y por momentos genial. La forma en que el Viejo repiensa el tema de la espacialidad en la viñeta, la forma en que imagina estas composiciones y las plasma con formas que no brotan de su pincel sino de papeles recortados, es realmente impactante. Por supuesto, funciona bien porque se trata de un experimento de seis páginas. Quizás esto mismo en una historieta extensa, de 64 u 80 páginas, se hacía intragable.
La otra historieta muy rara es la última, de apenas tres páginas. Aquí sí escribe Trillo y lo que se supone que debería ser una reversión satírica de La Bella Durmiente rápidamente se convierte en un chiste no muy gracioso que involucra a Karen Quinlan (una chica que pasó años conectada a máquinas que la mantuvieron artificialmente viva) y a Walt Disney, de quien se decía que había sido criogenado tras su muerte en 1966. Los propios autores (brillantemente caricaturizados por Breccia) asumen el rol protagónico para estas 12 viñetas que –leídas lejos del contexto en el que fueron concebidas- resultan extrañísimas.
Las otras tres, son verdaderas gemas: Hansel y Gretel juega al límite del terror; Blancanieves tiene un príncipe que parece un cantor de tangos y enanitos con rasgos de personajes (y personalidades) del mundo del comic; y La Cenicienta está transplantada al presente, con un astro del rock (mezcla de Elvis y Sandro) en el rol del príncipe.
Estas tres versiones destilan una genial mala leche por parte de Trillo, que acentúa las aristas más jodidas de estos relatos e incluso rescata elementos bastante escabrosos que alguna vez fueron parte de estos cuentos y que más tarde, cuando estos fueron edulcorados para ser consumidos por los niños, terminaron por ser eliminados. Por supuesto, al estar ambientada en el presente, la que más línea baja y la que se mofa de clichés más reconocibles es La Cenicienta. Creo que es la que más me gustó de todo el libro.
De todos modos, esto hay que comprarlo por el dibujo. Lo que hace Breccia en estas páginas es descomunal, no tiene explicación. El Viejo despliega su estilo bien grotesco, bien esperpéntico, bien granguiñolesco, para lograr personajes tremendos, de desaforada expresividad. A esto se le suma un color directo, aplicado con maestría, y –lo más notable- las texturas. Breccia mete todo tipo de recortes: papeles de empapelar paredes, fotos, cachos de tela, de arpillera, de bordados, de tejidos, texturas logradas con piedras y huesos, con cepillos, con tintas disueltas en líquidos más densos que el agua... un delirio total. Nunca vi uno de estos originales, pero imagino que deben ser un nirvana, algo capaz de producirle un ACV a cualquier profe de Dibujo de la secundaria. Lo más loco es que muchas de estas texturas no están para rellenar los contornos de las figuras, sino que reemplazan a las figuras! Breccia no dibuja un sólo árbol, por ejemplo. Todos los árboles están hechos con recortes de cosas cuya textura nos remite a la de los árboles. La técnica del collage aparece varias veces en la ilustre trayectoria del Viejo, pero creo que nunca me había detonado las retinas tanto como esta vez.
Por suerte, el libro está muy bien impreso, en un papel en el que se lucen plenamente todas las genialidades gráficas de Breccia. Si nos ponemos muy en puristas (como mi amigo Dani Otamendi), podemos llegar a lamentar que el rotulado original, a cargo de Héctor Formento (el gran letrista que tuvo el Viejo en sus últimos... 25 años de carrera), haya sido reemplazado por un rotulado digital, que está bien, pero es un toquecito más frío. La posta es que este libro es un lujo, imprescindible para los fans tanto de Breccia como de Trillo. Y el que no es fan de ninguno de los dos no existe, así que es imprescindible para el mundo entero.
Acá hay dos historietas rarísimas, realmente alienígenas. La de Caperucita Roja, escrita por el propio Breccia, ambienta el clásico cuento en un suburbio de Buenos Aires y cambia tanto a los personajes que Caperucita termina como vedette en un teatro de revistas con olor a prostíbulo. Acá casi no se ve el trazo del Viejo Breccia, en ninguno de sus estilos. Toda la faceta gráfica está lograda con papeles recortados, con muy pocas líneas y manchas puestas por el autor sobre los mismos. Es un trabajo rarísimo, por momentos muy crudo (como los primeros capítulos de South Park) y por momentos genial. La forma en que el Viejo repiensa el tema de la espacialidad en la viñeta, la forma en que imagina estas composiciones y las plasma con formas que no brotan de su pincel sino de papeles recortados, es realmente impactante. Por supuesto, funciona bien porque se trata de un experimento de seis páginas. Quizás esto mismo en una historieta extensa, de 64 u 80 páginas, se hacía intragable.
La otra historieta muy rara es la última, de apenas tres páginas. Aquí sí escribe Trillo y lo que se supone que debería ser una reversión satírica de La Bella Durmiente rápidamente se convierte en un chiste no muy gracioso que involucra a Karen Quinlan (una chica que pasó años conectada a máquinas que la mantuvieron artificialmente viva) y a Walt Disney, de quien se decía que había sido criogenado tras su muerte en 1966. Los propios autores (brillantemente caricaturizados por Breccia) asumen el rol protagónico para estas 12 viñetas que –leídas lejos del contexto en el que fueron concebidas- resultan extrañísimas.
Las otras tres, son verdaderas gemas: Hansel y Gretel juega al límite del terror; Blancanieves tiene un príncipe que parece un cantor de tangos y enanitos con rasgos de personajes (y personalidades) del mundo del comic; y La Cenicienta está transplantada al presente, con un astro del rock (mezcla de Elvis y Sandro) en el rol del príncipe.
Estas tres versiones destilan una genial mala leche por parte de Trillo, que acentúa las aristas más jodidas de estos relatos e incluso rescata elementos bastante escabrosos que alguna vez fueron parte de estos cuentos y que más tarde, cuando estos fueron edulcorados para ser consumidos por los niños, terminaron por ser eliminados. Por supuesto, al estar ambientada en el presente, la que más línea baja y la que se mofa de clichés más reconocibles es La Cenicienta. Creo que es la que más me gustó de todo el libro.
De todos modos, esto hay que comprarlo por el dibujo. Lo que hace Breccia en estas páginas es descomunal, no tiene explicación. El Viejo despliega su estilo bien grotesco, bien esperpéntico, bien granguiñolesco, para lograr personajes tremendos, de desaforada expresividad. A esto se le suma un color directo, aplicado con maestría, y –lo más notable- las texturas. Breccia mete todo tipo de recortes: papeles de empapelar paredes, fotos, cachos de tela, de arpillera, de bordados, de tejidos, texturas logradas con piedras y huesos, con cepillos, con tintas disueltas en líquidos más densos que el agua... un delirio total. Nunca vi uno de estos originales, pero imagino que deben ser un nirvana, algo capaz de producirle un ACV a cualquier profe de Dibujo de la secundaria. Lo más loco es que muchas de estas texturas no están para rellenar los contornos de las figuras, sino que reemplazan a las figuras! Breccia no dibuja un sólo árbol, por ejemplo. Todos los árboles están hechos con recortes de cosas cuya textura nos remite a la de los árboles. La técnica del collage aparece varias veces en la ilustre trayectoria del Viejo, pero creo que nunca me había detonado las retinas tanto como esta vez.
Por suerte, el libro está muy bien impreso, en un papel en el que se lucen plenamente todas las genialidades gráficas de Breccia. Si nos ponemos muy en puristas (como mi amigo Dani Otamendi), podemos llegar a lamentar que el rotulado original, a cargo de Héctor Formento (el gran letrista que tuvo el Viejo en sus últimos... 25 años de carrera), haya sido reemplazado por un rotulado digital, que está bien, pero es un toquecito más frío. La posta es que este libro es un lujo, imprescindible para los fans tanto de Breccia como de Trillo. Y el que no es fan de ninguno de los dos no existe, así que es imprescindible para el mundo entero.
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miércoles, 21 de mayo de 2014
21/ 05: HOY NO HAY NADA
Y, la verdad que tengo un par de libros leídos, pero no me da la cabeza para ponerme a redactar una reseña. Estamos a full con la fiesta de los 20 años de Comiqueando y los preparativos absorben toda mi concentración.
Hoy salió una linda nota de mi amigo Andrés Valenzuela sobre este festejo, en la sección Espectáculos de Página/12. Publico el link, así tenés algo para leer, escrito en un castellano más ortodoxo que el que suele leerse en mis reseñas.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/18-32287-2014-05-21.html
Y ya que estamos, el link al evento en Facebook, por si a último momento te decidís a sumarte a una fiesta que promete ser memorable.
https://www.facebook.com/?q=#/events/570155463100028/?ref=25
Mañana sí, seguro publico la reseña de uno de los libritos que tengo leídos. Gracias por la paciencia y si venís esta noche a la fiesta, acercate a saludar.
Hoy salió una linda nota de mi amigo Andrés Valenzuela sobre este festejo, en la sección Espectáculos de Página/12. Publico el link, así tenés algo para leer, escrito en un castellano más ortodoxo que el que suele leerse en mis reseñas.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/18-32287-2014-05-21.html
Y ya que estamos, el link al evento en Facebook, por si a último momento te decidís a sumarte a una fiesta que promete ser memorable.
https://www.facebook.com/?q=#/events/570155463100028/?ref=25
Mañana sí, seguro publico la reseña de uno de los libritos que tengo leídos. Gracias por la paciencia y si venís esta noche a la fiesta, acercate a saludar.
martes, 20 de mayo de 2014
20/ 05: X-MEN: DAYS OF FUTURE PAST
Otra vez encaro el duro desafío de criticar una película sin spoilear nada del argumento. No es fácil, pero vamos a intentarlo.
Lo más importante es que la película me gustó mucho. Dura 131 minutos y en ningún momento se me hizo larga, para nada. Creo que acá Bryan Singer logró recuperar la magia y reivindicarse de aquel bofe insostenible que fue Superman Returns. El guión es complicado, pero se entiende todo sin mayor inconveniente. Olvidate de la saga de Chris Claremont y John Byrne. Esto NO es una adaptación de eso, ni remotamente. Hay un par de ideas tomadas de aquel mítico comic de 1981, pero básicamente la peli va para otro lado.
DOFP es, en esencia, un mecanismo de continuidad pensado para abrir las puertas a nuevas pelis de los X-Men. Todo el bolonki del viaje al pasado, todo el esfuerzo por re-escribir una historia destinada a terminar muy mal, le sirve a Singer para integrar en una misma continuidad a películas aparentemente contradictorias entre sí: por un lado, X-Men y X2, por el otro X-Men Origins: Wolverine y finalmente X-Men: First Class. Ahora esas cuatro pelis (y DOFP) forman un bloque único, perfectamente coherente, como las de Iron Man, Thor, el Capi y demás. La segunda peli de Wolverine... queda bastante afuera de la rosca, sobre todo por la escena final, ¿te acordás? Esa en la que se le aparecían Magneto y el Profe para reclutarlo para una misión. Y X-Men 3 es la peli más manoseada, más re-escrita por DOFP, lo cual es bastante lógico, porque funcionaba como un cierre a la trilogía original. Y un cierre bastante definitivo, porque muchos de los protagonistas morían o perdían sus poderes. Al cambiar el pasado, mucho de lo de X-Men 3 no sucedió, por eso la saga vuelve a abrirse. De última, tampoco manosearon a una obra maestra: X-Men 3 era claramente la más floja de la trilogía.
Y aún así, mirá lo que son las paradojas. DOFP tiene pocos problemas, pero uno es el mismo que ya vimos en X-Men 3: sobran personajes. Muchos. Demasiados. Incluso un personaje que aparece en los afiches, interpretado por una actriz que está MUY arriba en el elenco, aparece un segundo Y NO HABLA. Sospecho que más adelante saldrá una versión extendida, o un director´s cut en el que... esa heroína tenga algún peso en la trama, o deje de ser un mero guiño al espectador que vio las tres primeras. Y hablando de guiños, hay MUCHOS para el comiquero. El más grosso: aparecen Chris Claremont y Len Wein. Y después un montón de cositas menores, sobre todo para el que vio todas las películas. La verdad que la vuelta de tuerca del guión para integrar todas esas historias a una misma continuidad, y a la vez contar una historia nueva que te atrapa, es muy notable.
Así como hay personajes que apenas figuran, hay otros que se morfan la película. Primero y principal, Mystique. Mystique es, sin dudas LA protagonista y NADA de lo que pasa podría pasar sin Mystique de por medio. En segundo plano te pongo al Profe y a Wolverine. Beast es un gran personaje secundario a lo largo de toda la cinta y Magneto, que está dos tercios de la película prácticamente pintado al óleo, pela infinita chapa en el tercio final. Los otros personajes con escenas importantes a lo largo de los 131 minutos son Bolivar Trask (magistralmente personificado por Peter Dinklage) y William Stryker, a cargo de un apenas correcto Josh Helman. Y claro, como en toda película a la que le sobran personajes, hay actores grossos en roles muy chiquitos, bastante desaprovechados.
Pero bueno, muchos personajes también significa muchas posibilidades de meter buenos diálogos, buenos toques de caracterización y escenas multitudinarias en las que vuelan piñas, rayos, garras, fuego, hielo y todo lo que se te ocurra. La machaca es abundante, estridente, y siempre esta justificada, no es fan service. Y por supuesto, respaldada por alucinantes efectos especiales.
Y ahora ya está, ya se volvió a abrir la caja de Pandora y de acá puede salir cualquier cosa. Sin dudas, DOFP relanza la franquicia fílmica de los X-Men con una fuerza comparable a la de Amazing Spider-Man o la de “familia Avengers” y, si Bryan Singer no vuelve a tildar, me parece que tenemos X-Men para rato y a un gran nivel.
Lo más importante es que la película me gustó mucho. Dura 131 minutos y en ningún momento se me hizo larga, para nada. Creo que acá Bryan Singer logró recuperar la magia y reivindicarse de aquel bofe insostenible que fue Superman Returns. El guión es complicado, pero se entiende todo sin mayor inconveniente. Olvidate de la saga de Chris Claremont y John Byrne. Esto NO es una adaptación de eso, ni remotamente. Hay un par de ideas tomadas de aquel mítico comic de 1981, pero básicamente la peli va para otro lado.
DOFP es, en esencia, un mecanismo de continuidad pensado para abrir las puertas a nuevas pelis de los X-Men. Todo el bolonki del viaje al pasado, todo el esfuerzo por re-escribir una historia destinada a terminar muy mal, le sirve a Singer para integrar en una misma continuidad a películas aparentemente contradictorias entre sí: por un lado, X-Men y X2, por el otro X-Men Origins: Wolverine y finalmente X-Men: First Class. Ahora esas cuatro pelis (y DOFP) forman un bloque único, perfectamente coherente, como las de Iron Man, Thor, el Capi y demás. La segunda peli de Wolverine... queda bastante afuera de la rosca, sobre todo por la escena final, ¿te acordás? Esa en la que se le aparecían Magneto y el Profe para reclutarlo para una misión. Y X-Men 3 es la peli más manoseada, más re-escrita por DOFP, lo cual es bastante lógico, porque funcionaba como un cierre a la trilogía original. Y un cierre bastante definitivo, porque muchos de los protagonistas morían o perdían sus poderes. Al cambiar el pasado, mucho de lo de X-Men 3 no sucedió, por eso la saga vuelve a abrirse. De última, tampoco manosearon a una obra maestra: X-Men 3 era claramente la más floja de la trilogía.
Y aún así, mirá lo que son las paradojas. DOFP tiene pocos problemas, pero uno es el mismo que ya vimos en X-Men 3: sobran personajes. Muchos. Demasiados. Incluso un personaje que aparece en los afiches, interpretado por una actriz que está MUY arriba en el elenco, aparece un segundo Y NO HABLA. Sospecho que más adelante saldrá una versión extendida, o un director´s cut en el que... esa heroína tenga algún peso en la trama, o deje de ser un mero guiño al espectador que vio las tres primeras. Y hablando de guiños, hay MUCHOS para el comiquero. El más grosso: aparecen Chris Claremont y Len Wein. Y después un montón de cositas menores, sobre todo para el que vio todas las películas. La verdad que la vuelta de tuerca del guión para integrar todas esas historias a una misma continuidad, y a la vez contar una historia nueva que te atrapa, es muy notable.
Así como hay personajes que apenas figuran, hay otros que se morfan la película. Primero y principal, Mystique. Mystique es, sin dudas LA protagonista y NADA de lo que pasa podría pasar sin Mystique de por medio. En segundo plano te pongo al Profe y a Wolverine. Beast es un gran personaje secundario a lo largo de toda la cinta y Magneto, que está dos tercios de la película prácticamente pintado al óleo, pela infinita chapa en el tercio final. Los otros personajes con escenas importantes a lo largo de los 131 minutos son Bolivar Trask (magistralmente personificado por Peter Dinklage) y William Stryker, a cargo de un apenas correcto Josh Helman. Y claro, como en toda película a la que le sobran personajes, hay actores grossos en roles muy chiquitos, bastante desaprovechados.
Pero bueno, muchos personajes también significa muchas posibilidades de meter buenos diálogos, buenos toques de caracterización y escenas multitudinarias en las que vuelan piñas, rayos, garras, fuego, hielo y todo lo que se te ocurra. La machaca es abundante, estridente, y siempre esta justificada, no es fan service. Y por supuesto, respaldada por alucinantes efectos especiales.
Y ahora ya está, ya se volvió a abrir la caja de Pandora y de acá puede salir cualquier cosa. Sin dudas, DOFP relanza la franquicia fílmica de los X-Men con una fuerza comparable a la de Amazing Spider-Man o la de “familia Avengers” y, si Bryan Singer no vuelve a tildar, me parece que tenemos X-Men para rato y a un gran nivel.
lunes, 19 de mayo de 2014
19/ 05: IBERIA INC.
Cada tanto, alguien suma uno más uno: en un mercado donde hay muchos fans de los superhéroes y grandes autores locales, ¿cómo no va a funcionar un comic con superhéroes de ese país? Como ya dije más de una vez, los superhéroes son un género 100% yanki, que demostró sobradamente ser intransplantable a otros países. Casi siempre esa suma de 1+1 da -10, y a veces, muy de vez en cuando, se araña un decoroso empate. Este es uno de esos casos.
A principios de los ´90, al maestro Carlos Pacheco y a su amigo, el especialista Rafael Marín, se les ocurrió crear un grupo de superhéroes españoles al estilo Avengers. Lamentablemente, cuando consiguieron quien quisiera publicar ese material, Pacheco ya estaba triunfando en EEUU y no lo pudo dibujar. Sin embargo, trabajó junto a Marín para condensar todas las ideas que habían elucubrado en los seis números de Iberia Inc. que recopila este libro, y los tres de Tríada Vértice, el spin-off que tuvo esta colección.
Y el gran problema que tiene Iberia Inc. es ese: apretujadas en 150 páginas hay ideas para llenar -fácil- 400 páginas. Pacheco y Marín despliegan un universo entero de héroes, villanos, otros héroes que no son miembros del equipo protagónico, y –por si faltara algo- sutiles menciones a todo un legado de justicieros enmascarados españoles que arranca –lógicamente- a fines de los años ´30. Toda esta parte está desarrollada en textos complementarios, que le deben no poco a los que calzaba Alan Moore al final de cada episodio de Watchmen para explicarnos quiénes eran los Minutemen y demás data del mundo en el que vivían sus personajes. Rápidamente te invade la sensación de que acá están pasando demasiadas cosas, de que en cada episodio se acumulan una cantidad de sucesos, y se nos presentan una cantidad de personajes, que superan las posibilidades del formato elegido. Se supone que esta saga cuenta una historia... y en realidad cuenta varias, e incluso muestra puntitas de varias más, que nunca veremos.
Esta onda barroca, sobrecargada de elementos, se manifiesta también en los textos, que son muy abundantes. Marín, responsable de los diálogos y los bloques de texto, se enrola en un estilo Chris Claremont de principios de los ´80, donde se habla mucho, se piensa mucho, se explica todo (incluso más de una vez) y en cada flashback los personajes cuentan historias que bien podrían narrarse en una novela gráfica. Esta proliferación de textos refuerza esa sensación de haber leído 400 páginas, cuando en realidad leimos 150.
El dibujante que finalmente se hizo cargo de darle vida a Iberia Inc. fue Rafa Fonteriz, todavía no tan famoso a fines de los ´90 (hoy la rompe en Francia). Y de nuevo, el estilo elegido por Fonteriz también va para el lado de la sobreabundancia. Cada viñeta está llena de elementos: los voluminosos globos, los muchos personajes, los detalles que mete Fonteriz en ropas, decorados y peinados, cada tanto un coqueteo con las tramas mecánicas... El resultado final está bien, pero sobra información. El estilo de Fonteriz es muy realista, tiene una base muy clásica, aunque acá demuestra haber estudiado a los dibujantes que “mutaron” la estética clásica para adaptarla a los relatos superheroicos. Desde grossos como George Pérez y García López hasta dibujantes menores como Jim Lee o Mike Deodato aparecen por momentos en las composiciones y en los detalles de Fonteriz y le “deforman” ese realismo tan académico, tan prolijo, que vemos en sus otros trabajos.
Me hubiese encantado leer más acerca de estas versiones ibéricas del Capitán América, Thor, Iron Man y demás. Creo que, salvo Loup Garou (que es un calco descarado de Batroc the Leaper), el resto de los diseños y las personalidades de estos héroes y villanos están cuidados, con el equilibrio justo entre los rasgos identitarios propios y los guiños al comiquero que entiende que detrás de Iberia Inc. hay tres cebados homenajeando a Marvel, a DC y a personajes clásicos del comic español. Acá, presentados todos juntos en tan pocas páginas, muchos de estos conceptos apenas llegan a esbozarse y muy pocos tienen el desarrollo que se merecían. Pero es lo que hay. Nunca hubo y probablemente nunca haya secuelas a esta primera saga y su breve spin-off, a pesar de que –si mal no recuerdo- en su momento las ventas fueron más que aceptables.
A principios de los ´90, al maestro Carlos Pacheco y a su amigo, el especialista Rafael Marín, se les ocurrió crear un grupo de superhéroes españoles al estilo Avengers. Lamentablemente, cuando consiguieron quien quisiera publicar ese material, Pacheco ya estaba triunfando en EEUU y no lo pudo dibujar. Sin embargo, trabajó junto a Marín para condensar todas las ideas que habían elucubrado en los seis números de Iberia Inc. que recopila este libro, y los tres de Tríada Vértice, el spin-off que tuvo esta colección.
Y el gran problema que tiene Iberia Inc. es ese: apretujadas en 150 páginas hay ideas para llenar -fácil- 400 páginas. Pacheco y Marín despliegan un universo entero de héroes, villanos, otros héroes que no son miembros del equipo protagónico, y –por si faltara algo- sutiles menciones a todo un legado de justicieros enmascarados españoles que arranca –lógicamente- a fines de los años ´30. Toda esta parte está desarrollada en textos complementarios, que le deben no poco a los que calzaba Alan Moore al final de cada episodio de Watchmen para explicarnos quiénes eran los Minutemen y demás data del mundo en el que vivían sus personajes. Rápidamente te invade la sensación de que acá están pasando demasiadas cosas, de que en cada episodio se acumulan una cantidad de sucesos, y se nos presentan una cantidad de personajes, que superan las posibilidades del formato elegido. Se supone que esta saga cuenta una historia... y en realidad cuenta varias, e incluso muestra puntitas de varias más, que nunca veremos.
Esta onda barroca, sobrecargada de elementos, se manifiesta también en los textos, que son muy abundantes. Marín, responsable de los diálogos y los bloques de texto, se enrola en un estilo Chris Claremont de principios de los ´80, donde se habla mucho, se piensa mucho, se explica todo (incluso más de una vez) y en cada flashback los personajes cuentan historias que bien podrían narrarse en una novela gráfica. Esta proliferación de textos refuerza esa sensación de haber leído 400 páginas, cuando en realidad leimos 150.
El dibujante que finalmente se hizo cargo de darle vida a Iberia Inc. fue Rafa Fonteriz, todavía no tan famoso a fines de los ´90 (hoy la rompe en Francia). Y de nuevo, el estilo elegido por Fonteriz también va para el lado de la sobreabundancia. Cada viñeta está llena de elementos: los voluminosos globos, los muchos personajes, los detalles que mete Fonteriz en ropas, decorados y peinados, cada tanto un coqueteo con las tramas mecánicas... El resultado final está bien, pero sobra información. El estilo de Fonteriz es muy realista, tiene una base muy clásica, aunque acá demuestra haber estudiado a los dibujantes que “mutaron” la estética clásica para adaptarla a los relatos superheroicos. Desde grossos como George Pérez y García López hasta dibujantes menores como Jim Lee o Mike Deodato aparecen por momentos en las composiciones y en los detalles de Fonteriz y le “deforman” ese realismo tan académico, tan prolijo, que vemos en sus otros trabajos.
Me hubiese encantado leer más acerca de estas versiones ibéricas del Capitán América, Thor, Iron Man y demás. Creo que, salvo Loup Garou (que es un calco descarado de Batroc the Leaper), el resto de los diseños y las personalidades de estos héroes y villanos están cuidados, con el equilibrio justo entre los rasgos identitarios propios y los guiños al comiquero que entiende que detrás de Iberia Inc. hay tres cebados homenajeando a Marvel, a DC y a personajes clásicos del comic español. Acá, presentados todos juntos en tan pocas páginas, muchos de estos conceptos apenas llegan a esbozarse y muy pocos tienen el desarrollo que se merecían. Pero es lo que hay. Nunca hubo y probablemente nunca haya secuelas a esta primera saga y su breve spin-off, a pesar de que –si mal no recuerdo- en su momento las ventas fueron más que aceptables.
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domingo, 18 de mayo de 2014
18/ 05: MUTAGENO Vol.1
Hoy me toca comentar un comic uruguayo bien de género fantástico, sin ninguna conexión con la historia del país hermano. Aldo Pérez escribe y dibuja estas 42 páginas, complementadas por el color de Daniel Morales.
La historia es bastante original: nos invita a presenciar las instancias cruciales de un conflicto entre un escritor y sus dos personajes más importantes, en un contexto de fantasía onda The Unwritten, en el que uno de estos personajes busca la chance de “pasar de nivel” y convertirse en un ser humano real, tan real como su creador. El pequeño problema es que uno de los personajes es una vampira antropófaga y el otro, un asesino serial.
A partir de esta idea atractiva, sale una historieta bastante olvidable. Primero porque no daba para 42 páginas. Y segundo porque Pérez viene de una escuela noventosa de anti-narrativa. Esto ya está más allá de Jim Lee o Todd McFarlane, ya es un artbook con un par de globitos. Nada de lo que pone Pérez en sus dibujos (que no son malos) está puesto con una intención narrativa. No hay secuencias bien planificadas: hay imágenes puestas una al lado de la otra, muchas de ellas –imagino- tomadas de un block de dibujo en el que Pérez pergeñó todas esas imágenes no para contar esta historia, sino para joder, para divertirse. Por supuesto abundan las splash pages, simples y dobles, sin ningún sentido dramático, y en la misma (y desmesurada) proporción escasean los fondos. Cuando los personajes aparecen de cuerpo entero (poquísimas veces) se evidencian errores menores en la anatomía, como manos o cabezas muy grandes, brazos muy cortos, o una mano que se pliega para el lado contrario al que debería. Casi siempre los errores se aplican a la anatomía masculina. Hay que decir que a la hora de dibujar a Constanza, la vampira, Pérez se pone más las pilas, si bien todo tiene mucha pinta de pin-up y poca pinta de historieta de la que me gusta a mí.
El color está muy bien, pone estridencia cuando hay que ponerla, acompaña el único cambio de clima que tiene el guión, y detona un interesante arsenal de efectos, que se lucen mucho porque casi siempre terminan por reemplazar a los fondos que Pérez no dibuja ni por casualidad.
Para reivindicar tenemos algunos diálogos ingeniosos (aunque mal distribuidos en las páginas) y algunas ideas interesantes que tienen que ver con este juego metatextual entre autor, personajes y los distintos niveles de realidad en los que se mueven unos y otros.
Y la verdad que no mucho más. Sospecho que esta es la ópera prima de Aldo Pérez, por eso no lo quiero masacrar. Ojalá se tome unos años para estudiar a los maestros del arte secuencial y encuentre nociones, conceptos, ideas como para poder poner su dibujo al servicio de un relato. Acá tenemos un claro ejemplo de un dibujante bastante competente, que maneja bien varias técnicas, que trata de contar una historia con un cierto atractivo, pero que se choca contra sus serias falencias a la hora de contar esa historia con las imágenes. Esto mismo, con menos páginas y más criterio en el armado de las secuencias, en la creación de los climas y sobre todo en la planificación del ritmo del relato, por ahí zafaba decorosamente, incluso sin los fondos. Como diría Mirtha, “así, no”.
La historia es bastante original: nos invita a presenciar las instancias cruciales de un conflicto entre un escritor y sus dos personajes más importantes, en un contexto de fantasía onda The Unwritten, en el que uno de estos personajes busca la chance de “pasar de nivel” y convertirse en un ser humano real, tan real como su creador. El pequeño problema es que uno de los personajes es una vampira antropófaga y el otro, un asesino serial.
A partir de esta idea atractiva, sale una historieta bastante olvidable. Primero porque no daba para 42 páginas. Y segundo porque Pérez viene de una escuela noventosa de anti-narrativa. Esto ya está más allá de Jim Lee o Todd McFarlane, ya es un artbook con un par de globitos. Nada de lo que pone Pérez en sus dibujos (que no son malos) está puesto con una intención narrativa. No hay secuencias bien planificadas: hay imágenes puestas una al lado de la otra, muchas de ellas –imagino- tomadas de un block de dibujo en el que Pérez pergeñó todas esas imágenes no para contar esta historia, sino para joder, para divertirse. Por supuesto abundan las splash pages, simples y dobles, sin ningún sentido dramático, y en la misma (y desmesurada) proporción escasean los fondos. Cuando los personajes aparecen de cuerpo entero (poquísimas veces) se evidencian errores menores en la anatomía, como manos o cabezas muy grandes, brazos muy cortos, o una mano que se pliega para el lado contrario al que debería. Casi siempre los errores se aplican a la anatomía masculina. Hay que decir que a la hora de dibujar a Constanza, la vampira, Pérez se pone más las pilas, si bien todo tiene mucha pinta de pin-up y poca pinta de historieta de la que me gusta a mí.
El color está muy bien, pone estridencia cuando hay que ponerla, acompaña el único cambio de clima que tiene el guión, y detona un interesante arsenal de efectos, que se lucen mucho porque casi siempre terminan por reemplazar a los fondos que Pérez no dibuja ni por casualidad.
Para reivindicar tenemos algunos diálogos ingeniosos (aunque mal distribuidos en las páginas) y algunas ideas interesantes que tienen que ver con este juego metatextual entre autor, personajes y los distintos niveles de realidad en los que se mueven unos y otros.
Y la verdad que no mucho más. Sospecho que esta es la ópera prima de Aldo Pérez, por eso no lo quiero masacrar. Ojalá se tome unos años para estudiar a los maestros del arte secuencial y encuentre nociones, conceptos, ideas como para poder poner su dibujo al servicio de un relato. Acá tenemos un claro ejemplo de un dibujante bastante competente, que maneja bien varias técnicas, que trata de contar una historia con un cierto atractivo, pero que se choca contra sus serias falencias a la hora de contar esa historia con las imágenes. Esto mismo, con menos páginas y más criterio en el armado de las secuencias, en la creación de los climas y sobre todo en la planificación del ritmo del relato, por ahí zafaba decorosamente, incluso sin los fondos. Como diría Mirtha, “así, no”.
sábado, 17 de mayo de 2014
17/ 05: A DRUNKEN DREAM and Other Stories
Allá por 2010, Fantagraphics se lanzó a la aventura de publicar manga y, fiel a su estilo vanguardista y transgresor, se jugó por material muy raro. Este libro, por ejemplo, es un lujoso hardcover de casi 300 páginas, en el típico formato yanki, con páginas a color y aplicaciones doradas en las portadas. Adentro, extensos e interesantísimos textos sobre Moto Hagio y su obra, y 10 historias autoconclusivas de esta autora seminal del shojo manga, compañera de generación (y a veces de departamento) de Riyoko Ikeda y Keiko Takemiya, entre muchas otras artistas nacidas a fines de los ´40 y que la pegaron con todo en la década del ´70.
El libro ofrece tres historietas de los ´70, tres de los ´80 y cuatro más recientes, de 2007 y 2008. Se supone que son historias románticas, pero lo más interesante llega cuando Hagio se zarpa y mete elementos fantásticos. El dibujo mejora exponencialmente entre las historias de los ´70 y las de los ´80, siempre en el registro del shojo clásico y siempre con un trasfondo (más visible en la narrativa que en el grafismo) que remite a las obras sesentosas de Osamu Tezuka y Shotaro Ishinomori, los ídolos de la juventud de Hagio. Veamos una por una las historias.
Arrancamos con Bianca, un shojo desabrido, sin romance, sin pasión, apenas con algunos sentimientos que demuestran ser más fuertes que el paso del tiempo. Una historieta completamente prescindible, que por suerte ocupa sólo 16 páginas. La siguiente se llama Girl on Porch with Puppy y es muy rara, con experimentos extraños tanto en el guión (que se resuelve de un modo totalmente indescrifrable) como en el dibujo, que por momentos coquetea con el pop art yanki de los ´60. Y la última del bloque setentoso es Autumn Journey, un poco más extensa y bastante más clásica que las anteriores. Acá seguimos sin tener una típica historia de amor, pero aparece un tema muy trillado en el shojo clásico que es el de la filiación, el reencuentro entre padres e hijos criados por padres no biológicos. Esta es una muy buena historia, bien planteada y bien resuelta.
Marie, Ten Years Later abre el bloque ochentoso con una historia fuerte, impregnada de nostalgia y sentimientos que viven más allá del paso del tiempo. Se sostiene sobre todo en la línea que baja Hagio y en un muy buen desarrollo de los dos personajes centrales, algo raro en un comic de sólo 16 páginas. A Drunken Dream tiene dibujos pintados a color directo por la autora, con una paleta sugestiva y sutil, y tiene una ambientación de ciencia-ficción y de epopeya clásica muy lograda. El guión, sin embargo, es una boludez atómica. Por suerte es una de las mejor dibujadas del tomo. Hanshin: Half God es la desgarradora historia de dos hermanas siamesas, con magníficos toques macabros dignos de Kazuo Umezu. Acá el dibujo es más tosco y los fondos escasean más que las copas en las vitrinas de Gimnasia, pero el argumento es tremendamente maligno y está muy bien llevado.
Y llegamos a los trabajos más recientes de la venerable Moto, con Angel Mimic, una historia larga, de 50 páginas, que recién pega un giro interesante (que le permite no sólo ponerse buena, sino incluso levantar un cierto vuelo poético) en la página 45. Hasta ahí, es el típico shojo embolante de “colegiala enamorada del profesor”. Le sigue la mejor historia del tomo: Iguana Girl, otra idea retorcida y genial, llevada hasta las últimas consecuencias para ponernos MUY nerviosos. El personaje de la mamá de Rika y Mami es tan repulsivo, tan nefasto, que te querés meter en el manga para estrangularla. Son 50 páginas realmente memorables. Otra con elementos fantásticos y cero trama romántica es The Child Who Comes Home, que tiene una idea buena en 24 páginas, con lo cual se me hizo un poco larga. Y cerramos con una belleza: The Willow Tree, un experimento narrativo fascinante. Son 20 páginas divididas siempre en dos viñetas, casi sin textos, y no quiero contar de qué se trata para no cagarte la gracia si alguna vez la leés.
Autora de muchas obras que en Japón fueron hitazo y en Occidente no se conocen, Moto Hagio es una abanderada del shojo distinto, del shojo que se esfuerza por proponer algo más. No tanto desde la estética, sino de los temas que trata. Por eso es tan interesante descubrir sus historias cortas. Sin dudas, hubiese estado más piola publicar este material en un formato más croto y más accesible, para llegar a más gente. Yo, por suerte, lo conseguí baratísimo.
El libro ofrece tres historietas de los ´70, tres de los ´80 y cuatro más recientes, de 2007 y 2008. Se supone que son historias románticas, pero lo más interesante llega cuando Hagio se zarpa y mete elementos fantásticos. El dibujo mejora exponencialmente entre las historias de los ´70 y las de los ´80, siempre en el registro del shojo clásico y siempre con un trasfondo (más visible en la narrativa que en el grafismo) que remite a las obras sesentosas de Osamu Tezuka y Shotaro Ishinomori, los ídolos de la juventud de Hagio. Veamos una por una las historias.
Arrancamos con Bianca, un shojo desabrido, sin romance, sin pasión, apenas con algunos sentimientos que demuestran ser más fuertes que el paso del tiempo. Una historieta completamente prescindible, que por suerte ocupa sólo 16 páginas. La siguiente se llama Girl on Porch with Puppy y es muy rara, con experimentos extraños tanto en el guión (que se resuelve de un modo totalmente indescrifrable) como en el dibujo, que por momentos coquetea con el pop art yanki de los ´60. Y la última del bloque setentoso es Autumn Journey, un poco más extensa y bastante más clásica que las anteriores. Acá seguimos sin tener una típica historia de amor, pero aparece un tema muy trillado en el shojo clásico que es el de la filiación, el reencuentro entre padres e hijos criados por padres no biológicos. Esta es una muy buena historia, bien planteada y bien resuelta.
Marie, Ten Years Later abre el bloque ochentoso con una historia fuerte, impregnada de nostalgia y sentimientos que viven más allá del paso del tiempo. Se sostiene sobre todo en la línea que baja Hagio y en un muy buen desarrollo de los dos personajes centrales, algo raro en un comic de sólo 16 páginas. A Drunken Dream tiene dibujos pintados a color directo por la autora, con una paleta sugestiva y sutil, y tiene una ambientación de ciencia-ficción y de epopeya clásica muy lograda. El guión, sin embargo, es una boludez atómica. Por suerte es una de las mejor dibujadas del tomo. Hanshin: Half God es la desgarradora historia de dos hermanas siamesas, con magníficos toques macabros dignos de Kazuo Umezu. Acá el dibujo es más tosco y los fondos escasean más que las copas en las vitrinas de Gimnasia, pero el argumento es tremendamente maligno y está muy bien llevado.
Y llegamos a los trabajos más recientes de la venerable Moto, con Angel Mimic, una historia larga, de 50 páginas, que recién pega un giro interesante (que le permite no sólo ponerse buena, sino incluso levantar un cierto vuelo poético) en la página 45. Hasta ahí, es el típico shojo embolante de “colegiala enamorada del profesor”. Le sigue la mejor historia del tomo: Iguana Girl, otra idea retorcida y genial, llevada hasta las últimas consecuencias para ponernos MUY nerviosos. El personaje de la mamá de Rika y Mami es tan repulsivo, tan nefasto, que te querés meter en el manga para estrangularla. Son 50 páginas realmente memorables. Otra con elementos fantásticos y cero trama romántica es The Child Who Comes Home, que tiene una idea buena en 24 páginas, con lo cual se me hizo un poco larga. Y cerramos con una belleza: The Willow Tree, un experimento narrativo fascinante. Son 20 páginas divididas siempre en dos viñetas, casi sin textos, y no quiero contar de qué se trata para no cagarte la gracia si alguna vez la leés.
Autora de muchas obras que en Japón fueron hitazo y en Occidente no se conocen, Moto Hagio es una abanderada del shojo distinto, del shojo que se esfuerza por proponer algo más. No tanto desde la estética, sino de los temas que trata. Por eso es tan interesante descubrir sus historias cortas. Sin dudas, hubiese estado más piola publicar este material en un formato más croto y más accesible, para llegar a más gente. Yo, por suerte, lo conseguí baratísimo.
viernes, 16 de mayo de 2014
16/ 05: CATWOMAN Vol.2
Retomo esta serie que empecé a leer el 02/03/13 y finalmente decidí bancar la edición original, la que reúne buena parte de la etapa de Ed Brubaker en cuatro tomos. No son fáciles de conseguir, pero por suerte ya tengo los dos últimos ahí acovachados, esperando su turno para ser leídos, en una de esas antes de fin de año.
En este tomo se nos fue la magia: no está más el maestro Darwyn Cooke para dar cátedra en los lápices. El reemplazante es Brad Rader, un dibujante muy solvente, al que yo recordaba por sus aportes a los comics de Batman que seguían la línea de la Animated Series. Lo de Rader no está nada mal, es un dibujante muy completo, aunque lejos del virtuosismo de un Darwyn Cooke. A partir del segundo episodio de este tomo le ponen de entintador al gran Rick Burchett, lo cual acentúa muchísimo el look “animated” de esta serie. Cuando Burchett dibuja, le sale –no sin esfuerzo- un estilo más realista, o más oscuro. Cuando entinta, resulta inevitable “sospechar” debajo de esas pinceladas los lápices de Mike Parobeck, Ty Templeton o alguno de los otros grandes dibujantes que pasaron por los comics de la línea “animated”.
Los guiones del maestro Brubaker están bastante por encima de lo que vimos en el tomo anterior. Casi como si hubiese escuchado mi pedido, el guionista trae de vuelta a Slam Bradley, el personaje más antiguo del DCU, que debutara en 1937 en el n°1 de Detective Comics. Con él vuelve la onda hard-boiled y ese romance a contramano, baqueteado y melancólico, porque es obvio que el veterano detective está enamorado de Selina y ella lo considera un gran amigo. Notable trabajo de Brubaker en la elaboración de este personaje. Y también de Holly, la otra integrante importante del elenco de la serie, detonadora además del bolonki que Catwoman y Slam deberán desactivar a lo largo de casi todo el tomo. Otro personaje muy bien utilizado por Brubaker es el inspector Crispus Allen, a quien poco después (y con la complicidad de Greg Rucka) convertirá en miembro fundamental del elenco de la gloriosa Gotham Central. Batman aparece apenas unas pocas viñetas en el unitario con el que cierra el tomo, y se mantiene la política (a mi juicio acertada) de no cruzar a Catwoman con los otros villanos de Gotham. Sobre el final del arco principal hay un indicio bastante claro de que en algún punto chocarán la gata y Black Mask, pero andá a saber si eso sucede en el próximo tomo, o si Brubaker se lo guardaba para mucho más adelante.
La trama de la saga más extensa está muy bien armada y se mete nada menos que con una red de tráfico de drogas en la que están involucrados unos cuantos canas, incluso tipos con cargos importantes en la jerarquía policial. El plan de los malos es buenísimo y la opereta que arman Selina y Bradley para cagarlos es brillante. El unitario final está bien, muy jugado a la emotividad, pero un poquito predecible. Y complementan unas historias muy breves extraídas del Secret Files & Origins (una de ellas dibujada por Michael Avon Oeming!) que dejan en claro algo que uno ya intuía: a Brubaker no le interesaba demasiado pasar en limpio la historia previa de Catwoman. De hecho, si podía contar sus historias sin hacerse cargo de nada de lo escrito por los guionistas anteriores, mejor. Esto era casi un reboot, casi un volver a empezar de cero. Y banco esa decisión aunque, como ya dije la vez pasada, Catwoman me gusta más cuando está más claramente alineada al bando de los malos.
La verdad que me encantó ver a Ed Brubaker subir la apuesta y sumergir a Catwoman en una historia sórdida, de crimen urbano jodido, sin concesiones, sin personajes con superpoderes, y con un ritmo muy intenso, que no desvirtúa en lo más mínimo el clima espeso, ominoso y noir que el guionista le impuso a la serie. Esto está muy por encima de lo que hizo Brubaker en Batman y casi al nivel de lo mejor de Gotham Central.
En este tomo se nos fue la magia: no está más el maestro Darwyn Cooke para dar cátedra en los lápices. El reemplazante es Brad Rader, un dibujante muy solvente, al que yo recordaba por sus aportes a los comics de Batman que seguían la línea de la Animated Series. Lo de Rader no está nada mal, es un dibujante muy completo, aunque lejos del virtuosismo de un Darwyn Cooke. A partir del segundo episodio de este tomo le ponen de entintador al gran Rick Burchett, lo cual acentúa muchísimo el look “animated” de esta serie. Cuando Burchett dibuja, le sale –no sin esfuerzo- un estilo más realista, o más oscuro. Cuando entinta, resulta inevitable “sospechar” debajo de esas pinceladas los lápices de Mike Parobeck, Ty Templeton o alguno de los otros grandes dibujantes que pasaron por los comics de la línea “animated”.
Los guiones del maestro Brubaker están bastante por encima de lo que vimos en el tomo anterior. Casi como si hubiese escuchado mi pedido, el guionista trae de vuelta a Slam Bradley, el personaje más antiguo del DCU, que debutara en 1937 en el n°1 de Detective Comics. Con él vuelve la onda hard-boiled y ese romance a contramano, baqueteado y melancólico, porque es obvio que el veterano detective está enamorado de Selina y ella lo considera un gran amigo. Notable trabajo de Brubaker en la elaboración de este personaje. Y también de Holly, la otra integrante importante del elenco de la serie, detonadora además del bolonki que Catwoman y Slam deberán desactivar a lo largo de casi todo el tomo. Otro personaje muy bien utilizado por Brubaker es el inspector Crispus Allen, a quien poco después (y con la complicidad de Greg Rucka) convertirá en miembro fundamental del elenco de la gloriosa Gotham Central. Batman aparece apenas unas pocas viñetas en el unitario con el que cierra el tomo, y se mantiene la política (a mi juicio acertada) de no cruzar a Catwoman con los otros villanos de Gotham. Sobre el final del arco principal hay un indicio bastante claro de que en algún punto chocarán la gata y Black Mask, pero andá a saber si eso sucede en el próximo tomo, o si Brubaker se lo guardaba para mucho más adelante.
La trama de la saga más extensa está muy bien armada y se mete nada menos que con una red de tráfico de drogas en la que están involucrados unos cuantos canas, incluso tipos con cargos importantes en la jerarquía policial. El plan de los malos es buenísimo y la opereta que arman Selina y Bradley para cagarlos es brillante. El unitario final está bien, muy jugado a la emotividad, pero un poquito predecible. Y complementan unas historias muy breves extraídas del Secret Files & Origins (una de ellas dibujada por Michael Avon Oeming!) que dejan en claro algo que uno ya intuía: a Brubaker no le interesaba demasiado pasar en limpio la historia previa de Catwoman. De hecho, si podía contar sus historias sin hacerse cargo de nada de lo escrito por los guionistas anteriores, mejor. Esto era casi un reboot, casi un volver a empezar de cero. Y banco esa decisión aunque, como ya dije la vez pasada, Catwoman me gusta más cuando está más claramente alineada al bando de los malos.
La verdad que me encantó ver a Ed Brubaker subir la apuesta y sumergir a Catwoman en una historia sórdida, de crimen urbano jodido, sin concesiones, sin personajes con superpoderes, y con un ritmo muy intenso, que no desvirtúa en lo más mínimo el clima espeso, ominoso y noir que el guionista le impuso a la serie. Esto está muy por encima de lo que hizo Brubaker en Batman y casi al nivel de lo mejor de Gotham Central.
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jueves, 15 de mayo de 2014
15/ 05: LA MUJER SENTADA
Estos días en los que realmente estoy sobrepasado de laburo, poniéndole todo a la organización de la fiesta de los 20 años de Comiqueando, el tiempo escasea y mucho. Una gran opción es esta que pintó ayer y que repito hoy: reseñas de libros que son un Vol.2 o que se asemejan muchísimo a otros que ya vimos acá en el blog, para sintetizar al máximo y zafar con reseñas cortas.
En este caso puntual, la única diferencia, lo único que tengo para agregar respecto de lo ya expresado en la reseña de Los Pollos No Tienen Sillas (publicada el 21/12/12) es que este título fundamental en la bibliografía de Copi nunca se había publicado en nuestro país. Eso que era virtualmente un disparate, se subsanó en 2013, cuando el sello El Cuenco de Plata lanzó la edición nacional (a un precio medio zarpado, pero bue...).
El resto está todo enrolado en los mismos parámetros que el libro anterior de esta serie y no me quiero citar ni repetir. Por eso me limito a recomendar la relectura de esa reseña y la compra de La Mujer Sentada, sobre todo a los que quieran entender por qué Copi es considerado un genio vanguardista en el campo de la historieta humorística.
Tengo un tercer libro de Copi para leer más adelante, y por ahí cae en un momento en que tenga más tiempo para buscarle otra vuelta a la lectura y tratar de generar alguna idea novedosa a la hora de reseñarlo. Por ahora, esto es lo que hay.
En este caso puntual, la única diferencia, lo único que tengo para agregar respecto de lo ya expresado en la reseña de Los Pollos No Tienen Sillas (publicada el 21/12/12) es que este título fundamental en la bibliografía de Copi nunca se había publicado en nuestro país. Eso que era virtualmente un disparate, se subsanó en 2013, cuando el sello El Cuenco de Plata lanzó la edición nacional (a un precio medio zarpado, pero bue...).
El resto está todo enrolado en los mismos parámetros que el libro anterior de esta serie y no me quiero citar ni repetir. Por eso me limito a recomendar la relectura de esa reseña y la compra de La Mujer Sentada, sobre todo a los que quieran entender por qué Copi es considerado un genio vanguardista en el campo de la historieta humorística.
Tengo un tercer libro de Copi para leer más adelante, y por ahí cae en un momento en que tenga más tiempo para buscarle otra vuelta a la lectura y tratar de generar alguna idea novedosa a la hora de reseñarlo. Por ahora, esto es lo que hay.
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miércoles, 14 de mayo de 2014
14/ 05: INSPECTEUR MORONI Vol.2
Hoy no estoy con pilas para escribir. Dormí mal, me desperté 50 veces durante la noche y ahora tengo sueño y dolor de cabeza.
Vamos a despachar esto rapidísimo. Por suerte es el Vol.2 de una serie cuyo Vol.1 leí la semana pasada, así que si escroleás un toque para abjao y releés la reseña del primer tomo vas a tener bastante claro de qué se trata esta serie de Guy Delisle.
Por supuesto, zafo de hablar del dibujo, porque este tomo está dibujado exactamente en el mismo estilo, con la misma puesta en página y la misma paleta de colores. Todo excelente, además.
Y la diferencia grossa está en el guión, porque esta vez Delisle apuesta por una no-aventura. Deja que la comedia de enredos se coma toda la trama, no la matiza (como la vez pasada) con un caso policial. Este vendría a ser el “Las Joyas de la Castafiore” del Inspector Moroni: un álbum que transcurre todo puertas adentro (en el departamento del protagonista o en los despachos de la central de policía donde trabaja) y que se basa en situaciones chiquitas, minúsculas diría yo, casi imperceptibles. Expedientes que van y vienen, una máquina expendedora de café... boludeces, detalles en los que Delisle deja reposar una comedia muy graciosa, con el timing perfectamente controlado para lograr ponernos un toque nerviosos. Porque claro, los personajes son todos una basura: fóbicos, mezquinos, pusilánimes, celosos, genuflexos, fármaco-dependientes...
Se supone que Moroni es “el bueno”, pero está demasiado trastornado para que nos genere algún tipo de simpatía. La relación con su perro Vanceslas se hace más explícita y cuanto más ahonda Delisle en ella, más enroscado parece todo. Y su relación con mujeres que no sean su madre... mejor ni hablar. Por suerte, de todas estas freakeadas salen escenas de gran comicidad.
Me queda un tomo más sin leer, a ver si vuelven las persecuciones y los tiros, además de los chistes y los enredos. Creo que esto nunca se publicó en castellano, pero realmente amerita, porque son historias muy bien escritas y magníficamente dibujadas que, además de entretenernos un rato, nos invitan a que nos mofemos de la cana, sus procedimientos y sus intrigas palaciegas puertas adentro. No está nada mal.
Vamos a despachar esto rapidísimo. Por suerte es el Vol.2 de una serie cuyo Vol.1 leí la semana pasada, así que si escroleás un toque para abjao y releés la reseña del primer tomo vas a tener bastante claro de qué se trata esta serie de Guy Delisle.
Por supuesto, zafo de hablar del dibujo, porque este tomo está dibujado exactamente en el mismo estilo, con la misma puesta en página y la misma paleta de colores. Todo excelente, además.
Y la diferencia grossa está en el guión, porque esta vez Delisle apuesta por una no-aventura. Deja que la comedia de enredos se coma toda la trama, no la matiza (como la vez pasada) con un caso policial. Este vendría a ser el “Las Joyas de la Castafiore” del Inspector Moroni: un álbum que transcurre todo puertas adentro (en el departamento del protagonista o en los despachos de la central de policía donde trabaja) y que se basa en situaciones chiquitas, minúsculas diría yo, casi imperceptibles. Expedientes que van y vienen, una máquina expendedora de café... boludeces, detalles en los que Delisle deja reposar una comedia muy graciosa, con el timing perfectamente controlado para lograr ponernos un toque nerviosos. Porque claro, los personajes son todos una basura: fóbicos, mezquinos, pusilánimes, celosos, genuflexos, fármaco-dependientes...
Se supone que Moroni es “el bueno”, pero está demasiado trastornado para que nos genere algún tipo de simpatía. La relación con su perro Vanceslas se hace más explícita y cuanto más ahonda Delisle en ella, más enroscado parece todo. Y su relación con mujeres que no sean su madre... mejor ni hablar. Por suerte, de todas estas freakeadas salen escenas de gran comicidad.
Me queda un tomo más sin leer, a ver si vuelven las persecuciones y los tiros, además de los chistes y los enredos. Creo que esto nunca se publicó en castellano, pero realmente amerita, porque son historias muy bien escritas y magníficamente dibujadas que, además de entretenernos un rato, nos invitan a que nos mofemos de la cana, sus procedimientos y sus intrigas palaciegas puertas adentro. No está nada mal.
martes, 13 de mayo de 2014
13/ 05: DAREDEVIL Vol.4
Cuarto recopilatorio del Daredevil de Mark Waid y la verdad es que, si bien me parece que esto está bastante por encima del promedio de lo que es hoy el mainstream yanki, no me animo ni drogado a calificarlo de genialidad. El primer tomo fue espectacular, el segundo buenísimo, el tercero medio flojelli y este está bien, pero no es para revolearle premios Eisner por la cabeza a nadie.
El primer episodio es un “emparchemos rápido el bolonki del arquito anterior”, una vuelta para atrás de lo sucedido en Latveria, que nos permite tener a Daredevil de nuevo operando al 100% de sus capacidades. ¿O no? ¿O de tanto manoseo mental quedó medio chapita? Eso se indagará más adelante. Estas primeras páginas le reservan un rol muy interesante a Hank Pym, al que Waid aprovecha para trazar un paralelismo entre él y Matt Murdock definido con habilidad maradoniana. Iron Man y el Doctor Strange, en cambio, están un poquito desaprovechados.
De ahí hasta el final del tomo, se vienen un montón de sacudones para el Cuernitos, que tienen que ver básicamente con sus vínculos afectivos. Foggy Nelson, la fiscal Kirsten McDuffie, una chica ciega llamada Milla Donovan que está internada en un neuropsiquiátrico y que alguna vez (creo que en los números de Brian Michael Bendis que tengo ahí, sin leer) fue esposa de Matt Murdock... todo el entorno se vuelve en contra de Daredevil, en parte como consecuencia de cagadas, negligencias y ganas de no ver la realidad, y en parte por el accionar de un nuevo villano, el Coyote, que hace un uso muy original del poder de teleportarse y mover cosas a través de agujeros negros.
Lo mejor es cómo Waid logra ensamblar la lucha de Daredevil contra el villano con el caso que tiene que resolver Matt para que la Justicia no condene a una inocente. Acá queda claro que sólo Matt Murdock puede ser Daredevil. No da, como dio con Iron Man, Batman, el Capi América, o –hasta hace muy poquito- con Spider-Man, para poner a alguien más abajo de ese disfraz. Y eso es mérito de un guionista que le pone todo al personaje, que lo define a la perfección porque lo entiende a la perfección. Después, las sagas en sí, van y vienen, hay mejores y peores. Lo que no se le puede discutir a Waid es eso, el amor por el personaje y las capas de complejidad que le puede añadir simplemente por el hecho de quererlo y comprenderlo como si fuera un amigo de toda la vida, no un héroe de papel y tinta.
Una vez más, Waid la rompe en un flashback, más precisamente el episodio ambientado en los primeros días de funcionamiento del estudio de abogados de Matt y Foggy. No quiero contar nada de la trama, pero está tan bien llevada que uno quisiera releer toda la primera etapa de Daredevil reversionada por Waid. Por supuesto suma fantastillones de puntos el hecho de que estas páginas estén dibujadas como los fuckin´ dioses por el ídolo Mike Allred, que pela unos ángulos y unas composiciones realmente magníficas.
En los cinco episodios restantes tenemos a Chris Samnee en un muy buen nivel, un poquito más “careta”, menos personal que en otros trabajos suyos. Incluso cuando renuncia a ese claroscuro que era su marca de fábrica y le salía tan bien, Samnee se muestra siempre cuidadoso en la narrativa, generoso para dibujar fondos y afiladísimo para las expresiones faciales, que acá –al girar todo en torno al posible desequilibrio mental del protagonista- tienen muchísimo peso. Y lo de “menos personal” tomalo con muchas pinzas. Al lado de la gran mayoría de los simios amaestrados para llener 20 páginas por mes en los títulos de Marvel o DC, estamos ante un artista con una personalidad avasallante, con una impronta fuerte y reconocible, a años luz de los clones de los dibujantes de moda o de los infinitos Juan Carlos Flicker. Samnee no es Allred, ni David Ajá, pero felizmente la rompe sin repetir, sin soplar y sin tirarse a chanta en un título lleno de escenas muy difíciles de pilotear.
No me acuerdo si tengo más tomos de Waid sin leer. Pero completé lo de Bendis y no veo la hora (diría Matt) de entrarle a esos dos TPBs gordísimos, con bocha de números de una etapa de Daredevil muy querida por los fans. Excelsior!
El primer episodio es un “emparchemos rápido el bolonki del arquito anterior”, una vuelta para atrás de lo sucedido en Latveria, que nos permite tener a Daredevil de nuevo operando al 100% de sus capacidades. ¿O no? ¿O de tanto manoseo mental quedó medio chapita? Eso se indagará más adelante. Estas primeras páginas le reservan un rol muy interesante a Hank Pym, al que Waid aprovecha para trazar un paralelismo entre él y Matt Murdock definido con habilidad maradoniana. Iron Man y el Doctor Strange, en cambio, están un poquito desaprovechados.
De ahí hasta el final del tomo, se vienen un montón de sacudones para el Cuernitos, que tienen que ver básicamente con sus vínculos afectivos. Foggy Nelson, la fiscal Kirsten McDuffie, una chica ciega llamada Milla Donovan que está internada en un neuropsiquiátrico y que alguna vez (creo que en los números de Brian Michael Bendis que tengo ahí, sin leer) fue esposa de Matt Murdock... todo el entorno se vuelve en contra de Daredevil, en parte como consecuencia de cagadas, negligencias y ganas de no ver la realidad, y en parte por el accionar de un nuevo villano, el Coyote, que hace un uso muy original del poder de teleportarse y mover cosas a través de agujeros negros.
Lo mejor es cómo Waid logra ensamblar la lucha de Daredevil contra el villano con el caso que tiene que resolver Matt para que la Justicia no condene a una inocente. Acá queda claro que sólo Matt Murdock puede ser Daredevil. No da, como dio con Iron Man, Batman, el Capi América, o –hasta hace muy poquito- con Spider-Man, para poner a alguien más abajo de ese disfraz. Y eso es mérito de un guionista que le pone todo al personaje, que lo define a la perfección porque lo entiende a la perfección. Después, las sagas en sí, van y vienen, hay mejores y peores. Lo que no se le puede discutir a Waid es eso, el amor por el personaje y las capas de complejidad que le puede añadir simplemente por el hecho de quererlo y comprenderlo como si fuera un amigo de toda la vida, no un héroe de papel y tinta.
Una vez más, Waid la rompe en un flashback, más precisamente el episodio ambientado en los primeros días de funcionamiento del estudio de abogados de Matt y Foggy. No quiero contar nada de la trama, pero está tan bien llevada que uno quisiera releer toda la primera etapa de Daredevil reversionada por Waid. Por supuesto suma fantastillones de puntos el hecho de que estas páginas estén dibujadas como los fuckin´ dioses por el ídolo Mike Allred, que pela unos ángulos y unas composiciones realmente magníficas.
En los cinco episodios restantes tenemos a Chris Samnee en un muy buen nivel, un poquito más “careta”, menos personal que en otros trabajos suyos. Incluso cuando renuncia a ese claroscuro que era su marca de fábrica y le salía tan bien, Samnee se muestra siempre cuidadoso en la narrativa, generoso para dibujar fondos y afiladísimo para las expresiones faciales, que acá –al girar todo en torno al posible desequilibrio mental del protagonista- tienen muchísimo peso. Y lo de “menos personal” tomalo con muchas pinzas. Al lado de la gran mayoría de los simios amaestrados para llener 20 páginas por mes en los títulos de Marvel o DC, estamos ante un artista con una personalidad avasallante, con una impronta fuerte y reconocible, a años luz de los clones de los dibujantes de moda o de los infinitos Juan Carlos Flicker. Samnee no es Allred, ni David Ajá, pero felizmente la rompe sin repetir, sin soplar y sin tirarse a chanta en un título lleno de escenas muy difíciles de pilotear.
No me acuerdo si tengo más tomos de Waid sin leer. Pero completé lo de Bendis y no veo la hora (diría Matt) de entrarle a esos dos TPBs gordísimos, con bocha de números de una etapa de Daredevil muy querida por los fans. Excelsior!
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lunes, 12 de mayo de 2014
12/ 05: EL CONDENADO
Hace poco más de dos años, el 07/05/12, comentamos otro libro llamado El Condenado, también escrito por Guillermo Saccomanno y también dibujado por Cacho Mandrafina, pero de otra editorial. Claro, ese libro reunía varios episodios de la última etapa de El Condenado, la realizada a principios de este milenio y parcialmente publicada en Fierro. Por otro lado, la editorial que se dedica a recopilar (con exasperante lentitud) los clásicos aparecidos en Skorpio, ofrece estas 120 páginas en las que podemos revivir el inicio de esta serie, los episodios con los que Saccomanno y Mandrafina pusieron en marcha la saga de Marcel Clouzot allá por 1977.
Me gusta porque Saccomanno arranca presentando con muchas pilas un status quo que jamás tuvo pensado conservar. En el primer episodio ya te tira la onda de que no te va a contar la vida de Clouzot en la cárcel de Cayena, sino que al toque se va a fugar. Y al toque se fuga, y deja de ser “el condenado”, para pasar a ser “el fugitivo”. Un par de episodios, porque después se convierte en un errante, un tipo que va para donde sopla el viento; y todo eso en los flashbacks, porque en el presente el tipo vive lo más tranquilo en Australia, donde se lo conoce como un escritor que escucha y cuenta historias en un bar cualquiera. Y lo más lindo es que no pasa lo que pasaría en una película yanki: obviamente en la versión Hollywood de El Condenado veríamos cómo Clouzot vuelve a Francia a resolver el crimen que le endilgaron, para demostrar su inocencia y limpiar su nombre, mientras lo persiguen la policía y algún villano vinculado a su pasado como recluso en Cayena. Por suerte, en la versión de Saccomanno a Clouzot le importa un carajo limpiar su nombre. El tipo asume que ya perdió todo lo que tenía para perder y empieza de nuevo, de cero.
Las aventuras de este primer tramo están bien: tienen unas cuantas sorpresas, pasan cosas bastante impactantes y hay espacio para desarrollar a los personajes, por lo menos como se desarrollaban los personajes en la historieta argentina de los ´70. Lo que no me cierra es el ritmo, MUY pachorro, muy lastrado por esa impronta literaria tan típica de Saccomanno, con mucho diálogo y miles de bloques de texto en los que se luce una prosa florida, riquísima... que queda mucho mejor en un cuento o en una novela que en un comic. Estuve todo el libro esperando más secuencias con indios como la de la página 46, porque los indios no hablan y necesitaba un respiro ante tanto palabrerío. Por suerte (y hablando en serio) casi todos los episodios tienen una linda secuencia muda, en la que los que cuentan la historia son los dibujos de Mandrafina.
Es muy notable observar cómo evoluciona el estilo gráfico de Mandrafina a lo largo de estos nueve episodios. Para el final, ya se ve claramente al Cacho de siempre, al que se consagró en Savarese y no paró de romperla desde entonces. Al principio, en cambio, se ve a un dibujante más genérico, menos personal, con algunos rasgos típicos de Lito Fernández (que fue quien lo introdujo en el mundo del dibujo profesional), con esos cross-hatchings en los fondos típicos de Arturo Del Castillo y con mucho de los dibujantes clásicos norteamericanos. Lo más interesante aparece cuando Mandrafina juega a convertir a El Condenado en Mort Cinder y extrema las iluminaciones para llevarlas a un claroscuro tremendamente brecciano, a todo o nada, a veces complementado con esos efectos de raspados, o de texturas logradas con esponjas, que tanto le gustaban al Viejo. Cuantas más sombras le permite poner la escena, más se luce el trabajo de Mandrafina y más se enrarece esta aventura -a priori tan clásica- con esos trucos breccianos que años más tarde afanaría sin piedad Frank Miller.
En fin, a la primera etapa de El Condenado se le notan bastante los casi 40 años que tiene a cuestas. Si sos fan de la historieta argentina clásica, supongo que no te importará en lo más mínimo y la disfrutarás a lo loco. Y si no, recomiendo empezar por la etapa más reciente de la serie, donde vas a ver a un Mandrafina y un Saccomanno más afilados, más aggiornados, más asentados cada uno en su estilo. Si eso te ceba mal, siempre hay tiempo para volver para atrás y enterarte cómo empieza la saga de Marcel Clouzot.
Me gusta porque Saccomanno arranca presentando con muchas pilas un status quo que jamás tuvo pensado conservar. En el primer episodio ya te tira la onda de que no te va a contar la vida de Clouzot en la cárcel de Cayena, sino que al toque se va a fugar. Y al toque se fuga, y deja de ser “el condenado”, para pasar a ser “el fugitivo”. Un par de episodios, porque después se convierte en un errante, un tipo que va para donde sopla el viento; y todo eso en los flashbacks, porque en el presente el tipo vive lo más tranquilo en Australia, donde se lo conoce como un escritor que escucha y cuenta historias en un bar cualquiera. Y lo más lindo es que no pasa lo que pasaría en una película yanki: obviamente en la versión Hollywood de El Condenado veríamos cómo Clouzot vuelve a Francia a resolver el crimen que le endilgaron, para demostrar su inocencia y limpiar su nombre, mientras lo persiguen la policía y algún villano vinculado a su pasado como recluso en Cayena. Por suerte, en la versión de Saccomanno a Clouzot le importa un carajo limpiar su nombre. El tipo asume que ya perdió todo lo que tenía para perder y empieza de nuevo, de cero.
Las aventuras de este primer tramo están bien: tienen unas cuantas sorpresas, pasan cosas bastante impactantes y hay espacio para desarrollar a los personajes, por lo menos como se desarrollaban los personajes en la historieta argentina de los ´70. Lo que no me cierra es el ritmo, MUY pachorro, muy lastrado por esa impronta literaria tan típica de Saccomanno, con mucho diálogo y miles de bloques de texto en los que se luce una prosa florida, riquísima... que queda mucho mejor en un cuento o en una novela que en un comic. Estuve todo el libro esperando más secuencias con indios como la de la página 46, porque los indios no hablan y necesitaba un respiro ante tanto palabrerío. Por suerte (y hablando en serio) casi todos los episodios tienen una linda secuencia muda, en la que los que cuentan la historia son los dibujos de Mandrafina.
Es muy notable observar cómo evoluciona el estilo gráfico de Mandrafina a lo largo de estos nueve episodios. Para el final, ya se ve claramente al Cacho de siempre, al que se consagró en Savarese y no paró de romperla desde entonces. Al principio, en cambio, se ve a un dibujante más genérico, menos personal, con algunos rasgos típicos de Lito Fernández (que fue quien lo introdujo en el mundo del dibujo profesional), con esos cross-hatchings en los fondos típicos de Arturo Del Castillo y con mucho de los dibujantes clásicos norteamericanos. Lo más interesante aparece cuando Mandrafina juega a convertir a El Condenado en Mort Cinder y extrema las iluminaciones para llevarlas a un claroscuro tremendamente brecciano, a todo o nada, a veces complementado con esos efectos de raspados, o de texturas logradas con esponjas, que tanto le gustaban al Viejo. Cuantas más sombras le permite poner la escena, más se luce el trabajo de Mandrafina y más se enrarece esta aventura -a priori tan clásica- con esos trucos breccianos que años más tarde afanaría sin piedad Frank Miller.
En fin, a la primera etapa de El Condenado se le notan bastante los casi 40 años que tiene a cuestas. Si sos fan de la historieta argentina clásica, supongo que no te importará en lo más mínimo y la disfrutarás a lo loco. Y si no, recomiendo empezar por la etapa más reciente de la serie, donde vas a ver a un Mandrafina y un Saccomanno más afilados, más aggiornados, más asentados cada uno en su estilo. Si eso te ceba mal, siempre hay tiempo para volver para atrás y enterarte cómo empieza la saga de Marcel Clouzot.
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domingo, 11 de mayo de 2014
11/ 05: HAPPY!
¡Ay, qué hijo de puta, cómo me hizo reir Grant Morrison! La verdad que no me esperaba que esto fuera tan bueno. La consigna parece un “quiero retruco” de Morrison para Garth Ennis o Mark Millar. “¿A ustedes los aplauden cada vez que se mandan un comic jodido, sórdido, lleno de puteadas y atrocidades al límite de lo publicable? Bueno, voy a hacer yo un comic en esa línea, a ver cómo me va”. El resultado es increíble. Tiene poco en común con las otras obras de Morrison, es cierto. Pero se trata de una historia llena de virtudes, con ideas originales, un clima hipnótico y atrapante, muchos chistes y groserías muy graciosas y la extensión exacta, como para no tener que estirar ni comprimir la trama.
Happy! es un thriller truculento, desolador, sumergido en una mala leche tremenda. El protagonista es Nick Sax, un ex-policía al que le cagaron la carrera y la vida y se convirtió en un hijo de puta drogadicto, borracho y cínico que para la olla laburando como asesino a sueldo. Sax recibe el encargo de boletear a tres hermanos y, por error, mata a cuatro. Eso que parece una nimiedad desencadena una serie de kilombos mayúsculos y hace que tanto los mafiosos más heavies como los policías más corruptos se lancen a la caza de este personaje violento e inescrupuloso como pocos. Y ahí llega Happy, una especie de burrito/unicornio azul, con alas y cara de dibujito animado. ¿Qué hace ese personaje bonito, ingenuo y lleno de esperanza en el mundo recontra-sórdido de Nick Sax? Eso es lo que va a explorar Morrison a lo largo de estas páginas.
Del contrapunto entre Nick y Happy van a salir las mejores escenas del tomo, y además el animalito va a lograr que el asesino, además de escapar de sus perseguidores, se involucre en el escabroso misterio de un pervertido disfrazado de Papá Noel que tiene secuestrados a una docena de nenes y nenas para abusar de ellos y después matarlos en plena Nochebuena. Por supuesto, el protagonista zafa de peligros medio extremos y si sus enemigos tuvieran un mínimo de puntería, habría sido boleta antes de la página 25. Pero bueno, son convenciones del género. Lo bueno es que, en medio de un vendaval de tiros, piñas y fierrazos a la cabeza, Morrison hace crecer la tensión página a página y logra resolver todos los conflictos con maestría en un final absolutamente satisfactorio y bastante impredecible.
Para dibujar este festival de la corrupción, la depravación y la mugre, el escocés convocó nada menos que a Darick Robertson, con quien no había trabajado nunca. Y se sacó la lotería, el PRODE y el Quini 6. Robertson nunca dibujó mejor que en esta historieta. Acá deja, literalmente, la vida en cada viñeta. Por momentos, Robertson se vuelve tan realista, mete tantos detalles que parece Brian Bolland o un Phil Jimenez muy inspirado. Visto de lejos, parece Dave Gibbons entintado en un estilo oscuro. Como siempre, el dibujante de Transmetropolitan y The Boys saca a relucir su chapa cuando puede coquetear con el grotesco y acá las oportunidades sobran. También se luce en los paisajes urbanos realistas, en las escenas de machaca y en otra especialidad suya, que es el gore. Un trabajo realmente magnífico de Robertson, que cambia de colorista a mitad de camino sin resentirse en lo más mínimo.
Creo que desde aquellos numeritos de Spawn de hace mil años que Morrison no publicaba en Image. Por suerte eligió para Happy! al sello hoy más identificado con la historieta de fuerte impronta autoral, el que más cabida le da a los grandes autores que se proponen crear conceptos que no encajan en el mainstream, o a los que sueñan con ver a sus comics convertidos en películas o series sin que los millones se los lleven Disney o Warner. Y ya que estaba, el escocés nos regaló una gema al límite de lo impublicable, dibujada como la San Puta, con la que demostró ser torazo en rodeo ajeno, porque –repito- esto parece mucho más un comic de Ennis o de Millar que uno de Grant Morrison. Y si no te gusta, me chupa la happy.
Happy! es un thriller truculento, desolador, sumergido en una mala leche tremenda. El protagonista es Nick Sax, un ex-policía al que le cagaron la carrera y la vida y se convirtió en un hijo de puta drogadicto, borracho y cínico que para la olla laburando como asesino a sueldo. Sax recibe el encargo de boletear a tres hermanos y, por error, mata a cuatro. Eso que parece una nimiedad desencadena una serie de kilombos mayúsculos y hace que tanto los mafiosos más heavies como los policías más corruptos se lancen a la caza de este personaje violento e inescrupuloso como pocos. Y ahí llega Happy, una especie de burrito/unicornio azul, con alas y cara de dibujito animado. ¿Qué hace ese personaje bonito, ingenuo y lleno de esperanza en el mundo recontra-sórdido de Nick Sax? Eso es lo que va a explorar Morrison a lo largo de estas páginas.
Del contrapunto entre Nick y Happy van a salir las mejores escenas del tomo, y además el animalito va a lograr que el asesino, además de escapar de sus perseguidores, se involucre en el escabroso misterio de un pervertido disfrazado de Papá Noel que tiene secuestrados a una docena de nenes y nenas para abusar de ellos y después matarlos en plena Nochebuena. Por supuesto, el protagonista zafa de peligros medio extremos y si sus enemigos tuvieran un mínimo de puntería, habría sido boleta antes de la página 25. Pero bueno, son convenciones del género. Lo bueno es que, en medio de un vendaval de tiros, piñas y fierrazos a la cabeza, Morrison hace crecer la tensión página a página y logra resolver todos los conflictos con maestría en un final absolutamente satisfactorio y bastante impredecible.
Para dibujar este festival de la corrupción, la depravación y la mugre, el escocés convocó nada menos que a Darick Robertson, con quien no había trabajado nunca. Y se sacó la lotería, el PRODE y el Quini 6. Robertson nunca dibujó mejor que en esta historieta. Acá deja, literalmente, la vida en cada viñeta. Por momentos, Robertson se vuelve tan realista, mete tantos detalles que parece Brian Bolland o un Phil Jimenez muy inspirado. Visto de lejos, parece Dave Gibbons entintado en un estilo oscuro. Como siempre, el dibujante de Transmetropolitan y The Boys saca a relucir su chapa cuando puede coquetear con el grotesco y acá las oportunidades sobran. También se luce en los paisajes urbanos realistas, en las escenas de machaca y en otra especialidad suya, que es el gore. Un trabajo realmente magnífico de Robertson, que cambia de colorista a mitad de camino sin resentirse en lo más mínimo.
Creo que desde aquellos numeritos de Spawn de hace mil años que Morrison no publicaba en Image. Por suerte eligió para Happy! al sello hoy más identificado con la historieta de fuerte impronta autoral, el que más cabida le da a los grandes autores que se proponen crear conceptos que no encajan en el mainstream, o a los que sueñan con ver a sus comics convertidos en películas o series sin que los millones se los lleven Disney o Warner. Y ya que estaba, el escocés nos regaló una gema al límite de lo impublicable, dibujada como la San Puta, con la que demostró ser torazo en rodeo ajeno, porque –repito- esto parece mucho más un comic de Ennis o de Millar que uno de Grant Morrison. Y si no te gusta, me chupa la happy.
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sábado, 10 de mayo de 2014
10/ 05: HIRAM LOWATT & PLACIDO Vol.2
Segunda y última aventura de esta peculiar dupla, creada por otra dupla que no se queda atrás: David B. es el guionista y Christophe Blain es el dibujante de estas 56 páginas que –una vez más- nos proponen llevarnos a una región medio agreste y bastante salvaje de los EEUU de fines del Siglo XIX.
Esta vez, David B. acierta al bajarle el nivel al delirio. En el tomo anterior, el verosímil se hacía añicos rápidamente, cuando Hiram Lowatt y Placido debían vérselas con una revuelta liderada por... objetos que cobraban vida y raciocinio, algo a priori bastante insostenible. Para esta segunda aventura, el guionista vuelve a optar por un clima espeso, enrarecido, pero esta vez el peligro es mucho más real y más creíble. La aventura gana en tensión, todo el tiempo está la sensación de que los protagonistas la van a pasar muy mal, y de hecho viven peripecias realmente al límite. Les Ogres (que así se titula la historia) supera a su antecesora en intensidad y se anima a darle un rol más activo al atildado Lowatt y su compañero, que ya no parecen meros testigos, sino que se ven profundamente involucrados en una trama vibrante, densa, por momentos muy shockeante por el nivel de las atrocidades que David B. le hace cometer a los malos.
Este guión habría sido sublime, una verdadera joya del terror fino, con vuelo poético, si Blain lo hubiese dibujado en el estilo del Vol.1, es decir, pensado para color directo y trabajado con esas técnicas pictóricas alucinantes que vimos en la primera saga. En este segundo álbum, sin embargo, Blain se inclina por un trabajo más tradicional, en el que entrega los lápices entintados para que los coloree Walter (el siempre eficaz colorista de los primeros álbumes de La Mazmorra, entre otros hitazos). El resultado es excelente, porque Blain es un capo en todos los estilos y todas las estéticas. Acá lo vemos más cerca de sus trabajos más conocidos, como Isaac le Pirate o Gus, o incluso sus tomos de La Mazmorra. Es ese claroscuro fuerte, con amplias masas de negro y una infinidad de trazos finitos de plumín que aportan texturas, detalles y efectos de iluminacióny que queda perfecto con un color plano, sin volúmenes.
Para tratarse de un comic francés, Les Ogres tiene una narrativa muy yanki: cero páginas de 10 u 11 cuadros, muchas páginas de 9 cuadros con la grilla de Watchmen, muchos primeros planos y planos americanos, escenas a contraluz resueltas con siluetas, poco texto en cada viñeta... Todas decisiones que tienen que ver con darle un ritmo trepidante a una aventura repleta de acción, violencia y gore a niveles poco frecuentes en el comic europeo.
El primer libro de Hiram Lowatt y Placido me había gustado mucho, pero este me resultó mucho mejor. Si te copás con una historieta de género fuerte y atípica, esta aventura que proponen David B. y Christophe Blain te va a hacer pasar un excelente momento.
Esta vez, David B. acierta al bajarle el nivel al delirio. En el tomo anterior, el verosímil se hacía añicos rápidamente, cuando Hiram Lowatt y Placido debían vérselas con una revuelta liderada por... objetos que cobraban vida y raciocinio, algo a priori bastante insostenible. Para esta segunda aventura, el guionista vuelve a optar por un clima espeso, enrarecido, pero esta vez el peligro es mucho más real y más creíble. La aventura gana en tensión, todo el tiempo está la sensación de que los protagonistas la van a pasar muy mal, y de hecho viven peripecias realmente al límite. Les Ogres (que así se titula la historia) supera a su antecesora en intensidad y se anima a darle un rol más activo al atildado Lowatt y su compañero, que ya no parecen meros testigos, sino que se ven profundamente involucrados en una trama vibrante, densa, por momentos muy shockeante por el nivel de las atrocidades que David B. le hace cometer a los malos.
Este guión habría sido sublime, una verdadera joya del terror fino, con vuelo poético, si Blain lo hubiese dibujado en el estilo del Vol.1, es decir, pensado para color directo y trabajado con esas técnicas pictóricas alucinantes que vimos en la primera saga. En este segundo álbum, sin embargo, Blain se inclina por un trabajo más tradicional, en el que entrega los lápices entintados para que los coloree Walter (el siempre eficaz colorista de los primeros álbumes de La Mazmorra, entre otros hitazos). El resultado es excelente, porque Blain es un capo en todos los estilos y todas las estéticas. Acá lo vemos más cerca de sus trabajos más conocidos, como Isaac le Pirate o Gus, o incluso sus tomos de La Mazmorra. Es ese claroscuro fuerte, con amplias masas de negro y una infinidad de trazos finitos de plumín que aportan texturas, detalles y efectos de iluminacióny que queda perfecto con un color plano, sin volúmenes.
Para tratarse de un comic francés, Les Ogres tiene una narrativa muy yanki: cero páginas de 10 u 11 cuadros, muchas páginas de 9 cuadros con la grilla de Watchmen, muchos primeros planos y planos americanos, escenas a contraluz resueltas con siluetas, poco texto en cada viñeta... Todas decisiones que tienen que ver con darle un ritmo trepidante a una aventura repleta de acción, violencia y gore a niveles poco frecuentes en el comic europeo.
El primer libro de Hiram Lowatt y Placido me había gustado mucho, pero este me resultó mucho mejor. Si te copás con una historieta de género fuerte y atípica, esta aventura que proponen David B. y Christophe Blain te va a hacer pasar un excelente momento.
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viernes, 9 de mayo de 2014
09/ 05: MADMAN BOOGALOO!
Hoy cortito, que tengo poco tiempo.
Este librito noventoso reúne dos team-ups de Madman con otros héroes, también del palo creator-owned que, al igual que la creación de Mike Allred, pasaron por varias editoriales.
El primer team-up es con Nexus, la genial creación de Mike Baron y Steve Rude. La aventura tiene apenas 24 páginas y está básicamente escrita por Baron, sobre una idea armada a medias con Allred. Las primeras 20 páginas son la nada misma, se nota a ocho cuadras que los autores no tenían idea de qué carajo querían hacer y terminar por armar un chiste que, contado en 8 páginas, por ahí era gracioso y contado en 24 es una gansada cósmica.
¿Por qué zafa la historia? Por las últimas cuatro páginas, en las que todo se resuelve con un muy buen homenaje al inmortal Michael Jackson (en 1996, cuando estaba vivito y culeando, aunque ya lejos de su mejor nivel), por los diálogos que son MUY cómicos, y porque Steve Rude se dibuja la vida, como casi siempre.
El team-up con The Jam es más largo, tiene 48 páginas, que Allred co-escribe con Bernie Mireault. El dibujo corre por cuenta de Mireault, excepto cuando aparece Madman, que está claramente dibujado por Allred. El guión es otra pavada atómica, que avanza lento y no aporta nada. Se nota que los autores se están divirtiendo, pero yo como lector me aburrí bastante. De nuevo, esto mismo en... 16 páginas podría haber zafado decorosamente. En 48 se hace infumable.
¿Qué tenemos para rescatar? Algunos diálogos ingeniosos, los muchos (y no tan obvios) homenajes a Maurits Cornelis Escher y –de nuevo- la gran calidad del dibujo. Mireault le pone todo a la narrativa, a las texturas, a los fondos y se luce en las onomatopeyas y en las puestas en página limadas, como para que todo se vea obscenamente bien.
Para sintetizar, este librito se puede comprar sólo si sos MUY fan de Madman y querés tener TODAS sus apariciones, o si coleccionás comics por los dibujos y querés lucir en tu biblioteca 24 hermosas páginas de Steve Rude y 48 de Bernie Mireault. Caso contrario, seguí de largo y salí a cazar las sagas realmente interesantes de Madman, Nexus o The Jam, que seguro vas a encontar unas cuantas.
Este librito noventoso reúne dos team-ups de Madman con otros héroes, también del palo creator-owned que, al igual que la creación de Mike Allred, pasaron por varias editoriales.
El primer team-up es con Nexus, la genial creación de Mike Baron y Steve Rude. La aventura tiene apenas 24 páginas y está básicamente escrita por Baron, sobre una idea armada a medias con Allred. Las primeras 20 páginas son la nada misma, se nota a ocho cuadras que los autores no tenían idea de qué carajo querían hacer y terminar por armar un chiste que, contado en 8 páginas, por ahí era gracioso y contado en 24 es una gansada cósmica.
¿Por qué zafa la historia? Por las últimas cuatro páginas, en las que todo se resuelve con un muy buen homenaje al inmortal Michael Jackson (en 1996, cuando estaba vivito y culeando, aunque ya lejos de su mejor nivel), por los diálogos que son MUY cómicos, y porque Steve Rude se dibuja la vida, como casi siempre.
El team-up con The Jam es más largo, tiene 48 páginas, que Allred co-escribe con Bernie Mireault. El dibujo corre por cuenta de Mireault, excepto cuando aparece Madman, que está claramente dibujado por Allred. El guión es otra pavada atómica, que avanza lento y no aporta nada. Se nota que los autores se están divirtiendo, pero yo como lector me aburrí bastante. De nuevo, esto mismo en... 16 páginas podría haber zafado decorosamente. En 48 se hace infumable.
¿Qué tenemos para rescatar? Algunos diálogos ingeniosos, los muchos (y no tan obvios) homenajes a Maurits Cornelis Escher y –de nuevo- la gran calidad del dibujo. Mireault le pone todo a la narrativa, a las texturas, a los fondos y se luce en las onomatopeyas y en las puestas en página limadas, como para que todo se vea obscenamente bien.
Para sintetizar, este librito se puede comprar sólo si sos MUY fan de Madman y querés tener TODAS sus apariciones, o si coleccionás comics por los dibujos y querés lucir en tu biblioteca 24 hermosas páginas de Steve Rude y 48 de Bernie Mireault. Caso contrario, seguí de largo y salí a cazar las sagas realmente interesantes de Madman, Nexus o The Jam, que seguro vas a encontar unas cuantas.
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jueves, 8 de mayo de 2014
08/ 05: LA FRANÇAISE Vol.2
Esta es una especie de “reseña express”. ¿Qué hace acá un libro que salió en Francia el 23 de Abril, cuando tengo sin leer toneladas de libros que conseguí en 2013? Y bueno, esperé demasiado para leer la segunda parte de La Française, había visto muchos fragmentos en el estudio de Pablo Túnica y además en estos días se están cumpliendo tres años del fallecimiento de Carlos Trillo, así que daba para homenajearlo de alguna manera.
Por supuesto, la reseña empieza con la recomendación de leer (o releer) el texto publicado acá el 04/10/11. Y ahora sí, nos metemos con el Vol.2, del que Trillo llegó a esbozar el argumento y a escribir el guión de las primeras 8 ó 9 páginas. De ahí en adelante, Túnica tomó las riendas y se convirtió en el guionista encargado de llevar a buen puerto esta historia repleta de pasiones descontroladas, denuncia social, misterios bastante sórdidos y muertes escabrosas. Sin olvidarse nunca de que está contando un policial (un “polar”, dirían los franceses), Túnica le da bastante bola a la trama romántica (el triángulo entre Berta, Enrico y Dolores) y no descuida tampoco el aspecto socio-político, ese que nos muestra las profundas desigualdades de aquella próspera Buenos Aires de 1926 y nos cuenta de qué jugaban los anarquistas, cómo conservaban sus prebendas los “chicos bien” de la Sociedad Rural, cómo vivían (y sufrían) las prostitutas “importadas” de Francia y Polonia y un largo etcétera. La reconstrucción social de la época es, sin dudas, uno de los puntos decididamente fuertes de La Française.
Al igual que el Vol.1, esta segunda parte se despega un poco de las otras obras de Trillo por no tener mujeres en los roles protagónicos. Los “buenos” son claramente Albert Londres y Pablo Madero, y ahora que queda claro quiénes son los “malos”, se termina de definir un elenco en el que tenemos muy buenos personajes femeninos, pero todos en roles secundarios. En ese rubro (el de los secundarios) hay varios hallazgos muy notables por parte de Túnica, entre los que subrayo a Enrico, Lian y Beltramini, cada uno protagonista de por lo menos una secuencia realmente memorable.
Túnica se anima a alejar a esta obra de otros trabajos de la última etapa de Trillo al escribir un Vol.2 en el que se habla un poco menos que en el Vol.1, que me sorprendió con ingentes cantidades de texto. Túnica se habilita a sí mismo más escenas mudas (que resuelve con la jerarquía de los grandes narradores gráficos) y sí, tiene páginas muy dialogadas, casi siempre planteadas en 8 ó 9 viñetas, pero son menos que en la primera parte. Y no hay páginas de 10 u 11 viñetas, que también abundaban en el Vol.1.
Con menos texto y menos cuadros por página, lógicamente se luce un poco más el dibujo y el creador de Paraná se pone a la altura de las circunstancias a lo largo de 54 páginas exquisitas, que lo sitúan holgadamente entre los mejores dibujantes que tiene hoy nuestro país. Túnica vuelve a sorprender con su manejo de la documentación histórica, su particular forma de recrear calles, edificios, tranvías y barcos que seguramente encontró en fotos, pero a los que reinterpreta de cero en su estilo. Cuando las emociones le ganan a la racionalidad, los cuerpos y rostros de Túnica se vuelven recontra-expresivos y estallan en la página con una fuerza increíble. Y además juega con los bordes de las viñetas, sabe perfectamente cuándo deshacerse de los fondos, y arriesga con composiciones como la de la página 30 (la que muestra cómo se armaba la primera plana del diario Crítica) que le cambian el ritmo al relato y nos ofrecen una infinita variedad de detalles para observar. Una vez más, la paleta de Túnica complementa y potencia enormemente a sus dibujos, acentuando las distintas locaciones, los distintos climas por los que transita el guión y los distintos estados de ánimo que experimentan los personajes. Acá también, los logros son demasiados como para enumerarlos.
Y ahora sí, no queda nada escrito por Trillo que no se haya publicado. Por lo menos en materia de proyectos que se llevaron a cabo, porque también tuvo muchos que quedaron truncos, o que mutaron radicalmente hasta convertirse en otra cosa. En el caso de La Française, el bajón que significa estar ante la última obra de Trillo se compensa ampliamente con una inmensa alegría: la de ver a Pablo Túnica (con apenas 31 años) alcanzar un nivel tan alto y redondear con tanta solvencia (gráfica y argumental) un proyecto tan ambicioso, donde además pesaba tanto el fantasma de quien fuera su mentor. Ojalá La Française se publique pronto en nuestro idioma, en lo posible como “Alondra Gris”, que era el título que le quería poner el inolvidable Carlos Trillo.
Por supuesto, la reseña empieza con la recomendación de leer (o releer) el texto publicado acá el 04/10/11. Y ahora sí, nos metemos con el Vol.2, del que Trillo llegó a esbozar el argumento y a escribir el guión de las primeras 8 ó 9 páginas. De ahí en adelante, Túnica tomó las riendas y se convirtió en el guionista encargado de llevar a buen puerto esta historia repleta de pasiones descontroladas, denuncia social, misterios bastante sórdidos y muertes escabrosas. Sin olvidarse nunca de que está contando un policial (un “polar”, dirían los franceses), Túnica le da bastante bola a la trama romántica (el triángulo entre Berta, Enrico y Dolores) y no descuida tampoco el aspecto socio-político, ese que nos muestra las profundas desigualdades de aquella próspera Buenos Aires de 1926 y nos cuenta de qué jugaban los anarquistas, cómo conservaban sus prebendas los “chicos bien” de la Sociedad Rural, cómo vivían (y sufrían) las prostitutas “importadas” de Francia y Polonia y un largo etcétera. La reconstrucción social de la época es, sin dudas, uno de los puntos decididamente fuertes de La Française.
Al igual que el Vol.1, esta segunda parte se despega un poco de las otras obras de Trillo por no tener mujeres en los roles protagónicos. Los “buenos” son claramente Albert Londres y Pablo Madero, y ahora que queda claro quiénes son los “malos”, se termina de definir un elenco en el que tenemos muy buenos personajes femeninos, pero todos en roles secundarios. En ese rubro (el de los secundarios) hay varios hallazgos muy notables por parte de Túnica, entre los que subrayo a Enrico, Lian y Beltramini, cada uno protagonista de por lo menos una secuencia realmente memorable.
Túnica se anima a alejar a esta obra de otros trabajos de la última etapa de Trillo al escribir un Vol.2 en el que se habla un poco menos que en el Vol.1, que me sorprendió con ingentes cantidades de texto. Túnica se habilita a sí mismo más escenas mudas (que resuelve con la jerarquía de los grandes narradores gráficos) y sí, tiene páginas muy dialogadas, casi siempre planteadas en 8 ó 9 viñetas, pero son menos que en la primera parte. Y no hay páginas de 10 u 11 viñetas, que también abundaban en el Vol.1.
Con menos texto y menos cuadros por página, lógicamente se luce un poco más el dibujo y el creador de Paraná se pone a la altura de las circunstancias a lo largo de 54 páginas exquisitas, que lo sitúan holgadamente entre los mejores dibujantes que tiene hoy nuestro país. Túnica vuelve a sorprender con su manejo de la documentación histórica, su particular forma de recrear calles, edificios, tranvías y barcos que seguramente encontró en fotos, pero a los que reinterpreta de cero en su estilo. Cuando las emociones le ganan a la racionalidad, los cuerpos y rostros de Túnica se vuelven recontra-expresivos y estallan en la página con una fuerza increíble. Y además juega con los bordes de las viñetas, sabe perfectamente cuándo deshacerse de los fondos, y arriesga con composiciones como la de la página 30 (la que muestra cómo se armaba la primera plana del diario Crítica) que le cambian el ritmo al relato y nos ofrecen una infinita variedad de detalles para observar. Una vez más, la paleta de Túnica complementa y potencia enormemente a sus dibujos, acentuando las distintas locaciones, los distintos climas por los que transita el guión y los distintos estados de ánimo que experimentan los personajes. Acá también, los logros son demasiados como para enumerarlos.
Y ahora sí, no queda nada escrito por Trillo que no se haya publicado. Por lo menos en materia de proyectos que se llevaron a cabo, porque también tuvo muchos que quedaron truncos, o que mutaron radicalmente hasta convertirse en otra cosa. En el caso de La Française, el bajón que significa estar ante la última obra de Trillo se compensa ampliamente con una inmensa alegría: la de ver a Pablo Túnica (con apenas 31 años) alcanzar un nivel tan alto y redondear con tanta solvencia (gráfica y argumental) un proyecto tan ambicioso, donde además pesaba tanto el fantasma de quien fuera su mentor. Ojalá La Française se publique pronto en nuestro idioma, en lo posible como “Alondra Gris”, que era el título que le quería poner el inolvidable Carlos Trillo.
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