el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 30 de septiembre de 2011

30/ 09: SUPERMAN/ SAVAGE DRAGON: CHICAGO


Todo muy lindo, muy grosso Erik Larsen, pero esta era muy brava, incluso para él. No sé si Superman/ Savage Dragon: Chicago es mejor que el team-up ambientado en Metropolis aparecido varios años antes, porque aquel se veía tan poco atractivo que jamás me animé a leerlo. Tampoco sé si era importante leerlo para que este me resultara menos blandito, menos intrascendente. El tema es que –nueve años tarde- me jugué por este librito, simplemente por fan de Larsen, sin saber con qué me podía llegar a encontrar, y me encontré con un guión entre remanido, predecible y chato.
Lo más copado es cuándo elige Larsen ambientar el team-up. Esto es, claramente, 1991, o principios de 1992: Luthor ya perdió una mano pero todavía no fue reemplazado por el pelirrojo melenudo que dice ser su hijo, Lois ya sabe el secreto de Clark, y Doomsday todavía está lejos. Era una muy linda época para leer comics de Superman (aunque cuatro comic-books por mes era medio zarpado) y Larsen estuvo bárbaro (o muy pillo) al elegir ese momento para insertar esta historia. Por supuesto, en 1991 no había comics de Dragon, ni siquiera existía Image. Pero si leíste Dragon, te enteraste por flashbacks mucho de lo sucedido antes de la miniserie en la que empieza la leyenda que (milagrosamente) sigue hasta hoy. Igual creo que en la continuidad de Dragon, esto engancha más adelante, porque Larsen establece que Antonio Seghetti FUE el Overlord, en tiempo pasado. Medio raro, pero bueno, son distintos universos.
Larsen también opta por el recurso que a mí menos me copa cuando se juntan personajes de distintas editoriales: todos actúan como si siempre hubiesen compartido universo. Uno en Metropolis y el otro en Chicago, Superman y Dragon siempre escucharon hablar uno del otro. Incluso los villanos de uno y otro se conocen desde siempre. Me gusta más lo otro, la extrañeza de que uno sepa que el otro no pertenece a su universo, que hay una anomalía, una invasión, algo que no cierra. Y la otra elección bizarra de Larsen es que obvia por completo la infaltable pelea entre los buenos. Ese clásico malentendido, que termina cuando los héroes bajan un cambio y deciden guardar las trompadas para los villanos, acá no está. Y había mil formas válidas de meterlo, eh?
El argumento gira en torno a un éxodo masivo de los villanos de Superman a la ciudad de Dragon, un hiper-super-villain-team-up entre todos ellos más los enemigos del verdoso para masacrar a los buenos y una revelación final que explica quién hizo venir hasta Chicago a a los Malos Metropolitanos y para qué. Al final, casi nada es lo que parece. Pero todo tiene gusto a viejo, a trillado, o a traído de los pelos. Y que la oficial de policía Alex Wilde sea la quien salve a los héroes, tampoco da ni un poquito.
Entre una cosa y otra, tenemos toneladas de machaca, bien power y estridente, que es algo que Larsen aprendió de Jack Kirby y le sale cada día mejor. Acá se revolean trompadas por centenares, y el que no destruye una pared, no existe. Por suerte, el lungo creador de Dragon mecha estas páginas con otras donde muestra que, además de peleas pasadas de rosca, sabe contar otras cosas. Entre las splash pages grandilocuentes se cuelan páginas de 9 y 10 viñetas, páginas con viñetas horizontales, verticales y con la clásica grilla de Kirby, de seis cuadros iguales. La acción casi no deja lugar para el desarrollo de personajes y el poco que hay se lo llevan un par de villanos del Vicious Circle y Luthor, que seguramente encajaría mejor en el universo de Dragon que su némesis kryptoniano. Pero a nivel narrativo y sobre todo a nivel dibujo, estamos ante un comic muy, muy atractivo, que no decae en ningún momento.
Lo único que no me cerró fue el guión, pero en tan pocas páginas no sé si se podía pedir mucho más. El fan de Dragon está acostumbrado a mejores guiones, sin dudas. El de Superman… depende de qué épocas haya leído. Al lado del Superman pre-Byrne, por ejemplo, esto es Watchmen. Al lado del Superman post-Zero Hour, no sé si es Watchmen, pero tampoco apesta. Y el fan de la machaca superheroica sin mayores pretensiones, o de los team-ups entre héroes de distintos universos seguro lo va a disfrutar.

jueves, 29 de septiembre de 2011

29/ 09: MAMA PIERRI


Seguro alguna vez te horrorizó escuchar a tu vieja o a tu abuela mandar un comentario tipo “negros de mierda”, “judíos de mierda”, o “zurdos de mierda”, o hablar contra los homosexuales, o los inmigrantes de los países vecinos. A mí me pasó varias veces y me pone del orto, me frustra, me dan ganas de no ser hijo de mis viejos, de reescribir la historia para nacer en un entorno menos contaminado por el fascismo y la intolerancia. Y eso que a mí me calienta en el sentido de la bronca y la indignación, a Sergio Langer lo calienta en el otro sentido, en el de la excitación y la lujuria. El resultado es una historieta al límite, cuya protagonista reivindica al fascismo en todas sus formas, milita con férrea convicción en el catolicismo más retrógrado y banca a morir a los torturadores, los discriminadores y los curas que se garchan pendejitos, entre otras lacras a cual más abyecta.
Por supuesto, Langer nos presenta a Mamá Pierri como la villana, y no son pocas las historias que terminan con esta hija de mil putas derrotada o humillada. Para esto es importantísima la figura de Nahuel, su hijo, un adolescente sensible, progre, copado, que ya avanzada la serie blanquea su condición de homosexual. Nahuel abraza candorosamente las causas igualitarias y progresistas y jamás discrimina a nadie por su religión, su color de piel o su ideología. Se hace amigo de discapacitados, de lesbianas, de inmigrantes, escucha a Mercedes Sosa y se adhiere a las tomas de colegios para pedir mejoras en la educación. A la vez tiene una relación muy retorcida con su madre, a la que venera (llega incluso a masturbarse pensando en ella), pero a la que a la vez enfrenta con sus planteos sensibles e ingenuos… por supuesto para terminar sometido a la voluntad de Mamá, que lo mandonea, lo picanea, lo flagela y lo sodomiza para llevarlo por el camino de la moral y las buenas costumbres.
En ese contrapunto encuentra Langer el núcleo cómico de la tira, pero como suele suceder, después encuentra ideas aún mejores y Mamá Pierri dispara en direcciones totalmente impredecibles. En un momento, el chiste autoconclusivo de cuatro viñetas deja su lugar a una saga con continuará, un trip visceral y alucinante conocido como “la saga del Hijo Abortivo”, en la que Mamá y Nahuel comparten protagonsimo con un feto abortado que crece (amamantado con la mala leche de Mamá Pierri) hasta convertirse en un ser monstruoso que habla en alemán y se coge a la protagonista. La saga cobra tanto vuelo y se hace tan zarpada, que Langer la abandona poco antes del final, para después aclarar que transcurrió en un “mundo paralelo”. Y ahí Nahuel y su madre reaparecen en la Argentina actual para vivir nuevas historias más reales, ahora con más viñetas (y más chistes) por página.
Si alguna vez pensaste que el humor de Langer era medio heavy, o que por momentos se iba muy a la mierda, ni te acerques a Mamá Pierri. Acá se va a la mierda y mucho más allá. Pero lo hace con tanta clase, con tanto talento que no se puede creer que con materias primas tan inmundas como el fascismo y el racismo se puedan crear obras tan grossas. El dibujo arranca más grotesco que nunca, con una línea más gruesa que lo habitual, bien cargada de expresionismo, bien dark. Después aparece el trazo habitual del ídolo, y en la saga del Hijo Abortivo (cuando Mamá Pierri se empieza a parecer más a una historieta convencional, por lo menos en la forma) aparecen más viñetas por página, fondos más elaborados y –ya avanzada la saga- las tramas mecánicas, colocadas con gran criterio. Cuando la serie vuelva a “la realidad”, tendremos menos tramas pero no menos laburo en los fondos y Langer alternará entre su línea más clara y su línea más gruesa, más brutal, más cercana a la de Vuillemin.
Esto no es para cualquiera, obviamente. Estamos frente a algo así como un comic de lesa humanidad. Es un comic con chistes de torturas, de abortos, de pedofilia, de incestos, de Cromagnón, de campos de concentración, de discapacitados, de peruanos y bolivianos, de judíos, de putos, donde no faltan el sexo salvaje (con dildos, oligofrénicos, menores de edad, curas y fetos mutantes), las drogas, los atentados terroristas y las marchas de Blumberg por la seguridad y contra los piqueteros, los cartoneros y los villeros. Por la delgada cornisa entre la náusea y la carcajada viene Mamá Pierri, rompiéndole el orto a todos, incluso a South Park, la serie que inventó el “humor sin barreras”. Si te da el estómago para aguantártela, preparate para 112 páginas imposibles, absolutamente únicas en la casi centenaria historia de nuestra historieta.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

28/ 09: CACHALOTE


Hoy juega la Selección contra Brasil y yo tengo para reseñar un libro que me da ganas de hinchar por la verdeamarela. Mi afición por la historieta latinoamericana reciente me llevó a vencer la barrera idiomática (ridícula e inexplicable) que separa al Coloso de Sudamérica del resto de los países de la región, para meterme en esta bestial novela gráfica (más de 280 páginas) escrita por Daniel Galera y dibujada por Rafael Coutinho, hijo del maestro Laerte Coutinho, uno de los íconos del underground brazuca de los ´80.
La extensión de Cachalote es medio tramposa: a lo largo de tooodas esas páginas, Galera y Coutinho nos cuentan cinco historias distintas, que nunca se cruzan entre sí. O sea que quedó una novela larga, pero podrían haber sido cinco novelas cortas. Lo único que más o menos unifica las historias es el dibujo de Coutinho. Pero hasta ahí nomás, porque en las secuencias de Túlio y Vita cambia la grilla de tres tiras por una de cuatro, y en las secuencias de Vitorio (el chico que se calienta atando a las minas en la intimidad) opta por una grilla fija, de cuatro viñetas iguales, más grandes que las habituales, y además extrema el claroscuro, en un viraje un poquito más hacia la onda Sin City. Está claro que hay un sólo dibujante, pero no siempre dibuja igual.
Además de esos coqueteos con el Miller de Sin City, Coutinho abreva en los grandes maestros franceses, básicamente Christophe Chabouté, Nicolás De Crécy y Francois Boucq. Y también hay detallitos, cositas, que parecen de Rafael Grampá (otro genio brasileño), que además es íntimo amigo de Coutinho. La narrativa es totalmente europea, con pausas, largos silencios, hermosos momentos en los que la acción le cede el protagonismo a la contemplación. A pesar de que abundan las secuencias basadas en diálogos, Coutinho no juega a la puesta teatral, no repite los fondos y los enfoques, sino que los cambia todo el tiempo, en un despliegue generosísimo que ayuda a disimular la pachorra del guión de Galera.
O LOS guiones de Galera, porque estamos hablando de cinco historias que ni se miran ni se tocan. Las cinco son más que interesantes: en una, vemos a un famoso (pero decadente) actor chino varado en Brasil y envuelto en una trama policial. En otra, un escultor frío y desapasionado se resignifica como actor de una película muy poco convencional. La tercera nos cuenta las peripecias de un joven playboy que, enemistado con su familia, se va a probar (mala) suerte a Europa. La de Vitorio es una historia de amor perversa, perturbadora, de fortalezas y fragilidades, de sumisión y resentimiento. Y la de Túlio y Vita es una historia de amor a destiempo, de un amor que se hace ineludible cuando la relación ya se terminó y no hay vuelta atrás. En todas las historias Galera saca de la ídem un montón de escenas memorables, fuertes, intensas, con diálogos alucinantes y silencios de apabullante elocuencia. Y todo en un marco muy, muy real, que revela a un observador agudo, inteligente y capaz de inyectarle vuelo poético a situaciones tan profanas como un garche o una pelea entre muchachones en una disco.
El libro abre y cierra con secuencias limadas, simbolismos de vaya a saber qué, donde sólo hay poesía en estado puro. Pero en todo el resto de la novela, Galera y Coutinho combinan belleza en las formas con power en los contenidos. Así es como Cachalote atrapa, seduce, impacta y te deja la sensación de haber leído un comic muy, muy bien pensado y mejor ejecutado. Una verdadera gema en la corona del comic brasileño y un trabajo consagratorio para dos autores que ojalá hoy se vayan a dormir con el amargo sabor de la derrota futbolística (que es la única que se merecen).

martes, 27 de septiembre de 2011

27/ 09: MAS SOBRE EL NUEVO LIBRO DEL BLOG


Después de las presentaciones en Mendoza y Córdoba, se viene un Octubre un poquito más tranqui.
Tenemos, eso sí, una presentación en Capital. Eso va a ser el sábado 15, como parte de la programación de Dibujados, un evento de historieta y humor gráfico, que se va a realizar en Maipú 306, pleno centro de Buenos Aires. Ahí estaremos con un stand, y presentando 365 Comics por Año Vol.2 a las 17 hs. Cuando falte menos, pongo el link en el Facebook de 365 para que lo agendes y vengas a apoyar la movida, que pinta muy grossa.
En Noviembre vamos a estar –como todos los años- en el Imaginario de Santiago del Estero. Ni bien sepa las fechas, las confirmo. Y puede ser también que tengamos 365 Comics en otro país de Latinoamérica que no es Perú, ni Bolivia ni Uruguay. Veremos. En Uruguay, más precisamente en Montevideo, tendremos presentación del libro en algún momento de Diciembre, en una feria del libro muy grossa que se hace en la capital del país hermano. También, cuando tenga las fechas confirmadas las publico, para que los amigos uruguayos vengan a hacerme el aguante (y a comprar el libro, que allá no se distribuye y es muy difícil de conseguir).
Pero supongamos que vivís en Argentina, sos fan de este blog, te sobran $ 45 y los querés invertir en el Vol.2 del libro, ya sea por fetichismo o por solidaridad con Llanto de Mudo, la editorial que se inmoló publicando los dos tomos. ¿Qué hacés? Fácil: vas a una librería especializada (o casi) y lo pedís. ¿A cuáles?. Ahí te paso la lista de todos los puntos de venta que DEBERIAN tener el libro, ordenados por ciudad. No quiere decir que efectivamente lo tengan, porque por ahí alguna todavía no lo pidió, o encargó poquitos ejemplares y ya no le queda ninguno. Digo que lo DEBERIAN tener, o que -en caso de que no lo tengan- te lo pueden conseguir sin mayor dificultad.

BARILOCHE (Río Negro)
-DOBLEVECUBO, Morales 438.

CAPITAL FEDERAL
-ATENEA, Av. Rivadavia 8267.
-CABILDO COMICS, Av. Cabildo 2294.
-ENTELEQUIA I, Uruguay 341.
-ENTELEQUIA II, Juramento 2584.
-ESPACIO MOEBIUS, Bulnes 635.
-LA FABULA, Rodriguez Peña 416.
-MERIDIANA, Av. Rivadavia 5108, Local 307.
-PLANETARY, Av.Corrientes 1388, Local 18-19.
-PUNTO DE FUGA, Montevideo 157
-RINCON DEL ANTICUARIO, Junín 1270.
-TIERRA-2, Av.Corrientes 1660, Local 6 bis.

CONCORDIA (Entre Ríos)
-SALTALIBROS, Salta 23.

CORDOBA
-CROSSOVER, Av. Gral Paz 174, Local 11.
-LLANTO DE MUDO, Colón 355, Local 61.

LA PLATA (Buenos Aires)
-ATENEA, Calle 49 Nº 467.

LOMAS DE ZAMORA (Buenos Aires)
-ETERNIA, Av. Meeks 172.

MAR DEL PLATA (Buenos Aires)
-RAYOS Y CENTELLAS, Peatonal San Martin 2365, Local 12.

OLIVOS (Buenos Aires)
-DOMINARIA, Av. Maipú 2265

PLOTTIER (Neuquén)
-DALILA, Santa Cruz 157.

RAMOS MEJIA (Buenos Aires)
-ETERNAL DARKNESS, Richieri 91, Local 11.

ROSARIO (Santa Fé)
-MILENARIO, Richeri 814.
-PURO COMIC I, San Martin 843, Local 15-16.
-PURO COMIC II, 3 de Febrero 1180.

SALTA
-MORRISON, Peatonal Caseros 646, Local 7.

SAN LUIS
-EL CALABOZO DEL ANDROIDE, Martín de Loyola 139.

SANTIAGO DEL ESTERO
-SANDOKAN, Urquiza 110, Local 1.

TRES ARROYOS (Buenos Aires)
-ACME, Colón 467, Local 1-3.

TUCUMAN
-LEGION, San Juan 798.

USHUAIA (Tierra del Fuego)
-SMALLVILLE, Indios Yamanas 809.

VILLA CARLOS PAZ (Córdoba)
-HABIA UNA VEZ, Av. San Martín 377, Local A.

Y atenti, que Llanto de Mudo está avanzando en un convenio con un distribuidor para que sus libros lleguen también a un montón de librerías no especializadas, en la zona de Buenos Aires, conurbano y La Plata. Ni bien estén confirmados esos nuevos puntos de venta, también los vamos a difundir, para la gente a la que le da paja ir a los eventos o a las comiquerías.
¿Saldrá algún día un Vol.3 con las reseñas de 2011? Depende exclusivamente de vos, y de las pilas que te pongas para comprar los dos tomos que ya están disponibles.

lunes, 26 de septiembre de 2011

26/ 09: EL LIBRO DE GABRIEL


Hace como 20 años, dos amigos, dos grandes, dos ídolos que hoy ya no están, se juntaron para contar esta historia. Carlos Trillo y Carlos Meglia ya llevaban algunos años trabajando juntos, pero todavía no habían creado a Cybersix, la más famosa de sus colaboraciones. Entonces, con cada nueva idea que se les ocurría (y eran muchas) iban con pies de plomo, mansitos, de a pasos chiquitos. Esa fórmula, que les dio resultado con Irish Coffee (por ejemplo), con El Libro de Gabriel les salió mal. Tirar la cantidad de ideas que tira Trillo en sólo 44 páginas es poco menos que un disparate. Ahí hay conceptos y premisas para una serie larguísima, hasta para un comic mensual de Vertigo, de esos que duran sesentaipico de episodios. Y estas 44 páginas parecen eso: los dos primeros episodios de una serie larga, que nunca podremos leer.
El planteo es ganchero y atractivo, aunque no demasiado original, ya que historietas con ángeles y demonios en la Tierra ya leímos chotocientas cincuenta mil. Pero Trillo construye tres personajes muy sólidos y los envuelve en relaciones muy creíbles, demasiado humanas a pesar de sus orígenes celestiales. Ninguno pela grandes poderes, ni alas, ni espadas flamígeras. Esto es misterio sobrenatural muy, muy low-fi, muy por debajo del radar, a años luz de la grandilocuencia y la sensación épica que suelen tener ese tipo de historias. Hay un clima más bien intimista, con romance, pases de factura y alguna escena medio hot, todo muy tranqui, muy “puertas adentro”. Y una especie de misión a cumplir por parte de Gabriel, que no llega a cumplirse nunca. Y no mucho más. Cuando el argumento sortea sus primeros escollos, cuando los personajes terminan de conocerse y blanquear mínimamente cuáles van a ser los términos de su relación, se termina la historia. No de golpe, pero sí cuando quedaban miles de cosas por explorar, gracias a la enorme riqueza del planteo inicial y el muy buen desarrollo de Gabriel, Michelle y –en menor medida- Lázaro a lo largo de estas 44 páginas.
Si los logros de Trillo en materia de argumento y personajes te deja pidiendo más, lo que hace Meglia con el dibujo directamente te deja pelotudo. Lástima que el libro sea caro, si no habría que comprar dos ejemplares: uno para babear (y tirar) y el otro para guardar. Este es el Meglia pre-Cybersix, o sea, el que todavía no delegaba buena parte del trabajo en un equipo de asistentes, sino que se arremangaba y dibujaba casi todo él. Y además ya tenía bien definido su estilo: los fondos recontra-elaborados y recontra-repetidos (en puestas que asemejaban al comic a una obra de teatro), la exageración en los pelitos de los brazos, las onomatopeyas fuera de control, y sobre todo esa estética limpita y cercana al cartoon, que el genio usaba para contar historias sórdidas y perturbadoras. Dinámico, expresivo y sensual como pocos, el dibujo de Meglia brilla acá en todo su esplendor y es motivo de sobra para comprarse El Libro de Gabriel.
Pero hay más. Cuenta la leyenda que, poco antes de su muerte (sucedida en Agosto de 2008), Meglia se decidió a desempolvar esta historieta y colorearla con las tecnologías modernas. Se sospecha que llegó a colorear (junto a un equipo especializado) unas 10 ó 12 páginas. Para esta edición, Napoleones Sin Batallas (un sello que publicaba historieta por primera vez) apostó a la versión coloreada y le encargó a Carolina Azadte que completara el coloreado de las páginas restantes. El resultado es muy correcto. Los magníficos claroscuros de Meglia siguen ahí, perfectamente respetados, y a la vez la paleta cromática empleada le suma fuerza al dibujo y peso a los climas. Lo más difícil de resolver, que eran los flashbacks de las páginas 18 y 19, quedó alucinante. No sé si hacía falta el color para disfrutar de El Libro de Gabriel, pero puesto así, es un bonus muy bienvenido.
Con buenos diálogos, una dosis justa de acción, un toque de erotismo y una trama muy atractiva, Trillo y Meglia nos presentaron un concepto que daba para muchísimo más. Ojalá lo hubieran seguido a lo largo de varios álbumes más. Y ojalá salga pronto el recopilatorio de Irish Coffee, que debe ser inferrrrrnal!

domingo, 25 de septiembre de 2011

25/ 09: 21


Esta juega al límite, muy finito, entre historieta latinomericana y yanki. El autor es el puertorriqueño Wilfred Santiago (a quien visitamos en este blog allá por el 21 de Octubre de 2010), que vive y trabaja hace mil años en EEUU, que creo que no tiene obra publicada en castellano, y que no sé si escribe en nuestro idioma, o directamente en inglés.
21 narra la biografía de Roberto Clemente, el más destacado beisbolista que diera Puerto Rico, y además un verdadero héroe de la vida real, con final trágico y todo. Santiago elige el camino lineal: arranca en la niñez de Clemente y termina con su fatídica muerte, en un accidente de aviación (como su admirado Carlos Gardel), con sólo 38 años. Los matices están dados por la historia política de Puerto Rico, el eterno debate entre los que quieren que la isla sea independiente y los que quieren mantenerla bajo la protección de los EEUU. Santiago esgrime argumentos a favor y en contra de ambas posturas, pero sin profundizar en ninguno de ellos, porque está claro que la suya no es una historieta de tinte socio-político, sino que este elemento aparece como uno más, como un recurso para ilustrar el contexto en el que crece y vive Roberto Clemente.
La personalidad del ídolo tampoco da mucho jugo paar convertirla en un elemento de peso en la trama. Clemente era un muchacho recto, siempre lejos de la joda y los excesos, pero muy cerca de la sensibilidad, y sobre todo de la solidaridad. En las secuencias finales, cuando Clemente ya está recontra-consagrado como beisbolista, Santiago nos lo muestra en una infatigable cruzada por ayudar a los que menos tienen. Afectuoso con su familia, respetuoso con su mujer, cordial con sus compañeros, sin el menor resentimiento por los malos tratos y la discriminación que sufrió por ser de raza negra, Clemente aparece como un hombre íntegro, cuyo principal rasgo es la bondad (además del talento para el beisbol). Santiago se las ingenia para perturbarlo mínimamente (sólo en sueños) con un trauma infantil relacionado con la temprana muerte de su hermana Anairis. El resto, todo para adelante, sin fisuras ni dobleces.
¿Dónde reside, entonces, la fuerza del relato? En la epopeya 100% real de este prodigioso deportista y del equipo del que formó parte durante muchos años, los Pittsburgh Pirates, que desde bien abajo, con sacrificio y humildad ganaron torneos importantísimos frente a equipos mil veces más grossos. En la primera mitad de la novela, en la que el beisbol tiene menos presencia, el ritmo es más lento, y si bien no llega a aburrir, por ahí sobran escenas (y personajes) referidas al entorno familiar de Clemente. Pero cuando el ídolo pasa de un club canadiense a los Pirates (y aprende inglés), los partidos cobran protagonismo y Santiago aprovecha al máximo las posibilidades dramáticas que le brindan los mismos para centrarse –como decía más arriba- en el carácter épico del personaje central. Y ahí sí, la tensión, la emoción y la diversión te llevan a no querer que la novela se termine nunca. Hasta que, inevitablemente, esta termina de modo abrupto, como la vida de Clemente y deja un regusto tristón, mezclado con la alegría de ver cuántos de los sueños de este pibe llegaron a hacerse realidad en los 38 años que habitó nuestro mundo.
Fiel a su costumbre, Wilfred Santiago pela en 21 un estilo totalmente distinto al que mostrara en sus obras anteriores. Esta vez, va para el lado más cartoon, con una cierta onda Scott Morse/ Marc Hempel, mezclada con el trazo más melancólico y oscuro de Stassen. El resultado es muy bello y muy original. Santiago también experimenta en dos rubros donde cuelga varios home-rounds: la integración de referencias fotográficas a su estilo visual, y la incorporación de texturas (supongo que digitales) a su trabajo de línea con blanco, negro y tonos de amarillo similares a los de Valizas, de Santullo y Vergara. El giro hacia una estética tipo cartoon le da terreno a Santiago para extremar los recursos expresivos, con lo cual logra increíbles momentos no sólo en los partidos de beisbol, sino también en la secuencia del choque que termina con la muerte de otro hermano de Clemente, y su funeral, que es breve, pero sumamente emotivo. Como en In My Darkest Hour, Santiago lima brillantemente en las secuencias oníricas, donde se juega cartas bravas, dignas de Dave McKean.
Munido de un bate, la camiseta 21 (de ahí el título de la obra) y un montón de buenas intenciones, Roberto Clemente conoció la pobreza y la riqueza, el fracaso y el éxito, la gloria y la tragedia. Y con todo eso, Wilfred Santiago armó una novela gráfica hermosa, inmejorable tributo a la vida y la obra de un auténtico superhéroe de carne y hueso.

sábado, 24 de septiembre de 2011

24/ 09: HATE JAZZ


Otra vez me encuentro con una obra de autores argentinos que residen hace mil años en Europa y que trabajan pensando casi exclusivamente en ese mercado. El guionista es, sin embargo, muy famoso en nuestro país: nada menos que el maestro Horacio Altuna. El dibujante, en cambio, casi no se conoce por este lado del mundo, y es Jorge González, a quien ya nos cruzamos en este blog allá por el 11 de Junio de este año.
Hate Jazz es una novela gráfica en la que se entrelazan varias historias, todas ellas protagonizadas por músicos de jazz newyorkinos, que además tocan todos en el mismo boliche, el Dolphin´s. El primer tramo se centra bastante en Clarence T., un músico heroinómano que quiere cobrar a como dé lugar unos mangos que le deben, obviamente para gastárselos en droga. La tensión crece en pocas páginas muy intensas, y cuando llega el momento de resolver esa “trama-dentro-de-la-trama”, Altuna hace un juego de manos impredecible y asombroso, que pone en el centro de la historia a Cecil, el pianista mediocre que afana sus solos, y que hasta ahora pintaba para segundón.
En el segundo tramo, el foco se desplaza hacia Chester, el saxofonista part-time que para la olla laburando también como taxista. Chester oculta un secreto bastante jodido, que va a salir a la luz en una historia de humillaciones, perversiones y dignidades que afloran mal y tarde. Vas a llegar a un punto en el que esta sub-trama te va a hacer ruido, vas a decir “pero… no daba para que este tipo hiciera esto”. Ahí bancá y seguí leyendo, que unas páginas después, todo se explica con absoluta coherencia.
Y la tercera sub-trama es la menos original: dos hermanos (un contrabajista y un baterista) enfrentados por una mina que está buenísima y coquetea con los dos. Todo se resuelve en pocas páginas también muy intensas, pero sin mayores sorpresas. Sin ser light ni pasatista, es la trama en la que la violencia es menos tremenda, la menos sórdida, la más fácil de digerir si no fuera porque se parece mucho a un montón de otras historias de triángulo romántico con hermanos.
Para el final, cuando faltan 7 páginas para terminar la novela y recibir la ovación de la hinchada, Altuna hace una de más: nos revela que todo esto sucedió minutos antes del ataque a las Torres Gemelas (seguro lo escuchaste nombrar estas últimas semanas), nos muestra estos sucesos y explora mínimamente cómo afectan a los personajes que habían llegado vivos hasta el final de Hate Jazz. El final mezcla una ironía filosa acerca de cómo los yankis se ven a sí mismos con un homenaje a la ciudad de New York. No termino de entender si Altuna se está solidarizando con el pueblo newyorkino o cagándose de risa de su vulnerabilidad, pero bueno, será que este último tramo no me enganchó tanto como para prestarle demasiada atención.
Desde la primera viñeta hasta la última, Hate Jazz hace gala de una belleza y un impacto visual únicos, cortesía de la magia de Jorge González. Una vez más lo vemos inspirado más allá de cualquier límite, con un trazo y una paleta que nos recuerdan a Lorenzo Mattotti, Nicolás De Crécy y Miguelanxo Prado, más un montón de rasgos absolutamente personales, irreproducibles. González nos hace escuchar la música de los jazzeros, el pulso de la ciudad, los bocinazos de los taxis, el derrumbe de las torres. Nos mete en la historia de tal modo que nos involucramos con los cinco sentidos y nos entregamos por completo al ritmo del relato, perfectamente controlado por los autores. Esto es una joya visual, un premio para nuestros ojos.
Sin dudas, recomiendo Hate Jazz. Es un comic adulto, arriesgado, fuerte, con historias de violencia, furia, sexo, droga y (en vez de rockanroll) jazz. Es uno de los mejores guiones que escribió Altuna en su ilustre carrera, y a la vez tiene un cierto gustito a Carlos Sampayo, un genio a la hora de mostrarnos historias sórdidas ambientadas en New York o historias con músicos como protagonistas. Y está dibujada como la hiper-concha de Dios por un Jorge González deslumbrante, que combina virtuosismo con solvencia narrativa como muy pocos logran hacerlo. Papa MUY fina.

viernes, 23 de septiembre de 2011

23/ 09: RANITAS


Otra vez mi paseo por la historieta latinoamericana actual me lleva al pantanoso terreno de la autobiografía, esta vez para conocer las filias y fobias de Nicolás Peruzzo, autor uruguayo de interesante trayectoria en el under, que ahora debuta con una novela gráfica de aspiraciones más masivas.
En Ranitas, Peruzzo se las ingenia para hablar mucho sobre sí mismo y a la vez generar la empatía y la identificación de un montón de gente que atravesó situaciones similares, en los mismos años (segunda mitad de los ´90 y principios de este milenio) y en la misma ciudad (Montevideo). Tallking ´bout my generation, dirían los Who. Peruzzo hilvana varias anécdotas inconexas que tienen que ver con su tránsito de la adolescencia pajero-kilombera hasta sus primeros pasos en el mundo del comic, en un tono claramente jodón. Con margen para la denuncia y un cierto compromiso con temas sociales, con algunas reflexiones muy notables (como la de “Las bandas que dejaron de ser tuyas”) y sobre todo con humor, bastante ácido y explosivo, al estilo Hate.
Parte de la consigna de Ranitas es el diálogo directo con el lector. Peruzzo (que se dibuja a sí mismo como el batracio del título) nos habla de frente, nos da explicaciones, nos blanquea cosas que sintió (o le pasaron) cuando se sentó a armar este libro, con onda y honestidad. Incluso se hace cargo de su escaso virtuosismo para el dibujo, algo de lo que hablaremos después. Lo más logrado, para mi gusto, es el principio: la forma en que Peruzzo nos muestra las diferencias entre lo que hizo y lo que le gustaría haber hecho en algunos momentos clave de su infancia y adolescencia, un juego al estilo El Otro Yo del Dr. Merengue, realmente muy bien plasmado. Y lo otro maravilloso es cuando Peruzzo frena el relato para brindarnos una especie de guía por los boliches nocturnos que frecuentaba en los años en los que transcurre Ranitas, con data posta, conjeturas, vivencias, anécdotas… Muy ingenioso.
En general, todo el libro se lee bien, rápido, y aunque no conozcas los boliches y las bandas uruguayas de esta época, seguro vas a encontrar muchas situaciones y opiniones en las que te vas a ver reflejado. A menos que tengas más de 50 años, cero humor y cero idea de lo que es la secundaria, los recitales de rock, los grafittis, y la horrible sensación de que tus amigos se van a vivir a otros países porque en el tuyo no tienen futuro.
En cuanto al dibujo, Peruzzo se hace cargo de sus limitaciones y las pilotea con bastante solvencia. Lo mejor dibujado es –lejos- esa historieta dentro de la historieta en la que hace un team-up con Michaelangelo (la tortuga ninja), una secuencia de acción que rompe el esquema realista, o testimonial, pero con mucha onda. El resto, va fluctuando bastante, en parte porque las distintas secuencias que componen el libro fueron dibujadas a lo largo de varios años y en un orden distinto al que se publican en Ranitas. Pero está bien. Tiene algún afanito menor, y varios desafíos mayores, de los que Peruzzo sale bastante bien parado, sobre todo en la secuencia de “los rugbistas”, que es como le dicen los uruguayos a los rugbiers.
El subtítulo de “catarsis y rock´n roll” le queda perfecto a este trabajo de un autor que se anima a pelar, a exponerse, a confesar y a compartir cosas de su vida, de su ideología, de su forma de entender la historieta. A veces con estridencia y siempre con huevos y con ganas de joder. Pero siempre a años luz de la inmadurez y la pelotudez adolescente, porque estamos frente a una obra que es –ante todo- fruto de la reflexión. Vale la pena.

jueves, 22 de septiembre de 2011

22/ 09: EL CUERVO QUE SABIA


Retomo mi intento de puesta al día con el material argento y me encuentro con esta obra maestra de Kwaichang Kráneo, originalmente serializada en el blog Historietas Reales, ese al que varios lectores salieron a matar con argumentos pedorrísimos en los comentarios a un post reciente.
El Cuervo que Sabía tiene un sólo problema: es 100% anti-pochoclo. Y eso lo condena a pasar desapercibido frente a una masa consumidora que, en caso de olvidarse de los prejuicios y darle una chance, encontraría acá una cautivante anti-epopeya de ciencia-ficción que bien podía ser parte del ciclo de Edena, la saga noventosa (y fundamental) de Moebius. Hay acción, hay sexo, hay cosas que explotan a la mierda, y sin embargo Kráneo des-enfatiza estos elementos para quedarse con otros que le interesan más. Principalmente la búsqueda, el rito iniciático, el tránsito a la madurez de un personaje perfectamente delineado, riquísimo en sus matices, al que cualquiera que lea el libro quiere ver volver en una próxima aventura.
De pronto, el neuquino cambia las reglas de la ciencia-ficción del post-holocausto. De pronto, esta ambientación (habitualmente yerma y sombría como la imaginación de Gerardo Sofovich) se convierte en un escenario de conmovedora belleza, fértil para que crezcan (en vez de horrendas criaturas mutantes) los sentimientos, la conciencia y el intelecto ya no de “los humanos”, sino del único ser humano que parece quedar vivo: el fascinante Mono (por “único”, en latín). Mono es como una especie de anti-Kamandi. No busca el origen del gran desastre que acabó con la Humanidad, no lucha contra bichos, no rescata a chicas en peligro ni libera a tribus sometidas. Se hace un montón de preguntas, claro, pero tienen que ver más con su vida interior que con la vida (o más bien, sobrevida) de su entorno.
Los personajes, acostumbrados a una vida hiper-tecnificada, le otorgan un enorme valor a la información. Kráneo también, y la forma en que la dosifica y se la brinda al lector es uno de los grandes hallazgos de la novela. Con ideas zarpadas, climas pausados, buenos diálogos, y una sensación de vitalidad, de celebración de la vida a pesar de todo, el guión de El Cuervo que Sabía es placer puro.
Y aún así, lo que te parte el cerebro es el dibujo. Moebius (ya lo nombré) es sin duda una referencia obligada. Pero el trazo de Kráneo, esas pinceladas vigorosas, dinámicas, que parecen cobrar vida propia, en las que la línea cambia todo el tiempo de grosor y teje majestuosos claroscuros, nos remiten rápidamente a Oswal. Esto es algo así como un Oswal del futuro. Y después, hay cositas en el ritmo del relato y en la forma en que se mueven los personajes que me hicieron recordar a dos autores que no sé si Kráneo admira, ni siquiera si los conoce: Paul Pope y Jeff Lemire. Y Ana Miralles, claro, que era –hasta Kráneo- la más “moderna” de los seguidores de la línea de Oswal. Con toda esa sumatoria de nombres, te darás cuenta de que esto está muy, pero muy bien dibujado, y además sostenido por una narrativa a prueba de bombas atómicas.
Por su carácter anti-pochoclo, tengo la sensación de que El Cuervo que Sabía no va a ser un éxito. Ni siquiera entre los nuevos seguidores de Kráneo, los que los descubrieron cuando empezó a colaborar en la Fierro (ese otro antro de perdición, acusado de dar asilo a dibujantes improvisados y sn talento). Y la verdad es que sería una injusticia que este libro no arrasara con todo, porque tiene un vuelo, una originalidad y una calidad muy, muy poco frecuentes. Uno de esos orgullos, de esos motivos para esperanzarse por el futuro, ya no de la Humanidad (que según Kráneo se hará mierda en unos 150 años) sino en el de la historieta argentina, que –mientras siga gestando autores de este nivel- tiene garantizada la gloria por los siglos de los siglos, amén.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

21/ 09: KAMUI: LA ISLA DE SUGARU


Otro trip a principios de los ´90, cuando en España el manga se publicaba en sentido occidental de lectura y en el formato tipo prestige (comic-books gruesitos y con lomo), de modo que una obra de unas 480 páginas (como esta) abarcaba siete tomos. Más grandes y más finitos que los actuales y hasta con cartas de los lectores, algo que hoy suena a bizarreada, mal.
La Isla de Sugaru es una de las sagas del ciclo conocido como La Leyenda de Kamui, una de las varias etapas por las que el maestro Sanpei Shirato guió al ninja Kamui, su más famosa creación, originada en la década del ´60 en la gloriosa revista Garo. Ambientadas en el período Edo, las aventuras del ninja renegado son un clásico indiscutido del gekiga, aunque en Occidente se las ha publicado más bien poco.
La Isla de Sugaru es un manga bravo, de difícil digestión. Cuando van menos de 15 páginas, ya vimos a dos tipos perseguir a una mina por el bosque, cagarla a trompadas y someterla sexualmente. En las 465 restantes, tendremos decapitaciones, mutilaciones, crucificciones, torturas y gente morfada por los tiburones, en dosis bastante tremendas. Lo que más hay es gente (y perros) convertidos en merienda para tiburones. Shirato se ceba mal con eso y nos muestra con lujo de detalles cómo los hermosos pececitos despedazan con sus dientes a los humanos, cómo les arrancan de a poco los miembros con sus letales dentelladas, hasta dejarles poco más que la cabeza y un charco de sangre. Para el otro lado también hay: nunca viste tantos tiburones arponeados y trozados como en este manga.
Y por supuesto, hay traidores miserables (la revelación de la identidad del más turro de todos es el único punto flojo del argumento), señores feudales despóticos y ninjas que tratan de cazar y matar a Kamui, simplemente porque eso les ordenó el jefe de su clan. Kamui va a zafar de todo y de todos (hasta de una quinceañera que se quiere casar con él) mediante su ingenio, pero sobre todo mediante su dominio sobrehumano de todas las técnicas de combate de los ninjas. Y acá es donde Shirato la rompe: la destreza física y la habilidad de Kamui para el combate están plasmadas de un modo hipnótico, vertiginoso, y son en muchos tramos el elemento que hace avanzar a la trama. La machaca física es muy, muy abundante, pero está bien compensada con los momentos más tranquilos, esos en los que Shirato se cuelga a contemplar los paisajes, los animales (majestuosa la secuencia de las aves rapaces en el último tomito), los detalles de la vida cotidiana de aquella época, perfectamente reproducidos.
La co-protagonista es Sugaru, otra ninja renegada, casi tan hábil como Kamui, pero Shirato la hace bien: no es un guerrero con tetas, sino una mina hecha y derecha, que además pertenece (secretamente) a un clan ninja. Todos los personajes están bien trabajados, excepto el que termina por revelarse como el villano grosso, ya que tuvo (a lo largo de la saga) seis millones de oportunidades de boletear a Kamui casi sin despeinarse y no las utilizó. Algo falla en la motivación del personaje, o por ahí Shirato pegó un volantazo de último momento y cambió (para desorientar al lector) la identidad del traidor.
El dibujo del sensei es absolutamente glorioso. Su dominio de las manchas negras y las tramas mecánicas te pone los pelos de punta, pero se queda chiquito cuando estalla la violencia y se viene el festival de las líneas cinéticas. Ahí Shirato saca mucha diferencia. Por supuesto, están cuidados también los climas, las expresiones faciales, los fondos. Todo es un placer y todo impacta a full. La narrativa es impecable, con los tiempos que se ralentizan y se aceleran, las secuencias mudas desarrolladas con enorme sabiduría, y todo se entiende de modo claro y cristalino, lo cual habla a favor de quienes adaptaron este manga al sentido de lectura occidental.
La Isla de Sugaru, con su trama recontra-heavy de redención y venganza, es aventura para adultos de altísima calidad. La violencia y la crueldad le ganan por goleada a la ternura y –como en todo gekiga- el humor brilla por su ausencia. Aún así, Sanpei Shirato nos mete de lleno en una saga de increíble intensidad, con margen para un cierto vuelo poético y con el espacio suficiente como para que se luzca un dibujo absolutamente magistral. Un lujo.

martes, 20 de septiembre de 2011

20/ 09: WOLVERINE: BLOOD HUNGRY


Parece mentira, no? Veintiochomil meses de blog y nunca reseñé un comic de Peter David, el querido Gordo, uno de los guionistas fundamentales del comic yanki de los ´90, que hoy no sólo conserva casi intacta su vigencia, sino que además sigue teniendo bochas de fans. Pero bueno, acá está el Gordo, con un comic de hace 20 años, originalmente serializado de a ocho paginitas por quincena en la revista Marvel Comics Presents.
El guión de Blood Hungry es 100% mainstream: sencillo, redondito, con la ventanita del final abierta para que el villano pueda volver, y con un par de escenas bastante emotivas, como para que la machaca no quede tan expuesta, para que el conjunto parezca un poco menos cabeza. Acá nos espera el Wolverine de Madripoor, el que opera por afuera de la órbita de los X-Men (aunque luce el traje amarillo y marrón, que nunca debió haberse sacado) y que se transa a Tiger Tyger, una sensual capo-mafia con mínimos códigos a la hora de controlar los negocios turbios de la islita. Tyger parece buena en comparación con el General Coy, el otro líder del hampa de Madripoor, que no tiene el más mínimo reparo a la hora de ganar guita por zurda. Y los dos parecen carmelitas descalzas cuando entra en escena Cyber, un hijo, nieto y bisnieto de puta, que viene a ofrecer un poderosísimo alucinógeno, que le dará a quien lo controle la manija definitiva sobre el crimen de Madripoor.
Hete aquí que (en un giro típico de esta época) Wolverine y Cyber se conocen de hace mil años, y tienen en su pasado una historia muy heavy (que David intencionalmente narra en flashbacks muy borrosos, cuando Wolvie está bajo los efectos del alucinógeno), en la que el canadiense se llevó la peor parte, lejos. Ahora es hora de vengarse, pero claro, no cualquiera le gana a Cyber. El combate entre los dos amos del adamantium va a ser bravísimo, y se va a resolver con un as que David pelará de abajo de la manga, pero de modo lícito, porque nos mostró còmo y cuándo se lo guardaba. El libro abre y cierra con dos escenas muy lindas, con lo más parecido a un vuelo poético que se le puede pedir a un comic de Wolverine, y lo más atractivo del desarrollo son (como suele suceder en los comics del Gordo) los diálogos. El General Coy y Tiger Tyger se llevan los mejores bocadillos, pero Cyber y Logan también tiran muy buenos retruques, chistes y comentarios ingeniosos.
Digno y todo, el guión palidece por completo frente al dibujo. Porque acá explota Sam Kieth, y cuando explota Sam Kieth se va todo al carajo y más allá. Lo que hace acá el creador de The Maxx es indescriptible. Exagera groseramente la anatomía, lleva a los extremos las expresiones faciales, se cuelga con unos detalles imposibles, unos cross-hatchings enfermizos, tramitas, texturitas, los pelitos de Wolverine, las roturas de la ropa… Kieth no mezquina nada y sobredibuja a morir, pero en su estilo bizarro y pasado de rosca. Sólo el rostro de Tiger Tyger muestra alguna pretensión de realismo. El resto, pasa todo por el distorsionado prisma de esta bestia del dibujo. Y si se va a la mierda en las secuencias normales, imaginate lo que pela cuando nos muestra los recuerdos de un Wolverine drogado con el alucinógeno de Cyber. Surrealismo es poco.
Kieth además juega muchísimo con la narrativa. Abre casi todos los episodios de 8 páginas con splash-pages monumentales, lima en algunas composiciones tanto en las luchas como en las escenas más tranqui, y a la vez mecha páginas donde la narrativa es ajustadísima, como un mecanismo de relojería, que son esas donde más se luce el infalible timing para la comedia del Gordo David. Visualmente, Blood Hungry es una salvajada de enorme belleza plástica. Me lo imagino en blanco y negro, o recoloreado con las técnicas actuales, o pintado en acuarelas por el propio Kieth, y me derrito de la emoción. Sin dudas, este fue el trabajo que le levantó el perfil a Kieth y lo convirtió en un favorito de la hinchada, con luz verde para emprender obras mucho más jugadas (como The Maxx, claro) y vender fortunas.
No lo pongo en la lista de los imprescindibles, pero si sos fan de Peter David, de Sam Kieth, o de Wolverine, seguro ya lo tenés y ya lo subiste a un pedestal del cual se complica bajarlo, incluso 20 años después.

lunes, 19 de septiembre de 2011

19/ 09: VIÑETAS CORDOBESAS


Este finde estuve en Córdoba. La excusa esta vez fue el Viñetazo, un evento organizado por el grupo V de Viñeta, que debutó el año pasado con una edición impresionante, sólida y atractiva por donde se la mire.
Este año no se pudo recrear la magia del 2010, ni arrimar siquiera. La primera complicación vino por el lado del calendario. Originalmente, se armó todo para el viernes 16, sábado 17 y domingo 18. Después se acordaron de que ayer (domingo 18) había elecciones de intendente y concejales, y se decidió cambiar el domingo por el jueves. El resultado fue una sensible baja en la cantidad de público, ya que el jueves hubo poquísima gente en todas las actividades, que además fueron pocas.
Por otro lado, en Córdoba hay una Feria del Libro bastante grossa, en una plaza re-céntrica, con entrada libre y gran afluencia de público. La Feria ofreció una excelente muestra de trabajos de Ciruelo y varias charlas y talleres a cargo de los autores de Llanto de Mudo, y del astro mendocino, el gran Chanti. Como pasó en La Paz, la integración entre el evento comiquero y la Feria del Libro fue muy poca y para nada armónica. Por ende, el evento más masivo (la Feria) no retroalimentó al menos masivo (el Viñetazo), mientras que el fan del comic dividió su tiempo, su atención y su presupuesto entre el Viñetazo y la Feria.
Por si faltara algo para distraer al comiquero de lo que el Viñetazo tenía para ofrecerle, el viernes se realizaron en el CCEC (Centro Cultural de España en Córdoba) una serie de talleres a cargo de varios referentes de Historietas Reales: Max Aguirre, Federico Reggiani, Kwaichang Kráneo, Fabián Zalazar, Hernán Cañellas y Fran López movilizaron a una tropa hacia actividades que no tenían nada que ver con el Viñetazo y que por momentos lo eclipsaron.
Pero todo esto hubiese sido casi anecdótico si el Viñetazo se hubiese hecho –como el año pasado- todo en un solo lugar. Esta vez primó el (a mi juicio erróneo) concepto del multisede, y así fue como el majestuoso centro cultural El Buen Pastor (sede de todas las actividades del 2010) este año albergó sólo a algunos stands promocionales (donde no se vendía nada), dos muestras (una colectiva y una sólo de Chanti) y un ciclo de charlas, que obviamente explotó con Jorge Lucas, con Robin Wood, y no mucho más. Muchas de las charlas tuvieron una concurrencia escasa, producto de los horarios, supongo yo, porque un jueves a las 16 es medio al pedo organizar charlas, más allá de quién las dé.
¿Los talleres? Se hicieron, pero muuuy lejos del Buen Pastor. Y con poca gente. ¿Y si querías comprar algo? Tenías que caminar unas ocho cuadras, atravesar la Feria del Libro y llegar a una especie de patio con varios niveles, subir varias escaleras, y recién ahí encontrar los stands, donde obviamente se vendió muchísimo menos que el año pasado. Sobre todo jueves y viernes, que hizo mucho calor (no daba para patearse esas ocho cuadras, ni ahí) y que los autores invitados no aparecieron ni a saludar. El sábado, con Lucas, Wood, Carlos Gómez, Diego Parés, la visita de algunos de los autores que vinieron a dar talleres al CCEC, los autores invitados por Llanto de Mudo (Gustavo Sala y Luciano Saracino) y un clima más agradable, los patios semi-desiertos del Obispo Mercadillo se poblaron un poco más y se empezaron a parecer un cachito más a un ámbito de reunión comiquera. Andá a saber cómo llegó la gente hasta ahí, porque en TODA la gráfica del Viñetazo y en los cronogramas que se repartían, sólo se mencionaba como sede al Buen Pastor, pero bueno, el sábado apareció algo así como un público.
Por suerte, la mayoría de los integrantes de V de Viñeta se dieron cuenta rápido del error brutal que significó repartir el Viñetazo entre tres sedes, y con humildad y buena voluntad, laburaron extra para tratar de que las sedes medio mortadela repuntaran con el correr de los días. Y como siempre, la posibilidad de compartir charlas, morfis y caminatas con los amigos y colegas, más el contacto con los fans, editores y comerciantes de Córdoba, hicieron llevaderos los tres días, incluso cuando pasaba poco y nada. Ojalá el año que viene el Viñetazo se parezca mucho más al de 2010 que a este, que sin ser desastroso, quedó bastante lejos del nivel de la primera edición.

domingo, 18 de septiembre de 2011

18/ 09: HISTORIETAS DEL SOTANO Vol.1


Hace ya un tiempo, alumnos y profesores de la escuela Sótano Blanco (fundada por el ídolo Juan Bobillo) empezaron a subir historietas a la web, en un blog llamado Historietas del Sótano. Y hace un tiempito, una selección de los trabajos subidos al blog se convirtió en el primer tomo de una antología, que hoy se consigue en comiquerías.
Como sucede muchas veces, los autores suben al blog historietas pensadas y realizadas a color, y el libro, al editarse en blanco y negro, nos muestra otra cosa, que muchas veces no está a la altura de lo que concibieron los artistas. Acá hay varias historietas que sufrieron bastante el paso de color a grises y bueno, es algo contra lo cual habrá que remar, cada autor con las armas que tiene a mano. Pero eso no es el punto débil de esta antología. Lo más flojo son (como suele suceder) los guiones. Porque son demasiado fumados, porque en poquitas páginas no logran desarrollar las consignas, o simplemente porque están mal escritos, con una redacción confusa o faltas de ortografía.
Veamos qué se puede rescatar.
La de Marcelo Sosa (dibujante de inmenso talento) sufre de las cosas ya mencionadas: guión flojo y difícil pasaje a blanco, negro y grises. Además, la narrativa tiene serios problemas. La de Rodrigo Luján, en cambio, es un lujo: la pérdida del color casi no jode, el dibujo es hermoso y el guión cierra por todos lados y hasta te logra conmover. Un lujito.
Otro guioncito redondo es el de El Moro Blanco, una historieta muda de Juan Bobillo, a la que el blanco y negro le resta muchísima onda, pero igual es hermosa. La de Feliciano García Zecchín es otra con buen guión, buen dibujo y casi intacta tras el pasado a grises. Muy buen material, lástima las faltas de ortografía. Y cierran las tiras de Coca, Ramón y Fernet, otra maravilla de Bobillo que espero ver pronto recopilada en álbum y a color.
Después tenemos varias historietas pensadas para blanco, negro y grises. La de Cutro es casi buena. La de Keki Unpuntito tiene (creo que por primera vez en la trayectoria de esta heroína del under) un buen guión. La narrativa es complicada, pero por lo menos la historia te atrapa. La de la dupla Ricardo Ferrari-Diego Aballay (consagrada en Italia) funciona bárbaro porque tiene pocas pretensiones. Las seis páginas alcanzan perfecto para contar la historia, la narrativa es cristalina, los textos están buenos y el Chueco Aballay dibuja en blanco y negro puro, con clase y de taquito. Las de Salvador Sanz y Pedro Mancini están my, my bien dibujadas, pero los guiones son medio etéreos, cercanos a la mera paja visual. Y el resto, es todo bastante olvidable.
Por ser el primer número de una antología, se re-banca. Estamos frente a un proyecto que vale la pena apoyar, porque de pronto nos permite leer a tipos muy grossos como Bobillo, Sosa, Aballay, Sanz, El Bruno, Feliciano… y además descubrir a autores nuevos, chicos y chicas del siempre fértil semillero nacional. Un semillero que lamentablemente da más dibujantes que guionistas, pero bueno… vamos de a poco, que de a poco también se llega.

sábado, 17 de septiembre de 2011

17/ 09: CORRERIAS DEL SR. Y LA SRA. RISPO


Por fin me toca leer este libro que desde que apareció allá por Junio no paró un segundo de cosechar excelentes críticas y espectaculares ventas. Finalmente puedo dar mi veredicto al respecto y es que Diego Parés se lo tiene muy merecido. Este libro es una verdadera fiesta, un deleite de principio a fin, repleto de talento, de onda y de mucho ingenio.
Lo más loco de todo es que estamos ante una especie de criatura de Frankenstein. De las 128 páginas que componen este libro, la gran mayoría habían aparecido a modo de historietas cortas en Barcelona, Fierro, o Lule le Lele. Historietas cortas obviamente autoconclusivas, sin “continuará”. Pero a Parés se le ocurrió una forma inteligentísima de hilvanar esas peripecias breves con secuencias inéditas para dar forma a una alucinante (tum-tum, tum-tum) “novela gráfica”, término que al autor le molesta, pero que sirve en algún punto para definir a esta aventura extensa del matrimonio más salvaje de la historieta argentina. Cuando lo leés, es casi imposible imaginarte (o percibir) que esto que se lee así, de un tirón, presa de un vértigo y un frenesí incomparables, originalmente tenía varios principios, varios desarrollos y varios finales. Evidentemente, ese laburo de conectar las historias cortas con secuencias nuevas está tan bien hecho, que resulta casi imperceptible.
Lo que más me llama la atención de esta epopeya de Parés es la libertad que derrochan estas páginas. La grilla es clásica, la puesta en página sumamente acotada por el formato de tiras, y aún así, el libro transmite la sensación de que acá puede pasar cualquier cosa, de que no hay límites, de que para Parés vale todo a la hora de involucrarte en este festival del delirio y la guarangada. Y lo otro muy, muy notable es el ritmo, la velocidad, el clima de trip al carajo imposible de frenar. Parés no se cuelga en boludeces. Sus argumentos avanzan a paso firme, a fuerza de secuencias muy logradas y de diálogos afilados, con la dosis justa de disparate. Y cuando se cuelga, lo hace tan obvio, que eso pasa a ser parte importante del relato. Por ejemplo, cuando los personajes hacen una pausa en la aventura e interactúan en el backstage de la misma. O en esa secuencia de tres páginas en las que sólo vemos una caída (“solo” es un decir, porque Parés aprovecha esa caída para mostrarnos un montón de cosas…).
Y lo mejor llega al final, en esas 10 páginas en las que Rispo se llena las bolas y en un arrebato de violencia, emprende la masacre más cómica de la historia de este medio. Si hasta ahora los excesos venían por el lado de las porongas, acá Parés agarra para otro lado y brinda una inolvidable cátedra de incorrección política, como para terminar de redondear una historieta de impresionante intensidad.
Para que la fiesta sea completa, sólo falta mencionar la apabullante calidad del dibujo de Parés, que deja la vida en cada viñeta. Hay una secuencia increíble, dibujada sin lápiz, con una línea más chunga, más sucia, que es la de los hongos alucinógenos. Una genialidad. Y la del backstage, que incorpora grises aplicados con aguadas, para dar una imagen más amistosa y a la vez más sofisticada (aunque los personajes siguen haciendo las atrocidades de siempre). El resto es el clásico dibujo de Parés: dinámico, suelto, con gran atención por las texturas, la iluminación, el movimiento, las expresiones faciales y corporales (fundamentales cuando pesa tanto el slapstick), siempre hábil para sintetizar y darle la bola justa a lo que realmente importa mostrar. Fuera de joda, este es uno de los lanzamientos absolutamente fundamentales en lo que va de 2011. Si te gusta la historieta humorística, lo tenés que tener, de una.

viernes, 16 de septiembre de 2011

16/ 09: CNHRF 10


Hoy me toca algo inédito: discutir con un jurado. Carlos Barocelli, Raúl Acosta y Max Cachimba se juntaron un día a evaluar a los trabajos que competían en el Concurso Nacional de Historieta Roberto Fontanarrosa 2010, y eligieron los que a ellos más les gustaron. Este libro incluye al ganador, al que salió segundo, al que se llevó un premio especial destinado a la producción rosarina, y varios más, destacados por el jurado.
El primer premio se lo dieron a Gabriel Keppl, por la historieta Knock Out. El guión está realmente muy bueno, original, ingenioso, con vueltas de tuerca que no te ves venir. Muy bueno el color, bien resuelta la narrativa, pero el dibujo en sí bastante del montón. Hay varios mejores, sin salir de este librito.
El segundo premio se lo llevó Diego Tripodi, por su historieta El Angel del Ascenso. Acá también, el guión es atrapante, redondito, muy ingenioso, pero el dibujo no está al nivel de otros trabajos de Tripodi, conocido sobre todo porque labura para editoriales chicas de EEUU y porque alguna vez publicó en la Comiqueando.
Y el ganador en la categoría Historieta Rosarina fue Giuliano Longuetti, cuyo trabajo parece el de un chico menor de 15 años. De no ser así, no tiene mucho sentido que se haya premiado esa historieta, floja por donde se la mire,
Pero entre las que no ganaron nada, hay varias muy buenas. La de Tony Ganem defrauda apenitas en el final, pero está obscenamente bien dibujada y es –otra más- muy, pero muy original. La del cordobés Ziga, al revés: el guión te hipnotiza hasta el final, con una estructura que parodia a un montón de películas yankis, y el dibujo podría estar un cachito mejor, sobre todo el color que es medio fulero. Cualquiera de esas dos podría haber ganado, tranquilamente.
Rocafulbo (de Rold) ya no es tan buena, ni en guión ni en dibujo. Victoria, de Juan Kern y Gastón Flores, hace gala de un dibujo impresionante, pero el guión no dice demasiado y además sufre su excesiva brevedad. La de Ruminant mezcla un guión bastante interesante, atractivo a pesar de su sobredosis de clichés. Con un dibujo extraño, pero bastante bien logrado. El Humano, de Gonzalo Ruggeri, se queda en una buena idea, pero falla en el desarrollo. Y se luce, obviamente, en el dibujo que es espectacular.
Presente, de Gabi Rubi, tal vez sea lo más flojo del tomo. Por suerte son sólo dos paginitas. Un Nuevo Deporte combina una buena idea, con buenos dibujos, pero no está bien traspasada a la historieta. Era una idea bárbara para un artículo ilustrado, o para un monólogo de stand-up. Igual me gustó bastante.
Y me quedan tres excelentes, que para mi gusto están mejores que las galardonadas por el jurado. El Doble de Lupo, de Pedro Sanna, es la más fontarrosesca de todas. Está bien pensada, bien escrita y bien dibujada. No entiendo por qué no ganó. El Invencible, de Pedache, es otra historieta sólida y original, a prueba de balas. Supongo que no ganó por ser en blanco y negro. Y lo mismo se aplica a El Destino de El Destino Sporting Club, un grotesco brillante, escrito y dibujado por Industrias Lamonicana, con un nivel recontra-profesional.
En síntesis, este librito trae muy, muy buen material, sumamente disfrutable. No sólo para conocer a nuevos valores de la historieta argentina. También para cebarse con historietas realmente grossas, al nivel de lo que se publica en cualquier medio importante. El glorioso Negro estaría más que orgulloso de que su nombre figure grandote en la portada.

jueves, 15 de septiembre de 2011

15/ 09: HISTORIAS TREMENDAS


La consigna para este mes era no reseñar comic europeo, para ponerme al día con el material argentino. Y bueno, se coló este libro, que tiene guionista español y dos dibujantes: uno croata y uno argentino. Así que casi vale.
El guionista es un lujo de aquellos: el maestro Enrique Sánchez Abulí, maestro de la historieta, magnífico traductor y uno de los mejores ajedrecistas que dio España. Me niego a nombrar las obras que, desde los ´80, convirtieron a Abulí en uno de los guionistas fundamentales del habla hispana. Si nunca leíste ninguna, te llevaste Comic Europeo a Marzo. De los dos dibujantes, al croata no lo conocía. Se llama Darko Perovic y tiene un estilo bien europeo, cercano al de Giancarlo Alessandrini y al de un montón de autores menores que tratan con distintos niveles de éxito de seguir la línea de Jean Giraud. A Darko le sale muy bien el estilo Giraud, a tal punto que hasta reproduce milimétricamente la tipografía, el rotulado de los comics de Giraud. De todos modos, las mejores historietas de Darko son aquellas en las que mecha también cositas de Jordi Bernet y Hugo Pratt. La narrativa de Darko es muy cambiante, no se ajusta ni a la típica puesta de Giraud, ni a la de Bernet, ni a ninguna otra. Va probando nuevas soluciones frente a cada desafío que le proponen los guiones de Abulí. De los 11 relatos que le toca dibujar, hay dos perfectas: En Pos del Coño Desbocado (con varios yeites clásicos de Bernet) y Lazos de Sangre, donde Darko mejor combina todo su abanico de influencias.
Los 13 relatos restantes son los que dibuja Oswal, el prócer quilmeño, y ahí no tiene sentido hablar de influencias, porque es al revés: Oswal inventa todos los días cosas nuevas, y en vez de mirar a sus colegas, los influencia, les sirve de faro. Es muy, muy difícil señalar una o dos mejor dibujados que el resto, porque el nivel es altísimo y muy, pero muy parejo. Si me tengo que quedar con una, creo que elijo El Flirt del Guerrero, por esa extensa secuencia muda, dificilísima de plasmar en imágenes, y que el glorioso creador de Sónoman resuelve con un virtuosismo que te hiela la sangre. Si el libro tuviera sólo las páginas de Oswal, también habría que comprarlo sin chistar.
Ahora, ¿qué onda los guiones? La verdad, bastante desparejos. Hay algunos realmente brillantes, como el de En Pos del Coño Desbocado, Lazos de Sangre, o La Muerte en Decúbito Supino. Pero también hay varios muy boludos, apenas chistes largos, o muy raros, que arrancan para un lado y terminan para otro. También varios que se quedan en la mala leche, en mostrar una atrocidad, regodearse en los pantanos de la miseria humana y hasta ahí llega. Pocos muestran la crueldad humana como Abulí, y no voy a ser yo quien censure a un autor por zarparse con la mala leche y las atrocidades. Pero en otros trabajos, Abulí se las ingeniaba para integrar su sello de desesperanza, sordidez y escepticismo frente al patetismo humano en el contexto de historias más redonditas.
O sea que faltan un par de historias mejor rematadas, pero hay un par increíblemente grossas y los dos dibujantes dejan la vida, así que esto hay que tenerlo.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

14/ 09: LOBO/ MASK


Eeeehhh!!! Kilombooooo!! Descontroooooool! Estos dos libritos prestige de 1997 proponen eso, y no mucho más que eso. Violencia, destrucción y masacres. Pero en joda, eh? The Mask siempre fue el abanderado de lo que los yankis llaman “cartoon violence” y Lobo, bueno… nunca se quedó atrás en ninguna disciplina que incluya el concepto de violencia. Además, como los dos se regeneran en dos viñetas, vale acribillarlos con munición de grueso calibre, mutilarlos, trozarlos, lo que quieras. Al toque van a aparecer de nuevo enteros y armados hasta los dientes, para seguir el combate (o la matanza) en cuestión.
El argumento que proponen Alan Grant y John Arcudi (los guionistas más identificados con cada uno de los personajes) parece sencillo, pero para el final pela un vericueto muy ingenioso, que lo aparta de la obviedad fácil de “mirá cómo matamos a mucha gente”. Apenitas, de modo no muy evidente, sobra The Mask. Esta historia se podría haber contado, con un par de modificaciones, sólo con el Capo. Pero el verdolaga aporta buenas dosis de humor, entra bien en el juego de Lobo y, en el segundo tomito, pasa lo que vos y yo queríamos que pasara: Lobo se pone la máscara! Y ahí agarrate. Si te parecía que los comics del último czarniano estaban demasiado plagados de atrocidades, te cuento que al lado de este, todos los demás se podrían publicar en la Jardincito. Las 24 páginas en las que Lobo usa la máscara son una orgía de sangre, muerte y destrucción a niveles cósmicos. Ya quisiera Thanos boletear a la cantidad de alienígenas que boletea Lobo en esas secuencias, excesivas por donde se las mire.
Tanto Grant como Arcudi son intachables a la hora de meter chistes zarpados en sus historietas, y esta no iba a ser la excepción. Así que preparate para reirte bastante y bastante seguido. Por supuesto, esto se podría haber narrado en mucho menos de 96 páginas, pero los autores estiran –además de con esos diálogos divertidos- con escenas de lucha totalmente pasadas de rosca, muy al límite, obviamente también pensadas para hacerte cagar de risa. O sea que si no te produce rechazo la machaca por la machaca misma, ni el grotesco por el grotesco mismo, este bizarro team-up no se te va a hacer denso en ningún momento.
Parte del atractivo, de la gracia de la historieta, es el dibujo de Doug Mahnke, que creo que para 1997 nunca había dibujado a Lobo, pero que era –claramente- el mejor dibujante que hubiera pasado por los comics de The Mask. En esa época Mahnke ya estaba en DC, pero en la oscura (e injustamente fracasada) Major Bummer, a años luz de los títulos hiper-hot que le dan ahora, que es un mega-consagrado. Y acá, además de dibujar (como siempre) al mejor Mask de todos los tiempos, dibuja a un Lobo imponente, recontra-expresivo, bien salvaje. Y además se luce con los fondos, con los aliens, con las armas, con las naves, con las tripas, y por supuesto, con las lenguas. Mahnke debe ser el mejor dibujante de lenguas sobre la faz de la Tierra, y desde acá hago público mi voto para que (en vez de esas boludeces de Green Lantern) dibuje pronto una buena historieta porno, con muchas chupadas de lo que venga. Las tintas de Keith Wiliams le dan al dibujo de Mahnke ese acabado complejo, barroco, sobrecargado de detallitos, casi cerca de un Geoff Darrow, y el colorista –pobrecito- apenas cumple con lo indispensable.
Esto es –como diría Micky Vainilla- pop para divertirse. No esperes nada demasiado jugado por el lado de la reflexión, ni de la originalidad, ni de nada. Lobo/ Mask funciona por el lado del exceso, del zarpe, de la transgresión en materia de violencia extrema, a todo o nada, en obscena (pero atractiva) connivencia con el humor. No hay mucho más sustento que ese (bueno, sí, los dibujos de Mahnke, que te devastan el bocho) y por eso no es extraño que estos personajes, otrora sumamente populares, hoy coman banco de suplentes, junto a tantos otros ultraviolentos que supieron inundar de machaca virulenta al olvidable mainstream de los ´90.

martes, 13 de septiembre de 2011

13/ 09: FUERZA MOSCA


Otro título reciente de la colección Toing!, esta vez para recopilar otra historieta originalmente publicada en la revista Billiken. Fuerza Mosca no se parece en nada a Elías y el Perro de la Esquina. El libro trae dos historietas, una de 34 páginas y una de 12. La de 34 páginas se publicó en formato serial, con continuará. La temática es de misterio y el dibujo, mucho más realista que el de la historieta infantil promedio. El formato de las páginas es casi cuadrado, lo cual fuerza a los diseñadores del tomito recopilatorio a meter dibujos arriba y abajo de la página original, a modo de guardas, y la verdad es que no quedan bien, rompen bastante las pelotas a la hora de apreciar la faceta visual de las historias, y le agregan confusión a la narrativa. No sé por qué esto se publicó así (digo, en la Billiken), pero en libro, queda feo.
Por suerte, las incomodidades visuales que generan estas “guardas” son ampliamente compensadas por el deleite que producen los dibujos de Diego Greco, que son de una calidad altísima. Greco labura perfecto la puesta en página, los climas del relato, las expresiones faciales, los fondos, y hasta logra que los villanos, que son monstruos o fantasmas, se vean heavies y amenzantes, sin ser algo demasiado truculento, que perturbe o asuste más de la cuenta a los chiquitos. Ah! Y el color! El color es magnífico! Gran, gran trabajo de Greco.
Los guiones le pertenecen a Alberto Moreno y son algo así como el anti-Scooby-Doo. Primero, porque las amenazas son realmente sobrenaturales. No son tipos disfrazados de fantasmas ni de demonios para asustar a la gilada. Estos chicos se enfrentan a manifestaciones que bien podrían aparecer en un comic de Hellblazer. Y les ganan… de modos bastante rebuscados, pero indudablemente satisfactorios para la audiencia infantil. Y lo otro que pone a los guiones de Moreno en las antípodas de los de Scooby-Doo es que no se calienta en lo más mínimo por darles rasgos distintivos a los cuatro protagonistas: Male, la Colo, Pablo y Hueso son todos igual de inteligentes, igual de valientes, igual de graciosos a la hora de tirar un chiste… son exactamente iguales y –por ende- intercambiables. Entre sí, o por otros personajes, de otras historietas. No hay nada en ellos que genere una identificación especial en los lectores, más allá de ser chicos. Pablo, por ahí, es más distinguible por ser gordito y de anteojos. Pero no sabemos nada sobre él, excepto que su abuelo era arqueólogo y se llama Juan Carlos. Y de los otros chicos, no sabemos absolutamente nada. Por supuesto, en 46 páginas no se puede pretender el recontra-desarrollo de personajes, y menos cuando son cuatro, sin contar secundarios ni villanos. Pero, uno supone que Moreno y Greco pensaron esta serie para durar más de dos aventuras y, para que eso fuera posible, hacía falta definir mejor y darle un poco más de onda a cada uno de los protagonistas.
Resumiendo, para los fans de Diego Greco (uno de los mejores futbolistas que hoy trabajan de historietistas), esto es absolutamente imperdible, porque acá el astro de Banfield está realmente inspirado, en un nivel muy superior al que le vimos –por ejemplo- en Doméstico, su trabajo más conocido en Argentina. Y para entretener un rato a los más chicos, Fuerza Mosca está más que bien. Además es un buen primer paso para llevarlos por la senda dark-sobrenatural que desemboca en Vertigo y que –doy fe- no tiene retorno.

lunes, 12 de septiembre de 2011

12/ 09: SIENTO Y MIENTO


Mi recorrida por la historieta actual de los países de nuestra región me lleva a Chile, donde se publicó (primero en formato de blog y después en libro) esta historieta autobiográfica de Alfredo Rodríguez, el lector de este blog que me convenciera para comprar Locke & Key con el avasallador argumento de “está muy buena y la dibuja mi hermano”. Pero además de leer este blog y de difundir la labor de su hermano Gabriel, Alfredo Rodríguez es autor y tuvo la deferencia de mandarme su libro, dedicado y todo (aprendan, manga de grasas ;).
Siento y Miento consiste en historietas de una página que narran breves anécdotas de la vida familiar de Alfredo, siempre en clave de comedia costumbrista. El humor pasa por pequeñas boludeces cotidianas, como “no puedo trabajar porque la bebita llora”, o “me dio fiaca cocinar y me comí todas las galletitas que había en la casa”, o cosas por el estilo, muy light. No esperes escenas hot entre el autor y su esposa, ni comentarios audaces acerca de la política o la sociedad chilenas. La onda es tranqui, intimista y sumamente apta para todo público. En general, Alfredo se ríe sobre todo de sí mismo. El mismo suele ser “el punto” de sus comentarios más sarcásticos y el personaje que más a menudo queda preso de su propio patetismo. Pero siempre se mira a sí mismo con onda, con ternura, como diciendo “y bueno, ¿qué querés? Hago lo que puedo…”.
Recién sobre el final del tomo, Rodríguez empieza a jugar con un elemento nuevo, que le ofrece nuevas variantes para el humor: Alfredo y Claudia se hacen cargo de que son personajes de historieta y el primero llega incluso a dialogar con el autor en las planchas finales. La primera plancha en la que Rodríguez juega al meta-comic (la titulada “Nadie lo Sabrá”) es, para mi gusto, la más graciosa e ingeniosa de todo el libro.
En cuanto a la estructura, todas las páginas están divididas en cuatro tiras, que pueden tener una, dos, o tres viñetas. O sea que hay páginas de sólo 4 viñetas y otras con 12 viñetas, todas del mismo tamaño. Esto le permite a Alfredo regular con precisión el timing, el tempo narrativo, que es fundamental para toda comedia. El dibujo es muy, muy simple. Lo básico, o un poquito menos. Y lo más loco: la línea sólo define los contornos de personajes y objetos, y hasta por ahí nomás. El trazo tiene siempre el mismo grosor, no hay valores de línea, lo cual dificulta a veces la separación entre figura y fondos… pero la verdad es que hay tan pocos fondos, que no calienta. Pero hay algo aún más loco: Alfredo no pone masas negras, ni grisados. No hay ninguna sugerencia acerca de iluminación, texturas, nada. Sólo una línea negra sobre el fondo blanco. Yo dije “seguro que esto fue pensado para publicarse a color, por eso no hay negros, ni grises”. Y no. Busqué las páginas en su versión digital, tal como Rodríguez las subió a su blog, y son tal cual lo que se ve en el libro: apenas una línea minimalista, muy suelta, muy sintética, que por momentos parece una especie de Scott McCloud, pero sin negros ni tramas mecánicas.
Con estos poquitos recursos gráficos, con buen criterio para las elipsis, con un buen manejo del lenguaje icónico de la historieta, Alfredo Rodríguez emprende la anti-epopeya de exponer su vida privada para contarnos situaciones normales, mundanas, bien de gente común y corriente, sin nada del otro mundo. El día que le pase algo interesante (un viaje grosso, un sacudón, algo relevante que lo obligue a dejar la comodidad de su casita y su autito) va a haber que convencerlo para que lo cuente en forma de historieta, porque probablemente de ahí salga una obra realmente power. Mientras tanto, esto es lo que hay: un pichi que se mira el ombligo y le parece lo suficientemente interesante como para dibujarlo y mostrárselo a un montón de gente. Aún así, se las ingenia para entretenernos a lo largo de una buena cantidad de páginas con algo que –si no aborrecés el género autobiográfico ni la comedia costumbrista- muy probablemente te enganche y te satisfaga. Lástima que no haya palos al garrrrca de Piñera…

domingo, 11 de septiembre de 2011

11/ 09: EL PREVIEWS DE NOVIEMBRE


Bueno, por fin un mes en el que uno puede hacer las paces con su economía. Este fue un Previews… ¿cómo decirlo?... Pedorro. O no, porque hay buena merca… No sé, raro…
Vamos con DC, que en su línea de TPBs para pobres publica nada menos que el ELSEWORLDS 80-PAGE GIANT #1, aquel especial que se mandó a destruir por culpa de la historieta de la babysitter de Superman, que después apareciera en Bizarro Comics. No sé cómo van a llenar 100 páginas con un especial de 80, pero pago u$7.99 para averiguarlo.
Vertigo también reedita una papita muy fina en ese mismo formato: MY FAITH IN FRANKIE, una mini de Mike Carey, Sonny Liew y Marc Hempel que jamás había salido en libro. Adentro!
BATMAN: THROUGH THE LOOKING GLASS, la novela gráfica de Bruce Jones y Sam Kieth, pinta muy interesante, pero ni en pedo la compro en tapa dura. Cuando salga el softco, seguro valdrá menos de u$ 22.99 y la gatillaré gustoso (a menos que la crítica la haga mierda).
Marvel tiene un TPB interesante, el segundo recopilatorio de PUNISHERMAX, por Jason Aaron y Steve Dillon. Pero me quieren cobrar u$19.99 por 144 páginas y no me cierra. Vamos a ver si más adelante aparece más barato en algún sitio web.
También en Marvel, sale el ESSENTIAL SGT. FURY VOL.1 TPB, con las clásicas historias de guerra escritas por Stan Lee y dibujadas por Jack Kirby y Dick Ayers. El precio es tentador (u$19.99 por 544 páginas en maravilloso blanco y negro), pero las historias son chotas. No le llegan ni a los talones a las del Sargento Rock, o los buenos comics bélicos de los ´50 y ´60. Por ahí lo termino pidiendo, pero puede fallar…
Dark Horse sale con el segundo omnibus de CRIMINAL MACABRE, y el primero ya lo tengo pedido. La cagada es que, esta vez, los guiones de Steve Niles los dibuja una manga de muertos de frío tipo Kyle Hotz y Casey Jones. Así, no dan ganas de desembolsar u$24.99.
Drawn & Quarterly publica un libro recontra-fundamental: THE ADVENTURES OF HERGE, la biografía en joda del creador de Tintin, a cargo de Jose-Louis Bocquet, Jean-Luc Fromental y Stanislas Barthelemy. Esto es una gloria, pero obviamente sale en hardcover y me quieren cobrar u$19.95 por míseras 72 páginas. A comerla. Sáquenlo en tapa blanda y cuentan conmigo.
Fantagraphics lanza otro libro que recopila varias obras breves del genial Jason. Se llama ATHOS IN AMERICA y trae siete historietas completas del prócer noruego. Por supuesto, es hardcover, por eso te fajan u$24.99 por 200 páginas. Pero bueno, es Jason, y este mes viene tranqui. La vamos a sumar.
Y finalmente, NBM ofrece un set con los dos primeros tomos de MISS DON'T TOUCH ME, otra joya de origen europeo, creada por la dupla conocida como Kerascoet, junto a Hubert, el colorista de Jason. Entre los dos tomos suman 192 páginas, pero por la gilada de publicarlos en tapa dura, terminan saliendo u$27.99, que es medio un disparate. Me voy a fijar si Amazon, o algún otro dealer, lo tienen más barato, porque es algo que realmente me ceba mucho.
Y ni un manga digno, la puta que los parió. Las editoriales yankis de manga están cada vez más verduleras, más jugadas al greatest hit pochoclero y hueco… Media pila, muchachos, que los españoles están sacando muy buenos mangas, pero los cobran carísimos.
Veremos si para Diciembre, con el tema de las fiestas, vuelve el tsunami de lanzamientos grossos. Yo, mientras tanto, me preparo para cuando empiecen a salir en TPBs las series del relanzamiento de DC. Ahí hay siete u ocho que –a priori- parecen muy comprables. Ojalá no salgan todos los recopilatorios el mismo mes, así no me voy al descenso.

sábado, 10 de septiembre de 2011

10/ 09: ELIAS Y EL PERRO DE LA ESQUINA


La historieta argentina actual da para todo, y hoy nos volvemos a meter con el material infantil, de la mano de la editorial Comiks Debris que –al igual que en 2010- lanzó dos libritos de la Colección Toing!. Este está dedicado a El Perro de la Esquina, la tira que sale hace más de 10 años en la revista Billiken, creada por el maestro Leo Arias y amada por varias generaciones de borregos.
La tira tiene un planteo muy básico: Elías pasa todos los días por una esquina donde hay un perro que lo sorprende y asusta con sus ladridos. Con esa consigna básica, Leo genera una infinidad de situaciones y gags que hacen las delicias de los chicos. A veces agrega otro elemento muy clásico de los dibujos animados: un plan de Elías para pasar por la esquina sin ser sorprendido por el perro… que por supuesto fracasa, porque la gracia es esa viñeta en la que el perro ladra y Elías pega un salto de estupor. Esa imagen se repite una y otra vez, como la del Coyote cayendo de un precipicio, y aún así siempre resulta efectiva como remate, o como build-up para el remate de la tira.
El otro recurso al que apela Leo para mantener fresca la tira es la incorporación de otros personajes: un amiguito de Elías, dos gatos, una rata, pajaritos, un búho… cada criaturita hace su aporte al mecanismo cómico que propone el autor y, de a poco, se arma un micro-mundo, un universito cerrado, con sus propias reglas, sin adultos (como el de Peanuts) y sin más límites que los de la imaginación de Leo.
El dibujo es minimalista, con pocos detalles y una gran plasticidad. Acá Leo renuncia al virtuosismo que le viéramos en Apu para concentrarse en lo que le llama la atención a los más chicos: los personajes y el chiste. No tiene mucho sentido colgarse dibujando unos fondos alucinantes, y el formato de tira des-estimula la experimentación en materia de puesta en página. ¿Y qué hace Leo? No experimenta con la puesta en página, no se calienta en dibujar más fondos que los recontra-indispensables, y le pone toda la fuerza al chiste, a los personajes y a otro elemento que fascina a los chicos: el color. En el color Leo también la rompe, ahí sí, tiene margen para arriesgar. De hecho el protagonista tiene el pelo violeta oscuro y su amigo turquesa oscuro, casi gris. Andá a saber si los chicos reparan en ese detalle, o si el power icónico del dibujo de Leo hace que lo digieran fácilmente, como si fuera algo normal.
Y no es mucho más lo que se puede decir sin ponernos a contar los chistes. Simplemente, decir que envidio a los jóvenes lectores de Billiken, que pueden disfrutar todas las semanas del trabajo de Leo Arias, mientras que los grandes lo vemos de modo mucho más espaciado, cuando algún editor recopila sus trabajos. El Perro de la Esquina no tiene el vuelo poético ni la imaginación incandescente de Apu, pero cumple sobradamente la misión de arrancarle una sonrisa a los más chicos sin caer en la boludez. No es algo fácil de lograr y mucho menos de sostener a lo largo de los miles de años que lleva Leo al frente de la tira.

viernes, 9 de septiembre de 2011

09/ 09: MUFFINS


Muffins es la nueva novela gráfica de Iñaki Echeverría y tiene el mismo problema que todas las historietas sin texto: se lee demasiado rápido, no dura nada. Son 60 páginas, pero las leés en el tiempo en que normalmente leés 10, ó 12. Si te la comprás para leer en un viaje, cagaste: la empezás en Tribunales y la terminás -como mucho- en Facultad de Medicina.
Pero si nos olvidamos de ese detalle, Muffins es una muy, muy buena historieta. Porque la narrativa es excelente, porque el dibujo es originalísimo y recontra-expresivo y porque lo que Iñaki se propone contarnos es chiquito, pero lindo, emotivo, con onda y con sustancia. No quiero contar nada acerca del argumento, para que no te dure todavía menos el día que te sientes a leerla (o la leas de parado, de keruza, en alguna librería donde la veas expuesta), pero creeme que está muy bueno, y sobre todo muy bien llevado.
Siempre subrayo lo jodido que es hacer historietas sobre música, en un medio que no tiene absolutamente nada de auditivo. Esta vez, me parafraseo: qué jodido es hacer historietas sobre cocina, en un medio que no tiene absolutamente nada de olfativo. No hace falta ser el Guacho Gourmet para saber que el 80% de la gracia de la cocina pasa por el olor. Y bueno, acá Iñaki juega a dibujar el olor, intenta mil y un trucos para que el lector sienta los olores que siente el protagonista y que lo llevan… a donde termina por ir.
Por suerte, esos y muchos otros trucos le salen muy bien, y así, con esa cancha, ese dominio claro de la mecánica narrativa de la historieta, de su lenguaje visual tan propio, Iñaki lleva a buen puerto la difícil tarea de bancar 60 páginas de relato sin palabras. De entrada, Muffins te va a seducir con el dibujo (estilizado, elegante, por momentos muy argolla-friendly) pero ni bien le entres más a fondo, vas a descubrir que lo que realmente lo hace funcionar tan bien es la forma en que Iñaki pilotea la narrativa, el armado de las secuencias.
Y bueno, no mucho más. Es una historieta cortita, o que se lee como si fuera cortita por no tener textos. O sea que, sin ahondar en el argumento, no es mucho más lo que se puede decir. La verdad que a Iñaki le salieron exquisitos los Muffins. Espero ansioso su próximo menú.

jueves, 8 de septiembre de 2011

08/ 09: TRAGEDIAS DEL ROCK Vol.2


Esta vez es el turno de la biografía de Michael Jackson, convertida en historieta por Diego Agrimbau y Horacio Lalia, dos grandes de distintas generaciones, a los que les tocó la dura tarea de sintetizar los 50 años del Rey del Pop en escasas 50 páginas.
A diferencia de Pol Maiztegui, Agrimbau opta por recorrer la vida de Michael de forma lineal, desde su nacimiento hasta su enigmática muerte. Y lo hace de la mano de un personaje misterioso, cuya identidad se nos revela recién al final, en un giro bastante impredecible. Este personaje fuerza a Michael a repasar su pasado, a revivir momentos dolorosos y momentos gloriosos, a refutar acusaciones muy graves, a replantearse esos arrebatos excéntricos, esos caprichos, que tantas veces eclipsaron a sus logros artísticos. Michael responde como un auténtico boludo. No sabemos si se hace el boludo, o si es un boludo, eso no lo aclara Agrimabu en su guión. Lo cierto es que nos presenta a Michael como un tipo de insuperable inspiración para la música y el show, pero que a la hora de razonar, de interpretar lo que pasa, de explicar lo que hace, tiene menos luces que la lancha del contrabandista.
Por suerte, Agrimbau no saca conclusiones apresuradas. Si llega a sugerir alguna, es la que los fans de Michael bancamos a muerte: el pobre pibe era un freak, un tipo mentalmente inestable, con serios trastornos de personalidad, fruto de los abusos de los que fue víctima en su infancia, o en realidad en su no-infancia, porque se la robaron y nunca se la dejaron vivir como a un chico medianamente normal. En general, el guión no cede a la tentación más obvia: cebarse a full con los escándalos y dejar de lado la faceta artística del ídolo. Va un poco rápido (para la página 17 ya estaba por salir Thriller), pero bueno, es mucha historia para condensar en 50 páginas.
El dibujo de Lalia tiene altibajos. Por momentos, parecieran lápices muy sueltos, hechos a los santos pedos, y reventados en el photoshop. Hay una textura rara, como de carbonilla, pero finita, que da una sensación de desprolijidad, atípica en los trabajos del maestro. La narrativa tiene algún tropiezo menor, los textos son menos y mejor dosificados que en la biografía de John Lennon, y por momentos Lalia logra subrayar el drama y la euforia de la vida de Michael con un buen trabajo de expresiones faciales. Pero aún así la faz gráfica se ve titubeante, como si faltara una etapa del proceso, un pulido, un pasado en limpio. El color de Marcelo Orsi Blanco tampoco ayuda demasiado: más de una vez enfatiza esa sensación de desprolijidad que transmite el dibujo, en vez de tratar de pilotearla. Tengo entendido que fue un trabajo realizado en muy poco tiempo, pero ese es un problema del autor (o a lo sumo del editor) que el lector no tiene por qué padecer.
De todos modos, no perdamos de vista lo más importante: esto no está pensado para seducir a los fans del comic argentino, sino a los fans de Michael Jackson. Y en ese sentido, no creo que el libro tenga mayores impedimentos. Los críticos y especialistas no lo pondremos entre las obras fundamentales de Lalia, ni de Agrimbau, y a la mayoría de los que la compren le chupará un huevo, la mitad del otro y el 62% de la poronga. Al fan del Rey del Pop le va a parecer una idea copada, original, y se va a entretener un rato, mientras –en una de esas- descubre facetas o datos sobre la vida del ídolo que desconocía. Lo más importante lo dijo Michael: Si querés que el mundo sea un lugar mejor, mirate a vos mismo y hacé un cambio.