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miércoles, 21 de mayo de 2025
Han Kang, la biografía de Yoko Ono y Chimamanda: estos son los mejores libros hasta ahora de 2025
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martes, 2 de enero de 2024
Yoko Ono / El día que apagaron la luz
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John Lennon |
El día que apagaron la luz
Yoko Ono
1 de julio de 2007
Esta es mi respuesta al pedido de libertad condicional hecho por Mark David Chapman, a quien en adelante llamaré “el sujeto”. No es fácil para mí escribirles esta carta porque aún me resulta doloroso pensar en lo que pasó esa noche y verbalizar mis pensamientos de manera lógica. Disculpen si no alcanzo sus expectativas de darles una opinión satisfactoria. Pero estos son mis pensamientos sinceros.
miércoles, 19 de octubre de 2022
El nexo de ‘Imagine’ / Zen, haiku y otros lazos de John Lennon con Japón

El nexo de ‘Imagine’: zen, haiku y otros lazos de John Lennon con Japón
4 de diciembre de 2020
John Lennon, « Imagine » et le Japon : 40 ans depuis la disparition d’une icône (Rimbaud)
Hirota Kanji, un gran entendido de John Lennon, nos cuenta cómo fue la relación del músico con Japón, el zen y el haiku tras la disolución de los Beatles.
domingo, 18 de agosto de 2019
Anne Leibovitz / El calendario Pirelli
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domingo, 16 de marzo de 2014
Yono Ono seduce a Bilbao
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Yono Ono |
Yoko Ono seduce a Bilbao
La artista realizó tres 'performances' en el Guggenheim ante 400 personas
Hoy inaugura una retrospectiva de su obra
EFE Bilbao 13 MAR 2014 - 10:25 CET

Yoko Ono durante una de sus 'performance', en Nueva York. / CARLO ALLEGRI (REUTERS)
La artista japonesa Yono Ono rexplicó ayer que de niña quería ser como un guerrero de una oración japonesa que atravesaba siete desgracias y ocho sufrimientos, hasta que las desgracias
de la vida le llevaron a decir, "¡basta", y convertir ese lema en "siete felicidades y ocho tesoros".
Yono Ono sin punto final
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Yoko Ono posa este jueves en el Guggenheim ante la instalación 'Morning Beams' (Rayos de la mañana). / FERNANDO DOMINGO-ALDAMA |
Yoko Ono sin punto final
La artista asegura que encuentra nueva inspiración en la retrospectiva del Museo Guggenheim
Yoko Ono (Tokio, 1933) cree que es ella la responsable directa de que su trabajo artístico no haya sido conocido por el gran público. “No me preocupaba demasiado. Mi obra era diferente del arte que entonces se catalogaba como arte y pensaba que quizá 50 o 100 años más tarde la gente podría entenderlo”, explica. Su vida junto a John Lennon, el activismo por la paz o la inquina de quienes le han culpado de acabar con los Beatles han ensombrecido el trabajo de una creadora que estuvo en el origen del arte conceptual y que ha experimentado con laperformance, el cine, y la música. Una artista cuya obra vive desde ayer entre las paredes del Guggenheim Bilbao, con la retrospectiva Yoko Ono. Half-A-Wind Show.
Yoko Ono se presentó en el Guggenheim fiel a su imagen de los últimos años: vestida de negro, con el rostro semicubierto por gafas oscuras y sombrero. Ante las cámaras se transformó. En tres minutos, con los 80 años cumplidos, posó haciendo la v de la victoria con los dedos, bailó y simuló trepar por la pared de una sala donde se muestran sus instalaciones.
“No siento la edad que tengo, no tiene relevancia”, aseguró. Ante el recorrido por casi 60 años de trabajo dijo que volvía a sentir la inspiración para seguir trabajando. “Es como si estuviera entrando en la segunda fase de mi vida, una nueva yo”, dijo Ono.
Una colección de fotografías documenta la aparición pública de la entonces joven artista de origen japonés en la escena artística de Nueva York en los años sesenta, con sus propuestas de arte conceptual, ligada a la formación del movimiento Fluxus. Ya defendía que el arte arranca con un concepto; “una idea que tienes que imaginar para que pueda suceder”, explicó medio siglo después. Las fotos, realizadas por George Maciunas, el fundador de Fluxus, muestran la exposición del verano de 1961 en la que la artista rompía convencionalismos colocando trozos de lienzo en el suelo, que invitaba a pisar, y ofrecía instrucciones escritas para que el público interactuara con la obra.
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John Lennon y Yoko Ono |
Si la carrera de Yoko Ono arrancó en el movimiento conceptual, encontró en la naciente performance un nuevo campo de experimentación. Cut Piece, la célebre obra de 1964 en la que sentada en el escenario la artista invita al público a utilizar unas tijeras para ir cortando trozos de su vestido, se ve en la exposición en imágenes en movimiento y en fotos, y rememora el compromiso de la artista con el feminismo. El comisario de la muestra, Álvaro Rodríguez, recuerda el impacto que la pieza causó en la tradicional sociedad japonesa. “El arte es una revolución silenciosa, que va cambiando el mundo lentamente, sin hacer ruido”, responde la artista cuando se hace referencia a su militancia.
De la época dorada de la performance la exposición pasa al trabajo de la artista en el cine experimental. Entre 1964 y 1972 produjo 19 películas, como Fly, en la que el espectador observa las imágenes que recorren el cuerpo desnudo de una mujer desde la perspectiva del insecto.
En las últimas décadas Yoko Ono ha realizado instalaciones de gran formato. Una de ellas, Water Event (1971/2013), presentada en una retrospectiva en Estados Unidos, se formó con los objetos de los artistas que respondieron a la invitación de Yoko Ono de enviar contenedores de agua. Entonces contó con la colaboración de Andy Warhol y Bob Dylan, entre otros 200 artistas. En el Guggenheim Bilbao se ha montado otra versión con las aportaciones de, por ejemplo, Olafur Eliasson, Christian Marclay, Ernesto Neto y Asier Mendizabal.
La obra Ceiling Painting recibe a los visitantes al entrar en las obras tempranas que recoge la retrospectiva. Expuesta en una galería de Londres en 1966, la obra hizo que se cruzaran las vidas de Yoko Ono y Lennon. El músico, conmovido por la energía positiva que le transmitía la obra, pidió que le presentarán a la artista. Lennon sigue junto a Yoko Ono, y ella no elude reconocerlo. “Sigo pensando que está en las bellísimas canciones que escribió”, defiende la artista. Y concluye: “Las tenemos en nuestros corazones, así que él está entre nosotros”.
EL PAÍS
Yoko Ono / La segunda vida comienza a los ochenta
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Yoko Ono |
La segunda vida de Yoko Ono
comienza tras cumplir los 80
En paz con MCCartney y optimista sobre la evolución del mundo, la administradora de parte del legado de The Beatles inaugura esta semana una amplia retrospectiva en el museo Guggenheim de Bilbao
JESÚS RUIZ MANTILLA Nueva York 8 MAR 2014 - 00:00 CET

Yoko Ono, el pasado mes de julio. / LUCAS JACKSON (REUTERS)
Nadie diría, observándola caminar lentamente, vestida de negro, diminuta, con un maravilloso sombrero de cachemir, gafas oscuras y abrigo, que esa ancianita amable y sonriente acercándose a su escondrijo de Broome Street —en el Soho neoyorquino— es Yoko Ono. Pero sí podríamos hacernos una idea de que se encuentra serena y en paz, después de haber sido de todo. Desde artista en lucha, adolescente con tendencias suicidas, mujer diana, culpable de cientos de miles de los males, “dragon lady”, dice ella o "la bruja", como se reivindicó a sí misma en una canción: Yes, I'm a witch. Todo eso y más asume, aunque no esté de acuerdo: “Soy pacífica y pragmática”, confiesa antes de viajar a España, donde el próximo día 14 inaugura una retrospectiva suya en el Guggenheim de Bilbao.
Hacia la ciudad vasca se dirige optimista y en pleno disfrute de lo que, admite,"es mi segunda vida". Un periodo que ha comenzado después de cumplir los 80. Yoko resulta de cerca una mujer amable pero juguetona, dicharachera para ciertos temas, pero sutilmente evasiva para otros tantos, paciente, pero determinante, irónica sobre sí misma, sabia, en suma.
En Bilbao se verá el trabajo que ha realizado desde los años cincuenta: obra gráfica, dibujos, pintura, instalaciones... “Sesenta de actividad, madre mía”, parece sorprenderse, y que va desde sus escarceos con la vanguardia neoyorkina más radical en música —con compositores como John Cage o Lamonte Young— a experiencias con Fluxus antes de conocer a John Lennon y atraer al Beatle hacia el camino de la máxima experimentación que, paradójicamente, acabó con él como un pacífico y atareado padre y amo de casa en su apartamento del edificio Dakota. Allí fue donde compuso en sus últimos meses de vida ese himno al estoicismo que se tituló Watching the wheels y que da idea de su sana posición vital antes de la tragedia.
A las puertas de su casa precisamente fue asesinado en el ao 80 por Mark David Chapman, quien tomó testigo universal del odio que las masas profesaban en gran parte de Yoko Ono, a la que se culpó global y en gran medida injustamente de la desaparición de The Beatles. Es algo que hasta McCartney ha negado en los últimos tiempos saldando una deuda histórica. “Hubiera ocurrido igual”, vino a decir el músico. “En realidad no hemos tenido tan mala relación”, comenta Yoko. “Fueron los medios y la gente la que más quería vernos peleados, pero no respondía a la realidad”.
Lo fue, quizás más, en tiempos de vida de Lennon, cuando enviaba cartas feroces a su amigo de adolescencia en las que le culpaba del vacío tremendo que la hacían tanto él como su mujer, Linda. Pero aquello es agua pasada, parece. Y ese sentido práctico, tras su muerte, ha predominado en Yoko Ono aunque solo sea para ocuparse de un legado compartido que a la muerte del mito ascendía a tres millones de dólares y poco después se convirtió en 300.
Entre otras cosas, la viuda siempre dijo que lo hacía por Sean, el hijo de ambos, que ahora le presta su estudio en el Soho para atender gente ya que ella se muestra reacia a recibir extraños en su casa cercana a Central Park. Sean ha colaborado en gran medida a que las bandas y los artistas indiesmás arriesgados de su generación —de Peaches, Le Tigre, Polyphonic Spree, The Flaming Lips a Cat Power, Antony, Craig Armstrong o DJ Spooky— contribuyan a reivindicar el arte de su madre. Es otra de las razones por las que Yoko Ono siente que ha vuelto a nacer.
Empeñada en sus aspectos pacifistas, desea lo mejor para todo el mundo menos para Chapman, a quien insiste en no perdonar. “No, no lo he hecho”, comenta. Entusiasmada con su exposición en el Guggenheim, aprovecha para insinuar que sus antepasados pudieron tener procedencia española. “No estaba muy bien visto en mi país, eso de las mezclas, pero los españoles y los portugueses se dejaron caer por Nagasaki y parece que tuvieron algún contacto con mi familia”. Una familia de alcurnia nipona, que pese a contar con un padre banquero, no observó con mucho rechazo que su hija se convirtiera en artista de vanguardia. “En absoluto, mi padre era músico y mi madre pintaba, así que lo entendían”, explica Yoko.
Yoko Ono sobrevive a Yoko Ono
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Yoko Ono, 2007 |
Yoko Ono sobrevive a Yoko Ono
A los 80 años, convertida en una influyente artista, inaugura su mayor retrospectiva europea entre múltiples reconocimientos
ÁLEX VICENTE Fráncfort 24 FEB 2013 - 17:29 CET
No logrará empatar con los gatos, pero Yoko Ono podrá enorgullecerse de haber vivido dos vidas. Durante la primera, fue la enemiga pública de una confederación de enfurecidos fans, que la escogieron como culpable de la disolución de la banda más celebrada del planeta. Durante cuatro décadas, Ono fue destripada sin piedad, tal como sucedía en su premonitoria performance Cut Piece(1965), donde los asistentes la desnudaban sirviéndose de unas tijeras.
Su segunda vida, según su propia confesión, empezó la semana pasada, en la mañana de su 80º cumpleaños. “No me puedo creer que cumpla tantos. Tengo la sensación de no haber hecho nada con mi existencia. En esta segunda vida, espero tener tiempo de hacer todo lo que tengo pendiente”, explicaba Ono, de negro estricto y con ojos juveniles asomando por encima de sus gafas oscuras, en una diáfana sala contigua a la gran exposición inaugurada en la Schirn Kunsthalle de Fráncfort.
La muestra, que reúne 200 obras conceptuales hasta el 12 de mayo, supone su mayor retrospectiva europea hasta la fecha y hará escala en varias ciudades del continente, antes de llegar al Guggenheim de Bilbao en marzo de 2014. Constituye la última señal de reconocimiento tras una larga cadena de distinciones, que parecen anunciar que Ono ya no es percibida, con una dosis considerable de misoginia, como la víbora que se infiltró en Abbey Road para sentarse al piano junto a su esposo.
De inspirar odio en estado puro, Ono ha pasado a despertar admiración. La muestra la reivindica como impulsora del arte conceptual, el happening y laperformance. Hasta el punto de catalogarla como pionera, una palabra que no le convence. “Prefiero definirme como una superviviente”, asegura. Habiéndose enfrentado a la injuria durante todos los días de su vida, la palabra parece diseñada a su medida. “Si no fuera por mi trabajo, hoy estaría muerta”, prosigue con un acento japonés que nunca perdió del todo. “En el fondo, los ataques de los demás no ocuparon mucho espacio en mi cabeza. Me aferré a mi relación [con Lennon], pero también a mi arte. ¿Ha visto El pianista de Polanski? El protagonista logra sobrevivir porque toca el piano sin parar, incluso cuando no tiene ningún piano delante. Ese pianista soy yo”.
Para Ono, “el estado natural de la vida y de la mente es la complicación”. La encuentra por todas partes, excepto en el arte. No es accidental que haya encontrado en él su refugio particular. “Todavía no me ha permitido hallar la paz mental, pero es una buena terapia”, sostiene. Su obra está estructurada por un equilibrio zen entre elementos como tierra, agua, fuego y aire. En sus primeros trabajos, inscritos en el movimiento Fluxus, invitaba al visitante a completar obras inacabadas gracias a su imaginación. Formulaba sugestivos haikus escritos en un imperativo amable, que perseguían agudizar la percepción del receptor. “Observa el sol hasta que sea un cuadrado”, exigía uno. Algunos lo encontraron audaz y estimulante, por abrir camino hacia un arte incorpóreo. Otros la siguen considerando ingenua e infantil, cuando no ridícula y new age.
En su obra no solo abunda lo sensorial y lo efímero, también lo político. Su instalación Wish Tree (1996) incitaba a colgar deseos de las ramas de un árbol, primer paso de un proyecto para acabar con lo peor de la sociedad. En su nueva etapa, promete privilegiar la batalla “contra unos políticos que no dejan de mentirnos”, como el que la lleva a combatir las perforaciones de gas natural en el estado de Nueva York. “Todavía aspiro a cambiar el mundo para que sea un lugar mejor. Fue una de las razones que me impulsó a convertirme en artista”, asegura.
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Yoko Ono y John Lennon |
Reconoce que no lo tuvo fácil. Descendiente de una familia de aristócratas japoneses, Ono fue la primera mujer aceptada en la facultad de Filosofía en el Tokio de 1952. Su padre iba para pianista, pero tuvo que conformarse con una carrera de banquero por obligación familiar. “Mis padres fueron personas de un enorme talento que no pudieron convertirse en lo que querían. Yo me aseguré de que no me sucediera lo mismo”, relata. A los 11 años ya tenía “visiones de personas de otros países que me venían a visitar”. Para Ono, fue el primer indicio de que poseía una creatividad distinta a los demás. Su madre insistía en que soñaba despierta. “Mi familia no me obligó a nada, aunque sé que hubieran preferido que me convirtiera en una prominente concertista clásica que en artista de vanguardia”, sonríe.
Durante los setenta, Lennon la llamó “la artista desconocida más famosa del mundo”. Una visita a esta retrospectiva le sigue dando la razón: casi ninguna de las obras ha logrado trascender, cinco décadas después, el pequeño círculo de entendidos del arte contemporáneo. La diferencia debe de ser su nuevo estatus, con un prestigio inédito. Las nuevas generaciones de artistas, ajenas a la acritud de otra época, la reivindican como icono de resistencia. Además de sus múltiples exposiciones y del premio de la Bienal de Venecia en 2009, su influencia se expande por todo el árbol genealógico de la performance y el arte participativo, de Marina Abramovic a Miranda July. Y cuando ya nadie lo esperaba, Paul McCartney colocó la guinda el otoño pasado, al asegurar que Ono no había tenido nada que ver con la separación del grupo. “Fue muy dulce por su parte. Si no lo había dicho antes, será porque no es algo que la gente quiera escuchar. Prefieren imaginarnos peleando sobre el ring, como boxeadores. Seguro que ahora muchos le escriben para preguntarle: ¿Cómo te atreves a defender a esa zorra?”.
Yoko Ono / Siempre creí que me adelantaba a mi tiempo
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Yono Oko, 2005 |
Yoko Ono
"Siempre creí que me adelantaba
a mi tiempo"
DIEGO A. MANRIQUE Madrid 5 FEB 2007
Yoko Ono (Tokio, 1933) lleva una buena racha en lo que respecta a la aceptación de su música. Las remezclas para la pista de dos de sus temasWalking on thin ice y Everyman... everywoman llegaron a la cima de las listasdance de Estados Unidos en 2003 y en 2004, una alegría para alguien que se pone a bailar "en cuanto suena algo optimista". Hoy se edita internacionalmente Yes, I'm a witch (Astralwerks / EMI), un disco llamativo donde figuras actuales reconstruyen grabaciones de la artista japonesa. Entre los participantes aparecen Peaches, Le Tigre, Polyphonic Spree, The Flaming Lips, Cat Power, Antony, Craig Armstrong o DJ Spooky.
"La resistencia a mi música tenía mucho que ver con el hecho de que viniera firmada por una mujer, y encima asiática"
"Para 'Yes, I'm a witch', la discográfica llamó a muchos grupos y solistas. Yo elegí los que me interesaban más y les di máxima libertad"
"Imagine' tiene un poder mayor que otras canciones de John. Saben cantarla los niños de todas las razas. Es el himno mundial del deseo de paz"
"Tras la muerte de John Lennon, sentí una ola de simpatía que traspasaba lo personal y llegaba a lo artístico"
Yoko no disimula su entusiasmo ante ese reconocimiento por parte de un inquieto sector del pop contemporáneo: "Son artistas del mundo indie que no trabajan para grandes compañías. Si yo empezara ahora, seguramente seguiría su camino: en actitud, me considero una artista indie. Gracias a mi hijo Sean, he podido tratar a esos grupos y admiro su pureza creativa. Muchos de ellos son tan adictos al trabajo como yo".
Quizás ya no sea válida aquella queja de John Lennon: "Yoko es la artista famosa menos escuchada en el mundo". Una risita: "Siempre creí que me adelantaba a mi tiempo, y esto me lo confirma. ParaYes, I'm a witch, la discográfica llamó a muchos grupos y solistas; todos aceptaron. Yo elegí los que me interesaban más y les di máxima libertad: podían coger cualquier tema mío y recrearlo a su gusto; incluso, podían usar tomas alternativas. La mayoría prescindió de los fondos instrumentales -que eran demasiado rock para el sonido que se lleva ahora- y construyó una instrumentación totalmente nueva alrededor de mi voz".
Cuesta creer que Yoko aceptara a ciegas semejante reinvención de su obra. Reconoce que pasaron un filtro: "En algún caso pedí que se modificaran detalles, pero la verdad es que me llegaron trabajos muy cuidados, muy respetuosos. Hay casos, como el de Flaming Lips, en los que realmente se ha hecho una obra nueva a partir de lo que eran chillidos míos". Asegura que los participantes han sabido llegar al corazón de las letras: "Me gustan mucho los temas más fantasiosos, pero me emocionó Revelations, que ahora es una canción de piano bar, con Cat Power acompañándome".
Los colaboradores también piropean a Yoko. Peaches: "Trabajar en Kiss kiss kiss me hizo darme cuenta de lo futurista, audaz e inventiva que era Yoko en cuanto a su enfoque de la música". Johanna Fateman, de LeTigre: "Yoko Ono siempre ha sido una heroína para nosotras, una influencia indudable: es una artista que habita un espacio en que se solapan la cultura pop, el arte conceptual y el activismo".
Buena parte de Yes, I'm a witch enfatiza el mensaje feminista de Yoko. "Lo de titularlo Sí, soy una bruja no es casual: las mujeres debemos rescatar esos estereotipos machistas. Es evidente que la resistencia a mi música tenía mucho que ver con el hecho de que viniera firmada por una mujer, y encima asiática. Quiero decir, en el circuito de la vanguardia había artistas masculinos que tenían una expresión más extremista que la mía y se les reconocía su valentía. Para mí, sólo había insultos y bromas. Se me culpaba de la separación de los Beatles y me hicieron pagar algo de lo que no fui responsable".
¿En qué momento advirtió que había una mayor comprensión hacia sus propuestas sonoras? "John lo intuyó antes que yo. Estaba en un club en 1980 y escuchó a los B-52's y otros grupos de new wave. Me llamó excitadísimo: '¡Los chavales están acercándose a lo que tú hacías!'. Luego, tras su muerte, sentí una ola de simpatía que traspasaba lo personal y llegaba a lo artístico. El disco de versiones de mis temas [Every man has a woman, 1984] partió de una idea de John, pero me encantó que participaran Elvis Costello y otros cantantes a los que no habíamos tratado nunca".
Las condiciones exigidas para esta entrevista pasaban por no despegarse de la actualidad -el lanzamiento de Yes, I'm a witch-, pero, a estas alturas del partido, vale la pena intentar acercarse a otros asuntos. Como la agresividad con que Yoko vende el legado de Lennon. Responde con cierta tensión pero de forma contundente: "No creo haber hecho nada extraordinario. Si no hubiera sacado nada, me dirían que me había olvidado de John. Lo cierto es que, en estos tiempos, si no usas la mercadotecnia, desapareces de la memoria de la gente. Por eso, procuro que cada año haya alguna novedad de John, sea una reedición o un documental o una antología. Todo se ha hecho con gusto, no ha sido como con Elvis Presley".
Sin embargo, quedan curiosidades inéditas: en discos piratas, circulan simpáticas grabaciones caseras de John, realizadas durante sus años de invisibilidad en el Dakota neoyorquino. Yoko no parece entusiasmada por ese material: "Eran entretenimientos, chistes musicales que hacía para nuestro hijo, versiones humorísticas. Pueden tener cierto encanto, pero dudo de que representen a John como artista".
Bien, también hay muchos que lamentamos que Lennon sea representado por Imagine, que es intelectualmente incongruente y melódicamente previsible. Yoko no entra al trapo: "Puedes pensar lo que quieras, peroImagine tiene un poder mayor que otras canciones más complejas de John. Saben cantarla los niños de todas las razas. Es el himno mundial del deseo de paz".
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Yono Ono y John Lennon |
La Monte Young: a principios de los sesenta, Yoko cedió su "loft"neoyorquino al compositor minimalista. Young sobrevivía vendiendo marihuana
John Cage: Yoko fue su alumna y colaboradora en espectáculos. Giraron juntos por Japón; las críticas para Ono fueron tan negativas que intentó suicidarse.
Peggy Guggenheim: aunque Yoko no podía saciar sus instintos de coleccionista, defendió sus experimentos y ofreció apoyo moral durante el viaje a Japón.
Toshi Ichiyanagi: compositor formado en Juilliard, su marido durante los años cincuenta.
Anthony Cox: músico de jazz y productor de cine, le rescató de una depresión suicida y se convirtió en su segundo marido (años sesenta).
George Maciunas: luminaria del grupo Fluxus, el artista lituano
fue el inspirador de muchas de las tácticas artísticas de Yoko; también funcionó como su primer galerista, aunque sabía que sus propuestas eran invendibles.
Ornette Coleman: saxofonista de 'free jazz', aceptó acompañar a Yoko en 1968, en un concierto en el Royal Albert Hall londinense.
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