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sábado, 18 de mayo de 2024

Ursula K. Le Guin / El juego de la belleza

 


Ursula K. le Guin

EL JUEGO DE LA BELLEZA


"Los perros no saben cómo son. Los perros ni siquiera saben qué tamaño tienen. Sin duda es culpa nuestra, por criarlos en formas y tamaños tan extraños. El perro salchicha de mi hermano, que medía veinte centímetros de altura, atacaba a un gran danés con la plena convicción de que podía destrozarlo. Cuando un perro pequeño ataca los tobillos, el perro grande a menudo se queda ahí, confundido: “¿Debería comérmelo? ¿Me comerá? Soy más grande que eso, ¿no? Pero luego vendrá el gran danés e intentará sentarse en tu regazo y aplastarte."

"Muchos de nosotros, los humanos, somos como los perros: realmente no sabemos qué tamaño tenemos, cómo tenemos forma, qué aspecto tenemos. El ejemplo más extremo de esta ignorancia deben ser las personas que diseñan los asientos de los aviones."

"La perfección es “delgada”, “tensa” y “dura”, como un niño atleta de veinte años, una niña gimnasta de doce. ¿Qué clase de cuerpo es ese para un hombre de cincuenta años o una mujer de cualquier edad?"

"Hay muchas maneras de ser perfecto y ninguna de ellas se logra mediante el castigo."

"Me molesta el juego de la belleza cuando lo veo controlado por personas que sacan fortunas de él y no les importa a quién dañan. Odio ver que la gente se siente tan insatisfecha que se muere de hambre, se deforma y se envenena."

"Para las personas mayores, la belleza no viene gratis con las hormonas, como ocurre con los jóvenes. Tiene que ver con los huesos. Tiene que ver con quién es la persona. Cada vez más claramente tiene que ver con lo que brilla a través de esos rostros y cuerpos retorcidos."

"Sé lo que más me preocupa cuando me miro al espejo y veo a la anciana sin cintura. No es que haya perdido mi belleza. Es que esa mujer no se parece a mí. Ella no es quien pensé que era.

[…]

Quizás somos como perros: no sabemos realmente dónde empezamos y terminamos. En el espacio, sí; pero con el tiempo, no.

[…]

Es muy fácil vivir en el cuerpo de un niño. No en el cuerpo de un adulto. El cambio es duro. Y es un cambio tan tremendo que no sorprende que muchos adolescentes no sepan quiénes son. Se miran en el espejo: ¿ese soy yo? ¿Quién soy yo?

Y luego vuelve a suceder, cuando tienes sesenta o setenta años."

"Quién soy es ciertamente parte de mi apariencia y viceversa. Quiero saber dónde empiezo y termino, qué talla soy, qué me conviene… No estoy “en” este cuerpo, soy este cuerpo. Con cintura o sin cintura.

Pero de todos modos, hay algo en mí que no cambia, que no ha cambiado, a través de todas las transformaciones notables, emocionantes, alarmantes y decepcionantes por las que ha pasado mi cuerpo. Hay una persona allí que no es sólo lo que parece, y para encontrarla y conocerla tengo que mirar a través, mirar dentro, mirar profundamente. No sólo en el espacio, sino en el tiempo.

[…]

Existe la belleza ideal de la juventud y la salud, que en realidad nunca cambia y siempre es cierta. Existe la belleza ideal de las estrellas de cine y de las modelos publicitarias, el ideal del juego de la belleza, que cambia sus reglas todo el tiempo y de un lugar a otro, y nunca es del todo cierto. Y hay una belleza ideal que es más difícil de definir o comprender, porque ocurre no sólo en el cuerpo sino donde el cuerpo y el espíritu se encuentran y se definen mutuamente."


Ursula K. Le Guin

 "Perros, gatos y bailarines: pensamientos sobre la belleza" 


domingo, 7 de abril de 2024

Bárbara Ayuso / Libros para no ir a la playa

 

Shirley Jackson


Libros para no ir a la playa 

Leer en la playa es una farsa, ya lo saben. Anualmente cumplimos con el sainete y fotografiamos libros que recortan la línea del mar y el cielo para hacer un alegato a favor de placeres mundanos: sol, lectura, rumor de olas. Mentira cochina, vaya. Exhibimos esas fotos diciéndoles a los demás que nos envidien en el disfrute, cuando, en el mejor de los casos, la cosa no va más allá del intento. Los miembros se entumecen en posturas imposibles, la toalla se tatúa en los codos, el sol pica, la arena esparce puntos suspensivos donde no toca y todo es, en fin, de una incomodidad ridícula y pegajosa. La silla playera solventa alguno de los problemas, cierto es, pero en época estival no conviene restarse más dignidad de la escrupulosamente necesaria.  

sábado, 25 de marzo de 2023

Cinco relatos para empezar a leer a Ursula K. Le Guin


Ursula K. Le Guin


Cinco relatos para empezar a leer a Ursula K. Le Guin

Elías F. Combarro
1 de junio de 2019



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Ursula K. Le Guin.

Escribir esta sección me ha resultado, al mismo tiempo, difícil y placentero. Difícil porque escoger solo cinco relatos de Ursula K. Le Guin es una tarea prácticamente imposible. Su producción aúna cantidad y calidad como pocas, por lo que podrían hacerse varios artículos como este, todos ellos con cuentos de primer nivel. Es por ello que he decidido hacer un poco de trampa y, aunque he seleccionado solo cinco obras, no puedo resistirme a dejar caer algún que otro título un poco de tapadillo. Estoy seguro de que sabréis perdonarme cuando leáis los relatos.

Ursula K. Le Guin / Los que se van de Omelas

Ursula K. Le Guin



Ursula K. Le Guin

Los que se van de Omelas


Con un estruendo de campanas que hizo alzar el vuelo a las golondrinas, la Fiesta del Verano penetró en la deslumbrante ciudad de Omelas, cuyas torres dominan el mar. En el puerto, los gallardetes ponían notas multicolores en los aparejos de los buques. En las calles, entre las casas de tejados rojos y paredes encaladas, entre los tupidos jardines y en las avenidas flanqueadas de árboles, ante los enormes parques y los edificios públicos, avanzaban las procesiones. Algunas eran solemnes: ancianos vestidos con ropas grises y malvas, maestros artesanos de rostros graves, mujeres sonrientes pero dignas, llevando en brazos a sus chiquillos y charlando mientras avanzaban. En otras calles, el ritmo de la música era más rápido, un estruendo de tambores y de platillos; y la gente bailaba, toda la procesión no era más que un enorme baile. Los chiquillos saltaban por todos lados, y sus agudos gritos se elevaban como el vuelo de las golondrinas por encima de la música y de los cantos. Todas las procesiones avanzaban ascendiendo hacia la parte norte de la ciudad, hacia la gran pradera llamada Verdecampo, donde chicos y chicas, desnudos bajo el sol, con los pies, las piernas y los ágiles brazos cubiertos de barro, ejercitaban a sus caballos antes de la carrera. Los caballos no llevaban ningún arreo, excepto un cabestro sin freno. Sus crines estaban adornadas con lazos de color plateado, verde y oro. Dilataban sus ollares, piafaban y se pavoneaban; se mostraban muy excitados, ya que el caballo es el único animal que ha hecho suyas nuestras ceremonias. En la lejanía, al norte y al oeste, se elevaban las montañas, rodeando a medias Omelas con su inmenso abrazo. El aire matutino era tan puro que la nieve que coronaba aún las Dieciocho Montañas brillaba con un fuego blanco y oro bajo la luz del sol, ornada por el profundo azul del cielo. Había exactamente el viento preciso para hacer ondear y chasquear de tanto en tanto los gallardetes que limitaban el terreno donde iba a desarrollarse la carrera. En el silencio de los amplios prados verdes podía oírse cómo la música serpenteaba por las calles de la ciudad, primero lejana, luego más y más próxima, avanzando siempre, un agradable presente difundiéndose en el aire, que a veces reverberaba y se condensaba para estallar en un inmenso y alegre repicar de campanas.

viernes, 24 de marzo de 2023

Ursula K. Le Guin El día antes de la revolución

 


Ursula K. Le Guin

El día antes de la revolución

Traducción de María Elena Rius


Mi novela Los desposeídos habla de un pequeño Mundo de personas que se han dado el nombre de «odonianos». Este nombre deriva de la fundadora de la comunidad, Odo, quien vivió varias generaciones antes de la época en que se desarrolla la novela y que, por lo tanto, no participa en los acontecimientos (sino implícitamente, en el sentido de que todo ha comenzado con ella).

jueves, 23 de marzo de 2023

Ursula K. Le Guin / La anciana espacial


Ursula K. Le Guin

La anciana espacial

La menopausia probablemente es el tema menos glamoroso que se pueda imaginar; esto es interesante porque se trata de uno de los pocos temas al que algunos retazos y jirones de tabú aún se aferran. Una mención seria de la menopausia generalmente se topa con un silencio incómodo; una referencia despectiva a ella suele encontrarse con risitas disimuladas. Tanto el silencio como la risa son indicios bastante seguros de tabú.

Ursula K. Le Guin / Los desposeídos / Fragmento


Ursula K. Le Guin



Ursula K. Le Guin
Los desposeídos



En Los desposeídos: una utopía ambigua, publicada en 1974, Úrsula K. Le Guin presenta preocupaciones filosóficas muy pertinentes sobre los problemas del mundo actual: el enfrentamiento entre dos sociedades —Urras y su luna Anarres—, en el que las desigualdades económicas y políticas se reflejan de forma radical en el lenguaje y alteran sustancialmente la interpretación de la realidad.

De noche, en los campamentos de Proyectos, todo el mundo tosía. Durante el día tosían menos, estaban demasiado ocupados para toser. El polvo era el enemigo de todos, ese polvillo fino y seco que se adhería a la garganta y los pulmones; el enemigo y el mimado de todos, la esperanza. Antaño, ese mismo polvo había estado posado, opulento y oscuro, a la sombra de los árboles. Quizá, con el trabajo de todos, volviera a ser como antes.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Ursula K. Le Guin / La versión de la esposa

 

Ursula K. Le Guin

La versión de la esposa


Era un buen marido. Un buen padre. No lo entiendo. No lo creo. No creo que sucediese. Vi cómo sucedía, pero no es verdad. No puede ser. Él siempre fue amable. Si lo hubieran visto jugando con los niños, nadie que lo hubiera visto con los niños hubiese pensado que tenía algo mal. Nada, ni tan siquiera un huesecillo. Cuando lo conocí, vivía aún con su madre, cerca del lago Primavera; yo los veía juntos, a la madre y los hijos, y pensé que merecía la pena conocer a un joven tan bueno con su familia. Luego, una vez que iba yo por el bosque, lo encontré solo. Volvía de cazar. No había cazado nada, ni un ratón de campo tan siquiera, pero no estaba enfadado por ello. Andaba retozando por allí, disfrutando del aire de la mañana. Fue una de las primeras cosas que me gustaron de él. No se tomaba nada a mal, no gruñía ni gemía cuando las cosas no salían a su gusto. Así que aquel día estuvimos charlando. Y supongo que las cosas fueron liándose a partir de entonces, porque muy pronto estaba aquí casi continuamente. Y mi hermana dijo (mis padres se habían mudado el año anterior y se habían ido al sur, dejándonos a nosotras aquí), mi hermana dijo, tomándome el pelo un poco, pero seria:

-¡Bien! ¡Si se va a pasar aquí todo el día y la mitad de la noche, supongo que ya no hay sitio para mí!