Sólo 'Patria', la novela de Fernando Aramburu, me ha hecho vivir, desde adentro, los años de sangre y horror que ha sufrido España con el terrorismo etarra
Debo haber leído decenas de artículos sobre ETA, y muchos ensayos, pero sólo Patria (Tusquets Editores), la novela de Fernando Aramburu, me ha hecho vivir, desde adentro, no como testigo distante sino como un victimario y una víctima más, los años de sangre y horror que ha sufrido España con el terrorismo etarra. La novela nos seduce, nos soborna con su magia verbal y sus astutas alteraciones de la cronología y los puntos de vista, hasta convencernos de que aquella historia no está escrita, que es la vida pura y simple, y que estamos sumidos en ella viviéndola a la par que sus personajes. Hace tiempo que no leía un libro tan persuasivo y conmovedor, tan inteligentemente concebido, una ficción que es a la vez un testimonio tan elocuente sobre una realidad histórica como lo fueron, en su momento, la novela de Joseph Conrad The Secret Agent, sobre los anarquistas londinenses del XIX, o La Condition humaine, de André Malraux, sobre la Revolución China.
Una novela conjura el dolor de la violencia de ETA
Gabriela Ybarra relata en ‘El comensal’ el asesinato de su abuelo y la muerte por cáncer de su madre en su primer e impactante libro
Guillermo Altares
Madrid, 26 septiembre de 2015
El 20 de mayo de 1977, cuando todavía no se habían celebrado las primeras elecciones democráticas en España tras la muerte de Franco, un comando de ETA secuestraba en su casa de Neguri, el barrio de Getxo (Bizkaia) corazón de la alta burguesía de Euskadi, aJavier de Ybarra. Político e historiador de 63 años, era el cabeza de una de las familias de la aristocracia industrial vasca, propietaria del diarioEl Correo. Fue asesinado al cabo de un mes por sus captores, una escisión deETA político-militar, los llamadosberezis, que más tarde ingresarían en ETA militar.
Casi 40 años después, cuando su nieta, Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983) decidió relatar la muerte de su madre de cáncer, derrotada por la enfermedad en apenas seis meses, se dio cuenta de que muchos silencios, muchas preguntas sobre su familia a las que no hallaba respuesta, tenían su origen en aquel crimen. Así ha surgido El comensal (Caballo de Troya), una primera novela que se está convirtiendo en uno de los fenómenos literarios de la temporada.
Todavía un poco superada por el revuelo que está causando su libro, que apenas 15 días después de su salida ha tenido que ser reimpreso, Ybarra explicaba ayer en una terraza del centro de Madrid: "El final de mi madre fue muy intenso. Cuando murió estaba tan aturdida que no sabía lo que había vivido. Cuando empecé a escribir sobre ello, me di cuenta de que había muchas cosas que no me habían explicado, tal vez para protegerme, pero sin las que no podía contar la historia".
Gabriela Ybarra, ayer en Madrid.CRISTÓBAL MANUEL
La novela se enfrenta a dos formas del dolor: la violencia terrorista y también el cáncer, el deterioro físico, la muerte, los efectos de la enfermedad sobre el cuerpo. Ybarra describe, por ejemplo, con una mezcla impactante de sencillez y crudeza, cómo la doctora que trata a su madre en Nueva York le explica los efectos secundarios de la quimio, que deja al cuerpo expuesto a todas sus debilidades. "Son cosas de las que la sociedad huye. Los únicos cánceres visibles parece que son el de mama y la leucemia. Pero hay muchos otros cánceres, como el de colon que sufrió mi madre. La muerte no es decorosa", recalca.
Gran repercusión
Ahí reside la clave de la repercusión que está logrando El comensal, según su editora, la también escritora Elvira Navarro, quien dirige Caballo de Troya, una editorial pequeña que ha publicado muchas primeras novelas y pertenece a un grupo gigantesco, Penguin Random House. "Es una confluencia que no se da en muchos libros. Además de su calidad literaria, toca dos temas de gran impacto: ETA y la muerte, el duelo", apunta.
Ybarra, quien estudió Dirección de Empresas y se dedica a los análisis de mercado en redes sociales, emplea la misma sinceridad al tratar ambos asuntos. Sin embargo, pese a que su padre recibió una carta bomba y tuvieron que irse a vivir fuera del País Vasco cuando ella tenía 12 años, en el libro no hay ningún momento de odio. "El odio le da poder al otro, no se puede llevar una vida con odio", dice. Empezó la investigación sin hablar con su padre; sobre todo leyendo la prensa y buceando en Internet. El asesinato de Ybarra tuvo un impacto gigantesco al principio de la Transición y despertó una condena unánime, muy poco habitual en aquellos años. Además, marcó la ruptura en ETA-pm y el principio de su final. "En mi familia siempre se ha tratado de un tema delicado y la escritura ha sido a la vez liberadora y dolorosa: es como ir al fisioterapeuta. Te deja machacada la espalda, pero te cura", asume. "También descubrí cosas muy duras: que algunos miembros del comando Vizcaya [que quiso matar a su padre] vivían al lado de nuestra casa".
Romper el silencio
Pero, al final, lo más difícil ha sido romper el silencio. "Durante años, no podía hablar de muchas cosas: dónde vivía, dónde iba de vacaciones. Por seguridad, pero acabó por filtrarse a muchas facetas de mi vida". Desde el cese de la violencia de ETA hace casi cuatro años, ha vuelto con mayor asiduidad al País Vasco y, sobre todo, ha podido hacerlo con su padre. Esto le ha permitido cruzar otras fronteras de su pasado. "Hemos hecho viajes juntos a lugares a los que él no había podido ir desde los años setenta; al valle de Baztan, a Mundaka, al interior de Bizkaia. Me enseñó el lugar donde había dado sus primeros pasos, los escenarios de su niñez", explica.
Pese al inmenso papel que ETA ha ocupado en la historia del País Vasco desde los sesenta, y del dolor que el terrorismo ha causado, su presencia en la literatura es aún muy leve, aunque ha sido tratado por autores como Bernardo Atxaga o Kirmen Uribe.
Fernando Aramburu, nacido en San Sebastián y residente en Alemania, ha abordado la cuestión en libros como Años lentos y en la impactante recolección de relatos Los peces de la amargura. "Llevo muy avanzado un proyecto de novela centrado en las últimas tres décadas del País Vasco", explica. "Mi empeño consiste en trazar un amplio dibujo de la sociedad vasca, del cual, claro está, ETA forma parte de manera muy visible. Construir el relato no sólo histórico, sino también sentimental y humano, se me figura más urgente que nunca. Si no lo abordamos, a las generaciones venideras les faltará el testimonio de los que fuimos contemporáneos del fenómeno terrorista", añade. "Los historiadores, los sociólogos y los periodistas llevan una notable ventaja a los escritores de literatura. Algo, no obstante, se va haciendo, pero es todavía insuficiente. Según de dónde sopla el viento, se nota en el ambiente un propósito de silencio y olvido".
Aunque no es sólo una novela sobre ETA, sino sobre el duelo, la ausencia y la forma en que la vida se recompone y avanza pese al dolor, El comensal pertenece a este esfuerzo de memoria. "Es cierto que es un tema que se ha tratado poco y ha sido, sobre todo, desde el punto de vista del agresor más que de las víctimas", señala Ybarra. Preguntada por la influencia del terrorismo en sus recuerdos, responde: "A pesar de las amenazas, en mi familia siempre hemos intentado vivir". El comensal da testimonio de ello.
“LA VIDA DE YBARRA DEPENDE DE SU FAMILIA”
En mayo y junio de 1977, EL PAÍS dedicó una amplia cobertura al secuestro de Javier de Ybarra, reflejo de su impacto en la sociedad. “La vida de Javier de Ybarra depende únicamente de su familia, ella es la que tiene la última palabra’, dice un comunicado hecho llegar ayer a Radio Popular de Bilbao, por la rama político militar de ETA”. Así arrancaba una crónica del 10 de junio que mostraba la tensión de aquellos días y el chantaje terrorista, que convertía a las víctimas en los responsables. Las exigencias de ETA, 1.000 millones de pesetas (seis millones de euros), eran imposibles de cumplir. Un miembro del comando fue detenido en Francia y cuando los terroristas cumplieron su amenaza, el cadáver tardó en ser localizado.
Otra crónica narraba: “Ninguno de los hijos con quienes dialogamos podía creer aún el triste desenlace del secuestro: ‘Pensamos que nos querían dar un nuevo susto para ponernos nerviosos y que pagáramos el rescate”.
Sin ánimo de polemizar: tendríamos que agradecer a ETA el asesinato de Carrero Blanco. Lo dijo el novelista Martin Amis en Granada y lo hizo con el soporte de un condicional -si eso permitió que tras la muerte de Franco se estableciera un régimen constitucional-. Podríamos discutir la validez de ese condicional hipotético, y habrá quienes aún consideren que ese asesinato fue crucial en la concatenación de hechos que abocaron a la implantación de un régimen democrático y los habrá que piensen que éste era resultado de otras variables y que se hubiera producido igual sin el crimen. La polémica puede resultar vacua, pero las palabras de Amis tienen la virtud de recordarnos una cuestión espinosa.
El asesinato de Carrero, cuando se produjo, no nos planteó ningún problema moral. Fue celebrado, vitoreado y simulado en fiestas y verbenas como un hito en la lucha contra un régimen despótico. Lo que se impuso en su valoración fue ese mismo condicional que ahora Amis nos viene a recordar. La mayor inmoralidad del objetivo -el régimen de Franco- imponía una ceguera moral sobre un acto que quedaba al margen de toda consideración de ese tipo. No quiero decir con esto que esa actitud fuera correcta; trato simplemente de recordarla. Vivíamos una situación extraordinaria.
Sé que la vida es fruto de una serie de azares y que fortuna e infortunio se nos dan en el seno de un marco que no solemos elegir. Actuamos en lo dado y nos ennoblecemos en lo dado, y es en su seno en donde podemos lograr que nuestras vidas sean o no valiosas. Y si no podemos elegir, sí al menos podemos desear y hacer que esos deseos orienten nuestros actos hacia una vida más digna de ser vivida que la que nos depara la realidad que nos ha tocado en suerte. Mis padres y mis abuelos vivieron una guerra espantosa, de la que yo me he librado, y ya por eso me considero más afortunado que ellos. Sin embargo, y pese a tanta fortuna, mi vida no ha conseguido escapar aún del ámbito de lo extraordinario, de esa urgencia épica inacabable que sitúa siempre su realización en un momento por venir. Las palabras de Amis me han recordado uno de esos momentos épicos, que para nosotros, los vascos, no fue de los últimos. Hemos seguido viviendo bajo la exigencia de lo extraordinario: el conflicto irresuelto, el retorno del origen, la construcción de la nación,... Y de verdad que ansío lo ordinario.
En su nombre, he recibido como otro paso más hacia su restablecimiento la elección de Patxi López como lehendakari, entre otras cosas porque nos promete el fin de la épica. En Gernika la sustituyó por la lírica, la lírica de la reconciliación y la diferencia. Me atrevo a sugerirle, sin embargo, que es de la novela de la que estamos necesitados los vascos, pues es ése el género de la ciudadanía. La vida que construye cada cual, tratando de hallar su plenitud en medio de las limitaciones, con libertad y criterio moral, y sin subordinarla a otro fin que el que a todos nos llega.
El escritor británico Martin Amis (Oxford, 1949) se ha desmarcado este domingo con unas polémicas declaraciones que darán que hablar. Durante el Maphre Hay Festival La Alhambra, el autor inglés ha asegurado que el hecho de que España disfrute actualmente de un régimen de monarquía constitucional habría que "agradecérselo" en cierto modo a ETA "por asesinar al hombre que iba a reemplazar a Franco", en alusión al almirante Carrero Blanco, que murió al hacer estallar los terroristas una potente bomba al paso de su coche en Madrid el 20 de diciembre de 1973, cuando el ex presidente y mano derecha del dictador volvía a casa tras acudir a misa.
"No hay muchas oportunidades de agradecerle algo a ETA, pero en ese caso sí. España se convirtió en una monarquía constitucional", ha dicho Amis en el encuentro que mantuvo con la prensa, poco antes de intervenir en el encuentro cultural, que esta noche ha echado el cierre tras cuatro días de literatura, arte y música.
Monarquía e islam
Este novelista, crítico literario y colaborador habitual de varios medios de comunicación ve con buenos ojos que el Príncipe Felipe se haya casado con una mujer periodista, la Princesa Letizia, ya que, en su opinión, "la familia real tiene que integrarse con la sociedad".
En su faceta periodística, Amis ha escrito varias veces sobre la familia real británica, pero "sólo en la ficción" se dio cuenta de "por qué hay que deshacerse de ella", y se atrevió a escribirlo. Por lo que él sabe, la familia real española "es más normal" que la inglesa, y lleva una vida más tranquila, "en las afueras de la ciudad".
Considerado uno de los escritores más críticos y polémicos de su país, el autor de Tren nocturno (1997) ha tenido problemas en más de una ocasión por sus opiniones sobre la sociedad multirracial y el multiculturalismo. Este domingo ha dicho que ve "el islamismo como un aspecto puramente feminista" y que, desde ese punto de vista, "el multiculturalismo es un fraude".
A él le "gusta vivir en una sociedad multirracial", aunque tiene sus objeciones: "Todos los hombres son mis hermanos, pero también las mujeres lo son, y un islamista acérrimo permite la ablación del clítoris y tener novias de nueve años, como sucede en Irán", ha señalado el escritor, que tiene una niña de esa edad, y le aterra la "violencia tremenda" que encierra la mera idea.
"Hay quienes opinan que no debemos interferir en esas cuestiones, que es la identidad cultural de un pueblo. Pero las mujeres no son una minoría, son la mitad de la raza humana", ha subrayado el novelista británico. Al ser preguntado si la represión sexual es una de las bases del terrorismo islámico, como él ha sostenido en alguna ocasión, Amis ha dicho que los talibanes "son un caso especial, porque crecieron con la guerra civil y no saben lo que es una mujer. Viven en un mundo de hombres, y están aterrorizados con las mujeres". Algo de culpa podría tener el Corán, donde ya se dice que "las mujeres son inferiores a los hombres", ha recordado.