Lamento no tener nada que decir sobre el color frambuesa del vestido de la Reina, y seguro que aún no está todo dicho, pero he reflexionado sobre una banana. No sé ustedes, pero me pregunto cada vez más sobre la magnitud de la estupidez en nuestro tiempo y una noticia ha dado datos para calcularla con cierta precisión. El martes se vendió en Nueva York una banana pegada a la pared con cinta aislante gris por 6,2 millones de dólares. Es una obra del italiano Maurizio Cattelan, aclaro. La adquirió un millonario en criptomonedas chino, Justin Sun, de 34 años, que anunció en X, “emocionado”, que era el comprador y se la comería este viernes. Es decir, a estas horas la banana como tal no existe, solo en un estado menos noble, que siguiendo esta lógica quizá incluso aumente su valor a extremos ya incalculables.