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jueves, 10 de septiembre de 2015

Qué comen los dictadores / Tiranos en la mesa


Los tiranos en la mesa

Un libro analiza los gustos culinarios y las manías gastronómicas de déspotas de todo el mundo

     

Adolf Hitler, rodeado en una mesa de correligionarios nazis, en Berlín, en 1933. / PRINT COLLECTOR (GETTY IMAGES)
Los gustos culinarios de los dictadores ponen en evidencia sus excesos y su compleja relación con la comida. Las cenas que Stalin mantenía en su dacha con los principales dirigentes soviéticos duraban seis horas e incluían juegos que siempre acababan con los comensales —todos los que no eran Stalin— humillados. Mussolini, quien odiaba la pasta, tenía un desinterés por los alimentos muy poco italiano; solía tomar una ensalada hecha a base de ajos crudos aliñados con aceite y limón. Y Sadam Hussein se ponía metafórico al comer olivas: decía que escupía el hueso igual que algún día escupiría a los israelíes de Oriente Medio. Al mandatario iraquí le preparaban la comida cada día de forma simultánea en sus 12 residencias, porque no se sabía en cuál de ellas se presentaría.
Leyendo el libro Dictator’s Dinners. A Bad Taste Guide to Entertaining Tyrants (Gilgamesh Publishing) se aprende todo eso y más. La obra incluye una treintena de recetas con los platos preferidos de cada déspota, por si a alguien le apetece cocinar en casa un cuscús con carne de camello a lo Muamar Gadafi una ensalada de pescado estilo Pol Pot, o el pichón relleno de lengua y pistachos que hacía perder el sentido a Hitler. Este, por cierto, no era un vegetariano tan estricto como se piensa a veces, si bien comía poca carne por influencia de Richard Wagner,, quien sostenía que el buen pueblo alemán jamás habría sido omnívoro de no ser por la influencia judía.