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jueves, 29 de febrero de 2024

La casa verde y Juntacadáveres / Aquellos sí eran puticlubs

Vargas Llosa, Onetti, Neruda._
Mario Vargas Llosa, Patricia Llosa, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti, 


Aquellos sí eran puticlubs

Hay muchos puticlubs, pero ninguno es el de Junta Larsen. Ni el de don Anselmo. La literatura está plagada de prostíbulos que solo son eso, prostíbulos, hombres, mujeres, mala música, olor a desinfectante. En cambio, las «casas» de Junta y don Anselmo representan complejos símbolos, además de burdeles. En realidad, son utopías, hasta que un día se desmoronan, como todo lo bello. Si solo fuesen prostíbulos, tal vez siguiesen abiertos, como todo lo atroz. Cuando Juan Carlos Onetti y Mario Vargas Llosa publican en los años 60 Juntacadáveres y La casa verde, respectivamente, están en algún sentido fundando algo parecido a una «literatura de prostíbulo», que, como el nombre indica, no tiene demasiado que ver con los prostíbulos —que hacía mucho tiempo que aparecían en la literatura universal pero sí con su metáfora. La modernidad y grosería del capitalismo había producido, para aquellos años, una época grotesca de gloria y desgracia, placer e inmundicia, esplendor y ocaso, simultáneamente. Y los burdeles de Vargas Llosa y Onetti reflejaban ese escenario, tratado por el particular estilo de cada autor. Hay una variante de la modernidad en estos libros, imposible de desligar de la decadencia, que crece sobre una voz que escucha en su cabeza el protagonista, a menudo un individuo enigmático, oscuro, sin pasado, o en todo caso con un oscuro pasado. Esa voz dice: «¡Funda un prostíbulo, che!».

viernes, 4 de noviembre de 2022

Dorotea Muhr / Vivir la vida breve



Dorotea Muhr
Fotografía de Diego Sampere
Dorotea Muhr: Vivir la vida breve
Dorotea Muhr es la viuda de Juan Carlos Onetti. Más conocida como Dolly, es una violinista que cuidó del escritor en nombre de un amor inconmovible.


Por Leila Guerriero
Fotografía de Diego Sampere
10 de octubre de 2016


Las vías del tren están a pocos metros, al otro lado de la calle sombreada por árboles añosos. Detrás de pequeños muros, detrás de pequeños jardines, detrás de rejas bien pintadas, las casas se ven sólidas y limpias como si acabaran de pulirlas. Es mediodía y hay un silencio de siesta, sin autos, sin gente. Nada ha cambiado mucho en los últimos cien años. Las vías del tren ya estaban allí, algunos de estos árboles ya estaban allí. La casa también. Ocupa toda la esquina de esta calle de Olivos, un suburbio elegante de la zona norte de Buenos Aires, pero apenas se ve al otro lado de la puerta de rejas, del muro agobiado por la hiedra. El timbre emite un ruido ronco, doloroso. Por el portero eléctrico se escucha la voz de una mujer.

domingo, 4 de septiembre de 2022

Salinger / Mejor que no acuda


Salinger, 1952
Fotografia de Antony de Gesu


Salinger
MEJOR QUE NO ACUDA
Por Ángela Medina


El 20 de noviembre de 1952 se produjo un hecho insólito en la vida de J.D. Salinger: el autor acudió a una sesión fotográfica. El afortunado que se colocó detrás de la cámara fue Antony di Gesu y, ante un Salinger rígido e incómodo, optó por entregarle un ejemplar de El guardián entre el centeno para que hiciera con él lo que quisiera. Salinger leyó pasajes en voz alta, otros para sí y, entre cigarrillo y cigarrillo, di Gesu consiguió tomar 48 fotografías del autor en las que se le ve a veces serio, otras relajado, e incluso en algunas, sonriendo y riendo. Salinger pasó un buen rato, aunque más tarde pidió a di Gesu que no enseñara ninguna de las fotografías. Él solo quería un retrato para enviar a su madre y a su novia. El fotógrafo mantuvo su promesa durante más de 30 años, revalorizándose su trabajo a medida que se acumulaban los lustros.

sábado, 13 de agosto de 2022

Juan Carlos Onetti / La versión de Linacero


Juan Carlos Onetti
LA VERSIÓN DE LINACERO


Encontré a Cordes casualmente y vinimos por la noche a mi pieza. Habíamos estado tomando unas cañas, él compró cigarrillos y yo, felizmente, tenía un poco de té. Estuvimos hablando durante horas, en ese estado de dicha exaltada, y suave no obstante, que sólo puede dar la amistad y hace que insensiblemente dos persona vayan apartando malezas y retorciendo caminos para poder coincidir y festejarlo con una sonrisa.

Juan Carlos Onetti / Mañana será otro día


Obra de Suzanne Larrieu

Juan Carlos Onetti
MAÑANA SERÁ OTRO DÍA
La lluvia había dejado las Ramblas casi vacías y sólo quedaba gente agrupada en el café encristalado donde, desde meses atrás, no la dejaban entrar.

sábado, 13 de noviembre de 2021

Los exilios latinoamericanos que ensachan la cultura española

 

La escritora Cristina Peri Rossi
AGUSTÍN SCIAMMARELLA

Los exilios latinoamericanos que ensanchan la cultura española

El premio Cervantes a Cristina Peri Rossi reconoce el papel renovador de escritores, músicos, cineastas y otros artistas huidos de la persecución en sus países, desde las dictaduras del Cono Sur hasta la Nicaragua de Ortega


Juan Cruz
Tenerife, 11 de noviembre de 2021


Muchos de los españoles expulsados de su país por la guerra civil, profesores, editores, músicos, científicos, médicos, fueron providenciales para la cultura y la enseñanza en aquellos países que los acogieron, sobre todo en México. Décadas después, en torno a los años 70, los exilios sucesivos de cubanos, chilenos, uruguayos y argentinos, a los que más recientemente se ha juntado la diáspora venezolana, que huyeron a España de la persecución que los ahuyentó de sus patrias, produjeron en este país una insólita pléyade de profesionales de distinta índole sin los cuales es imposible concebir muchas de las historias que luego se reflejaron en el cine, el teatro, la música y, por decirlo rápido, la poesía, las ideas o la imaginación.

sábado, 15 de mayo de 2021

Juan Carlos Onetti / Katherine Mansfield

Katherine Mansfield
Anne Stelle Rice


Juan Carlos Onetti

Katherine Mansfield 

Las publicaciones europeas muestran que también por allá la literatura femenina crece, expandiendo sus armoniosas líneas: Mme. Simone es bautizada "la nueva George Sand". Otras estrellas surgen con su luz sonriente. Pero algo que comenzó con Katherine Mansfield permanece detenido: una verdadera literatura de mujer.

Juan Carlos Onetti / La fatalidad de vivir


Juan Carlos Onetti

Juan Carlos Onetti: la fatalidad de vivir

Hoy se cumplen 25 años de la muerte en Madrid del escritor uruguayo, cronista del pesimismo y el desamparo cósmico del hombre, alejado de la verdad y condenado a la subjetividad.
RAFAEL NARBONA
30 de mayo de 2019
Juan Carlos Onetti en 1993. Foto: Casa de América.
Juan Carlos Onetti en 1993. Foto: Casa de América.
“Es cierto que no sé escribir –afirma Eladio Linacero en El pozo (1939), la primera novela de Juan Carlos Onetti-, pero escribo de mí mismo”. Nacido en Montevideo el 1 de julio de 1909, Onetti no poseía un ego superlativo. Lejos de cualquier forma de neorromanticismo, nunca concibió su literatura como una epopeya del yo, pero siempre fue dolorosamente consciente del aislamiento que afecta a todos los seres humanos, abocándoles a vivir en la claustrofóbica crisálida de la subjetividad. No hay grandes acontecimientos en su biografía, salvo tres meses de confinamiento en un hospital psiquiátrico por orden del dictador Juan María Bordaberry, irritado por la concesión del Premio Anual de Narrativa -organizado por el semanario Marcha– a Nelson Marra por su cuento “El guardaespaldas”. Onetti formaba parte del jurado y sufrió la represión que se abatió sobre el relato y el semanario, acusados de vilipendiar a las Fuerzas Armadas. Onetti recuperó la libertad gracias a las gestiones de Félix Grande, por entonces director de Cuadernos Hispanoamericanos, y Juan Ignacio Tena Ybarra, director del Instituto de Cultura Hispánica. Marra no tuvo tanta suerte y pasó cinco años encarcelado. Después de su liberación, Onetti decidió exiliarse en Madrid, donde pasaría el resto de sus días. El 30 de mayo de 1994 murió a causa de problemas hepáticos. Concluye de esa forma una existencia con escaso relieve biográfico, pero con mucha densidad vital. Cuando le recriminaron haber creado un orbe literario desconectado de la realidad, sin otro contenido que sus obsesiones y manías, Onetti contestó que la realidad no era un hecho objetivo, sino una vivencia personal. Sus libros tal vez estaban desconectados de la realidad de los demás, pero eran extremadamente coherentes con la realidad de su autor.

El mundo íntimo de Onetti

Foto
Juan Carlos Onetti al atardecer, sentado en su terraza de Avenida de América, 31, Madrid, 1985.  DOLLY ONETTI (CASA DE AMÉRICA)

El mundo íntimo de Onetti

Casa de América de Madrid ofrece una muestra del autor que recrea su ámbito más íntimo


Dorothea Muhr, viuda de Oneti, en la exposición de Casa de América. / S. SÁNCHEZ

En la cabecera de su cama, Juan Carlos Onetti (1909-1994) tenía pegado un cartel plastificado con los estatutos del Club de los que Nacieron Cansados: “Se nace cansado y se vive para descansar. Ama a tu cama como a ti mismo. Descansa de día para dormir de noche.” No era sólo la pereza, sin embargo, la que mantuvo al escritor de los ojos desolados en la comodidad de su cama los últimos años de su vida. “Tenía disminuida la movilidad de una pierna porque le habían puesto una serie de inyecciones en el mismo lado. Eso influyó. Bueno, eso y también que le encantaba leer en la cama y estar ahí todo el tiempo, es verdad”, dice con media sonrisa Dorothea Muhr, Dolly, viuda del autor de El Astillero. Esa cama y numerosos objetos personales y fotografías de Juan Carlos Onetti pueden verse, a partir de hoy y hasta el próximo 15 de noviembre, en la Casa de América de Madrid.

Onetti / Premio Cervantes / Discurso

Juan Carlos Onetti




Juan Carlos Onetti
PREMIO CERVANTES
Discurso

Majestades, excelentísimos señores académicos, dignísimas autoridades, señoras y señores:
Yo nunca he sabido hablar ni bien ni regular. La elocuencia, atributo muy hispánico, me ha sido vedada. Hablo mal en privado, por eso hablo poco en las pequeñas reuniones de amigos, y hablo peor en público, por lo cual sería mejor para ustedes que no les dijera nada. Me resistí siempre a ofrecimientos, insistencias e incredulidades, sin saber que una fatalidad inexorable me obligaría a hablar públicamente, por primera vez, en España.Para desilusión de mis oyentes, muchos de ellos magistrales conversadores, mi torpeza oratoria se vio penosamente confirmada. 

miércoles, 12 de mayo de 2021

Jorge Mara y un jerez con Onetti

Juan Carlos Onetti




Jorge Mara y un jerez con Onetti

El galerista uruguayo recuerda sus tardes de conversación literaria con el escritor


Juan Cruz
10 de noviembre de 2019

Uruguayo autodidacta, criado entre gitanos, buscó en Italia y en Francia toda la luz que no le alcanzó en la escuela. Fue sereno en París, donde hizo amistad y genio con Giuseppe Ungaretti. Aprendió en Italia que hay tanto misterio en un cuadro de Piero della Francesca como en un soneto de Rilke. En la adolescencia escolar se hizo amigo de Juan Carlos Onetti, tomando un jerez. Un día le habló “con entusiasmo” a Dionys Mascolo, gurú de Gallimard, de los cuentos de su paisano y pasó a ser lector de la editorial francesa.

Vigencia y esplendor de Onetti

Juan Carlos Onetti

Vigencia y esplendor de Onetti

En el vigésimo aniversario de su muerte, el uruguayo es uno de los autores latinoamericanos más reivindicados

Su viuda traza un retrato del escritor



Juan Carlos Onetti, en su casa de Madrid en 1989.
“¿Quién se va a acordar de Onetti dentro de 20 o 30 años?”. Esa pregunta que se hacía el propio Juan Carlos Onetti llega ahora a su primer tiempo: hace 20 años, el 30 de mayo de 1994, murió en Madrid el escritor uruguayo. Una pregunta que ya antes de fallecer empezó a tener respuesta positiva y que ha aumentado en cascada en dos décadas. La penúltima respuesta llega en la voz de Dorothea Muhr, Dolly, la mujer con la que vivió desde los años cincuenta. Ella ha vuelto a Madrid estos días. Recuerda, no, evoca al escritor con ráfagas acerca de su vida, creando una especie de homenaje a uno de sus títulos más conocidos, Dejemos hablar al viento,añadiendo aquí, “sobre Onetti”.

Juan José Saer / Onetti y la novela breve

Juan José Saer


Onetti y la novela breve


Juan José Saer
20 de agosto de 2004

Alrededor de 1960, entre los narradores jóvenes que se lanzaban al trabajo literario, la forma que encarnaba la máxima aspiración estética, el modelo de toda perfección narrativa, no era ni la novela ni el cuento, sino la novela breve. Equidistante de la transcripción súbita del cuento, semejante a la del poema, y de la elaboración lenta de la novela, que parecía valerse de una serie de mediaciones consideradas un poco indignas a causa del carácter técnico y vagamente innecesario que se les atribuía, la novela breve tenía la atrayente singularidad de permitir cierto desarrollo narrativo al mismo tiempo que parecía surgir de una concepción intuitiva y repentina, e incluso, en cuanto al tiempo material de ejecución, ofrecer la posibilidad de una rapidez relativa, capaz de preservar la frescura exaltante de la inspiración. Y si bien la dificultad de realizar tan exorbitantes perspectivas resultaba evidente, la fascinación que ejercía la novela breve sólo decayó cuando, a mediados de los años sesenta, el género "gran novela de América", patética superposición de estereotipos latinoamericanos destinada a conquistar el mercado anglosajón, plegándose en el contenido y en el formato a sus normas comerciales, desalojó de las librerías a los discretos y admirados volúmenes de alrededor de cien páginas que perpetuaban tantas obras maestras.

Onetti / Los acostados

Juan Carlos Onetti


Los acostados

La cama es un buen lugar para muchas cosas, entre ellas leer y escribir hasta llegar a ser como Onetti

El gran novelista (y periodista) Juan Carlos Onetti escribía acostado en su cama en una tabla preparada ad hoc para ese menester que era su trabajo.

viernes, 12 de febrero de 2021

Manuel Vicent / La escuela de escritores acostados


Juan Carlos Onetti, en una imagen de 1989.Juan Carlos Onetti, en una imagen de 1989.FOTO: FRANCISCO ONTAÑÓN

La escuela de escritores acostados

Gran número de autores debe su vocación literaria a aquella enfermedad que en la adolescencia les tuvo durante meses, incluso años, postrados en el lecho


Manuel Vicent
Madrid, 22 de mayo de 2020

Dijo Blaise Pascal: ”Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación". Existe en la historia de la literatura una serie de escritores que siguieron el consejo de Pascal y optaron por hacer de su dormitorio el reducto de su actividad creativa. Dormían, comían, escribían y recibían visitas alrededor de la cama donde permanecían tumbados sin enfermedad alguna ni razón aparente. En el lecho produjeron gran parte de su obra, entre otros Voltaire, Mark Twain, Marcel Proust, George Orwell, Truman Capote y los españoles Valle Inclán, el tardío Pío Baroja, Vicente Aleixandre y el uruguayo Juan Carlos Onetti. Podría llamarse la escuela literaria de escritores acostados.

miércoles, 7 de octubre de 2020

Onetti / El árbol

Obra de María José Gil Lozano

Juan Carlos Onetti
EL ÁRBOL

Cuando aquella mañana de cielo feliz, la muchacha, violín en mano, llamó a la puerta de la casita jardín de los Risi, un hombre de paisano, un poco mulato, abrió de un tirón y la obligó a pasar.
- Póngase contra la pared y apóyese en las manos.
Mientras obedecía, la muchacha tuvo tiempo de pasar un vistazo por la cara de la sirvienta de Fide que estaba blanca, moviendo las manos sobre el vientre, emparedada por otros dos monos que se turnaban para apresurar preguntas o mezclaban las interrogaciones con la vieja técnica tan aprendida, tan puesta a prueba. Los tres hombres en mangas de camisa y sudando, fingiendo premura e importancia.
El portero cacheó a la muchacha y detuvo la congénita insolencia de las manos en los senos y las nalgas.
- Limpia, dijo. Ahora abra el violín.
- El estuche.
- Sí, doctora. El estuche del violín.
Ella había escondido los papelitos celestes que le había prestado anoche la mujer de Fide, entre un si bemol y un pizzicato. Pero al fin aparecieron.
Era una lista de nombres de sentenciados a muerte que tal vez aún sigan vivos.
- ¿Y esto? - preguntó el primero, con aire sobrador, buscando meter en la luz atenuada de la mañana una expresión de amenaza inteligente.
La sirvienta de los Fide repetía:
- No, ya le dije. Los trajo ayer a casa. No sé dónde está. Ya le dije. No avisó por teléfono ni lo vi. Ya le dije. No sé dónde está. Ya le dije.
- Y usted ahora se va al jardín con el mocoso - le dijo el hombre a la muchacha. Y nada de macanas que no empezamos todavía.
Así que ella abrió la puerta vidriera y en el pequeño jardín respiró el aroma de la tierra húmeda y el olor del verano, agrupados en el gran árbol solitario.
Bob estaba despatarrado, allá arriba, en las ramas más altas.
- Traé la pelota que está allá en el fondo - dijo Bob.
La pelota estaba a dos metros contra el muro gris de la divisoria. Era de goma, grande y parecía estar pintada con gajos de todos los colores.
La muchacha tiró la pelota al niño y el niño a ella, y así siguieron, riendo los dos. Ahora se oía a la sirvienta de los Fide, a veces gritaba, otras lloraba. Las voces gruesas de los hombres se entreveraban, se alzaban y se alejaban.
- No sé. Ya le dije. No sé nada.
El golpe de un bofetón y un insulto. El niño continuaba ignorante y riendo, ella sonreía, mirándolo, mostrándole la cara, la pelota iba y venía, rodaba brillosa y alegre sobre la tierra que interrumpían algunos puñados de pasto.
Jugaban y la muchacha estaba segura de no estar allí, de soñar los subibajas de la pelota. No había hombres dentro de la casa acosando a la sirvienta de Fide, no existía la amenaza del pronto encierro, el interrogatorio, la tortura. Miraba la pared húmeda que rodeaba el jardín, pensaba en la posibilidad de saltar, la de huir del sueño, de quebrar la pesadilla.
No había en el mundo otra cosa que el jardín escuálido, el vaivén de la pelota, la alegría del niño a cuyos padres estaban matando en otro lejano inimaginable lugar, país, continente...
Era necesario seguir jugando con el niño, sentir que la pelota le golpeaba la barriga, lanzarla de vuelta.
El niño, puro y sencillo, tan cerca de la casa y el horror; el niño, lo único que subsistía de los padres en aquel momento y ella tenía que ser padre y madre mientras durara la pesadilla infinita, las voces groseras en la casa, la risa nerviosa del chico en el árbol.
Porque si prolongaba sin pausa el monótono juego, ambos quedarían apartados del tiempo, nunca rozados por la suciedad del mundo.




martes, 28 de julio de 2020

Opiniones sobre Lezama Lima / Un par de medias de nylon

Lezama Lima en su 'Paradiso' | Babelia | EL PAÍS
Lezama Lima

Opiniones sobre Lezama Lima

Un par de medias de nylon 

ÁNGEL S. HARGUINDEY
10 AGO 1976 - 17:00 COT




Embriaguez lírica


Profesor Guido Castillo: «Indudablemente Lezama Lima es uno de los grandes escritores hispanoamericanos. El y con él otros. transformó la narrativa superando el estilo de la anterior generación, la de Rómulo Gallegos. Alguien dijo, y concretamente Luis Alberto Sánchez, que en la generación anterior al gran novelista era América y no el escritor. Escribían sobre un tema nuevo y atractivo para Europa. En cambio los nuevos escritores -que empiezan con Juan Carlos Onetti en 1939 y entre los que se incluye LEZAMA Lima- imponen su condición de creadores sobre el propio tema del que escriben. Lezama es sin duda unos de los narradores que se preocupa más por el lenguaje, de ahí el barroquismo de sus textos aunque es un barroco más frondoso que el español. Pone en su estilo una gran carpa lírica, casi podíamos hablar de una embriaguez. La carne lírica predomina sobre el hueso ético, y perdóneme la metáfora.

jueves, 25 de junio de 2020

Vargas Llosa / El ejemplo uruguayo


Ilustración de Fernando Vicente

Mario Vargas Llosa

BIOGRAFÍA

El ejemplo uruguayo


El premio Nobel analiza la estrategia de Uruguay para enfrentar al coronavirus.


8 de junio de 2020


¿Por qué no se ha publicitado más la manera tan eficiente como Uruguay ha luchado contra el coronavirus? Es verdad que se trata de un pequeño país, de apenas tres millones y medio de habitantes, aplastado por vecinos tan enormes como Brasil y Argentina. Pero a estos gigantes les hubiera ido bastante mejor si, en vez de hacer lo que han hecho para detener (o incentivar, se diría más bien, en el caso brasileño) la pandemia, hubieran seguido el ejemplo uruguayo.

sábado, 8 de junio de 2019

Juan Carlos Onetti / García Márquez, Serrat y las uvas

García Márquez, Serrat y las uvas

JUAN CARLOS ONETTI
Madrid 16 OCT 1985

Para hacer la nota correspondiente al Salón Internacional del Libro, EL PAÍS envió a un cronista que, con grabador o memoria, recogió comentarios de intelectuales distinguidos. Se publicaron el 5 de octubre (de 1985) en la página 25, primera columna. La charla fue provocada por el rumor de que Gabriel García Márquez había aterrizado en Barcelona con el original de una nueva novela y la pretensión de cobrar por ella un millón de dólares, moneda hoy enferma. Además, con la insolencia de ser un premio Nobel que jamás escribió en castizo.El cronista escuchó y ahora todos podemos leer lo que se dijo.
Por modestia merecedora de elogio, ninguno hablaba de la feria ni de cómo le había ido en ella. Según veo, uno, en excesivo arranque patriótico, afirmó que España era el único país del mundo donde se admiraba a García Márquez( sic).
Admirable admiración. Porque reiteradas encuestas en ambientes editoriales y periodísticos persisten en afirmar que el español no es hombre de lecturas, que de los libros que aquí se editan sólo el 14% es vendido en la Península y el resto tiene como destino Latinoamérica. Que, de paso, no tiene dinero para pagarlo. Lo cierto es, aunque moleste, que los libros de García Márquez se agotan en América Latina. Y sus numerosas ediciones alcanzan cifras que olvido para no doler.

jueves, 18 de abril de 2019

Luis Harss / Juan Carlos Onetti o las sombras en la pared

Juan Carlos Onetti

Luis Harss
Juan Carlos Onetti 
O las sombras en la pared 

      En Montevideo, paraíso igualitario, reina la modorra. Cuando la visitamos en julio del 65, en pleno invierno, agobiaban la humedad y el calor. Pesados nubarrones —sombras mortuorias de los malos tiempos— empañaban el cielo. Una huelga de empleados públicos sumaba la parálisis a la inercia burocrática. Una sequía había obligado al racionamiento de la energía eléctrica. Las calles estaban oscuras. Un viento triste desparramaba la basura arrojada en los umbrales. Como siempre en épocas de crisis económicas, la devaluación no era sólo monetaria sino también humana. La vida prosigue, pero apática, irreal. La aflicción general se refleja en las miradas fugaces de los transeúntes, gentes sin rostro que la angustia apura en las puertas, precipitándose por escaleras perdidas a tétricas oficinas en las entrañas de viejos edificios con ascensores atascados.