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domingo, 22 de noviembre de 2020

Stephen King / Setenta años de extrañas circunstancias


Stephen King: setenta años de extrañas circunstancias


Bárbara Ayuso
21 de septiembre de 2017

Llegó cuando nadie le esperaba: el 21 de septiembre de 1947, domingo. Otro «hijo de la guerra». Su padre tuvo varios nombres —Donald Spansky, Donald Pollack, Donald King— y su madre uno solo, Nellie Ruth Pillsbury. Cuando Japón se rindió, un año antes, habían adoptado a David.
La familia de cuatro miembros duró poco. En 1949 Don se despidió a la francesa, y acabó en Sudamérica buscando cigarrillos. Ella limpió casas, planchó en lavanderías, hizo rosquillas en el turno de noche en Connecticut, Massachusetts, Indiana, Wisconsin y Maine. Crió dos hijos como supo: prohibiendo ciertas cosas, regalando libros, premiando con helados. Cuidó de sus padres enfermos y luego sus hijos cuidaron de ella cuando enfermó.
Uno de ellos se hizo escritor. Quizás hayan oído hablar de él.

viernes, 5 de enero de 2018

Sara Mesa / «Por escribir libros mi opinión no está más cualificada ni es mejor que la de alguien que no escribe»

Sara Mesa
Foto de Sonia Fraga
Poster de T.A.


Sara Mesa

«Por escribir libros mi opinión no está más cualificada ni es mejor que la de alguien que no escribe»


Publicado por Bárbara Ayuso
Fotografía: Sonia Fraga
16 de octubre de 2017
Sara Mesa (Madrid, 1976) es mejor no llamarla «poeta». Ni poetisa. Accede a lo de «escritora», aunque baja los párpados con pudor al conceder. Lleva diez años en el oficio, siete libros publicados (La sobriedad del galápago, No es fácil ser verde, El trepanador de cerebros, Un incendio invisible, Cuatro por Cuatro, Cicatriz y Mala Letra), pero no se quiere hipotecar, ni sentirse intrusa. Escoge no saber qué va a ser de mayor. Ahora es escritora. Una con una novela atragantada, un Premio Miguel Hernández, finalista del Herralde, una encantadora perra llamada Alice y una humildad que de puro honesta acaba pasando desapercibida. Nos recibe en su casa sevillana para hablar de escribir, leer y opinar. Una de esas cosas tampoco le gusta ni una pizca.

viernes, 22 de septiembre de 2017

El cuento de la criada / El rojo es más fácil de ver



El rojo es más fácil de ver 

si te da por huir

Por Bárbara Ayuso
18 de septiembre de 2017
Margaret Atwood y Elisabeth Moss

Nolite te bastardes carborundorum. No rechinen los dientes, es la frase de moda. Desde 1985, el aserto dejó de ser un idiota trabalenguas entre estudiantes de latín para convertirse en un santo y seña. Un código de molonez. Si sonreías con complicidad o contestabas «Under his eye» (o «bajo su mirada», tampoco el inglés era preceptivo) conocías la ubicación de la república de Gilead. Habías leído El cuento de la criada, de la archirreconocida escritora canadiense Margaret Atwood. Formabas parte del club. Hasta ahora.
La adaptación televisiva de la novela (que en España pudo verse en HBO) ha democratizado estas contraseñas cómplices, popularizándolas entre los miles de espectadores que degluten sus capítulos con una repugnancia perpleja. Hasta el crítico menos espabilado le regaló en su momento ya la etiqueta de «serie del año», mucho antes de resultar ganadora del Emmy a la mejor serie dramática. Una producción «importante», decían. De las que instauran y descifran códigos: si hoy se cruzan con dos mujeres con hábitos rojos y níveas cofias que caminan en silencio, sabrán que el suyo es un mudo acto de protesta. Ayer serían dos amish extraviadas o excéntricas participantes de un carnaval a destiempo.

Margaret Atwood y Elisabeth Moss
El cuento de la criada



A pesar de convertirse en best seller mundial poco tiempo después de su publicación y traducirse a más de cuarenta idiomas, en España el libro de Atwood ha dormitado en pocas estanterías durante estas tres décadas. Deambuló por tres editoriales (Seix Barral, Ediciones B y Bruguera), pero no se convirtió en el clásico canónico (ni siquiera feminista) que es en el resto de países. De la película1 que lo adaptaba nos enteramos de oídas, más o menos lo mismo que de las óperas, los ballets y diversas representaciones que lo amplificaron. Tampoco fue singularmente celebrado cuando se galardonó a Atwood con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2008. El cuento de la criada se desdibujaba entre las glosas a la oracular reputación de la autora y su versátil y extensa producción.