Idioma original: coreano
Título original: 소년이 온다Traducción: Sunme Yoon (castellano), Alba Cunill (catalán)
Año de publicación: 2014
Han Kang: Actos humanos
Marc Peig
17 de mayo de 2018
Idioma original: coreano
Título original: 소년이 온다Marc Peig
17 de mayo de 2018
Idioma original: coreano
Título original:
Marc Peig
21 de febrero de 2020
No negaré a estas alturas mi admiración por Han Kang, una autora que me sorprendió gratamente en «La vegetariana», pero que admiré aún más tras leer «Actos humanos». El estilo poético que inunda su prosa es fácilmente reconocible, y no por ello deja de sorprenderme y entusiasmarme cada vez que empiezo un nuevo libro suyo.
A finales de 2019, unos terroristas antisemitas asesinaron a tres personas en un mercado kosher de Jersey City. Los asesinos, que tenían una gran cantidad de explosivos en su camioneta (suficientes para destruir un área del tamaño de cinco campos de fútbol, según la policía), probablemente tenían la intención de bombardear la escuela judía que se encontraba debajo del mercado.
10 de enero de 2019
Viernes en Zenda. Viernes de libros ilustrados. Viernes, en este caso, de Benito Cereno, una de las más relevantes novelas publicadas por Herman Melville, editada ahora por Nórdica Libros, acompañada por las ilustraciones de Elena Ferrándiz. En el año del bicentenario del nacimiento del autor de Moby Dick, esta nueva edición de Benito Cereno se suma a la celebración de la vida y obra de uno de los novelistas más importantes del siglo XIX y, por extensión, de la historia de la literatura universal.
Javier Sampedro
12 de septiembre de 2024
Diez años después de Sapiens, el libro que le convirtió en uno de los intelectuales más influyentes del mundo, y tras haber vendido 45 millones de ejemplares de esa obra y dos secuelas, Yuval Noah Harari vuelve con Nexus, una exploración concienzuda y ambiciosa sobre las redes de información y su función esencial en la organización de las sociedades humanas a lo largo de la historia. Aunque se remonta a los tiempos anteriores a la invención de la escritura, el libro también se zambulle a fondo en las cuestiones más candentes de la actualidad, con particular énfasis en las redes sociales, la desinformación y los riesgos de la inteligencia artificial, que él considera una amenaza vital para la supervivencia no ya de la democracia, sino de la civilización en su conjunto.
La autora de Purga lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a mirar en las profundidades del ser humano, en los recovecos oscuros que permiten al hombre sobrevivir a cualquier precio, y lo ha convertido en una gran novela de amor, ideales, intriga y odio. Y todo en un marco histórico que Europa entera conoce a grandes rasgos, como es la Segunda Guerra Mundial o la creación de la URSS, pero del que desconoce muchos aspectos que Sofi Oksanen nos desvela poquito a poco. Porque se habla mucho de Alemania, de la URSS… Pero, ¿y los que estaban en medio, entre el fuego cruzado? ¿Y los que tuvieron que sufrir el ir y venir de tropas de distinto color que los pisoteaban sin importarles nada? Cuando las palomas cayeron del cielo, publicado en octubre de 2013 por Ediciones Salamandra, es de aquellos libros que no hay que dejar escapar porque, aunque de manera sutil, sabe mostrar al monstruo que algunos llevan en su interior.
Editorial Impedimenta. 646 páginas. 1ª edición de 1905, ésta es de 2010.
Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Córdoba
Después de leer tres libros casi seguidos de Kenzaburo Oé, me apeteció seguir con escritores japoneses. En la lista que elaboré, Natsume Soseki (Tokio, 1867 – 1916) ocupaba un puesto importante, ya que se trata de uno de los autores más reputados y leídos de Japón. Además se considera que introdujo a su país en la modernidad literaria. De hecho, como ocurrió con Benito Pérez Galdós en España, en los billetes de 1.000 pesetas, el rostro de Soseki ha aparecido durante muchos años en los billetes de 1.000 yenes.
Laura Fernández
11 de junio de 2024
Ha vuelto Frank Bascombe, el periodista deportivo, el agente inmobiliario, el prometedor escritor que jamás pasó de prometedor. Ha vuelto y está solo: su exesposa, Ann, ha muerto. Su segundo matrimonio, la ilusoriamente perfecta y cómoda pareja que formaba con Sally Caldwell, es historia, y todas las llamadas que Frank hace en busca de algo que pueda parecerse al amor —o a la vida en algún tipo de compañía— se quedan sin respuesta. ¿Que a quién llama? A la chica que regenta un centro de masajes por el que se deja caer de vez en cuando, desesperado por algún tipo de contacto humano. Y a Catherine Flaherty, una vieja amiga con quien coqueteó en su época de periodista deportivo —ella también lo era—, que no tiene ganas de compartirse con nadie, ni siquiera con quien está saliendo.
Edna O'Brien, 1971 Foto de John Minihan |
La gente habla de “estilo tardío” en la música clásica, pero ¿cómo podría ser ese “estilo tardío” en la ficción contemporánea? En las últimas obras de Muriel Spark, Philip Roth, Saul Bellow, William Golding y ahora Edna O’Brien, se puede detectar cierta impaciencia con las convenciones formales o genéricas; un humor negro y salvaje; una audacia en la afirmación y la argumentación; una prisa tónica en la narración, de modo que el proceso habitual de limpieza del terreno, ritmo y evidencia se acelera o se descarta por completo, como si fuera (como suele ser) mera palabrería narrativa que nos impide hablar de lo que realmente importa. En gran parte de esa obra tardía, hay una atmósfera ligeramente enrarecida, la prosa un poco menos rica y hospitalaria que antes, los personajes menos completos o persuasivos, una sensación general de excedente atenuado, pero no en la asombrosa nueva novela de Edna O’Brien, “The Little Red Chairs” (Little, Brown), su decimoséptima. O'Brien tiene ochenta y cinco años, y elogiar esta novela por su ambición, su audaz vitalidad, su curiosidad sobre la época actual y sobre las vidas de aquellos desplazados por su turbulencia no debería confundirse con el elogio ambiguo de que todo esto es notable dada la avanzada edad del autor. Es simplemente una novela notable.
IA pesar de su título, la nueva y melancólica colección de relatos de Edna O'Brien no está poblada tanto por santos o condenados como por personajes imperfectos que todos podemos reconocer: los tristes y los abandonados, los esperanzados y los desamparados, personas que habitan plenamente su complejo presente, pero que anticipan las pérdidas que les sobrevendrán. Los personajes de O'Brien están bañados por el anhelo más que por el arrepentimiento, y encuentran amistades en rincones inusuales; puede que no busquen la redención, pero su autora es lo suficientemente indulgente como para concedérsela de todos modos.
Corrían los años cincuenta en la Unión Soviética cuando Vasili Grossman escribió esta frase: “El hombre ruso ha visto todo durante los últimos mil años, la grandeza y la supergrandeza, sólo hay una cosa que no ha visto: la democracia”. Corrían los años cincuenta del pasado siglo, decimos. Por tanto, el autor sabía perfectamente, al trasladar del silencio de su cabeza a la concreción del papel, lo que se jugaba.
No obstante, Vida y destino, cuya última edición en castellano fue traducida por Marta Rebón y publicada por Galaxia Gutenberg en 2007, está plagada de afirmaciones así. Afirmaciones y personajes que no responden a la ficción como un truco, sino a la experiencia de un hombre que enarboló la bandera de la Revolución Rusa, fue testigo primordial del frente de Stalingrado y la Segunda Guerra Mundial, pasó a la historia por ser el primer reportero que entró en un campo de concentración nazi, sufrió después el castigo y la persecución en su familia y, aun así, no se sometió a los dogmas que impone el delirio del totalitarismo, sino a la más estricta verdad de lo que vio, padeció y testificó.
By Lucy Scholes, 10 de noviembre de 2022
“¿Qué quieres ser cuando seas mayor?”, le preguntó Virginia Woolf una vez a un niño llamado Dinky en los jardines del castillo de Sissinghurst, el hogar de la amante de Woolf, Vita Sackville-West. “Un escritor”, respondió Dinky. Como en un cuento de hadas, el deseo del niño se hizo realidad: Dinky, que nació con el nombre de Gordon Langley Hall, hijo del chófer de Sackville-West, se convirtió en autor de veinte libros, entre ellos She-Crab Soup (1993), una novela gótica sureña de alto nivel sobre las aventuras románticas de una rica bella sureña, una historia tan notable como la propia vida del autor. Para entonces, la ex Dinky había pasado por una serie de dramáticas reinvenciones personales, habiéndose transformado de la hija ilegítima de británicos de clase trabajadora a una escritora culta expatriada que vivía en Charleston, Carolina del Sur. Y en 1968, a la edad de cuarenta y seis años, cambió de nombre y se rebautizó como Dawn. Ella era, como escribió Simmons (que finalmente adoptó el apellido de su marido) en sus memorias, “un Orlando de la vida real”.
Helen Weinzweig |
Idioma original: Inglés
Título original: Basic black with pearls
Año de publicación: 1980
Traducción: Vanesa García Cazorla
Valoración: Bastante recomendable
Esta novela no es lo que parece. Empezando por una cubierta que recuerda a Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany's, "Vestido negro con collar de perlas" engaña. O tal vez no. En sus primeras páginas hallamos dos amantes, uno de ellos espía, códigos secretos, identidades falsas, disfraces, pistas, viajes en el espacio y en el tiempo... Todo ello para narrar, en apariencia, la historia de una relación extramatrimonial, la búsqueda permanente de algo más seguro.
En octubre de 2009 asistí a una charla que dio Ismail Kadaré (Gjirokastër, Albania, 1936) en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Oviedo, en la que por entonces yo estudiaba mi Licenciatura en Historia del Arte, con motivo de la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Aunque no recuerdo mucho de lo que contó, sí guardo el recuerdo del escritor albanés como el de alguien serio, en cierta manera opaco, aunque no a la defensiva. Dijo entonces que se había iniciado en la literatura escribiendo Macbeth, pues a los 11 años había transcrito algunas de sus partes, y que no se debía escribir estando muy enamorado o si se era desgraciado, pues estas condiciones provocan que la obra se arriesgue a una manifiesta superficialidad. También recuerdo su enfado momentáneo cuando una mujer le preguntó sobre la posible orientación que estaba tomando su obra, desde hacía unos años, hacia derroteros posmodernos. ¡Todo el mundo notó cómo se llenaba de sombras aquel salón de actos al agriarse el rostro del albanés! Estoy seguro de que lo vivió como un insulto, pues su literatura, aunque ha cambiado con el tiempo, no se deja vencer de ese lado y así se lo hizo saber a la mujer. Estaba acompañado, allí, de su traductor al español, Ramón Sánchez Lizarralde, quien aseguró que Kadaré era uno de los grandes escritores europeos. Por lo que a mí respecta, solo puedo darle la razón.
Ismaíl Kadaré |