En el centenario de su muerte, una nueva traducción al inglés de los diarios del gran escritor revela algunos detalles sorprendentes
Stuart Jeffries
Miércoles 1 de mayo de 2024
A
En el centenario de su muerte, una nueva traducción al inglés de los diarios del gran escritor revela algunos detalles sorprendentes
Stuart Jeffries
Miércoles 1 de mayo de 2024
A
Al principio de la novela La pianista (1983), la narradora define a Erika, su perturbada protagonista, como alguien en quien “todo lo que tiene cierres está cerrado”. La frase es útil para describir la primera característica de la literatura de Elfriede Jelinek (Mürzzuschlag, Austria, 1946) que llama la atención. Una prosa implacable que no ofrece catarsis ni otro alivio que el ataque de risa histérica esporádico (la escena delirante en que Erika visita el manicomio donde su padre está interno justifica por ella sola la lectura del libro). Es insólito toparse con una autora que no solo no delata en sus escritos la necesidad de impresionar, de hacerse perdonar y querer, de seducir a quien la lee, sino que a veces parece que haga exactamente lo contrario: tratar al lector como a un intruso que se asoma por una rendija para ver algo prohibido y que debe asumir las consecuencias de su curiosidad.
Anne Applebaum |
18 de julio de 2020
He leído la novela de Vasili Grossman, Vida y destino, que tiene 1.100 páginas y cuyos personajes son varios cientos. Es una novela de la que se ha hablado mucho porque Vasili Grossman, que estuvo en Stalingrado, fue severamente reprimido por el Gobierno ruso, pues además de presentar un conjunto animado y aparentemente fidedigno de la guerra entre Rusia y las huestes de Hitler, presenta muchas escenas que dan cuenta de la ferocidad del Gobierno de Stalin y las angustias que debían vivir sus víctimas, que eran atormentadas en las oficinas de la Lubianka, y muchas de las cuales se pasaban diez o más años en Siberia, sin que sus familiares recibieran una carta o supieran incluso de su paradero.
Finalizadas las fiestas de París, ya en Madrid, me encerré en mi casa para leer una vez más El oso de William Faulkner. Es un relato que debo haber leído diez veces o acaso más. De tiempo en tiempo necesito releerlo porque es uno de los más bellos que escribió su autor. No sé si él lo supo nunca, pero todas las selvas y pantanos y desiertos están reunidos en este rincón del Misisipi norteamericano: los desiertos de Arabia, los bosques lujuriosos de la Amazonía, todas las planicies que el ser humano atravesó a sangre y fuego, para construir sus ciudades.
Sonia García Soubriet guarda una carpeta con fotografías en blanco y negro de su padre, el escritor Francisco García Pavón (Tomelloso, 1919-Madrid, 1989). En una imagen, García Pavón posa sonriendo frente a la tumba familiar, en el cementerio de Tomelloso, el mismo nicho en el que fue enterrado en 1989. “A mi padre le atraía mucho la muerte”, comenta su hija. En la obra de García Pavón hay una constante aproximación a la muerte, como reflejan estas líneas de Las hermanas coloradas: “Hechas partijas de nuestros papeles, enseres y trajes, desmontado el nicho para otros vecinos y rota la lápida, lo que fue nuestra vida y presencia, nuestra palabra y dengue, quedaban tan fuera de la realidad, tan aire, como antes de haber nacido”. García Pavón ganó hace 50 años el Premio Nadal con esa novela. También en 2019, este mes, se ha conmemorado el centenario de su nacimiento, una efeméride que pocos recuerdan más allá de su Tomelloso natal.
Ilustración de Fernando Vicente |
2 de octubre de 2023
Pilar Bonet, que ha sido corresponsal en Rusia del diario El País varios años, ha publicado un libro que se llama Náufragos del Imperio y que recomiendo a todos lo que, como yo, se han sentido confundidos por la diversidad de informaciones que generan las versiones oficiales o periodísticas de Rusia y Ucrania. Este interesante libro permite establecer de una manera gráfica los principales personajes de la confrontación entre Rusia y Ucrania, que, descubrimos en sus páginas, se dividen en multitud de partidos, grupos y hasta oficios de los que teníamos poca idea en Occidente. Es un manual didáctico para aquellos a quienes, como el autor de este artículo, tomó por sorpresa el ataque de Vladimir Putin para quedarse con Ucrania, ya que aborda con detalle el origen del conflicto, y también para quienes están un poco perdidos con los nombres tan diversos de las distintas localidades afectadas y de los dirigentes políticos de esos países, quienes, nos revela la corresponsal, tienen una larga vida con antecedentes que permiten esclarecer muchos aspectos de lo que sucede.
Julio Cortázar |
Ilustración de Fernando Vicente |
'Dos soledades' es un documento mítico, diálogo excepcional entre dos inteligencias narrativas que supeditan cualquier cosa al horizonte de la novela perfecta
Nadal Suau
Madrid, 3 de mayo de 2021
Dos soledades: un diálogo sobre la novela en América Latina
Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa
Alfaguara. Barcelona, 2021. 168 páginas. 17,90 €. Ebook: 8,99 €
Con Dos soledades: un diálogo sobre la novela en América Latina y con la reedición de García Márquez: Historia de un deicidio, la editorial Alfaguara recupera un trozo fundamental de la historia literaria del siglo XX. Son dos libros objetivamente importantes que además, releídos ahora, mantienen intactas sus virtudes: el detallismo del discurso, la tensión feliz de quienes se saben ocupando un lugar de excepción en el núcleo contemporáneo de su disciplina y, en el caso de Dos soledades, la fotografía de un momento muy concreto.
Dos soledades recoge una conversación pública que Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) y Gabriel García Márquez (Aracataca, 1927-México, 2014) mantuvieron en Lima, en septiembre de 1967, cuando el éxito inmediato y masivo de Cien años de soledad estaba en su apogeo. Se trata de un documento mítico que, como explica Juan Gabriel Vásquez en su inteligente prólogo, corrió fotocopiado durante décadas entre aspirantes a novelistas y estudiantes. Dada su brevedad, el editor Luis Rodríguez Pastor ha podido acompañarlo con una serie de testimonios, entrevistas de época, fotografías y paratextos (con firmas como la de José Miguel Oviedo, Abelardo Sánchez León, Abelardo Oquendo o Ricardo González Vigil); son añadidos curiosos, aunque no imprescindibles. La chicha sigue estando en esas dos voces principales definiéndose a sí mismas y tratando de definir al otro mientras encarnan la literatura de sus generaciones.
La obra escrita por Gustave Flaubert suscitó numerosas polémicas en la sociedad decimonónica europea. El arquetipo representado por su protagonista, sin embargo, permanece tan actual como entonces: el de la mujer que no acepta el lugar asignado.
Esther Peñas
14 de marzo de 2022
Ilustración de Fernando Vicente |
“Madame Bovary soy yo”, dijo Gustave Flaubert. Madame Bovary somos todos. Madame Bovary está en cada persona, lo que sucede es que solo ella tuvo el valor de ser fiel a sí misma al ir detrás de sus sueños, de su ideal sin mediar con la razón. Puro impulso romántico.
Javier Marías Ilustración de Fernando Vicente |
Javier Marías era tan discreto que se las arregló para morir en medio de la muerte real de la reina de Inglaterra, pensando tal vez que la noticia aparecería desapercibida en medio de la trompetería televisiva y periodística sobre la muerte de Isabel II. En esto se equivocaba, porque rara vez he visto yo tantos artículos sobre la muerte de una persona, como sobre la suya, en la prensa de España.
Ilustración de Fernando Vicente |
Lady Hester Stanhope,
la reina del desierto
Lady Hester Stanhope pagó cara su vena satírica, aunque también podría decirse que a ella debió indirectamente su leyenda y su fama. El periodo más satisfactorio de su vida fue el de los años en que vivió y estuvo al frente de la casa de su tío William Pitt, primer ministro de Jorge lV. AI parecer se convirtió en alguien imprescindible, por su discutible belleza, su conversación tan brillante como abrumadora y su capacidad para organizar y amenizar cenas políticas de muy altos vuelos. Sin embargo su inclinación por la sátira le creó tantos enemigos que a la muerte de Pitt, en 1806, se encontró con un gran vacío a su alrededor, si bien con la bolsa bastante llena: el Estado le concedió una generosa pensión vitalicia, es de suponer que para compensar en la sobrina los desvelos patrióticos del muy leal tío.
Arthur Rimbaud Ilustración de Fernando Vicente |
17 de enero de 2013
Si uno quisiera filmar una película de la vida de Arthur Rimbaud haría bien en comenzar con dos largas tomas que servirían como elementos básicos de la narración, pero también como claves simbólicas para ilustrar la gloria y la tragedia del poeta francés que murió en 1891 a los 37 años y que dejó de escribir a los 20.
Ilustración de Fernando Vicente |
Rudyard Kipling
El hombre que pudo ser rey
(“The Man Who Would Be King”)
Hermano de un príncipe y compañero de un mendigo ha de ser para ser digno.
Kipling / La puerta de los cien pesares
Establece textualmente la ley una justa norma de vida que no resulta fácil de cumplir. En más de una ocasión he compartido con un mendigo circunstancias que a los dos nos impedían concluir si el otro era digno. Aún me queda por ser hermano de un príncipe, aunque hubo un momento en el que estuve cerca de alcanzar este parentesco con un hombre que bien pudiera haber sido un auténtico rey y que me prometió la posesión de un reino, con su ejército, sus tribunales de justicia, sus impuestos y su gobierno al completo. Mucho me temo hoy que mi rey haya muerto, y si deseo una corona habré de procurármela yo mismo.
Malcolm Lowry Ilustración de Fernando Vicente |
Cuando Malcolm Lowry tuvo problemas durante su segunda estancia en México, en 1946, y en su intento por no ser expulsado del país preguntó al subjefe de Migración de Acapulco qué había contra él de su anterior visita en 1938, el funcionario sacó una ficha, la golpeó con un dedo y le contestó: «Borracho, borracho, borracho. He aquí su vida». La frase es tan brutal como exacta, aunque tal vez, en labios más compasivos, la palabra adecuada habría sido «calamidad», pues parece como si en efecto Lowry hubiera sido el escritor más calamitoso de la historia entera de la literatura, lo cual tendría indudable mérito habida cuenta de la tan nutrida competencia en ese campo.
19 de junio de 2022
Confieso que me inquieté mucho cuando oí que Javier Cercas iba a escribir una novela policial. ¿Quién le mandaba a uno de los mejores escritores de nuestra lengua, después de haber escrito esas obras maestras que son, entre otros libros suyos, “Soldados de Salamina”, “Anatomía de un instante” y “El Impostor”, escribir una de esas novelitas que tienen más de adivinanza y cálculo que de literatura?
Ilustración de Fernando Vicente |
He renunciado a encontrar el periódico francés que publicó el texto de los cinco profesores que protestaron contra mi elección a la Academia Francesa, pero reconozco que esa protesta era legítima. No así, sin embargo, que, según los periódicos peruanos, esos profesores me tacharan de “pinochetista”. Nunca lo fui. El mismo día del golpe de Pinochet, en 1973, lo ataqué duramente en la televisión francesa y debo haber firmado, además, cerca de veinte manifiestos protestando contra los crímenes cometidos por la dictadura chilena, a la que incluso fui a criticar a Santiago de Chile y a solidarizarme con sus adversarios.
Ilustración de Fernando Vicente |
Mario Vargas Llosa
Me encuentro en un café de La Recoleta con Juan José Sebreli, a quien siempre he respetado, incluso en una época de liberalismo frenético. La primera vez que nos vimos, en París, hace muchos años, tuvimos una discusión feroz sobre “Rayuela” de Julio Cortázar, a la que yo defendía y él atacaba, como un juego un tanto superficial. Debo reconocer que él tenía razón, y que el deslumbramiento que me producía esa novela ha perdido mucho de su prestigio en esta época, como todos los libros que, como los de Julio Cortázar, se dedicaban a jugar. Le digo que los libros de Cortázar, que me parecen más importantes ahora, son los de los cuentos fantásticos. No sé si él asiente.