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domingo, 18 de septiembre de 2022

Kipling / El hombre que pudo ser rey

Ilustración de Fernando Vicente


Rudyard Kipling

El hombre que pudo ser rey 

(“The Man Who Would Be King”)


Hermano de un príncipe y compañero de un mendigo ha de ser para ser digno.


Kipling / La puerta de los cien pesares


      Establece textualmente la ley una justa norma de vida que no resulta fácil de cumplir. En más de una ocasión he compartido con un mendigo circunstancias que a los dos nos impedían concluir si el otro era digno. Aún me queda por ser hermano de un príncipe, aunque hubo un momento en el que estuve cerca de alcanzar este parentesco con un hombre que bien pudiera haber sido un auténtico rey y que me prometió la posesión de un reino, con su ejército, sus tribunales de justicia, sus impuestos y su gobierno al completo. Mucho me temo hoy que mi rey haya muerto, y si deseo una corona habré de procurármela yo mismo.

Kipling, como un diamante ardiendo

Rudyard Kipling (1865-1936), en torno a 1900.
Rudyard Kipling (1865-1936), en torno a 1900.ADOC-PHOTOS (CORBIS VIA GETTY IMAGES)

Rudyard Kipling, como un diamante ardiendo

Su heredado colonialismo, sus triunfos y su popularidad hicieron emerger a un personaje clasista, antiguo o incómodo, que pasó de moda injustamente para lectores con almas cortas de aliento y de alegría

Javier Marías / Rudyard Kipling sin bromas



María Vela Zanetti
29 de noviembre de 2021


No hace mucho, una experta en arte indio me recriminó, en una charla distendida, que dijera “la India”, en lugar de lo que ahora es políticamente correcto: sólo India. Me explicó que, por ejemplo, no se dice “el París”, ni “la Francia”. Yo le respondí a carcajadas que sí se utiliza, en cambio, “los Estados Unidos” o “las Bahamas”. Quedó cabizbaja e insistió que ese “la” te hace pensar en un país remoto, fantástico, irreal, inferior y, en definitiva, poco moderno. Que usarlo resulta peyorativo y que es propio del colonialismo y del imperialismo de siglos pasados. Sobre los fascismos, que vuelven, no añadió nada.

Cuando Kipling hizo propaganda contra “el Diablo”



El escritor Rudyard Kipling, hacia 1915.

Cuando Kipling hizo propaganda contra “el Diablo”

Publicadas por primera vez en español las crónicas del escritor sobre la Guerra del 14

Manuel Morales
Madrid, 16 de noviembre de 2016

"El suelo estaba lleno de agujeros de bombas, algunos tan recientes como las madrigueras de topo en una mañana húmeda". Son palabras del escritor inglés Rudyard Kipling (Bombay, 1865-Londres, 1936), al servicio del Buró de Propaganda de Guerra del Gobierno de su país durante la masacre que sufrió Europa entre 1914 y 1918. Su misión fue mantener alta la moral de los soldados y hacer que las familias que enviaban a sus hijos al frente se sintieran orgullosos de ello porque estaban luchando contra “el Mal”, contra “bestias salvajes” a las que había que erradicar.

Kipling / Los niños de la selva siempre cruzan la frontera



Los niños de la selva siempre cruzan la frontera

Los libros de Kipling y su personaje Mowgli bebieron de una larga tradición que se remonta a Bizancio



Patricio Pron
13 de mayo de 2016

Aunque Rudyard Kipling creó a Mowgli en 1893 y le hizo protagonizar la mayoría de los cuentos que conformaron El libro de la selva y su continuación, El segundo libro de la selva (publicados en 1894 y 1895, respectivamente), una parte considerable del público sólo sabe de él lo que Wolfgang Reitherman decidió contar en el extraordinario y convenientemente suavizado filme de 1967. En el relato original, Mowgli es rescatado por la loba Raksha cuando sus padres lo pierden en la selva, bautizado por ella “rana” a raíz de su falta de pelaje, criado por los lobos y educado por la pantera Bagheera y por el oso Baloo. Pero a diferencia de lo que sucede en el filme, en la historia de Kipling Mowgli crece para matar al tigre Shere Khan, destruir un poblado humano con ayuda de sus aliados animales y, a pesar de ello, escoger definitivamente la vida civilizada incorporándose ni más ni menos que al servicio colonial británico.

Javier Marías / Rudyard Kipling sin bromas

Rudyard Kipling



Javier Marías

BIOGRAFÍA

Rudyard Kipling sin bromas


    Pese a lo muchísimo que viajó, la figura de RudyardKipling se asemeja a la de un recluso o un ermitaño. Nació en la India, trabajó como periodista, muy joven alcanzó la fama, visitó el Japón, Canadá, Estados Unidos, Brasil, Ceilán, Sudáfrica (por mencionar sólo lugares distantes), y sin embargo la impresión que transmite su personalidad es la de un individuo recatado y huraño, ensimismado y desdichado sin causa. Uno de sus poemas se tituló «Himno al dolor físico», y su alabanza se fundamentaba en la capacidad de ese dolor para borrar y anular el remordimiento, la pena y otras miserias del espíritu. El hombre parecía hablar con conocimiento de causa, por lo que cabe deducir que estaba desesperado. En otro de sus poemas, titulado «Los inicios», lo que se puede leer es una apología del odio, y por mucho que las circunstancias de la Gran Guerra contribuyan a explicarlos, los siguientes versos no dejan de producir cierto escalofrío: «No se predicó a la masa, / ni lo enseñó el Estado. / Nadie lo pronunció en voz alta, / cuando empezaron a odiar los ingleses». El propio Kipling reconoció en una ocasión que era perfectamente capaz del odio personalizado y lento para olvidar, lo cual no quiere decir, por suerte, que llevara a la práctica sus aborrecimientos, esto es, que se dedicara a maquinar venganzas: más bien, en armonía con el resto de su personalidad, rumiaba sus aversiones y las alimentaba sólo en su reconcentrado pecho.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Kipling / La puerta de los cien pesares



Rudyard Kipling
LA PUERTA DE LOS CIEN PESARES

Esto no es obra mía. El mulato Gabral Misquita me lo contó, entre la puesta de la luna y el alba, seis semanas antes de morir, y yo anotaba sus respuestas a mis preguntas. Como sigue:
Está entre el Callejón de los Caldereros y el barrio de los vendedores de pipas; a unas cien yardas, asimismo, a vuelo de cuervo, de la mezquita de Uazir Jan. Eso puedo confiarlo a cualquiera, pero lo desafío a encontrar la Puerta, por más conocedor de la Ciudad que se piense el hombre. Al callejón solíamos decirle "El Callejón del Humo Negro", pero se entiende que su nombre indígena es muy distinto. Un asno con la carga no podría pasar entre las paredes, y en un lugar, justo antes de llegar a la Puerta, una fachada muy sobresaliente hace que las personas vayan de lado.