Monuments men, la última película del actor y director George Clooney, basada en el libro de Robert M. Edsel, se centra en las aventuras en el norte de Europa y en Alemania de un pelotón de expertos del arte que luchan por recobrar todas las piezas secuestradas o destruidas por Hitler. “El arte es patrimonio universal, representa nuestra cultura, nos enseña quiénes somos”, explicó Clooney en la presentación de su último trabajo la semana pasada en el Festival de Berlín. Sin embargo, el actor no ha mostrado el mismo respeto por una obra tan universal como La última cena, de Leonardo da Vinci.
El artista y sus compañeros de reparto aprovechan su gira por Europa para fotografiarse con históricas obras de artes. El lunes, mientras se encontraban en Milán para el estreno de la cinta, Clooney y sus colegas se escaparon a la iglesia de Santa Maria delle Grazie para contemplar el fresco de Leonardo da Vinci, que ocupa una pared del antiguo comedor e inmortalizar el momento. En la imagen captada por la productora Fox y difundida por la agencia de noticias Ansa, aparecen diez hombres bien vestidos sonriendo ante los 12 apóstoles retratados por el genio florentino entre 1494 y 1498 mientras residía en la corte de los duques Sforza.
El problema es que los visitantes con menos fama y sin repercusión publicitaria tienen absolutamente prohibido sacar fotos en el refectorio. Y es que la pinturas se caracterizan por su particular delicadeza: necesitan controles constantes para que no se alteren la temperatura, la luz y la humedad de la habitación en la cual se conservan. El fresco de Leonardo sufre una vulnerabilidad aún mayor debido a que al pintor e inventor renacentista no utilizaba la técnica parietal. Él prefería dedicar más tiempo a su trabajo y experimentar con otras técnicas. Pero estas nunca fueron eficaces. Tanto el perdido Batalla de Anghiari, como La última cena, empezaron a estropearse al poco tiempo de ser terminados. Debido a esta fragilidad, los flashes de las cámaras, inventadas seis siglos después, resultan muy dañinos para la obra. Por eso, las fotografías les están vedadas a las masas de turistas, unos 500.000 en 2012, que acuden a ver la obra maestra de Milán.
Sin embargo, hay excepciones. De vez en cuando y previa autorización de la Superintendencia para los Bienes arquitectónicos, sí se puede fotografiar el fresco. Por ejemplo, para la publicación de libros de arte o de material informativo cultural. Ese fue el permiso que pidió la productora Fox para la visita de Clooney y sus compañeros de Hollywood. El superintendente Alberto Artioli les concedió el visto bueno y llevó personalmente al grupo de actores hasta donde se expone Jesús, rodeado por sus discípulos. “Creo que las fotos son un vehículo de comunicación extraordinario, que alcanza al público planetario", comentó la autoridad a Il Corriere della Sera. "Estas imágenes promueven La última cena en el mundo y sirven a Italia entera”, añadió el superintendente para justificar la excepción a la regla. Y detalló que la productora de Monuments Men reservó la visita y pagó el canon- cuya cantidad no se ha desvelado- que según la ley italiana debe abonar quien desea obtener imágenes del patrimonio artístico nacional.
La película de Clooney trata precisamente de la importancia de conservar este patrimonio. “Frente al fresco", declaró a Ansa el actor e íntimo amigo de Clooney, Matt Damon, "pensé en la escena donde los milaneses ponen en peligro su vida para defender esta obra. Pensé que mereció la pena”. El mismo tono emotivo empleó Clooney: “El arte hay que protegerlo a toda costa porque representa nuestra historia. Hitler robaba arte para destruir la cultura de las personas. Aprendimos de dónde venimos gracias a las incisiones en las cuevas: debemos recordarnos de eso”.
De momento, de lo que se acuerdan los italianos es del tiempo que se tardó en la restauración de la obra (de 1978 a 1999). Tampoco se olvidan de que, en julio de 2010, otra celebridad quiso tener un retrato junto al fresco de Da Vinci. Fue Silvio Berlusconi, entonces primer ministro, que también pidió todos los permisos habidos y por haber con tal de acompañar al presidente ruso Dmitri Medvedev y lucir una sonrisa orgullosa arrimado a su amigo llegado desde Moscú y ante los inmutables comensales de Leonardo.