El fenómeno Sally Rooney llega a España como avanzadilla de una nueva hornada de escritores que despuntan por su talento y su crudeza tras los estragos de la crisis
Hay una nueva generación de escritores recorriendo las calles de Dublín y no se parece a nada que la haya antecedido. Lo único que les une es que, por primera vez, no tienen que irse a ninguna parte para publicar. Si en los 90, Colm Tóibín y otros de su talla, como Roddy Doyle, tenían que cruzar el charco y plantarse en Londres para, después de vérselas con el sinfín de autores autóctonos, lograr publicar; en el mundo después de la crisis, no sólo no tienen que subirse a ningún ferry, sino que tampoco tienen que adecuarse a nada y pueden ser tan valientes como su literatura se lo pida. Ellos, se diría, siempre han estado ahí, y lo han estado todo el tiempo, sólo que hasta que no estalló la crisis y los enormes sellos empezaron a despedir a editores que decidieron que no tenían nada que perder y que iban a montar sus propios sellos y, también, sus propias revistas, para echar mano de todo aquello que no se estaba publicando, nadie les había escuchado.