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lunes, 2 de julio de 2018

Victoria Combalía / "Lo de Picasso con Dora Maar fue maltrato psicológico"




Victoria Combalía

Victoria Combalía

"Lo de Picasso con Dora Maar fue maltrato psicológico"

BIOGRAFÍA DE PICASSO


PAULA ACHIAGA | El Cultural, 09/09/2013

La comisaria y crítica de arte publica 'Dora Maar. Más allá de Picasso' (Circe Ediciones)



Tuvo la ocasión de entrevistar varias veces a la fotógrafa y amante de Picasso en 1993 cuando residía en París y de aquellas charlas surgió la primera exposición dedicada a Dora Maar (1907-1997). Fue en Valencia, en 1995, en la sede de Bancaja, poco antes de la muerte de la artista. Más adelante, en 2002, Victoria Combalía (Barcelona, 1952) organizó una tripe exposición que pudo verse en Barcelona (Tecla Sala), Múnich y Marsella. Pero no fue hasta 2010 cuando la crítica, comisaria y asesora de arte tuvo la oportunidad de acceder a más de 2.000 documentos que le descubrieron a otra Dora Maar. Ahora prepara ya una exposición de la fotógrafa para el Palazzo Fortuny de Venecia, pero esto será en marzo de 2014. Esta biografía que lanza Circe es el colofón de una intensa investigación y años de trabajo.

miércoles, 6 de junio de 2018

Dora Maar / La fiel amante que llora

Dora Maar y Pablo Picasso en la playa
Septiembre de 1937
Fotografía de Eileen Agar

Dora Maar

La fiel amante que llora


  • Fotógrafa, pintora y poeta fue una de las creadoras más interesantes del grupo surrealista hasta que Picasso entró en su vida. Aquellos seis años de relación fueron los más fructíferos en la vida de ambos y los más devastadores en la biografía de Dora. Tras su traumática separación pasó 50 años 'desaparecida'.


    ANTONIO LUCAS

  •  21/04/2015 


Para llegar hasta el fondo de Dora Maar hay que pasar por las tuberías de Pablo Picasso. Todo arranca en una escena que ya es leyenda. Una noche, en el café Les Deux Magots de París, el artista habla con el poeta Paul Éluard. Es invierno de 1936 y en una mesa cercana una joven de ojos hondos y boina en lo alto juega con una pequeña navaja a pespuntear el espacio que queda entre sus dedos enguantados sobre el velador. Cada vez más veloz. El recorrido con el acero no siempre es limpio y el guante acumula rastros de sangre. Picasso se acerca, le habla en francés y ella contesta en un español de filo argentino. Le pide una cita y ella le da en prenda el guante. No saben aún que ese encuentro inaugura en ambos un infierno nuevo.

Dora Maar / La mujer que llora


Picasso y Dora Maar (derecha)

Dora Maar
LA MUJER QUE LLORA



“Después de Picasso, Dios” Esta frase de la pintora y fotógrafa francesa Dora Maar, amante y víctima de Picasso explica bien lo que supuso el artista en su vida, una biografía que recupera ahora Zoe Valdés en “La mujer que llora” , la novela sobre el arte y el poder en las vanguardias de los años 30.

Dora Maar / Vida más allá de Picasso

Dora Maar, 1946
Foto de Michel Sima

Dora Maar

Vida más allá de Picasso


Una nueva semblanza de Dora Maar revela aspectos inéditos de la fotógrafa





Vida más allá de Picasso

Atractiva, seductora, pasional, culta, fotógrafa, pintora, amiga de Paul Eluard, André Breton, Yves Tanguy, Georges Bataille y amante de Pablo Picasso. Dora Maar (1907-1997) ha pasado a la historia como una de las mujeres que más amó al pintor, pero también como la víctima de sus muchas conquistas, de su abandono. Es la mujer del llanto, incapaz de superar el verse apartada por una nueva amante, Françoise Gilot, después de compartir su mundo a partir de 1936, durante diez años. Victoria Combalía ha buceado en su vida y el resultado es Dora Maar. Más allá de Picasso (Circe, 2103), una biografía en la que ha trabajado en los últimos veinte años —en 1993 mantuvo cinco largas conversaciones telefónicas con Maar— en la que afina mucho más su retrato, más allá del cliché, apareciendo una mujer inteligente, brillante y profesional “una de las fotógrafas más importantes de los años treinta”, con una vida propia anterior a la llegada de Picasso y que vivió una lucha titánica por conseguir “desengancharse” de él después de su separación.

martes, 5 de junio de 2018

Amores y naufragios / Picasso y Dora Maar

Picasso y Dora Maar


AMORES Y NAUFRAGIOS

Picasso y Dora Maar


“Yo no fui la amante de Picasso; 

sólo fue mi amo”

Dora Maar

Entre Dora Maar, fotógrafa y pintora, y Picasso se estableció un particular lazo de creación y destrucción, de amor y promiscuidad. Picasso no sólo fue el más grande pintor de su tiempo sino uno de los más mujeriegos.

La factura de la luz de Pablo Picasso



La factura de la luz de Pablo Picasso

El artista malagueño pintó con rapidez y, con mucha frecuencia, de noche el 'Guernica'


VICTORIA COMBALIA
5 AGO 2017 - 12:53 COT




Fotografía tomada por Dora Maar a Picasso en el taller del pintor durante la elaboración del 'Guernica'.
Fotografía tomada por Dora Maar a Picasso en el taller del pintor durante la elaboración del 'Guernica'.

Todo el mundo sabe que Picasso no tiraba nada. Facturas, notitas, billetes, cajitas de cerillas, pequeños objetos… todo lo guardaba, para satisfacción de los que investigamos su vida y su obra. Incluso existen cajas en los archivos de su museo parisino clasificadas por conceptos como “zapatos”, “papelería” “sastres”… Lo cierto es que hay aún muchísimo por descubrir en lo que respecta a Picasso.

Yo estaba intrigada sobre de quién era la propiedad del estudio de la rue des Grands Augustins, en donde el artista malagueño pintó el Guernica. Intrigada desde que leí un comentario en un libro de Fernando Martín Martín, comentario que según el autor procedía de José María Ucelay, quien, en 1937, era el Director General de Bellas Artes del Gobierno vasco. Según Ucelay (citado por Fernando Martín) , el lugar “era propiedad, en estos momentos, de los hermanos Labalette, principales constructores del pabellón español y lo utilizaban como almacén y depósito de materiales de construcción. Juan Larrea consiguió que se desprendieran de él, vendiéndolo al gobierno español, no sin antes acondicionarlo y habilitarlo para Picasso , el cual pasó desde entonces a ocuparlo en propiedad.”

lunes, 30 de septiembre de 2013

Dora Maar / La musa doliente


Dora Maar

Dora Maar, la musa doliente

Un libro reconstruye la enigmática figura de la fotógrafa y pintora, más allá de su relación con Picasso

ÁNGELES GARCÍA Madrid 8 SEP 2013 - 23:17 CET


Pablo Picasso y Dora Maar, fotografiados por Man Ray.
Cuando Pablo Picasso y Dora Maar se conocieron, ella tenía 29 años y él 55. Fue en París en el mítico café Deux Magots en 1936, poco antes del comienzo de la guerra civil española. Ella arrastraba una tormentosa relación con el filósofo Georges Bataille y con el actor Louis Chavance. Él, ya un dios indiscutido en todo el mundo del arte, seguía casado con la rusa Olga Khokhlova, madre de su hijo Paulo, y compartía casa con la sueca Marie-Thérèse Walter, madre de Maya. La pasión amorosa entre ambos estalló con tal furia que parecía que nada de lo que ocurría a su alrededor importaba. Como a sus anteriores (y posteriores) mujeres, Picasso la retrató decenas de veces. Era su modelo y su musa. Hasta que, en 1943, todo acabó. Él la sustituyó por Françoise Gilot mientras que Dora inició un descenso a los infiernos en una dolorosa caída durante la que recaló en hospitales psiquiátricos, con aplicación de electroschocks incluida, hasta terminar refugiada en la religión en su apartamento parisino, alejada y apartada de un mundo en el que durante unos años había sido una de sus reinas imprescindibles. Murió en 1997 completamente sola, a los 89 años
Aunque su personaje ha servido de inspiración literaria en varias ocasiones y algunos historiadores del arte se han aproximado a su vida, pocas certezas se tienen de ella al margen del tiempo durante el que estuvo vinculada al artista malagueño. La leyenda en torno a su persona ha ido creciendo con el tiempo hasta adueñarse de la realidad. Los enigmas son muchos y atañen a sus orígenes, a su valía como fotógrafa y pintora, a su peso dentro del Surrealismo, a su actitud política durante la guerra civil española y la Segunda Guerra mundial, a su locura. Victoria Combalía (Barcelona, 1952), historiadora y crítica, ha dedicado veinte años a desentrañar los muchos misterios que rodean la vida de la musa más desesperada de Picasso. El resultado de este trabajo es la biografía titulada sencillamente Dora Maar (Circe) en la que a lo largo de 358 páginas vuelca los descubrimientos obtenidos en más de 2000 documentos inéditos y las numerosas entrevistas telefónicas que Combalía mantuvo con Maar en 1994.
Dueña de unos deslumbrantes ojos claros cuyo color definía la luz del día, Dora Maar era una mujer de presencia imponente y porte elegante. Nacida en París en 1907 como Henriette Markovitch, era hija de un arquitecto croata y una madre francesa dedicada a la familia. La posición económica era elevada debido a los años durante los que el padre construyó numerosos edificios en Argentina. En ese tiempo, Dora aprendió español, una ventaja para su aproximación a Picasso.
Maar tuvo una gran preparación intelectual y artística, primero en la pintura y luego en la fotografía, por la que, desde muy joven, formó parte de los círculos más vanguardistas del París de los años 20 y 30. Combalía advierte en su libro que Dora Maar no es una de las muchas modelos que se acercan a Picasso para acabar siendo devoradas sexualmente por el artista. La investigadora mantiene que junto a la pasión enloquecida que ambos vivieron, hubo un entendimiento intelectual que Picasso no alcanzó con ninguna de sus muchas otras amantes.

A finales de los años 20, Maar formaba parte del círculo de los surrealistas. Era amiga y colega de Brassaï y de Cartier Bresson. Sus fotografías de personajes de perdedores y excluidos de la sociedad eran aplaudidas y valoradas entre los expertos.
Amante del mundo de la alta costura, se movía como pez en el agua en los ambientes de la alta burguesía y entre las mesas de los cafés que frecuentaban los artistas de toda índole. Ideológicamente simpatizaba con los partidos políticos de izquierda, aunque, a diferencia de Picasso, no llegó a militar en ninguno de ellos.
Su manera de entender la fotografía y su popularidad entre los surrealistas le sirvieron a Dora para entrar en la vida de Picasso. Muy segura de sí misma en aquellos años, Dora Maar llamó la atención del artista con una curiosa anécdota que Combalía cuenta en el libro y que también da pistas sobre el carácter masoquista de Dora. Ocurrió en el café Les Deux Magots. Ella se puso a jugar con una navajita que habitualmente llevaba en el bolso. Haciendo saltar la hoja entre los dedos, no detuvo el juego pese a que la sangre chorreaba por su mano. Picasso quedó hipnotizado y le pidió sus guantes moteados de sangre.
Con los guantes, Dora le entregó su vida.
Dedicada en cuerpo y alma a Picasso, Dora documenta con su cámara la compleja realización del mural más famoso del mundo: el Guernica. Su objetivo detalla la metamorfosis de los personajes que ocupan la tela, un trabajo por el que nunca llegó a cobrar nada, ni siquiera los derechos de reproducción que tan bien le hubieran venido en sus difíciles años posteriores.
Picasso
Ambos comparten amistades, veranos, viajes, trabajo y vida. Y especialmente sexo, algo en lo que Picasso parecía ser tan insuperable como en su pintura.
Pero mientras que para ella no había más mundo, él seguía viendo a otras mujeres. A sus anteriores amantes y a las nuevas. Y la bellísima y deslumbrante Dora pasó a ser la mujer desencajada, rota y llorosa que acabó ingresada en un psiquiátrico.
En 1943 Picasso se enamoró de Françoise Gilot y para Dora se acabó el mundo. La musa divina se convirtió en una loca a la que muchos fueron abandonando. Su amigo Paul Eluard fue una de las pocas excepciones entre los que mantuvieron su amistad hasta el final.
Con el paso de los años, Dora Maar volvió a la pintura pero muy esporádicamente a la fotografía. No se le volvió a conocer ninguna relación amorosa. Para sorpresa de muchos, abrazó el catolicismo con una intensidad que ya nunca abandonaría. Después de Picasso, solo Dios.
Lea, además



viernes, 24 de febrero de 2012

Dora Maar / Citas / Después de Picasso

Pablo Picasso
El jersey amarillo
Le chandail jaune
Dora Maar
Royan, 31 de octubre de 1939
Ginebra, Colección Heinz Berggruen
Dora Mar
CITAS
“Después de Picasso, sólo Dios.”

“Yo no fui la amante de Picasso; él sólo fue mi amo.”

“Este país no es para mí más que un poco de tierra.”


sábado, 26 de diciembre de 2009

Manuel Vicent / Todas las lágrimas de Dora Maar



Todas las lágrimas de Dora Maar

Pintora, fotógrafa, poeta, la amante de Picasso prestó sus ojos a su cuadro más famoso, el Guernica


MANUEL VICENT
26 DIC 2009

En el cuadro del Guernica aparecen cuatro mujeres entre los escombros del bombardeo, todas con la boca abierta por un grito de terror, las cuatro mujeres son la misma, Dora Maar, la amante de Picasso en aquel tiempo. Hay un detalle añadido: los ojos del toro erguido en el ángulo izquierdo también son los de Dora Maar, que en la realidad eran de un azul pálido y algún psicoanalista lacaniano sabrá explicar el significado de un toro con ojos de mujer, que a su vez son idénticos a los del guerrero, cuyo cuerpo se halla destrozado en la base del cuadro.
Picasso conoció a Dora Maar a principios de 1936. Su encuentro se ha convertido ya en una fábula excelsa de sadomasoquismo. Estaba el pintor una noche en el café Deux Magots de París con el poeta Paul Éluard y vio que en la mesa vecina una joven parecía entretenerse dejando caer la punta de una navaja entre los dedos separados de su mano enguantada, abierta sobre el mármol del velador. No siempre acertaba, puesto que el guante estaba manchado de sangre. El pintor se dirigió a ella en francés y la joven le contestó en un español gutural, la voz un poco ronca, temblorosa, con acento argentino. Después de una excitada conversación el pintor le pidió la prenda ensangrentada como recuerdo y ella le dio a Picasso no sólo el guante sino la mano y el resto del cuerpo, sin excluir su alma atormentada, no en ese momento, puesto que Picasso, presintiendo la tempestad amorosa que se avecinaba, echó tierra por medio y se fue a la Costa Azul, pero allí en casa de unos amigos comunes se volvió a encontrar con la mujer ese verano y ya no tuvo escapatoria. Bajo el esplendor mórbido del sol de Mougins, filtrado por los sombrajos de cañizo, sus cuerpos comenzaron a cabalgar en busca de la violenta alma contraria.
Dora Maar no era una neófita en esta batalla con los hombres. Venía de los brazos de Georges Bataille, rey de la transgresión erótica, con quien había experimentado todos los sortilegios de la carne. Según su teoría los burdeles deberían ser las verdaderas iglesias de París. Bataille, junto con Breton, lideraba el grupo surrealista de izquierdas Contre-Attaque, que se reunía en un ático muy amplio de la Rue des Grands Agustins, 7, y se había hecho famoso por el libro Historia de un ojo, una mezcla de pornografía y lirismo con aditivos de violencia, autodestrucción y ceguera: el ojo -huevo que se introduce en la vagina-. En ese mundo se movía Dora Maar, exótica, bella y radical, siempre coronada con sombreros extravagantes.
Dora Maar era pintora, fotógrafa y poeta, hija de madre francesa y de un arquitecto croata, instalado en París, que encontró trabajo durante algunos años en Argentina. Con ella atravesó Picasso los años de la Guerra Civil española y la ocupación nazi de París, desde 1936 a 1943, un tiempo en que el pintor vivía en medio de un vaivén de mujeres superpuestas. Su esposa Olga había sido suplantada por la dulce y paciente Marie Thérèse Walter, de la que le había nacido su hija Maya, y ese oleaje le había traído, como el madero de un naufragio, a Dora Maar, que tuvo que desplegar todas las artes para agarrar y no soltar los testículos de aquel toro español del Guernica, que según algunos críticos es el autorretrato del pintor.
A inicios del año 1937 el Gobierno de la República española le encargó un mural a Picasso para la Exposición Internacional de París, que iba a inaugurarse en el mes de mayo. El contrato lo formalizó el cartelista Josep Renau, director general de Bellas Artes, en un bistró de la Rue de Bôetie, sobre una servilleta de papel y después se fue a jugar al futbolín con Tristán Tzara. La tragedia española estaba en su apogeo. Picasso sólo quiso cobrar los materiales, el lienzo y las pinturas, que, por cierto, fueron de una evidente mala calidad, como demuestra el deterioro en que se encuentra la obra. Dora Maar conocía el ático de la Rue des Grans Agustins, donde había celebrado diversas ceremonias demoniaco-surrealistas. Se lo mostró a Picasso para que lo alquilara. El local era famoso porque Balzac había situado allí la novela La Obra Maestra Desconocida, que trata de la obsesión de un pintor por representar lo absoluto en un cuadro. Dora Maar pensó que en el local había espacio suficiente para trabajar en un cuadro de gran tamaño. Y en ese ático comenzó Picasso una doble lucha. Durante los primeros meses no se le ocurría nada. Comenzó a realizar bocetos en torno a una especie de tauromaquia en medio de la convulsión de los desastres de una guerra, mientras Dora Maar iba levantando acta con la cámara de los esfuerzos y arrepentimientos del artista. En unos bocetos el caballo relinchaba abajo, en otros el toro mugía de otro lado. Dora Maar era a la vez testigo y protagonista, puesto que su rostro de frente ovalada y grandes ojos como lágrimas se repetía en todos los intentos en distintas figuras femeninas. Picasso incluso dejó que su amante pintara algunas rayas.
Mientras el Guernica tomaba la forma definitiva, alrededor del lienzo se había establecido otra suerte de bombardeo, que causó una catástrofe amorosa. En el ático entró un día la dulce y paciente Marie Thérèse Walter y se enzarzó a gritos con Dora Maar. Con insultos que se oían desde la calle, le echó en cara el haberle robado a su amante, al que ella había dado una hija. A esta escena violenta de celos se unió Olga, la compañera legal, y mientras las tres mujeres gritaban, Picasso seguía alegremente pintando el Guernica, muy divertido. Esta reyerta explosiva se hizo famosa en el Barrio Latino. El día 26 de abril de 1937, cuando el cuadro ya estaba casi terminado, sucedió el espantoso bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor. En homenaje a esa villa bilbaína, donde se conservaban los símbolos de un pueblo vasco, Picasso tituló el cuadro con su nombre. A partir de ese momento el Guernica se convirtió en un cartel universal contra la barbarie.
La batalla la había ganado Dora Maar. Ese mismo verano de 1937 se les ve muy felices en las playas de Antibes en compañía de otros seres maravillosos, desnudos en sillones y hamacas, Nush y su marido Éluard, Man Ray y su novia Ady, bailarina de Martinica, Lee Miller y Rolland Penrose, Jacqueline Lamba y André Bréton. Jugaban a intercambiarse los nombres y las parejas a la hora de la siesta y el más vanguardista en el sexo también era Picasso, que, según contaba Marie Térèse, solía practicar la coprofagia con sumo arte.
Picasso ejerció sobre Dora Maar otra suerte de sortilegio a la manera de su antiguo amante Georges Bataille. La convirtió en La Mujer Que Llora: así aparece, erizada por el llanto en casi todos los cuadros en que ella le sirvió de modelo. Hasta su separación sumamente traumática Dora Maar fue la Dolorosa traspasada por siete navajas, que eran todas la misma que ella usaba el día en que se conocieron en el café Deux Magots, un símbolo del dolor de la guerra y del placer de la carne.
"Después de Picasso, sólo Dios", exclamó Dora Maar ante Lacan, el psicoanalista que la ayudó soportar el abandono del pintor. La mujer entró en una fase mística, se retiró del mundo, se encerró en su apartamento de París y sobrevivió un cuarto de siglo al propio artista. Murió en 1997, a los 90 años. En el Guernica sus ojos en forma de lágrimas se repiten en el toro, en el guerrero, en la madre que grita de terror con un niño muerto en los brazos, en la mujer que huye desnuda bajo las bombas, tal vez, desde un lavabo con un papel en la mano y en la que saca una lámpara por la ventana e ilumina todas las tragedias de la historia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de diciembre de 2009