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viernes, 23 de febrero de 2024

Escritores borrachos / Qué resaca

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Fotografía: Mislav Marohnić (CC).

Qué resaca

Cuando despiertas sientes un funeral en la cabeza, como en aquel verso de Emily Dickinson. No hay nadie en ese velatorio, salvo tú, que eres el muerto, harapiento y náufrago, como en aquella novela de Juan Rulfo. Te palpas los bolsillos del pijama en busca de un grifo. Pagarías por que manase agua fría de la lámpara que hay en la mesilla de noche. La lengua te pesa dentro de la boca como un diccionario de sinónimos. Cuando consigues despegarla pesadamente, como si empujases un coche que no arranca, solo articulas una perogrullada. Chirría igual que una bisagra oxidada, pero aun así, es una rotunda y bella frase: «Uff, qué resaca». Hay que manejarla con cuidado. Es dinamita y puede explotar. En cierto sentido, la resaca no es sino una mina antipersona que acabas de pisar. Oyes el clic. Es un sonido inconfundible, como la Novena Sinfonía, ante el que te quedas quieto, para no precipitar tus cenizas. Pero tú sabes que el futuro ya pasó.

jueves, 20 de julio de 2023

Martin Amis retrata a Philip Larkin

 

Martin Amis
Martin Amis

Martin Amis retrata 

a Philip Larkin

22 de abril de 2022
Pedro B. Rey

No a todo el mundo le gusta lo que escribe Martin Amis, como lo prueba al menos la crítica inglesa. La animadversión contra su última novela Inside Story (2020) mostró reparos múltiples y coloridos: se señaló que mal se podía llamar novela a una serie de fragmentos autobiográficos en desorden, se le marcó el destrato de los personajes femeninos –en particular de uno imaginario– y se apuntó la mira contra los consejos que intercala sobre cómo utilizar el idioma y emprender la definitiva guerra contra el cliché.

jueves, 17 de noviembre de 2022

Martin Amis / Manantial Updike


John Updike
David Levine


Manantial Updike

He oído insinuaciones de que tanta prodigiosa actividad se debe a una envidiable patología denominada "presión sobre el córtex". Se asemeja a tener en el interior un manantial subterráneo que no para de brotar. El conjunto de su obra es enorme. Y le convierte en uno de los grandes novelistas del siglo XX.

domingo, 8 de octubre de 2017

Kazuo Ishiguro / De la lista ‘Granta’ al olimpo sueco



Kazuo Ishiguro

De la lista ‘Granta’ al olimpo sueco

Compañero de la generación de Amis, McEwan y Rushdie, Ishiguro es el primero en lograr el premio Nobel de Literatura



VALERIE MILES
Barcelona 5 OCT 2017 - 17:48 COT







Portada de la revista 'Granta' del número con los mejores novelistas británicos.
Portada de la revista 'Granta' del número con los mejores novelistas británicos.


Kazuo Ishiguro tiene el honor de ser el primer escritor en alzarse con el Nobel entre los de la primera y ya célebre lista de la revista Granta de los mejores jóvenes narradores británicos. Fue en 1983, cuando este contaba 29 años. Compartió lista con Shiva Naipaul, el hermano pequeño del Nobel de Trinidad y Tobago, V. S. Naipaul. Shiva desgraciadamente murió prematuramente en 1985, justo cuando su prestigio estaba en alza.

Kazuo Ishiguro / Ish para los amigos

Fiesta de los 30 años de Anagrama en Londres en el jardín de la casa de Christopher y Koukla MacLehose en 1999. Desde la izquierda, Jimmy Burns, Martin Amis, Julian Barnes, Graham Swift, Laurence Worfolk, David Lodge, Russell Lucas, Pankaj Mishra y Hanif Kureishi. Agachados, Kazuo Ishiguro, Jorge Herralde y Vikran Seth.

Kazuo Ishiguro

Ish para los amigos

¡Qué inesperada y enorme alegría! El premio distingue a un autor apartado de los circuitos literarios, que nos pilla con sus obras a contrapié


JORGE HERRALDE
5 OCT 2017 - 16:55 COT



¡Qué inesperada y enorme alegría! El premio a un escritor tan singular, tan apartado de los circuitos literarios de modas y tendencias, que había tardado siete años en publicar su última novela, El gigante enterrado, acogida con una admiración algo estupefacta: de nuevo Ishiguro, cambiando de registro, nos había pillado a contrapié.

jueves, 30 de junio de 2016

Marcos Ordoñez / Maldito Martin Amis

Martin Amis
Maldito Amis

Me parece una autoridad. Lo que sabe este hombre, qué envidia me da


Marcos Ordoñez
7 de octubre de 2015

Leo una entrevista con Martin Amis en el Jot Down del domingo. Muy buena entrevista. Hacia el final, estas líneas me pegan un macetazo: “La edad diluye a los escritores. El peor de todos los destinos trágicos es perder la habilidad de impartir vida a tus creaciones (tus creaciones, en otras palabras, ya nacen muertas)”. Tremendo párrafo. Un poco ególatra, si me permiten. ¿El peor de todos los destinos trágicos? Se me ocurren tres infinitamente peores: la pérdida de un ser querido, un cáncer sin remisión, la borradura del alzhéimer. Espero que Amis no entienda "destino" en el sentido helénico de predeterminación. También me fastidia un poco lo de "tus creaciones". Muy pomposo me suena eso. Muy teatral. En Francia lo vi escrito por vez primera. Allí no dicen (o muy poco) "spectacle", dicen "création". En el programa del festival de Avignon de cada año hay más "créations" que en la isla del doctor Moreau. Pues eso: que en vez de "tus creaciones" preferiría "tu mirada", lo que haces a la hora de escribir con tu mirada, con tu imaginación, con tu memoria.

Martin Amis / El fracaso de la ficción

Martin Amis

Martin Amis

El fracaso de la ficción


JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
12 ENE 2016 - 17:48 COT

¿Por qué naufraga la última novela de Martin AmisLa Zona de Interés, traducida por Jesús Zulaika para Anagrama? Por lo mismo que naufraga casi toda ficción novelesca sobre el Holocausto: los testimonios de los que lo vivieron tienen tanto voltaje literario que poco le queda que añadir a la imaginación destilada en palabras. Godard llegó a decir que el cine no cumplió con su deber al no filmar los campos de concentración, pero puede que ese incumplimiento haya sido su salvación.

Martin Amis / Holocausto con humor (y amor)


Martin Amis
Holocausto con humor (y amor)

Martin Amis logra risas con su manejo de la sátira en una novela distinta en un campo de exterminio


Carlos Zanón
Madrid. 1 de octubre de 2014

“Si lo que estamos haciendo es bueno ¿por qué huele tan mal?”, se pregunta uno de los personajes de la nueva novela de Martin Amis (Swansea, 1949). Un trabajo que viene, como es ya de rigor mediático, con la polémica necesaria para que no pases las hojas de cultura a golpe de bostezo. Una controversia que, una vez leído el libro, uno no acaba de entender. La Zona de Interés ha sido elogiada en Gran Bretaña y EE UU como la vuelta del mejor Amis. Cierto, aunque el peor Amis siempre suele ser más que el mejor de muchos otros. En 1991 con La flecha del tiempo ya entró, aunque fuera de modo indirecto, en este territorio del Holocausto. Aquí lo pone frente a nosotros de una manera fascinante y ese uno de los logros.

martes, 28 de junio de 2016

Martin Amis / El holocausto como polémica literaria

Martin Amis

Martin Amis

El Holocausto como polémica literaria

La negativa de las editoriales alemana y francesa de Martin Amis a publicar su nueva novela, una sátira sobre la Shoah, reabre el debate sobre los límites de la creación


Winston Manrique Sabogal
Madrid, 1 de octubre de 2015


La controversia por el Holocausto en la literatura ha vuelto. Y con ella algunas preguntas eternas: ¿Las ideas políticas, religiosas o morales están por encima del arte? ¿Es lícito abordar cualquier tema? ¿O depende del enfoque? Planean estos interrogantes ahora debido a la última novela de Martin Amis, The Zone of Interest (La zona de interés), que trata el Holocausto a través de la mirada de tres comandantes nazis entre el humor y el sarcasmo. Ha recibido buenas críticas en Reino Unido, pero sus editoriales tradicionales de Alemania (Hanser) y Francia (Gallimard) han decidido no publicarla. No hablan de vetos, represalias o censura, sino de cuestiones de calidad y económicas.
Finalmente, en Francia el libro lo publicará Calmann-Lévy, la misma que hace siete años rechazó otra obra polémica: Las benévolas (RBA), de Jonathan Littell. En Alemania nadie se anima con el nuevo Amis... todavía. Y en España lo hará su editorial de siempre: Anagrama, en otoño de 2015. No es la primera vez que el autor inglés aborda este tema. Ya lo hizo en 1991 con La flecha del tiempo y en sus memorias, Experiencia, donde señala la importancia del genocidio judío en su cosmovisión creativa.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Javier Cercas / La política del poder



La política del poder

JAVIER CERCAS 24 OCT 2004

En 1910, un adversario político de Lenin dijo de él que no se podía tratar con un hombre que "está con la revolución las veinticuatro horas del día, que no tiene en la cabeza más que ideas sobre la revolución y que ni siquiera cuando duerme sueña con otra cosa que con la revolución". Años después, Nikita Jruschov declaró ante un vitoreante público de miembros del Partido Comunista que "un bolchevique es una persona que se siente bolchevique incluso cuando duerme". Tomo las dos citas de un libro aterradoramente hilarante: Koba el temible, de Martin Amis. Amis sostiene que los bolcheviques eran fanáticos que aspiraban a que la política estuviese en todas partes y en todo momento, a que fuese un elemento omnímodo y omnipresente en la vida cotidiana de los ciudadanos; en suma: aspiraban a la politización del sueño. Lenin no satisfizo del todo esa aspiración; Jruschov tampoco. Quien sí lo hizo fue Koba el Temible, o sea, Stalin. Resultado: la conversión de los ciudadanos en súbditos, uno de los regímenes políticos más bárbaros de la historia y 20 millones de muertos.
Desde hace tiempo, uno tiene la impresión de que aquí también están tratando de politizar nuestro sueño. Nos despertamos y ponemos la radio: política; vamos a comer y abrimos el periódico: política; mientras cenamos miramos de reojo la televisión: política. Política avasalladora, omnipresente y omnímoda. La cantidad de horas que los medios de comunicación españoles dedican a la política es fabulosa. Los políticos, por supuesto, están contentísimos: ahí les tienen, todo el día en el candelero, exhibiéndose a tiempo completo como reinas de la belleza o estrellas mediáticas, cuando en realidad deberían comportarse como discretas asistentas, esas eficacísimas señoras que nos limpian la casa para que nosotros podamos dedicarnos a las cosas serias de la vida: a follar, a jugar con los niños, a leer, a ir al cine. Pero nuestros políticos no se conforman con hacer política incluso cuando duermen; quieren que la hagamos también nosotros: quieren politizar nuestro sueño. Quien no accede a ello, quien se niega a alinearse con unos o con otros, quien ingenuamente quiere mantener su independencia, es acusado sin falta de frívolo, de ambiguo, de irresponsable, de cobarde o de las cuatro cosas a la vez. El resultado es que nuestra clase política propende peligrosamente al fanatismo; de esta propensión se derivan sus dos defectos más aparatosos: la intolerancia y el sectarismo. Intolerancia: si alguien discrepa de mí, no lo hace porque piense que mis ideas son un error, sino porque es un cabrón, y su discrepancia, una forma velada de agredirme. Sectarismo: si el partido rival hace una cosa, hay que declarar que está mal hecha, aunque uno sepa que está bien hecha; si mi partido hace lo contrario, hay que declarar que está bien hecho, aunque uno sepa que está mal hecho.
Pero me estoy equivocando de palabra: la palabra no es política; es poder. Dice George Santayana que un fanático es quien redobla sus esfuerzos conforme olvida sus objetivos. Cada vez más propensos al fanatismo, muchos políticos españoles tienden a olvidar que su objetivo debería consistir en trabajar para que los ciudadanos podamos dedicarnos a follar, a jugar con los niños, a leer, a ir al cine; pero siguen redoblando sus esfuerzos. ¿Para qué? Para conseguir el poder. La palabra no es política: es poder. El político medio español parece aspirar a estar con el poder las veinticuatro horas del día, no tener en la cabeza más que ideas sobre el poder y no soñar con otra cosa más que con el poder. El 95% del tiempo abrumador que en teoría se dedica en la radio, la prensa y la televisión a hablar de política se dedica en realidad a hablar del poder. Poder y política no son lo mismo; no hay política sin poder, pero sí poder sin política: ese poder misérrimo, huérfano y desesperado que nuestros políticos conservan en un mundo cada vez más globalizado en el que cada vez tienen menos poder real. Pero ahí siguen, preocupados únicamente por él: por cómo alcanzarlo, por cómo recuperarlo, por cómo aumentarlo, olvidando por completo para qué sirve. Es lógico que se hable tanto de la política del simulacro, pero más lógico sería en nuestro caso hablar de un simulacro de política. Porque, en vez de ocuparse de salir en la tele y de politizar nuestro sueño, lo que de una puñetera vez deberían hacer los políticos es dejar de hablar del poder y empezar a hablar de verdad de política; y luego hacerla. A lo mejor entonces nosotros también nos sumaríamos a la discusión. Mientras tanto, por favor, no nos vengan con la monserga chantajista de que criticar a la clase política es una forma de desprestigiar la política y de socavar la democracia; quienes socavan la democracia y desprestigian la política son los políticos que confunden la política con el poder. Aquí y ahora, en esto como en todo, Nicanor Parra sigue teniendo razón: "La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas". Sabemos cuál fue el resultado de la politización del sueño; ya veremos cuál será el de la política del poder.





martes, 17 de junio de 2014

Christopher Hitchens / El despacho del abogado del diablo



Christopher Hitchens

El despacho del abogado del diablo

Cuando su amigo Ian McEwan lo visitó en el hospital, Christopher Hitchens había convertido su habitación en una sala de lectura

     

Los escritores Ian McEwan, Christopher Hitchens y Martin Amis.
¿Quién te crees que eres? Christopher Hitchens solía decir que esa es la pregunta que tarde o temprano le tocará oír a todo el que se aparte de la opinión dominante, por lo que recomendaba responder con otra pregunta: ¿Quién quiere saberlo? Erudito en el fondo y brillante en la forma, con ese punto de falsa ingenuidad y chulería auténtica que salpimenta el mejor ensayismo, Hitchens era uno de los grandes escritores anglosajones de no ficción de las últimas décadas. Para comprender lo que significaba para las letras inglesas bastaría recordar que cuando murió —el 15 de diciembre de 2011, a los 62 años— el conservador The Times le dedicó un editorial en el que comparaba su influencia en Washington con la de Tocqueville mientras el progresistaThe Guardian le reservó la fotografía de portada —a cuatro columnas— y seis páginas interiores. Todo un gesto en una tradición que suele despedir a sus ilustres con una impecable pero solitaria necrológica.
En aquella ocasión, la foto acompañaba un emocionante artículo de Ian McEwan en el que el autor de Expiación recordaba la última visita a su amigo en un hospital de Houston. La mera descripción del modo en que Hitchens había colonizado la aséptica habitación en la que se trataba de un cáncer de esófago es el mejor retrato de un lector omnívoro que alardeaba de escribir mil palabras “publicables” al día y que dedicó libros demoledores a personajes éticamente dudosos como la Madre Teresa de Calcuta. Pese a lo jocoso del título -La postura del misionero-, la prueba de la seriedad de ese trabajo es que durante el proceso de beatificación de la monja albanesa el gran provocador fue convocado por el Vaticano en calidad de abogado del diablo.
Si el ensayo Dios no es bueno —un alegato contra las religiones— lo convirtió en eso que llaman figura mediática, sus memorias le garantizan un lugar en la historia de la literatura. Hitch-22 es, de hecho, una de esas obras a las que cuadra perfectamente la vehemente recomendación de Lichtenberg: quien tenga dos pantalones que venda uno y compre ese libro. Vale también para las faldas y hay traducción al castellano, en Debate, a cargo de Daniel Gascón.

"Los amigos son la disculpa que nos ofrece dios por habernos dado
a nuestros parientes"
Cuando McEwan llegó a Houston, su amigo recibía regularmente morfina contra el dolor pero se aplicaba en redactar la reseña de una nueva biografía de Chesterton. Cuando vio que el recién llegado llevaba en la maleta el último ensayo de Peter Acroyd se lo pidió prestado y dedicó unos minutos a glosar con pasión su obra completa. Al terminar dijo “hola”. En aquella habitación no se hablaba de salud sino de política y de literatura. Hitchens la había transformado en una mezcla de despacho y sala de lectura en la que su memoria inagotable pasaba de los versos de Philip Larkin a los de James Fenton y de estos a las relaciones entre Alemania y Turquía a raíz de una reciente relectura deLa montaña mágica.
Desde que tuvo noticia de su enfermedad, Hitchens escribió sobre ella en su columna de Vanity Fair. De allí salió más tarde el libro Mortalidad (también en Debate), lúcido y crudo pero atravesado por el mismo sentido del humor que el resto de su obra: “¿Viviré para leer —si no escribir— las necrológicas de viejos villanos como Henry Kissinger y Joseph Ratzinger?”, se pregunta. Cuando el tratamiento le hace perder seis kilos apostilla: “Por fin delgado”. La fama de Hitchens se disparó con la publicación de Dios no es bueno, de ahí que dedicara un capítulo a la capacidad curativa de la fe cuando supo que el 20 de septiembre había sido designado Día Universal de Oración por Hitchens. Ese capítulo es un ejemplo de agudeza y escepticismo. También de respeto por aquellos que habían convocado la jornada, entre los que había religiosos con los que había debatido ferozmente desplegando una batería de argumentos científicos y filosóficos que matizaban otro que le hizo célebre: “Lo que se afirma sin pruebas puede refutarse sin pruebas”.
La irreductibilidad de Hitchens respecto a la religión es comprensible si se piensa que uno de los motores de su gran best seller fue la rabia ante la tibia actitud de muchos teólogos e intelectuales tras la fetua del ayatolá Jomeini contra su amigo Salman Rushdie, al que llegó a alojar en secreto en su casa durante los años de mayor amenaza. Rushdie fue uno de los participantes en el homenaje póstumo que se celebró en Nueva York en abril del año pasado. Allí le acompañó una veintena de amigos y admiradores de Hitchens entre los que estaban Tom Stoppard, Sean Penn, Anna Wintour, Martin Amis y, por supuesto, McEwan. Los dos últimos le han dedicado sus novelas más recientes: Lionel Asbo y Sweet Tooth. No es la primera vez. Hitchens estaba especialmente orgulloso de ello, por eso en sus memorias recogió con sorna una frase sin precio: “Los amigos son la disculpa que nos ofrece dios por habernos dado a nuestros parientes”.
Hablando de parientes elegidos, Mortalidad se cierra con un precioso postfacio de Carol Blue, la esposa de Hitchens, cuyo carácter se resume bien en la anécdota que Martin Amis cuenta en Experiencia, su propio libro de memorias (otro por el que merece la pena sacrificar un pantalón). El día que iba a presentarle a su padre, el escritor Kingsley Amis, Blue le pidió consejo sobre cómo actuar ante alguien con fama de conservador tronante. Martin respondió con un consejo triple: “No digas nada que suene a izquierdista”. Ella estuvo de acuerdo. Más tarde: “No digas demasiado de nada”. Lo mismo. Finalmente: “Mejor no digas nada de nada”. De acuerdo igual. Hechas las presentaciones, Carol Blue se lanzó a ponderar por extenso la alta tasa de alfabetización de Cuba. Eran tal para cual.



Christopher Hitchnes / Memorias del gran bocazas



Christopher Hitchens

Memorias del gran bocazas

Christopher Hitchens repasa su vida de impenitente polemista en 'Hitch-22'


Christopher Hitchens (1949), de quien se publican en España sus memorias, Hitch-22 (Debate), es un bicho raro y conviene saberlo antes de enfrentarse a él: un señor de izquierdas, bebedor profesional, admirador de Trotsky, azote de Noah Chomsky y Michael Moore. Capaz de presentarse voluntario a una sesión de tortura (el famoso waterboarding, una simulación de ahogamiento que el Gobierno de George W. Bush reconoció haber utilizado con profusión) para saber qué se sentía o de ser invitado a un congreso de los laboristas británicos para acabar hablando a favor de la guerra de Irak y apelando a la valentía de los demócratas.
Hitchens es, posiblemente, el polemista más temido del mundo, atacado por ambos flancos por predicadores, evangelistas y conservadores así como por pensadores y teóricos de todo tipo y pelaje, especialmente en Estados Unidos, país donde aterrizó en 1981 cansado de su Gran Bretaña natal y de la pereza de sus partidos políticos. Articulista incansable con una monumental base cultural, el inglés reflexiona enHitch-22 sobre el suicidio de su madre o la gélida actitud de su padre, además de repasar una vida que le ha llevado desde la legendaria Ruta 66 a las montañas de Afganistán pasando por Irak, la España de la transición, Irán o los lodos de la Argentina de Videla.

En 2010, al autor le fue diagnosticado un cáncer contra el que aún lucha
Por sus páginas van desfilando los rostros de sus colegas Ian McEwan y Martin Amis, así como nombres fundamentales de la literatura (Borges) o hermanos de sangre del escritor, como Salman Rushdie, uno de los hombres que cimentó en Hitchens una furibunda vocación antirreligiosa (especialmente cuando altos miembros de la jerarquía católica y protestante justificaron la fetua contra Rushdie por sus Versos satánicos apelando al concepto de "blasfemia").
El autor fue también un martillo contra Bill Clinton: declaró en el proceso para echarle de la Casa Blanca. También se postuló como uno de los máximos defensores de la invasión de Irak, lo que le enfrentó con la influyente izquierda estadounidense.
Calificado en multitud de ocasiones de "disidente", definición que Hitchens rechaza a favor de otro epíteto -más acertado, según él-, el de "mosca cojonera", si algo se le reconoce unánimemente es su talla intelectual: licenciado en Filosofía, Ciencias Políticas y Economía por la Universidad de Oxford, su precisión y profundidad tanto en su labor de ensayista como en la de periodista y entrevistador, hacen del británico una de las plumas más destacadas de las últimas tres décadas.
Su impresionante volumen Amor, belleza y guerra (editado también por Debate), que aúna artículos realizados para publicaciones comoNational Geographic, Vanity Fair o The Nation, es una auténtica delicia donde pueden leerse, por ejemplo, piezas como la dedicada a la Madre Teresa de Calcuta. La religiosa, uno de los objetivos preferidos de Hitchens junto a Henry Kissinger, es la protagonista en off de un relato en el que el autor recuerda cuando el propio Vaticano le entrevistó como "abogado del diablo" (una institución que servía para que los detractores pudieran expresar su opinión en los procesos de beatificación y santificación y que fue abolida por Juan Pablo II en 1996).The missionary position: Mother Teresa in theory and practice es el título del provocador libro sobre la figura, nunca publicado en España, que fue la semilla de Dios no es bueno (Debate), una suerte de biblia del ateísmo que Hitchens publicó en 2008.
Hitch-22, que juega con el título del clásico de la literatura estadounidense Catch-22 (Trampa 22), de Joseph Heller, se lee como una novela a partes ácida y a partes nostálgica que retrata a un tipo excepcional en su inquebrantable voluntad de cuestionarlo todo. El propio autor no podía prever que en junio de 2010 debería interrumpir la promoción de sus memorias por culpa de un agresivo cáncer de esófago contra el que lucha desde entonces. Atrás quedan sus juergas alcohólicas y su pasión por el humo, pero la mosca cojonera, que quede claro, sigue ahí.


sábado, 14 de junio de 2014

Martin Amis / Lo mío es crear monstruos masculinos


Martin Amis: 

“Lo mío es crear monstruos masculinos”

Se edita en español "Lionel Asbo". El estado de Inglaterra’, la última obra del escritor británico, uno de los más destacados novelistas de su generación

El controvertido autor recibió a EL PAÍS en su casa de Nueva York



El escritor británico Martin Amis, fotografiado en su piso de Nueva York. / PASCAL PERICH
En Lionel Asbo, su novela más reciente, Martin Amis (Oxford, 1949) clava una mirada despiadada en el Londres de hoy, de manera semejante a como lo hizo cuando radiografió la ciudad en obras comoÉxito (1984) y Campos de Londres (1989), dos de sus novelas más celebradas.
El subtítulo, El estado de Inglaterra, responde a la intención de hacer extensivo su ácido análisis a la totalidad del país, cosa que, inevitablemente levantó ampollas. Divertidísima, de una potencia narrativa y una capacidad de invención lingüística a la altura de los mejores momentos de su trayectoria, la novela número 13 de Martin Amis hunde sus raíces en una tradición dickensiana que conjuga una sagaz capacidad de observación con un humor y una ferocidad satírica en deuda directa con el mismísimo Swift.
Lionel Asbo ha despertado reacciones de signo muy encontrado por razones no necesariamente de orden literario. No es otra la labor del novelista, pero no a todo el mundo le gusta que se aireen con tanto desenfado las lacras de una nación que Amis no se cansa de decir que hace mucho que entró en un declive irreversible.

En esta novela hay brutalidad, pero también hay delicadeza”
Asombra ver que, cuatro décadas después de despertar la admiración de sus compatriotas con la publicación de su primera novela a los 24 años(Los papeles de Rachel, 1974), Amis conserva intacto su poder de fabulación. La formidable mezcla de fallos y aciertos que es su obra incluye varias novelas magistrales (entre ellas Dinero, 1984; La información, 1995; Tren nocturno, 1998, y Perro callejero, 2003), un magnífico libro de memorias (Experiencia, 2000), así como numerosos ensayos políticos y literarios. Entre los primeros abundan los de carácter polémico, como los reunidos bajo el título de Terror y aburrimiento(2008), cuyo tema son los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Sus ensayos literarios destacan por su profundidad y brillantez. Martin Amis tiene la rara habilidad de suscitar, a partes iguales, adhesiones entusiastas y críticas virulentas. Lionel Asbo no es una excepción. La novela está dedicada a Christopher Hitchens, polemista genial y gran amigo de Martin Amis, fallecido poco antes de que el libro viera la luz.
La entrevista tiene lugar en su casa de Cobble Hill, en Brooklyn, donde Amis reside desde hace varios años. Un destello difícil de interpretar se asoma a la mirada del escritor cuando se le pide que hable de Hitchens. “Christopher fue alguien muy importante para mí”, dice mientras descorcha una botella de vino blanco. “Nos conocimos en Oxford, cuando teníamos 20 años, y cuando falleció yo estaba en la habitación con él y toda su familia. Aunque escribía sobre temas políticos, tenía un inmenso talento literario. Estos días lo vuelvo a tener muy presente, porque estoy escribiendo una novela autobiográfica en la que él ocupa un lugar importante. Para mí era más que un hermano. Tal vez la mejor manera de describir nuestra relación sea decir que éramos un matrimonio gay no consumado. Su amor por la vida era contagioso”.

Hitchens y yo éramos casi un matrimonio gay no consumado”
La segunda sombra que ha gravitado siempre sobre la figura de Martin Amis es la de su padre, Kingsley, uno de los escritores ingleses más notables de su tiempo, autor de seis colecciones de poesía y 20 novelas, entre muchas otras obras. Lo milagroso es que, en contra de lo que hubiera cabido esperar, Martin Amis nunca tuvo necesidad de matar a su padre a fin de tener vida propia como escritor. “Nuestras relaciones no fueron nada problemáticas, al revés. Hitchens, que se llevaba fatal con su padre, decía que éramos el modelo ideal de relación paterno-filial. EnExperiencia glosé ampliamente su figura, que vuelve a aparecer con fuerza en la novela autobiográfica que tengo ahora entre manos”.
Amis apenas había hablado del proyecto, que define como “una obra que discurre en los intersticios entre la vida y la ficción”. Lo que sí se sabía era que estaba escribiendo una segunda novela sobre el Holocausto. “Ya la he terminado”, se apresura a afirmar. “Saldrá el próximo otoño. No tiene nada que ver con lo que hice en La flecha del tiempo”.
En aquella novela, publicada en 1991, el tiempo transcurre al revés, del presente al pasado, provocando el espejismo de que es posible “deshacer” el genocidio. “En Zona de interés llevo a cabo una exploración muy distinta de lo que ocurrió entonces. No hay experimentos formales. Es realismo social en estado puro. Zona de interés es la expresión que utilizaban los nazis para referirse a Auschwitz y su entorno. Cuando hablaban de interés”, aclara, “lo hacían en sentido económico; con el paso de los años mi incredulidad acerca de todo aquello ha ido en aumento, por eso he vuelto a escribir sobre el Holocausto”.

Algunos críticos creen que no puedo escribir sobre la clase trabajadora”
Una de las críticas formuladas contraLionel Asbo es que Martin Amis parece haber cambiado como escritor, adentrándose en un terreno que antes no había transitado. “No es así. Lionel Asbo está en la línea de lo que he hecho siempre. He vuelto a hacer lo que se me da mejor: crear un monstruo masculino. Hay brutalidad, sí, pero también delicadeza. Asbo, el protagonista, me cae bien. Lo adoro. A su manera es un gran tipo. Hay un momento clave, cuando Asbo, que es un criminal en toda regla, gana la lotería y se convierte en una celebridad y sale en los tabloides, algo que en Inglaterra ocurre con relativa frecuencia, por la sencilla razón de que quienes más juegan a la lotería son los criminales. En la novela eso da lugar a una serie de escenas hilarantes”, explica el autor. “Cuando estaba a punto de terminar me di cuenta de que había escrito un cuento de hadas moderno, un cuento de hadas cuyos protagonistas pertenecían a la clase trabajadora, y eso sí que ha molestado a algunos críticos, que opinaban que yo no tenía ningún derecho a escribir sobre gente así, lo cual es asombroso, porque es algo que he hecho siempre. Que surjan críticas así ahora revela que ciertos temas despiertan hoy una ansiedad que antes no se daba”.