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jueves, 4 de abril de 2024

John Barth, "el Cervantes estadounidense", un renovador de la literatura

 



John Barth


John Barth, "el Cervantes estadounidense", un renovador de la literatura

El mundo literario lamenta el fallecimiento del novelista y escritor John Barth, considerado uno de los autores más importantes del siglo XX en EEUU, al que muchos han calificado como "el Cervantes estadounidense" por su obra 'El plantador de tabaco', recuerda este jueves José Hamad, su editor en España.

EFE

4 de abril de 2024

John Barth (Cambridge-EEUU, 1930- Florida, 2024) fue Premio Nacional del Libro de Estados Unidos en 1973, por su novela 'Chimera' y Premio Nacional de la Academia de Artes y Letras, además de Mención en Literatura por la Universidad de Brandeis.

Muere John Barth, uno de los grandes renovadores de la prosa novelística contemporánea

John Barth

 OBITUARIO

Muere John Barth, uno de los grandes renovadores de la prosa novelística contemporánea 

El escritor, fallecido con 93 años, cambió, junto a literatos como William Gass, Donald Barthelme, Stanley Elkin o Robert Coover, el rumbo de la narrativa norteamericana a partir de la segunda mitad del siglo XX

EDUARDO LAGO

John Barth, uno de los grandes renovadores de la prosa novelística contemporánea a escala universal, falleció el pasado martes en una residencia de ancianos de Bonita Springs, Florida, a los 93 años. Inmensamente influyente, el núcleo de su obra, integrada por una veintena de títulos, entre novelas, colecciones de relatos y ensayos, Barth cambió junto a escritores como William Gass, Donald Barthelme, Stanley Elkin o Robert Coover, el rumbo en el que se movería la narrativa norteamericana a partir de la segunda mitad del siglo XX. Teórico de la literatura además de narrador, el impacto de Barth en sus dos facetas tuvo un efecto revulsivo.

John Barth / Juego literario libre y sin trabas

 

Juego literario libre y sin trabas

'Giles, el niño-cabra', de John Barth, uno de los pilares de la generación posmoderna de la novela estadounidense, refleja la influencia de Cervantes, su parodia y su estructura

JOSÉ MARÍA GUELBENZU
El escritor John Barth.
El escritor John Barth.WILLIAM DENISON

John Barth es uno de los pilares de la generación posmoderna que lideró la novela norteamericana en los años sesenta y setenta del pasado siglo. Gaddis, Gass, Pynchon, Hawkes o Coover eran y son sus cabezas visibles y su influencia ha llegado hasta Jonathan Franzen y los escritores de su generación. En el caso de Barth, dedicarse a lo que se ha llamado metaficción suponía en la práctica el fin del principio estético como algo autónomo y su sustitución por el juego literario libre y sin trabas; es decir: el modernismo se había venido ateniendo al orden y la norma del realismo y ellos reaccionaron decididamente en contra. Malcolm Bradbury lo resumió muy bien como “el paso de lo legible a lo escribible”. Ni que decir tiene que este abandono del realismo ocasionó una especie de barra libre de experimentalismo a costa del sufrido lector medio.

John Barth / La ópera flotante / La razón del título

 


John Barth

La razón del título


¿Por qué La ópera flotante? Podría explicarme hasta el Día del Juicio y aún quedarme corto. Pienso que comprender una cosa totalmente, por más nimia, requiere la comprensión de todas las demás cosas del mundo. Por esa razón a veces me sorprendo de las cosas más simples. Y por eso también no me importa pasarme toda una vida preparándome para empezar mi Investigación. Pues, La ópera flotante, es parte del nombre de un barco de espectáculos que solía viajar por los ríos de Virginia y Maryland: La original e incomparable ópera flotante de Adam: Jacob R. Adam, propietario y capitán; admisión 20, 35 y 50 céntimos. La ópera flotante estaba amarrada en Long Wharf el día que cambié de opinión, en 1937, y parte de este libro se desarrolla a bordo del barco. Esa es razón suficiente para usarlo como título. Pero hay una razón aún mejor. Siempre me pareció una buena idea construir un barco de espectaculos con nada mas que una gran cubierta y hacer que allí se interpretase sin cesar una obra de teatro. El barco no estaría amarrado, sino que flotaría arriba y abajo del río y el público se sentaría en ambas márgenes. Podrían ver cualquier parte de la obra que se interpretase cuando el barco pasase flotando, luego tendrían que esperar a que volviera con la marea para repescar otra parte si todavía estuvieran allí sentados. Para rellenar los vacíos, tendrían que usar la imaginación, o preguntarle a vecinos más atentos, u oír las palabras que se dicen y pasan de una posta a otra del río. La mayor parte del tiempo, no comprenderían nada de lo que sucede, o pensarían que lo saben cuando en reali dad no es así. Muchas veces podrían ver a nuestros amigos, los actores, pero ne oírlos; ellos pasan flotando; nosotros les prestamos nuestra atención y debemos depender de los rumores o perderles de vista por completo; regresan flotando y nosotros renovamos nuestra amistad —para ponernos al día— o nos demos cuenta de que nosotros y ellos ya no nos comprendemos más. Y estoy seguro de que así será como funcionará este libro. Es una ópera flotante, amigo, cargada de curiosidades, melodrama, espectáculo, instrucción y entretenimiento, pero flota al azar en la corriente de mi prosa vagabunda. Aparecerá ante tu vista, desaparecerá, espíala de nuevo; y puede requerir los mejores esfuerzos de tu atención e imaginación —además de cierta paciencia, si eres una persona corriente— para seguir el argumento a medida que aparece y desaparece de tu vista.


John Barth

La ópera flotante

Península, Barcelona, 1991, pp. 10-11



John Barth / El plantador de tabaco / Prólogo de Eduardo Lago

 


John Barth

EL PLANTADOR DE TABACO

Prólogo de Eduardo Lago


Cuenta John Barth que cuando tenía 12 años soñaba con que algún día llegaría a ser un gran escritor francés. No está del todo claro qué quería decir con eso, aunque resulta de lo más intrigante. Es posible que tuviera en mente a Rabelais, maestro supremo de la sátira burlesca, una de las vetas más prominentes en El plantador de tabaco , obra cumbre de la producción del autor. O puede que estuviera pensando en llevar a cabo un antiguo proyecto de Flaubert, quien durante años le estuvo dando vueltas a la idea de escribir una gran novela que careciera por completo de tema, es decir, a entronizar a la escritura por la escritura, prescindiendo de todo lo demás. En todo caso, a los doce años, la vocación del artista preadolescente no estaba aún nítidamente perfilada. Para empezar, el no tan pequeño Jack creía que estaba destinado a ser músico, y de hecho, cuando no muchos años después terminó el instituto y el jazz se había convertido en una de sus grandes pasiones, solicitó el ingreso y fue aceptado en la prestigiosa y selectiva Juilliard School of Music de Manhattan, donde cursó estudios de armonía, teoría musical y orquestación. Su dedicación a la música resultó ser un paso en falso y, al cabo de unos meses, encontramos a Jack Barth recién desembarcado en el campus de la Universidad de Johns Hopkins de Baltimore, en la orilla occidental de la bahía de Chesapeake. Tal vez la geografía fuera un factor determinante en su decisión de regresar a Maryland. Nacido en 1930 en la ciudad de Cambridge, en la orilla oriental de la bahía, las aguas del fondeadero de Chesapeake estaban destinadas a ser el centro de gravedad tanto de su vida como de su obra.