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sábado, 15 de febrero de 2025

Lars von Trier es ingresado en un centro de asistencia tras su diagnóstico de párkinson

 


El cineasta danés Lars von Trier, el 14 de mayo de 2018, durante el festival de cine de Cannes.
El cineasta danés Lars von Trier, el 14 de mayo de 2018, durante el festival de cine de Cannes.MATTHIAS NAREYEK (GETTY IMAGES)

DIRECTORES DE CINE

Lars von Trier es ingresado en un centro de asistencia tras su diagnóstico de párkinson 

El cineasta danés, de 68 años, hizo pública su enfermedad degenerativa en 2022 y en 2023 anunció en su Instagram, en un vídeo ahora eliminado, que también padecía TOC y un alcoholismo controlado


El País
EL PAÍS
Madrid - 13 FEB 2025 - 11:33 CET

Lars von Trier (68 años, Lundtofte, Dinamarca), uno de los nombres más importantes del cine de autor contemporáneo, ha sido ingresado en un centro de asistencia tras su diagnóstico de párkinson en 2022. “Lars está actualmente asociado con un centro de asistencia que puede proporcionarle el tratamiento y el cuidado que su condición requiere”, ha informado la productora Zentropa a través de un comunicado en su cuenta de Instagram. “Se encuentra bien dadas las circunstancias”, continúa el mensaje, escrito en danés y firmado por la productora Louise Vesth. En el texto también lamenta “la necesidad de transmitir esta información tan personal”, algo que probablemente se ha visto obligada a hacer tras días de especulaciones en los medios daneses sobre el estado de salud del director. Una declaración corta en la que no aporta más información sobre cómo evoluciona la enfermedad de Lars von Trier.

sábado, 10 de septiembre de 2022

Esta promoción es un desastre / Cuando egos, romances e insultos arruinan la presentación de películas

Olivia Wilde, Sydney Chandler y Harry Styles en el Festival de Venecia.Foto: STEPHANE CARDINALE 


Esta promoción es un desastre: cuando egos, romances e insultos arruinan la presentación de películas

El caso de ‘Don’t Worry Darling’ es el último de una larga lista de películas que vieron como ganaban titulares en la prensa de todo el mundo, pero no por los motivos que sus creadores hubiesen deseado

Daniel Soufi

Madrid, 7 de septiembre de 2022


La proyección de la película Don’t Worry Darling en el Festival de Cine de Venecia ha despertado expectación, pero no tanta como el culebrón protagonizado por los miembros de su equipo a la hora de promocionar su trabajo. Florence Pugh, la actriz principal, directamente no ha colaborado en la promoción de la película; Harry Styles, que solo llegó al turbulento rodaje después de que el protagonista inicial, Shia LaBeouf, dejara la película a medias, pareció escupir sobre su compañero Chris Pine antes de comenzar la proyección (su representante lo niega); Olivia Wilde, la directora, que durante la filmación terminó su relación de nueve años con Jason Sudeikis (Ted Lasso) para iniciar una nueva con Styles ―su pareja actual―, se mostraba incapaz de contener la tensión entre su equipo. Todo esto ha sido pasto de especulaciones y memes en internet, que ha encontrado en este sainete un entretenimiento perfecto.

martes, 25 de febrero de 2014

Gregorio Belinchón / El silencio irónico de Lars von Trier

Lars von Trier

El silencio irónico de Lars von Trier

El danés muestra en su visita a Berlín una camiseta en la que se burla del festival de Cannes



JOERG CARSTENSEN (EFE)
La mañana del domingo en la Berlinale suele un momento de emociones fuertes. Y en esta 64ª edición dos acontecimientos muy potentes compartían horario. Por un lado, en el palacio de la Filarmónica, el hogar de esta orquesta berlinesa, se proyectaba la versión restaurada de El gabinete del doctor Caligari (1920), 75 gloriosos minutos de cine obra de Robert Wiene, uno de los primeros thrillers psicológicos de la historia y toda una lección de fotografía. Para la ocasión el músico John Zorn ha compuesto una nueva banda sonora, que él mismo ha interpretado con la orquesta Filarmónica de Berlín: de ahí el lugar elegido para la proyección.
Y a la misma hora se presentaba la versión extendida de Nymphomaniac Vol 1, de Lars von Trier, con 30 minutos más –en realidad, sencillamente las secuencias se alargan un poco más y los personajes se explican algo mejor- que la versión estrenada comercialmente. En la sesión de fotos –que no en la posterior rueda de prensa- estaba anunciada la presencia del danés: y sí, estaba. Llevaba una chaqueta que abrió para descubrir debajo su camiseta negra, en la que en dorado, y debajo de la Palma de Oro, el logotipo del festival de Cannes, el lema “Persona non grata”. El danés jamás deja escapar una ocasión para la publicidad y la ironía. Desde su metedura de pata en la rueda de prensa de presentación en la presentación en el certamen francés de Melancolía, su posterior expulsión y su silencio autoimpuestos seis meses más tarde, cada gesto de Von Trier es analizado con sumo cuidado.
En la rueda de prensa posterior a la proyección estaban presentes todos los actores, a excepción de Charlotte Gainsbourg: desde Stellan Skarsgård a Stacy Martin, pasando por Christian Slater, Uma Thurman –bellísima y muy expresiva- y Shia LaBeouf. Este último, que lleva un par de meses en un remolino de acusaciones de copia de un cortometraje, de también copiar su posterior disculpa y de sumirse en un extraño agujero de “no sé lo que hago, me retiro, en realidad es todo una pantomima porque estoy haciendo arte”, aprovechó la primera pregunta que le hicieron, sobre el sexo explícito del filme, en el que los protagonistas han sido doblados por actores porno, para afirmar: “Cuando las gaviotas vuelan sobre una lancha es porque piensan que caerán sardinas en el mar”. Se levantó y se fue. Por cierto, la cita tampoco es suya, sino del futbolista francés Eric Cantona. Las ruedas de prensa del mundo Von Trier son siempre enormes. El resto de su reparto apenas pudo llegar al nivel de LaBeouf hablando de lo sensible que el cineasta danés. Con espectáculos así, el estreno del debutante argentino Benjamin Naishat con Historia del miedo, a camino entreCanino y Gente en sitios, ha quedado completamente eclipsado.



Lars von Trier / El director imprevisible


Lars von Trier: el director imprevisible

¿Es el danés uno de los más grandes directores vivos? ¿O un provocador, un cineasta siempre dispuesto a dar un paso más en busca del escándalo?



Para unos, es uno de los más grandes directores vivos que existen en la actualidad, un analista de la sociedad en la que vivimos. Para otros, en cambio, se trata tan solo de un provocador, un cineasta siempre dispuesto a dar un paso más en busca del escándalo. “Las películas de Lars siempre son polémicas. Él es polémico”, apunta Lauren Bacall, una de las actrices que intervienen en Manderlay. “Pero todo lo que hace es interesante. No siempre estoy de acuerdo, pero merece la pena”.
Lars von Trier comenzó a destacar gracias a largometrajes como Europa y se consagró con la Palma de Oro del Festival de Cannes que logró con Bailar en la oscuridad. En 1995 agitó las aguas de la cinematografía mundial con la presentación del Manifiesto Dogma 95, una corriente que propugnaba un cine más cercano a la realidad, prescindiendo de luz eléctrica, música y cualquier elemento sospechoso de falta de naturalismo. Unos preceptos que él mismo fue poco a poco olvidando pero que han dejado en su obra una huella que se puede rastrear en títulos como Dogville y Manderlay, dos filmes que reflejan su particular visión de los Estados Unidos.
A lo largo de diciembre, TCM Autor dedica un ciclo a este creador contradictorio. Un agitador de conciencias que ejerce fascinación en buena parte del público y también sobre los actores. Estrellas como Nicole Kidman, Björk o Lauren Bacall se han puesto a sus órdenes en proyectos muy alejados del cine convencional. Tal vez, porque todos suscriben lo que Willen Dafoe, que trabajó en Manderlay y Anticristo, dijo en una ocasión: “No me importa hacer el tonto, pero sólo si lo hago para un genio”.



http://cultura.elpais.com/cultura/2012/11/29/videos/1354209497_765684.html


Lars von Trier / Nymphomaniac / Llena todos mis agujeros


Lars von Trier

NYMPHOMANIAC

“Llena todos mis agujeros”


En la primera parte de 'Nymphomaniac', el polémico director Lars Von Trier hace una película delicada y de extrema belleza sobre el misterio de la sexualidad femenina. Y aburre a parte de la platea. ¿Por qué?



(Si usted no ha visto Nymphomaniac y prefiere no conocer detalles de la película antes de verla, pare por aquí.)
“Llena todos mis agujeros” es la penúltima frase del final de Nymphomaniac, la última película de Lars Von Trier. Del final de la primera parte, ya que la segunda no se estrenará en los cines brasileños hasta marzo. La versión completa, sin cortes, de cinco horas de duración, se exhibirá este mes en el Festival de Berlín. Joe, la protagonista, es la primera vez que practica el sexo con amor. Cuando iniciaba su búsqueda (¿en busca de qué?), comenzando una serie ininterrumpida de relaciones sexuales con hombres variados y aparentemente aleatorios – en el tren, en la oficina de ella, en la de ellos, en el hospital donde su padre muere, en cualquier lugar, hasta en la cama –, su mejor amiga le susurró: “El amor es el ingrediente secreto del sexo”. Joe no cree en esa frase,  desprecia el amor. Joe y sus amigas son guerrilleras del amor, está prohibido follar con el mismo hombre más de una vez. Pero, en algún punto de su búsqueda incansable, ama. Y, al hacer sexo con el hombre que ama, Joe le pide: “Llena todos mis agujeros”.
Acuérdense. Esta es la penúltima frase. Sigue otra, pero a esa solo llegaremos más adelante.
Nymphomaniac es una película delicada, de extrema belleza, sobre la sexualidad femenina. ¿Qué busca Joe, al dejarse penetrar por tantos penes diferentes? Más que dejarse dominar, cree dominarlos. Pollas de todos los colores, formatos y tamaños son objetos que hacen lo que ella quiere cuando están dentro de ella. Hacen lo que ella quiere, incluso cuando permite que le hagan lo que quieren. Indiferente, las maneja, las traga y las escupe. Durante casi dos horas de película, la vemos moverse con muchos miembros en su interior, pero moverse de una manera mecánica.

Joe se deja penetrar para probar que no puede ser penetrada
En la exitosa campaña de lanzamiento de Nymphomaniac , los actores aparecían en los carteles con los rostros convulsionados por el orgasmo. Era márketing, pero también una ironía. Quien va al cine para estimularse con escenas excitantes, se siente decepcionado en general y se aburre. Nymphomaniac no es ni pornográfica ni erótica, el sexo femenino se presenta como aquello que no puede ser aprehendido ni descifrado. Al identificarse como “ninfómana”, Joe no revela nada sobre sí misma. Decir que está obsesionada por el sexo es continuar no diciendo nada.
Interpretada en su juventud por la bella actriz Stacy Martin, con su cuerpo esbelto, senos pequeños y perfectos, Joe seduce como unaLolita. Pero para provocar tensión en los espectadores, necesitaría fingir que está divirtiéndose. Más que eso. Joe necesitaría fingir que se siente completa, que ese pene la satisface enteramente y que nada le falta. Pero en la película, donde la vida va más allá del márketing, es alguien que tiene una polla metida en la vagina nueve, diez veces al día, pero está en otro lugar. Eso tal vez sea muy desestabilizador para quien está en la platea ya que le obliga a recordar que, con más frecuencia de la que le gustaría admitir, su compañero/compañera tampoco está allí. Y a veces nosotros tampoco estamos.
Joe, linda y joven, parece reeditar en cada relación sexual la imposibilidad del encuentro. Se deja penetrar para probar que no puede ser penetrada. Cada pene la encuentra vacía. Bajo su mando, llena su vagina. Pero, aunque la toca en lo más hondo de su cuerpo, a su vez no la toca. Se escurre de cada uno de sus agujeros sin dejar huella. Y Joe sigue, en abismal soledad, una mujer no marcada.

Razón y cultura aparecen como tentativas de encuadrar la sexualidad, darle límites, controlar el incontrolable
Así día tras día, año tras año. Decenas, centenares de veces, repite ese ritual que comenzó cuando era una niña de colegio. Al alcanzar la pubertad, la virginad perturba a Joe. Necesita librarse de esa puerta cerrada que da acceso a su interior. Un himen es también un aviso de una barrera que puede traspasarse. Y al hacerlo, lanzarla en el incontrolable encuentro con el otro. Joe, al mismo tiempo que no cree en esta posibilidad, la teme. Tanto que necesita librarse inmediatamente de esa amenaza. Y probar así que su inviolabilidad no depende de un himen.
Se planta delante de un chico mayor que ella y el más popular, que tiene una moto, con sus medias rotas y vestida de colegiala. Jerome, necesitamos recordar ese nombre. Le pide que le quite la virginidad. El chaval es el primero en probar la veracidad de la creencia de Joe: más allá de la barrera del himen, hay solo agujeros, agujeros que jamás podrán ser llenados. No solo la vagina, también la boca y el ano. Él la trata como a una portadora de agujeros en los que puede meter su pene. Ocho embestidas– ella registra el número. Tres en la vagina, cinco en el ano. Y está todo terminado. Solo que ni comenzó.
Enseguida, Jerome (Shia LaBeouf) vuelve a su moto, y Joe sale tambaleándose, tan sola como siempre y ahora también machacada. Ella pidió, él hizo lo que ella pidió. Se le ofreció como un agujero que aún tenía una incómoda barrera, él la trató como a la portadora de un agujero y eliminó la incómoda barrera. Una negociación honesta, no por eso menos terrible, ya que ningún encuentro es posible en esos términos. Pero Joe lo odia por eso, odia al chico de la moto porque fue el primero en obedecerla. Aun así, debe quedar una duda dentro de Joe, porque ella necesita renovar la certeza de no ser tocada día a día, con todos los hombres que pueda. Una duda o, quién sabe, una esperanza.
Lars Von Trier es, otra vez, brillante al construir la narrativa de Joe, injertando razón y cultura en las escenas de sexo. Joe haciendo sexo oral, Joe sentada sobre un pene tras otro, Joe fingiendo el mayor de todos los orgasmos. Una obra de Bach, una historia de Edgar Allan Poe, la fórmula de Fibonacci en las ocho embestidas que supuestamente le quitan la virginidad. Números para contabilizar el desarrollo de Joe. Razón y cultura como lo que también son: tentativas de normalizar la inclasificable sexualidad femenina, lo incontrolable que escapa. A lo largo de toda la primera parte de la película, razón y cultura aparecen como contrapuntos a las pulsiones, la sexual y la de la muerte. Como una tentativa de encuadrar la sexualidad, explicarla y darle límites. Mente y cuerpo, la falsa dicotomía que la modernidad occidental acogió con tanto perjuicio para todos.
Ese batalla alcanza su apogeo cuando Joe asiste a la muerte de su padre, en una de las escenas más bellas de la película. Ella le ama, es un médico, un hombre de la razón. En la primera conversación entre los dos, en la cama del hospital, el padre está sereno. Ha presenciado muchas muertes, conoce lo que sucede con la fisiología del cuerpo, sabe cuáles son las etapas hasta el final , conoce las drogas de que disponen sus colegas y cuáles usarán. Lo sabe. Está preparado, tiene el control. El padre de Joe (Christian Slater) recita a Epicuro: “La muerte no es nada para nosotros, pues, cuando existimos, no existe la muerte. Y, cuando existe la muerte, no existimos más".

Joe encarna un fenómeno cultural de nuestro tiempo: la ilusión de saber todo sobre el cuerpo, todo sobre el sexo. De hecho, somos todos vírgenes
Es bonito, tal vez hasta sabio. Pero el cuerpo se impone. Joe ve a su padre desesperarse con la muerte, debatirse entre la agonía y el miedo y, por fin, llenar de heces las sábanas. Es la realidad inexorable del cuerpo. Es lo que Joe teme más que todo. Baja corriendo las escaleras del hospital y busca hasta encontrar. Hace sexo en los sótanos con otro extraño (para no tener que extrañarlo). Allí se siente de nuevo con el control de los sentidos, una ilusión de la que no puede prescindir.
Joe y el padre comparten la misma creencia. Él cree que lo sabe todo sobre la muerte, ella que lo sabe todo sobre el sexo. Ninguno sabe nada. Joe comparte su creencia con todos nosotros, encarna un fenómeno cultural de nuestro tiempo. La ilusión de saber todo sobre el cuerpo y sobre el sexo. De hablar de todo sobre el cuerpo y sobre el sexo. De experimentar todo, poderlo todo. De hecho, no sabemos nada. De hecho, continuamos vírgenes.
Cuando vuelve a la habitación del padre, la madre, con la que no mantiene una relación, está allí. Delante del muerto, al lado de la madre fría, Joe se excita. En el líquido blanco y denso que se escurre por sus piernas, el control se desvanece, otra vez. Ahora, huérfana de la razón, Joe necesita continuar renovando, con mayor ahínco, su creencia en la imposibilidad de ser tocada.
No es casualidad que, al conseguir un empleo y reencontrar a Jerome, su primer hombre obediente, el que le quitó la virginidad a petición suya, ella acabe amándolo. Por primera vez, ama. Tal vez exista en Joe una esperanza de que él la desobedezca y la toque, acabando con el vacío que la hace tambalearse sobre los penes del mundo. En este momento, son tres sus amantes principales. Un hombre que la trata como a una princesa, bañándola y acariciándola, preocupado solo por sus orgasmos. Otro, que se mueve como un leopardo, peligroso y silencioso, que solo hace lo que él quiere. A Joe le gustan esos dos amantes, ya que aún tiene el control. Y está el hombre que ama, Jerome.

Al transformar su vida en narrativa, Joe quiere el control también de su cuerpo de palabras
¿Qué cambia el amor? ¿Será el amor, como su amiga le aseguró, “el ingrediente secreto del sexo”?
Llegamos a los minutos finales de la primera parte de la película. Joe pide: “Llena todos mis agujeros”. Y Jerome, lo intenta. Realmente lo intenta. Mete la polla en su vagina, la lengua en su boca, los dedos en su ano. Por un momento, bien fugaz, Joe está completa, llena, íntegra. Y, entonces, al segundo siguiente, la tragedia. La segunda frase, la última: “No siento nada”.
Y tras ella, los créditos de la película, letras en la oscuridad.
Cuando el filme comienza, Joe, a la que aún no conocemos, está en el suelo. Está más vieja, sabemos, gracias a la información de la película, que tiene 50 años. Ahora, la protagonista es la siempre perturbadora Charlotte Gainsbourg. Sigue en el suelo inconsciente, el cuerpo reventado, el rostro sangrando. La rescata Seligman (Stellan Skarsgard), un viejo al que le gusta pescar. Él la pesca, la instala en la cama de su apartamento, cuida de sus heridas y la alimenta. Él la pesca, pero, incluso sangrando y débil, Joe puede ser como uno de esos cebos artificiales que simulan la agonía de lo vivo, se retuercen en las aguas engañando al pescado y que rápidamente se transforma de verdugo en víctima. ¿Quién es el pescador? ¿Quién, el pescado en la relación que se establece entre los dos? Aún no sabemos.

La tragedia de Joe no es ser ‘ninfomaníaca’, sino el miedo paralizante de perder el control, que la impide vivir la experiencia del amor
La Joe madura se siente pecadora, se define en una de las primeras frases como “una persona mala”. A Seligman le parece raro que ella deje el pecado, “lo peor de la religión”, sobrevivir en su vida en espacios más allá de la religión. Ella comienza a contar su historia y él la escucha. Casi como un psicoanalista. Intercala el discurso de la mujer con la razón, va introduciendo ejemplos de música, literatura y matemáticas. Razón contra Pulsión, ese es el diálogo aparente.
Es importante percibir que, cuando Joe se presenta como una persona mala, quiere tener aún el control. Joe quiere tener aún la última palabra sobre sí misma. Lo que parece ser una expiación de pecados, tal vez sea solo soberbia. Joe sigue en el juego. Al transformar su vida en narrativa, ella quiere también el control de su cuerpo de palabras. Esa es la tensión entre los dos, aún en abierto en esa primera parte. Seligman, el descifrador de sentidos, tal vez sea solo otro hombre que la obedece. Y Joe, aquella que se autodesprecia como estrategia para no perder el control de la identidad, continúa con un dominio menor del que cree tener.
El tráiler de la segunda parte nos hace adivinar que Joe seguirá su camino hasta acabar sangrando sobre las piedras de la calle. Al amar, Joe acaba al final marcada. El pene, los dedos, la lengua de Jerome tocan al final a la intocable más allá del cuerpo. Hay finalmente un encuentro. Solo ahora, años después de la rotura del hímen, Jerome desvirga a Joe. Al colocar el “amor como ingrediente”, Joe descubre la posibilidad transformadora de sentirse completa por un instante, en aquel momento en que los cuerpos que se aman, se marcan mutuamente. Esa realidad, sí es del cuerpo, está también más allá del cuerpo.
Así, aquel que encuentra al otro, se pierde a sí mismo. ¿Qué hace Joe? Anestesiarse. “No siento nada, no siento nada”, repite con desesperación. Por primera vez ella está allí, pero cuando está no siente. La experiencia – sí, porque ahora ella tuvo una experiencia – cambia el curso de su búsqueda.
A juzgar por el tráiler, podemos aventurar que Joe hará aún más intensa su desesperada peregrinación. Ahora, su cuerpo necesita sentir más y más – y cada vez será más dramáticamente insuficiente. Cada vez, tendrá que superar más límites  y aun así continuará siendo insuficiente. Más que sentir el cuerpo, Joe posiblemente intentará construir uno propio con porciones cada vez mayores de violencia. Joe intentará marcar y marcar y marcar el cuerpo, porque no sabe como ser marcada de otra manera. Joe no sabe como ser cuerpo y e ir más allá de él, a la vez.
En esa búsqueda, una noche caerá sobre las piedras de la calle donde Seligman la encontrará.

Tal vez en algún momento Joe descubra que el vacío nos constituye. Y nos mantiene desejantes
La Joe rescatada por el pescador – que tal vez sea el pescado – continúa impenetrable. Llega  impenetrable hasta él. Tal vez, en algún momento, Joe perciba que ninguna violencia será suficiente para darle un cuerpo sin agujeros. Ningún pene será tan poderoso, ni el de aquel que ama. Ella estará más y más arrebatada – y vacía. Para Joe, la vagina, el ano, la boca son agujeros de carne. Ella es un agujero de carne. Tras desear que Jerome la llenase, enseguida descubrió que era frígida. Para continuar siendo impenetrable. La cuestión que la mueve no es la misma que en los comienzos, dejarse penetrar para tener la certeza de no ser penetrada. Ahora, tras el encuentro, Joe tal vez se pregunte: “¿Cuál es la polla que finalmente va a llenarme?” Su tragedia es partirse, como es también la tragedia de las mujeres de nuestro tiempo y buscar donde lo que busca no puede encontrarse.
Joe parece aún no haber entendido la trampa de su identificación como ninfómana. Al presentarse como “ninfómana”, se identifica como alguien que no consigue resistir uan compulsión. Joe es una viciosa del sexo y, por lo tanto, no tiene control. Es la versión médico-patológica de la palabra “pecadora”, que es como también se presenta a Seligman – y como Lars Von Trier la presenta ante nosotros. Pero el supuesto descontrol de Joe es la forma que ella encontró para ejercer el control, evitando la posibilidad del encuentro, siempre desestabilizador e imprevisible. La tragedia de Joe no es ser “ninfómana”, sino tener un miedo terrorífico a perder el control, lo que la impide vivir la experiencia del amor. Todo lo que Joe no quiere es perderse en el otro – tanto en el cuerpo del otro como más allá del cuerpo del otro. Para ella, es más fácil dejarse arrebatar que entregarse al otro y, por un instante, perderse a sí misma, lo que solo es posible en el amor.
Joe parece buscar mediante el sexo un cuerpo sin agujeros, sin entender que es imposible. Joe no no comprende que estanos hechos de vacío, que lo necesitamos. Pedimos a nuestro amante, al hombre que amamos: “Llena todos mis agujeros”. Pero sabemos que pedimos un imposible. O un posible solo durante el momento en que nuestros cuerpos respiran uno en el otro, para después descubrirnos de nuevo incompletas. Y seguimos, cargando nuestro vacío, no como ausencia, sino como presencia. Como movimiento que nos mantiene vivas y desejantes.
Joe no es ninfómana. Joe es cada una de nosotras. Lars Von Trier nos dio una bella oportunidad para pensar sobre el misterio de la sexualidad femenina. Si tenemos el coraje de entregarnos a la experiencia del cine. Al encuentro. Y si aguantamos el vacío, sin confundirlo con el tedio.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentarlsta. Autora de los libros de no ficción La Vida Que Nadie ve, El Ojo de la Calle y La Niña Quebrada y del romance Una Dos. Correo electrónico: elianebrum@uol.com.br. Twitter: @brumelianebrum



Lars von Trier / Soy un idiota


Lars von Trier: 

"Soy un idiota"

El cineasta danés, expulsado de Cannes por simpatizar con Hitler, se escuda en su afán de protagonismo en las ruedas de prensa para justificar sus palabras


¿En qué condiciones uno puede decir "Entiendo a Hitler. No puede decirse que sea un tipo estupendo... pero me cae simpático", y rematar con un "Bueno, no estoy a favor de la Segunda Guerra Mundial, y estoy a favor de los judíos... aunque no demasiado, porque Israel nos suele joder bastante"? En ninguna parte es admisible. Y menos aún en Francia, donde está tipificado como delito "la incitación al odio racial" y penado con hasta 45.000 euros de multa y cinco años de cárcel. Las palabras de Lars von Trier han dolido mucho en un país que le había mimado como cineasta. El Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia las calificó como "traductoras desde su ignominia de las tendencias más inquietantes de la banalización actual del nazismo". Von Trier se cubre la cara con las dos manos y sube y baja la cabeza. "Fui tan estúpido, tan estúpido".

"Nunca más daré ruedas de prensa, y solo hablaré como ahora, cara a cara"

"Si haces algo así es por una razón, y esta estupidez no tenía sentido"

Su arrepentimiento no ha valido en Francia. La misma tarde del miércoles envió una nota, impulsada por el Festival de Cannes, pidiendo perdón en un tono forzado. No pudo parar la tormenta. El jueves, el cineasta danés fue declarado persona non grata por el Consejo de Dirección del Festival. No volverá a pisar las instalaciones del certamen, aunque su película seguía en competición. El niño mimado de Cannes ha dejado de tener gracia. Y su madre cinematográficaha dicho basta. Sus tonterías ya no serán coreadas, como cuando hace dos años en la presentación de Anticristo se definió como el mejor director del mundo. "Por supuesto que no me lo creía. Volviendo a la broma nazi. Pido perdón a todos lo que herí; pido perdón por soltar una provocación, porque si haces algo así es por una razón, y esta estupidez no tenía sentido. Pero por otro lado no me avergüenzo, porque no es como si hubiera estado borracho y dices barbaridades. Yo no estaba borracho, yo pensé que hablaba delante de gente que me entendía. Si acortas las frases y las sacas de contexto, hasta yo diría ¡qué gilipollez!".
El director danés ni siquiera se corta cuando el periodista le explica que el sitio, la rueda de prensa de presentación de su película Melancholia, no redime de su comportamiento. "Cuando hay ruedas de prensa me creo el anfitrión y ejerzo de comediante monologuista y se me va".
Tras lo ocurrido, dice que ha escarmentado en carne propia. "He aprendido varias cosas. La primera, nunca más daré una rueda de prensa, y solo hablaré como ahora, contigo cara a cara, porque si yo suelto imbecilidades como la de que amo a Hitler, tú te reirías o me preguntarías: '¿Pero qué coño dices?'. Y eso es bueno porque así iniciaríamos una discusión y yo me explicaría. No soy un filonazi, no amo a Hitler, pero lo que quería contar es que puedo entender que dentro de él había un ser humano. Y si quieres empezamos la discusión en ese punto. Sin embargo pequé de naif, fui un idiota", decía ayer por la tarde en una entrevista. "Me arrepiento tanto... Hasta se ha complicado mi futuro proyecto con Martin Scorsese".
La apología nazi ha obtenido diversas reacciones. El otro director danés en la competición, Nicolas Widding Refn, las calificó de "repulsivas". "Que se joda. Pero si creció a mi lado", responde Von Trier, porque Anders Refn, padre de Nicolas Widding, es el montador habitual de los trabajos de Von Trier. En cambio, Catherine Deneuve defendió ayer por la mañana en Cannes al realizador que la dirigió en Bailando en la oscuridad: "Lars es un hombre cálido en el que se puede confiar. La frase choca, a mí me chocó, y sacada de contexto y lanzada por Internet se convierte en un shock tras otro. La gente no conoce supasado. Quien él creía que era su padre, hasta que su madre se lo reveló en su lecho de muerte, era judío. Su auténtico padre es alemán y también judío".
Lars Von Trier -cuyo nombre real es Lars Trier, pero en la escuela de cine sus compañeros le llamaban Von por lo raro de su apellido, que sonaba a nobiliario- intentó ponerse en contacto con su padre real, este le rechazó. "Mi vida familiar solo sirve para que sepas que me crié pensando que era judío, aunque en una familia sin creencias religiosas. Pero si eres judío tienes derecho a hacer chistes sobre judíos todo el rato, y si no, no. Yo estoy en esa fina frontera. Fui estúpido. Pensé que se enfadarían más los periodistas alemanes [en la rueda de prensa dijo que había crecido como judío, después había descubierto que era alemán y que por eso, y ahí empezaba su frase filonazi, entendía a Hitler] con eso de mi cambio de criterio".
Al danés sí le duele la ruptura de su relación con Cannes, festival en el que ha ganado hasta seis premios distintos con nueve películas. "Soy 'persona non grata". Pero es que en su soberbia hasta bromeó el jueves con lo que significaba eso. "Ahora ya lo sé, pero no cuánto durará el castigo. Me he quedado aquí [está alojado en una villa a siete kilómetros de la ciudad] por mi compromiso con la promoción. Creo que soy la primera 'persona non grata' en Cannes, y eso me enorgullece. No la situación, sino el título de 'non grata'. Tiene que ver con mi personalidad. En mi familia me aplaudirán por este honor". Veremos si el futuro le hace mantener tanto orgullo.





lunes, 24 de febrero de 2014

Mia Goth / La desconocida ninfómana de Lars von Trier


Mia Goth, la desconocida 'ninfómana' 

de Lars Von Trier


La modelo y actriz londinense despunta en el filme sexual más esperado del año.

Mia Goth cover
Mia Goth en el poster promocional de la película
y en la campaña de "Pepe Jeans" 

Iba para psicóloga o periodista, pero al final acabó ejerciendo de ninfa sexual para Lars Von Trier. El último descubrimiento del director danés más controvertido del cine se llama Mia Goth. Es medio brasileña-medio canadiense (y londinense de adopción), tiene 19 años, unas cejas practicamente inexistentes y es el último caso de modelo reconvertida a actriz. Una adolescente desconocida, que fue cazada por una agencia de modelos cuando tenía 15 años en el Underage de Londres porque aquello de "me pararon en el súper para ser modelo" se quedó en los 90 y ahora a las nuevas caras de la moda se las encuentra en los festivales de música.
Si bien ha pasado los últimos cuatro años haciendo campañas para Pepe Jeans junto a Cara Delevingne y protagonizando algún fashion film que otro, el gran público descubrirá a Goth a partir del próximo 25 diciembre, cuando se proyecten las escenas de sexo más que explícito que protagoniza junto a Charlotte Gainsbourg en una de las películas más esperadas del año, Nymphomaniac. Será una de las historias que Gainsbourg (la ninfómana diagnosticada Joe en la película) narra al médico que la encuentra en un callejón, después de haber recibido una paliza salvaje.
Mia Goth Cara Delevingne
Con Cara Delevingne en la campaña de Pepe Jeans de la pasada primavera verano.
Foto: Cordon Press
"Estoy obsesionada con el cine y su historia" desveló Goth hace unos meses a Vogue Italia, cuando la revista le dedicó un enigmático editorial y decidió etiquetarla como "la nueva it girl de Hollywood".  Un título algo advenedizo para una chica con un rastro digital algo inexistente y que, por ahora, también ha despertado el interés de  I-D yWonderland, que le han dedicado sendos editoriales en sus páginas.
Por lo que hemos visto en los trailers/capítulos que el equipo de Zentropa ha ido desvelando en Internet y por los pósters cinematográficos más virales del año, sabemos que Goth interpreta a P. en la película. Por sus entrevistas en las revistas de moda sabemos que tiene como referentes a Audrey Hepburn y Meryl Streep y que en lo musical se queda con J Lo y Amy Winehouse. Por los tabloides, que desde hace un año es pareja de Shia LaBeouf, otro de los protagonistas del film y niño mimado de la taquilla estadounidense por sus papeles de vástago de Indiana Jones, héroe de Transformers o proyecto de Gordon Gekko en Wall Street 2.
Goth acaba de estrenar también su participación en The Tunnel, la (tercera) versión británica-francesa de la serie The Bridge protagonizada por Clémence Poésy (está claro que esta trama da para mucho: a los sueco-daneses les sonará la versión de Sofia Helin y a los estadounidenses y españoles suscritos a Fox les sonará por ver a Diane Kruger lidiando con su síndrome de Asperger).
Además de compartir una seria afición por el desaliño, Goth y LaBeouf unen sinergias dentro y fuera de la pantalla. LaBeouf, que ya protagonizó un video para Sigur Rós hace un año, ha dirigido a su chica en el videoclip Haunted Love de Future Unlimited. Un clip algo morboso que incluye planos de Goth pariendo en una bañera de sangre, lloros y bailes algo disfuncionales. Claro, después de trabajar con Lars Von Trier, todo esto les parecerá un juego de niños.
Mia Goth Shia Lebouff
Mia Goth y Shia LeBouff
Shia LeBouff y Mia Goth




 





 



Charlotte Gainsbourg / La censura de Nymphomaniac

Charlotte Gainsbourg
Nymphomaniac, de Lars von Trier

Charlotte Gainsbourg: 

"La censura de 'Nymphomaniac' me parece muy hipócrita"

 En esta entrevista, se explica sobre sus relaciones con Lars Von Trier y su manera de entender el sexo.


Puede que Charlotte Gainsbourg lleve el escándalo inscrito en su código genético. Igual que sus padres –Serge Gainsbourg y Jane Birkin, en una de las transmisiones hereditarias más premium de la historia– pusieron música al orgasmo a finales de los sesenta con la polémica Je t'aime… moi non plus, la actriz y cantante le pone ahora imágenes, vicio y bastante tormento. Con la inestimable ayuda de Lars Von Trier, Gainsbourg no ha dudado en hurgar en el que, casi medio siglo más tarde, sigue constituyendo el mayor de los tabúes. La segunda parte de Nymphomaniac llega este viernes a la cartelera, después de un mes generando un ardiente debate. "Descubrí mi sexo a los dos años", asegura Joe, su personaje, antes de relatar la historia de su vida a través de una serie de escenas tirando a explícitas. ¿Pornografía de autor? "Nunca he entendido así la película", responde Gainsbourg con cara de no haber roto un plato. En esta entrevista, la que fuera imagen de Balenciaga –hasta el adiós de su íntimo amigo Nicolas Ghesquière– se explica sobre su personaje, sus relaciones agridulces con el director y su descubrimiento del sexo cuando era adolescente.

¿Cuándo le habló Lars Von Trier del proyecto por primera vez y cómo reaccionó?
– Fue en 2011, poco después de la rueda de prensa en Cannes [tras la que Von Trier fue señalado persona non grata por afirmar que simpatizaba con Hitler]. Al principio creí que se trataba de una broma, pero luego entendí que iba muy en serio. Me pareció un proyecto extraño, pero no me dio miedo. Me alegré de que volviera a contar conmigo después de Melancolía. La verdad es que me sorprendió.
–¿Entendió la película como porno de autor o como un estudio sobre la sexualidad femenina?
– Ni una cosa ni la otra. La vi como la historia de un personaje que me interesaba mucho. Yo no veo la película como un manifiesto sobre la relación de las mujeres con el sexo. Para mí, se trata del retrato de una mujer excepcional, en el sentido de que no nos representa a todas. Tampoco me parece bien definirla como una película feminista o antifeminista, como he oído últimamente. La película habla de la fuerza de esta mujer, pero también de su vulnerabilidad. Es un retrato individual y no creo que haya que ir más allá.
Nynphomaniac
Gainsbourg, en un momento de 'Nymphomaniac'.
Foto: Cordon Press
–¿Le sorprende que la censura haya cortado escenas en algunos países, cuando nada de lo que se ve la película supera al video más casto en YouPorn?
– Sí, es algo que me ha sorprendido mucho. En especial en Francia, donde la censura sigue siendo mucho más poderosa de lo que creía. Pensaba que nuestra sociedad era mucho más abierta. La verdad es que me parece muy hipócrita. Sobre todo, como dice, cuando uno sabe todo lo que se puede ver en Internet haciendo un par de clics…

–¿Se considera una actriz valiente?
No me considero valiente en absoluto, ni como persona ni como actriz. En realidad, las escenas de sexo no fueron nada difíciles. Lo que fue un reto fue memorizar el diálogo. Nunca había tenido tantas frases por aprender. Rodamos las escenas de la conversación con Seligman al final del rodaje, durante quince días muy intensos. Creí que, después de rodar tantas escenas de sexo, las palabras serían lo más fácil de todo. Al final fue todo lo contrario. En comparación, me pareció que las escenas de sexo habían sido facilísimas.

–¿No se produce un desgaste después de dos meses rodando escenas tan extremas?
–Por supuesto, pero eso no es necesariamente negativo. Para mí, rodar una película como esta supone un arrebato emocional. Lo curioso es que, cuando todo termina, no me siento deprimida. Me siento bien. Tal vez sea un poco masoquista, pero me gusta vivir este tipo de experiencias. Soy una persona tímida, que nunca viviría estas cosas si no fuera por el cine.
Con Lars
Con Lars Von Trier en la presentación de 'Nymphomaniac'.
Foto: Cordon Press
–¿Qué siente cuando se ve desnuda en pantalla?
– Resulta un poco extraño. En realidad, casi nada de lo que se ve en pantalla es mi cuerpo. Cuando el espectador ve un primer plano de una vagina, esa no es mi vagina. Es muy perturbador verte en pantalla con la vagina de otra mujer. Cuando vi la película por primera vez, me entraron ganas de gritar: "¡Esa vagina no es mía!". Lo único que es mío de todo lo que ven son mis pechos. Y ni siquiera lo son al cien por cien, porque durante el rodaje estaba dando de mamar a mi hija, así que estaban más grandes de lo normal [risas].

– ¿Cómo logró alternar dos cosas tan opuestas?
– Me permitió respirar. Durante el día me enfrentaba a cosas completamente locas. Pero, por la noche, me reencontraba con un bebé dulce e inocente en mi habitación de hotel. Eran dos polos opuestos, lo cual me ayudó a encontrar un equilibrio. Lo más extraño es que mi hija se llama Joe, igual que tiene el personaje. Le juro que fue una casualidad. Lars no se lo podía creer. Cuando me enteré, le pedí que le cambiara el nombre, pero se negó. Estaba empeñado en que tuviera un nombre de chico.

–¿Cómo definiría su relación con Von Trier?
– Es un hombre muy misterioso. No puedo decir que le conozca. Me gustaría decir que es un amigo, aunque se trata de un personaje impredecible. No puedo decir que me sienta cercana a él. Ojalá pudiera. Aunque sí que hay algo que ha crecido entre nosotros a lo largo de estos tres rodajes.
Con Charlotte
Jane Birkin sostiendo a Charlotte.
Foto: Cortesía de Taschen: Foto de Andrew Birkin
–¿Qué instrucciones le dio el director para entender a Joe?
– Casi ninguna. Es un director que no se expresa, no te explica nada. Cuando rodamos Anticristo, recuerdo que llegué al set con una larga lista de preguntas. Lars ni siquiera me escuchó. Se levantó y me dijo: "Me voy a echar la siesta". Esta vez ni siquiera lo intenté. Solo me dijo que había entrevistado a mujeres ninfómanas y que su vida no era nada divertida, para que enfocara mi interpretación en esa dirección.

– En una entrevista publicada en la edición francesa de Vanity Fair, criticó el comportamiento del director durante sus rodajes y dijo que, a veces, "va demasiado lejos". ¿Se arrepintió en algún momento de haberle dicho que sí?
– No, nunca me arrepentí. Hubo momentos difíciles, como en todos los rodajes, pero en realidad Lars es una persona mucho más amable y respetuosa de lo que cree la gente. Cuando rodamos Nymphomaniac, yo estaba perdiendo a una persona muy cercana y muy querida. Lars sabía que estaba sufriendo, así que fue muy amable conmigo. Me ayudó y me cogió de la mano.

– La película también es un relato de iniciación sexual. ¿Recuerda quién le habló de sexo por primera vez?
– [Reflexiona] No me acuerdo de quién fue. Lo que sí recuerdo es que mi descubrimiento del sexo se produjo de manera muy natural. Mi primera experiencia fue con un hombre mucho mayor, que me enseñó las cosas con tacto y amabilidad. La verdad es que fue un buen comienzo [risas].
familia Gainsbourg birkin
Foto de familia, julio de 1977.
Foto: Corbis
–Tuvo unos padres que parecían bastante desacomplejados sobre la cuestión. ¿En su casa se hablaba de sexo?
– No, mis padres nunca me hablaron de sexo. Recuerdo que cuando empecé a practicar sexo tomaba la píldora a escondidas, como si fuera un secreto. En parte, porque yo creía que era adulta, pese a no serlo, y me decía que no tenía que dar explicaciones a nadie. Lo gracioso es que ahora hablo de sexo con mi madre muy a menudo. Nos lo contamos todo.

–¿Y con sus hijos, también lo hace?
–Mi hijo mayor ya tiene 16 años. He intentado hablarle de sexo sin tabúes y sin timidez, aunque no siempre es fácil. Cuando llegue el momento, creo que será menos complicado hacerlo con mi hija, que tiene 11 años. Para mí, la sexualidad de los hombres sigue siendo muy misteriosa. De hecho, tuve que pedirle a su padre que me ayudara un poco [risas].