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miércoles, 20 de marzo de 2013

Evelio Rosero / La reencontrada carroza de la novela histórica / Jorge Eliécer Pardo


Para Evelio Rosero, en su cumpleaños
Bogotá, 20 de marzo de 2013



Evelio Rosero
LA CARROZA DE BOLÍVAR
La reencontrada carroza de la novela histórica
Por Jorge Eliécer Pardo

El gran reto de un escritor comprometido con su tiempo —no con ideologías, mucho menos con partidos políticos— es lograr combinar las falsas realidades históricas con las falsas realidades de la ficción. Para llegar a las primeras el novelista debe investigar a fondo y deglutir toda esa información con el desafío de que al final no sea la que devore el libro. Ése el gran reto, la gran apuesta. Hay que correr el riesgo y pasar la cuerda floja que siempre el lector quiere cortar. Una vez al otro lado gana la novela, la historia y la ficción.

Las combinaciones, novela con telón histórico y niveles poéticos, existenciales y a veces eróticos, dan al texto un hálito íntimo que convive con el documento o la referencia sobre personajes de la historia. El texto histórico muchas veces ahoga, pesa, impone un ritmo y pliega al autor a las verdades de lo investigado, por ello la tercera persona del narrador es el mejor escondite para referir episodios o testimonios de la historia patria.

Hay una tendencia en América Latina (un joven narrador argentino acaba de ganar el premio Alfaguara con un libro sobre la Junta Militar) a reconstruir la memoria desde la palabra de la novela. En Colombia, muchos autores cuentan, por ejemplo, la guerra del narcotráfico desde la epidermis de los acontecimientos brutales pero de manera aséptica frente a lo que el suceso significa dentro de la sociedad. Tocar la mafia de la narcopolítica es un reto que pocos se atreven a asumir y que, a las editoriales poco les importa publicar. Si la literatura contribuye al silencio, al borrón y cuenta nueva, al perdón y olvido, los pueblos están condenados a repetir los dolores de la sociedad. Aún nos deben las novelas sobre las generaciones de jóvenes que, tras una ilusión, una utopía, perdieron sus vidas en la añoranza de una patria mejor desde la lucha armada revolucionaria, no de las delaciones y estigmatizaciones sino desde la comprensión y lo que significó en cada uno de sus momentos. La historia y la novela nos deben la verdad sobre el poder y la guerra, el poder de distintas épocas. Por eso la novela La carroza de Bolívar es valiente y cuestionadora, porque plantea la deshumanización de la guerra, el irrespeto por los derechos humanos en todos los tiempos. Poder y muerte donde los traicionados y asesinados siempre son los anónimos.



Es la primera vez que Rosero se arriesga escribir una novela con un personaje histórico: Simón Bolívar, El Libertador. Nos hace pensar que algunos escritores asumen una de las múltiples funciones de la literatura: tejer y destejer la memoria colectiva, con las verdades y mentiras de los historiadores y con las ficciones y especulaciones del novelista. No es un Bolívar-héroe sino un Bolívar-antihéroe, referido en un libro (de José Rafael Sañudo) cuyos testimonios sirvieron a la novela. Hasta ahora nadie ha salido a contradecir los entrecomillados que, se supone, enmarcan las verdades del Bolívar con pretensiones monárquicas y su crueldad frente a los derrotados. Tampoco sus gustos por las impúberes hijas de los sometidos.

Los tiempos de crisis, los tiempos de la muerte y la guerra, los acontecimientos reescritos y vueltos a escribir, forman parte de la nueva lectura de los sucesos que contribuyen a esclarecer lo que han silenciado, negado o maquillado. El Bolívar de Rosero está referido a través de la historia documentada y oral de los pueblos del sur donde el lector advierte la intolerancia, el poder y las utopías.
Evelio Rosero



Los grupos armados, minúsculos y utópicos de las guerrillas de la década de los sesenta están presentes, ironizados unas veces, en serio otras, pero demostrando que las contradicciones de nuestra sociedad colombiana no parten desde hace cincuenta años sino que vienen desde los odios que generaron hasta nuestros libertadores.



Con un lenguaje casi coloquial, cargado de sarcasmo, de erotismo y de conocimiento de los sentimientos de los personajes, todos ellos delineados y multifacéticos, con prosa inteligente y sagaz, con humor y justeza, nos permite transitar el libro con rabia unas veces, con risa otras.



La disyuntiva entre el texto narrativo y el histórico hace que el escritor se juegue el albur de un lector ávido de conocimiento de otras aristas de nuestra historia, o ese otro que busca sólo el divertimento en la anécdota y el goce estilístico. Existe de igual forma el debate con los jóvenes alumnos, jóvenes estudiantes, jóvenes lectores que en muchos casos no quieren saber nada diferente a lo que han aprendido en las aulas de clase, de los profesores que repetieron siempre la misma historia de héroes, de buenos y malos. Los desmanes de Bolívar como las incursiones de los jóvenes guerrilleros, abren interrogaciones en el libro, de esa manera el autor se aleja de lo absoluto, solamente plantea y muestra la estupidez humana.


Esperamos a los defensores de El Libertador que, como en el caso de El General en su laberinto, de García Márquez, salieron a debatir. Si el silencio gana, ganará también el lado oscuro de Bolívar, lo que consigna el novelista para interrogar al héroe impenetrable como su estatua de bronce. La novela gana en la historia regional con sus poderes locales, sus traiciones, obispos, profesores, artesanos, putas y guerrilleros caricaturizados. La novela gana en el tono y el lenguaje, tan colombiano, tan pastuso, a pesar de ser editada en España y México.Oí en una entrevista a Rosero decir que no volverá a escribir novelas con historia patria, lo dijo con tono lastimero. Luego de Los ejércitos (premio de novela Tusquets, 2006) es inevitable volver a enfrentar la triste realidad que le ha tocado vivir y escribir.

El Nogal, marzo 29 de 20012 


GALERÍA



Evelio y Jorge Eliécer Pardo 
Bogotá, 1984 


Evelio Rosero y Jorge Eliécer Pardo
Aquellos tiempos de perdición
Bogotá, 1984

Evelio Rosero, Triunfo Arciniegas y Julio Daniel Chaparro
Feria del Libro de Bogotá, 1988

Pedro Badrán, Evelio Rosero, Fernando Ayala y Jorge Eliécer Pardo
Feria del Libro de Bogotá, 2010
Fotografía de Triunfo Arciniegas


Lea, además
Evelio Rosero by Antonio Ungar

lunes, 18 de marzo de 2013

Garcia Márquez / 86

Gabo se deja ver en su cumpleaños número 86. Gabriel García Márquez en su casa de México.
García Márquez en su casa de México

Gabo se deja ver 
en su cumpleaños

El escritor, de 86 años,
salió unos instantes de su casa
para saludar a los periodistas.
Ya no concede entrevistas ni hace vida social.
Ya no participa en política ni suelta
una de sus deslumbrantes y bien armadas frases.
Ha dejado de escribir.

MARIO GUZMÁN 
EFE, 6 de marzo de 2013

"El hecho mismo de que ya no escriba apenas y toca o modifica la importancia y el cariño que en general se le tiene", dijo el escritor mexicano Ignacio Padilla.

El nobel de literatura 1982 no participa ya en actos públicos y vive prácticamente retirado del mundo, apartado de los reflectores, pero muy presente entre otros escritores y, sobre todo, en el corazón de sus lectores, su conquista definitiva.

Hoy hizo una excepción y sonriente, ataviado con un traje gris oxford, corbata de rayas y camisa rosa, salió hacia el mediodía al portón de su residencia, ubicada en el exclusivo barrio del Pedregal de San Ángel, a recibir un ramo de rosas amarillas, su color favorito.

Allí García Márquez, auténtico referente vivo de la literatura en español, se dijo "muy contento" de celebrar su 86 aniversario en compañía de familiares y amigos cercanos y escuchó cómo le cantaban "Las Mañanitas", una tradición en México con los cumpleañeros.

Gabo es "sin duda alguna el escritor, el contador de historias más importante junto con Borges del siglo XX latinoamericano, y me atrevería a decir que de la lengua española en general", señaló Padilla.

Este autor mexicano interpreta el silencio en que se ha instalado el autor de "Cien años de soledad" y "El amor en los tiempos del cólera" como algo que no afecta un ápice a la devoción que por sus libros sienten sus lectores en todo el mundo.

"No siento que haya un impacto significativo en nuestra manera de leerlo y en nuestra manera de quererlo. En ocasiones es incluso preferible que los escritores no escriban, sobre todo cuando ya han dicho de manera inmejorable lo que tenían que decir", aseveró.

El escritor colombiano Gabriel García Márquez confesó que está "muy contento" por celebrar su 86 aniversario en su casa de Ciudad de México en compañía de familiares y amigos cercanos. 

Un Gabo sonriente, ataviado con un traje gris oxford, corbata de rayas y camisa rosa, salió hacia el mediodía al portón de su residencia, en el exclusivo barrio del Pedregal de San Ángel, para recibir un ramo de rosas amarillas, su color favorito.

El Nobel de literatura en 1982 saludó a los periodistas que llegaron a su residencia: "¿Por qué tanto alboroto?", preguntó bromeando. De inmediato, los periodistas, acompañados por su asistente Genovevo Quirós, entonaron las tradicionales 'Mañanitas'.

Tras una prolongada sonrisa, el autor de 'Cien años de soledad' y 'El amor en los tiempos del cólera' regresó a su casa, aunque anunció que saldría más tarde para "seguir festejando", señalaron fuentes cercanas al escritor.

Desde muy temprana hora la casa del novelista fue inundada con arreglos florales y globos, así como pasteles de chocolate. Un amigo del escritor que se identificó como Sergio Gómez llegó a la residencia con botellas de vino y varios platos de comida, entre ellos huanzontles y fríjoles, que le encantan al autor.

Es "importante que los lectores aprendamos a permitirle al humano que hay detrás del poeta, que guarde silencio y se refugie en su intimidad para hacer lo que le dé la gana", añadió.

El escritor colombiano llegó a México en 1961 y hoy vive en el sur de la capital mexicana junto a su mujer, Mercedes Barcha, y sus más cercanos, sin prodigarse en actos sociales o culturales.

El también escritor mexicano Ignacio Solares, quien frecuentó a García Márquez en sus visitas a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), está convencido que con todo y su silencio el autor de 'El otoño del patriarca' es "el escritor vivo más importante en lengua española".

Solares piensa que Gabo, como le conocen los que le quieren, ya no necesita publicar nada más.

"Un buen escritor está más cerca de la gente a través de los libros que con su persona. Entonces García Márquez es una gente que, cada vez que abres un libro de él, estás con él. Entonces lo que necesita es más lectores todavía", aseguró.

"Lo que tenía que hacer ya lo hizo y lo que hay que hacer ahora es leerlo y releerlo, y agradecerle todo lo que nos dio", añadió Solares, quien siempre ha considerado "un lujo su plática, sus comentarios de literatura, de política, de lo que fuera".

Para la directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), Nubia Macías, no hay duda de que García Márquez "es un clásico vivo" al que en su 86 cumpleaños le desea que sus lectores "lo sigamos teniendo muchos años con gran calidad de vida".

"Gabriel García Márquez consiguió con su obra poner la literatura latinoamericana en el orbe, que el mundo volteara sus ojos a esta parte del mundo que hasta antes de los sesenta no se les consideraba ni se les daba el peso que se merecían, salvo algunas excepciones", apuntó.

http://www.semana.com/cultura/articulo/gabo-deja-ver-su-cumpleanos-numero-86/335802-3

domingo, 17 de marzo de 2013

Philip Roth / 80



Philip Roth

El gigante oculto de la escritura


Philip Roth cumple 80 años y genera más admiración 

que nunca. Así lo demuestran un nuevo documental 

y una encuesta que lo eligió como el mejor 

escritor de su país.


El gigante oculto de la escritura. t El año pasado, en la cúspide de su carrera, Roth anunció que se retiraba. “No quiero leer, no quiero escribir, ni siquiera quiero hablar de eso”, dijo.
Autor: Reuters
El año pasado, en la cúspide de su carrera, Roth anunció que se retiraba. “No quiero leer, no quiero escribir, ni siquiera quiero hablar de eso”, dijo.
Hace 30 años pocos pensaban que Philip Roth podría llegar a convertirse en el gran novelista de su país. “Era demasiado judío, demasiado sexual, demasiado gracioso para ser tomado tan en serio como Pynchon, Updike o DeLillo”, escribió Jennifer Senior en la revista New York Magazine. Pero, gracias a una producción asombrosa —en cantidad y calidad—, ya no parece haber dudas sobre su calidad: a sus 80 años, Roth tiene asegurado un lugar privilegiado en la historia de la literatura estadounidense.

Philip Milton Roth nació en 1933 y creció en Newark, al este de New Jersey, en una familia judía de clase media. Su padre, vendedor de seguros, y su madre eran de origen ucraniano. Los conflictos de su niñez y juventud en esa pequeña población de la costa este son parte fundamental de su universo literario. Más tarde, pasó gran parte de su juventud viajando antes de comenzar una carrera académica que lo llevó a estudiar y posteriormente a enseñar en las universidades de Chicago, Iowa, Pennsylvania y Princeton. 

En 1959 publicó su primer libro, Goodbye, Columbus y desde entonces se dedicó con un fervor casi enfermizo a escribir. Sus primeras obras dieron poco de qué hablar, pero en 1969 publicó la primera novela que recibió buenas críticas: El lamento de Portnoy. Durante los siguientes 20 años exploró a fondo la psique de su alter ego literario: Nathan Zuckerman, el protagonista de casi todas sus novelas. 

Su ritmo frenético al escribir lo llevó a tener un colapso nervioso. Roth fue internado en el hospital psiquiátrico de Silver Hill varias veces durante los años ochenta y comienzos de los noventa. Los doctores diagnosticaron una depresión profunda y varias veces temieron que intentara suicidarse. Entonces le recetaron fuertes dosis de Prozac y litio. Sin embargo, una vez superó la crisis, Roth reencontró sus fuerzas y publicó algunas de sus mejores novelas: Operación Shylock, El teatro de Sabbat, Pastoral americana y Me casé con un comunista, entre otras.

En 1990 se casó con la actriz Claire Bloom, con quien vivió tres años. Después de separarse, decidió recluirse en un rancho en Connecticut a llevar una existencia solitaria aunque, con una disciplina casi militar, siguió escribiendo. Todas las mañanas se levantaba temprano, hacía una larga caminata y después se encerraba en su estudio. Según le contó a la revista The New Yorker, en una de las pocas entrevistas que ha concedido, llegó a escribir más de diez horas seguidas. “Trabajo, es lo que hago. Siempre estoy atento. Soy como un doctor en una sala de emergencias. Y también soy la emergencia”, dijo. De vez en cuando Roth visitaba a sus amigos en Manhattan, se tomaba unas cervezas, iba a la peluquería y asistía a un partido de beisbol.

Sin embargo, el año pasado Roth anunció que estaba cansado. En una corta charla con la revista francesa Les Inrocks afirmó que Némesis, publicada en 2010, sería su última novela. Dijo que cuando cumplió 78 años decidió volver a leer a todos sus autores favoritos, Dostoievski, Conrad, Turgenev y Hemingway, y luego su obra completa. “Quería ver si había perdido mi tiempo escribiendo. Y me di cuenta de que había tenido más o menos éxito (…) hice lo mejor que pude con lo que tenía. Pero después de eso, decidí que ya era suficiente. No quiero leer, no quiero escribir, ni siquiera quiero hablar de eso. Le he dedicado mi vida a la literatura. La he estudiado, la he enseñado y la he escrito. Creo que ya es suficiente”, dijo. 

Roth ha demostrado ser muy firme en sus decisiones y por eso parece posible que no publique nunca más (aunque nadie duda que siga escribiendo). Pero esto no significa que su obra pase al olvido. Ya en 2006 el New York Times Book Review le pidió a un grupo de intelectuales —entre los que se encontraban Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Junot Díaz— que eligieran las mejores novelas de los últimos 25 años. Ente los 20 libros elegidos, seis resultaron ser de Roth: Pastoral americana, La contravida, Operación Shylock, El teatro de Sabbat, La mancha humana y La conjura contra América. Entonces quedó clara su importancia en la literatura contemporánea.

Algo similar sucedió esta semana cuando, a raíz de su cumpleaños, la revista New York Magazine organizó una encuesta entre destacados intelectuales del mundo. La mayoría coincidió en afirmar que Roth era el más grande autor estadounidense vivo y que merecía ganar el premio Nobel (ver recuadro). No obstante, algunos resaltaron que su obra tenía ciertas manchas: su misoginia y su exceso de referencias sexuales. Aunque esto no es necesariamente un defecto, para muchos es la razón por la cual la Academia Sueca no lo ha premiado.

Asimismo, a finales de este mes la cadena PBS presentará Philip Roth: Unmasked. Este documental ha generado una gran expectativa, pues el autor abrió las puertas de su casa durante diez días, algo impensable dados sus antecedentes de ermitaño. Quienes lo han visto dicen que la producción, de 90 minutos, es reveladora y que Roth habla por primera vez de su vida privada y de su obra. Parece que mientras más se oculta más fascinación genera. El novelista es perseguido, estudiado, alabado y ha recibido casi todos los premios a los que puede aspirar: el National Book Award, el Pulitzer, el Booker y el Príncipe de Asturias de las Letras. Solo falta el esquivo Nobel que, seguramente, Roth espera en el silencio de su rancho, mientras escribe —en secreto— una nueva obra maestra. 


Así lo ven sus colegas 

La obra de Roth genera una admiración casi unánime. 
Así lo dejan ver los comentarios recientes de algunos 
de los intelectuales más respetados del mundo:


Salman Rushdie, novelista
“El lamento de Portnoy, Pastoral americana, El animal moribundo, La mancha humana, 
entre otras: todas las novelas de Roth son colosales”.  

Harold Bloom, crítico:
“En términos generales, Roth es probablemente el mayor novelista estadounidense tras Faulkner”.


David Remnick, editor:
“Pocos artistas modernos se han entregado con tanta devoción a su trabajo como Philip Roth”. 


Martin Amis, novelista:
“Se supone que no existen diferentes grados de intensidad en la originalidad de la escritura.Y, sin embargo, Roth es singurlarmente original”.


Juan  Cruz, periodista:
“Es uno de los grandes escritores por su sensibilidad y por su capacidad de escribir lo que parece autobiografía y luego es ficción”.

SEMANA



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