Joanna Quandt, en noviembre de 2012. / W. KUMM (EFE)
Johanna Maria Quandt tenía casi 30 años y era dueña de un rostro hermoso cuando comenzó a trabajar, en 1955, como asistente en la oficina de Herbert Quandt, uno de los empresarios más ricos de Alemania. En menos de cinco años, la joven conquistó el corazón del patriarca, con quien se casó en 1960. Cuando Herbert Quandt murió, en 1982, su viuda se convirtió en la mujer más rica de Alemania, dueña junto con sus hijos Susanne y Stefan del 46,7% de las acciones de BMW y de otro paquete multimillonario de participaciones en varias empresas germanas.
El lunes pasado, Johanna Quandt murió a la edad de 89 años, en la intimidad de su mansión en Bad Homburg, un exclusivo barrio residencial cercano a Francfort y su deceso provocó el milagro de revivir la historia de una mujer, que siempre defendió la intimidad de su vida, evitó como pudo el glamour que rodea a los millonarios alemanes y nunca concedió una entrevista.
"Ella fue la verdadera jefa de BMW", señala el diario Süddeutsche Zeitung, al recordar el rol que jugó la viuda en la empresa bávara. Cuando el patriarca y padre de sus dos hijos murió, Johanna Quandt asumió el rol de jefa de la familia y comenzó a dirigir las empresas que había heredado de su esposo. De la noche a la mañana, la mujer ocupó el cargo de vicepresidenta de exclusiva Junta de Vigilancia de BMW y en el gigante químico Altana. Y, casi cono el milagro bíblico, la viuda multiplicó la riqueza que había heredado hasta convertirse en la mujer más rica del país, un título que ahora ostenta su hija Susanne.