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martes, 6 de diciembre de 2016

Boris Vian / El umbral de la inmortalidad


Boris Vian
El umbral de la inmortalidad

El umbral de la inmortalidad
Es bastante elevado, de piedra, con plantas,
Uno no advierte que lo está cruzando
Pero del otro lado
bandadas de pájaros sin alas y sin agua
Lanzaban gritos desgarradores.




Boris Vian
Le seuil de l'immortalité

Le seuil de l'immortalité
Est assez haut, en pierre, avec des plantes
On ne s'apercevait pas du tout qu'on le passait
Mais de l'autre côté
Des tripotées
D'oiseaux sans ailes ni sans eaux
Poussaient des cris d'échiran...


domingo, 1 de marzo de 2015

Boris Vian / La marcha del pepino



Boris Vian

LA MARCHA DEL PEPINO

Había comprado yo un hermoso pepino
Muy gordo, muy largo, muy verde
y regresaba sin traspiés
del mercado de Nevers

Puesto que sudaba por el camino
de llevar el cesto
Me detuve para almorzar
Al pie del un álamo

Hete aquí que deslío mis cosillas
Mi pan y mi cuchillo
Y la punta de tocino que me quedaba de ayer
No tenía buen aspecto.

Diantre, me digo, sin mi patrona
No era tan roñosa
pues llevo en este cesto
cosas requetebuenas

Al momento levanto
la tapa del chisme
Sólo con ver aquello se me hace
toda la boca agua

Debía de parecer yo un gendarme
Con ese gran cuchillo
Pues el pepino al ver el arma
Se deshace en sollozos

A mí, qué quieren que les diga, me hace gracia
ver llorar a ese bicho
Pero el pepino toma la palabra
y me pide clemencia.

Bella Suzon, apiádase de mí
y no me abra en canal
Pues bien claro está escrito en la Biblia
que al prójimo no hay que matar

Les aseguro que esto de ser pepino
es un destino atroz
Nada hay en el mundo más triste
Ni menos meritorio

Acaban nuestros días en las mesas
cortados en trocitos
Salpimentados, suerte detestable
Para llenar el estómago de los necios.

La desgracia viene de nuestro color verde
qué tira de espaldas
No es normal, desconcierta
y provoca impotencia.

Realmente qué destino tan tonto
El que nos hizo verdecer
Porque los hay que viven en braguetas
Y que no tienen esa cruz.

A veces, sin embargo, son enclenques
No son ni pesados ni gruesos
Andan un poco escasos de saliva
Y no tienen más que piel de hueso

Esconden el culo en las matas
Y meten las narices en lo oscuro
y trabajar es cosa rara en ellos
Apenas si lo hacen un poquito por las noches.

Pero a éstos se les mima
con nombres de pajarillos
Les chinchan y susurran
Les besan en los morros

Les acaricia en todos los sentidos
para fortalecerlos
y baños de juventud les dan
para que crezcan mejor

Si respingan les hacen monerías
los acarician de nuevo
Hasta que a berenjenas se asemejan
De rojos y fuertes que se ponen.

Y cuando están en forma
los trasplantan en unos agujeros
Para que crezcan más altos que un olmo
sin cansarse en absoluto

Y mientras aprisionan la tierra
Removiendo todo alrededor
esos cerdos escupen al aire
pese a todos sus mimos

Y entonces ¿qué? creéis que los castigan
a golpes de cepillos de dientes
les pegan o los comen?
¡No! ¡Solo fingen hacerlo!

Sin embargo a nosotros, verdes como los árboles
que también somos bellos
Al mármol ablandaría nuestra suerte
¡Nos pasan a cuchillo!

Escuchando hablar así al pepino
Sentí lástima de él
Era su destino ciertamente triste
Más valía ahogarlo.

Como no había agua en el camino
me levanté las enaguas
Y me lo metí en mis partes
Diantre, qué gusto daba.

Una hora después yo estaba muy a gusto
y el pepino también
Ven aquí cariño que te folle
Eso le dije.

Y al verlo ya no tuve miedo
de que se lo comieran en la cena
Pues había cogido un color
rojo como un cangrejo.

Y así acaba la historia del pepino
Muy gordo, muy largo y muy verde
que me llevé sin traspiés
Del mercado del Glande Verde





sábado, 28 de diciembre de 2013

Boris Vian / Bastante

Boris Vian según Anabel Perujo
Boris Vian


Ellos rompen el mundo
En pequeños pedazos
Ellos rompen el mundo
A golpes de martillo
Pero me da igual
Me trae sin cuidado
Queda bastante para mí
Queda bastante

Es suficiente que me guste
Una pluma azul
Un camino de arena
Un pájaro miedoso
Es suficiente que me guste
Una delgada brizna de hierba
Una gota de rocío
Un grillo de monte
Pueden romper el mundo
En pequeños pedazos
Queda bastante para mí
Queda bastante

Tendré siempre un poco de aire
Un hilillo de vida
Un poco de luz en la mirada
Y el viento en las ortigas
E incluso, e incluso
Si me encarcelan
Queda bastante para mí
Queda bastante

Es suficiente que me guste
Esa piedra erosionada
Esos ganchos de hierro
En los que se detiene un poco de sangre
Me gusta, me gusta
La tabla gastada de mi cama
El jergón y los travesaños
El polvo suspendido en un rayo de sol
Me gusta la mirilla que se abre
Los hombres que han entrado
Que avanzan, que se llevan
A volver a encontrar la vida del mundo
Y a encontrar el color

Me gustan esos dos largos montantes
Ese cuchillo triangular
Esos señores vestidos de negro
Es mi fiesta y estoy orgulloso
Me gusta, me gusta
Ese cesto lleno de sonido
Donde voy a apoyar mi cabeza
¡Oh! Me gusta de verdad
Es suficiente que me guste
Una pequeña brizna de hierba azul
Una gota de rocío
Un amor de pájaro miedoso
Ellos rompen el mundo
Con sus martillos pesados
Queda bastante para mí
Queda bastante, corazón mío.

 




Boris Vian / El naufragio de la memoria



El naufragio de la memoria

La figura de Boris Vian comienza a ser conocida del público lector en nuestro país gracias a las traducciones de varias de sus obras que, aunque pausadamente, se vienen realizando. Ahora, con Lhierba roja,una de las novelas más significativas de su autor y acaso la de mayor aliciente por el marcado carácter autobiográfico de la misma, se da un importante paso en el conocimiento de un escritor que ha desarrollado una de las más sugestivas aventuras novelísticas de nuestro siglo.Aparecida en 1950, y aunque construida según la forma clásica de novelar, La hierba roja participa ya de muchos de los atractivos que distinguirán a la «nueva novela» surgida en Francia por aquellas mismas fechas, lo que la coloca en una posición de vanguardia. Escrita en presente, nos muestra un mundo cerrado donde reinan la soledad y el hastío, donde la comunicación es poco menos que imposible y donde todo parece girar en torno de una extraña «máquina del tiempo», que servirá al ingeniero Wolf -el protagonista (?) de la novela, retrato del propio Vian- para retornar a sus orígenes.

La hierba roja

Boris VianColección Narradores de Hoy. Bruguera-Alfaguara. Barcelona 1979.
Importante músico de jazz en su tiempo, cantante, actor, periodista, pintor, etcétera, el polifacético Boris Vian buscó distintas maneras de alcanzar el cauce adecuado a su personalidad inquieta y compleja. Como escritor, chocó con la sociedad en la que le tocó vivir y conoció censuras y procesos que, pese a rodearlo de una rara aureola de triunfo, lo relegaron a un reconocimiento tardío de su obra.
En la novela que nos ocupa, Vian trató de buscar en Wolf respuesta a sus obsesiones, a las interrogantes que lo atormentaban, y, para ello, se sumergirá en la propia memoria para intentar un rescate que parece abocado al fracaso desde el principio. La obra aparece enmarcada en un paisaje sombrío, desolado, que, sin embargo, no podemos tachar de falso. La hierba roja no es una novela desprovista de autenticidad pese al carácter irreal -subyace un cierto surrealismo de fondo- que impregna muchos pasajes, sino todo lo contrario. Como Wolf, Vian se ha construido un mundo a su medida: el mundo en que aquél se debate. Así, el personaje toma entidad propia y se independiza del autor, que asiste como mero espectador al aniquilamiento de aquello que ha creado y, en proceso irreversible, contempla su propia destrucción. Lo mismo que el mecánico Lazuli se siente observado, también Wolf tiene un observador, y éste no es otro que el propio autor -el único actor-, quien, irremediablemente, lo empuja a un final en el que perecerá, ahogado en las aguas de la memoria. Ni aun así, desdoblándose en otro, podría salir a flote el que está detrás, y Vian lo sabía. Por eso hace el cerco cada vez mayor, en un deseo apremiante de huir o hundirse para siempre en la ciénaga oscura de sus recuerdos.

Destino individual

El amor es aquí la sombra de un raro sentimiento, mezcla de inseguridad y de impotencia ante un destino que se sabe individual. Al contrario que en otras obras, en ésta Vian apenas recurre a lo erótico, o cuando lo hace aparece descargado de la extrema sensualidad de otras veces; es un erotismo del hastío que a nada conduce, desprovisto de realidad física. Wolf y Lazuli parecen abrazar fantasmas cuando visitan a las «amorosas», y con sus parejas respectivas o ya no existen las relaciones en el caso de Wolf, o se levanta un infranqueable murallón -el incansable observador- en el de Lazuli. El deseo existe como una sed a fuerza de no satisfacerse, casi se ha llegado a olvidar. Lazuli, en el loco intento de evadirse de sus fantasmas personales, acabará matándose. Wolf, en cambio, sometido en su máquina del tiempo a todos los interrogatorios de un pasado que quiere desentrañar, encuentra la muerte, víctima, como hemos dicho, de su tenaz voluntad inquisitiva. No de otra forma conseguiría olvidar después el fraude que había sido para él la vida, máxime cuando se ha comprendido que «el tiempo es un engaño (que) se lleva dentro».Novela saturada de símbolos desde su mismo título, alcanza cotas de irónico carácter esperpéntico, como en el acto de inauguración de la «máquina» o en casa de la adivina a quien va a visitar la mujer de Wolf, y, sobre todo, en ese curioso personaje a quien llaman «el conde». Las dos mujeres -la esposa de Wolf y la amante de Lazuli- pasan por la novela sin pena ni gloria, y por eso sobreviven al final, cuando incluso «el conde» ha sucumbido tras obtener lo que siempre había deseado. Sólo Wolf -Vian- ha cometido «el mismo error de todos los profetas: tener razón».

Boris Vian / Dientes

Boris Vian
Hermanos Jan y Martin Ruzicka
Tallistas checos
Boris Vian

La vida es como una muela
En principio no pensamos en ella
Nos conformamos con masticar
Y después se estropea de repente
Hace daño, y lo soportamos
Y la cuidamos y nos desvela,
Y para estar de verdad curados
Hay que arrancársela, la vida.




Boris Vian



La vie, c'est comme une dent...

La vie, c'est comme une dent
D'abord on y a pas pensé
On s'est contenté de mâcher
Ça vous fait mal, et on y tient
Et on la soigne et les soucis
Et pour qu'on soit vraiment guéri
Il faut vous l'arracher, la vie.

domingo, 12 de junio de 2011

Boris Vian / Tres citas


Boris Vian
Hermanos Martin y Jan Ruzicka
Tallistas checos
Boris Vian
TRES CITAS

"El humor es la cara civilizada de la desesperación."

"Niego que una cosa tan inútil como el sufrimiento pueda dar derechos a lo que sea, al que sea, sobre lo que sea."

"Lo que me interesa, no es la felicidad de todos los hombres, es la de cada uno."


Boris Vian según Anabel Perujo
Boris Vian
TROIS CITERES

L’humour, c’est la politesse du désespoir.

Je conteste qu'une chose aussi inutile que la souffrance puisse donner des droits quels qu’ils soient.

Ce qui m´intéresse, ce n´est pas le bonheur de tous les hommes c´est celui de chacun.




domingo, 5 de diciembre de 2010

Boris Vian / El cometa Vian

Boris Vian
El cometa Vian

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO 22 ABR 2009

Pasó como un meteoro. Como si no pudiera detenerse ni un instante para comprobar si seguía avanzando en una dirección que, por otra parte, no se había trazado. En los treinta y nueve años de su existencia, Boris Vian (1920-1959) hizo de todo. Fue ingeniero (y chupatintas) y convirtió la bohemia de Saint-Germain-des-Près en una forma de vida: precisamente en el momento en que en las terrazas del Flore o de Les Deux Magots convivían pacíficamente los acólitos del existencialismo, reunidos en torno al patrón (el Jean Sol Partre de La espuma de los días), y los turistas que venían a ver lo que se cocía en el París liberado. Fue músico: letrista de canciones (y libretista de ópera para Milhaud), compositor, cantante y trompetista de jazz. Y poeta. Fue inventor y dramaturgo. Y traductor y guionista y crítico. Fue también novelista con dos registros: con su propio nombre para las novelas a secas, y con el de Vernon Sullivan para las de género (negro), que fueron las que le proporcionaron dinero suficiente para pasarlo bien de vez en cuando y adquirir el BMW de seis cilindros con el que se paseaba por el quartier con su primera mujer o Juliette Greco en el asiento del copiloto. Hizo de todo. Y, además, rápido.
Sus obras completas en La Pléiade suponen la entrada en un panteón que siempre le fue elusivo y que contemplaba con sorna
Ahora, cuando en Francia se conmemora el cincuenta aniversario de su muerte, el anuncio de que la biblioteca de La Pléiade publicará susOeuvres Complètes (novelas, cuentos, poemas, teatro, canciones, miscelánea, cartas) supone su entrada definitiva en un panteón literario que siempre le fue elusivo y al que contemplaba con curiosidad y sorna. Considerado un escritor menor, un novelista para adolescentes, su obra -muy difundida a partir de finales de los sesenta- ha sido leída con evidente reluctancia tanto por los partidarios de la literatura del compromiso como por aficionados a lo que Fernando Savater ha llamado "monumentos a la aerofagia" (un marbete que, por ejemplo, aplica a Las benévolas, de Jonathan Littell). Cuando lo que se llevaba era poner la literatura al servicio de una causa, Vian ponía la suya, sin un programa, al servicio del placer de contar historias que conmovieran. Historias también comprometidas, por supuesto: con la propia literatura y con el lenguaje, al que sometió a un vivificante proceso de deconstrucción (Vian también fue patafísico) y rejuvenecimiento.
Como muchos de mi generación, oí hablar de Boris Vian a finales de los años sesenta en el mismo paquete informativo en que recibíamos noticias de películas (aquí) prohibidas y de libertades de otros y de mundos menos grises y fascistoides. Alguien me hizo escuchar (en la voz de Reggiani, creo) su canción Le deserteur, cuya letra también inflamó a muchos de mis contemporáneos. Leí su gran novela de amor y juego y tragedia (La espuma de los días, 1947) el mismo año queRayuela (a Cortázar también le gustaba la literatura como juego y el juego de la literatura, y las historias de amor tristes y hermosas), de manera que no pretendo ser imparcial cuando animo a leerlo a quienes todavía no lo han hecho. Es, además, una literatura que a los jóvenes les suele producir un singular efecto: les da ganas de escribir.
En España se encuentran publicadas (con desigual fortuna) sus obras más significativas, aunque traducir a Boris Vian debe de ser un ejercicio tan agotador como traducir a Cabrera Infante. Estos días he vuelto a leer Escupiré sobre vuestra tumba, su mejor novela "negra". Cuando se publicó (1947) se convirtió en un best seller, pero fue prohibida dos años más tarde por obscena y violenta. A Boris Vian, que siempre estuvo enfermo del corazón, le encontró la muerte precisamente mientras veía la première de su adaptación cinematográfica. Antes les había dicho a sus amigos que no le gustaba nada.






sábado, 4 de diciembre de 2010

Boris Vian / La música que no paró

Boris Vian
La música que no paró

Francia evoca a Boris Vian medio siglo después de su prematura muerte - Gallimard glorifica su obra al publicar sus novelas completas en La Pléiade



La mañana del 23 de junio de 1959, Boris Vian sufría un ataque al corazón en el cine Le Petit Marbeuf, cerca de los Campos Elíseos, poco después de haber empezado a ver un pase privado de una película sobre una novela suya. Fue trasladado urgentemente al hospital. Moriría horas después, a los 39 años. Él mismo se había encargado de asegurar que no llegaría a viejo, y desde que fue adolescente supo que la dolencia cardiaca que le diagnosticaron entonces iba a jugar con él siempre al gato y al ratón. Un ejemplo: al terminar la Segunda Guerra Mundial, en una fiesta, sentados en la cocina de su casa, confesó a Simone de Beauvoir que un médico acababa de asegurarle que si no dejaba de tocar la trompeta moriría en diez años. No se sabe si aquella madrugada iba de farol. Pero acertó.
Ahora, Francia celebra el 50º aniversario de esa muerte con decenas de actos encaminados a acercarse a la multiforme personalidad y variadísima obra de un gran escritor que fue muchísimas cosas además de gran escritor: buen trompetista de una banda de jazz, crítico y cronista, traductor de escritores existentes y de otros inventados, ingeniero, actor, dramaturgo, cantante, animador de locales y una de las figuras clave del Saint-Germain-des-Prés existencialista del final de los años 40 parisiense.
El centenario, de hecho, comenzó un año antes: en 2008 se publicó una biografía de Vian titulada Le swing et le verbe, en la que los autores se acercan a la vida del artista desde su amor a la música. Hace unos meses, Gallimard publicó otra en su colección Découvertes, en la que abundan las fotografías inéditas y la reproducción de manuscritos, de dibujos y de portadas de discos. No es casual que se sucedan este tipo de libros. Claire Julliard, otra biógrafa del artista, asegura en un prólogo: "Su vida es una de sus más logradas obras".
Nació en 1920 en Ville- d'Avray, cerca de París, en una familia acomodada, cultivada y feliz. Su padre era un ser adorable que se vio obligado por primera vez en su vida a trabajar a los 36 años de representante comercial después de que el derrumbe de 1929 hiciera tambalear su desahogada posición de rentista. Su madre poseía un fino instinto musical (tocaba el arpa entre otros instrumentos) que heredaron sus hijos. Boris vivió una infancia dichosa al lado de sus tres hermanos y de algunos vecinos: Yehudi Menuhin recordaría muchos años después que lo que más envidiaba de los Vian era la inmensa cantidad de bicicletas que había en una casa de tantos hermanos.
A los doce años, para espanto de su madre, un médico le diagnosticó el reumatismo cardiaco que iba a condicionar su vida para siempre y del que acabaría muriendo años después. Casi paralelamente descubre el jazz proveniente de América, por el que sentiría una devoción mucho más fiel y constante que por la literatura. Autodidacta, precoz e inteligente, ingresó en una escuela de ingeniería mientras reunía sus poemas con las esperanza de publicar su primer libro.
Se casó, tuvo su primer hijo y en tres meses escribió una de sus obras maestras, La espuma de los días. La presentó a un premio de la editorial Gallimard, pero fracasó. Corría el año 1946. Despechado, prometió a un amigo editor arruinado escribirle en quince días unbestseller a la manera de las novelas negras americanas a fin de sacar a ambos del bache económico. Lo cumplió. Al regresar de unas vacaciones le entregó Escupiré sobre vuestra tumba. Entre ambos inventaron al autor, un escritor negro llamado Vernon Sullivan que no concedía entrevistas ni quería desplazarse a Francia. Vian aparecía como simple traductor. La obra fue denunciada por pornográfica, y Vian, a fin de presentar pruebas de su trabajo, se vio obligado a traducir (esta vez de verdad) el original al inglés. Un crimen morboso (un hombre mató a su mujer y luego se ahorcó en una habitación de un hotel de París dejando en la mesilla de noche un ejemplar abierto de Escupiré...) disparó la notoriedad del falso autor y las ganancias del traductor y del editor.
Mientras tanto, su propia carrera de escritor languidecía. Había escrito dos libros más (La hierba roja y Otoño en Pekín) que Gallimard se había negado a publicar. Poco después decidía abandonar la novela y volcarse en el jazz, en el teatro, en la poesía y en la canción. Conoció a los grandes: Duke Ellington fue el padrino de su hija, y el escritor confesó que el día que asistió por primera vez a un concierto suyo fue uno de los tres más felices de su vida; se convirtió en un emblema del barrio de moda, Saint-Germain-des-Prés, y en un asiduo de las cuevas-clubs donde se escuchaba música con un ambiente tan cargado de humo y de filosofía que hacía falta mucho valor o una mascarilla de gas para adentrarse sin perder el equilibrio. Compuso más de 200 canciones, alguna tan célebre como El desertor, transformada en himno antimilitarista muchos años antes del Mayo del 68.
Ahora, Saint-Germain-des-Prés organizará una exposición dedicada a esa época; un grupo de cantantes, entre los que se encuentra Carla Bruni, tienen previsto grabar un doble álbum con temas suyos; decenas de teatros por toda Francia representan sus obras, y grupos teatrales hacen adaptaciones de sus textos. Todos sus volúmenes editados en bolsillo gozarán de nuevas portadas, y la editorial Gallimard, que tanto le dio la espalda en vida, publicará en 2010 sus novelas completas en la colección La Bibliothéque de la Pléiade. Significará la consagración oficial de un escritor que jamás se quiso consagrar o al que al final le dio lo mismo. Hay anunciadas actuaciones de jazz, un portal de Internet que agrupa todos los actos (borisvian2009.blogspot.com) y el 23 de junio, la fecha de su muerte, la Biblioteca Nacional francesa enseñará el manuscrito de La espuma de los días a quien quiera verlo.
Ese día se cumplirán 50 años exactos de esa mañana en que Vian veía una película basada en una novela suya cuando comenzó a morirse. Era, cómo no, Escupiré sobre vuestra tumba. Sintió la enfermedad abalanzarse sobre él y quedó exánime en la butaca, con la cabeza echada para atrás. Sus amigos se aprestaron a ayudarle. Pidieron que detuvieran la emisión de la película. Pero nadie pudo evitar que la banda sonora siguiera sonando. Una amiga suya comenzó a gritar lo que tal vez fue lo último que oyó en su vida:
-¡Parad la música! ¡Que pare la música!




viernes, 3 de diciembre de 2010

Boris Vian / Traducción o venganza

Boris Vian


"Boris Vian", ¿traducción o venganza?


Los denominados poetas malditos suelen gozar de una celebridad más o menos sombría transcurrido un conveniente lapso de año sobre sus, generalmente prematuros, óbitos. El afán recuperador de las culturas oficiales (perdón por la omisión de las mayúsculas) suele, integrar en sus paraísos de purpurina a aquellos que, en vida, huyeron a través de vías marginales de estos sancta sanctorum apolillados, e incluso a quienes, y este es el caso de Boris Vian, zahirieron con su obra y con su vida los más respetables valores de la poesía.Boris Vian, cuyo único título en esta tierra, fuera él de ser Gran Sátrapa de la Orden Patafísica, virtuosa asociación fundada sobre las teorías del Alfred Jarry, padre deUbu, que recorriera al mismo tiempo y con vertiginoso paso todos los caminos. de la creación artística como novelista, autor teatral trompetista crítico de «jazz» poeta, novelista, traductor, cantante y un sin fin de oficios paralelos, Boris Vian odiado y menos preciado por los críticos de su tiempo y alabado por los críticos de este tiempo, en muchas ocasiones los mismos (Vian murió en 1.959; los críticos han sobrevivido), Boris Vian, que se burlara incluso de su propia muerte, ha sido burlado entre nosotros con una burla desmañada y estúpida, una broma pesada sin gracia alguna. La broma ha consistido en la edición de un libro biográfico con antología de textos que, bajo el título de Boris Vian por Jean, Clouzet, se acaba de poner ala venta bajo la responsabilidad de una editorial que hasta ahora había mantenido una envidiable línea de inquietud e interés hacia áreas ignoradas
Este texto de Clouzet, publicado en Francia hace algunos años, arroja, mejor dicho, hubiera arrojado en este caso, alguna luz sobre la vida, la obra y el significado de un autor cuya maldición entre nosotros aún no ha sido levantada y cuyos textos más importantes son difíciles de encontrar en castellano o ni siquiera han sido traducidos. Sin embargo, más les hubiera valido a Jean Clouzet y al propio Vian haber quedado inéditos antes de haber sido ferozmente masacrados por una traducción en la que todo aparece trastocado e incluso las palabras más evidentes adquieren. curiosos significados. No es preciso caer en un recuerdo delapsus que se haría interminable y aburrido, aunque quizá convenga investigar sobre los mecanismos que han llevado a la traductora a convertir paté de foie en pasta de oca, repriser de bas (zurcir las medias) en sin posar, en el suelo y poser de gouttieres (colocar canalones) en poner gotitas. Si consideramos, que esta hábil traducción ha sido realizada sobre un autor cuyo lenguaje era frecuentemente traspasado por neologismos de todas clases, expresiones de argot, deformaciones y manipulaciones de toda especie, comprenderemos que el resultado final sea a todas luces un monumento a esa imbecilidadcontra la que Vian luchara durante su corta y prolífera vida. El hecho de que además la traductora haya querido colaborar haciendo rimar los finales de cada verso por procedimientos singularmente peregrinos acaba de completar la imagen de este Boris Vian que en la versión actual (Ediorial Júcar) más parece una venganza que una traducción.



jueves, 2 de diciembre de 2010

Boris Vian / Una vida asombrosa

Boris Vian

Una vida asombrosa

A pesar de su salud endeble Boris Vian poseyó el don de la ebriedad, y su vida fue tan fulminante como su muerte. Diríase que nunca dejó de ser un adolescente mitad irónico mitad cínico, y con la suficiente elegancia para saber quitarle trascendencia a la vida, a la obra y a la muerte.
A finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo pasado el existencialismo se estaba llenando de trascendencia, enfermedad mortal que lo fue convirtiendo en un academicismo. Sartre injertó trascendencia al existencialismo vinculándolo al idealismo alemán, sobre todo a partir de El ser y la nada, y Camus hizo un trabajo paralelo, más que opuesto, vinculándolo al cristianismo, sobre todo a partir de La peste. Pero ya a mediados de los cuarenta el genio asilvestrado de Boris Vian comenzó a arrojar felices ráfagas de vitriolo sobre la doctrina existencialista. Si Sartre decía que "estamos condenados a elegir" Vian decía que "estamos condenados al azar", forma prudente de decir que estamos condenados al caos, y más de una de sus novelas podría parecer el desarrollo de esa tesis que vincula a Vian con la estética (y la moral) del absurdo, que compartió espacio con el existencialismo y que hasta podría considerarse una especie de existencialismo irracionalista.
A diferencia de Sartre y Camus, que fueron sólo escritores, Boris Vian lo fue casi todo en esta vida: ingeniero, novelista, crítico, maestro de ceremonias, poeta, músico, compositor (de múltiples piezas de jazz y de varias óperas), cantante, actor, cineasta, escenógrafo y finalmente director artístico de la casa discográfica Philips, en la época en que decidió dejar la narrativa, en parte por lo mucho que le atacaba la crítica, que nunca le perdonó el haber conseguido que todo el mundo creyera en la existencia real de Vernon Sullivan, presunto autor de color tras cuya firma se ocultaba Vian.
No imaginamos a Sartre y a Camus llevando a cabo operaciones parecidas con su vida y su obra, y es que para hacer lo que hacía Vian hay que estar poseído por el espíritu de la comedia más que por el espíritu de la tragedia. A su manera, Vian representó el existencialismo alegre y ácido, por oposición al existencialismo trascendental y plomizo de Camus y Sartre, y tanto en La espuma de los días como en La hierba roja desplegó toda su ironía, más surrealista que existencialista, para ridiculizar las grandes verdades del existencialismo, que según él sólo eran grandes debido a la inflación que le añadían sus más egregios protagonistas y sobre todo el sumo pontífice Sartre.
Y es que además de "talento salvaje", como hubiese dicho Nietzsche, Boris Vian tenía duende. Lo habitaba un diablo alegre que estaba muy lejos de representar el sentimiento trágico de la vida. Fue uno de esos espíritus desenvueltos y corrosivos que periódicamente agitan la vida de París y sus satélites, y que desde Rimbaud representan toda una tradición en la cultura francesa.
Murió cuando aún no había cumplido los cuarenta de un ataque al corazón mientras veía la versión cinematográfica de Escupiré sobre vuestras tumbas. ¿Murió viéndose a sí mismo, pero deformado y hasta traicionado? ¡Qué ironía! Casi parece la muerte de Narciso.