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Ilustración de Nicolás Aznarez |
Rusia, el vecino difícil
Tres décadas después de la desaparición de la URSS, Moscú nunca ha dejado de considerar a las repúblicas soviéticas perdidas como su patio trasero. Los que peor lo tienen son los países sin un gran respaldo internacional
ERIKA FATLAND
Hace unos años viajé a lo largo de la casi interminable frontera de Rusia, a través de catorce países, desde Corea del Norte hasta Noruega, para averiguar qué significa tener como vecino al país más grande del mundo. Treinta años después del fracasado golpe de Estado de agosto de 1991 —el principio del fin de la existencia de la Unión Soviética—, el Kremlin sigue proyectando sombras sobre las antiguas repúblicas soviéticas.