Bernhard Schlink
EL SALTO
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De todos los amigos que tuve en Berlín Oriental, sólo Sven y Paula siguieron siéndolo después de la caída del Muro. Las otras amistades no sobrevivieron al cambio. Siempre pasaba lo mismo: empezábamos a vernos cada vez menos, y un día el encuentro quedaba anulado en el último minuto. Había mucho que hacer: buscar trabajo, reformar pisos y edificios, aprovechar ventajas fiscales, hacer negocios, enriquecerse, viajar. Antes en el Este no había nada que hacer, porque el Estado no dejaba hacer nada, y en el Oeste no había que hacer nada, porque tarde o temprano el dinero de Bonn llegaba infaliblemente. Teníamos tiempo de sobras.