Nadie sabe la cara que tuvo Cervantes, y tampoco hay certeza sobre la que tuvo Shakespeare, por lo que el Quijote y Macbeth son textos a los que no acompaña ninguna expresión personal, ningún rostro definitivo, ninguna mirada que los ojos de los demás hombres hayan podido congelar y hacer propia a través del tiempo. Si acaso sólo los que la posteridad ha tenido necesidad de otorgarles, con vacilaciones y mala conciencia y mucho desasosiego, expresión y mirada y rostro que seguramente no fueron de Shakespeare ni de Cervantes.
Volvemos, con Mario Bojórquez, a “El tigre” de William Blake (1757-1827). Se trata del manuscrito original, la primera versión del poema y de los dibujos que acompañan al texto. Dice Bojórquez: “Hoy es día internacional del tigre, William Blake es uno de los más devotos practicantes de este culto, los demás aprendemos con él a ser dignos frente a la bestia que enamora y destruye”.
El Tigre
Tigre, tigre, brillo ardiente en las selvas de la noche, ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo forjar tu terrible simetría?
¿En qué distantes abismos o cielos ardió el fuego de tus ojos? ¿En qué alas atrevidas te elevaste? ¿Qué atrevida mano apresó el fuego?
¿Y qué hombro y qué arte pudo torcer las fibras de tu corazón? ¿Y cuando tu corazón comenzaba a latir, con qué mano temerosa y con qué pie?
¿Qué martillo, qué cadena, en qué horno fue tu mente? ¿En qué yunque? ¿Qué medrada opresión osa estrechar el terror más implacable?
Cuando arrojaron sus lanzas las estrellas y las aguas del cielo con sus lágrimas, al mirar Su trabajo, ¿Él se sonrió? Él, que hizo al Cordero, ¿te hizo a ti?
Tigre, tigre, brillo ardiente en las selvas de la noche, ¿qué mano inmortal, qué ojo osó forjar tu terrible simetría?
William Blake
Canciones de experiencia 1794 / 1826 traducción de Mario Bojórquez
ALGUNOS DE los escritores y pintores más señalados del género del terror, lo fueron quizá a causa de sus propias pesadillas y delirios, así como su afición a ciertas sectas o conocimientos de ciencias ocultas. Edgar Allan Poe (Boston, 1809-Baltimore, 1849) es uno de ellos. Hijo de cómicos ambulantes que murieron siendo él niño, fue recluido en un internado en Inglaterra a los seis años. Su temprana afición al alcohol y otras drogas, le valió el repudio de su tutor, a su vuelta a Estados Unidos, y tuvo que buscarse penosamente la vida, lastrado por sus vicios. El autor de El gato negro, Los crímenes de la Rue Morgue, El hundimiento de la Casa Usher o El escarabajo de oro murió hecho un vagabundo a los 40 años, en medio de terribles delirios, tras ser encontrado tirado en una calle.
Manuscrito del relato corto ilustrado que Charlotte Brontë hizo en 1826 para su hermana pequeña Anne.AP PHOTO / THE BRITISH LIBRARY
Joyas literarias inglesas para todos
La British Library cuelga en la Red una colección de 1.200 manuscritos originales para acercar a autores como Dickens, Keats, Austen o las Brontë
Patricia Tubella
Londres, 16 de mayo de 2014
Quizá la literatura clásica inglesa no pueda competir con la seducción de las tabletas, los móviles de última generación y otras maravillas tecnológicas, aunque sí utilizarlas como su propia arma. Esa es la idea que ha guiado a la British Library (Biblioteca Británica) para descargar online lo que califica de sus “mejores tesoros literarios”, una colección de 1.200 manuscritos originales, primeras ediciones, ilustraciones y cartas del puño y letra de autores universales como Charles Dickens, Keats, Oscar Wilde, Jane Austen o las hermanas Brontë. El objetivo no es solo acercar sus grandes obras a los usuarios de la era multimedia, sino principalmente hacer que esos autores resulten más accesibles para tantos jóvenes estudiantes que hoy no los perciben como “gente real”.
Una prueba de que sí lo fueron está en los artículos y viñetas de prensa que en 1895 daban cuenta del juicio contra el dramaturgo Oscar Wilde por “indecencia grave”, y que se saldó con una condena de dos años a trabajos forzados. El Wilde de antes del ocaso pudo saborear el éxito gracias a piezas como La importancia de llamarse Ernesto, cuya primera edición figura asimismo entre los fondos que la institución londinense ha puesto a disposición del público en su web y que, en una primera etapa, están consagrados a las grandes firmas de la literatura romántica y victoriana.
La inclusión de testimonios sobre la vida de los escritores y su tiempo, al margen del gran valor en sí mismos, pretende instigar la curiosidad de los colegiales y, en palabras de la secretaria británica de Educación, Elizabeth Truss, alentar que “descubran el amor por la literatura”.
La búsqueda, por ejemplo, del rastro de Charles Dickens en la web se traduce en dos centenares de entradas, que incluyen desde el manuscrito del prólogo de Oliver Twist o la primera edición de Un cuento de Navidad hasta bonitos grabados de escenas de este último libro ejecutados en la época en que fue escrita o la entrada que alguien pagó en el Dublín de 1869 para conocer al mismísimo autor en una de sus últimas despedidas del público.
Los familiares y amigos del universo real de Jane Austen eran tan cotillas como los personajes de sus libros. La Biblioteca Británica exhibe en su portal las anotaciones de la propia autora sobre lo que sus coetáneos pensaban de ella y de su obra, el debate entre sus parientes sobre cuál de sus novelas era la mejor (que Austen recoge en un tono burlón muy similar al de algunas de sus escenas literarias), e incluso el poco amable comentario de uno de sus colegas: “Orgullo y Prejuicio es una completa sandez”.
Los testimonios de vida de los autores atraen la curiosidad de los colegiales
También Charlotte Brontë, cuyo manuscrito original de Jane Eyre figura en el nuevo portal, descargaba su imaginación en pequeños cuadernos que son la primera prueba que se conoce de su ambición literaria. En 1826 escribió un relato corto ilustrado con dibujos para su hermana pequeña Anne, en una sugerencia de que ya entonces las niñas de aquella creativa familia comenzaban a idear juntas las historias que años más tardes volcaron en sus novelas y poesías.
De cómo el pintor y el poeta romántico William Blake encaraba sus obras da cuenta una de las libretas en las que solía dibujar sus bocetos previos o escribía los primeros borradores de sus poemas. Tanto este poeta como John Keats o Percy Bysshe Shelley son considerados autores difíciles para un profesorado inglés que considera todo un reto conseguir que los jóvenes se entusiasmen con la literatura. Un reciente sondeo entre el profesorado constata que sus alumnos no consiguen percibir a los escritores clásicos como “gente real”, pero un 82% de sus mentores considera que los manuscritos originales, los recortes de prensa y las historias reales sobre esos autores consiguen despertar un interés.