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lunes, 1 de abril de 2024

Microficción, la orfebrería de la palabra

 

Microficción
Colette, ca. 1950. Fotografía: Sanford H. Roth / Getty

Microficción, la orfebrería de la palabra

Con un ritmo de vida cada vez más ajetreado, más urgente, el consumo de cultura en dosis pequeñas tiene un auge imparable, con tuits y memes como algunos de los protagonistas. En esta era del menos es más, la microficción nos enseña que, con ingenio y los ingredientes adecuados, se puede destilar la historia hasta su núcleo, hasta la intensidad pura. Y, además, jugando. 

lunes, 11 de diciembre de 2023

Borges y los pantalones de Robert Lowell

Robert Lowell


Borges y los pantalones 

de Robert Lowell

Osvaldo Ferrari estaba sentado frente a Borges, como otras veces, en un café tranquilo de Buenos Aires. Conversaban. De pronto, el periodista hace referencia a Nueva Inglaterra y los buenos poetas que ha dado esa región. Cita a Robert Lowell, dos veces premio Pulitzer, que en Life Studies había proclamado «Yo mismo soy el infierno», y no se equivocaba. «Sí, por supuesto, yo lo conocí», afirma Borges, sin demasiadas ganas de afirmar. «¿A Robert Lowell?», pregunta Osvaldo, intrigado. «Sí, cuando estuvo aquí, en Buenos Aires. Caramba, no sé si… quizá sea indiscreto decir que estaba pontificando en una reunión, y vinieron a buscarlo de parte de la embajada de los Estados Unidos, y lo llevaron al manicomio. Cosa muy triste estar así, pontificando, sintiéndose muy seguro, y luego aparecen dos personas, silenciosas pero irresistibles… y se lo llevan. Sí, bueno, pero olvidemos eso. [Años después] Yo estuve con él en Inglaterra, y él había sin duda olvidado ese episodio, y yo también lo olvidé. Por lo menos mientras estuvimos juntos».

domingo, 9 de abril de 2023

El legado de Borges / El culebrón impensado de la literatura argentina

Jorge Luis Borges



El legado de Borges, el culebrón impensado de la literatura argentina

De la lealtad de Aurora Bernárdez con Julio Cortázar a la amante casual que se quedó con la obra de Adolfo Bioy Casares, las herencias de los escritores argentinos han tenido sucesiones de película. La de Jorge Luis Borges se suponía cerrada hasta que saltó por los aires esta semana

lunes, 29 de agosto de 2022

Vargas Llosa / Feria del Libro de Buenos Aires

Ilustración de Fernando Vicente

 

Mario Vargas Llosa

BIOGRAFÍA

Feria del Libro de Buenos Aires

Argentina celebra estos días el amor a la letra impresa en la ciudad más literaria que conozco después de París, la que tenía las mejores editoriales de América Latina y nos hizo leer a todos los latinoamericanos


14 de mayo de 2022

Me encuentro en un café de La Recoleta con Juan José Sebreli, a quien siempre he respetado, incluso en una época de liberalismo frenético. La primera vez que nos vimos, en París, hace muchos años, tuvimos una discusión feroz sobre “Rayuela” de Julio Cortázar, a la que yo defendía y él atacaba, como un juego un tanto superficial. Debo reconocer que él tenía razón, y que el deslumbramiento que me producía esa novela ha perdido mucho de su prestigio en esta época, como todos los libros que, como los de Julio Cortázar, se dedicaban a jugar. Le digo que los libros de Cortázar, que me parecen más importantes ahora, son los de los cuentos fantásticos. No sé si él asiente.

viernes, 8 de julio de 2022

Bioy Casares / Borges


Borges, de Adolfo Bioy Casares


Pablo Sol Mora
31 de enero de 2007

Construida a partir de su vida y su obra, hay, ante todo, una imagen de Bioy Casares: el amigo íntimo y colaborador de Borges; el autor de La invención de Morel y otras obras maestras de la literatura fantástica; el miembro de la mítica Sur; el Casanova porteño y esposo de Silvina Ocampo; el caballero de la cortesía impecable; el refinado bon vivant; el privilegiado que alternaba la lectura de los clásicos y la escritura de libros inolvidables con los viajes, las conquistas amorosas y los juegos de tenis.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Los 25 mejores libros del siglo XXI / Adolfo Bioy Casares / Borges




Los 25 mejore

libros


del siglo XXI

No 08

Adolfo

Bioy Casares


 BORGES

MEMORIA INÉDITA DE DOS ESCRITORES

Borges viene a cenar




Adolfo Bioy Casares relató en un diario de 1.700 páginas los encuentros con su amigo


Javier Rodríguez Marcos
Madrid, 14 de octubre de 2006

Una tarde de 1931, uno de los escritores jóvenes de mayor renombre en Argentina conoció a un muchacho envenenado de literatura. Hablaron de libros y se volvieron inseparables. El joven, de 32 años, se llamaba Jorge Luis Borges. El muchacho, de 17, Adolfo Bioy Casares. No había pasado un lustro cuando concibieron su primera obra a cuatro manos, un extravagante folleto comercial sobre las virtudes de "un alimento más o menos búlgaro": la cuajada. Lejos de toda frivolidad, aquel legendario cuadernillo tuvo para Bioy un carácter iniciático: "Después de su redacción yo era otro escritor. Toda colaboración con Borges equivalía a años de trabajo". Aquella primera tentativa de literatura láctea desembocó en el nacimiento de Bustos Domecq, el nombre con el que los dos amigos firmaron varias colecciones de cuentos policiales en los que, según Borges, él ponía los argumentos y Bioy, "las frases".
Borges y Bioy Casares











"María Kodama lo castigaba con silencios. Junto a ella vivía temiendo enojarla"

Lo mismo cabría decir de las notas que el propio Bioy Casares dedicó en sus diarios al autor de El Aleph. En efecto, aquél puso los argumentos y éste, las palabras a lo largo de centenares de encuentros consignados la mayoría de las veces con el mismo encabezamiento: "Come en casa Borges". De las 20.000 páginas de cuadernos íntimos que Bioy escribió a lo largo de su vida, su relación con Borges ocupa 1.700. Son las que antes de morir, en 1999, preparó para su publicación con la ayuda de Daniel Martino, su albacea. El resultado es un vibrante adoquín lleno de nombres pero sin índice onomástico que, con el escueto título de Borges, la editorial Destino publicará en todo el mundo de habla hispana el próximo día 19. Aunque el libro se extiende entre 1931 y 1989, la verdad es que Bioy resume los 15 primeros años en una decena de páginas. Eso sí, brillantes. Son los tiempos del primer encuentro, de la cuajada, la fundación de revistas y editoriales efímeras y de la boda, en 1940, entre Adolfo Bioy Casares y la también escritora Silvina Ocampo. El padrino fue, por supuesto, Borges.

Bioy Casares / Esta tarde murió en Ginebra

Jorge Luis Borges


MEMORIA INÉDITA DE DOS ESCRITORES

Esta tarde murió en Ginebra


Adolfo Bioy Casares

14 de octubre de 2006




- 1986. Viernes 14 de febrero. Ferrari me dice que está preocupado por la falta absoluta de noticias de Borges. [...] Al rato me confiesa que Fanny le contó que según el nuevo médico Borges está en una clínica, probablemente en Ginebra. Borges me dijo: "No estoy nada bien. No sé cómo me irá. Tanto da morir en una parte o en otra". A Fanny le habría dicho: "Ojalá que en este viaje me muera". (Sin embargo, últimamente Borges recordaba el proverbio chino que dice: "No hay hombre tan joven que no pueda morir mañana, ni hombre tan viejo que no pueda vivir un año". ¿No es que desea morir? Pienso que proclama eso porque es más fácil expresar el deseo de morir que el deseo de seguir viviendo. Además, el que desea la muerte es un filósofo valiente y el que desea seguir viviendo es un mentecato ofuscado y ególatra).



MÁS INFORMACIÓN



- Lunes 12 de mayo. Hoy hablé con Borges, que está en Ginebra. A eso de las nueve, cuando íbamos a tomar el desayuno, llamó al teléfono. Silvina atendió. Pronto comprendí que hablaba con María Kodama. Silvina le preguntó cuándo volvían: María no contestó a esa pregunta. Silvina habló también con Borges y volvió a preguntar: "¿Cuándo vuelven?". Me dio el teléfono y hablé con María. Le comuniqué noticias de poca importancia sobre derechos de autor (una cortesía, para no hablar de temas patéticos). Me dijo que Borges no estaba muy bien, que oía mal, y que le hablara en voz alta. Apareció la voz de Borges y le pregunté cómo estaba. "Regular, no más", respondió, "Estoy deseando verte", le dije. Con una voz extraña, me contestó: "No voy a volver nunca más". La comunicación se cortó. Silvina me dijo: "Estaba llorando". Creo que sí. Creo que llamó para despedirse.
Borges y Bioy Casares
- Sábado 14 de junio. Después de almorzar en La Biela, con Francis Korn, decidí ir hasta el quiosco de Ayacucho y Alvear. Un individuo joven, con cara de pájaro, me saludó y me dijo, como excusándose: "Hoy es un día muy especial". Cuando por segunda vez dijo esa frase le pregunté: "¿Por qué?". "Porque falleció Borges. Esta tarde murió en Ginebra", fueron sus exactas palabras. Seguí mi camino. Pasé por el quiosco. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges. Que a pesar de verlo tan poco últimamente yo no había perdido la costumbre de pensar: "Tengo que contarle esto. Esto le va a gustar. Esto le va a parecer una estupidez". Pensé: "Nuestra vida transcurre por corredores entre biombos. Estamos cerca unos de otros, pero incomunicados. Cuando Borges me dijo por teléfono desde Ginebra que no iba a volver y se le quebró la voz y cortó, ¿cómo no entendí que estaba pensando en su muerte? Nunca la creemos tan cercana. La verdad es que actuamos como si fuéramos inmortales. Quizá no pueda uno vivir de otra manera. Irse a morir a una ciudad lejana tal vez no sea tan inexplicable. Cuando me he sentido muy enfermo a veces deseé estar solo: como si la enfermedad y la muerte fueran vergonzosas, algo que uno quiere ocultar".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de octubre de 2006

Borges & Bioy casares / Una amistad


Bioy Casares y Borges

MEMORIA INÉDITA DE DOS ESCRITORES
BORGES & BIOY CASARES

Una amistad


Alberto Manguel
14 de octubre de 2006

La primera vez que los vi juntos fue en el vasto departamento que Bioy y Silvina Ocampo ocupaban cerca del cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires. Yo los había conocido separadamente: a Borges en la librería en la que yo trabajaba, a Bioy en un café cerca de su casa. Esa tarde, yo había ido a ver a Silvina, a quien le había pedido un texto para una antología que preparaba la editorial Galerna. Estábamos hablando en el salón (Silvina hacía preguntas íntimas que yo no sabía cómo contestar) cuando de pronto escuchamos a dos hombres riéndose a carcajadas en una de las habitaciones del fondo. "Esos dos se divierten como chicos malos", comentó Silvina. Cuando al rato aparecieron, las sonrisas no se habían borrado. La de Borges era la más contagiosa, quizá porque era la más visible. Al reírse, abría la boca, cerraba los ojos, y la cara se le arrugaba como si tratase de contener algo a punto de explotar. La sonrisa de Bioy era más discreta, quizá porque era más joven. "Siempre se portan así cuando escriben juntos", me explicó Silvina. "En cambio yo, si algo de lo que escribo me divierte, me tengo que reír sola".

Oímos a dos hombres riendo. "Estos dos se divierten como chicos malos", comentó Silvina

Es fama que Bioy y Borges se conocieron gracias a Victoria Ocampo. La madre de Bioy, amiga de Victoria, le confesó un día que le inquietaban las veleidades literarias de su hijo adolescente y quería saber si Victoria sabía de alguien, con cierta experiencia en el mundo de las letras, que pudiera guiarlo. Sin dudarlo, Victoria nombró a Borges. Adolfito, como lo llamaban entonces, tenía 17 años; Borges, 32. Su primera conversación, según recuerda el mismo Bioy, fue en el trayecto de regreso de la casa de Victoria. Con la torpeza del joven escritor ante el ya consagrado, Bioy emprendió "el elogio de la prosa desvaída de un poetastro que dirigía la página literaria de un diario porteño".

jueves, 22 de noviembre de 2018

Borges / Bioy Casares / Silvina Ocampo / ¿De qué se reirán esos idiotas?

Borges (de pie a la izquierda), testigo del casamiento
de Silvina Ocampo con Adolfo Bioy Casares


¿De qué se reirán esos idiotas?


Durante 30 años Jorge Luis Borges cenó en casa de Adolfo Bioy Casares. Desde otra estancia, cuando los dejaba a solas, Silvina, la mujer de Bioy, oía las carcajadas


MANUEL VICENT
22 JUN 2018 - 16:49 COT




Desde la izquierda, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo y Enrique Luis Drago, en Cannes en 1949.
Desde la izquierda, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo y Enrique Luis Drago, en Cannes en 1949.

"Todos caminamos hacia el anonimato", dijo Borges, "solo que lo mediocres llegan un poco antes". Este era la clase de ingenio malvado, el único permitido como postre en las cenas que durante 30 años mantuvo todas las noches Jorge Luis Borges en casa de Adolfo Bioy Casares. Desde otra estancia, cuando los dejaba a solas, Silvina, la mujer de Bioy, oía las carcajadas. "¿De qué se reirán estos idiotas?", pensaba. Se reían de la propia crueldad con la que pasaban por la piedra a otros colegas, y según parece Borges tenía una risa desgañitada muy desagradable. Silvina, la menor de las seis hermanas Ocampo, fue pintora, discípula de Giorgio de Chirico, poeta y escritora de cuentos. Permaneció siempre en un segundo plano, oscurecida por la prepotencia avasalladora de su hermana mayor Victoria, que desde la revista Sur tenía bajo absoluto control la cultura argentina de entreguerras, y por el talento literario y la seducción de su marido, de quien tuvo que soportar en silencio su voracidad consumidora de amantes. La figura de esta artista emerge ahora desde la sombra. Sucede a veces que los mediocres regresan del anonimato solo para vengarse.

viernes, 28 de octubre de 2016

Los mejores 25 libros en español de los últimos 25 años / 1991 - 2015

Roberto Bolaño

Los mejores 25 libros en español de los últimos 25 años

1991 / 2015

50 críticos, escritores y libreros de ambos lados del Atlántico eligen los hitos del último cuarto de siglo



28 OCT 2016 - 17:19 CDT




1. 2666 (2004) Roberto Bolaño escribió esta novela cuando se sabía sentenciado a muerte y se publicó un año después de su fallecimiento. Salvo quizá su enigmático titulo —el numeral de un año tan distante—, nada revela aquella brega; todo en este relato es la expresión jubilosa de una imaginación en estado de gracia: múltiple, rápida, nítida, juega con ecos de la literatura universal y otros de la propia vida. Es una cumbre de las letras posmodernas —aunque el adjetivo huela ya a puchero de enfermo—, pero lo cierto es que Bolaño es también un post del llamado boom latinoamericano. Su americanidad es quizá menos intensa pero más extensa, más universal: buena parte de su obra es un irónico diálogo con sus grandes antecesores. Las novelas buscan poner orden, pero el Orden es, en el fondo, un reconocimiento y hasta un tributo a la superioridad estética y epistemológica del Desorden y del Caos. '2666' se divide en cinco “partes” que se complementan y que convergen. Un apunte manuscrito (que se reproduce en la más reciente edición) enumera lo que llama las “líneas, puntos de fuga, folletones” que la vertebran. Como 'Los detectives salvajes', '2666' comienza como una 'quest' colectiva en la que vivir y leer se entrelazan; cuatro jóvenes y desorientados filólogos quieren saber más de un misterioso escritor alemán, Benno von Archimboldi, del que nadie sabe nada. Pero, a vueltas de sus erráticos pasos por el campus global, acaban por llegar (como al final de Los detectives…) al Estado mexicano de Sonora: a una ciudad que, bajo el nombre de Santa Teresa, oculta a Ciudad Juárez. En las dos “partes” siguientes rinden viaje en el mismo paraje un exiliado chileno, Óscar Amalfitano, profesor de filosofía al borde de la locura, y un periodista afroamericano, Oscar Fate, cuyo relato es el perfecto remedo de una novela negra clásica. El “folletón” final del libro cuenta la vida de aquel que todos buscan, el escritor Archimboldi, que es un animado cuento de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Que también desemboca en Santa Teresa porque su sobrino es quizá uno de los asesinos. Y en medio, ‘La parte de los crímenes’, narración escueta y sobrecogedora de los feminicidios que desde 1993 hicieron tristemente célebre el nombre de Ciudad Juárez. Ese volcán de horrores es el centro de convergencia de líneas, fugas y folletones. Y estas 400 páginas (de las que ningún lector sale indemne) dan sentido a las otras 800. Un personaje de '2666' dice que prefiere las obras breves a las desmesuradas (cita a Billy Budd frente a Moby Dick, hablando de Melville); Bolaño lo escribe porque, en su caso, pensaba lo contrario. No cabe duda de que es el relato más admirable del último cuarto de siglo. Quizá también lo sea del inmediatamente anterior y es muy posible que lo haya de ser del siguiente. / JOSÉ-CARLOS MAINER



2. La fiesta del chivo (2000) Los años han dado un lugar distinguido a 'La Fiesta del Chivo' en la obra de Mario Vargas Llosa. Junto a sus primeras novelas, clásicos de lectura obligada en la literatura del 'boom' latinoamericano de los años sesenta y setenta, esta novela, que inaugura su obra en el nuevo siglo, es una de las más vendidas hasta hoy, por encima de las posteriores. Y se ha ganado ese favor gracias a una estructura perfectamente engarzada, donde el desarrollo de las tres líneas argumentales se refuerza sostenidamente a un ritmo apasionante de 'thrille'r político e intriga dramática. El eje de esta ficción histórica gira en torno al cruel y endiosado “dueño” de un país sometido a sus antojos durante tres décadas. El general Rafael Leónidas Trujillo gobernó y esquilmó República Dominicana, donde se estima su responsabilidad en cerca de 50.000 muertes. 'La Fiesta del Chivo' se desarrolla a lo largo del último día de la vida del tirano –el 30 de mayo de 1961- y en paralelo relata en detalle las interioridades del complot definitivo para asesinarlo, combinado con la historia de Urania Cabral, víctima de abusos sexuales por parte del dictador. Pero es el conjunto, como patético retrato de un personaje despiadado en la tradición de novelas sobre dictadores latinoamericanos y el universo de rastreras fidelidades, ciega complicidad y codicia de los que se rodeó para ejercer el poder, lo que da ese perdurable interés a esta documentada obra sobre la llamada Era de Trujillo. / FIETTA JARQUE



3. Los detectives salvajes (1998) Puede decirse que 'Los detectives salvajes' es la más importante novela latinoamericana “total” que se ha escrito después del Boom, y posiblemente la última, su canto de cisne, pero es justo añadir también que para lograr eso hay que romper el rótulo “latinoamericano” y cambiarlo por universal. El tema de la novela (y de ahí el guiño policial del título) es tan universal y trascendente como la búsqueda. Arturo Belano y Ulises Lima son tan “detectives” como podrían serlo Edipo o Hamlet. Buscan una verdad. Solo que la verdad de estos detectives literarios no es una vuelta al orden, sino una verdad “salvaje”. Quieren encontrar el principio de todas las rupturas y todas las vanguardias, es decir el principio mismo de la pulsión poética, encarnada en una poeta casi analfabeta llamada Cesárea Tinajero. En esa poeta desconocida anida el fuego inextinguible de la poesía, que es la ruptura. Por tanto, para encontrarla no se necesita romper solo el lenguaje y aplicarse en la vanguardia (el tema central de la primera parte de la novela, el diario de García Madero) sino también sacrificar la vida misma, como lo hizo Rimbaud, pues no hay hallazgo sin extravío. Así, la segunda parte de la novela busca reconstruir, de manera coral y cual sofisticado rompecabezas, los años perdidos de Belano y Lima. Para eso reconstruye los diferentes dialectos latinoamericanos de decenas de personajes secundarios, un carrusel de lenguaje y destreza narrativa que sin duda es lo mejor que se ha escrito en castellano en las últimas décadas. / IVÁN THAYS

sábado, 26 de diciembre de 2015

Alberto Manguel / Sombras y fantasmas aterradores, irónicos y malévolos

Sombras y fantasmas aterradores, 

irónicos y malévolos

Una selección de los 16 relatos más originales y terribles del género. Los autores resucitan a los muertos y conducen al lector a un mundo sobrecogedor, encantado y también divertido.

ALBERTO MANGUEL 8 MAR 2008

Otra vuelta de tuerca
Henry James
Henry James, autor de algunos de los más originales y aterradores fantasmas de la literatura, logró en Otra vuelta de tuerca una obra maestra. Basada en una anécdota que le fue referida cierta noche de invierno, cuenta la historia de una nodriza encargada de cuidar a dos niños en una solitaria casa de campo inglesa. Los niños parecen felices, las habitaciones cómodas, los jardines soleados, pero la nodriza siente algo en la atmósfera que le incomoda. Entonces el ama de llaves le cuenta que un apuesto mayordomo y la nodriza que le precedió murieron poco antes de su llegada y deja sospechar circunstancias bochornosas. Paso a paso, la nodriza se convence de que esos dos muertos rondan por la casa y quieren apoderarse de los niños. James no nos permite asegurar ni negar esas infames apariciones: magistralmente, cada palabra de la novela a la vez afirma y rechaza la interpretación fantástica.
Sombras suele vestir
José Bianco
Sombras suele vestir es una de las mejores historias de fantasmas de la literatura en lengua castellana. En un inquilinato de Buenos Aires viven Jacinta, su hermano enfermo mental y su madre, mujer incapaz de resignarse a la pobreza. Para satisfacer los pedidos de esta última, Jacinta se prostituye. Cuando la madre muere, uno de los clientes de Jacinta lleva a la muchacha a vivir con él y coloca al hermano en un sanatorio. Pronto el cliente confiesa sentir una extraña atracción hacia el hermano enfermo y él, a su vez, se interna en el mismo sanatorio. La novela entonces se corrige: el lector se entera de que Jacinta está muerta y que, para cada personaje, la realidad es leída de otra manera, tangible o soñada. El título es de Quevedo: "El sueño, autor de representaciones / en su teatro sobre el viento armado / sombras suele vestir de bulto bello".
El hombre verde
Kingsley Amis
El hombre verde es una taberna a unas cuarenta millas de Londres, famosa por sus vinos y sus fantasmas. El tabernero, Maurice Allington, empieza a obsesionarse con uno de los fantasmas, un cierto clérigo del siglo XVII quien (según la leyenda) asesinó salvajemente a su esposa. Allington empieza a ver imágenes espectrales y monstruosas, caras sin cuerpo, piernas y brazos cortados, un pecho o una nalga de mujer. Gradualmente, la curiosidad de Allington se convierte en desasosiego, sobrecogimiento y terror, y su familia asiste, sin poder ayudarlo, a una suerte de "secuestro psíquico", mientras Allington se interna más y más en un mundo de visiones incomprensibles y horribles quimeras. Amis, gran conocedor de la literatura fantástica y la ciencia-ficción, confesó alguna vez querer escribir una historia de fantasmas que fuese a la vez "irónica y malévola". Con El hombre verde logró su propósito.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Bioy Casares / Me dicen que fue un sueño

Bioy Casares según Agustín Gomila


"Me dicen que fue un sueño"

Una conversación con Rodrigo Fresán 

acerca de Adolfo Bioy Casares



RODRIGO FRESÁN: Para empezar por el principio, yo "descubro" a Bioy a eso de los once años, agotadas todas esas antologías mamotréticas y sobrenaturales que sacaba Bruguera. A mí me encantaban los cuentos de terror y de pronto me encuentro, en edición de Alianza Libro de Bolsillo, con algo que se titula Historias fantásticas de un tal Adolfo Bioy Casares. Aquí lo tengo. Uno de esos contados libros que han resistido mudanzas y décadas. Es decir, leo a Bioy antes que a Borges y a Cortázar. Y lo leo -como casi enseguida leería a Borges y a Cortázar, también en Alianza, siempre seducido por esas portadas de Daniel Gil- como a un autor "de género". (Entre paréntesis: cabe consignar que la argentina probablemente sea la única literatura cuyos autores canónicos se han apoyado todos en el género fantástico.) Y me deslumbra, primero, la originalidad clásica o el clasicismo original de sus tramas. Relatos como "En memoria de Paulina" (el único cuento de fantasmas que se molesta y preocupa en explicar la posibilidad terrena y viva de un espectro), "El gran Serafín" (con una entonces inédita y bucólica aproximación a la idea del fin del mundo que luego se hizo tantas veces, como en Melancholia de Lars Von Trier), "Los afanes" (donde Bioy descolla en eso tan suyo que es llevar lo tecnológico a los terrenos no del laboratorio sino del zaguán) y "Los milagros no se recuperan" (mi favorito, con ese fantasma discreto). Los cuentos de Bioy eran como versiones cercanas de los mejores capítulos jamás filmados de The Twilight Zone, pensé entonces. Después, enseguida, leo La invención de Morel y comprendo que Bioy va a ser un escritor que me va a acompañar toda la vida. Y la leo con un fascinante añadido: la leo por primera vez en Caracas, a donde yo y mi familia escapamos luego de recibir una cordial sugerencia de esa gente que solía conducir automóviles Ford modelo Falcon y de color verde. Y a lo que iba: en La invención de Morel, en sus últimas páginas, en un final que para mí está en el top-five en lo que hace a potencia epifánica de un adiós, el protagonista -del que no sabemos casi nada de su pasado-recuerda con emoción el himno nacional venezolano. Algo que, supongo, a un lector argentino en Argentina le produciría una extrañeza exótica ante lo desconocido. Para mí, que cantaba ese himno casi a diario en el colegio, fue como un guiño cómplice de alguien a quien aún no conocía personalmente pero al que ya sentía próximo y cómplice.