Javier Munguía
Bikini
James Patterson
Traducción de Carlos Gardini
Ediciones B (Barcelona, 2009)
James Patterson parece una máquina de hacer libros: según su página oficial, sólo en 2009 fueron nueve las novelas suyas que vieron la luz. Tal fecundidad creativa podría hacernos pensar en sus ficciones, por lo general agrupadas en el subgénero thriller o novela de suspenso, como obras sin mayor pretensión que hacer pasar un buen rato a sus lectores. Aun cuando dicho propósito es válido, los alcances de Patterson como escritor van más allá a juzgar por Bikini, precisamente una de esas nueve novelas del autor publicadas en el mencionado año.
El libro arranca con un prólogo firmado por quien será su narrador de principio a fin: Benjamin Hawkins. Ex policía, novelista sin éxito y periodista de nota roja de un periódico de Los Ángeles, Hawkins nos adelanta que la historia que nos narrará es la de un psicópata terrible que nos dejará, tal como lo ha dejado a él, sin aliento. Esta declaración azuza nuestra curiosidad, por supuesto, pero también puede resultar pretenciosa si el relato no está a la altura de nuestras expectativas. Por fortuna, Bikini no es una de esos libros que incumplen sus promesas.
Aun cuando la novela es contada en su totalidad por Hawkins, este narrador adopta dos modalidades: relata en primera persona, en pasado gramatical, para referirse a su experiencia en torno a los asesinatos cometidos por Henri Benoit desde la perspectiva que tenía cuando la vivió, sin apelar al conocimiento que el tiempo transcurrido desde entonces le da; y relata en tercera persona, también en pasado gramatical, recreando la perspectiva de Henri, con el apoyo de las entrevistas que el asesino le concedió cuando trabaron relación.
Si bien al principio del libro la muerte de esa bella y joven modelo de bikinis llamada Kim Levon parece central en la trama, apenas avanzamos un poco nos damos cuenta de que el de Kim es un asesinato entre los muchos que conforman el historial de Henri. Son este y Hawkins los verdaderos protagonistas de la obra: un verdugo sin escrúpulos ante la figura de un escritor que es en el fondo un hombre común y corriente, asqueado, temeroso y fascinado ante los abismos oscuros de Henri, un monstruo y la vez una posibilidad más del ser humano.
Uno de los aciertos de Bikini es que, a pesar de que renuncia rápido a generar interés a través de un misterio a resolver, ya que en los primeros capítulos se describe la primera muerte y pronto se revela la identidad del asesino, es capaz de mantener la tensión por medio su prosa directa, sus capítulos cortos y el enfrentamiento entre Hawkins y Henri: el primero, encarnando la temeraria justicia; el segundo, las simas del alma, el vértigo por desentrañar a golpe de cuchillo o pistola los misterios de la muerte.
Bikini: entretenimiento de buena cepa y también una forma de acercarse a esos rincones inquietantes de nuestra propia naturaleza. “La parte más aterradora del verdugo es su semejanza potencial con nosotros mismos”, ha dicho José Emilio Pacheco.