Josef Sudek |
Jeame Ventura
Misteriosa perspectiva compartida
NOSTALGIA DE PRAGA
Ayer fui a dar un paseo para disfrutar de una soleada tarde primaveral de Barcelona. Regresé a casa dos horas después con unas nuevas sandalias y dos cd's de sinfonías de Dvorák. Me senté delante del ordenador y puse el primer disco, dispuesto a disfrutar de la música del fabuloso compositor checo. Mientras las melodías iban llenando el ambiente de mi casa, cogí "Toda la belleza del mundo", esas memorias de Jaroslaf Seifert que he vuelto a releer de nuevo. Buscaba la parte en la que el poeta describe su encuentro con cierto fotógrafo checo de cuyo nombre no me acordaba. No tardé en encontrarlo. Efectivamente se trataba de Josef Sudek. Con el nombre anotado, me dispuse a buscar en Google imágenes suyas, tenía curiosidad por ver alguna de las fotografías de las que habla Seifert en sus memorias. Enseguida apareció en la pantalla ese anciano de barba blanca acarreando su voluminosa cámara con su único brazo. Esas imágenes me trasladaron de nuevo al relato de Seifert sobre su encuentro con Sudek en Petrín. A medida que iba pasando una fotografía tras otra podía imaginar los largos paseos del viejo artista por la bella Praga en busca de la mágica imagen.
Fotografía de Josef Sudek |
De repente me quedé estupefacto. Entre las evocadoras naturalezas muertas captadas por el venerable anciano empezaron a aparecer algunas de sus instantáneas de Praga. ¡Muchas de ellas eran imágenes de la ciudad vista a través de las ramas de los árboles de sus jardines! No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Nunca hasta entonces había visto fotografía alguna de Sudek. Pero esas imágenes de Praga a través del ramaje desnudo de los árboles sí que las había contemplado muchas veces: ¡yo mismo llevo años haciendo esas fotografías en mis viajes invernales a Praga! La música de Dvorák seguía inundando mis oídos mientras mi vista se llenaba una y otra vez con las instantáneas de aquella mágica ciudad agazapada tras las grises ramas de los viejos árboles de Petrín o tomadas desde el parquecillo de Strelecký. Una vez más volvió a mí la emoción de sentir la magia de Praga que tantas veces me ha permitido disfrutar la ciudad desde que la conocí hace ya unos cuantos años y de la que me enamoré enseguida. Y ahora, por enésima vez Praga me guiñaba el ojo de nuevo, recordándome nuestra íntima y secreta unión. Esa intimidad de la que muchos artistas checos han gozado a lo largo de los siglos, así como también algún que otro extranjero, más allá de la típica postal del bello Puente de Carlos o el enigmático reloj del Ayuntamiento.
Por un momento volví a mi Praga Mágica a la que acudo fiel a la cita de cada invierno que hemos establecido desde hace algúnos años . Pero ese guiño cómplice todavía no había dicho su última palabra. En busca de nuevas fotos de Sudek que me devolvieran aquella magia pragense, apareció de repente ante mi atónita vista una fotografía aparentemente sin nada especial. Creo que se me paró hasta el corazón al contemplar esa imagen. Se trataba del tocón de un gran árbol talado en medio de lo que parecía una pendiente boscosa. Realmente no podía creer lo que mi vista mandaba a mi cerebro. En mi última visita a Praga este pasado invierno, fui dando un paseo hasta Petrín, como siempre hago varias veces cuando visito la ciudad. Me gusta especialmente pasear por esa colina solitaria en esa época del año y perderme entre sus sinuosos senderos, rodeado de viejos árboles. Es allí, uno de mis lugares preferidos de Praga, en donde dejo volar la imaginación hacia mundos fantásticos. Pues bien, como decía, este invierno, vagando sin rumbo fijo por el monte Petrín, llegué hasta un pequeño claro entre la arboleda desde el que se podía contemplar el Hradcany al otro lado de la montaña. Reinaba allí el silencio y la paz adecuadas para poder sentarme un rato y dejarme invadir por la magia de Praga. Buscando un sitio en el que sentarme econtré en la cima de una pequeña pendiente en la parte más alejada del camino, el tocón de un viejo árbol talado. Enseguida aquel tocón me llamó en silencio, ofreciéndose para que pudiera reposar sobre él y escribir sobre ese mágico momento. Acepté solícito y agradecido esa amable invitación y allí permanecí durante un tiempo indefinido, empepándome de la belleza y la espiritualidad que siempre espero encontrar y en todas las ocasiones lo consigo, cuando estoy en Praga. Después, cuando llegó la hora de volver a la realidad, regalé a ese tocón una foto que hice con mi cámara, para poder así llevarme ese instante mágico a Barcelona y poder disfrutar de él hasta mi nueva cita con Praga.
¡Cual fui mi sorpresa ayer al descubrir ese tocón fotografiado muchos años atrás por el genial artista! En realidad no sé si se trata del mismo árbol talado, es posible que no sea así, pero para mí lo verdaderamente emocionante fue descubrir que alguien más a parte de mí disfrutó de la magia de un viejo tocón. Y también que no sólo yo veo Praga a través de las ramas desnudas de sus árboles.