El relato sigue siendo, para el lector más perezoso, un género menor. Parece absurdo, porque el cuento, al ser más breve, debería ser más accesible… pero también es más exigente. Una novela no tiene más misterio: es una historia que cuenta el autor. Habrá más giros, más personajes y más incógnitas, pero son siempre los mismos y el contexto varía a medida que la novela avanza, de una manera progresiva, es decir, cómodamente. El libro te va acompañando.
El escritor estadounidense Richard Ford, la semana pasada en un hotel de Madrid.JAIME VILLANUEVA
Sé mía’, de Richard Ford: Frank Bascombe se despide con un portentoso monumento a la felicidad
El escritor vuelve a usar a su emblemático protagonista para retratar Estados Unidos política, social y anímicamente, en un último y emotivo viaje con su hijo enfermo de ELA
Laura Fernández
11 de junio de 2024
Ha vuelto Frank Bascombe, el periodista deportivo, el agente inmobiliario, el prometedor escritor que jamás pasó de prometedor. Ha vuelto y está solo: su exesposa, Ann, ha muerto. Su segundo matrimonio, la ilusoriamente perfecta y cómoda pareja que formaba con Sally Caldwell, es historia, y todas las llamadas que Frank hace en busca de algo que pueda parecerse al amor —o a la vida en algún tipo de compañía— se quedan sin respuesta. ¿Que a quién llama? A la chica que regenta un centro de masajes por el que se deja caer de vez en cuando, desesperado por algún tipo de contacto humano. Y a Catherine Flaherty, una vieja amiga con quien coqueteó en su época de periodista deportivo —ella también lo era—, que no tiene ganas de compartirse con nadie, ni siquiera con quien está saliendo.
El premio Princesa de Asturias de las letras observa en sus dos últimas novelas el miedo que dan los barrios ricos de Estados Unidos
ANATXU ZABALBEASCOA
06 AGO 2024
Durante el mes de agosto, cada martes, un escritor no especializado en arquitectura ni urbanismo les va a hacer pensar sobre la manera de habitar el planeta, de fijarse en la arquitectura, de decidir qué se construye y de convivir con lo construido. Empezamos por el agente inmobiliario más famoso del planeta, Frank Bascombe, cuyas peripecias recorren cinco novelas de Richard Ford: El periodista deportivo, El día de la independencia (Premio Pulitzer y Pen/Faulkner) y Acción de gracias a Francamente, Frank y la reciente Sé mía (Anagrama).
El estadounidense tiene alma de periodista y vocación de escritor
Javier Aparicio Maydeu
16 de junio de 2016
De la generación siguiente a la de John Updike, Don DeLillo o Joyce Carol Oates y de la misma promoción que Paul Auster, Richard Ford tiene alma de periodista y vocación de escritor. Cronista de la vida cotidiana norteamericana, su trilogía El periodista deportivo (1986), El día de la independencia (1995) y Acción de gracias(2006) -y el colofón de las historias que componen Francamente, Frank(2014)- ha hecho célebre a su protagonista y narrador Frank Bascombe, sabiondo, profesional de lo políticamente incorrecto y prodigio de ironía, humor y sensibilidad para retratar sin pudor a tipos anónimos que se ven encerrados en la botella de la vida pero no son precisamente genios. Bascombe se las trae, pero el lector disfruta con su lectura tragicómica del sueño americano y de su repertorio de seductoras convenciones, de las mudanzas constantes al deporte nuestro de cada día. En Mi madre (2010) Ford se convierte en biógrafo de su propia progenitora, viuda de un viajante y una superviviente más en la nómina de personajes a los que el destino les regala una y otra vez sobrados motivos para el desaliento o la frustración.
El escritor estadounidense Richard Ford, en un hotel de Madrid.JAIME VILLANUEVA
Richard Ford, escritor: “Soy novelista, hombre blanco mayor, pero no voy a defender a todos. A Updike y Cheever, sí”
El autor estadounidense despide a su legendario personaje Frank Bascombe en ‘Sé mía’, su nueva novela
Andrea Aguilar
Madrid, 8 de junio de 2024
De visita por España para presentar su última novela, Sé mía (Anagrama), el escritor Richard Ford (Jackson, Mississippi, 80 años) recibe en una sala del hotel Wellington de Madrid. Un caballero del sur, si es que tal cosa aún existiera, el autor conserva un suave deje en su acento y esa característica elegancia, que esta mañana se traduce en una camisa de un verde intenso, convenientemente desvaído. Premio Princesa de Asturias en 2016, Ford es un declarado entusiasta de España, y en un momento dado de la conversación cuenta que él y su esposa, con la que lleva casado desde 1968, acaban de vender su casa en Nueva Orleans y no le importaría mudarse a Asturias, aunque ella no es tan partidaria.
Richard Ford: “No tengo otra cosa que hacer más que escribir, he fracasado en todo lo demás”
El escritor estadounidense, autor de grandes libros como “Canadá” y “Acción de Gracias”, explicó el rol que tuvo su esposa a la hora de que se definiera su destino profesional.
10 de febrero de 2024
¿Por qué es que el estadounidense Richard Ford se ha dedicado a la literatura? La respuesta la puso él mismo, ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2016: porque ha “fracasado en todo lo demás”. Esa fue la mirada sobre sí mismo que dejó el novelista en una conferencia en Málaga, España.
Odiado lector: anecdotario del desprecio al lector
Diego Cuevas 22 de septiembre de 2023
DeRay Bradburyse decía que era un tipo muy dedicado con los fans. Él mismo describió con muchísima ternura su encuentro con un joven lector muy preocupado por la veracidad científica en las ficciones del escritor: «Un niño horrible se me acercó y me dijo «Sobre tu libroCrónicas marcianas…», le dije «¿Sí?», y me preguntó «¿Recuerdas cómo explicas que el satélite Deimos se alza por el este?». Y le dije «¿Sí?». Y me contestó: «Pues no». Así que le pegué».
Richard Ford: “El pegamento que mantiene a América unida no es la Constitución, ni la empatía, ni el amor, sino los dólares”
El novelista habla de la “ignorancia" y el “nihilismo” de unos trumpistas dispuestos "a desmantelarlo todo, como alborotadores furiosos que prenden fuego a su propio vecindario”
Esta entrevista forma parte de una serie de charlas con intelectuales, editores, activistas, economistas y políticos de primer orden que ayudan a describir el estado de cosas antes de las elecciones.
En una acogedora cabaña de madera, al borde mismo del Océano, junto a su casa de Maine, reposan los cuadernos de Richard Ford. Sus últimas anotaciones minuciosas, en las que vuelve a aparecer, para regocijo de sus lectores, un nombre familiar: Frank Bascombe. Ese hombre estadounidense normal, cuya vida adulta ha acompañado a la de miles de lectores de todo el mundo, a través de esa gran novela americana que el autor administra por espaciadas entregas desde hace más de tres décadas, ayudándoles a comprender la evolución de la vida íntima de un país que este martes vuelve a las urnas, al borde de la quiebra política y moral. Durante estos meses de confinamiento, entre sus casas de Maine y de Montana, Ford ha terminado el borrador de una nueva novela de aquel personaje que se presentó al mundo, entrando en el “periodo permanente” de su vida, recién divorciado, en las páginas de El periodista deportivo (Anagrama, 1986). Ahora Frank es un hombre mayor, que busca un tratamiento para su hijo enfermo, en la era de Donald Trump. Un periodo que Ford, sutil observador de un país inabarcable, reconoce que le cuesta comprender sin recurrir a su imaginación. En las paredes de su cabaña, llenas de recuerdos, hay una vieja fotografía de dos hombres negros excavando un agujero en el campo. “Están cavando la tumba de Faulkner”, explica Ford, sonriendo. “¿Quién es el que se ríe ahora, eh?”, dice, imaginando lo que le dirían los enterradores negros al cadáver del gran escritor sureño, nacido en Misisipi como él. La raza, la historia, la ignorancia y el nihilismo se mezclan en esta charla sobre un país cuyas múltiples texturas Ford conoce como pocos.
Richard Ford y Natalia Ginzburg firmaron sendos textos que se dan la mano, dos semblanzas excepcionales de dos grandes escritores del siglo XX: Raymond Carver y Cesare Pavese
JUAN CRUZ
14 de abril de 2020
Hay libros que uno adopta como si fueran amigos huérfanos. Ellos nacen, crecen, se reproducen, crean otros libros u otras referencias, y así pasan a ser nuevos para cualquiera que los lea. Pero cuando los descubres son libros singulares que no necesitan nada de ti, irán volando por las estanterías y llegarán a las manos de gente que, muy probablemente, los querrá igual que tu, o aún más, y harán de ellos una mejor lectura, un regocijo mayor, pues leer es regocijarse, como cuando te sientes contento del hijo (o del nieto) que, cómo no, te salió sabio.
El escritor Richard Ford, autor de 'El día de la independencia' y ‘Canadá’, relata la llegada de la pandemia a Maine, donde reside, un lugar acostumbrado al aislamiento social, igual que el resto de los Estados Unidos
Richard Ford
27 de marzo de 2020
Vivo al lado del mar. Quiero decir que vivo justo al borde del mar. Desde la ventana del estudio donde escribo puedo tirar una piedra al agua, y lo hago a menudo. Puedo nadar desnudo delante de mi playa sin que nadie me vea. Podría nadar en dirección al lejano horizonte en pleno invierno —en un último aferrarme a la soledad— y nadie se daría cuenta. Vivo en un lugar dichoso para todas mis necesidades terrenales, incluida, supongo, mi transición a la próxima vida.
Richard Ford escribe de la muerte de su padre y su madre en 'Entre ellos', que ilustra la evolución de un autor que ha depurado su estilo y amansado el ego hasta hacerse grande
CARLOS ZANÓN 29 ENE 2018 - 06:19 COT
Richard Ford (Jackson, 1944) ha reunido en este volumen dos piezas escritas con una diferencia de más 30 años. La primera, dedicada a su padre, que murió de un ataque al corazón cuando él tenía 16 años, y la segunda, a su madre, muerta de cáncer ya en la vejez, en 1981, fue escrita al poco de fallecer ésta. Además del placer de leer a un escritor de la talla del norteamericano, esa diferencia de tres décadas y media de escritura nos muestra cómo un buen escritor puede depurar su estilo y amansar el ego hasta convertirse en un gran escritor, más atento a mirar y preguntar que a explicar(se).
El libro tiene también otros intereses y muchos méritos, en especial la parte dedicada a su padre, Parker, un comerciante de almidón, un hombre de otra época. Ford realiza un portento en cuanto fondo y forma en esta pieza. Y lo hace con amor y rigor pero al mismo tiempo reconociendo —con sus padres muertos y él, sin descendencia y de edad avanzada— que el misterio nunca es desvelado. La línea recta de aprovechar el tiempo para saber quiénes son los tuyos, con los que compartes casas, biografía, anécdotas y cataclismos, es recta, sí, pero nunca se cubre, porque siempre hay otras cosas que hacer porque la vida consiste en eso, hacer. El Ford anciano sabe más de la imposibilidad de acceder al otro en sus deseos y frustraciones. Un hombre es más que un cuerpo, pero también más que una cabeza. La vida, para la lucidez de Ford, son los hechos. No tus propósitos, intenciones o sueños. Y el escritor se pregunta sin contestar qué sentían sus padres cuando él aún no estaba, cuando el comerciante llegaba solo a una habitación de hotel y encendía un cigarro, o aquella vez que su madre le dejó llorando en un parque, abrumada de desarraigo y lloros de un crío que llegó 15 años tarde —deseado, esperado pero no imprescindible—. El retrato es certero porque la ficción no impone respuestas. No sabemos nada más que estuvieron y se quisieron y no estropearon a un niño. El misterio es postergado, nunca hay tiempo, no sabemos cómo hacerlo si no es desde querer y ser querido sin argumentario ni periodo de devolución por garantía.
El libro también es un retrato de un mundo muy distinto al nuestro. Con reglas, ritos y convenciones que indicaban que las cosas eran como habían de ser. Una manera correcta y algunas incorrectas. Un mundo más de mirar y mirarse hacia y desde fuera. La conducta y la vivencia eran casi el mismo sendero. Uno era lo que hacía y a eso se le llamaba comerciante, yerno, marido, padre, vecino, soldado o estafador. Ford mira a sus padres desde y hacia fuera, con ese soberbio tono seco marca de la casa, de latido limpio y preciso. Huecos en blanco asumiendo que hay acciones y planteamientos que, simplemente, sus progenitores nunca se plantearon. Las cosas eran, pasaban, se hacían o se soportaban. O no. El abuelo paterno del escritor se suicidó ante una ruina por malas inversiones, por ejemplo, pero suicidarse también es hacer algo, contribuir a que la vida de los otros se mueva. En ambas piezas elegiacas, sin ajustes de cuentas ni pornografía emocional, Ford comparece sólo como testigo, nunca víctima o denunciante. Anécdotas, casas, coches, intuiciones, ciudades, equívocos, sacrificios, trabajos, lucha y buena educación. Algo así como la vida.
A lo largo de esos años Richard Ford se ha acreditado como uno de los autores indispensables de nuestro tiempo
JORGE HERRALDE 16 JUN 2016 - 18:08 COT
Gran alegría al recibir la noticia de que el Premio Princesa de Asturias de las Letras ha sido otorgado al gran escritor y buen amigo Richard Ford, de quien hemos publicado todos sus libros.
De la generación siguiente a la de John Updike, Don DeLillo o Joyce Carol Oates y de la misma promoción que Paul Auster, Richard Ford tiene alma de periodista y vocación de escritor. Cronista de la vida cotidiana norteamericana, su trilogía El periodista deportivo (1986), El día de la independencia (1995) y Acción de gracias (2006) -y el colofón de las historias que componen Francamente, Frank (2014)- ha hecho célebre a su protagonista y narrador Frank Bascombe, sabiondo, profesional de lo políticamente incorrecto y prodigio de ironía, humor y sensibilidad para retratar sin pudor a tipos anónimos que se ven encerrados en la botella de la vida pero no son precisamente genios. Bascombe se las trae, pero el lector disfruta con su lectura tragicómica del sueño americano y de su repertorio de seductoras convenciones, de las mudanzas constantes al deporte nuestro de cada día. En Mi madre (2010) Ford se convierte en biógrafo de su propia progenitora, viuda de un viajante y una superviviente más en la nómina de personajes a los que el destino les regala una y otra vez sobrados motivos para el desaliento o la frustración. Canadá (2012) es otro título esencial en la obra del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016. También se sumerge en la supervivencia. Cuenta una historia de desmoronamiento familiar y de grandes esperanzas, una novela de aprendizaje en toda regla, con un adolescente llamado Dell Parsons al que la vida le fuerza a aprender sin que nadie le enseñe. Ford tardó casi dos décadas en ultimar una novela en la que resuenan las peripecias de los héroes de Twain y la voz en primerísima persona del bueno de Holden Cauldfield de Salinger. Canadá es una de las novelas realmente grandes de la narrativa americana del XXI, sentimientos sin sentimentalismo y literatura sin excipientes. De la condición de escritor de raza de Ford da fe la compilación que Anagrama llevó a cabo en 2012 con el título de Flores en las grietas. Autobiografía y literatura, un volumen en el que se recogen textos muy valiosos de la bibliografía acerca del oficio de escribir, como “Qué escribimos, por qué lo escribimos y a quien le importa” o “de dónde viene la escritura”. Muchos le consideran un miembro destacado de la feliz secta del realismo sucio, tras los pasos del maestro Carver, pero lo importante es que libros de relatos como Rock Springs (1987) o Pecados sin cuento (2002) resultan modélicos y son pura carne de canon. Ford escribe sobre la América profunda y sobre la condición humana juntando trocitos de su corazón como junta frases reflexionando en voz baja sobre el lenguaje del que siempre está hecha la literatura.
La persona que durante casi 30 años entregó las llaves del sueño americano, a través de la venta de casas, ahora constata que todo se lo ha llevado el viento. Se llama Frank Bascombe, de 68 años. Es uno de los personajes literarios contemporáneos más potentes, que genera gran complicidad entre los lectores gracias a tres novelas aplaudidas por público y crítica. Una criatura irónica, pasional, exitosa, que dice las cosas que muchos piensan pero no se atreven a decir en alto y que ahora ve cómo se resquebraja todo. La clave la tiene su creador, Richard Ford, cuando confiesa con voz lacónica: “Quiero mucho a mi país, pero cada vez es más difícil quererlo”.
Uno de los escritores estadounidenses más reconocidos de la actualidad habla aquí de la publicación de los cuentos sin editar de su amigo Raymond Carver.
Richard Ford
La amistad, escribió Raymond Carver en un ensayo publicado en la revista Granta en 1988, es como el matrimonio: un sueño compartido, algo en el que los participantes tienen que creer y ponerle fe, la confianza en que durará para siempre. Y sin embargo las cosas llegan a un final inevitable y ese final es la muerte.
Richard Ford vuelve con 'Canadá', epopeya sin lirismo sobre la familia y las segundas oportunidades
En la novela reformula algunos de los grandes temas de la tradición literaria de Estados Unidos
Álex Vicente, El País, 24 de agosto de 2013
El escritor Richard Ford. / SANDRINE ROUDEIX/OPALE
La mañana posterior a la reelección de George W. Bush, Richard Ford decidió cruzar la frontera en dirección a Canadá. Pero no para emprender un exilio forzado, como tantos intelectuales neoyorquinos juraron que harían (y nunca cumplieron), sino para conseguir que le inyectaran una vacuna contra la gripe, que la sanidad estadounidense no creyó que mereciera. El protagonista de su última novela, Dell Parsons, emprende ese camino medio siglo antes, adentrándose en el territorio vecino por una carretera que no se distingue demasiado de la que ha dejado al otro lado de la frontera, pero donde hay más casas y graneros y molinos de viento. Entonces cuenta 15 años y una amiga de su familia le conduce a Canadá en busca de una segunda oportunidad. Con la primera no ha tenido suerte: sus padres acaban de ser detenidos por robar un banco y su hermana se ha dado a la fuga. En esa tierra gélida y desconocida —que “trata mejor a sus propios indios” y “cuyo dólar misteriosamente vale más que el nuestro”, como observa Dell—, el protagonista logra reconstruirse.
Novela familiar y de formación, así como ejercicio de memoria en torno a la participación de la herencia en el destino, Canadá se abre con el absurdo atraco de un banco en un pueblo perdido de Dakota del Norte, por parte de una pareja en apariencia normal que tiene dos hijos gemelos quinceañeros. El narrador, Dell, tras el desastre de sus padres encarcelados y la huida de su hermana Berner, se fuga a Canadá para evitar el orfanato. Estamos al inicio los años sesenta, cuando Kennedy todavía no es presidente y en el aire se respiran ya los incendios que prenden aquí y allá en el tejido social de la nación. Con este escenario, Richard Ford, el sólido narrador de Misisipi (1944, Jackson), arma su séptima novela, en la que percibimos ecos de obras anteriores, sobre todo de Incendios (1990), en la que también había un narrador adolescente, Joe Brinson.