Jeanne Moreau
Elegía y nostalgia de una mujer francesa
Nos marcó Jeanne Moreau. Nos marcó por culpa de aquél español que nos introducía en otros misterios
Javier Rioyo
4 de agosto de 2017
No había crecido con la canción francesa, esa música pertenecía a la generación de la posguerra europea. No tuve nostalgia de esas canciones hasta bastante tarde, cuándo nos dimos cuenta que la vida iba en serio. Mi adolescencia soñaba con francesas, por supuesto, pero se llamaban Francoise Hardy, Silvie Vartan o France Gall. Después soñamos con Brigitte Bardot al desnudo. Hasta que llegaron las miradas, los botines, las piernas y los labios de Jeanne Moreau en un cine club de finales de los sesenta. Ahí cambió nuestro imaginario erótico. Las chicas de Salut les copains eran nuestras deseadas novias. Jeanne Moreau era la personificación d”e la amante. Empecé a tener sueños lúbricos con Celestine, con aquella sirvienta turbadora, parisina en provincias capaz de conturbar a los perversos burgueses o a los primitivos campesinos. El erotismo era eso. Una mujer treintañera que paseaba sobre unos botines en una burguesa casa de la campiña francesa. Su negro vestido de femme de chambre, la osadía de su mirada, su sonrisa insinuante, su boca centro de deseos y misterios —“como un pozo en lo hondo del hechizo”— con aquellos ojos de retadora inteligencia y aquella voz tan alejada de cánones femeninos. Todo como una epifanía dónde comenzaba mi nuevo imaginario del erotismo.