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lunes, 18 de septiembre de 2017

Marcos Ordóñez / Tres noches con Jeanne Moreau

Jeanne Moreau


Tres noches con Jeanne Moreau

'Zerline’, monólogo a partir de ‘Los inocentes’, de Hermann Broch, fue su culminación teatral


MARCOS ORDÓÑEZ
6 SEP 2017 - 16:35 COT

Este verano, tras la muerte de Jeanne Moreau, un amigo (bastante más joven que yo) me preguntó si la había visto en escena. Tres veces, le dije, hace casi treinta años. La primera fue Le récit de la Servante Zerline, una producción del Festival de Otoño de París, estrenada en Bouffes du Nord, que vino al María Guerrero, invitada por Pasqual, y luego al Principal barcelonés, en el Grec, en julio de 1988. Dirigía Klaus Michael Grüber, que en el 77 había montado en España El arquitecto y el emperador de Asiria, de Arrabal, con Marsillach y Prada.

Jeanne Moreau / Se fue la belleza, la inteligencia, la seducción


Eva (1962)
Jeanne Moreau

Se fue la belleza, la inteligencia, la seducción

Al morir Jeanne Moreau no solo desaparece una intérprete excepcional, sino también una mujer irrepetible


Carlos Boyero
31 JUL 2017 - 14:24 COT




Jeanne Moreau, en el rodaje de 'Eva', en 1961.
Jeanne Moreau, en el rodaje de 'Eva', en 1961. AFP

Hay tres actrices francesas en las que, dando por obvios y transparentes su talento, su profundidad emocional, su capacidad para encarnar a distintos personajes manteniendo siempre su inconfundible personalidad, un permanente magnetismo, una belleza intensa, lo que las mantiene para siempre en mi recuerdo es que me enamoraron. Y aunque su paso por la tierra fuera longevo o trágicamente acortado, nunca las imagino ni jóvenes ni viejas. Para mí, su imagen está asociada entre la treintena y la cuarentena. Una es Simone Signoret. O sea, la inteligencia, la clase, la sabiduría sobre esa cosa tan compleja llamada vida. La segunda es Romy Schneider, mujer entre las mujeres, hermosa hasta el escalofrío, sin huellas de la ingenua emperatriz Sissi a medida que la existencia se iba ensañando con ella. La tercera es Jeanne Moreau. Ha muerto con 89 años, pero no puedo ni quiero imaginarla anciana, estuviera lúcida o devastada. Y mi amor es a perpetuidad. Me basta con la memoria o con colocar un DVD o un Blu-ray en el reproductor.

Jeanne Moreau / Elegía y nostalgia de una mujer francesa

Jeanne Moreau

Elegía y nostalgia de una mujer francesa

Nos marcó Jeanne Moreau. Nos marcó por culpa de aquél español que nos introducía en otros misterios


Javier Rioyo
4 de agosto de 2017

No había crecido con la canción francesa, esa música pertenecía a la generación de la posguerra europea. No tuve nostalgia de esas canciones hasta bastante tarde, cuándo nos dimos cuenta que la vida iba en serio. Mi adolescencia soñaba con francesas, por supuesto, pero se llamaban Francoise Hardy, Silvie Vartan o France Gall. Después soñamos con Brigitte Bardot al desnudo. Hasta que llegaron las miradas, los botines, las piernas y los labios de Jeanne Moreau en un cine club de finales de los sesenta. Ahí cambió nuestro imaginario erótico. Las chicas de Salut les copains eran nuestras deseadas novias. Jeanne Moreau era la personificación d”e la amante. Empecé a tener sueños lúbricos con Celestine, con aquella sirvienta turbadora, parisina en provincias capaz de conturbar a los perversos burgueses o a los primitivos campesinos. El erotismo era eso. Una mujer treintañera que paseaba sobre unos botines en una burguesa casa de la campiña francesa. Su negro vestido de femme de chambre, la osadía de su mirada, su sonrisa insinuante, su boca centro de deseos y misterios —“como un pozo en lo hondo del hechizo”— con aquellos ojos de retadora inteligencia y aquella voz tan alejada de cánones femeninos. Todo como una epifanía dónde comenzaba mi nuevo imaginario del erotismo.

martes, 12 de septiembre de 2017

Jeanne Moreau / Una dama en París


Jeanne Moreau

UNA DAMA EN PARÍS

La Moreau y la moral


JORDI COSTA
23 JUL 2015 - 15:20 COT



Fotograma de 'Una dama en París'
Fotograma de 'Una dama en París'

A propósito de una retrospectiva de Jeanne Moreau en el Instituto Francés de Londres en 1998, Ginette Vincendeau escribía en Sight & Sound que la actriz “fascina principalmente como una imagen de la feminidad, todavía rodeada por un aura sexual a la edad de 70 años. Esta imagen se fundamenta en sus películas de finales de los 50 y los 60 –a pesar del hecho de que era considerada poco fotogénica en comparación con bellezas como Bardot y Deneuve– y su atractivo ha resistido en una industria conocida por su discriminación de edad hacia las mujeres”. El encuentro entre una Moreau ya en la treintena y la energía de la Nouvelle Vague creó un arquetipo inédito: una feminidad asociada a una nueva moral, una sexualidad intelectualizada, un espíritu libre situado en un extraño lugar entre la más temprana madurez y una imparable voracidad vitalista. La Moreau tiene ya 87 años, pero su papel en Una dama en París, su antepenúltima película, deja claro que todo lo que se ha dicho sobre ella sigue siendo tan válido como en la época de Los amantes (1958) de Louis Malle.

viernes, 11 de abril de 2014

Jean-Jacques Annaud / Las tres mujeres de "El amante"

Jane March

Las tres mujeres de 'El amante'

El director Jean-Jacques Annaud y la actriz Jane March presentan la película en Madrid



Tres mujeres han sido claves para El amante, la última película del director francés Jean-Jacques Annaud: Marguerite Duras, autora de la novela; Jane March, la joven protagonista del filme, y Jeanne Moreau, la voz en off que narra la historia. "No quería la voz de Duras, quería su fuerza. Tenía que ser una voz con edad, amor, tabaco y el poder de una vida difícil y maravillosa al mismo tiempo. Sólo podía ser Jeanne Moreau", dice el director, que vio esa misma fuerza en el perfecto rostro de Jean March, una chica de los bajos fondos londinenses.
"Jeanne Moreau y Marguerite Duras, que se conocen desde hace muchos años y son grandes amigas, se han peleado. Ahora se odian, pero en realidad se aman. Así son estas mujeres tan fuertes. Para ellas es difícil ser encantadoras. Son demasiado vulnerables. No pueden sobrevivir de otra manera", cuenta Annaud."La actriz también es de esta naturaleza. Oculta su fragilidad con una dureza insoportable", dice mientras mira a Jane March, la joven protagonista de El amante, que se estrena el viernes en España. Annaud desafió a Duras, que tenía sus propias candidatas, y eligió a la inglesa para el papel. "Fue el silencio de Jane lo que me impresionó. No es un silencio forzado, tiene el misterio y la fuerza que requería el personaje", dice el director.



martes, 29 de noviembre de 2005

Querelle / Violento y confuso testamento



Violento y confuso testamento


DIEGO GALÁN
29 NOV 1982

Es Querelle un apuesto marinero que enamora al oficial de su barco, que inquieta sensualmente al corrupto policía del puerto, que cautiva al dueño del viejo bar, que seduce a la mujer de éste, amante oficial del hermano de Querelle.El joven y robusto marinero se deja querer por todos. Descubre en su pasividad homosexual una desconocida forma de placer, pero por ello se siente atado a emociones que humanicen el sexo: hay un continuo sentimiento de culpa en Querelle, quizá motivado por la inquietante atracción que siente hacia su propio hermano, a quien envidia y odia, a quien imita y rechaza. Querelle es un hombre libre que a todos traiciona en un intento de ocultarse a sí mismo, de perder toda posibilidad de autocompasión, cualquier síntoma de estima propia.


Querelle

Guión y dirección: Rainer Werner Fassbinder, sobre la novela de Jean Genet. Fotografía: Xaver Schwarzenberger. Música: Deer Raben. Intérpretes: Brad Davis, Jeanne Moreau, Günter Kaufmann, Franco Nero, Laurent Malet. Drama. Franco-alemana, 1982.Locales de estreno: Azul, Minicine 1.
Los personajes que le rodean viven en esquemas más claros, aunque la presencia del marinero, de alguna manera, turbe sus costumbres. Querelle les presta su cuerpo sin más límite que el del amor: cuando éste aparece brevemente en su vida, sabrá destruirlo con ruindad. Es un suicidio, pero también el encuentro con placeres animales que la supervivencia no otorga: los de fornicar, asesinar, engañar, fríamente, sin calor, sin meta. La degradación social y el dolor del pecado son las fuentes de ese placer. Querelle es un personaje complejo; en realidad, lo son cuantos le rodean. Entre todos componen un panorama que tanto Genet, en su novela original, como Fassbinder en la película, interpretan como si fueran pasajes bíblicos. Dicen que el encuentro de Querelle con su primera víctima mortal es como la Anunciación, y la disputa violenta entre ambos hermanos, tan extrañamente atraídos entre sí, como el camino del Calvario.

Estética expresionista

La ilustración de estos pasajes sintetiza la estética elegida por Fassbinder. Ahí cobran su máxima expresión: imágenes expresionistas, edulcoradas con tonos malvas, rojizos y amarillentos, que distorsionan la naturalidad de la acción para convertir la película en un retablo más bien confuso. Por tanto, los personajes deben definirse en parlamentos; las situaciones también se resuelven verbalmente. Los extravagantes decorados, con inmensos falos a guisa de torreones, no clarifican el trasfondo de la historia, aunque perfilen la pasión homosexual que albergan los personajes masculinos. No es mucho.Naturalmente, en ella reside el escándalo de Querelle, más provocado, creo, que espontáneo. El último Festival de San Sebastián se inauguró con esta película: constituyó un aburrido tema de discusión entre los espectadores tradicionales. Ahora se estrena comercialmente en versión doblada: se han mantenido los diálogos originales, aunque en el momento de las frases fuertes se note un ligero pudor en los dobladores.
No creo que contribuyan fundamentalmente a la debilidad de la película. En la versión original que se proyectó en los festivales de Montreal y Venecia también permanecían oscuras las intenciones últimas de Fassbinder: explosión violenta de sensaciones más que de ideas, no fueron las del desaparecido director realmente homogéneas a lo largo de su carrera. Sin embargo, supo encontrar en cada película las secuencias aisladas que concedieran a su obra una característica original. Querelle las tiene. No pueden ser obra de otro autor. Pero por ello, claro, no se transforma forzosamente en la mejor de sus películas.
Algún actor divulgó la noticia de que Fassbinder no fue el responsable del montaje definitivo. Otros intérpretes le discutieron. Pero es indudable que, a la muerte del director, los productores pudieron manipular a su gusto el material rodado. Sea como fuere, lo cierto es que varias secuencias filmadas por Fassbinder no han aparecido nunca en esta Querelle que se nos ofrece.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 29 de noviembre de 1982

sábado, 18 de diciembre de 2004

Jeanne Moreau / Mujeres solas

Jeanne Moreau

Jeanne Moreau

Mujeres solas

JESUS FERNÁNDEZ SANTOS
18 DIC 1976

Cuatro mujeres en torno a una piscina, charlan, cantan, se bañan, juegan. La historia de su encuentro comenzó tiempo atrás. Este encuentro, su relación amistosa o profesional, lo ha escrito, protagonizado y dirigido Jeanne Moreau monstruo sagrado y consagrado hoy camino del ocaso, en el cine del otro lado de los Pirineos.Tratándose de una actriz cuyo trabajo siempre se apoyó en muy peculiar tipo de personajes (recordemos al paso, tal como viene a la memoria, su excelente creación en el Diario de una doncella, de Buñuel), lo primero que llama la atención en este su primer filme como realizadora, es lo leve de su trama, lo superficial de las imágenes que nos ofrece en su visión del mundo del cine.




Lumière

Guión y dirección: Jeanne Moreau, Intérpretes: Jeanne Moureau, Francine Racette, Lucía Bosé y Caroline Cartier. Francia Color. Drama 1975. Local de estreno: Cine Infantas.

Tal visión no es aquí, como en otras películas, ese bulevardel crepúsculo, melancólico y sombrío en el que Gloria Swanson y E. von Stroheim se dejaban morir a golpes del más puro melodrama. No es tampoco una versión amable en torno al séptimo arte tal como la ofrecía en su Noche americana Truffaut, hace poco.
Se trata de un filme europeo y por lo tanto con pretensiones literarias que se evidencian de forma casi obsesiva sobre todo en los diálogos. Desde su título Lumiére, alusión a los inventores del cine, hasta sus citas de Bergman, la historia tiene siempre un tono vagamente narcisista muy común, por otra parte, a cierto tipo de cine francés de factura reciente.
Dado que, en realidad, se trata de una obra comercial, dedicada al público medio francés o amante de la cultura francesa, las imágenes eluden sistemáticamente cualquier impresión pecaminosa. Sobre tales pecados se pasa sin rozarlos siquiera, tal como debe ser tratándose de un filme burgués y, en cierto modo, romántico, cortado a la medida de su autora en el que se busca dar testimonio de unas vidas, de unos estados de ánimo más que de una acción con principio y desenlace al estilo clásico. Sucede, sin embargo, que tales momentos o estados de ánimo de estas cuatro mujeres, estrellas en ciernes o ya consagradas, vienen a resultar vulgares, no porque aparezcan sin interés o profundidad, sino porque sus dolores, alegrías y pequeñas tragedias tienen un aire tan leve y anodino como los hombres que en tomo a ellas giran y con ellas nos dicen que se acuestan.
De los cuatro personajes femeninos, el de Jeanne Moreau resulta, por supuesto, el más convincente, ante todo por razones obvias de categoría como intérprete. Lucía Bosé viene a hacer de señora García a la europea. Su francés resulta tan torpe como su castellano entre nosotros, y en lo que se refiere a Francine Racette y Carolina Cartier, rellenan con sus cuitas los tiempos muertos que la Moreau deja libre.
A pesar de tratarse de una historia entre mujeres no hay amor entre ellas, ni, por supuesto, grandes pasiones, sólo afán de acoplarse con sus hombres, entre copa y copa, entre divagación y divagación más o menos filosófica. La imagen del medio resulta más bien aburrida, quizás porque en el cine, como en el amor, lo que cuenta es hacerlo. Todo el resto, lo que hay antes o viene después, nace y camina por los pagos del tedio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de diciembre de 1976