Triunfo Arciniegas
EL ANTIGUO OFICIO DE PLAGIAR
Ambos textos son buenos y, aunque cercanos, tratan distintas temáticas. En el primero, “El diablo es puerco”, el personaje es el demonio del placer, y en el otro el monstruo del miedo. La madre figura como el tercer personaje en ambos textos. Otra coincidencia, aparte de la brevedad, es el narrador en primera persona.
La fuerza del texto, la singularidad del texto, reside en la última frase. Sin este remate es un texto como cualquier otro. Ambos textos tienen el mismo remate y no hay duda que uno se lo copió al otro.
“El monstruo de mi cuarto”, de Miguel Ángel López, de apenas quince años y natural de Medellín, un cuento publicado en noviembre de 2022, es demasiado bueno, demasiado perfecto, para tan breve edad. Se requiere un diestro manejo del lenguaje y del ritmo y de un sabio uso de la puntuación. ¿Hay mano ajena? ¿Qué tanto intervinieron los editores? Temo que la intervención se extiende, si no a todos, a la mayoría de los cuentos publicados. Tan impecables. Tal vez el agua de Medellín viene con ortografía, gramática y sintaxis incorporadas. Treinta años de magisterio en todos los niveles le enseñan a uno que la cosa no es así, tan perfecta. La literatura no es territorio de niños prodigios y un Rimbaud, si acaso, nace una vez cada cien años.
El texto de explicaciones que Miguel Ángel publicó en Twitter, por el contrario, carece de las virtudes del cuento: la redacción es torpe y hasta le falla la puntuación.
“El diablo es puerco” hace parte de Medellín en 100 palabras 2020 (se le adelantó por dos años al otro) y se identifica, aparte del título y la respectiva autora, Lesly Nataly Jácome Sánchez, una paisa de 25 años, con el número 1362. Este libro, publicado por Comfama y el Metro de Medellín en noviembre de 2020, es el número 119 de la colección Palabras Rodantes.
Así que estamos celebrando, como unos imbéciles, un pinche plagio.
De manera que el joven escritor ya tiene dos deudas, y en un sólo libro.
Qué pesar con este muchacho. Tan joven y con esas mañas. Se une demasiado pronto a una lista de ilustres plagiadores como los españoles Camilo José Cela y Arturo Pérez-Reverte, el peruano Alfredo Bryce Echenique y el mexicano Sealtiel Alatriste. A los tres primeros prácticamente no les pasó nada. Cela se ganó el Premio Planeta, el más cotizado de nuestro idioma, con la novela que le robó a una profesora. Pérez-Reverte tuvo que pagar un dinero en un primer caso y, en un segundo, cuando plagió a la mexicana Verónica Murguía, apenas presentó unas lánguidas disculpas. Bryce Echenique, que más que humorista me parece un cínico, ha negado sus numeroso, obvios y descarados plagios, pero el repudio del gremio y el público es unánime. No lo invitan ni a tomar un café y temo que la gente ha dejado de leerlo. El jugoso premio que se ganó en México cuando estaba en el ojo del huracán, tuvieron que entregárselo en su casa, en Lima, casi a escondidas, porque no querían que su presencia desluciera la ceremonia más importante de la Feria del Libro de Guadalajara. En otras palabras, no lo querían ver. El plagio y sobre todo su arrogancia lo transformaron en un apestoso. Alatriste, por su parte, perdió un envidiable puesto en la Unam.
¿Qué harán ahora los organizadores del concurso? ¿Replantearán las bases? ¿Seguirán los editores acomodando los textos, es decir, falseándolos? ¿Alegarán que la edad disculpa los pecados? ¿Le echarán tierra, como suele hacerse en Colombia, o aclararán las cosas? Espero que no se comporten como los gatos.
En fin, citando el dicho que tan sabiamente Lesly Nataly aprovecha para titular su cuento, "el diablo es puerco, por eso tapa y destapa".