Mostrando entradas con la etiqueta William T. Vollmann. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta William T. Vollmann. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de septiembre de 2012

Pedro Rey / Los nuevos dueños de la gran novela americana







Nota de tapa / Renovadores de una tradición

Los nuevos dueños 

de la gran novela americana


Tras Philip Roth, John Updike y Don DeLillo, las más recientes generaciones de escritores estadounidenses revitalizan una narrativa que supo hacer escuela

Por Pedro B. Rey  | 
LA NACION, 20 de julio de 2012


Moby Dick . Es posible que todo haya comenzado, en 1851, con la novela de Herman Melville. Los escritores estadounidenses de la última centuria no dejaron de perseguir denodadamente la concreción de un fantasma, la escritura de la prometida "gran novela americana", que estaba ahí desde un principio, inadvertida, en ese monumento que, como la definió Alfred Kazin, "es una epopeya de motivos mezclados, de contradicciones inflexibles, siempre histriónica". Moby Dick transcurre en alta mar, a bordo del Pequod . Difícil encontrar a primera vista en la historia del capitán Ahab y el inefable Ishmael el gran fresco de la experiencia social que obsesionaría, a partir de John Dos Passos, a tantos escritores. Pero lo que importa en ella no es tanto esa ambición inexistente sino su canibalismo enciclopédico, ese desborde "que corre a hacer justicia a todo lo que caza, devora, mastica, mata" (Kazin, otra vez) y asimismo el poder de la metáfora inaugural que lleva incrustada como un símbolo: acaso la blancura de la ballena represente el mal o la destrucción, pero también el vacío de una tradición que los escritores seguirán tratando de completar, en una inevitable y productiva carrera entre Aquiles y la tortuga que continúa hasta hoy.

La gran novela americana, si se la entiende como vocación omnívora, extiende sus tentáculos, con sigilo, a todos los géneros. Walt Whitman (y Carl Sandburg, y Hart Crane, incluso el intimista Robert Frost) es su encarnación poética y las narraciones minimalistas de Raymond Carver, con sus tintes chejovianos, la clave engañosamente menor de aquel imperativo.
La literatura estadounidense extendió, con vitalidad despreocupada, su influjo a autores de todas las latitudes. En narrativa, fue capital para que Cesare Pavese diera forma a su muy italiana obra, para que germinara el boom latinoamericano o, entre nosotros, para que Borges, que supo apropiarse como nadie de Las palmeras salvajes al traducirla, se entregara al impensado ascendiente de "Los asesinos" en su cuento "La espera". Hemingway, Faulkner y Scott Fitzgerald forman la trinidad -en gran medida reconstruida a posteriori - del siglo XX. Con los años, otras figuras fueron declinando ese interés: John Cheever, Truman Capote, Carson McCullers, Jack Kerouac, Norman Mailer, John Updike. Las divisas actuales de esa constante son, entre otros, Philip Roth, John Irving, Don DeLillo, Cormac McCarthy o Cynthia Ozick. Escritores ya maduros y asentados, su dominio de la escena parece dejar en la sombra, sin embargo, las formas en perpetuo movimiento que componen el mosaico complejo, incluso controvertido, de los que, cronológicamente, les siguen los pasos. Esa posición incontrovertida hace olvidar que el perfil de todo autor decanta con el tiempo: Roth fue considerado en su momento una suerte de pornógrafo (desde la publicación de El lamento de Portnoy hasta el inicio de su serie de novelas dedicadas a Nathan Zuckerman), al dickensiano Irving lo vilipendió el feminismo (por el hoy clásico El mundo según Garp ) y a DeLillo, autor de la que quizá sea la última "gran novela americana" deliberada ( Submundo , 1997), se lo consideró por años ríspido e incomprensible.